¿Estaré perdiendo la fe?


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La fe es una joya espiritual que debemos atesorar en el corazón y cuidar para que nadie nos la arrebate con argumentos vacíos. 

Cierto día, los apóstoles pidieron a Jesús: "¡Danos más fe!", y él respondió: "Con una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrían decir a este árbol: 'Desarráigate y plántate en el mar', y les obedecería". (Lucas 17:5-6) Si tan solo se necesitaba una pequeña fe para realizar grandes obras, ¿significaba que los apóstoles ni siquiera tenían una fe del tamaño de un granito de mostaza?

Lo que se destaca es que la respuesta de Jesús nos enseña que la fe puede ser grande o pequeña y que, por tanto, puede aumentar o disminuir. En una ocasión, Jesús les dijo: "El que ejerce fe en mí  hará las obras que yo hago, y hará obras aún mayores". (Juan 14:12)

Sin embargo, perder la fe es una posibilidad real que Dios reconoce en lo seres humanos que no alcanzaron la confirmación de su fe en Cristo. Por ejemplo, Judas no recibió la confirmación como apóstol, sino que fue reemplazado por otro. (Hechos de Apóstoles 1:15-26). ¿Por qué perdió la fe? ¿Es posible tener fe por un tiempo y después cambiar? ¿Es posible recuperarla? Y en tal caso, ¿cómo impedir que se pierda nuevamente?

Ante todo, tengamos en cuenta que la fe no es como las olas del mar que vienen y van contra una playa. No es como el viento que sopla a ciertas horas del día y después se calma. Y de ninguna manera es como una niebla que por un rato nos impide ver más allá y después se retira dejándonos ver todo con claridad. ¡La fe verdadera es constante, fuerte, crece de día en día y produce las obras que indica la Palabra de Dios!

Es cierto que se trata de una convicción, pero es muchos más que eso. Por ejemplo, hoy podemos estar absolutamente convencidos de que cierto candidato es la persona más indicada para dirigirnos hacia los objetivos que anhelamos. Pero después sus acciones podrían desilusionarnos, cuando nos enteremos de que su trayectoria no había sido tan intachable como creímos, y que no era realmente el candidato idóneo para el puesto. ¡Entonces pensamos que hubiese sido mejor no votar por él! Tuvimos fe en él por un tiempo, pero después perdimos la fe en él. ¿Pero era realmente fe?

O quizás compramos un equipo o una herramienta confiando en la imagen de marca, suponiendo que funcionará a la perfección, es decir, para lo que necesitábamos. Y seguramente funciona bien durante un tiempo, pero después, cuando realmente la utilizamos para una actividad muy importante, nos falla. Tal vez pensemos en buscar una satisfacción por medio de escribir una carta quejándonos o exigiendo nuestro dinero, pero nunca sería suficiente como para borrar todo el malestar que nos causó.

O tal vez siempre creímos que nuestro nombre era el que siempre usábamos, y que habíamos nacido en cierto lugar, de ciertos padres que creíamos eran nuestro progenitores biológicos. Pero una investigación más profunda de nuestro entroncamiento nos dio la sorpresa: Éramos adoptados, y todo lo que nos habían contado acerca de nuestro pasado era una mentira elaborada con la intención de que no sufriéramos al conocer la verdad. Pero ocurrió todo lo contrario. Nos causó un dolor muy grande.

No todos tienen fe

La Biblia es clara al afirmar que no todos los cristianos logran tener fe. (2 Tesalonicenses 3:1-2) Y aclara que la fe se puede perder a pesar de haber alcanzado una gran firmeza en la convicción. "Aquellos que fueron iluminados y gustaron el don del cielo, y que tuvieron comunión con el espíritu santo, y que experimentaron la excelente palabra de Dios y los poderes del nuevo mundo venidero, pero después cayeron en la apostasía, no pueden volver al arrepentimiento. Es imposible, porque [es como si volvieran] a clavar al Hijo de Dios y exponerlo a vergüenza pública." (Hebreos 6:4-6)

Por eso surge la pregunta: "¿Es posible que alguien que tenga fe se enfríe tanto que se aparte y se convierta en un opositor rebelde?". La respuesta es sí. "Entonces, ¿no ha tenido verdadera fe?". La respuesta es: "Correcto". No obtuvo la confirmación de su fe.

Entender la fe para confirmar la fe

Nadie puede negar sus sentimientos. Si uno siente cariño por alguien, puede decir que no siente nada, pero está mintiendo. Uno no puede negar lo que siente. Puede engañar a otros, pero no puede engañarse a sí mismo. Eso es en esencia lo que significa tener conciencia.

La conciencia es como un juez interno que nos provee el conocimiento de nosotros mismos y dicta un fallo para todas nuestras decisiones y acciones, en cuanto a si obramos o no rectamente. Podemos emborracharnos, bailar y festejar para acallarla cuando hacemos algo que sabemos que está mal, pero no lo logramos. Ella seguirá martillándonos lo que hicimos.

Cuando un delincuente no confiesa cierto crimen, pero cae en prisión posteriormente por otros crímenes, un procedimiento de investigación policial consiste en sobornar con beneficios penitenciarios a su compañero de celda para que cuente todo lo que ha oído acerca del crimen. Porque tarde o temprano dicho criminal se verá obligado a descargar su conciencia y contarlo todo a fin de desfogar la presión interior.

Pero la conciencia también sirve para discernir entre el bien y el mal aunque uno nunca cometa un crimen. Uno aprende a obrar bien o a obrar mal a lo largo de su vida observando los resultados de la conducta de los demás. Por tanto, no es necesario darnos un golpazo contra una pared para saber que duele. Hemos observado que otros han manifestado mucho dolor cuando se han golpeado. No necesitamos que nos ocurra lo mismo para saber que debemos respetar las paredes.

Aunque no haya sucedido, sabemos lo que ocurriría si nos dirigimos a toda velocidad en un automóvil contra una pared, ¿verdad? La conciencia nos dice lo que probablemente ocurrirá.
De modo que la conciencia puede atormentarnos después de haber obrado mal, o puede prevenirnos acerca de las probables  consecuencias si obramos mal. Esa doble función es esencial para desarrollar fe.

Podemos decir que tenemos fe en que terminaremos gravemente heridos si nos estrellamos contra una pared si vamos a toda velocidad en un automóvil contra ella. No ha ocurrido ningún accidente todavía, pero sabemos que nos perjudicaremos gravemente si lo hiciéramos. No nos cabe la menor duda.

Sabemos lo que nos puede ocurrir si comemos un laxante o purgante: Al poco rato tendremos que correr a evacuar. Cierta mujer que se cansó de las agresiones de su pareja decidió ponerle una considerable cantidad de laxante en su plato. Sabía que no lo mataría, pero sí que lo doblegaría por el tiempo suficiente como para darle una lección. Cuando el hombre se debilitó y se rindió ante el llamado de la naturaleza, ella se fue de la casa, dejando cerrada la llave general del agua y llevándose toda la ropa del hombre, incluidos sus zapatos. Simplemente desapareció de su vida.

¿Cómo sabía ella que tendría tiempo de escapar sin que él le hiciera daño? No es difícil adivinarlo. Así funcionan los laxantes. Por decirlo así, ella tuvo fe en el laxante.

No es un ejemplo muy bonito, pero sirve para entender lo que significa la convicción. Uno sabe lo que sucederá si procede que cierta manera, y se trate de algo bueno o malo.

La información es esencial para tener fe

Dios sabe que nadie puede alcanzar la fe sin información. Por ejemplo, Jesús dijo una vez: "Cuando ven nubes sobre el occidente, inmediatamente dicen: '¡Lloverá!', y llueve. Y cuando el viento sopla desde el sur: ´Será un día caluroso', y ocurre. ¡Hipócritas! Saben interpretar perfectamente bien las cosas de la tierra y del cielo, ¿pero no pueden darse cuenta del tiempo en que vivimos? ¿Por qué no juzgan correctamente?". (Lucas 12:54-57) 

Los agricultores aprenden a reconocer los cambios climáticos. Sus cosechas dependen de hacerlo correctamente. No pueden darse el lujo de fallar. No necesitan ver televisión para que el hombre del clima les diga lo que sucederá. Ellos mismos han aprendido a interpretar las señales de la naturaleza. Pueden tener fe en que habrá buen tiempo o mal tiempo. El comportamiento del cielo y la tierra es claro.

Pero su fe no está basada en corazonads ni en adivinanzas, sino en la certeza de lo que ocurrirá. Porque han visto que siempre ha ocurrido así. Y lo mismo podemos decir de cualquier cosa en la que podemos confiar.

Si un médico nos saca una muestra de sangre, ¿acaso saldrá azul o amarilla? No SABEMOS que saldrá roja. Y si el médico necesita realizar una cirugía de corazón, no nos abrirá la espalda, ¿verdad? SABE que el corazón está en la parte delantera del tórax.

Sin embargo, aún así, esa es la clase de fe que con el tiempo podría perderse. Porque en todos los casos que hemos mencionado, siempre existe, al menos remotamente, una probabilidad de que no suceda como pensábamos.

Por ejemplo, cierto médico visitó una zona rural para dictar una conferencia sobre su especialidad. Al llegar al pueblo, los médicos locales le preguntaron si podría realizar cierta cirugía a un paciente que estaba programado. El experto dijo: "Prepárenlo". De modo que prepararon al paciente y le dijeron: "Todo está listo, doctor".

Pusieron al paciente de lado, y el galeno hundió con confianza su bisturí en la espalda del hombre, el cual saltó dando un grito espeluznante. El doctro dijo: "¿Cómo? ¿No me dijeron que lo habían preparado?", a lo que le respondieron: "Es que aquí no tenemos anestesia". Y como si fuera poco, se enteró de que aquellos médicos no eran médicos, sino enfermeros. Había confiado en que eran médicos y que habían anestesiado al paciente, pero no había ocurrido así.

Esta historia de la vida real nos muestra que no podemos poner fe en todo. La información tiene que basarse en un fundamento sólido. No podemos confiar en todo lo que nos dicen. ¡Tenemos que comprobarlo por nosotros mismos!

La fe verdadera se basa en información acuciosa

¿Qué es conocimiento exacto cuando hablamos de la fe? El conocimiento exacto que sirve de base para la fe que nunca se pierde, es el conocimiento que nunca ha fallado.

Por ejemplo, cuando planeamos una agenda, lo hacemos porque estamos más que seguros de cuándo caerá un lunes o martes, o sábado o domingo. Sabemos que después del martes viene el miércoles. ¿Acaso eso fallará? ¡De ningún modo! No existe forma de que falle. Es inexorable.

Otro ejemplo: Cuando sumamos 2+2, ¿acaso dudamos y pensamos que podría resultar 18? ¡De ningún modo! No existe forma de fallar. El resultado será 4. Podemos jurarlo ante un tribunal. ¿Y qué podemos decir de la ley de gravedad? Si soltamos una piedra desde el quinto piso de un edificio, ¿acaso saldrá volando hacia arriba? ¡De ningún modo! Podemos confiar con absoluta certeza de que caerá hasta el primer piso. No fallará.

Igualmente, la Palabra de Dios contiene profecías que se han cumplido al pie de la letra, tanto profecías relacionadas con el devenir de los pueblos relacionados con Israel, como con las vidas privadas de las personas.

Por ejemplo, el surgimiento y la caída de potencias mundiales, los detalles acerca de la trayectoria de la línea de descendencia que llevaría al Cristo, la señal que Jesucristo dejó para que supiéramos cuándo llegarían los días previos a la intervención de su Reino.

Y en el plano individual, las advertencias claras de las consecuencias que les sobrevienen a los que cometen adulterio, asesinan, roban y codician. Por ejemplo, la Biblia advierte: "De todas maneras le irá mal al que avala a un extraño". Si confiamos en un extraño hasta el punto de salir fiadores por él, se seguro nos meteremos en muchos problemas. Las consecuencias pueden ser nefastas.

No es que desconfiemos de todo el mundo. Pero sucede que hay muchos estafadores sueltos por el mundo. Si no mostramos precaución, saldremos mal parados. Podemos tener fe de que nos irá mal, ¡porque la Biblia nos dio la advertencia! Pero ¿cómo le irá al que no leyó la advertencia?

Leer la Biblia es una bendición, pero más lo es esforzarse por entenderla y aplicarla. Por ejemplo, si uno lee: "Dios es amor", podría confundirse si en otro lugar lee: "Dios se resiente y se venga de sus enemigos", preguntándose: "¿Cómo es posible que un Dios de amor sea vengativo?".  Pero si hubiera leído que Dios también es justo, entendería por qué interviene para salvar a los justos cuando existe un abuso de autoridad.

Dios se venga en el sentido de dejar que las consecuencias alcancen a aquellos que han abusado de sus siervos. La Biblia cita el caso de Mardoqueo y Hamán, el agaguita como un ejemplo de esto.

Hamán era un gobernante cruel. Quiso colgar de un madreo a Mardoqueo, un siervo fiel de Dios. Pero surgió un asunto que puso a Hamán en tal situación que el rey de aquel país terminó ordenando que colgaran a Hamán en el madero que él había construido para Mardoqueo. Puedes leer toda esa fascinante historia en en la Biblia, en el libro de Ester.

La fe, como el amor y la esperanza, nunca falla

La Biblia dice que el amor nunca falla. (1 Corintios 13:8) Pero el amor de Dios y la esperanza que Él ofrece tampoco fallan. Siempre se cumplen.

Cuando una persona pierde la fe, en realidad está demostrando que nunca tuvo fe verdaderamente. Creyó' y 'pensó' que tenía fe, pero no fue así. Porque la fe es tan clara como lo será el día siguiente. ¿Acaso dudamos de que mañana será otro día? No. Imposible dudarlo. Lo hemos comprobado hasta la saciedad.

Igualmente, si estudiamos la Biblia a fondo y comprobamos la exactitud de sus advertencias y profecías, no nos cabrá la menor duda de que todo se cumplirá tal y como está escrito.

Una fe sólida es una fe basada en la comprobación del conocimiento exacto de Dios, lo cual no es posible sin un estudio exhaustivo de su Palabra. "Tener fe" no es "creer en algo", sino saber exactamente lo que ha sucedido en el pasado, lo que está sucediendo en el presente y lo que sucederá en el futuro a la luz de las profecías de la Biblia, que nunca han fallado.

Los sucesos de los cielos y la tierra

Recordemos que Jesús dijo: "Cuando ven nubes sobre el occidente, inmediatamente dicen: '¡Lloverá!', y llueve. Y cuando el viento sopla desde el sur: ´Será un día caluroso', y ocurre". Y después añadió: "¿Pero no pueden darse cuenta del tiempo en que vivimos?". (Lucas 12:54-57) 

¿Puedes darte cuenta tú del tiempo en que vivimos? Jesús dijo: "Vean la higuera y todos los demás árboles. Al brotar sus hojas, se dan cuenta de que el verano se acerca. Por lo mismo, si ven suceder estas cosas, sepan que el reino de Dios se ha acercado. Les digo que esta generación no pasará hasta que sucedan todas estas cosas. El cielo y la tierra podrán pasar, pero mis palabras no pasarán". (Lucas cap. 21)

"Si ven suceder estas cosas"... ¿de qué cosas estaba hablando? De las cosas que sucederían justo antes de que su reino interviniera en los asuntos de la humanidad, para salvar a su pueblo. Por fe reconocemos que estamos viviendo en los días que él mencionó. Porque estamos presenciando con nuestros propios ojos todo lo que está sucediendo en el mundo, que fueron, precisamente, las cosas que él mencionó en su profecía del capítulo 21 de Lucas.

Si no logramos ver la relación entre lo que está escrito y lo que está ocurriendo, tampoco podemos decir que tenemos fe. Porque la fe se basa en el conocimiento exacto de la Biblia, no en simples ideas filosóficas o tradicionales. Esa fe no podría salvarnos.

Por eso, aunque una persona diga, crea o afirme que tiene fe, su fe no soportará la presión de los tiempos si no está cimentada en información exacta de la Palabra de Dios. Perderá la fe y endurecerá su corazón tan pronto como azote la aflicción. Jesús lo explicó así, refiriéndose a esa clase de 'fe': "Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: "Cuando alguien oye la palabra del reino, pero no la entiende, viene el maligno y le arranca todo lo que fue sembrado en su corazón. Es la semilla sembrada junto al camino. La semilla que cayó sobre terreno de piedras es el que oye la palabra y la acoge con alegría de inmediato. Pero por no tener raíz, continúa por un poco de tiempo. Tan pronto como surgen dificultades o persecución debido a la palabra, rápidamente se aleja. La semilla que cayó entre los espinos es el que oye la palabra, pero las inquietudes de la vida y lo engañoso de las riquezas la ahogan y no llega a dar fruto. Pero la que cayó en terreno fértil es el que oye la palabra, la entiende y produce una cosecha de treinta, sesenta y ciento por uno.

Después de despedir a la multitud, entró en la casa, y vinieron sus discípulos a pedirle: "Dinos los que significa la parábola de la mala hierba en el campo. A lo que Jesús les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo, y la buena semilla son los hijos del reino. La mala hierba representa a los hijos del maligno, y el que la sembró es el Diablo. La cosecha significa el fin del mundo, y los segadores, los ángeles. Quiere decir que tal como se recoge la mala hierba y se quema con fuego, así sucederá cuando llegue el fin del mundo. El Hijo del hombre mandará a sus ángeles para que desarraiguen del reino a todos los que ocasionan tropiezo, y los arrojarán al horno ardiente, donde llorarán y rechinarán sus dientes. En aquel tiempo, los justos brillarán como el sol en el reino del Padre. El que tenga oídos, que oiga".

Si te preguntas si estás perdiendo la fe, la respuesta es no. Una persona que pierde la fe no anda buscando la manera de entender la fe, desarrollar la fe o recuperar la fe. Es una persona endurecida a quien ya no le interesan las cosas de Dios. Por eso, si estás leyendo esto y tienes el deseo sincero de entender la Palabra de Dios,no has perdido la fe. Solo tienes que alimentarla introduciendo en tu mente y corazón información exacta que te permita expandir tu comprensión de las cosas profundas de Dios.

Pídele sinceramente al Dios verdadero en el nombre de Jesucristo que mediante el espíritu santo te ayude a entender, y Él hallará los medios y los pondrá a tu alcance cuando menos lo imagines. Cuando los tengas a mano, ten la precaución de analizar bien cada detalle, a fin de no extraviarte nuevamente. (1 Corintios 2:10) Porque muchos estafadores han salido al mundo. (1 Juan 4:1)







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