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En la víspera de la Pascua del tercer año de actividad pública predicando las buenas nuevas del reino de Dios, uno de los mejores amigos de Jesús buscó a los sacerdotes principales y capitanes del templo para proponerles un trato: Traicionarlo a cambio de dinero.
Si lo hubiera hecho uno de sus enemigos, hubiese sido soportable, o si uno de sus adversarios lo hubiera humillado, no se hubiese escondido. Pero lo traicionó uno de sus mejores amigos, alguien a quien él mismo había escogido como apóstol, alguien con quien tenía una bella amistad, alguien con quien entraba y salía regularmente del templo. (Salmo 55:12-14)
¿Cómo es posible que alguien cambie tanto?
Todo lo que entra a nuestra mente afecta nuestra mente, con mayor razón si entra con nuestro permiso? Por eso, ante la pregunta "¿Cómo fue posible que alguien hiciera algo tan horrible y después atentara contra su propia vida?", debemos pensar en profundidad y procurar entender todo lo que implica desviarse del camino que lleva a la salvación.
Y una pregunta aún más perturbadora: "¿De dónde obtuvo Judas la fuerza y el coraje para convertirse en un mensajero del mal?" La Biblia dice sin rodeos que la Pascua se realizaría dentro de poco y los sacerdotes y maestros de la ley tramaban acabar con Jesús. Pero no sabían cómo hacerlo sin que el pueblo se les echara encima, porque mucha gente apreciaba la obra de Jesús. Entonces, "Satanás entró en Judas", uno de los doce apóstoles, nada menos que uno de sus mejores amigos. Fue así como Judas comenzó a buscar el momento preciso y discreto para traicionarlo y entregarlo. (Lucas 22:1-6; Juan 6:70-71)
Creyendo que recibiría una gran suma de dinero después de traicionar a su maestro, quizás se decepcionó al
ver que solo le dieron un puñado de monedas, no soportó la presión que
sintió en su conciencia y atentó contra su vida, reventando como una
bomba, desparramando sus vísceras por todas partes. (Mateo 27:3-5;
Hechos 1:17-19)
El accionar del enemigo
Cierto día, un hombre se arrodilló delante de Jesús y le suplicó que se compadeciera de él porque tenía un hijo que sufría mucho de unos ataques dolorosos, de modo que a veces caía en el fuego, y otras, en el agua. Había pedido a los apóstoles que lo curaran, pero no pudieron. Entonces, Jesús le dijo que se lo trajera. Jesús lo miró, reprendió al demonio, y en aquel mismo momento este "salió del muchacho", el cual quedó sano desde ese instante. (Mateo 17:14-18)
En otra ocasión, cuando el apóstol Pablo y otros misioneros iban a un lugar de oración, les salió al encuentro una joven, una esclava que tenía un espíritu de adivinación, que con sus poderes clarividentes ganaba mucho dinero para sus amos. Comenzó a seguir a Pablo y a los hermanos, gritando: "¡Estos varones son siervos del Dios Altísimo, que están proclamando el camino de la salvación!". Y así siguió haciendo por varios días. Por fin, Pablo se hartó, la miró y reprendió al espíritu que estaba dentro de ella, ordenándole: "¡En el nombre de Jesucristo, sal de ella!". Y en ese momento el espíritu salió de ella y la dejó en paz, es decir, dejó de adivinar, lo cual causó una gran pérdida económica a sus amos. (Hechos 16:16-18)
En otro momento, el gobernante Sergio Paulo andaba con cierto hechicero, un falso profeta judío llamado Barjesús. Cuando vio que Pablo y Bernabé estaban predicando la palabra de Dios, los mandó llamar. Hizo el esfuerzo por escuchar la palabra de Dios, pero el hechicero se opuso rotundamente, procurando apartar de la fe al gobernador.
Pablo le clavó los ojos y le dijo lleno de espíritu santo: "¡Hijo del Diablo y enemigo de la justicia! ¡Estás lleno de engaño y fraude! ¿Hasta cuándo seguirás torciendo los caminos del Señor? Ahora Su mano estará contra ti y te quedarás ciego por un tiempo, sin ver la luz del sol". Y de repente este comenzó a buscar a tientas, pidiendo que lo llevaran de la mano. Cuando el gobernador vio que Pablo resultó más poderoso que el hechicero, creyó en la enseñanza del Señor, quedando maravillado. (Hechos 13:6-12)
Y podríamos seguir mencionando caso tras caso que pone de manifiesto que algunas personas pueden hacer cosas que dejan pasmadas a los que las observan. Pero ¿de dónde sacan en realidad su energía, entusiasmo, convicción, fortaleza y facultad para hacer esas cosas? ¿Del espíritu santo? En apariencia, sí.
Pero tanto Jesús como sus apóstoles fieles advirtieron que ciertas personas fungirían disfrazándose de mensajeros de justicia. Sin embargo, solo serían falsos apóstoles, estafadores cuyo fin, es decir, el resultado de sus acciones, correspondería con lo que merecieran. De hecho, dejaron en claro que Satanás podía transformarse en un ángel de luz. O sea, alguien que podría impresionar por sus métodos aparentemente salvadores, y que, por igual razón, no sería de extrañar que sus servidores se disfrazaran del mismo modo, engañándose a sí mismos y a todos los que creyeran en ellos. (2 Corintios 11:13-15; Santiago 1:22)
En el primer caso, Judas había permitido que Satanás entrara en él y se llenara de codicia, lo cual llevó a que traicionara a Jesús por dinero. En el segundo, demonios entraron en un pobre muchacho, haciendo que se arrojara al fuego y se quemara, y luego, al agua, para que se ahogara. En otro caso, vimos que cierta esclava adivina producía ganancia egoísta para sus dueños, y que cuando Pablo la liberó del demonio que llevaba dentro, sus amos odiaron a Pablo. Y ¿qué hay del hechicero que se oponía rotundamente al mensaje del reino y procuró apartar de la fe al gobernador? ¡Quedó ciego temporalmente!
En ninguno de esos casos se vio un acto de amor o misericordia de parte de esas personas. Siempre manifestaban un fruto malo: Derramamiento de sangre, dolores, sufrimientos terribles, maldad, odio, hostilidad, egoísmo, fraude y toda clase de maldades. Porque una característica que la Biblia siempre puso al descubierto sobre los demonios fue su sadismo extremo, especialmente torturar a sus víctimas con fuego y con autodestrucción masiva a sus propios seguidores. (1 Reyes 18:28; Mateo 8:28-32 ) ¿Dirías que sus demostraciones de odio, rencor y maldad indicaban que eran enviados por Dios, o que sus caminos llevarían a las bendiciones de Dios?
¡Dios no promueve la maldad, ni mucho menos ve con aprobación la tortura ni el derramamiento de sangre! (Génesis 9:6) En cambio, sí son características y una marca registrada de su enemigo, el ángel de la luz, el dios de la falsa justicia, el artífice del engaño, Satanás el Diablo. Cuando en contadas ocasiones Dios determinó que una persona o un grupo de personas fueran destruidos, se basó en un juicio justo, no en un capricho, basado en sentimientos humanos. Dios puede leer los corazones y determinar si alguien ha llegado al punto de ser irreformable.
Por eso, queda claro que Satanás no solo puede entrar en una persona, sino en grupos humanos y de animales de cualquier tamaño. Por tanto, la pregunta no es "¿Puede el Diablo entrar en alguien?", sino: "¿Cómo hace para entrar en alguien?". Es importante reflexionar en ello porque la Biblia aclara que no es posible que el Diablo ingrese sin permiso de uno. La persona tiene que hacer algo para permitírselo, a sabiendas o no. ¿Cómo defendernos de tan peligroso destino?
Notemos que primero Judas sintió el deseo de traicionar a Jesús, luego Satanás entró en él. No ocurrió al revés. En otras palabras, Judas le abrió a Satanás de par en par las puertas de su corazón. Y ¿cuál fue su final? No podía ser menos que como Satanás acostumbra a acabar con sus propios seguidores. El que cree que Judas corrió y se ahorcó tan pronto como traicionó a Jesús, no tiene conocimiento exacto de la Biblia. Porque las Escrituras indican claramente que 'con el dinero que obtuvo por su crimen, compró un terreno y allí cayó de cabeza, reventando, y se le salieron las vísceras". (Hechos de Apóstoles 1:18) Cualquier promesa falsa que le hicieron los enemigos de Jesús, como que recibiría muchas bendiciones de parte de Dios por ayudarlos a destruir a Jesús , o que se iría directamente a la gloria del Señor, y bla, bla, bla... quedó en nada. La misma historia de siempre, el mismo método de siempre: Engaño, ilusión, fantasía, cuento, fraude, soborno, falacias y finalmente tortura y muerte. (Génesis 3:13)
Por ejemplo, si uno viviera en una casa muy bonita pero en un vecindario peligroso, y dejara la puerta abierta de par en par, ¿qué sería lo más probable? La respuesta es obvia: ¡Se meterían los ladrones y la saquearían por completo, dejándola vacía, sucia y desordenada! Algo parecido sucede con el alma, la mente y el corazón de uno. Lo que introducimos en la mente (ideas, imágenes, canciones, etc.) afecta nuestra mente. Si no tenemos cuidado, va a ser muy difícil que dichas cosas no influyan poderosamente en nosotros. Será solo una cuestión de tiempo hasta que cometamos algún crimen contra la humanidad.
Aunque una persona se hubiera arrepentido de su pasado, hubiese limpiado su vida de toda maldad, la hubieran bautizado y hubiese andado en el camino de la verdad por algún tiempo, podría descuidarse y permitir que se agrietara su corazón y comenzara a filtrarse un espíritu diferente al que le dio el Señor. Entonces abrigaría e incubaría el espíritu del mundo, y con él, el espíritu de Satanás. Las condiciones finales terminarían siendo peores que las primeras, como si un demonio que hubiera estado aislado hubiese salido a buscar a otros siete y regresara con ellos y entraran en la casa, para desordenarla y saquearla. (Mateo 12:43-45: 13:18-23)
¡No abrir la puerta!
Dios promueve la amistad, el respeto, el cariño, el aprecio, la bondad, la misericordia, la unión, la esperanza, la paz y la vida. Contrariamente, el Diablo promueve la enemistad, el insulto, la aspereza, el desprecio, la maldad, el ensañamiento, la desunión, la desesperación, la violencia y la muerte. ¿Es difícil distinguir la diferencia? (Malaquías 3:17-18)
Por tanto, si abrimos la puerta de la oportunidad para que Satanás entre en nosotros, no lo pensará dos veces. Tomará el control de nuestra mente y corazón, y no solo nos convencerá de que a Dios le complace aterrorizar, torturar y destruir a la humanidad, sino que en poco tiempo estaremos deseando destruirnos a nosotros mismos, tal como los ejemplos de las intervenciones demoníacas antes consideradas. (Isaías 5:20)
Por eso, ahora más que nunca debes luchar duro para impedir que se formen grietas en tu celo por el conocimiento exacto de la Biblia. ¿Cómo lograrlo? Juntándote con quienes realmente se esfuerzan por llevar a cabo la Palabra de Dios y cultivar una vida limpia a los ojos de Dios, y predicando las buenas nuevas del Reino de Dios antes de que llegue el fin. (Sofonías 2:1-4; Mateo 24:14)
Por tanto, la Biblia muestra que el Diablo no solo puede entrar en una persona que le abre la puerta por medio de poner su mente en blanco, o abiertamente pidiéndole que ingrese, sino también inspirando a una organización, a un gobernante y hasta a una coalición de reinos. (Apocalipsis 16:13-14)
Es posible que el Diablo entre en una persona o institución para los fines que él se proponga, que siempre implican dolor, sufrimiento y destrucción a gran escala. Y la única manera como los cristianos verdaderos pueden evitar que los posea es oponiéndose firmemente mediante el espíritu santo de Dios. (Santiago 4:7