"Apocalipsis" y "Armagedón" son dos palabras gruesas que la humanidad siempre asoció con la destrucción del planeta Tierra, y muchos medios las usaron para excitar la imaginación y las emociones de la gente a fin de adelantar sus objetivos comerciales.
Por eso algunos creen que Dios causará dicha supuesta destrucción, otros, que la provocará el Diablo, y otros, que será la consecuencia nefasta del accionar desorientado de la mayoría de la humanidad.
Pero, en principio, ¿quién inventó esas palabras? Yendo a la fuente obtenemos la respuesta correcta. Esa fuente es la Palabra de Dios. "Apocalipsis" es el título del último de los libros del apóstol Juan, y "Armagedón", la guerra con la que llega a su final el imperio de Satanás.
¿"Los libros del apóstol Juan"? Allí radica uno de los grandes errores de entendimiento. Para captar todo lo que significa buscar la fuente y analizar el contexto tenemos que leer con cuidado y reflexión las primeras palabras del capítulo uno. Allí no dice que Juan es el autor del libro, sino Dios.
Veamos un ejemplo. Uno no puede descargar programas informáticos si no aceptan los términos y condiciones que se explican en la sección de apertura. Si uno pulsa "aceptar" sin haber leído concienzudamente los términos, podría efectuar una descarga, pero queda sujeto por ley a todo lo que el autor le advierte. Desde un punto de vista legal, no podría hacer ningún reclamo si el producto o servicio no resultara como lo imaginó.
Es un compromiso que sujeta a uno al uso limitado que tiene el programa. De hecho, ciertos términos añaden la cláusula: "Si usted no acepta estos términos y condiciones, debe desinstalar el programa". En otras palabras, 'solo funciona de acuerdo a dichas condiciones'.
El hecho de haber miles de millones de creaciones informáticas interesantes realizadas por quienes descargan aplicativos y programas informáticos, constituye una prueba de que todas esas personas se comprometieron con los términos en cada caso. Y también demuestra que, correspondientemente, hubo miles de millones de desinstalaciones realizadas por quienes no se comprometieron con los términos.
Para ciertos efectos, el que ofrece el aplicativo o programa solicita acceso a ciertos "archivos del equipo" porque dicho programa o servicio no funciona sin permiso del usuario. Eso es normal. Pero si otros van más allá y solicitan permiso adicional para "acceder a la cámara fotográfica" del dispositivo, y tuvieran la oculta mala intención de espiar su vida privada, ¿sería una decision prudente pulsar el botón "acepto"?
En fin, es solo un ejemplo. Destaca la importancia que tiene leer bien los términos y condiciones antes de embarcarse uno en un proyecto de cualquier tipo.
Por decirlo de manera figurativa, el prólogo de "Apocalipsis" menciona el copyright, o sea, el nombre del autor y sus derechos legales (que es Dios). También el nombre del distribuidor (que es Jesucristo, además de un ángel de su confianza). Entonces añade los términos y condiciones que se deben aceptar antes de su lectura y estudio (advierte que el libro contiene símbolos y figuras retóricas), e incluye por supuesto el nombre del redactor y editor de texto (que es el apóstol Juan). Y como si fuera poco, los capítulos siguientes indican a qué mercado va dirigido (a "sus esclavos", los discípulos de Cristo). Además, menciona las zonas de distribución (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea).
A lo largo de todo el contexto se nos recuerda a qué personas y zonas iría dirigido. (Mateo 13:10 al 15, 34-35; Daniel 12:9-10; Proverbios 1:5-7) El mensaje no fue dirigido a todo el mundo, sino a quienes distribuirían el mensaje, o sea, los discípulos, y ellos serían quienes lo retransmitirán al usuario final, el que, a su vez, se convertiría en otro distribuidor o retransmisor.
El contexto deja muy claro que el mensaje no sería retransmitido oficialmente por cualquiera. ¿Por qué? Porque a lo largo del tiempo, a manera del crecimiento de mala hierba, Satanás y sus falsos apóstoles procurarían torcer las Escrituras para cegar la mente de los mensajeros del Reino. (Mateo 13:38-39; 24:4; 2 Corintios 4:4; 11:13-15)
Juan reconoce claramente que no es el autor del mensaje, sino que le fue retransmitido por un ángel de Jesucristo, de parte de Dios. De hecho, debido a las primeras advertencias del Hijo de Dios, Juan mismo debía ser muy cuidadoso al examinar la procedencia y confiabilidad del mensaje. Sabia que el Diablo podía estar detrás de cualquier intento de subvertir su contenido y romper las líneas de comunicación espiritual con Dios. ¿Pero cómo podría realizar un análisis eficaz o control de calidad?
Muy fácil. Los apóstoles tenían muy claro el sonido y espíritu de las buenas nuevas de Jesucristo. Cualquier mensaje proveniente de un extraño contaminaría y echaría a perder la cadena de distribución, lo cual resultaría en un envenenamiento del contenido y una victoria temporal para Satanás.
El apóstol Pablo fue muy enfático en ese punto, cuando introdujo su carta a los Gálatas, en el sentido de que ni siquiera uno de los apóstoles, ¡ni siquiera un ángel del cielo! debía salirse de contexto. Cualquiera que retransmitiera las buenas nuevas tendría que ceñirse a "lo que ya estaba escrito". (Gálatas 1:8-9; 1 Corintios 4:6)
Esto era necesario e importante porque solo así el lector podía llenar el otro requisito contenido en los términos y condiciones del primer capítulo del libro de Apocalipsis, lo cual implicaba entender correctamente la simbología y las frases retóricas del libro. Un pequeño descuido induciría a error, y un error, a un desvío de la orientación impartida originalmente por Jesucristo, el principal mensajero de Dios.
Cualquier error debía rectificarse tan pronto como recibieran mayor iluminación espiritual. Los apóstoles no eran perfectos. La Biblia menciona que a veces malinterpretaron algunas cosas. Jesús y el espíritu santo se vieron obligados a corregirlos con amor. Así las correcciones hechas a tiempo ayudarían a todos a discernir el punto de vista apropiado y volver a la senda trazada por Jesús. (Hechos de Apóstoles 15:1-2, 15-20; Gálatas 2:14)
Siendo que el mensaje del libro de Apocalipsis provenía de Dios, Jesús, el primer transmisor oficial, supervisaría cómo sería retransmitido a los demás esclavos de Dios. Crecería mucha mala hierba entre el trigo antes del fin del mundo, pero no habría de qué preocuparse. Todo estaría bajo el control de Cristo gracias a que los discípulos obedecerian la admonición de tener en cuenta el contexto. Serían muy cuidadosos atando cabos.
Por ejemplo, ¿quién sería la simbólica prostituta del capítulo 17? ¿Quién merecería la denominación de "falso profeta"? ¿O cómo es posible que el Diablo sea torturado para siempre jamás, si el contexto dice que ningún malo tendrá vida eterna? Bueno, siendo que "Apocalipsis" significa "descubrir", "revelar" o "develar", sería una gran responsabilidad revelar cada significado y su conexión con el Armagedón.
Apocalipsis es una expresión griega que significa Revelación o Descubrimiento, como quitar un velo. Jesucristo dijo que ningún secreto quedaría oculto. (Mateo 10:26 ) Todo sería revelado como si se predicara desde una azotea. Y Armagedón es un lugar simbólico, no físico, que indica un enfrentamiento entre las fuerzas del orden y del desorden.
Ni la palabra Apocalipsis ni la palabra Armagedón dicen que se destruirá el planeta Tierra. No es necesario reflexionar mucho para entender que se refiere a una confrontación, no a un lugar geográfico.
Por tanto, si uno observa bien cada contexto, Apocalipsis no es una situación, sino una revelación, y Armagedón no es un lugar geográfico, sino una situación que dirimirá quién tiene derecho al respeto de la humanidad y de todos los ángeles, y quien será escogido finalmente para la salvación por Dios mediante Jesucristo.