¿Quieres morir?

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 El médico y el camionero

“Oh Jehová, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!”. La Biblia cita con esas palabras los profundos sentimientos del profeta Jonás cuando sus circunstancias le parecieron tan agobiantes que prefirió la muerte a la vida. (Jonás 4:3) Y no fue el único que en momentos de angustia extrema deseó morir y pidió a Dios que le pusiera fin a su existencia. Las Escrituras contienen varios casos de profetas cuyas vidas pendieron de un hilo. Solo Dios pudo impedir que se rompiera. Él no es ajeno a la angustia que causa vivir en un mundo tan desobediente y rebelde.

Por eso, si el deseo de vivir pudiera clasificarse simbólicamente en una escala de 1 a 10 para una persona que llega al punto de desear morir, tendríamos que situarlo en -10. En otras palabras, ha llegado al punto de desear poner fin a su vida porque se le agotó la batería, es decir, paciencia, la creatividad y el deseo de continuar esforzándose por tolerar su situación.

Pero el mismo principio que aplica al mantenimiento de un equipo aplica al mantenimiento de la vida. Si dejamos de poner combustible a un automóvil, llega el momento en que se detendrá, y no servirá sino hasta que le pongamos un poco. El cuerpo humano igualmente, a fin de funcionar, necesita la energía y el poder que le da el alimento.

Sin embargo, la humanidad es diferente a un automóvil en muchos sentidos, y muy superior. No solo necesita alimento físico, sino intelectual, emocional y espiritual. Sin dicho sustento,  su personalidad y carácter comienza a deteriorarse, degenerando poco a poco hasta perder de vista la perspectiva de una vida mejor. Sin duda que sus problemas se multiplicarán.

El dolor en grado extremo, ya sea físico o emocional, puede volverse insoportable desde todo punto de vista. Ya sea que estemos sufriendo por habernos causado el dolor a nosotros mismos debido a una vida desordenada, o porque nuestro cuerpo se deterioró por causa de factores externos, como la contaminación ambiental, un accidente o alguna enfermedad, La falta de bienestar se agudiza hasta causarnos una gran decepción. Nos deprimimos y desalentamos más y más hasta quedar detenidos igual que un automóvil sin combustible.

Pero no solo podemos dañar nuestras vidas por medio de no ponerle combustible, sino por ponerle combustible equivocado. Por ejemplo, un piloto decidió poner a su avioneta combustible de avión a reacción. Poco después de elevarse, se vino abajo estrellándose en el estadio de fútbol la ciudad. Igualmente, podemos acelerar nuestro deterioro poniendo combustible equivocado en nuestra mente y corazón, procurándonos mucho dolor innecesario. Cargar un avión con el combustible apropiado puede evitar un accidente, pero también necesita un mantenimiento regular.

Por ejemplo, si dejamos sin mantenimiento una casa, un equipo de sonido, una bicicleta, un sombrero, un puente, un barco, una nave espacial o cualquier cosa, llenarse de polvo será solo el comienzo. Con el tiempo perderá funcionalidad y terminará en ruinas. La humedad, el óxido, los gusanos, el calor y el frío, por citar solo algunos elementos, harán de las suyas. Para volver a funcionar, si es que tiene remedio, necesitará cuidados especiales. 

Nuestro cerebro es el centro de control de nuestro cuerpo, y lo que hacemos con él nos afecta, no solo físicamente, sino emocional y espiritualmente. Porque si bien es cierto que el cerebro controla nuestro organismo, otros órganos y sistemas fisiológicos afectan su funcionamiento. Por ejemplo, si no nos alimentamos apropiadamente, se deteriorará. Podríamos sufrir una enfermedad mental. De modo que el sistema digestivo está implicado en el mantenimiento del cerebro. Lo que comemos afectará nuestro cerebro de manera directa o indirecta. Y algo parecido podemos decir del sistema nervioso,  linfático, óseo,  muscular, respiratorio, digestivo, urinario, circulatorio, endocrino, inmunológico y reproductor. El cerebro controla todo, pero a su vez todos influyen armónicamente en el cerebro, y con ello, en nuestra salud general.

Se dice que cada persona es un mundo. Sin embargo, en realidad la mente es como un universo, y está diseñada maravillosamente para ser creativa y resolver problemas. Parece increíble que sea capaz de llegar al punto de la desesperación o la autodestrucción. ¿Qué ocurre en esos casos? ¿Se le terminan las opciones? ¿Realmente llega a un callejón sin salida? ¿Sería la única solución tirarlo a la basura? ¿O no es más bien una cuestión de perspectiva, de la manera como cada quien enfoca sus asuntos?

Es innegable que cuando alguien sufre reiteradamente y llega al punto de la desesperación, podría dejar de tolerar las presiones y perder el deseo de recuperar la alegría de vivir.  Nada de lo que se le diga le levantará el ánimo. Es fácil decirle: "¡Anímate!". Pero hacer eso solo demostraría que no tenemos la más remota idea de lo que pasa por su mente, y que no tenemos la menor empatía respecto a su situación en la vida. La perspectiva de alguien que ama la vida es completamente diferente a la de alguien que ya no la ama. Por lo tanto, los estímulos que funcionan con una persona que quiere vivir no necesariamente funcionarán con una que quiere morir.

Si un automóvil llega al punto de estar muy maltratado, no bastará con la asistencia de un mecánico, ya que este se verá forzado a investigar más a fondo el problema, directamente del fabricante. Igualmente, si alguien llega al punto de desear la muerte tan intensamente  como para pensar constantemente en la manera de morir, definitivamente está demostrando que también ha llegado al punto en que debe reconocer que necesita no solo la ayuda de un amigo o de un pastor espiritual, sino de Dios, el fabricante.

Es cierto que la vida es un regalo de Dios, algo que deberíamos apreciar y agradecer. Pero ese es un razonamiento de alguien que quiere vivir. Si razonamos así con alguien que quiere morir, solo nos contestará: "¡Qué horrible regalo! ¡No esperes que lo agradezca!". ¿Por qué? Porque su perspectiva ha cambiado. No es la de alguien que ve la vida como un regalo bonito, sino como una maldición horrible. Por eso es tan difícil manifestar empatía con una persona así.

Por ejemplo, un automóvil muy maltratado es solo la evidencia de que su dueño no lo ha utilizado apropiadamente. Lo ha usado a sus anchas sin darle el mantenimiento que requería. Sin duda, tarde o temprano iba a terminar deteniéndose. Ahora solo le queda consultar con el fabricante y ver cómo puede echarlo a andar. De lo contrario, el proceso de deterioro continuará hasta que se convierta en polvo.

Decir "¡Salve su vida!" a una persona que desea intensamente la muerte, es para provocarle risa. Porque no tiene el mínimo deseo de vivir. Por lo tanto, debemos comenzar por restablecer sus funciones vitales y dejar los detalles para después. Lo primordial es conectar a la persona con la única fuente de energía capaz de ponerla en marcha.

¿Es posible reparar una computadora si no la conectamos a una fuente de energía? No. Para diagnosticar el problema, tenemos que encenderla. Si no enciende a pesar de que la hemos conectado, entonces tenemos que buscar en su interior, a ver si le falta una pieza. Y aunque reemplacemos la pieza, igual tendríamos que conectarla para realizar un diagnóstico completo. Lo mismo sucede con una persona que desea morir. El primer paso es averiguar si está conectada con Dios. Porque si no lo está, será más difícil ayudarla.

Si está conectada con Dios, tenemos que investigar con ella en el manual de operaciones que el Creador le ha provisto a la humanidad: la Biblia. Entonces podremos llegar al fondo del problema y ver claramente los puntos donde se requiere mantenimiento. Pero si no está conectada con Dios, tenemos que mostrarle que existe un manual, por decirlo así. Persuadirla para que investigue por sí misma y vea su problema claramente y los aspectos donde requiere mantenimiento.

Un manual de operaciones es como un espejo. Tal como un espejo nos sirve para verificar si estamos bien peinados, un manual nos ayuda a ver en qué puntos nuestro automóvil necesita reparaciones. ¡La Biblia es el espejo por excelencia! Porque puede ayudarnos a ver nuestros puntos fuertes y débiles. Al leerla y estudiarla podemos ver profundamente nuestros propios sentimientos y motivaciones, nuestras debilidades y fortalezas. (Hebreos 4:12-13) Tal como ocurre con un automóvil, nos dice si la carga de la batería está baja, o si falta combustible u otra cosa. Pero tenemos que consultarla. Igual que un auto, si no lo llevamos a un mecánico ni consultamos el manual, el proceso de deterioro seguirá su curso y empeorará.

Conocemos casos de personas que en algún momento expresaron su deseo de quitarse la vida debido a las presiones insoportables de su vida, pero que no lo hicieron. Y después de muchos años seguramente los vimos llevando vidas llenas de amor, tranquilidad y satisfacción relativas. Y también sabemos de personas que se quitaron la vida, tomando a todos por sorpresa, porque nunca habían hablado del asunto con nadie. La sorpresa se debió a que se trataba de personas que aparentemente llevaban vidas exitosas, que reflejaban amor, tranquilidad y satisfacción.

No hemos podido entrevistar a un suicida, pero sí hemos podido conversar con personas que en algún momento pensaron seriamente en la probabilidad de acabar con su vida. Y en casi todos los casos, no se trataba de que realmente desearan morir, sino que se sentían impotentes de controlar su vida, sus circunstancias y su dolor. Recuperando el control, asimilando las circunstancias y aprendiendo a entender lo que significa el dolor lograron modificar su modo de ver las cosas. En algunos casos, solo tuvieron que compensar alguna carencia química en el cerebro, carencia que seguramente se debía al deterioro natural del cuerpo o a la mala influencia del ambiente. En otros casos, se requería un poco de asistencia profesional que las ayudara a detectar anomalías que estaban más allá de una observación superficial (el autoanálisis es saludable, pero por meticuloso que sea, tiende a ser subjetivo, mientras que una persona experimentada puede ayudarnos a vernos más objetivamente).

En todos los casos, la información fue crucial. Lo que una persona piensa, sabe o cree puede ser interesante, profundo y verdadero, pero lo que siente en el fondo de su alma es otro cantar. Tal vez sepa y entienda que quitarse la vida no parezca ser el modo de resolver las cosas, pero su dolor es tan grande que anula el razonamiento, y parece no haber ninguna luz al final del túnel. Desde su punto de vista, pierde toda perspectiva.

Ilustrémoslo con una lluvia torrencial repentina que empaña la visión del conductor de un automóvil que va a toda velocidad por un camino lodoso. De repente, todo se nubla y no le deja ver adónde va. Como si fuera poco, se va haciendo de noche y el automóvil no tiene limpiaparabrisas. ¡Qué problema! Sin embargo, eso no es lo peor. El problema es que el conductor es un médico rural que tiene que atender de emergencia a su hija mayor, primeriza, que comenzó sus labores de parto antes del tiempo señalado. La partera de la localidad lo llamó porque no supo cómo resolver cierta complicación de última hora. ¡¡Imaginemos su desesperación!! Realmente estaba apurado.

El estrés y la ansiedad se dispararon en un segundo y muchos pensamientos de precaución y temor invadieron su mente y corazón. Lógicamente, su reacción normal fue desacelerar y ubicarse en el carril más seguro, para minimizar el peligro. ¡Pero no era tiempo de desacelerar! Pregúntate qué hubieras hecho tú.

Llamar por teléfono a la policía y esperar hasta que llegara y lo llevara a su destino podría tardar tanto que se perdería la vida de su nieto. Detener a otro conductor que lo llevara podría servir, pero ¿entendería la gravedad del asunto como para acelerar a toda velocidad? ¿Tendría habilidad para maniobrar bajo la lluvia? ¿Conoce bien el camino? Pensamientos como esos pueden llegar a ser muy angustiantes.

¿Pero qué pensó en realidad aquel médico? Bueno, detuvo su auto y bajó. Se plantó en medio del camino, detuvo al primer camionero que pasó por el lugar y le dijo: "Soy médico. Tengo una emergencia y no tengo limpiaparabrisas". No le dijo: "Lléveme" (ir en camión hubiera sido el viaje más lento de su vida), sino le preguntó: "¿Qué me sugiere?". El camionero lo miró, metió su mano en una caja, sacó una bolsita, se la entregó y le dijo: "Tome. Frote un poco de este polvo sobre el parabrisas y conduzca hasta que tenga que volver a hacerlo. Eso ayudará hasta que llegue a su destino".

El médico ejerció fe en la experiencia del camionero, corrió al auto y siguió el consejo al pie de la letra. Esparció y frotó un poco del polvo sobre el parabrisas. Pero su primera reacción fue: "¡¡Me fastidié!!". Todo el parabrisas estaba embadurnado. No veía nada. ¡Resultó ser detergente para lavar ropa! Nubló más su visión. Pero pensó: "Si el caminero me dijo que eso ayudaría, no creo que haya sido tan cruel para perjudicarme". Entonces, a pesar de todo, subió a su automóvil, encendió el motor y pisó el acelerador. Aunque no veía nada y tenía que sacar con dificultad la cabeza para ver el camino, siguió adelante. Entonces, a los pocos segundos, la lluvia se mezcló rápidamente con el detergente y la ventana quedó perfectamente limpia. ¡La visión era increíble! Se veía perfecto. Y así siguió a toda velocidad hasta su destino. La lluvia había dejado de ser un problema. La ansiedad y el temor se disiparon, y la felicidad de haber dado en el clavo renovó sus energías. Llegó a tiempo para recibir en sus manos a su primer nieto. Todo salió muy bien.

Es solo una ilustración. Pero sirve para explicar cuán importante es la información, sobre todo cuando uno se siente impotente. Porque todos somos como aquel médico, que sin querer se encontró en una situación en la que sus conocimientos universitarios no le sirvieron para nada. Lo que necesitaba era la ayuda de un experto camionero, uno que hubiera recorrido más caminos escarpados y lluviosos que él. Su conocimiento y experiencia seguramente le darían muchas más opciones.

Sin embargo, no perdamos de vista el hecho de que el médico también tuvo que hacer su parte: ¡Usó su cerebro! Aunque no supo qué hacer, no permitió que sus pensamientos se nublaran hasta el punto de echarse a dormir, taparse los oídos y desear morir.  Antes de subir a su vehículo aquella noche no sabía que llovería torrencialmente, de otro modo, hubiera tenido la precaución de poner los limpiaparabrisas. Tampoco se le había ocurrido que en un caso así lo mejor sería preguntarle a un camionero. ¡La lluvia surgió en el momento más inesperado, y también la idea de preguntarle al camionero! Fue su cerebro que se iluminó y le hizo ver a su nieto naciendo en sus manos. Eso lo motivó a poner a un lado la angustia y pensar con claridad.

¿Qué será un mejor estímulo para ayudar al cerebro? ¿Pensar: "Me reventé. No sé qué hacer", o pensar: "Tiene que haber una forma. ¿Qué hago? Sé que tiene que haber una forma"? Lógicamente, el cerebro reaccionará mejor con la segunda opción. Por la misma razón, ¿qué es mejor? ¿Decirle a un niño: "¡Te vas a caer!", o "Agárrate para no caer"? Lógicamente, la segunda opción es mejor, porque la primera es augurar que caerá. En otras palabras, el cerebro queda predispuesto según lo que pongamos en él. Si le metemos pensamientos negativos, arrojará resultados inservibles, negativos, inútiles, la famosa fórmula americana GIGO: "Gabage in-Garbage out (si basura entra, basura sale)".

Y es que nuestro cerebro trabaja mejor con pensamientos constructivos, edificantes, tolerantes, expansivos, creativos, adaptables, funcionales, ciertos e interesantes. No lo ayudamos si gastamos el tiempo metiéndole basura del tipo "no creo ser capaz".  Si aquel médico hubiera pensado así, la idea de preguntarle a un camionero no hubiese saltado a su mente.

Ahora bien, este artículo no es una lección acerca de cómo manejar automóvil sin limpiaparabrisas en medio de la lluvia. De hecho, el detergente para ropa puede dañar un automóvil si se lo usa de esa manera. Pero tratándose de una emergencia como aquella, fue la respuesta que el médico necesitaba. Aquel día, el cerebro de un camionero y el de un médico combinaron entre sí dos ideas que produjeron un resultado increíble. El camionero nunca vería la sonrisa del médico cuando ayudara a nacer a su nieto, pero para el médico, todo fue nada menos que un verdadero milagro.

A veces nuestros pensamientos pueden nublarse como aquel parabrisas, impidiendo ver el camino y poniendo en riesgo nuestro futuro y el de personas que dependen de nosotros. La situación puede ponerse color de hormiga de un momento a otro y sacarnos de cuadro ("No sé qué hacer", "cómo resolveré el problema", "a quién recurrir por ayuda", "no podré llegar a casa de mi hija", "por qué tiene que pasarme esto a mí", "es más de lo que puedo soportar", "no llegaré a tiempo, todo está perdido").

Pero la solución existía, el tiempo existía y los amigos existían, tal como existía el peligro, el riesgo y el problema. No tenemos superpoderes para cambiar las circunstancias, pero quizás a alguien se le ocurra una idea, por pequeña que fuera, como sucedió con aquella bolsita con detergente. Y no solo resolveremos una situación, sino salvaremos una vida que dependía de nosotros.

La gente mira a los universitarios con honor, y a los pobres con disfavor. Pero a veces la mente de quienes nunca estudiaron en la universidad se abre a ideas que a nosotros jamás se nos hubieran ocurrido. La pregunta es: "¿Seremos lo suficientemente humildes como para abrir nuestros ojos y ver más allá del problema, más allá del fracaso, más allá del trabajo, más allá de la pobreza, más allá del dinero, más allá del dolor, más allá de la tortura, más allá del abismo, más allá del mar o más allá de las estrellas?". ¿Clamamos: "¡Dios no existe!" porque no conteste nuestras oraciones de la forma como nosotros quisiéramos, o porque las cosas terminen mal? Lo culpamos injustamente de nuestros propios errores, o por no abrirnos un camino ni darnos una idea en el momento en que más la necesitábamos.

¿Pero es culpa de Dios? ¿Realmente no nos da ideas? La Biblia contiene más de 30.000 versículos cargados de sabiduría práctica. Cada uno contiene una idea interesante. ¿Realmente tienes cara para decir que Dios no te dio ni una sola idea? ¿O no es que fuiste tú quien no leyó su Palabra cuando tuviste la oportunidad?

Jehová y Jesús son como aquel camionero que ayudó al médico. Pero el médico hizo su parte: detenerse, pensar en quién lo podría ayudar realmente, bajar del auto, mojarse con la lluvia y enlodar sus finos zapatos, pararse en medio del camino, arriesgando su vida, y pedir a un simple camionero una sugerencia para resolver su problema.

La Biblia dice: "Esto dice el santo, el verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir: 'Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar'". (Apocalipsis 3:7, 8) Medita en esa frase: "delante de ti he dejado abierta una puerta". No se refiere a una puerta literal, sino a una oportunidad magnífica.

También dice: “La sabiduría clama en las calles, y en los lugares públicos levanta su voz. Clama en las esquinas de calles transitadas. A la entrada de la ciudad razona: "¿Hasta cuándo muchachos inexpertos seguirán aferrados a su inexperiencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los necios,     aborrecerán el conocimiento [verdadero]? Respondan a mis reprensiones y yo les abriré mi corazón, y les daré a conocer mis pensamientos. Como ustedes no me prestaron atención cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no aceptaron mi ayuda.” (Proverbios 1:20-25)

Por lo tanto, no se trata de que las ideas que Dios tiene para la humanidad estén escondidas u ocultas en un lugar de difícil acceso, como en una cueva, lejos en el desierto o profundo en las montañas. Es un delivery que llega hasta la mismísima puerta de tu casa, por decirlo así. ¡Están servidas en una mesa! ¡Y ahora hasta dentro de tu casa, por Internet! Así de simple. Solo tienes que estirar la mano y comer. Lo que agrava el problema de las personas es que la mayoría no quiere oír. ¿En las manos de quién está la respuesta a las preguntas e inquietudes? ¡En las de la gente misma! En otras palabras, es como si Dios estuviera diciéndonos: "De ti depende, porque yo continúo haciendo mi parte, de hecho, te busco todos los días, pero no me pones atención".

La Biblia también dice, en Romanos 10:18: “"Pregunto: ¿Acaso no oyeron? ¡Por supuesto que sí! 'Porque por toda la tierra se difundió su voz, ¡sus palabras llegaron hasta los confines del mundo!'"”. Y hablando de los tiempos de Noé, Jesucristo advirtió: “No hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos". Y lo aplicó al futuro, al tiempo en que él regresaría a juzgar al mundo, diciendo: "Y no obedecieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre. Habrá dos hombres en el campo. Uno será llevado y el otro será dejado. Y habrá dos mujeres moliendo. Una será llevada y la otra será dejada.” (Mateo 24:39-41) Es decir, solo los que aprecian las buenas nuevas del reino de Dios aprovechan la oportunidad de salvarse.

La sabiduría de Dios no está disponible para los que no tienen la humildad suficiente como para fajarse por el Reino de Dios, aquellos que no quieren comprometerse. Porque Dios es Dios y no espera nada menos que compromiso. Piensa en esto: Si trabajas en una compañía, ¿no esperaría tu jefe que te comprometieras con tu trabajo y demostraras claramente que mereces tu salario a fin de mes? Con Dios es igual. Él no espera de ti nada menos que compromiso. Si no te comprometes, ¿de qué estás hablando? Si no hay compromiso, tampoco hay trato. ¡Quedarás abandonado a tu suerte motu proprio, y serán tus consecuencias!

Dios no te pide dinero. De hecho, la Biblia dice: “¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche sin pago alguno. ¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares deliciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán. ” (Isaías 55:1-3) Y Jesucristo ordenó a sus predicadores: “Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente..” (Mateo 10:8) Dios no necesita tu dinero. La Biblia dice acertadamente: "'La plata es mía, y el oro es mío’, es la expresión de Jehová.” (Ageo 2:8)

Al decir: "¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? ", y después: "Vengan", está ayudándonos a descubrir que hay quienes exigen dinero a cambio de un pan espiritual que no alimenta de verdad. Y al decir: "Vengan" está dándonos a entender que estábamos fuera de lugar, es decir, que reconociéramos que estuvimos equivocados de rebaño y que el lugar donde estábamos no era el correcto, y que teníamos que cambiar, buscar el pan de verdad, el pan que Él da gratis y a manos llenas. ¡¡Dios no anda pidiendo dinero, como si necesitara el pago de un alquiler o algo así!! Si Jesús vino a predicar principalmente a los pobres, ¿no sería irrazonable y contradictorio pedirles dinero?

Pedir dinero a cambio de información que puede salvarnos la vida en una emergencia es un acto cruel, por decir lo menos. Dios no te pide dinero, diezmos ni ofrendas de dinero a cambio de tu salvación. Dios da las cosas gratis. Nuestro Señor Jesucristo lo dijo muy claramente: "Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente." No estamos inventando nada ni torciendo las Escrituras.

Escucha bien: La luz al final del túnel no tiene nada que ver con el dinero ni con la acumulación de riqueza material. La solución a los problemas y dificultades no tiene nada que ver con el éxito mundano y los estudios superiores ni con la experiencia laboral. Puede que un médico llegue a convertirse en un experto en su campo, pero sentirse empequeñecido en medio de una lluvia torrencial si olvidó poner los limpiaparabrisas a su automóvil. Y se sentiría todavía más inútil si no supiera qué hacer en medio de la noche, embarrado hasta las rodillas, indefenso, teniendo que suplicar ayuda a un camionero que le aconseje lo que podría hacer para resolver su problema. Después de oír el consejo, ¿acaso sería tan ingrato de decirle: "Baje y hágalo usted?".

El camionero no se bajará de su camión. El médico tenía que agarrar la bolsa y aceptar el consejo: Echar y frotar el polvo sobre la ventana, luego subirse a su auto y conducir a pesar de que al principio la solución pareciera un fracaso. ¡¡El camionero sabía más!! Si quería, le hacía caso y resolvía el problema. Si no, tendría que seguir sufriendo las consecuencias de su propio error, las cuales de seguro empeorarían. ¿Y hubiera sido culpa del camionero? Evidentemente, no.

El médico de la ilustración actuó con sabiduría al aplicar inmediatamente la sugerencia. Frotó la ventana con el detergente. ¡¡Pero la nubló y empañó más!! El camionero no le había explicado que cuando acelerara, la lluvia disolvería el detergente y liberaría los químicos que formarían una película fina por la que el agua se deslizaría mejor que con un limpiaparabrisas.

¿Imaginamos al médico alzando los ojos al cielo, diciendo: "¡¡Gracias, Dios mío!!", y después pensando en aquel humilde camionero que se cruzó en aquel instante en su vida y le arrojó una bolsita con 'no sé qué cosa'? Pero no atinó a pedirle su nombre ni su teléfono ni, mucho menos, su dirección, para decirle después: "Quisiera darte las gracias". ¡No sabía lo que estaba haciendo ni cómo resultaría el consejo! Simplemente confió en la experiencia del camionero, aplicó su sugerencia y salió adelante. Para el camionero fue un día más.

¿Somos así de agradecidos con Dios? ¿Nos damos un tiempo para escuchar su palabra? ¿Respetamos a quienes quieren hablarnos de la Biblia? ¿O pensamos que es una estupidez y una pérdida de tiempo? Si aquel médico no hubiera seguido el consejo del camionero, su situación se hubiera complicado mucho. Cualquier otra solución hubiera resultado en llegar tarde, y su hija y su nieto tal vez hubieran muerto.

De modo que un suicida no solo se lleva a la muerte su propia vida, sino la de otros. Porque, al no conocer el futuro, no sabe lo que su decisión fatal podría ocasionar en los demás, el daño colateral de tomar una decisión tan precipitada. Lamentablemente, es como un automóvil cuyas lunas quedaron empañadas con una lluvia torrencial, y no atina a ver una solución. La angustia y la ansiedad consumen sus energías, le nublan el pensamiento y no logra pensar más allá de su nariz. El médico pensó correctamente: "Le pediré consejo a un camionero".

Todos somos como aquel médico y como aquel camionero. En algún momento de nuestras vidas necesitamos dar un consejo, o tal vez otros necesiten nuestro consejo. ¿Qué haremos cuando se crucen nuestras vidas y ese momento llegue? ¿Optaremos por quedarnos contemplando la lluvia? ¿O reconoceremos humildemente que nos vendría bien un poco de ayuda?

No, no es posible ponernos exactamente en el lugar de un suicida. Es imposible tener empatía con un suicida, ya que nunca nos hemos quitado la vida y no tenemos manera de entender todo su sufrimiento. Pero podemos imaginar cómo se siente un médico yendo a toda velocidad en su automóvil por un camino lodoso en medio de una lluvia torrencial sin limpiaparabrisas, para atender a su hija que está lejos, dando a luz en un parto prematuro y complicado. Y podemos imaginar cómo procura pensar con claridad para que su cerebro le envíe una idea: "¡Ah! ¡Detendré al primer camionero que pase y le preguntaré cómo haría él en estos casos!". Y podemos imaginar su sonrisa de satisfacción al recibir en sus brazos a su nieto, para amarlo por el resto del tiempo que le quede de vida.

En otras palabras, siempre nos preguntamos "¿por qué?", porque no nos es posible entender cabalmente por qué alguien llega al punto de atentar contra su propia vida. Solo Dios puede comprender todo por lo que pasó. Pero podemos esforzarnos por no criticar ni juzgar sus motivos.Y podemos hacer algo para vernos a nosotros mismos en la situación de aquel médico que, en su desesperación, pudo haber optado por varias decisiones, una de las cuales resultó ser de gran ayuda.

Sabemos que hay circunstancias en la vida que ponen muchas veces a una persona entre la espada y la pared, y quizás a veces sienta la tentación de empujar hacia la espada y permitir que la atraviese de una vez por todas y terminar con todo. Pero ¿es ese realmente el camino? (Isaías 30:21) ¿Es esa realmente la única opción? ¿Es eso lo que realmente quiere Dios? ¿Es así como realmente se resolverán las cosas? ¿No habrá por ahí alguna opción que no estamos viendo, porque se nos ha hecho difícil entenderlo, como el caso del médico que recibe un poco de detergente de un camionero en medio de la nada, es decir, algo que nunca se nos hubiera ocurrido?

De hecho, seguramente antes de suicidarse, la persona agotó su búsqueda de respuestas y soluciones, y sufría mucho soportando lo insoportable. Y lamentablemente, al no encontrar una salida, optó por poner fin a su vida. Pero ¿qué hay de ti? ¿Te consideras parte dela estadística de los que han pensado alguna vez en quitarse la vida?

Bueno, si alguna vez lo pensaste, recuerda que la información es importante a la hora de tomar decisiones. ¿Le has dado a la Biblia una oportunidad para explicarte las cosas? Ella contiene miles de ideas, casos, situaciones, ejemplos y consejos que pueden ayudarte a salir adelante. No culpes a Dios por no ayudarte. Lo correcto sería darle realmente una oportunidad.

Por ejemplo, los cristianos seguramente han repetido muchas veces durante su vida la famosa oración que dice en parte: "Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Pero ¿realmente entiendes la oración? ¿Alguien alguna vez se ha tomado la molestia de sentarse contigo para explicártelo? ¿Te has dado el tiempo para analizar el asunto detenidamente, como para decir que ya agotaste todas las opciones? Quitarse la vida es algo serio, y sería lamentable hacerlo sin haber agotado las opciones que tuviste a tu alcance (según las estadísticas, la Biblia está al alcance de la mayoría de los seres humanos).



La Biblia contiene más de 60 libros interconectados. Nadie puede decir que ha leído la Biblia completamente en unos cuantos días, a no ser que sea un campeón mundial en lectura veloz. Pero leerla y estudiarla para entenderla es otro cantar. Para empezar, si Jesús pidió a su Padre: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". ¿Sabrías explicar lo que dice la Biblia acerca de lo que Dios se propone hacer en el cielo y la tierra, como dice la oración del Padrenuestro?

Como todo libro, no podríamos entenderlo si no sabemos cuál es el tema central, o trama. Se lo menciona en Efesios 1:9, 10, que dice: "Su voluntad es reunir en [Cristo] todas las cosas, las del cielo y las de la tierra cuando se cumpla el tiempo señalado, conforme al propósito que estableció en Cristo de antemano.” (Efesios 1:9, 10) Por eso dijo Jesús: "Venga a nosotros tu reino". Porque el accionar del reino de Dios para santificar el nombre de Dios y hacer que la voluntad de Dios se cumpla en el cielo y en la tierra, es el tema de la Biblia. En pocas palabras, la solución a todos tus problemas está relacionada de algún modo con el reino de Dios. La gran pregunta es ¿cómo se relaciona esto con tu vida particularmente? ¿Cómo ese conocimiento puede servirte de manera práctica ahora mismo?

Bueno, el tema tiene para rato. Pero ¿por qué no comienzas por cultivar ciertas cualidades esenciales para entender la Biblia? Si lo haces, te será mucho más fácil sintonizar con todo el contexto de la Biblia. Un carpintero necesita buenas herramientas para dar forma a un mueble, y un estudiante de la Biblia necesita ciertas cualidades esenciales para entenderla.


Por ejemplo, el libro de Los Proverbios está dirigido específicamente a los jóvenes, pero indirectamente a los inexpertos en general, como los adultos que nunca recibieron ayuda de sus padres. Y su lenguaje es del tono 'de padre a hijo', y empieza así:

"Los proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel: [que sirven] para adquirir uno sabiduría y disciplina; para discernir palabras de inteligencia; para recibir la corrección que desarrolla prudencia, rectitud, justicia y equidad; para dar sagacidad en los inexpertos, conocimiento y discreción al joven. El sabio escuchará y aumentará su sabiduría; y el entendido recibirá instrucción para discernir el proverbio y la parábola difícil de entender, los dichos de los sabios y sus enigmas". (Proverbios 1:1-6)

Pero "leer la Biblia", como hacen muchos, no sirve de nada si uno no entiende lo que significan las palabras que va leyendo. Aquí hay algunas definiciones de las palabras resaltadas en el párrafo anterior:
  • Proverbio es una idea, refrán o dicho agudo de sentido común. Por ejemplo, "El que anda con sabios, se vuelve sabio; pero el que se junta con necios, acabará mal parado". El ambiente influye en nuestra persona y en los resultados que obtenemos.
  • Sabiduría es un pensamiento o proceder basado en cierta información que entendemos correctamente, y sirve para resolver problemas y evitar o impedir que nos arriesguemos innecesariamente. También sirve para realizar metas personales y aconsejar a otros. Por ejemplo, "el necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio se domina". Si alguien nos provoca a una pelea, tal vez reaccionemos impulsivamente, ya sea para enfrentar al agresor o huir. Pero la sabiduría nos impulsa a mantenernos calmados lo más posible y pensarlo bien antes de huir o enfrentar al agresor. Nos da una mayor capacidad de análisis de las consecuencias (buenas y malas).
  • Disciplina es un proceso, es decir, una serie de pasos, que se basan en un conjunto de normas basadas en el respeto. Su fin es ayudarnos poco a poco a alcanzar nuestros objetivos. Por ejemplo, "Amar a un hijo significa disciplinarlo". Un niño nace totalmente libre porque aún no entiende muchas cosas. Pero paulatinamente termina adaptándose hasta dejar los pañales. Y cuando se adapta, esa libertad termina, pero su vida adquiere un nuevo sentido de libertad. Ya no querrá usar pañales, y tampoco sentirá que su libertad fue coaccionada.

  • Discernimiento es comprender una cosa por medio de prestarle atención minuciosamente a fin de percibir, separar y distinguir los detalles, es decir, lo que la diferencia de las demás cosas. Por ejemplo, ¿qué servirá mejor para clavar un clavo? ¿Un zapato, una botella o un martillo? Eso es fácil. Pero el mismo principio aplica cuando tenemos que juzgar los actos de una persona. Sin discernimiento, torceremos el juicio.
  • Prudencia es cautela, sensatez y moderación. Lo opuesto de la imprudencia. Por ejemplo, ¿dónde preferiríamos construir una casa? ¿Sobre un terreno arenoso, o uno rocoso? Sería imprudente hacerlo sobre arena. No soportaría el clima ni los terremotos. El mismo principio aplica cuando tenemos que tomar decisiones importantes en nuestra vida en el campo laboral, el matrimonio, los estudios, viajes, mudanzas, círculo de amigos, etc.
  • Equidad significa balance, equilibrio y moderación al juzgar o criticar. Es lo contrario de la parcialidad y la injusticia.
  •  Sagacidad es es lo opuesto de la credulidad. La persona sagaz no es ingenua. No cree en todo lo que oye ni en todo lo que otros dicen. Mide sus fuerzas, calcula el riesgo y procede solamente después de haber reunido información acertada. Por ejemplo, no cree en toda la publicidad ni en toda la propaganda que ofrecen los medios de comunicación, porque sabe que están diseñados para persuadir y conseguir dinero o adeptos.
  • Discreción significa reserva y autocontrol. La persona discreta piensa muy bien en las consecuencias de cualquier acción o pensamiento. No reacciona impulsivamente, sino con modestia y cuidado. No anda divulgando secretos ni precipitándose a hablar lo que no debe.
  • Parábola es una comparación, ejemplo, fábula o ilustración que se inventa con la imaginación para extraer una verdad o principio con el que se puede obtener o dar lecciones. Por ejemplo, el caso del médico y el camionero. Es una parábola, aunque basada en hechos reales. El detergente para ropa es muy efectivo en casos de emergencia como el mencionado. Los camioneros lo han usado a veces.


Como vemos, una carencia de entendimiento puede ser la semilla de una mala decisión futura. De ahí la importancia de estudiar la Biblia con verdadero interés y pasión. Por ejemplo, ¿debemos pagar diezmos, o no? ¿Qué dice la Biblia sobre el diezmo? Según la Biblia, ¿quiénes eran los únicos autorizados a solicitar el diezmo, y con qué propósito lo solicitaban? Empecemos por la última pregunta. La Biblia dice claramente que los únicos que estaban autorizados por Dios a recabar el diezmo eran los sacerdotes levíticos, ¡nadie más! ¿Y para qué lo solicitaban? Para sostener los gastos del templo que estaba en Jerusalén. Hoy no existe el templo de Jerusalén. No existe ni el templo ni los sacerdotes levíticos. Por eso, últimamente, algunas religiones han cambiado la palabra por "ofrenda" porque han reconocido que la Biblia no autoriza a nadie a solicitar ningún diezmo. Pero los incautos no investigan, se dejan llevar por quienes les exigen un pago so pena de recibir las maldiciones de Dios, algo que la Biblia no dice.

En cierta ocasión, Jesús le dijo a un rico: “Te aconsejo que [uses] pomada para los ojos, para que te la frotes en los ojos.” (Apocalipsis 3:18) Porque a veces no se trata de una nubosidad en los ojos, sino en la mente y el corazón. Por decirlo así, necesitamos una pomada para frotárnosla en los ojos del corazón, a fin de ver más allá de nuestros problemas, más allá de nuestras circunstancias, más allá de lo que entendíamos antes y más allá del dolor, y visualizar la respuesta de Dios como única opción.

¡Sí! La sabiduría de Dios no espera que vayamos a buscarla. ¡Él la lleva hasta la puerta de nuestra casa, por sí decirlo. Porque sabe que no iremos a buscarla y que la necesitamos. Pero ¿mostraremos suficiente humildad como para mojarnos con la lluvia, por decirlo figuradamente, enlodarnos los zapatos, pararnos en medio del camino, detener un camión, pedir consejo, estirar la mano, tomar la bolsita y frotar el polvo en la ventana, luego acelerar aunque, al principio, no veamos nada más que una gran mancha jabonosa?

Hoy más que nunca es urgente que más personas conozcan las verdaderas buenas nuevas del Reino. Hay mucha confusión en cuanto al mensaje de Cristo. Pero, "¿Cuál es el camino realmente?", preguntarás. No te preocupes. Como dijimos, Dios es Dios. Si le pides intensamente en oración en el nombre de Jesucristo: "Padre, muéstrame el camino", Él tomará nota y se encargará de responderte. Solo te pide deponer el orgullo y aceptar Su ayuda (Miqueas 6:8).

Si tienes deseos de morir, respetamos tus motivos, tu dolor y tus sentimientos. Debe de ser muy angustiante llegar a ese punto. Pero no está de más pedirte un poco de paciencia,  hasta que Dios te responda: "Este es el camino, ven por aquí" (Isaías 30:20-21; Filipenses 3:15-16).

Recuerda al médico de la ilustración y acepta el consejo de la Biblia. Busca a quienes realmente quieren ayudarte a conocer a Dios sin pedir nada a cambio. Acepta la ayuda y remóntate como las águilas, recupera tu vida. (Isaías 40:27-31) Predica las buenas nuevas como tu misión en la vida, y entonces Él se te hará muy real y te bendecirá ricamente para siempre jamás.


“No tengas miedo, porque estoy contigo.
No mires por todos lados, porque soy tu Dios.
Yo ciertamente te fortificaré. Yo cierta y verdaderamente te ayudaré.
Sí, yo verdaderamente te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia’.”
(Isaías 41:10)
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