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Cuando uno es de corta edad, tiende por naturaleza a sintonizar con ciertas cosas. Por ejemplo, cuando un recién nacido se siente cómodo, se le ve tranquilo y contento. Pero cuando se siente incómodo, comienza a gemir y llorar para expresar su natural frustración. Y tan pronto como recupera su estado de placer, deja de llorar. La naturaleza misma le está enseñando las diferencias entre la satisfacción y la frustración, y entre el placer y el dolor.
A medida que pasa el tiempo va añadiendo más conceptos dicotómicos, y aprende a seleccionar entre "me gusta" y "no me gusta", "lo quiero" y "no lo quiero", y a contestar "sí" y "no". Y cuando comienza a razonar y a aprender cosas más profundas, aprende las diferencia entre lo "cierto" y lo "falso", la "verdad" y la "mentira", y con los años descubre que existe también una zona gris en la que una cosa no necesariamente es siempre "buena" o "mala".
De adulto comprende que muchos de sus conceptos de lo bueno y malo se apoyaban casi enteramente en la influencia de otras personas. Pero cuando comenzó a usar sus propias facultades para razonar y llegar a sus propias conclusiones, algunas de sus decisiones se desviaron o apartaron completamente de todo aquello en lo que había creído, ya fuera realmente "bueno" o "malo".
La traición es una de las posturas que más impactan a una persona que solía confiar en sus amigos.Va más allá de teorizar sobre lo bueno y lo malo. En realidad es la imagen prístina de la maldad, la corrupción, el egoísmo y la injusticia. Nada puede doler tanto como un acto de traición, ¡cuánto más un proceder traicionero que se mantuvo oculto por años! No nos referimos al espionaje que se lleva a cabo por decisión judicial, para destapar la corrupción (porque en ocasiones es la única manera de ponerla al descubierto), sino a la traición que se basa en una postura injusta y egoísta, que solo busca intereses propios por medio de violar códigos morales reconocidos.
Por ejemplo, si un niño crece en un ambiente lleno de delincuencia, tal vez termine creyendo que ser delincuente es lo que se esperaría de él. Y si crece en uno donde la honradez y el respeto son valores que se refuerzan con frecuencia, seguramente le parecería casi un crimen que se atropellaran sus derechos y/o los de otros. En tal caso, la traición se convierte en un elemento muy destructivo de las relaciones humanas, y restaurar la confianza al estado anterior se vuelve casi imposible, un verdadero milagro.
Un sentido inherente de lo bueno y lo malo
En todo caso, los seres humanos nacemos con un potencial sentido interior de lo bueno y lo malo, la facultad de criticarlo todo basándonos en una percepción natural. Por ejemplo, si un niño ve una osa panda cargando a su cachorro, se la queda mirando y se conmueve tiernamente. La imagen sintoniza con su conciencia, y el niño percibe que se trata de algo "bueno", algo "bonito", "positivo", "edificante", "placentero". Pero si observa un león persiguiendo a una gacela, luego la atrapa, muerde su cuello y la mata y comienza a comérsela, seguramente frunce el ceño y exclama: "¡León malo!". La imagen no solo le ha enviado un mensaje a su conciencia, lo que interpreta como algo "malo", "feo", "negativo", "denigrante", "doloroso", sino le ha hecho exclamar lo que piensa. Tal vez no esté en capacidad de dar una explicación filosófica complicada de lo que observó, pero sabe que aquello no fue nada agradable. Algo en su mente le dijo: "¡Eso no!". Es su conciencia en pleno funcionamiento.
Por otro lado, la televisión, la propaganda, la publicidad, la moda y todas las influencias que lo rodean cobran más importancia a medida que crece. Poco a poco va reforzando, o cuestionando o descartando, ciertas cosas que se convierten en los cimientos para todos los demás conceptos que se incorporarán en su forma de pensar en lo que le resta de vida. Pero de vez en cuando aparecerán hitos en los que se pondrá a reflexionar, poniendo a prueba todas sus nociones básicas, para asegurarse de no estar yendo por un mal camino [dependiendo por supuesto de lo que considere bueno o malo].
Sin embargo, como bien lo saben aquellos que se perdieron alguna vez en un desierto, en el mar o en una montaña, todo parecía bien hasta que percibieron que estaban completamente desorientados. Trataron de recordar la ruta que siguieron, buscando en su memoria para ver en qué momento se equivocaron, y a calcular cuánto tiempo de luz quedaba, cuánta comida y cuánta bebida, a qué riesgos probables se enfrentaban de no encontrar pronto una solución, qué recursos tenían disponibles (una brújula, batería, señal del teléfono celular, protección solar, leña, fuego, etc.), y aún así seguían perdidos. El temor a morir o a ser devorados vivos por animales salvajes hambrientos elevaba más y más su nivel de estrés y ansiedad, y la esperanza de hallar un camino se convertía en un valor que nunca antes había tenido tanto significado en su vida.
Algo similar ocurre con la vida. Al comienzo nuestros padres y mayores deciden por nosotros, con o sin base en un código moral. Después experimentamos por nosotros mismos, tomando nuestras propias decisiones, aprendiendo a medir las consecuencias, tomando riesgos y evaluando los resultados. Finalmente nos juntamos con personas que piensan como nosotros y nos reafirmamos en un modo de vivir que defendemos a capa y espada aunque tal vez estemos equivocados. ¡Algunas cosas que antes considerábamos buenas ahora tal vez nos parezcan malas, y las malas, buenas!
Poco a poco dejamos de percibir nuestros errores (porque ya no los consideramos errores, sino aciertos), y nos jactamos de conseguir más que los demás, aun todo lo que otros hubieran deseado. ¡Al punto de creer que hemos alcanzado la gloria! Pero comenzamos a sentirnos pegajosos, como atrapados en una telaraña de problemas y dificultades de los que pareciera que no hubiera escapatoria. Y al igual que alguien que se pierde en una montaña, nos rendirnos, tomamos asiento y comenzamos a repensar el camino, reflexionando profundamente en las cosas que hicimos mal desde el principio, cuando creíamos que obrábamos bien. Y nos vemos enfrentados cara a cara con la realidad: ¡Cuán equivocados estábamos! Y quizás salgamos en televisión, en las noticias de la noche, camino al hospital o a una prisión, abrumados por la vergüenza de vernos atrapados en nuestra propia telaraña.
Entonces pensamos: "No debí confiar en esa gente. Debí sopesar mejor los riesgos", o "No debí firmar [o escribir] esos documentos [o correos electrónicos]", o "Debí consultar con un buen abogado [médico, arquitecto, ingeniero]", o "No debí contarle cómo descubrí la fórmula [secreto o técnica]", o "Debí hacerle caso a mi mejor amigo [o a mis padres, hermanos, maestros], y no a esos extraños", "Debí registrar el negocio [patente, testamento] ante el gobierno", "Debí conformarme con poco", o "Eso me pasa por ambicioso [sobrado, fanfarrón, débil, tímido]", o "No debí decir eso por teléfono". Y nos devanamos los sesos tratando de encontrar la manera de resolver el lío en que estamos metidos. Reza un dicho popular: "El consuelo del tonto es dar consejos", y la Biblia dice : "Vi al necio echando raíces profundas, y cuando menos lo esperó, todos estaban maldiciendo su casa". (Job 5:3) ¿Es eso tener éxito en la vida?
Lamentablemente, como nuestro sistema de medición está distorsionado y nunca aprendimos a usarlo adecuadamente, seguramente volveremos a meternos en más problemas. ¡Y es duro es reconocer que no hay escapatoria! Ver el error nos ilumina, pero no nos capacita automáticamente para tomar buenas decisiones en el futuro. Si nuestra conciencia señala como "bueno" lo que es "malo" y tendemos a esforzarnos por hacer "bien" las cosas, el resultado será opuesto. Ofenderemos a Dios y segaremos malas consecuencias. Sucederá tal como dijo el profeta Miqueas: "Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo". (Miqueas 7:3)
No es cuestión de modificar una acción o dos, sino de modificar los patrones de pensamiento, las estructuras de nuestro modo de pensar, nuestros puntos de vista y actitudes, en otras palabras, arrepentirnos de nuestro anterior modo de pensar y proceder, orientarnos hacia el verdadero éxito, o sea, desde el punto de vista de Dios.
No es cuestión de decir: "¡Jesús es mi salvador!", como si fuera un conjuro mágico que deshará todos nuestros errores y sus consecuencias. Es un proceso de conversión que toma tiempo. (Contrasta Isaías 5:20-23 con Mateo 5:1-12) Solo entonces uno llega a entender todas las cosas por espíritu santo y llega a ser verdaderamente libre. (Juan 8:32) Si no se efectúa un proceso de conversión en el patrón de comportamiento, tarde o temprano uno vuelve al estado anterior. (Proverbios 28:11; 2 Pedro 2:22)
"Si el malvado se arrepiente de todos sus pecados y obedece todos mis decretos y practica derecho y justicia, no morirá. Seguirá viviendo, por haber practicado la justicia, y Dios no recordará los pecados que ha cometido. ¿Acaso creen que me complazco en la muerte de los malvados, y no que más bien abandone su mal proceder y siga viviendo?, es lo que dice Dios. Si el justo tuerce la justicia y decide practicar lo que es malo y hacer las mismas cosas repugnantes que hace el malvado, ¿merece vivir? No. Acabará muriendo por su infidelidad y sus pecados, y nadie recordará ninguna de sus buenas obras. Y seguramente dirán: '¡Qué injusto es Dios!'. Pero, ¿en qué soy injusto? ¿No son ustedes los injustos? Si un justo se aparta de la justicia, cae en la maldad y muere, ¡está muriendo por causa de su propia maldad! Pero, si se aleja de la maldad y practica derecho y justicia, ¿acaso no salvará su vida? ¡No morirá! Porque ha recapacitado y se ha apartado de todas sus maldades. Pero aún así, dirán: “¡Dios es injusto!” Pero, ¿en qué soy injusto? ¿No son más bien ustedes los injustos? Por tanto, a cada uno de ustedes juzgaré según su propia conducta. Lo ha dicho Dios el Señor Todopoderoso: Arrepiéntanse y apártense de todas sus maldades, para que sus pecados no les acarreen una desgracia. Arrojen, de una vez por todas, a un lado las maldades que cometieron contra mí, y fabríquense un nuevo corazón y un nuevo espíritu. ¿Pues, por qué tienen que morir? Yo no deseo la muerte de nadie. ¡Cambien, y vivirán! Es lo que dice el Señor Dios." (Ezequiel 18:25-31)
Cuando el concepto básico de lo bueno y lo malo se nubla en la mente, puede desordenar, modificar o hasta anular todos los demás conceptos que vayamos introduciendo mediante lo que leemos, vemos, oímos o sentimos, de modo que lo que antes entendíamos como bueno o correcto, comenzamos a verlo mal o incorrecto, y lo que es malo o incorrecto, como muy bueno o perfecto. A partir de ese punto, quizás hagamos lo que es correcto desde nuestro punto de vista, pero resultaría como acelerar un automóvil a toda velocidad directamente hacia una pared, o como seleccionar la tecla, función o página equivocada en una computadora. Y en vez de ser cada vez más felices, nos complicaremos la vida y seremos cada vez más infelices. ¿Por qué? Porque las leyes morales del Creador se cumplen tan inexorablemente como sus leyes físicas, químicas y biológicas, y nada podemos hacer para torcerle la mano o sobornarlo. O presionamos la tecla correcta o seguirá apareciendo un mensaje de "Error".
Tal como no se puede realizar un proceso correcto con una computadora presionando las teclas equivocadas, simplemente no se puede tener un verdadero éxito en la vida pisoteando la escala de valores diseñada por el Creador. Porque la vida que nos dio no la hizo para funcionar de esa manera. (Efesios 4:24) No lograremos nada sentándonos todo el día frente a la pantalla de la computadora maldiciendo al inventor. Seguirá apareciendo el mensaje de error una y mil veces hasta que presionemos la tecla correcta. ¡Porque no hay otro protocolo! De nosotros depende lograr el resultado esperado, no de Dios. Las consecuencias del pecado serán siempre malas. (Levítico 26:18-27) Si nos arrojamos de un quinto piso o de un avión, no iremos hacia arriba, sino hacia abajo, y si naufragamos en medio del mar, no iremos hacia arriba, sino hacia abajo. Es la ley de gravedad, una ley natural que nadie discute.
Tal como no se puede realizar un proceso correcto con una computadora presionando las teclas equivocadas, simplemente no se puede tener un verdadero éxito en la vida pisoteando la escala de valores diseñada por el Creador. Porque la vida que nos dio no la hizo para funcionar de esa manera. (Efesios 4:24) No lograremos nada sentándonos todo el día frente a la pantalla de la computadora maldiciendo al inventor. Seguirá apareciendo el mensaje de error una y mil veces hasta que presionemos la tecla correcta. ¡Porque no hay otro protocolo! De nosotros depende lograr el resultado esperado, no de Dios. Las consecuencias del pecado serán siempre malas. (Levítico 26:18-27) Si nos arrojamos de un quinto piso o de un avión, no iremos hacia arriba, sino hacia abajo, y si naufragamos en medio del mar, no iremos hacia arriba, sino hacia abajo. Es la ley de gravedad, una ley natural que nadie discute.
Como bien ponen al descubierto muchos programas de televisión, como los que se ven en Discovery Channel y National Geographic, los magos no realizan sus actos de magia violando las leyes de la naturaleza, sino todo lo contrario. ¡Las dominan y usan astutamente para engañar a los sentidos, especialmente la vista y el oído! Son muy inteligentes para tramar el engaño con el fin de entretener al espectador. Y nos asombramos cuando descubrimos sus secretos, y sonreímos al ver cuán astutos y ocurrentes fueron para lograr que parezca tan real.
En la antigüedad ocurría lo mismo, pero no por entretener a los espectadores, sino para controlarlos y dominarlos. Los que tenían suficiente inteligencia como para engañar a los demás, se aprovechaban de la situación y se erigían a sí mismos como jefes o consejeros del jefe, y todos les tenían respeto y miedo. Y si alguien se atrevía a poner en duda sus poderes, se arriesgaba a ser amenazado con terribles acosos de los espíritus, ¡y se cumplía! Porque alguien más inteligente que ellos sacaba partido de la situación: Satanás. Él podía influir para que creyeran en la mentira.
Alguien dirá: "Entonces, lo milagros realizados por los profetas, incluido Jesucristo, eran engaños cuidadosamente tramados". La respuesta es no. Hay una gran diferencia entre un truco y un milagro procedente de Dios. Y Su manera de demostrarlo era marcando distancias con lo que los seres humanos eran capaces de hacer. Lo que Dios hiciera tenía que ser imposible desde un punto de vista humano. Por ejemplo, mediante su espíritu dividió las aguas del mar e hizo que su pueblo pasara por en medio, sobre tierra seca. Resucitó a Lázaro, que estuvo muerto casi cuatro días. Calmó una tormenta. Sanó de la lepra a un hombre en un instante. ¿Pudo alguna vez un líder o médico hacer eso? No. Y la Biblia registra tantas cosas que están más allá de la comprensión humana que algunos hasta afirman que nunca pudieron haberse realizado. Un verdadero milagro es una demostración de la superioridad de la inteligencia de Dios sobre hombres y ángeles.
Para realizar un milagro Dios no viola las leyes naturales ni engaña a nadie. Lo que sucede es que Él tiene un dominio absoluto de los conocimientos que se requieren para lograr que diferentes leyes se cumplan en armonía con la naturaleza y produzcan un resultado que armonice con su propósito.
Por ejemplo, si ponemos un pedazo de papel en el piso, no se elevará por sí solo hacia las nubes, por mucho que soplemos, ¿verdad? Una vela tampoco. Pero si construimos una sencilla estructura en forma de globo y la cubrimos con papel, y luego ponemos una vela encendida en su interior, pronto comenzará a elevarse hacia las nubes. El calor es energía que se transfiere de un sistema a otro por diferencia de temperatura y hace que el aire se caliente y suba, elevando al globo. Es el mismo principio aplicado a los enormes globos aerostáticos. No se ha violado ninguna ley física. Todo lo contrario. Si alguien jamás vio algo así, para él será un milagro.
Dios puede hacer muchas para las cuales nosotros usamos una palabra: Milagro. Por eso se dice que el cerebro humano es un milagro de la naturaleza, que el perfecto equilibrio en que se encuentra el planeta Tierra con relación al resto del sistema solar es un milagro, etc. Y no es poco tiempo, esfuerzo y dinero el que los científicos invierten para diseñar y construir un robot. ¿No deberíamos asombrarnos aún más cuando vemos el original del cual se tomó el modelo, es decir, el ser humano?
Por eso, valiéndose de una inteligencia superior a la del hombre, y aprovechando las limitaciones sensoriales que tenemos los seres humanos, el Diablo, un ser espiritual mucho más inteligente, engañó a Eva fin de apartarla de Dios y ponerla de su lado. Su primer acto de magia, por decirlo así, fue usar a una serpiente de modo que pareciera que hablaba, y mediante ella presentarle un argumento interesante que la convenciera. Y aunque finalmente ella reconoció que fue engañada, su concepto de correcto / incorrecto había sido trastornado mediante la seducción. (Comparar Génesis 3:13 con Génesis 3:6 y 1 Timoteo 2:14)
¿Cómo es posible que los demonios engañen tan fácilmente a los humanos? Usemos un ejemplo. Pensemos: ¿Por qué es tan difícil matar una mosca? No importa cuán rápido bajemos el matamoscas, ella alzará el vuelo y, por decirlo así, se reirá de nosotros. Intentémoslo una y otra vez, y ella seguirá escapando. ¿Por qué? Simplemente porque ella nos ve en cámara lenta. Desde el punto de vista de las moscas, el ser humano se mueve muy despacio. ¡Y los demonios son mucho más veloces de las moscas! Pueden hacer cosas tan extraordinarias que nos resulten difíciles o hasta imposibles de entender.
Sin embargo, Dios es más rápido, más fuerte y más inteligente. La diferencia está en que los milagros procedentes de Dios tienen el propósito de convencernos de su amor, poder, justicia y sabiduría. (1 Corintios 13:8-10) Nos ha dotado de discernimiento, a fin de esquivar los argumentos falaces que pueden desviarnos de la senda de la vida. Y ha enviado a su Hijo Jesucristo para que nuestro discernimiento sea aún más productivo.
¿Qué es el discernimiento? Dicho con una ilustración, consiste en colar las ideas a fin de atar cabos sueltos y llegar a conclusiones correctas. Por ejemplo, la Biblia dice que Dios es perfecto en justicia y amor. Por lo tanto, jamás se nos ocurriría que Él sería capaz de hacernos daño o torturarnos. ¡Es Satanás quien hace esas cosas, no Dios! Pero si no tenemos discernimiento, diremos que Dios es injusto y que no le importa nuestro sufrimiento cuando nos ocurren cosas malas. No discerniremos que pudo ser el resultado de consecuencias naturales, ya sean físicas o morales, o que pudo ser simple casualidad, algo que pudo ocurrirle a cualquiera, o que fue el accionar de los demonios.
Por eso, cuando alguien hace la pregunta: "Si Dios es Todopoderoso, ¿Por qué no cambia las cosas de modo que haya paz en el mundo?". Pensemos que tal es un argumento predilecto de los ateos, a quienes varios hechos se les escapan, que consideramos en otro artículo de este blog. Uno de estos es una cuestión de orden legal, un principio moral que Dios no puede pasar por alto como si tuviera una varita mágica para hacer y deshacer las cosas, como en las películas de cuentos de hadas.
Debido a la influencia de los cuentos y películas, la gente tiene la noción equivocada de que Dios tiene, como si fuera, la Lámpara de Aladino, para satisfacer cualquier capricho o deseo. En la vida real no es así. Cuando Adán y Eva le dieron la espalda a Dios por medio de creerle al Diablo (Génesis 3:1-13), en realidad exigieron libertad de expresión y autonomía, el derecho de escoger un dios diferente, un gobernante diferente, un padre diferente, un amigo diferente. Y desde un punto de vista legal, Dios les concedió tales libertades. Sin embargo, no hasta el punto de destruir su creación. Todo tiene un límite, y cuando llegaran al límite, Dios haría un juicio final, en el que quedaría plenamente establecido quién estaba en lo correcto.
Aunque muchos seres humanos ya han descubierto que Dios tenía razón, el tiempo que Dios señaló para intervenir aún no se ha cumplido. Esa es la razón por la que no está interviniendo en los asuntos de la humanidad rebelde. Solo interviene en todo lo que está relacionado con su jurisdicción, es decir, su pueblo, los discípulos de Cristo. ¿Quienes son? Te toca a ti examinar las evidencias, investigar la historia cristiana, analizar las Santas Escrituras, corroborar el cumplimiento de las profecías, hacer un cálculo de la cronología que se encuentra en la Biblia y llegar a tus propias conclusiones. Nosotros no somos proselitistas. Sencillamente te decimos lo que necesitas para atar los cabos sueltos. Por ejemplo, ¿será cierta la teoría de la evolución? ¿Cómo saberlo?
Si la teoría de la evolución es cierta, entonces Adán y Eva no fue creados por Dios, sino un resultado de casualidades que se dieron espontáneamente a través de millones de años. Dios no creó el mundo, sino un Big Bang casual que resultó de la nada y dio lugar a un universo expansivo. Partiendo de tal premisa, solo es natural concluir que tampoco descendemos de ningún Adán ni Eva, sino de simios que resultaron de la evolución. Y así, el razonamiento lógico que sigue es que Dios, es decir, el Padre, como Creador Omnipotente, Autor de la Biblia y de los milagros realizados por sus profetas, no existe. Y si Dios no existe, Jesucristo tampoco, ni ningún profeta. Las profecías no existen.
Ahondando, la conclusión lógica es que nadie tiene por qué rendir cuentas a nadie. No hay ningún juicio final futuro, ni tampoco hay un código moral único para la humanidad. Finalmente, maldecimos diciendo que Dios es una patraña. "¡Hagamos lo que queramos! ¡Nadie será juzgado! ¡Nadie tiene por qué erigirse en juez de nadie! ¡Nadie tiene el derecho de decidir lo que es correcto e incorrecto! De hecho, el bien y el mal no existen sino en nuestra mentalidad atrasada. Cada uno puede establecer para sí mismo lo que es bueno y lo que es malo". Y así volvemos al principio: Como Adán y Eva, le damos la espalda a Dios y hacemos lo que nos da la gana. La otra pregunta es: "¿En qué terminaría una línea de razonamiento como esa?".
Bueno, basta encender las noticias de la noche para darnos cara a cara con la verdad: "El hombre ha dominado al hombre para su propio mal", y le ha echado la culpa a Dios. (Eclesiastés 8:9; Proverbios 19:3) Primero opina que Dios existe. Pero como no sabe nada sobre Dios, porque su religión no le ha ayudado a entenderlo, llega a la conclusión de que no existe, y después de que todo le sale mal, piensa que Él tiene la culpa de todo el desorden que la humanidad ha causado. No da en el blanco: ¿No ha sido la humanidad, al exigir su derecho a la libre expresión, su derecho a usar su libre albedrío como le dio la gana, al promover sus intereses egoístas, partidarios, religiosos y comerciales, etc.?
¿Cómo instruye Dios al ser humano?
Los expertos en técnicas de supervivencia no son seres improvisados ni divinamente dotados con conocimientos milagrosos. Ellos aprenden a usar sus recursos de orientación, estudian las diferentes clases de plantas comestibles, aprenden a distinguir cuando una fuente de agua está limpia o contaminada, y saben dónde pisar, conocen los diferentes tipos de animales e insectos, cultivan una sabiduría nutrida en la lectura, en el consejo de los expertos y en la experiencia propia. No son personas que se arriesgan estúpidamente porque amen el peligro, sino seres muy inteligentes que saben aprovechar la naturaleza a su favor. No corren riesgos innecesariamente. Saben que su supervivencia depende de sus conocimientos. Por eso, no los invade el temor cuando se pierden en la montaña.
De hecho, en un día de entrenamiento, unos soldados de las fuerzas especiales fueron llevados en avión hacia un destino desconocido. Después de casi dos horas de viaje en medio de la noche, les entregaron un sobre cerrado y les dijeron que lo abrieran cuando tocaran tierra. Llegado el momento, se encendió la luz verde y se lanzaron en paracaídas. Solo se les había dicho que descenderían sobre una montaña. Cuando llegaron a tierra, abrieron el sobre y leyeron que decía: "Repórtense en la base a las 2200 horas". Tenían poco más de 24 horas para usar sus conocimientos y cumplir la misión.
Igualmente, el ser humano cuenta con un instrumento de medición, semejante a brújula, que le permite saber si está obrando bien o mal, recta o incorrectamente. Pero si no sabe usarlo, puede malinterpretar su movimiento y extraviarse. Por eso, es muy importante aprender a usarlo bien. ¿Cuál es ese instrumento? La conciencia.
Conciencia es el conocimiento interno de uno mismo. A diferencia del resto de animales, que parecen nacer preprogramados para reaccionar y vivir de determinadas maneras, el ser humano cuenta con una conciencia con la que puede programar su vida, ¡convertirse en lo que se proponga! El perro solo ladra, y el gato maúlla. Pero el ser humano, si se lo propone, puede ladrar y maullar o hacer cualquier otra cosa de la que sea capaz.
No obstante, tal como sucede con cualquier instrumento de medición, puede usarlo mal o bien. Por ejemplo, una brújula es un instrumento excelente, pero si uno no sabe usarla, o si ignora que un imán puede echarla a perder, puede malinterpretar sus señales y desorientarse aunque crea estar seguro de estar usándola correctamente. ¿Cuál será el resultado? ¡Se desorientará y extraviará!
Como vimos, un niño de corta edad puede aprender lecciones valiosas con solo observar la naturaleza. Unas cosas le enviarán señales de que algo es bueno, y otras, de que es malo. También puede observar cómo un simio utiliza instrumentos para lograr sus propósitos, para luego usar él mismo instrumentos de manera similar. Puede ver cómo un perro se lanza al agua y comienza a mover sus patas y nadar, y aprender que él también puede nadar. O ver a una araña tejiendo una tela, y aprender que él también puede tejer. La naturaleza de hecho nos enseña muchas cosas valiosas. algunas cosas se acumulan en la mente como indicaciones de lo que es bueno y malo, a fin de hacerlas o evitarlas.
Dios no usa una pizarra, y no nos sienta en pupitres para darnos un sermón. Él usa la naturaleza y causa un efecto en nuestra conciencia. Vemos el comportamiento de la naturaleza y percibimos que algo es correcto o incorrecto según como estimula nuestra conciencia. Observamos un mono colgando y saltando por las ramas, y nos sentimos animados a hacer lo mismo, o vemos un caballo corriendo y aprendemos que podemos correr.
Sin embargo, debido a que nuestros primeros padres pecaron y nos pasaron una herencia de imperfección, Dios sabía que nuestra mente y corazón llegaría a necesitar explicaciones más sofisticadas, y un texto que por excelencia nos contara acerca de los comienzos de la historia de la humanidad, junto con valores claros que no dejaran dudas respecto a lo bueno y lo malo. Con vida eterna no necesitaríamos un libro que nos explicara la historia. Porque los protagonistas estarían siempre vivos para hablar de ello. Pero debido a la muerte, se necesitarían registros que nos conectaran eficazmente con nuestro pasado remoto.
Por ejemplo, a fin de que nunca se olvidaran ciertas cosas importantes, Dios le dijo al profeta Isaías: "Grábalo en una tablilla y ve a ellos. Escríbelo para que quede como un testimonio eterno". (Isaías 30:8) De esa manera nadie podría decir: "No lo supe", "no me enteré", "nadie me lo dijo". Gracias a los testimonios registrados por escrito, el apóstol Pablo pudo decir: "¿Acaso no oyeron? ¡Claro que sí!" (Romanos 10:18) Se refería al testimonio dado por los enviados por Dios, pero que la gente no quiso escuchar. La Biblia afirma ser la Palabra de Dios, y contiene todos los elementos necesarios para demostrarlo. ¿Le estamos prestando la debida atención, y le estamos dando la debida importancia?
Mucha gente dice: "Yo también leo la Biblia", como si leer la Biblia fuese todo lo que Dios espera que hagan. Pero ¿predican su mensaje de la manera como ella dice que debe hacerse, o bautizan a nuevos discípulos conforme al mandato de Jesucristo? ¿O dejan esas cosas para sus líderes religiosos, como si la responsabilidad no fuese personal? Dicen: "¡Jesús es mi Salvador personal!", pero no asumen su responsabilidad personal de salir y predicar y bautizar a más discípulos.
Dios nos instruye dándonos una conciencia que sintoniza naturalmente con lo bueno y lo malo. Un medio es mostrándonos su creación, y otro, poniendo a nuestro alcance su mensaje explícito en su Palabra, la Biblia. Pero como hemos visto, lo bueno y lo malo pueden confundirse si no cultivamos aprecio por sus obras, o, como en el caso de Eva, si prestamos atención a los estímulos del enemigo de Dios, Satanás, quien ama la maldad, la violencia, la injusticia, la crueldad y todo lo que se oponga al Dios verdadero.
Lo bueno y lo malo desde el punto de vista de Dios
Cuando hablamos de lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto, no nos referimos a las cosas que nos gustan o desagradan, sino a las que le gustan y desagradan a Dios. Él nos puso lecciones de valor práctico para que usemos nuestra conciencia al evaluarlas. Pero también sabe que el Diablo procura por todos los medios distorsionar nuestra óptica. Por eso nos advierte con palabras específicas que no dejen lugar a dudas respecto a lo que considera bueno o malo. Y espera que usemos discernimiento al entender los asuntos.
Por ejemplo, cuando Jesús mencionó su profecía respecto a los últimos días, usó cierta frase, diciendo: "El que lee esto, que procure entenderlo" (Mateo 24:15) Es decir, "haga un esfuerzo por entenderlo". Y eso es lo que tenemos que hacer cuando leemos la Biblia, procurar captar el sentido de lo que quiso decir. En Mateo 13:15 nos hizo ver que era posible que no captáramos el sentido, tal como ocurrió con sus enemigos religiosos.
Analicemos esta frase: "Llega la hora, y ya llegó, en que los verdaderos adoradores darán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre ha querido que así sean sus adoradores. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y con la verdad." (Juan 4:23-24) Se pueden notar varias cosas interesantes:
Una es que llegaría el momento en que el Padre se rodearía de adoradores fieles que lo adorarían en espíritu y en verdad. Otra es que no basta con adorar a Dios en espíritu, sino en verdad. Lo que demuestra que para Dios la verdad no es relativa, sino absoluta. Otra es que esos adoradores no aparecerían solo en los últimos días, sino que ya estaban manifestándose allí mismo frente a Jesús. Y otra es que, al usar la frase verdaderos adoradores implica que habría falsos adoradores. Está clarísimo que está hablando de una religión falsa.
Por lo tanto, la Biblia nos dice lo bueno y lo malo para nuestro beneficio individual, pero también es específica al mostrar que habría una forma de adoración buena y una forma de adoración mala en sentido colectivo. Dios es claro y no admite ambigüedades en su adoración. Esto quedó claro en los tiempos del profeta Elías, cuando dijo al pueblo: "¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Señor es el Dios verdadero, vayan con Él. Pero si Baal lo es, vayan con Baal". (1 Reyes 18:21) Baal era el dios de la religión falsa de aquel tiempo en Israel.
Dios no ve con buenos ojos a los indecisos: "El que duda es como una ola del mar, agitada y llevada de un lado a otro por el viento. No piense que va a recibir cosa alguna de Dios. Porque no se decide ni es constante en lo que hace. (Santiago 1:6). Dios es Dios. No espera nada menos que compromiso. Quiere que nos comprometamos sinceramente en hacer lo "bueno" desde su punto de vista, no del nuestro.
Si nuestra conciencia nos señala que cierta acción no es buena, no debemos hacerla. Así de simple. Pero ¿qué hay si nuestra conciencia ha sufrido una transformación y ha estado interpretando como "bueno" lo que es "malo". Para eso está la Biblia. Ella tiene el poder de reconstruir la conciencia, siempre que la analicemos cuidadosamente y separemos los conceptos de modo que entendamos lo que realmente quiere decirnos.
Por ejemplo, en Éxodo 34:6 la Biblia dice que Dios es "lento para la ira", pero en el Salmo 2:12 dice que "su ira se enciende rápidamente". Si uno no tiene cuidado de entender todo el contexto de la Biblia, especialmente el verdadero significado del amor, pensará que la Biblia se contradice. Pero si tiene en cuenta el contexto, entenderá correctamente. Éxodo 34:6 se refiere a sus siervos, que se esfuerzan sinceramente por hacer su voluntad, mientras que Salmo 2:12 se refiere a quienes tercamente desobedecen a Dios y abusan injustamente de sus siervos. En ambos casos Dios ensalza su justicia perfecta. Porque desde Su punto de vista, es justo tener consideración con los que se esmeran por portarse bien, mientras que es igualmente justo dejar que a los malos les sobrevengan las malas consecuencias de su mal proceder. Todo está en perfecto equilibrio.
Otro ejemplo aparece en el evangelio de Marcos. Jesús predicaba e invitaba a todos a ser sus seguidores. Un día le dijo a cierto discípulo: "Ven y sígueme", pero el hombre decidió no seguirlo (Marcos 10:17-22), y en otra ocasión, cierto hombre le rogó: "Déjame ser tu seguidor e ir contigo", pero Jesús le dijo: "Vete a tu casa" (Marcos 5:11-20). Uno podría concluir que Jesús se contradecía, o que fue injusto, que no era consecuente en lo que hacía. Pero si uno entiende el contexto de la Biblia y cómo funcionan los principios de la Biblia, se dará cuenta de que en ambos casos el Señor hizo lo que era correcto desde el punto de vista de Dios. No somos nosotros quienes organizamos la obra del Señor, sino el Señor. Él es quien sabe dónde una persona logrará mejores efectos con su predicación y testimonio. Además, el Padre conoce las circunstancias de cada uno, de modo que siempre decide lo que es mejor. (Mateo 20:23; 1 Corintios 12:18)
Otro ejemplo es el de Apocalipsis 19:11, donde habla de 'un caballo blanco cuyo jinete es cierto gobernante a quien se llama Fiel y Verdadero, Rey de reyes y Señor de señores, el cual dicta una sentencia justa, entabla una guerra igualmente justa y la gana'. El contexto de la Biblia indica que el único que puede otorgar autoridad de gobernante a alguien es Dios, y quien recibe de parte de Él una corona para gobernar sobre todas las cosas es el Hijo del Hombre, Jesucristo. (Ezequiel 21:25-27; Daniel 7:9-14; Mateo 28:18) Por lo tanto, los que dicen que en Apocalipsis 6:1 se habla del anticristo, que monta un caballo blanco, lleva un arco y se le da una corona, y sale vencedor', está pasando por alto el contexto en Ezequiel, Daniel y Mateo. En ningún lugar de la Biblia se menciona al Diablo como ganador o vencedor. No existe un contexto que diga que ganará, ni mucho menos que tiene ejércitos que van en caballos blancos. El color blanco representa la pureza de los santos, un símbolo nada adecuado para el enemigo de Dios, a quien Jesús, el único Rey y Señor, finalmente vencería. (Lucas 10:18)
Por lo tanto, para aprender lo que es "bueno" y "malo" desde el punto de vista del Creador y mantener en buen estado el instrumento de medición de nuestra conciencia, tenemos que usar la Biblia para ablandarla con el punto de vista de Dios acerca de todo asunto. No nos apresuremos a juzgar las cosas desde nuestra reducida e imperfecta óptica humana, o la de un líder religioso carismático. Dejemos que Él, mediante la Biblia, sea quien nos vaya iluminando poco a poco con Su espíritu santo hasta abrirnos la mente y el corazón, no solo para saber más exactamente lo que quiere decirnos personalmente, sino especialmente para hacer Su voluntad. (Mateo 11:12; Lucas 24:32)
Una característica clave
La Biblia es clara al afirmar que la modificación del concepto popular de lo bueno y lo malo es una característica clave a la que se debe prestar atención. Porque desde el comienzo de la historia del hombre, el hombre reclamó para sí el derecho de tomar el control de lo bueno y lo malo desde su propio punto de vista. No se trata de algo nuevo, cíclico o casual, sino de algo que ha caracterizado la tendencia básica de la humanidad imperfecta.
Tomar del fruto del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo constituyó un abierto desafío al control que Dios tenía derecho de ejercer sobre la humanidad. El resto es historia: Un constante tropezar y tropezar y tropezar procurando establecer un modo de vida de supuesta libertad, que en el fondo solo puede describirse apropiadamente con una palabra: Esclavitud.
Por eso, cuando los judíos, confiados, dijeron a Jesucristo: "Nosotros nunca hemos sido esclavos de nadie", él les contestó: "Todo el que peca es un esclavo del pecado". Y añadió que solo serían verdaderamente libres si él los liberaba.
Cuando el profeta Isaías condenó a los que consideraban "bueno" lo "malo" y "malo" lo "bueno", estaba aclarando que la gente había torcido la palabra de Dios y había volteado muchos de los conceptos básicos de cabeza. Se refería a los que pensaban que la "iluminación" espiritual e intelectual de la Palabra de Dios no era otra cosa que "tinieblas", y en cambio, las "tinieblas" de sus propios pensamientos eran "iluminación", o que consideraban como "dulce" lo "amargo", y como "amargo" lo que verdaderamente era "dulce". Tenían sus conceptos completamente al revés.
En medio de tanta confusión, no debería extrañar que, para ellos, "Dios" fuese el "Diablo", y el "Diablo", "Dios". El apóstol Pablo se refirió a tal desorden de conceptos cuando dijo: "Son falsos apóstoles y estafadores. Se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no es extraño, ya que Satanás mismo se disfraza como un ángel de luz. No sorprende que sus seguidores también se disfracen como servidores de justicia. Pero su final corresponderá con lo que merecen sus acciones." (2 Corintios 11:12-15)