¿Puede un cristiano ser gay?


IR AL ÍNDICE
___
Últimamente, se ven manifestaciones de todo tipo respecto a reclamos de toda clase.

Evidentemente diferentes sectores de la sociedad se muestran cada vez más que descontentos por las condiciones en que viven, por lo que creen que son leyes injustas y por el accionar de algunas autoridades corruptas.

Alzarse contra las autoridades para exigir modificaciones políticas se ha convertido casi en una rutina social. Uno de tales asuntos se relaciona con la manera como se interpreta la relación de pareja.

Conforme a la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Organización de Naciones Unidas definió que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como estamos de razón y conciencia, y que debemos comportarnos fraternalmente unos con otros.

Según se afirma, toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en dicha Declaración sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se debe hacer distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción depende una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

El mundo ha exigido absoluta autonomía y libertad de expresión 'como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en [dicha Declaración Universal], promuevan mediante la enseñanza y la educación, el respeto a [dichos] derechos y libertades, y aseguren, con medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación efectiva en toda la tierra, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción'.

De esa manera, la gran mayoría de los seres humanos ha definido claramente su posición en el marco democrático mediante su máximo representante en el mundo, la ONU, y no solo ante toda la humanidad, sino ante el Creador de los cielos y la tierra.

En otras palabras, la ONU, en representación de todos sus Estados miembros, le ha dicho a toda la humanidad y hasta a Dios mismo, cómo ven los seres humanos la justicia para todos los pueblos.

Por tanto, ningún ser humano ni institución ni país, debería despreciar a otro por tomar decisiones que sean contrarias a la manera de ser y/o pensar de otro. Por lo contrario, se esperaría que respetara lo que cada uno decidiera. Sin embargo y por ejemplo, se mantiene en pie la paradoja de que la eutanasia siga siendo un asunto controvertido, es decir, uno en el que no se suele respetar la decisión de la persona. Se dice que todos tienen derecho a vivir, pero pocos se atreven a hablar de la eutanasia como un derecho, es decir, el derecho a morir cuando uno lo desee. Si fuese posible, encerrarían en prisión a todos los suicidas.

Lógicamente, sabemos que, por principio, todo derecho tiene sus limitaciones, y que también existen responsabilidades. Por ejemplo, ningún tribunal de justicia aceptaría el argumento de un psicópata que defiende su derecho a ser diferente por medio de torturar y/o asesinar a otros, y que por tanto todos deberían respetar su modo de vivir. Desde su punto de vista, no estaría mal matar y torturar. Pero ¿qué hay de los derechos de sus víctimas? ¿Tendría o no esa persona derecho a exigir que se respete su libertad de expresión? Cualquier persona sensata respondería que no.

Muchos rasgos de lo que significa el respeto a los derechos de los demás seguirá siendo un asunto controvertido mientras no se llegue a un consenso acerca de lo que sería correcto o incorrecto. Si no hay un consenso, no se puede avanzar. Primero es el consenso, luego se avanza.

Por otro lado, hay que reconocer que, respecto a la orientación sexual de cada quién, no todos entienden ni respetan la Declaración de Derechos Humanos, y algo parecido puede decirse de la eutanasia. Si una persona decide que quiere poner fin a su vida, se la condena y reprende. "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona", pero no a su muerte, a esclavizarse o a su inseguridad. Si alguien voluntariamente quiere terminar con su vida, ¿tiene derecho a ello? Y si quiere hacerse esclavo de otra persona, ¿tiene derecho a ello? Y si se siente bien a la sombra de otra, porque le reporta seguridad, ¿tiene derecho a ello?

Entendemos que la esclavitud está prohibida en todas sus formas. Pero no se contempla que hay personas que voluntariamente desean ser esclavas de otra, como en el caso de un trabajador al que su amo le ha brindado la seguridad que necesitó para sentirse bien toda su vida, y quiere seguir siendo su trabajador hasta el día de su muerte.

Parece una idea descabellada. Estamos en el siglo 21. Pero, para no pocos, la esclavitud ha sido su forma de vida. Es el típico caso de una persona que trabajó durante muchos años para una familia que la cobijó y le dio todo lo necesario para sentirse bien. El día que la familia decide terminar su contrato, el trabajador les dice, acongojado, que no quiere irse porque siempre los consideró como su familia. Siempre trabajó para ellos con todo el corazón. Hubo respeto mutuo en todo momento, y se sintió bien mientras trabajó para ellos. No tuvo causa de queja. Pero ahora, ¿adónde irá? No imagina su vida trabajando para otros, viviendo por su cuenta y encarando una vejez en soledad. "¡Por favor, quiero seguir viviendo con ustedes, para ustedes y por ustedes -clama-, aunque no me paguen, porque ustedes han sido como mi familia! ¡No sabría adónde ir! ¡No sabría qué hacer con mi vida sin ustedes!"

¿Diríamos que esa persona se volvió loca? ¿No quiere más libertad? Unos dirían que sí,  otros, que no. En este caso, sencillamente desea vivir bajo un régimen de esclavitud porque se siente cómoda con ello. Nadie tiene por qué criticarla. Pero la Declaración Universal de Derechos Humanos no contempla esa figura en ningún lugar. Es cierto que en su artículo 5 dice que "nadie será sometido a tortura ni a pena o trato cruel, inhumano o degradante". Pero no estamos hablando de eso, sino de una relación contractual que funcionó de maravilla para ambas partes durante muchos años. Es un asunto de libertad de expresión.

¿Dios tiene derechos?

Por otro lado, algo interesante es que Dios también tiene derechos, y, nos guste o no, los ejerce en toda su amplitud en el universo, tanto en sentido físico como espiritual. De ahí la necesidad de muchos de quitar a Dios del cuadro por medio de difundir propaganda anti Dios y, por supuesto, anti Cristo. Porque si Dios no existe, entonces tampoco existe ninguna responsabilidad para con Él, lo cual significa poner a un lado absolutamente todos sus mandamientos y restricciones. ¡La utopía de la libertad absoluta!

Si quitamos a Dios del cuadro, estamos quitando sus mandamientos; al quitar sus mandamiento, quitamos todas las restricciones; al quitar las restricciones, ¿quién retendrá a alguien de hacer daño? Eso ocurría en muchos pueblos del tiempo de Moisés. Los gobernantes se fabricaban dioses a su medida, y ¿qué mejor que ellos mismos? Por eso eran bárbaros y crueles. 

¿Pero tendría sentido que alguien dijera, afirmara o proclamara que, a partir de hoy, la ley de gravedad ya no existirá, o que la ley de termodinámica es tan antigua que ha quedado obsoleta, o que los números ya no sirven para nada? La realidad, eso no va a suceder. Esas leyes se cumplirán sí o sí.

De manera similar, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, "toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa". No dice: "Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley de Dios y en juicio en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa".

Para muchos, Dios es solo un concepto en la mente del ser humano. Si en la estructura de su cerebro está el concepto Dios, se regirá por lo que considera que es Dios. Si en dicha estructura no existe el concepto Dios, no orientará su vida en torno a Dios. Y nadie tiene derecho de forzarlo en otro sentido. Es su libre albedrío.

Hasta se ha llegado a decir que el hombre inventó a Dios. De hecho, Friedrich Nietzsche dijo que "el hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza." Pero para otros se trata de un aspecto acerca del cual nunca se mencionó en conexión con el "Derecho", como si el Derecho de los seres humanos fuesen los únicos que importasen.

Por ejemplo, a menudo se habla de los extraterrestres como de seres a quienes nos gustaría contactar y conocer, con los cuales entablar amistad para aprender de ellos. Pero, si existieran,  ¿tendrían ellos derechos? Y en caso de que se los reconociéramos, ¿deberían regirse por la Declaración Universal de Derechos Humanos? ¿O les reconoceríamos el derecho a tener su propia declaración de Derechos Extraterrestres, demostrando así que nuestra declaración no es tan universal como pensamos? Y en caso de que los extraterrestres existieran y tuvieran otra clase de derechos, ¿realmente seríamos lo suficientemente modestos, hidalgos y capaces como para respetar sus derechos?

¿Y qué pasaría si esos supuestos extraterrestres tuvieran como derecho capturar, secuestrar y torturar a seres del universo que no fueran como ellos? ¿Aceptaríamos sus derechos?

A juzgar por la manera como se ha comportado la humanidad en los últimos milenios, seguramente diríamos que los extraterrestres debieran de regirse por nuestros derechos, no por los de ellos. ¿O diríamos que somos nosotros quienes deberíamos sujetarnos y regirnos por los derechos de ellos? Filosófica y francamente, parece un enredo, pero no lo es. Porque en caso de que existieran seres extraterrestres inteligentes, innegablemente tendrían derechos.

Por lo tanto, en vez de solo decir que se trata de un "ideal común por el que todos los pueblos y naciones de la Tierra deben esforzarse, a fin de que tanto individuos como instituciones, inspirándose constantemente en esa carta magna, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a dichos derechos y libertades, y aseguren, con medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplickación universal y efectiva, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de territorios bajo su jurisdicción", debería decir que es un "ideal común por el que todos los pueblos, naciones, planetas, sistemas solares y dimensiones universales debieran esforzarse, a fin de que tanto individuos como instituciones, inspirándose constantemente la carta magna, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a los derechos y libertades, y aseguren, con medidas progresivas de carácter nacional, internacional, interplanetario, interestelar e intergaláctico, su reconocimiento y aplicación universal y efectiva, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios, planetas, sistemas solares, galaxias y dimensiones desconocidas bajo su jurisdicción".

¿Suena ridículo? En realidad, cuando se habla del Derecho, no debe contemplarse únicamente el propio, sino el de los demás, y con mayor razón el del Creador del universo. Por ejemplo, ¿no has oído acerca del derecho de los animales*? ¡Por supuesto que el derecho es para todos, aunque el derecho de los animales sea, más bien, una seria responsabilidad abarcada implícitamente* en los derechos humanos.

Si "toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión" y "este derecho incluye la libertad de cambiar de religión y/o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia", entonces todos somos libres de pensar que también se deben respetar los derechos de los animales, aunque los animales mismos no hayan estructurado ningún código para proclamar o reclamar sus libertades. ¡Soy libre de pensar lo que me venga en gana! Si hasta los animales tienen derechos, ¡cuánto más los extraterrestres, aunque no los conozcamos!

Por otro lado, tengamos en cuenta que el Derecho Internacional indica que "el desconocimiento de la Ley no exime a uno de su cumplimiento". Y si así fuera, y Dios tuviera leyes, no estaríamos exceptuados de su cumplimiento aunque la ignoráramos, menos preciáramos o anuláramos.

En otras palabras, podríamos negar la existencia de la ley de gravedad, pero igual sufriríamos muchos accidentes.

Por eso. ¿podemos hablar del Derecho de Dios? Algunos defensores de la libertad se rasgarían las vestiduras y se contradirían a sí mismos negando tal premisa. Pero si lo hicieran, reconocerían tácita y dogmáticamente que la forma de pensar de los que sí creen en Dios no sería aceptable, cayendo en la intolerancia misma que condenan, contraviniendo la Declaración Universal de Derechos Humanos. A veces resultan ser más intolerantes aquellos que se quejan de la intolerancia.

¿Y qué tiene que ver todo esto con una persona gay? Que así como los gays luchan por lograr que los demás seres humanos reconozcan su derecho a pensar y vivir como prefieran, ellos también respetan implícitamente el derecho de quienes creen que Dios también tiene derechos. Negar tal premisa resultaría dogmático e inconcuso.

Si alguien deseara ser gay, es su derecho, y nadie tiene por qué obligar un cambio de opinión. Sin embargo, otros igualmente tienen derecho a no ser gays, y ningún gay tiene por qué forzar un cambio de postura. Decir que Dios no existe, que el hombre lo inventó o que las leyes de un supuesto Dios de la Biblia son ridículas u opresivas, es ofender la conciencia de quienes tienen derecho a pensar que Dios existe y tiene derechos. Y nadie tiene derecho de exigir un derecho si no comienza por respetar el derecho de los demás. En pocas palabras, es un argumento de doble vía.

Por lo tanto, desde el punto de vista de la Biblia, toda persona tiene el derecho de ser gay. Pero los gays no tienen ningún derecho de menospreciar ni ridiculizar a quienes no quieren ser gays. El respeto mutuo es la clave para enfocar y entender este asunto controvertido.

No es que la Biblia apruebe o desapruebe esto o aquello. Lo que está en el tapete es el derecho a la libre expresión de la sexualidad. ¿Hasta dónde llega ese derecho y quién puede determinarlo? ¿Puede alguien dar rienda suelta a su proclamada libertad y causar daño a otros amparándose en esos derechos? ¿Pueden medirse los daños a fin de prever los límites de dicha expresión de libertad?

Insistimos en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; derecho que incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia."

Pero ¿qué dice la Biblia al respecto?

La Biblia es un cierto modo una Declaración Universal del Derecho Divino. De hecho, dice: "La palabra de Dios es justa; fieles son todas sus obras. Dios ama la justicia y el derecho. La tierra está llena de su amor". (Salmos 33:4-5)

En ella se dice que así como el ser humano tiene derechos, Dios los tiene con mayor razón, tal como un hijo tiene derechos y su padre también. No se puede hablar de los derechos del niño solamente. También existen los derechos del padre, por decirlo así. Sería injusto que existieran los derechos del niño, pero no los del padre. "¿Acaso invalidarás mi justicia y me harás quedar mal para quedar bien tú?", según leemos en Job 40:8.

Se diría que estamos locos, pero no es así. Si vamos a hablar de derechos, sería totalmente injusto, egoísta y desequilibrado hablar solo de los nuestros, ¿verdad? Ya hemos visto que hasta los animales tienen derechos. ¡Con mayor razón los extraterrestres!

Jesucristo no era de este mundo

Los cristianos tenemos derecho a creer que Jesucristo tuvo una existencia anterior, es decir, que no era de este mundo pero vino al mundo mediante un nacimiento milagroso. Es decir, fue transferido a la tierra a fin de vivir entre nosotros. "La luz verdadera, la que alumbra a todos, vino al mundo. Él era la luz y estuvo en el mundo [...] pero el mundo no lo reconoció. Vino a los que eran suyos, pero no lo reconocieron". (Juan 1:9-11) “El Verbo vino a ser carne y habitó entre nosotros.” (Juan 1:14)

Él mismo lo dijo abiertamente en varias ocasiones: "Yo no soy de este mundo" (Juan 17:4). "Ustedes son de abajo, yo vengo de arriba. Ustedes son de este mundo; yo no." (Juan 8:23) Refiriéndose a sí mismo dijo: “Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo.” (Juan 3:13) “El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, es terrenal y habla de lo terrenal. El que viene del cielo está por encima de todos ” (Juan 3:31) Cuando "se acercaba la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre." (Juan 13:1)

Por tanto, no podemos decir que en su existencia anterior Jesús era terrestre como nosotros. Sin embargo, como todo ser vivo, tenía derechos, igual como los tenemos nosotros. Pero no se regía por derechos humanos, sino por derechos divinos, y lo dejó muy claro, al decir: "Mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino la del que me envió." (Juan 5:30) Lamentablemente, tales derechos no son tenidos en cuenta cuando las naciones se juntan para decidir lo que sería correcto o incorrecto, legal o ilegal, justo o injusto, conveniente o inconveniente. Por eso se denominan "Derechos Humanos".

La gran mayoría de personas que defienden los derechos humanos ni siquiera saben que existen los derechos divinos ni en qué consisten o cuáles son sus alcances. Llegan a la conclusión de lo que es correcto o incorrecto basándose enteramente en sus deseos personales o en la declaración de derechos humanos, sin tener conocimiento de que el Creador es quien está en mejor posición de decirnos lo que está bien o mal. Si queremos usar de manera óptima un automóvil, tenemos que seguir las instrucciones del fabricante. ¿No aplica el mismo principio cuando se trata de la vida del ser humano con respecto a su Creador?

Los cristianos, sin embargo, se rigen por la Biblia, un código de moralidad y derecho divino que contiene dichos de una elevada sabiduría. (Santiago 3:17-18) Afirma tener procedencia celestial y no solo ha sido respaldada vez tras vez por prodigios en los cielos y en la tierra, sino con profecías que se cumplen con total exactitud, a pesar de haber sido expresadas por cientos y hasta miles de años de antelación, algo que ningún ser humano hubiera podido producir jamás.

Por ejemplo, si bien es cierto de la Declaración Universal de Derechos Humanos definió que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y que dotados como estamos de razón y conciencia debemos comportarnos fraternalmente unos con otros, hay un detalle que destaca.

En cierta ocasión Jesucristo dijo: "Conocerán la verdad y la verdad los liberará". Pero después añadió: "Si el Hijo los libera serán verdaderamente libres". (Juan 8:32, 36) ¿Por qué tuvo que decirles que serían verdaderamente libres? 

Jesús estaba comentando sobre lo que sus detractores acababan de argumentar: 'Nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo nos dices que seremos liberados?  [...] Nuestro padre es Dios'. Pero en realidad se les estaba escapando un detalle que los haría realmente libres: que la verdad estaba en la palabra de Dios, no en las costumbres, la moda, las tradiciones, la cultura ni en los decretos humanos. 

En eso precisamente consiste la conversión, en depositar uno su confianza en la Palabra de Dios. No es que los cristianos desprecien las leyes que el hombre ha inventado. Al contrario, las respetan. El apóstol Pablo dijo: "Recuérdales a todos que deben mostrarse obedientes y sumisos ante los gobernantes y las autoridades, y que siempre deben estar dispuestos a hacer lo bueno y a no hablar mal de nadie, sino a buscar la paz y ser respetuosos, demostrando plena humildad en su trato con todo el mundo." (Tito 3:1-2) 

Pero se rigen por lo que consideran una ley superior. Y es solo cuando dicha ley entra en conflicto con la de los hombres que unos y otros inician lo que puede ir desde una leve discusión hasta una demanda ante un Tribunal Internacional de Derechos Humanos.

En el mundo existen fronteras, y las personas que no gustan del modo como se hacen las cosas en un país, tienen la opción de emigrar a otro y regirse por las leyes de ese país. Sin embargo, no será tan fácil como cambiar de canal. 

Por ejemplo, cuando uno ve televisión tiene la opción de presionar un botón del control remoto y apartar la vista y sus oídos de aquello que no quiere ver ni oír. Pero puede sufrir el bombardeo sistemático de la misma publicidad aquí y allá. Porque los publicistas estudian el mercado a fin de contratar espacios en los canales que, precisamente, ve esa clase de persona. Eso significa que, sin importar qué canal vea, tal vez encuentre la misma publicidad en otros canales.

Es cierto que también se pueden quitar o apagar las imágenes de la propaganda y la publicidad que no quiere ver. Pero los medios suelen impactar poderosamente con la primera imagen y el primer sonido de manera que la decisión de cambiar de canal, por rápida que sea, siempre ocurra después de haber recibido un adelanto penetrante. 

Saben que tarde o temprano uno podría ceder y querrá ver el contenido completo. Es una guerra para ingresar al subconsciente y ejercer un mayor control sobre las decisiones de compra. Aunque uno sea veloz como una mosca, por decirlo así, se encontrará cara a cara con un matamoscas.

La moda, la publicidad, la tradición, las costumbres, los paradigmas, los dogmas, los sueños, las teorías, las especulaciones, los chismes, las calumnias, las desgracias, los accidentes, las noticias, los destapes y la corrupción, por no decir el robo, la mentira, el abuso del poder y asesinato, toda esa influencia va minando la escala de valores que los padres o abuelos inculcan en sus hijos, y el índice dicotómico correcto/incorrecto va cediendo el control a lo que dictan los medios.  El consumidor termina completamente subyugado. Cuando uno menos lo piensa, su mentalidad ha sufrido una transformación total, por no decir letal.

En cambio, la ley de Dios se ha mantenido invariable milenio tras milenio. El concepto de lo correcto e incorrecto se ha cristalizado como un espejo. Podemos cambiar nuestra apariencia cuantas veces deseemos, pero el espejo seguirá siendo un espejo, reflejando exactamente lo que le mostremos. Y más que un espejo, la ley de Dios es como un espejo con rayos X, o mejor, como un tomógrafo, porque no se le escapa ningún detalle, por oculto que parezca.

La Biblia tiene la capacidad de ser como ese espejo. Refleja nuestra imagen a pesar de que modifiquemos nuestra apariencia. No es que quiera mostrarnos una imagen caprichosa. Tampoco nos muestra una imagen que no hemos puesto delante. 

Un espejo plano nos muestra exactamente lo que es real. Pero no solo vemos lo que es real, sino cualquier fantasía, falsedad, exageración, hipocresía o fingimiento que hay en nosotros.

Jesucristo se refirió en muchas ocasiones a sus detractores como hipócritas. Porque aunque sus dichos penetraban su mentalidad, seguían diciendo que no veían absolutamente nada malo en su proceder. Es más, afirmaban que veían perfectamente.

Por eso Jesús les dijo: "Si fueran ciegos, no serían culpables, pero como afirman que ven, su pecado permanece". (Juan 9:41) En otras palabras, no estaban lejos de la verdad ni del reino de Dios, pero tampoco estaban armonizando del todo con la voluntad de Dios. Les faltaba algo.

Por eso, cuando los cristianos reconocen en la palabra de Dios un instrumento legal de derechos humanos, no lo hacen por el hecho de que simplemente contenga un código moral, sino porque añade el magnífico componente de los recursos necesarios para lograr una adaptación paulatina y eficiente con respecto a dicho código.

En realidad, la Biblia es superior a una declaración de derechos humanos porque se podría decir que es un instrumento legal de derechos divinos, no humanos. 

Por ejemplo, cuando Jesús destaca el principio de amar al prójimo como a uno mismo, no está destacando un derecho humano, sino el derecho que Dios tiene a decirnos lo que es correcto, y el derecho que tiene a que le obedezcamos, lo cual resulta en un bien común y en nuestra propia felicidad.

Lamentablemente, muchos de los factores antes mencionados (moda, tradición, costumbres, paradigmas, dogmas, sueños, teorías, especulaciones) actúan como el colesterol en las arterias. Contribuyen al endurecimiento de la conciencia. Poco a poco, lo que antes se consideraba incorrecto comienza a considerarse correcto, de manera que al cabo de un tiempo lo correcto deja de ser lo que fue. ¡De un tiempo a esta parte, todo cambió!

Por ejemplo, la pandemia de 2020 puso al mundo de rodillas y sometió a la humanidad a presiones antes nunca experimentadas. La palabra "cambio" se difundió como jamás había sucedido, y muchos se vieron forzados a distanciarse, protegerse e improvisar soluciones. Nadie tenía un plan B. Ricos y pobres se reinventaron y le sacaron provecho a la desgracia.

Esa es la razón por la que a medida que pasan los años, los valores de la Biblia caen en desuso en la mentalidad de quienes abogan por una mentalidad liberada, y ocurre lo mismo que con una lengua que no se usa: Muere. ¿No has oído nunca la expresión: "Abajo la Biblia" o "Dios ha muerto"? En realidad, la Biblia ha muerto en la propia mentalidad de ellos. Ha dejado de ser su referente. Ha llegado a ser letra muerta. 

Esa es una de las muchas consecuencias de haberla mantenido fuera de sus vidas por tanto tiempo, mientras que por otro lado abrían los ojos y oídos a lo que ofrecía la publicidad, la propaganda, las noticias y los documentales. No se percataron de que tanto unos como otros solo les estaban ofreciendo aquello que coadyuvara a que vieran y oyeran lo que querían oír. 

Eso cumplió esta profecía de la Biblia: "Llegará un tiempo en que no tolerarán la doctrina sana, sino que, llevados por sus propias pasiones, se rodearán de maestros que les digan lo que quieren oír, y dejarán de escuchar la verdad, prefiriendo los mitos." (2 Timoteo 4:3-4)

Si arrojáramos una rana a una olla con agua caliente, probablemente saltaría afuera inmediatamente si no le ponemos una tapa. Pero si la metemos a una olla con agua fría y encendemos el fuego, le gustará y se irá acostumbrando poco a poco a temperaturas cada vez más altas, hasta cocinarse. Eso es lo que le ocurre a cualquier persona inteligente que no se percata de que el agua está entibiándose y calentándose. Primero le agrada, luego se adapta, entonces se adormece, finalmente cambia de composición. ¡Tenemos una rana sancochada! El proceso ha terminado. Pero ¿para qué? ¡Para que la sirvan en bandeja y se la coman, pues!

Por eso el apóstol Pablo dijo una vez:  "Me temo que, así como la serpiente engañó a Eva, los pensamientos de ustedes sean desviados del compromiso puro y sincero que asumieron con Cristo". ¿Cuál era el peligro de que sus pensamientos se desviaran? Que alguien viniera y les hablara de un Jesucristo distinto, o los contagiara con un espíritu malo, o les predicara un evangelio diferente del que habían recibido, y que lo toleraran fácilmente, es decir, que lo aceptaran con facilidad, como si fuera correcto. (2 Corintios 11:3-4)

Así es. La influencia constante del espíritu mundano y el ingrediente de un errado pastoreo espiritual de parte de los líderes religiosos, resultaría en el debilitamiento de las estructuras del pensamiento hasta el punto de derrumbar lo que antes fue una sólida escala de valores. Tal como un pesado puente de hierro puede venirse abajo si se deja que se oxide por falta de mantenimiento.

¿Y qué suele hacer un pueblo cuando se derrumba un puente? ¡Construye otro! Pero no como el anterior, sino diferente. El anterior es demolido. Solo queda el recuerdo. El nuevo no tiene nada que hacer con el anterior. Y las nuevas generaciones hasta dirán: "No conozco el puente anterior" o "Nunca imaginé que aquí hubo otro puente". Porque el puente anterior ya no existe.

Pero aunque podemos decir eso de un puente de fierro, no podemos decir lo mismo de la Biblia, un libro que ha trascendido todas las generaciones desde tiempos inmemoriales. Sus principios siguen vigentes. ¿A quién le gusta que le roben? ¿A quién le gusta que le mientan? ¿A quién le gusta que su esposa lo engañe? ¿A quién le gusta que asesinen a sus hijos, o a sus padres o a su cónyuge? ¿A quién no le gusta tener por lo menos un día de descanso a la semana? ¿A quién le gusta conversar con una estatua? ¿A quién no le gusta disfrutar de un rico pan caliente todos los días? ¡Los principios de la Biblia tratan precisamente de esas cosas, asuntos elementales que constituyen necesidades básicas del ser humano! 

Ni siquiera el sexo quedó fuera de cuadro. Cuando la Biblia habla de sexo, no es remilgada. Y aunque no considera al sexo como eje central de las decisiones, sí cubre cada rincón de las necesidades humanas. (Proverbios 5:19-21)

Quien diga que la Biblia es obsoleta, o que sus principios están anticuados, en realidad está mirando el espejo, pero negando la imagen que ve. Por ejemplo, la Biblia dice que la belleza, la juventud, la salud y la riqueza son tan pasajeros como el viento. Pronto nos volvemos feos, viejos, enfermos y pobres. ¿Y qué queda? El recuerdo. En cambio, la Biblia permanece vigente aunque nosotros muramos, y así ha sido por los siglos de los siglos. "La palabra de Dios es pura, como plata refinada, siete veces purificada en un crisol. Tú, Señor, la protegerás; tú siempre nos defenderás". (Salmos 12:6-7)

Lamentablemente, malas interpretaciones han causado que mucha gente llegue a desconfiar de ella y del Camino que ofrece, como dijo el apóstol Pedro: "Así como entre los judíos hubo falsos profetas, entre ustedes también surgirán falsos maestros que introducirán solapadamente ideas destructivas, llegando al extremo de negar al Señor que los rescató. Pero les acarreará destrucción. Y muchos imitarán sus prácticas vergonzosas, y por causa de ellos será difamado el camino de la verdad. La avaricia se los llevará, maestros los explotarán con palabras engañosas. Desde hace tiempo está preparada su condenación. Una destrucción les sobrevendrá". (2 Pedro 2:1-3)

Definitivamente se cumplió la profecía. Por culpa de falsos profetas y maestros de la Biblia, el camino de la verdad fue puesto por los suelos. Hoy en día mucha gente repudia la Biblia aunque ni siquiera la ha examinado a fondo para formarse una opinión equilibrada. Basta que oigan la palabra "Biblia" para ponerla a un lado sin haberle dado una oportunidad. ¿Por qué? Porque se han formado una opinión con base en la conducta corrupta de dichos líderes religiosos. 

Por las noticias se ha sabido de pseudos líderes espirituales de diferentes religiones que han sido llevados ante los tribunales por toda clase de crímenes contra la humanidad. ¡Todo eso ha minado el corazón de la gente, volviéndolo insensible a las buenas nuevas de Jesucristo! Jesús dijo una vez: “El corazón de este pueblo se ha hecho indispuesto a recibir, y con los oídos han oído sin responder.” (Mateo 13:15) Es decir, no reaccionan. Es como si tuvieran un callo en la conciencia. Podrían pisar un clavo sin sentir nada.

Pero no reaccionan ¿en qué sentido? ¡En ninguno! No hay forma de convencerlos ni persuadirlos de que los principios bíblicos son superiores y que están vigentes. No hay manera de provocarlos con el mensaje de salvación. ¿Que harán cuando llegue el fin predicho por Jesucristo en Mateo 24:14 y se cumpla todo lo que profetizó? Muchos comenzarán a pensar: "Pero ¿qué hice mal? ¡Estaba saliendo todo tan bien!". No tuvieron en cuenta que su corazón los había traicionado sutilmente. (Jeremías 17:9)

Tengamos en cuenta que la Biblia dice que la puerta del arca de Noé se cerró y selló siete días antes de que empezara el Diluvio. Cuando las aguas se desataron sobre la tierra habitada ya no hubo manera de ingresar. El arca se había mantenido abierta durante muchos años, y Noé invitaba a todos a entrar para salvarse. Pero no solo no quisieron ingresar, sino que lo ridiculizaron, suponiendo que la manera de vivir de Noé y su familia era incorrecta. ¿De qué sirvió reconocer su error cuando ya no pudieron dar marcha atrás?

¿Dar marcha atrás? ¡Ni soñando! Nadie tiene la menor intención de dar marcha atrás. "Retroceder nunca, rendirse jamás" es su filosofía. La decadencia de la humanidad en general no solo demuestra que la Biblia tenía razón, sino que, si uno no toma en cuenta a Dios, solo hay una consecuencia: Desastre. 

Por todas partes las noticias están gritando entre líneas que el mundo ha entrado en una etapa de declive en muchos sentidos, no solo en sentido moral. Pero nadie parece estar percatándose a tiempo de ello. Eso es exactamente lo que Jesucristo dijo que sucedería, no porque Dios lo quisiera, sino porque no quisieron hacer caso. (Mateo 24:37-40) 

Los pocos que lograrían darse cuenta estarían muy lejos del impacto final cuando llegara el último momento, cobijados bajo las alas del Todopoderoso, como en botes salvavidas que se alejan de un buque que se hunde.

No es tiempo de tomarlo con calma. No es tiempo de ponerse a dudar. No es tiempo de someter uno su vida a prueba para experimentar y ver qué pasa. No es tiempo de cuestionar a quien ya demostró mediante muchas pruebas y más allá de todo análisis que siempre tuvo razón, Jesucristo.

Es tiempo de hacer caso y reconocer que sabemos mucho menos que Dios, y que no tenemos ningún poder ni control para revertir por nosotros mismos la grave situación en la que la humanidad se ha metido.

Cualquiera que piense que sus propias normas son las que sobrevivirán, está pasando por alto el hecho de que la Biblia ya ha probado muchas veces que son sus principios los que sobrevivirán. Quien quiera discutirlo, está en su derecho. Quien quiera vivir al margen de lo que la Biblia sugiere, está en su derecho. Lo dice la Declaración de Derechos Humanos. Pero no se debe soslayar que el mensaje claro de la Biblia ha sido proclamado en todo en mundo durante siglos. (Marcos 13:10)

Entonces, ¿cuál es la respuesta?

Por lo tanto, ante la pregunta ¿puede una persona ser gay? La respuesta es: Sí. De poder, puede. Pero ¿sería correcto desde el punto de vista del Creador de todos los sistemas universales, aquel que tiene una comprobada sabiduría superior? ¿Puede un cristiano ser gay? El ser humano es capaz de ser y hacer casi todo lo que se proponga. Pero ¿acaso no acabamos de razonar que el mundo está como está porque el hombre siempre ha ejercido ese derecho a través de los milenios? 

Si se trata de poder, se pueden hacer muchas cosas. La pregunta no es si se puede, sino si sería correcto, si propende a ventaja y si es lícito desde el punto de vista de Dios.

A lo largo de su vida, Jesucristo nos dejó un modelo, una reflexión, una actitud, una postura, una interrogante, una solución y una respuesta en cada una de sus intervenciones. En las últimas horas antes de ser arrestado, se encomendó a Dios orando intensamente: "No sea como yo quiero, sino como tú quieres", mostrando claramente lo que pensaba acerca de lo que estaba por ocurrirle. Él prefirió morir por hacer lo que era correcto, no desde su perspectiva, sino de la de su Padre. 

Fue un modelo perfecto a seguir para cuando no supiéramos yqué hacer, qué decidir, cómo proceder, cómo resolver un problema, cómo enfrentar una situación complicada, cómo zanjar una diferencia, cómo entender lo que deberíamos hacer. (Mateo 26:39) "No como yo quiero, sino como tú quieres". 

Hoy es el rey glorioso del reino de Dios. Cuando venga su reino y se haga su voluntad en la tierra como en el cielo, podremos estar tranquilos de haber hecho lo que sabíamos que era correcto. Porque él dijo: "Mis amigos hacen lo que les mando". (Juan 15:14) ¿Y qué fue lo que mandó? Respetar la Palabra de Dios.

Dijo que había bajado del cielo para cumplir con la misión que su Padre le encomendó. Si la llevaba a cabo con éxito se convertiría en un rey espiritual, eterno y poderoso que ejercería toda autoridad en el cielo y en la tierra. (Lucas 1:32-33) Pero cuando estuvo en la tierra alguien le propuso algo muy diferente. Le dijo que, si aceptaba, lo convertiría en un gobernante que recibiría toda la gloria del mundo y su autoridad. ¡Y no tendría que morir ni dar su vida en sacrificio! (Lucas 4:6-7) 

Tenía dos opciones. Pero Jesús no tuvo que pensarlo. Conocía bien al enemigo y sabía que era un mentiroso. Simplemente no dio consideración a un cambio de opinión. Rechazó tajantemente la propuesta y siguió adelante, concentrado en la misión que tenía por delante. (Lucas 4-8)

¿Tenemos esa misma disposición para con Dios? ¿Somos de la clase que no da consideración a un cambio de opinión respecto a lo que es correcto e incorrecto? No negamos que una propuesta diferente podría parecer gratificante. Pero ¿quién está en mejor posición para decirnos lo que tendrá éxito aquí o allá? ¿No es Dios? Y ¿quién está en mejor posición para saber lo que nos deparará el futuro? ¿No es él? ¿Podríamos hacer algo por modificar la forma como Dios ve los asuntos a fin de que se conforme a nuestros deseos? ¿Quién debe adaptarse a quién? ¿Dios a nosotros, o nosotros a Dios?

Adán y Eva tuvieron la oportunidad de demostrar su amor a Dios, pero cambiaron de parecer y supusieron que haciendo las cosas de una manera diferente tendrían mejores perspectivas. Pero ¿lo lograron? El tentador les propuso un éxito rotundo y vida eterna. Les dijo: "No morirán". Pero murieron y todo resultó ser un fracaso rotundo.

Judas tal vez pensó que entregando a Jesús a sus enemigos obtendría grandes beneficios y tal vez un puesto prominente entre los gobernantes del país. Pero ¿lo logró? Si el Diablo se apareció a Jesús y le propuso la gloria del mundo y toda la autoridad sobre todos los reinos, ¿no crees que también pudo aparecerse ante Judas y proponerle lo mismo?

De modo que cualquiera puede proponernos toda la gloria del mundo, todos los placeres y todo el éxito. Pero ¿lo lograríamos? ¿Realmente creeríamos que haciendo las cosas a nuestra manera podríamos conseguir todo lo que nos propusiéramos? Si eso es lo que creemos, entonces solo es cuestión de tiempo hasta que nos enfrentemos a una gran verdad: "Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no ha cumplido siempre con lo que prometió ni llevó a cabo todo lo que se propuso?" (Números 23:19)

La única manera como uno puede alcanzar un éxito de verdad es obrando en armonía con el Creador del universo. Y él es el único que puede prometer algo y cumplirlo. ¿Cómo terminó Judas? Cualquier cosa que el Diablo le prometió fue solo una mentira. Y ¿cómo terminaron Adán, Eva, Caín y todos aquellos que obraron haciendo lo contrario de lo que Dios dijo? Cualquier cosa que el Diablo les prometió fueron solo mentiras. ¿Es tan difícil de procesarlo? Contradecir a Dios es ciertamente una empresa estéril.

Por eso, no es prudente pasar por alto el hecho de que Dios es amador del Derecho y que no fue por gusto que nos dio libre albedrío y todo el tiempo y la libertad para pensarlo bien. ¿A quién vas a creerle para decidir a quién quieres seguir como líder? ¿Qué esperanza de salvación te ofrecen quieres abrigan tus mismos deseos y metas para el futuro? ¿Tendrán ellos la capacidad de salvarse a sí mismos y salir incólumes cuando venga el fin? ¿Puede uno seguir con lo suyo sin prestar cuidadosa atención al mensaje de Jesucristo y sacarle ventaja?

Hebreos 2:1-4 dice: "Es necesario que prestemos más atención que nunca a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Porque si el mensaje anunciado por los ángeles tuvo validez, y toda transgresión y desobediencia recibió su justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande, salvación que fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron? ¿No ratificó Dios su testimonio acerca de esta con señales, prodigios, milagros y dones distribuidos por el espíritu santo de acuerdo con su voluntad?".

Muchas personas piensan que Dios acepta a todas las personas por igual, porque suponen que Dios se rige por la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la ONU. Pero ¿es así realmente? ¿Dios se rige por la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la ONU?   

En cuanto lo que verdaderamente es correcto e incorrecto, el profeta Miqueas una vez dijo: “Él te ha declarado lo que es bueno. Te ha dicho lo que espera de ti: Que practiques la justicia, que ames la misericordia y seas humilde ante Dios.” (Miqueas 6:8) Eso implica averiguar lo que Dios espera de nosotros y no hacer solo lo que nosotros queremos, basándonos solamente en nuestro conciencia, en nuestros deseos y ambiciones, los cuales han madurado bajo la influencia de un mundo que demostró haberse alejado de Dios.

Tengamos en cuenta que la Declaración Universal de Derechos Humanos no será el código por el que Dios juzgará a la humanidad, sino por las declaraciones basadas en el derecho divino que proclamado durante milenios por ángeles y profetas, y finalmente, por el Señor Jesucristo. Dios las hizo disponibles a la humanidad oportunamente mediante la Biblia.

Es cierto que muchos la consideran obsoleta, y otros, ni siquiera la tomarían en cuenta en sus decisiones. Pero ¿puede alguien llamarse cristiano y no hacer la voluntad de Dios tal como está expresada en su Palabra la Biblia? Si. Aunque muchos no lo comprendan, sí es posible que uno se llame cristiano y al mismo tiempo obre al margen de la voluntad de Dios. 

Jesús dijo: "No todos los que me dicen: “Señor, Señor”, entrarán en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Pero yo les responderé: 'Jamás los conocí'." (Mateo 7:21.23)

La respuesta depende de cómo se enfoque el tema

Por lo tanto, ante la pregunta: ¿Puede uno llamarse cristiano y ser gay? La respuesta es sí. Pero si la pregunta es: ¿Puede uno ser cristiano y al mismo tiempo ser gay? La respuesta específica la da el apóstol Pablo, maestro de naciones en el asunto de la fe, en el capítulo 1 de su epístola A Los Romanos. (1 Timoteo 2:7) 

Advertimos que su lectura puede herir la sensibilidad del lector, especialmente si no tiene en cuenta el contexto, ya que, aunque hoy las leyes en cada vez más países enfatizan una postura tolerante, en el pasado algunos de los pecados allí mencionados se castigaban con la pena capital. 

Nosotros no hemos escrito la Biblia, tampoco cuestionamos que sea Palabra de Dios, ni mucho menos afirmamos que, como los tiempos han cambiado, deba ser modificada para adaptarla a la modernidad. Menos aún forzamos a alguien a pensar o a vivir de acuerdo con ella. De hecho, aquí no estamos diciéndote lo que debes pensar o decidir respecto a tus asuntos personales, ya se trate de esta pregunta o de cualquier otra.

Pero reconocemos que, ya que la Biblia contiene condiciones, leyes, preceptos y compromisos, toda persona que desee hacerse cristiana debe examinarla a fondo antes de tomar una decisión al respecto, para ver si lo que dice concuerda con lo que uno estaría dispuesto a sacrificar por conformarse a ella. Esas dos opciones se pueden leer en Deuteronomio 30:19-20.

Si lo que la Biblia enseña no es del agrado de alguien, no tiene por qué considerarla como su guía. Es su derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pero la cuestión no es si algo nos agrada o no, sino si sería correcto o no desde el punto de vista de Dios. ¿Acaso a Jesús le agradó todo por lo que le hicieron pasar los que lo arrestaron? Sin embargo, se mantuvo firme en sus principios porque su deseo de agradar a su Padre fue más fuerte que el deseo de agrandarse a sí mismo.

Por eso, el que nuestros pensamientos difieran no invalida su contenido. Dios está al tanto de que, leyendo el mismo texto, dos o más personas pueden llegar a conclusiones muy diferentes. Pero preguntamos con franqueza: "¿Quién debe adaptarse a quién? ¿Dios a nosotros, o nosotros a Dios? ¿Es todo lo que importa lo que nos gustaría ser o hacer?"

Tal como no podemos invalidar la ley de gravedad ni ninguna ley física ni biológica, porque el universo se rige por leyes matemáticas sofisticadas y principios inmutables que giran al margen de nuestros deseos, Dios también tiene normas justas para que la humanidad se rija por ellas valiéndose del libre albedrío. Es con esa ley como base que Dios tomará una decisión respecto al mundo. Y la palabra de Cristo ya ha sido ampliamente difundida en todas las naciones. (Romanos 10:18) Si hubo países donde no se difundió más, tal vez fue porque sus habitantes o sus autoridades la rechazaron tajantemente.

La ley de gravedad nos ha servido desde el principio de los tiempos. No tenemos nada contra ella, ni ninguna intención de maldecirla. Les encanta a los deportistas de ski, skateboard, scooter, caza, montañismo, bicicleta, etc. Y hay otras leyes que sirven a otros propósitos, como la fuerza centrípeta, la termodinámica, etc. No las mal decimos. Procuramos convivir con ellas en sujeción a sus principios.

De hecho, no nos imaginamos la vida sin la ley de gravedad. No podríamos sentarnos a tomar una comida sin que nosotros y nuestros alimentos saliéramos flotando por los aires. Y lo mismo podríamos decir de todas las leyes que existen. 

¿Por qué tendríamos entonces que pensar que las leyes morales que Dios estableció están equivocadas? ¿No sería más bien cuestión de analizarlas y ver por qué no querríamos adecuarnos a ellas y ser más felices? ¿Por qué el Covid-19 se propagó tan rápido? Porque muchos pasaron por alto principios morales relacionados con el respeto hacia los demás, hacia la ley y los reglamentos.

Los falsificadores y estafadores pasan por alto el principio de la honradez. Los inmundos pasan por alto el principio del orden y la limpieza. Los incumplidos pasan por alto el principio de la puntualidad y cumplimiento, etc.

Si todo en el universo funciona como un reloj gracias a leyes gravitacionales establecidas por el Creador, por ejemplo, el Sol, la Luna y las estrellas se mueven con precisión y hasta podemos idear calendarios sofisticados con base en tal exactitud, confiando en que no fallarán, ¿por qué pensar que Dios se equivocó al establecer sus leyes morales? 

Podemos abrir y cerrar nuestras ventanas, y podemos o no ponernos gafas de sol. Podemos usar una sombrilla o un paraguas. Pero no podemos apagar la luz del sol ni impedir que llueva. La vegetación crece, los animalitos de multiplican, las olas del mar terminan en la orilla, los ríos bajan al mar, el vapor sube hasta las nubes, etc. 

¿Acaso alguna vez se nos ha ocurrido que el Sol, la Luna y las estrellas deberían adaptarse a nosotros? Los seres humanos somos como partículas de polvo en el universo. No tenemos ninguna injerencia en los movimientos de rotación y traslación de los cuerpos celestes. 

Entonces, ¿por qué pensar que las leyes morales de Dios deberían adaptarse a nosotros? ¿No deberíamos más bien analizar mejor el punto de vista que Él tuvo al crear todo, y sincronizar con el universo? Si nos burlarnos de la ley de gravedad, lo pagaremos caro. ¿Por qué no habríamos de pagarlo caro igualmente si robamos, mentimos, estafamos y le faltamos el respeto al prójimo de otras maneras?

Comprendemos que los que no creen en la existencia de Dios, o los que siempre cuestionan lo que dice la Biblia, tal vez no leerían este artículo con aprobación y complacencia. Quizás hasta nos maldecirían o nos considerarían cavernícolas que no entienden que el mundo ha evolucionado. 

Pero aun si les diéramos el beneficio de la duda, la evolución misma, como la entendemos, no sería factible si no existieran las leyes naturales conocidas. ¡Porque hasta la evolución se basa en principios que los científicos reconocen sin ambages! 

Si imaginamos un mundo donde nadie cree en Dios, ¿creemos que no surgiría una élite poderosa que implantaría leyes y castigaría a los infractores? ¡Por supuesto que implantaría leyes! Actualmente hay países ateos, zonas de la tierra donde la mayoría no cree en Dios. ¿Acaso no tienen leyes? Son lugares que demuestran que no se puede vivir sin leyes. ¡Es imposible!

No estamos haciendo un esfuerzo por convencerte de nada. Lo único que hacemos es razonar a partir textos bíblicos interesantes y responder la pregunta lo mejor que podemos, basándonos en lo que entendemos, para que comprendas bien por qué pensamos como pensamos. (Juan 3:11; 1 Corintios 4:6) Lo que hagas con dicha información es de tu entera responsabilidad. No te criticamos.

Respetamos tu postura sin importar cuál sea. Si hay una sugerencia que podríamos darte, sería que hagas una oración sincera, leas los pasajes de la Biblia mencionados y reflexiones con base en lo que entiendes que sería correcto hacer.

Pero Jesús, que para nosotros es nuestro líder y un sabio instructor, dijo: “Si alguno oye mis palabras, pero no las obedece, no seré yo quien lo juzgue; porque no vine a juzgar al mundo sino a salvarlo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue. La palabra que he proclamado lo juzgará en el día final. Porque no he hablado por mi propia cuenta. El Padre que me envió es quien me ordenó qué decir y cómo decirlo. Y sé muy bien que su mandato lleva a la vida eterna. Así que todo lo que les he dicho es solo lo que el Padre me ordenó decirles.” (Juan 12:47-50) 

¿Notaste? "Todo lo que les he dicho es solo lo que el Padre me ordenó decirles". Es el Padre quien nos dice mediante su Hijo Jesucristo que obedezcamos lo que dicen las Escrituras, las mismas que él usó para su propia instrucción personal. (Juan 5:39)

Por esa razón nosotros no podemos juzgarte por lo que nos preguntes ni por tus respuestas, ni por lo que nos digas, ni por tu apariencia, ni por tus deseos, ni por tu actitud, ni por lo que piensas,  ni por tus decisiones ni por lo que has luchado en todos estos años. 

Creemos que Jesús está en el cielo y siente compasión por todos nosotros, sabiendo que hemos vivido por milenios bajo la tiranía del Diablo, que se viste como un ángel de luz para aproximarse disimuladamente a cada uno, como aquella joven que viene con una sonrisa y una bandeja para ofrecernos toda clase de ricos tentempiés, y proponernos cosas aparentemente más agradables que las que Dios ofrece.

¿Crees que el Diablo hubiera tenido éxito con Eva o con Judas si se hubiera vestido con una túnica negra y tenebrosa, usando una voz profunda e intimidante? ¡De ninguna manera! Hubieran salido corriendo. Eso solo se ve en las películas. Él seguramente se vistió con el ropaje de un ángel de luz y habló con una voz seductora a fin de deslumbrarlos. Pero no engañó a Jesús, quien le dijo: "¡Vete, Satanás! Porque está escrito: 'Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.' Fue cuando el Diablo lo dejó y unos ángeles acudieron a servir a Jesús". (Mateo 4:10-11)

¿Notaste que Jesús citó de las Escrituras para contrarrestar el ataque? Se apegó a la Palabra de Dios, en la cual se leía el mandamiento que dice: 'Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.' (Deuteronomio 10:20) 

Jesús no cambió de bando para agradarse a sí mismo ni a sus amigos, tampoco para complacer al ángel que se le había aparecido. Además, en su existencia anterior, es decir, antes de venir del cielo, Jesús conoció al Diablo cara a cara, cuando todavía no había llegado el tiempo señalado para que fuera expulsado del cielo. No era un personaje nuevo para él.

Sin embargo, quizás algunos digan: "Jesús nunca habló de la condición gay. Jesús amó a todas las personas por igual". Es cierto que Jesús amó intensamente a las personas, "porque estaban agobiadas y desamparadas como ovejas sin pastor". (Mateo 9:36) De hecho, entregó su vida por ellas. Pero un detalle se les escapa.

Por ejemplo, se dice que cuando Jesús perdonó a cierta mujer sorprendida en adulterio, también le impuso esta condición: "No vuelvas a pecar". (Juan 8:1-11) Pero este registro es controvertido, en el sentido de que no todos los expertos están de acuerdo que pertenezca al evangelio de Juan, y por eso no aparece en todas las versiones de la Biblia. 

Válido o no, con esas palabras queda claro que, aunque ella fue perdonada por sus cobardes captores, los cuales se retiraron cada uno a lo suyo, se destaca el punto de vista de Jesús. Él sabía que para recibir el verdadero perdón y la misericordia de Dios, cualquier persona tiene que lamentar lo que hizo y abandonar definitivamente cualquier motivación a pasar por alto la ley de Dios. (Éxodo 20:14; Juan 5:14) 

De otro modo, aunque hubiera sido perdonada en ese momento, podía recaer. Ella tenía que detenerse, reflexionar en su proceder y empezar a hacer bien las cosas de allí en adelante. (Romanos 6:1-2) A eso se refirió el apóstol Pablo en 1 Corintios 6:9-11 cuando trató el tema del sexo.

Es cierto que Jesús no dio muchos detalles. Pero sí dio instrucciones a sus apóstoles en cuanto a qué enseñarían después de su partida. La enseñanza de los apóstoles debía tenerse en cuenta. Jesús dijo, refiriéndose a quienes verdaderamente pondrían fe en él: "Si alguien escucha mis palabras, pero no las obedece, no seré yo quien lo juzgue". ¿Estaba lavándose las manos, como Pilato? ¡No! Hablaba de las consecuencias que les sobrevendrían a los que no tomaran en serio sus palabras. De hecho, años después, tanto  el templo como todo el sistema de cosas judío fue destruido por los romanos. Se cumplió lo que él había advertido.

"El espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, les instruirá en todas las cosas y les hará recordar todo lo que les dije". (Juan 14:26) Los escritos que dejaron los apóstoles constituyeron un valioso tesoro para todos los seguidores de Cristo que se conviertieran en el futuro. Los consideró como un factor fundamental del espejo figurado que mencionamos antes. La Palabra de Dios incluye las epístolas apostólicas del canon bíblico, las cuales también debemos considerar como un espejo. ¿Y cuál es el resultado de hacer la voluntad de Dios? ¿Tristeza, dolor, congoja y sufrimiento? No. El resultado final de obedecer a Dios es todo lo contrario.

"No se contenten sólo con oír la palabra. Porque se engañarían a ustedes mismos. Pónganla en práctica. El que oye la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira en un espejo y, después se va, olvidando cómo se veía. Pero el que se fija atentamente en la ley perfecta que da la verdadera libertad, y persevera en ella, no olvida lo que ha oído, sino la pone en práctica, recibiendo bendiciones por ello." (Santiago 1:22-25)

Lo que Dios quiere y lo que la humanidad quiere

Por lo que leemos en la Biblia, Jesús fue un hombre que hizo el bien, ayudó a las personas a pensar con esperanza en un futuro mejor, curó a los enfermos y hasta resucitó a los muertos. Definitivamente, carismático. Los niños se sentían bien en su presencia, lo cual da testimonio de su carácter amable y abordable, y los adultos disfrutaban de seguirlo a todas partes para oír su enseñanza. ¿Por qué lo asesinaron tan cruelmente, incluso liberando a un criminal a cambio? No tiene sentido. No concuerda. Hay algo que no encaja. ¿Puede la humanidad ser tan paradójica? Sí.

A pesar de que parezca exagerado, a ese grado puede llegar la humanidad en su deseo de suprimir a cualquiera que no se amolde a su mundo. Jesús no era parte del mundo. No lo condenó, pero quiso salvarlo. Tampoco se mezcló en su política, en su falsa espiritualidad ni en su ambición egoísta. Definitivamente era una persona fuera de serie. Nos mostró que lo que Dios quiere y lo que la humanidad quiere son incompatibles. No obstante, lo que la humanidad quiere, ya ha tenido suficiente tiempo para conseguirlo. ¿Y qué ha logrado? ¡Lo que vemos en las noticias todas las noches y en todos los medios! Eso ha logrado.

En otras palabras: Dios espera que hagamos lo que es correcto desde Su punto de vista, no desde el nuestro. Al margen de si uno cree que sería correcto o no ser gay, lo que uno elija es importante, y Dios respetará lo que decidamos. Pero también nos advierte, mediante la Biblia, que primero miremos con cuidado en Su espejo, es decir, antes de tomar cualquier decisión importante en la vida, preguntándonos individualmente con honradez y humildad: "¿Es esto lo que realmente quieres de mí?". Porque si estamos en lo cierto, cosecharemos una enorme felicidad, pero si nos equivocamos, nos vendrá una gran desilusión. Porque Dios permite que la humanidad se equivoque. Además, la libertad de elección es la base fundamental de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Solo que Dios no quiere que al final te desilusiones, sino que seas una persona verdaderamente feliz.

Tu inquietud se refiere a un asunto no solo controvertido, sino muy delicado. Tu pregunta es importante, y la respuesta no puede ser menos. Pero nosotros no somos jueces para determinar lo que es bueno y lo que es malo para ti, o lo que sería correcto o incorrecto, o quién se va al cielo y quién no. Solo somos portadores de las buenas nuevas y aclaramos algunos conceptos que tal vez parezcan difíciles de entender. Porque consideramos que tomar decisiones en estos tiempos, en cualquier campo de la actividad humana, puede trascender y resultar en un asunto de vida o muerte, de placer o sufrimiento. Sentimos que es nuestro deber advertirte que con tu propia respuesta sembrarás hoy lo que cosecharás cuando llegue el fin, y en aquel tiempo no habrá marcha atrás ni reconsideraciones de ninguna clase. Tu oportunidad para responder ante Dios es en este tiempo. (Mateo 7:21-23; Gálatas 6:7-9)

No negamos que cuando muchas personas piensan de manera semejante comienza a parecer que todos tienen razón. Eso es lo que ocurre, por ejemplo, en una concentración de un partido político. Todos saltan, gritan y alaban al candidato y se cargan con la motivación que ocurre en el lugar. Pero ¿ganará? Aun si ganara, ¿seguirán todos contentos cuando comiencen a estrellarse contra la realidad y quieran derrocar a su líder por ineficiente, que es lo que comúnmente sucede?

El punto no es tener la conciencia tranquila ni limpia a nuestros propios ojos, sino ante los ojos de Aquel que nos la dio. El libre albedrío no es un juguete ni una excusa para hacer todo lo que agrade a nuestros sentidos o emociones. Ni la cantidad de gente que apoye a un sector de la sociedad, ni la publicidad, la propaganda, la moda, la tradición, la costumbre ni la modernidad son factores que determinen una verdad. Para los cristianos, la verdad está en Cristo, y Cristo dijo: "Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres [...] Tu palabra es la verdad". (Juan 8:32; 17:17)

Dios nos puso límites definidos y claramente establecidos a fin de que disfrutemos de la plena libertad de decidir lo que queramos, y que de esa manera le demostremos que aceptamos su autoridad sobre nosotros. Pero el enemigo de Dios quiere que traspasemos esos límites, tal como hizo con Adán y Eva y otros que se dejaron engañar por él.

De nada sirve que realicemos todas las acciones que se nos ocurran con la finalidad de justificar nuestros actos, sin importar de qué asunto se trate. El espejo de Dios permanecerá brillante aunque modifiquemos nuestra apariencia una y mil veces. El espejo seguirá reflejando la imagen que le pongamos enfrente. ¿Y qué imagen quiere Dios que nos esforcemos por reflejar? La imagen de Dios, por supuesto.

No es que hayamos querido valernos de muchas palabras para envolverte ni aburrirte. Solo hemos querido ser lo más comprensivos y responder a tu pregunta con la mayor amplitud y consideración, ya que tu pregunta demuestra que buscas una base ancha para tomar tus propias decisiones.

No queremos que te queden dudas respecto a lo que pensamos, pero tampoco queremos que nuestra posición te resulte desagradable ni antagónica. Porque no somos homofóbicos ni justificamos la homofobia.  Simplemente tenemos una postura, como cualquiera, y la expresamos de la manera más respetuosa posible. (Hechos de los Apóstoles 20:25:26) Te deseamos lo mejor.

Cualquier esfuerzo que hagas por comprender por qué Dios inspiró la Biblia de cierta manera y no de otra, recibirá una recompensa que te servirá para reconocer su bendición sobre ti. Pero si simplemente volteas la página y sigues con lo tuyo sin investigar más profundamente, para comprenderlo y ayudar a otros, será bajo tu propia responsabilidad. En todo caso:

"Mantén tu convicción entre Dios y tú.
Dichoso es aquel a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace."

Romanos 14:22


Lectura sugerida: Salmos 19.























. . .