¿Por qué tiene que haber un Juicio Final?

Cuando Jesús se enteró de que habían expulsado a un hombre al que había curado de una ceguera de nacimiento, dijo: "Yo he venido a este mundo para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos". Pero los fariseos lo oyeron y dijeron: "¿Qué? ¿Estás llamándonos ciegos?", a lo que Jesús respondió: "Si fueran ciegos, no serían culpables. Pero, como dicen 'vemos', su pecado continúa". (Juan 9:35-41)

En vez de alegrarse por la curación del hombre, les dio rabia que lo curara en un día Sábado.

Veían como más importante la observancia de un ritual que las evidencias de que tal milagro solo podía producirse por una intervención del espíritu de Dios, tal como cuando en el pasado Moisés y los profetas obraron milagros con la intervención de Dios. Solo un ciego espiritual podía pasar por alto tan grande error.

Estaban juzgándolo mal porque no tenían capacidad judicial. Y lo demostraban al emitir juicios equivocados pensando que estaban obrando con justicia.

Jesús habló muchas veces acerca de un juicio en particular. Por ejemplo, una vez dijo: "El juicio de este mundo ha llegado. El príncipe de este mundo será expulsado".  (Juan 12:31) ¿A quién se refería por "príncipe de este mundo". El apóstol Juan lo indicó después claramente:  "El mundo entero está bajo el control del maligno. (1 Juan 5:19) El maligno es el Diablo, Satanás.

De modo que se refería al juicio que recaía sobre el Diablo. Pero ¿por qué cargos tenía que ser juzgado? Por interferir, malinterpretar e intervenir maliciosamente contra la ley de Dios. Lo hizo en el Paraíso, cuando se interpuso entre nuestros primeros padres y Dios.

Imaginemos lo siguiente: Una mujer muy bien parecida está contenta, trabajando para una familia acaudalada que le paga un excelente salario. Gana todo el dinero que necesita.

De repente, un vecino la aborda de camino a la tienda y le dice: "¿Estás contenta trabajando para esa familia?". Ella dice: "Sí. Ellos me aprecian mucho. Trabajo para ellos hace muchos años. ¿Por qué, señor?".

Evidentemente, viendo que en aquella casa todo marcha muy bien, el hombre quiere que ahora ella trabaje para él, pero con exclusividad, tal vez pagándole un poco más.

Pero ella está tan contenta que él sabe que no será fácil apartarla de ellos. Por eso le dice: "Esa familia te ha esclavizado y no te has dado cuenta. Se han aprovechado de tu condición humilde y te han engañado. Cualquiera en tu lugar estaría ganando más del doble".

Ella, en vez de mandarlo a pasear, se detiene y le presta atención, y añade: "Pero ellos me han tratado excelentemente, me han dado todo lo que necesito. No creo que sean así. Nunca me han dado motivos para quejarme. Gracias a ellos me compré una casa, un automóvil, mis hijos están en una buena escuela y además he podido ahorrar algún dinero para mi vejez. Soy viuda y les estoy muy agradecida".

Ahora el vecino, viendo que ella se siente segura y contenta con su trabajo, y que es fiel a sus patrones, le dice: "Pero tú podrías tener tanto o más que ellos si trabajaras independientemente. Podrías administrar tu propio dinero sin necesidad de esforzarte tanto yendo y viniendo desde tan lejos. Eso debe dejarte agotada, ¡tantos años! ¿No crees que podrías tener muchas más cosas si trabajaras para una persona que te pagara el doble?".

Ahora ella piensa en opciones en las que nunca había pensado. Y el hombre añade: "Podrías administrar un propio negocio. Yo te podría ayudar para contactar y dirigir a otras mujeres a las que también podrías hacer muy felices, compartiendo con ellas tu experiencia. ¡Tú eres muy capaz! No solo ganarías lo que ahora ganas, sino multiplicando muchas veces tus ingresos".

Ella comienza a fantasear con la posibilidad, y el vecino se da cuenta de que ha logrado un avance. Añade: "Además, cualquier empleado tiene el derecho a cambiar de trabajo si alguien le ofrece algo mucho mejor, ¿no te parece?". Y le clava la estaca: "¡Ellos te están engañando! Te han hecho creer que te están pagando lo justo. Porque saben que si te cambias de trabajo, podrías ganar más que ellos, un negocio propio en el que tú serías tu propio jefe. Piénsalo. Aquí está mi tarjeta. Yo puedo ayudarte. Mi casa es más pequeña y más fácil de cuidar y limpiar".

Ahora la mujer se muestra muy agradecida, y continúa con sus quehaceres. Al regresar a su casa, lo piensa bien y decide contactar a aquel vecino, tan amable y sabio. Pero el vecino le pone una condición: "Necesito que vengas ahora mismo y te hagas cargo de todo. Porque viajaré por muchos días. No te preocupes. Renuncia y yo te pagaré en caso de que ellos no quieran darte tu libertad".

Ella no se ha dado cuenta de que está creyendo en la promesa de un desconocido. Ahora está pensando que sus patrones la han engañado, que ella sería capaz de administrar un próspero negocio propio, y que además tiene todo el derecho de renunciar a un trato que ahora considera injusto.

Habla con sus patrones. Ellos tratan de convencerla. "¡Tantos años trabajando para nosotros -le dicen-, ¿qué ha sucedido?". Pero ella no le cuenta nada. Solo se muestra firme. Ha perdido la confianza en ellos y simplemente ha decido cambiar de trabajo. No acepta razones. Sus patrones intuyen que alguien la está inquietando para que se vaya. Pero no logran disuadirla, y se despiden.

Pero la mujer todavía no sabe nada acerca de aquel vecino. Solo tiene una tarjeta. Nunca ha visto su casa. Él todavía no le ha pagado ningún sueldo. Aún así, la oferta ha sido tan tentadora que ella ha renunciado. Ha confiado en un extraño que jamás le dio nada, no sabe de dónde vino ni si cumplirá lo que prometió. Pero ha puesto toda su fe en él.

Podríamos continuar la historia y hacerla cada vez más interesante. Pero hasta aquí, ¿te parece que la mujer realmente está considerando todas sus opciones? ¿Está teniendo en cuenta las consecuencias de confiar en la palabra de un desconocido? ¿Ha pensado si realmente sus amorosos patrones la habían estado engañando? ¿Realmente no tiene más que suficiente dinero como para tener una buena vida hasta el final de sus días, viendo a sus hijos crecer en un ambiente familiar bendecido por Dios?

Pero el vecino no es como ella imaginó. Pasan los días y no contesta el teléfono. Lo busca en la dirección de la tarjeta, pero al llegar al lugar no le gusta el vecindario, la casa se ve sucia y descuidada al extremo. Entonces, siente una fuerte corazonada. ¿Me habrá engañado?

Comienza a indagar entre los vecinos, y todos le cuentan cosas horribles acerca de él. Descubre que tiene varias denuncias por acoso sexual, incluso contra menores, además de una por estafa. Hace mucho tiempo que no regresa, porque la policía lo estaba buscando. Y todos le recomiendan lo mismo: "Apártese de ese hombre".

Cede a las lágrimas. Se siente descorazonada, sucia y avergonzada. Toma un taxi y corre adonde sus patrones para confesarles todo y recuperar lo que había perdido. Pero ellos ya han contratado a otra persona, y le explican que, lamentablemente, su falta de lealtad los ha hecho dudar de su honradez y buen juicio. Le dicen que aunque no hubieran contratado a otra persona, decidieron que nunca volverían a confiar en ella. Porque ella no confió en ellos.

Esa ha sido la historia de la humanidad desde que Adán y Eva decidieron escuchar las mentiras del Diablo: "Dios no está haciendo bien las cosas. Ustedes pueden salir adelante sin Él. Los ha estado engañando. No quiere que se independicen, porque llegarían a ser como él, tomando sus propias decisiones".

En nuestros tiempos se puede ver claramente que el juicio del que habló Jesús ha terminado. Pero veamos un poco más de cerca lo que dicho juicio implicó.

Un antejuicio es todos los trámites y procedimientos que hay que seguir antes del juicio, lo cual toma algún tiempo.

Como sabemos, todo juicio acaba con un veredicto. Pero ¿qué es un veredicto? Un veredicto es una 'verdad bien dicha'. Veredicto viene del latín que corresponde a 'verdad' y 'dicho'. Por ejemplo, las palabras benedicto y contradictorio significan 'bendecido' y 'contrario a lo dicho', respectivamente.

Un veredicto es una verdad bien dicha a la cual se llega después de una deliberación. ¿Y qué es deliberar? Deliberar también es una palabra que proviene del latín. Significa 'pesar los hechos en una balanza para emitir un veredicto.

Por ejemplo, seguramente has visto muchas veces una escultura de una mujer con una venda en los ojos, sosteniendo una balanza con la mano izquierda, y en la derecha, una espada. La llaman Justicia Ciega.

Pero no se refiere a 'justicia ciega' en el sentido de que se ciegue a la verdad, que es lo que muchos creen, sino en realidad, a que el juicio pertenece a quien favorezcan las pruebas y evidencias. Justicia que ve con imparcialidad a las personas. Es ciega para no mostrarse injusta.

La balanza es la que sirve para ilustrar un juicio justo. Un juez y un jurado escuchan atentamente al acusador y al demandado. Cada vez que uno de ellos demuestra con hechos la verdad, se coloca un peso sobre un platillo. De esa manera, la balanza se inclina imparcialmente hacia quien demuestra con hechos y pruebas la verdad.

Esa verdad bien dicha es un veredictum, algo declarado con verdad, apoyado con pruebas sólidas que no admiten injusticia alguna.

Por lo tanto, cuando Jesús dijo que 'el mundo entero estaba bajo el control del maligno', y el apóstol Juan posteriormente dijo que 'el juicio de este mundo había llegado, y que el príncipe de este mundo sería expulsado', estaban diciendo que todas las pruebas, evidencias, testimonios, referencias y argumentos estaban siendo presentados ante el tribunal de Dios. (Juan 12:31) Por decirlo así, el platillo de la balanza que daba la razón al Padre estaba lleno, mientras que el del Diablo estaba vacío.

El veredictum contra Satanás estaba claro, y Jesús y su Padre lo supieron desde el principio. Sabían que el Diablo nunca se saldría con la suya, y que al debido tiempo se proclamaría la verdad en toda la tierra mediante las buenas nuevas, es decir, el veredictum.

Pero también sabían que se requeriría un antejuicio, un juicio y una deliberación que resultara en dar la razón a quien tuviera la verdad. Todo ello consumiría mucho tiempo. Pero cuando Jesús fue arrestado, el juicio estaba a punto de terminar, y el veredicto final tenía que proclamarse. Por eso Jesus dijo que vino al mundo para dar su testimonio. ¿A favor de quién? ¡De su Padre, por supuesto! (Juan 18:37)

La escultura de la Justicia Ciega tiene una balanza en la mano izquierda? Pero ¿qué tiene en la derecha? ¡Una espada larga! La espada del juicio, es decir, lo que representa que todo el peso de la justicia cae imparcialmente sobre el cuello de quien resulta culpable.

Cuando Jesús terminó con la opus dei, es decir, con la obra que Dios le había encomendado realizar en el papel de Cristo, pudo visualizar el futuro y exclamar: "¡Ví a Satanás caer del cielo como un rayo!". (Lucas 10:17-18; Juan 4:34-35) El veredictum contra el Diablo sería tan contundente y claro que ya lo veía registrado en la pantalla de la Historia Universal. La deliberación recaería a favor de su Padre.

Igualmente, el apostol Pablo se refirió a un tiempo futuro cuando habló de los últimos días, y lo mismo hicieron los demás apóstoles que contribuyeron al Canon de la Biblia. Aunque el Juicio Final que se proclamaría mediante las buenas nuevas todavía seguiría siendo un misterio para muchos, ya era una sentencia anunciada por los discípulos de Jesús.

El fin tendría que venir, tal como el veredicto fue condenatorio para los enemigos de Dios en el pasado.

¿Habría esperanzas para Adán y Eva, para Caín y para los que fueron destruidos en el Diluvio, en Sodoma y Gomorra y en el lecho del mar, cuando los egipcios persiguieron con odio al pueblo de Dios por órdenes del Faraón? ¿Y habrá esperanza para los que sigan dando la espalda a las buenas nuevas y burlándose cuando llegue el último momento para las deliberaciones, es decir, arrepentimientos de última hora?

Las palabras que Moisés proclamó (el veredictum) después de que las aguas del mar volvieron a su lugar, tragándose a los que persiguieron con saña a quienes evidentemente Dios había salvado, fueron claras: "No tengan miedo. Mantengan sus posiciones. Hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A estos egipcios que hoy están viendo, ¡jamás volverán a verlos! Permanezcan quietos. El Señor peleará por ustedes".

No solo había llegado el tiempo para un veredicto, sino para dejar caer la espada de la justicia perfecta de Dios. El peso de la balanza había favorecido al Dios de Abraham, Isaac y Jacob y a todos sus siervos leales.

Regresando a la ilustración del principio, cuando aquella sirvienta regresó adonde sus patrones para que reconsideraran su situación, ya habían contratado a otra persona. Además, le dijeron que su proceder había arrojado dudas de su integridad. Nunca volverían a contratarla. Tenía que retirarse. Punto.

Por lo tanto, las acusaciones que surgieron en el Paraíso no fueron para nada inocentes ni justificables.

Todo, el antejuicio, el juicio, las deliberaciones y el veredictum, es decir, la verdad bien dicha, han llegado prácticamente a su fin y han sido más que contundentes como para que todos, buenos y malos, justos e injustos, crédulos e incrédulos los vean, sopesen por sí mismos el peso de la evidencia.

¡Este mundo está en quiebra! Le llegó la hora, y resulta ser el mismo veredictum que le llegó a la gran Babilonia en los tiempos de Daniel el profeta: "¡Mene! ¡Mene! ¡Téquel! y ¡Parsin!". (Daniel 5:26-28)

Debido a su insolvencia moral, el veredicto final ha incapacitado judicial y patrimonialmente a todos los que se irritaron contra Dios, y finalmente la balanza de la justicia universal procederá a ejecutar todos sus bienes mediante el Reino de Dios en favor de la totalidad de sus acreedores.

La espada espiritual del Rey de Reyes por fin se dejará ver en toda la tierra, de Oriente a Occidente y jamás nadie volverá a levantar falso testimonio contra su Padre, Dios de verdadero amor y justicia perfecta. (Mateo 24:27)

¿De qué lado estaremos entonces? Cada uno tendrá que asumir su responsabilidad individualmente y responder esa pregunta por sí mismo cuando al tiempo señalado se cierren las puertas de la oportunidad con las cadenas perpetuas del veredicto perfecto del Juicio Final. (Judas 1:6) Oponerse al Padre de nuestro Señor Jesucristo es ciertamente un asunto muy serio.

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