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Cuando uno ve las noticias y se entera de que una multitud armada con palos, cuchillos y machetes arrojaba enormes piedras, botellas de vidrio cargadas con material inflamable y toda suerte de proyectiles contra una multitud de un grupo antagónico, y que muchos terminaron en el hospital sin un ojo, sin una pierna, sin un riñón, sin una oreja, ¿qué viene a nuestra mente?
¿Podríamos decir que esas personas sean parte del rebaño del Señor? Es decir, que sean al mismo tiempo los mismos que el fin de semana asistirán a una iglesia para oír un sermón y orar y salmodiar por la paz y seguridad del mundo? En otras palabras, si el mundo fuera tuyo, ¿le encargarías a ellos el futuro? ¿Confiarías en que alguno de entre ellos haría un buen papel como líder? ¿Podrán hacer de la tierra un mejor lugar donde vivir?
A fines de 2017, varias turbas se diseminaron por diferentes zonas de una comunidad celosa por sus tradiciones religiosas ancestrales, y quemaron las casas de los que no quisieron seguir apoyando las costumbres y los forzaron a irse a otra parte, todos, mujeres, ancianos y niños. ¿Dirías que fue una buena decisión, basada en tradiciones que agradan a un Dios de amor? ¿Es amoroso, justo y equilibrado quemar la casa de alguien que con mucho esfuerzo cariño le costó construir para su familia?
Cuando Jesús habló del fin de los tiempos señalados para el mundo de Satanás, dijo que 'los justos brillarían como el sol en el reino de su Padre' (Mateo 13:43) Ver una luz brillante en un día soleado es un poco difícil y complicado, pero verla en un día oscuro es simple e inmediato, no hay duda. Algo similar ocurriría cuando llegaran los últimos días. Serían días tenebrosos, pero al mismo tiempo, tal escenario permitiría a los observadores distinguir claramente la luz de la verdad.
Ahora bien, cuando uno ve un objeto brillante en la oscuridad, sus ojos se concentran en el objeto, no en la oscuridad. Sin embargo, cuando llegara el tiempo del fin, no sería la luz lo que destacaría, sino la oscuridad a su alrededor. En otras palabras, la tenebrosidad haría evidente la distinción entre los malos y los buenos.
¿Por qué el énfasis en distinguir al malo? Porque en la parábola del trigo y la mala hierba Jesús dijo: "Entonces diré a los segadores: Recojan primero la mala hierba". (Mateo 13:30). Está muy claro que primero se daría atención a la mala hierba, no al trigo.
Por eso es tan importante que en los últimos días los malos se den a conocer abiertamente, a fin de que demuestren del lado de quién se han puesto. Parecería que expresando odio y violencia alguien podría manifestar su descontento por la injusticia. Pero ¿fue esa la manera como Jesús dijo que los cristianos verdaderos expresaran su posición a favor de la justicia? Para pensar, ¿verdad?
Por ejemplo, si vivieras en una casa hermosa, pero no te llevaras bien con tus hermanos, ¿te parecería razonable quemar la sala, o los dormitorios, o la cocina, o los muebles? Bueno, el planeta Tierra es nuestra casa, ¿verdad? Entonces, ¿podríamos decir que los que quieren arreglar las cosas y hacer de este mundo un mejor lugar donde vivir, lo conseguirán encendiéndose violentamente unos contra otros, derramando sangre por todas partes, prendiendo fuego y arrojando objetos, poiendo en peligro la vida, tal vez lisiando gravemente a muchos y dejando a su paso toda clase de desechos tóxicos, provocando aún más dolor, odio y sufrimiento? ¿Es así como 'los justos brillarían como el sol'? ¿Es así como arreglarán el mundo y revertirán el caos?
Es fácil que alguien se erija en un promotor de la paz en tiempos de paz. Pero cuando las papas queman, o sea, cuando surge un conflicto de intereses y las cosas se ponen de color de hormiga, muchos se preguntan de dónde salieron aquellas personas, es decir, las que promovieron dicho desorden que terminó en más dolor. ¿De dónde salieron? ¿O en qué lugar de su corazón estaban escondidos tales sentimientos eufóricos que los impulsa a destruir propiedad ajena, vociferar insultos y derramar sangre? ¿Aprobaría Jesús tal comportamiento?
En la lucha entre los poderes de la luz y la oscuridad, la Biblia deja muy en claro que en los últimos días la oscuridad y las tinieblas se harían tan evidentes como si la luna se hubiera vestido de sangre. ¿Oscuridad? ¿Tinieblas? ¿Vemos esas cosas cuando brotan dolores por todas partes? Entonces, también ha llegado el tiempo para que la luz brille como nunca antes. La pregunta es, ¿en qué lado te encontrará el Señor cuando venga a pedir cuentas? ¿En el lado de la luz brillante de la paz, o en el lado oscuro y denso donde suele haber humo y tinieblas?
Cuando predominan el orgullo y la falta de interés en llegar a un acuerdo, que avenga en paz a las partes y ceda el lugar al desprecio, el supuesto amor al prójimo se transforma en un fuego que destruye todos los hilos de conexión entre unos y otros, desencadenando un caos de consecuencias impredecibles, que verdaderamente atenta, no solo contra sus mismos intereses, sino contra los de sus descendientes.
Muchos expertos en comportamiento afirman -y sugieren- que uno no debe reprimir su cólera, sino dejarla salir. Pero cuando el concepto se eleva a la enésima potencia, la masa deja salir su furia creando una crisis tal que no hay quién los haga cambiar de parecer. Sencillamente nadie se siente culpable, todos se sienten justificados y solo unos cuantos son apresados y condenados. Se desfogan dando rienda suelta a las peores bajezas, y después se retiran a sus casas como si nada hubiera pasado, ¡Hasta encienden la televisión para verse a sí mismos en el noticiero, como si se tratara de haber actuado en una película de terror o ciencia ficción, un guion acerca del fin del mundo! No está muy lejos de la verdad.
Cuando vemos revoluciones, levantamientos contra la autoridad y toda clase de manifestaciones en las que la violencia, el odio y la disconformidad se hacen evidentes, haríamos bien en preguntarnos a qué religión pertenecen tanto los que atacan como los que se defienden. ¿Por qué?
Porque aunque muchos de los revoltosos se reúnan pacíficamente unos días después de los desmanes en sus lugares de culto, tomados de las manos y cantando alabanzas al Señor como forma de calmarse y volver a la normalidad, nos preguntamos quién asumirá la responsabilidad por la pedrada en el ojo de un niño y del saqueo de la tienda de la señora de la esquina, que nada tuvieron que ver con el asunto. ¿Y qué hay del incendio de vehículos, documentos oficiales y demás valores de la comunidad? ¿Sencillamente se diluirán en el olvido y en una sentida oración al Señor, pidiéndole disculpas por los excesos?
Es importante que sepamos que aunque uno haga muchas oraciones y se tome de las manos con otras personas, no borra ante Dios la responsabilidad de comunidad por las cosas que haga, al margen de quién haya motivado la conducta violenta, sobre todo si se derramó sangre. Habrá consecuencias para todos, y realmente podrían resultar desagradablemente impredecibles. (Mateo 16:27) Porque Dios puede perdonar al arrepentido, pero no deja de traer consecuencias sobre su cabeza si obró con odio y salvajismo. (Isaías 1:15-16; Proverbios 11:21)
Los periodistas suelen averiguar casi todos los detalles concernientes al acto en sí. Quieren saber qué sucede, por qué sucede, para qué, cómo, dónde, quiénes están implicados, cuánto tiempo dura, etc. Pero al margen de quién tenga la razón, las consecuencias se dejarán notar, tal vez con un daño más grande para muchos de los involucrados. Cuando una muchedumbre enfurecida se alza, no se pueden prever los efectos ulteriores. Si hubo o no provocación, no cambia el resultado para cada uno. Si alguien perdiera un ojo como consecuencia de una pedrada anónima, ¿se pondría Dios del lado de quien arrojó la piedra, defendiéndolo, pensando que valió la pena que tomara partido?
Es cierto que los medios entrevistan a los protagonistas de la Historia, pero rara vez les preguntan: "¿De qué religión es usted?", o "¿a qué rebaño del Señor pertenece?", porque lo consideran irrelevante, impertinente y hasta discriminatorio. Pero ¿lo es? ¿Tendrá que ver de algún modo la religión en todo aquello? ¿En qué sentido?
Desde un punto de vista estrictamente pragmático se puede considerar sin lugar a dudas que la mayoría de las religiones están implicadas en el sentido de que, en todas las latitudes, épocas y civilizaciones, fueron las que por décadas y hasta siglos se arrogaron la responsabilidad de inculcar en los pueblos los valores más importantes, contribuyendo a la formación de su idiosincrasia. En otras palabras, se podría decir que la manera como la sociedad considera y respeta los valores en la actualidad, entre estos el trato al prójimo y el respeto por la propiedad ajena, pone de manifiesto el impacto ulterior que ha tenido la instrucción religiosa en el mundo, sea o no cristiana.
Alguien tal vez diga: "No fumo, no bebo, no robo ni miento, pero sería capaz de infligir daño a otro y hasta matarlo en nombre del Señor". La pregunta sería: "¿Qué Señor puede felicitarlo por pensar así? ¿Jesucristo?".
Es una cuestión de lógica simple. Si sembramos una semilla de trigo. Pasará algún tiempo y brotará y crecerá. La tierra fructificará por sí misma. Primero aparecerá el tallo, después la espiga, y, finalmente, un enorme grano en la espiga. Entonces, al ver el grano maduro, el cultivador meterá su hoz porque ha llegado el tiempo de cosechar. (Marcos 4:26-29) El apóstol Pablo se refirió a dicho principio biológico para ilustrar las consecuencias de todo lo que uno hace con su vida, diciendo: 'No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosechará lo que sembró'. (Gálatas 6:7)
Si las enseñanzas de una religión tienen base en la verdad, debería producir fruto que armonice con la verdad. Si ha sembrado amor, cosechará amor. Si enseña falsedades, producirá diferentes formas de engaño, como la mentira, el fraude y toda clase de maldad. Y si ha sembrado odio, cosechará diferentes manifestaciones de odio.
Observando la cosecha no quedan dudas del tipo de semilla que se sembró. ¿Cómo podemos estar tan seguros? Porque el maestro de maestros en el asunto de la verdad lo dijo así: "Todo árbol bueno produce buen fruto, pero todo árbol malo produce fruto malo. Un árbol bueno no produce un fruto malo, y un árbol malo no produce un fruto bueno." (Mateo 7:17) ¡Lógica simple y pragmática!
Por ejemplo, Jesús no se resistió a la autoridad cuando fueron a arrestarlo la última noche que pasó en libertad. ¿Por qué no hizo un milagro y evitó que lo llevaran? ¿Acaso fue justo que lo apresaran y juzgaran tan cruelmente? ¿Acaso no tenía razón al decir que la sociedad estaba siendo gobernada entre bastidores por el príncipe de este mundo? (Juan 12:31) Cuando el apóstol Pablo fue arrestado y conducido ante el César, no resistió a la autoridad. Si lo hubiera hecho, ¿hubiera podido predecir un buen resultado?
Es cierto que toda injusticia es condenable, y que todo acto injusto debe condenarse y evitarse, ya sea de parte de las autoridades o de los ciudadanos. Pero al final, ¿cómo debería uno manifestar su cristianismo? ¿Cómo debería proceder ante uno o más actos de injusticia? ¿Cuál debería ser su postura frente a lo que considera incorrecto? ¿Cuál fue el modelo que nos dejaron Jesús y sus apóstoles? ¿Contiene la Biblia recomendaciones que nos permitirían manifestar el cristianismo de una manera que no agrave los problemas, quizás resultando en más dolor y sufrimiento? (Romanos 13:1-7; Tito 3:1-3)
Así como en los tiempos de los apóstoles, que eran los encargados de recordar a todos el mensaje de Dios, hoy también las instituciones religiosas confiesan estar implicadas en decir a sus feligreses cuales son sus responsabilidades y deberes ante Dios. Porque afirman ser las encargadas de guiar a los pueblos en sentido espiritual. Y es cierto que la Biblia manda amar al prójimo. Pero se necesitan explicaciones que ayuden a hacerlo como Dios manda. De lo contrario, no se sabrá cómo proceder ante las diferentes situaciones que surjan en la vida cotidiana.
Si los padres de un niño no le enseñan a tratar a los demás y a interactuar socialmente (a tomar la iniciativa al saludar, a pedir las cosas por favor y dar gracias, a reconocer sus errores y disculparse, a mostrar interés sincero por los demás), crecen desadaptados y sin habilidades para las relaciones humanas, resultando en una grave desventaja para cuando crezcan y busquen trabajo Igualmente, si una institución religiosa no imparte la debida formación, el único resultado es que el rebaño se esparza y desparrame por todas partes, como ovejas sin pastor. Se meterán en muchos problemas por no entender lo básico. (Proverbios 1:10-19)
Si de repente ocurriera un terremoto, nos sentiríamos agradecidos de que alguien nos hubiera instruido en cuanto a qué hacer en tal circunstancia. Lo mismo podemos decir de un incendio o acto terrorista. Necesitamos que se nos diga cómo proceder y cuáles son nuestras opciones, deberes y derechos. Si no se nos explica nada, actuaremos por instinto y tal vez haremos cosas por las que después nos arrepentiríamos. La religión es la que debe impartir instrucción en cuanto a cómo amar al prójimo y a Dios.
Por ejemplo, Jesús no dijo que uno podía profesar el bien, luego tratar con violencia a su prójimo y después seguir profesando el bien, como si nada hubiera sucedido. Más bien, nos enseñó a ser consecuentes con nuestra profesión de cristianismo a fin de que no se nos considerara hipócritas, es decir, como aquellos que dicen pero no hacen. Si nadie nos explica las cosas elementales, actuaremos de cualquier manera, como nos influyan los demás.
Por eso es importante que nos detengamos a pensar y reflexionar seriamente en estas preguntas: "¿Qué religión tienen las personas que hacen desmanes, se pasan de la raya y ocasionan más daño que bien por reclamar sus legítimos derechos? ¿Dijeron Jesucristo o sus apóstoles que el odio estaría justificado en ciertas circunstancias? Si un estadio se llena con la gente religiosa de cierta comunidad, ¿de dónde salen los que después vociferan en las calles y manifiestan un comportamiento contrario al mensaje del Señor?". Definitivamente tienen que ser ellos mismos, o sus parientes.
No decimos que la injusticia sea aceptable, ni que uno no deba condolerse por el daño que sufren nuestros amigos. Tampoco decimos que unos tienen la razón y otros no. Pero Jesucristo, el fundador del cristianismo, dijo: "Por sus frutos los reconocerán", es decir, por sus acciones, por el resultado de su conducta. Y no se refería a un grupo en particular, sino a todos. Se trataba de un principio de observación del comportamiento en general.
Por ejemplo, si un taxista tiene que recoger a alguien en el aeropuerto pero no conoce a la persona, ¿no le pedirá por lo menos su nombre o un par de datos que le permitan identificarla, como el color de piel, una prenda de vestir característica o el tamaño de su equipaje? Igualmente, a los cristianos verdaderos se los reconocería por cierta característica particular que Jesús mencionó, algo que resultaría tan evidente como un tatuaje o marca en la frente. Este fue su mandato:
"Este nuevo mandamiento les dejo: Ámense unos a otros así como yo los he amado.
Si se aman unos a otros, todos reconocerán que ustedes son mis discípulos".
Si se aman unos a otros, todos reconocerán que ustedes son mis discípulos".
Juan 13:34-35
Notemos que no se trata de una pregunta irrelevante ni ridícula. ¡Es importantísima, por dos razones básicas! 1) Jesús dijo que su rebaño irradiaría amor como característica fundamental, lo contrario del odio, y 2) porque muchas personas sinceras quieren pertenecer al rebaño universal de Jesús pero a menudo se preguntan en oración: "Señor, ¿cuál es verdaderamente tu rebaño, para ir con él y servirte?", o "¿Dónde está tu rebaño, Señor, porque veo que en mi religión se hacen muchas cosas opuestas a tus mandatos y eso no me gusta?", o "¿Cómo puedo distinguir tu rebaño, Señor, entre tantos que dicen tener la verdad?". Veamos cómo.
Siendo que dicha señal espiritual sería tan importante para identificar el rebaño del Señor, como si fuera un documento de identidad, sería absurdo que no se reconociera fácilmente. Felizmente, Jesús indicó que sería una marca muy fácil de distinguir: "Ustedes son una luz para el mundo. Es imposible esconder una ciudad situada en lo alto de una montaña. Tampoco se enciende una lámpara para meterla en un cajón. Se la pone en una repisa para que alumbre a todos en la casa". Y añadió: "Hagan que su luz brille delante de todos, para que puedan ver su buenas obras y alaben al Padre que está en el cielo". (Mateo 5:14-16) ¿Qué era esa luz que brillaría en lo alto? No necesitamos buscar a un teólogo para entenderlo, porque Jesús mismo decodificó el simbolismo: "Buenas obras".
¿Diríamos que ciertos actos de violencia constituyen "buenas obras" a los ojos de Dios? Paradójicamente, muchos dirían que sí, señalando a que Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Pero eso sería malinterpretar las palabras del Señor. Jesús expulsó a los mercaderes del templo por amor a Dios (Juan 2:13-17), no arrojó piedras a los soldados romanos ni saqueó las tiendas del pueblo, ni incendió las mesas de los cambistas ni alzó a las multitudes en contra de Pilato. ¿Cómo lo sabemos? Porque ante las autoridades de Roma dijo: "Mi reino no es de este mundo. Si así fuera, mis seguidores habrían peleado para que los judíos no me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo." (Juan 18:10-11, 36) Está claro que Jesús no promovió ninguna revuelta.
Una cuestión de llevar una marca claramente visible
En Apocalipsis 13:18 se menciona una bestia que tiene una marca característica que todos podrían ver con facilidad, el número seiscientos sesenta y seis, y los que la tuvieran sufrirían la desaprobación de Dios. Y es interesante que el profeta Ezequiel mencionara en su profecía otra clase de marca, una que caracterizaría a quienes recibieran la bendición de Dios. (Ezequiel 9:4) Ambas marcas son diferentes, pero servirían para distinguir inequívocamente a quienes las llevaran. Entonces, ¿qué quiso dar a entender Jesús cuando dijo: "Por sus frutos los reconocerán"? Estaba refiriéndose a una marca o señal claramente visible.
Como hemos visto, especialmente se refería a los frutos, efectos o resultados que produciría el espíritu de Dios en la vida y obra de los verdaderos adoradores. (Juan 4:23-24) El principal fruto de los cuales constituía un mandamiento principal que él había enseñado a sus discípulos: "Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ustedes deben amarse los unos a los otros. Y de ese modo todos sabrán quienes son mis discípulos, si ustedes se aman los unos a los otros". (Juan 13:34-35)
¿Por qué dijo "de ese modo sabrán"? Porque siglos antes, el profeta Malaquías había anticipado que sería importante distinguir a unos de otros, cuando dijo: "Ustedes distinguirán a los buenos de los malos, y a los que sirven a Dios y a los que no le han servido". (Malaquías 3:18) Por eso Jesús indicó clara e inequívocamente que sus discípulos serían verdaderos adoradores, distinguiéndolos, por descarte, de los falsos adoradores. (Mateo 7:21-23) Y su luz, es decir, sus buenas obras, basadas en el amor, resplandecerían tan brillantemente como el sol. Solo un ciego espiritual se negaría a reconocerlas. (Mateo 6:23)
Por ejemplo, en un enfrentamiento violento suele haber dos o más bandos opuestos entre sí. Por un lado, la autoridad, y por otro, los reclamantes. ¿Qué respondería un representante de la autoridad si alguien le preguntara: "¿De qué religión es usted?", y ¿qué respondería un reclamante ante la misma pregunta. ¿Pasarían la prueba de la blancura, es decir, la que puso Jesús ante sus verdaderos discípulos? (Mateo 23:27-28) ¿Responderían: "Bueno, la mayoría de los que estamos aquí somos de la misma religión. Y lanzándonos piedras y disparando nuestras armas unos contra otros es nuestra manera de demostrarnos amor unos a otros?".
Y aunque Jesús no vino a convencer a todos, el hecho de no ser cristianos ni de tener una religión tampoco les da derecho a los demás de causar un impacto doloroso en sus comunidades. Existe un reconocimiento internacional de los derechos humanos. Incluso países enteros que no profesan el cristianismo sufren igualmente el mismo mal pandémico de la injusticia y la violencia.
Por lo tanto, la próxima vez que veas un enfrentamiento violento, pregúntate sinceramente: "¿A qué religión pertenecen?", y saca tus propias conclusiones respecto al dicho: "Por sus frutos los reconocerán". Tal vez nunca llegues a saber a qué religión pertenecía cada uno, pero habrás tenido más que un indicio sabiendo que el amor distinguiría a los discípulos de Jesucristo como si tuvieran una marca en la frente.
Cada religión, sea o no cristiana, deja -por decirlo así- una estela a su paso, una huella en la historia y una marca en la frente de sus feligreses debido a la cultura que las envuelve. Por ejemplo, desde el púlpito se predica el amor, y los feligreses o sus padres, o sus hijos, van al culto o al servicio todas las semanas, religiosamente. Se inclinan ante su Dios o besan objetos representativos, se golpean el pecho y hacen muchas oraciones y colectas. Pero cuando estalla un tumulto que deja un saldo de varios muertos y heridos, ¿nos preguntamos sinceramente de dónde salieron todas esas personas tan agresivas? ¿Vinieron de otro pueblo? ¿O acaso la mayoría no salió de entre ellos mismos, los que siempre iban al culto llevando sus ofrendas? Y lo más importante: ¿Quién responderá por toda la sangre derramada? (Génesis 9:6)
"Por sus frutos los reconocerán"
Mateo 7:20
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Mateo 7:20