¿Puedo preguntar?

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"Usted tiene todo el derecho de hacer
todas las preguntas que desee sobre su salud."

¡Por supuesto que puedes preguntar todo lo que necesites saber! Si tienes derecho a preguntarle a tu médico todo lo relacionado con tu salud física, ten por seguro de que es más importante preguntar a tus líderes religiosos acerca de todo aquello que afecta tu salud espiritual y tu relación con Dios.

Si uno se da cuenta de que su médico no está dispuesto a responder a todas sus preguntas, ¿qué hace? Suele buscar a otro que muestre mejor disposición. Y aunque nos conteste, tenemos todo el derecho de buscar una segunda, tercera y cuarta opinión.

Por ejemplo, cierta mujer consultó con su médico, un especialista en cáncer porque su madre y padre habían fallecido de cáncer, también dos tías y dos primas. El resultado de los análisis arrojaron indicios que hicieron que el médico le dijera: "Con estos resultados y sus antecedentes familiares, evidentemente pertenece al grupo de alto riesgo". 

Le sugirió considerar una cirugía radical de senos y ovarios. Hasta le propuso la fecha. Pero ella respondió: "Entiendo lo que dice, y no se incomode, pero soy una mujer que toma decisiones bien informadas. Con lo que usted me ha dicho, buscaré una segunda y una tercera opinión a fin de estar muy segura, y entonces tomaré una decisión". El médico no pudo ocultar su incomodidad, y le dijo en tono de amenaza, como lavándose las manos: "El riesgo lo corre usted".

Ella visitó a un oncólogo diferente, en otro hospital, y este le dijo: "Mmmm, yo sería de la misma opinión, pero que me lo diga un genetista". Entonces ella visitó a un experto en genética, quien después de hacerle muchas preguntas, en pocos minutos armó su árbol genealógico y le dijo categóricamente: "Usted no es de alto riesgo. Tiene tanto riesgo como cualquier mujer. Las que sí son de alto riesgo son sus primas Fulana y Mengana. Le sugiero que las llame cuanto antes y les diga lo que hemos conversado."

Con esa información, fue aún más cauta y consultó con otros expertos. Unos opinaban que debían realizar una biopsia a fin de salir de dudas, y otros decían que las manchitas en sus placas eran cicatrices de una biopsia antigua. Pero finalmente, un eminente oncólogo analizó toda la información y le aseguró que no era de alto riesgo y que ni siguiera veía razón para exigir una nueva biopsia. 

Le dio una  explicación tan amplia que le iluminó el camino más que los anteriores. ¿Por qué habían surgido tantas diferentes opiniones? Debido a la cicatriz de la biopsia antigua. Todos se habían confundido. Entonces, ella armó el rompecabezas y finalmente pudo tomar una decisión informada. 

Pasaron muchos años en que no se le manifestó ningún cáncer. Ella dijo: "Si algún día se justificara, no dudaría en ir a cirugía. Pero ¿por qué hacerlo si no es realmente necesario?".

¿Que opinas de una persona así? ¿Dirías que fue terca, que perdió tiempo o se arriesgó innecesariamente? ¿O pensarías que hasta el mejor científico podría estar equivocado por promover sus métodos favoritos, y que la mujer hizo bien buscando otras opiniones para asegurarse de todo antes de tomar una decisión? (1 Tes 5:21)

Ella nunca supo si la intención del primer médico de efectuar la cirugía se basaba en falta de conocimiento o ineptitud, o si solo era un intento de manipularla para sacar ganancia injusta. Pero su necesidad de obtener respuestas profesionales y acertadas dio un buen fruto en la forma de paz mental y seguridad en sí misma, ¡Se salvó no solo de una cirugía innecesaria, sino de un tremendo gasto por haber caído probablemente en las garras de un médico inescrupuloso.

¿Cuál es la lección? Que toda pregunta sincera merece una respuesta clara, porque no es otra cosa que el reflejo de un evidente vacío de información en la mente y el corazón. Cada vez que haces una pregunta sincera y recibes la respuesta correcta, añades información a los planos o mapas de ideas que hay en tus pensamientos, los cuales amplían tu panorama y mejoran tu perspectiva a fin de entender otras cosas y poder arribar a mejores decisiones.

Lamentablemente, habrá preguntas que solo despierten más preguntas. Pero hay que hacerlas. Y aunque a veces pareciera convertirse en una cadena interminable de interrogantes, siempre llega el momento en que cosechas una gran satisfacción y dejas de preguntar. 

Lógicamente, si la información es incorrecta, tarde o temprano notarás que el vacío volverá a manifestarse. Pero si es correcta, el vacío desaparecerá para siempre, como le ocurrió a la patraña de que "una cigüeña trae de París a todos los recién nacidos". (Juan 4:14; 2 Timoteo 3:6-7)

Lógicamente, si tus preguntas no tienen el propósito de aprender, sino de satisfacer una curiosidad, darle vueltas y vueltas a una evidencia clara, o aplazar indefinidamente una decisión de involucrarte más, es decir, de comprometerte realmente con Dios, como, por ejemplo, pedir tu bautismo, no esperes recibir una respuesta que te satisfaga. Esa clase de preguntas nunca satisface, tampoco a quien le preguntes. (Proverbios 29:192 Timoteo 2:23; 3:7; Santiago 1:5-8)

Bueno, el primero que nos invita a hacerle preguntas es Dios mismo. Varias veces en la Biblia dice: "Pregunta, por favor". Pero como Dios está en los cielos y es alguien muy superior, tal vez no se te ocurra qué preguntarle. Por eso, Él no solo invita a uno a preguntarle, sino que ayuda con sugerencias en cuanto a qué preguntar, como en Deuteronomio 4:32-36, cuando dice a su pueblo: "Pregunta por los tiempos del pasado, que fueron antes que tú, desde el día en que Dios creó al ser humano en la tierra, e investiga desde un extremo hasta el otro del cielo. ¿Has visto algo tan grandioso? ¿O has oído alguna vez acerca de algo semejante? ¿Qué pueblo ha oído a Dios hablarle en medio del fuego, como lo has oído tú, y ha vivido para contarlo? ¿O qué Dios intentó entrar a una nación y tomarla para sí mediante pruebas, señales, milagros, guerras, actos portentosos y gran despliegue de fuerza y de poder, como Yavé tu Dios lo hizo por ti en Egipto, ante tus propios ojos? A ti te mostré todo aquello para que supieras que Yavé es Dios, y que no hay otro fuera de él. Desde el cielo te permitió escuchar su voz, para instruirte, y en la tierra te permitió ver su gran fuego, desde el cual te habló".

También anima a preguntar, en Deuteronomio 32:7: "Recuerda los días de antaño. Ten en cuenta las épocas del remoto pasado. Pregúntale a tu padre y que te lo diga, y a los ancianos, que te lo expliquen". Y en Job 8:8 dice: "Pregunta, por favor, a la generación anterior, y dirige tu atención a las cosas que los padres de ellos investigaron". Hasta nos anima a preguntar a los animales, a los pájaros, a los peces y a la tierra, diciendo: "Pregunta a los animales, y ellos te darán una lección. Pregunta a las aves del cielo, y ellas te lo contarán. Pregunta a la tierra, y ella te enseñará, a los peces del mar, y ellos te lo dirán. ¿Quién de todos ellos no sabe que la mano de Jehová ha hecho todo? En sus manos está la vida de todo ser vivo, y el aliento que anima a todos los seres humanos".

¿Y no es verdad que cuando vemos un documental sobre la naturaleza en National Geographic, en Discovery Channel y otros canales de televisión, nos quedamos pasmados de ver tan extraordinarias obras de Dios. No podemos menos que exclamar: "¡Increíble!".

¿Y cómo reaccionaba Jesús cuando sus discípulos le hacían preguntas profundas? No los desalentaba de preguntar ni los hacía sentir incómodos diciéndoles que no tenían fe por haberlo abordado con una consulta sincera. Por ejemplo, leemos, en Mateo 17:10-13: "Sus discípulos le preguntaron: '¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?' Jesús les contestó: 'De hecho, Elías vendría y restauraría todas las cosas. Pero Elías ya vino, y no lo reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron. De igual manera el Hijo del hombre va a sufrir a manos de ellos'. Entonces entendieron los discípulos que estaba hablándoles de Juan el Bautista". Les dio la respuesta que necesitaban para entender mejor el cumplimiento de las profecías de la Escritura.

Sin embargo, a veces Jesús no contestaba cuando la pregunta era solo un intento de burlarse de él. Por ejemplo, cuando estuvo ante Herodes y ante Pilato. En Mateo 27:12-14 leemos: "Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los ancianos, Jesús no contestó nada. Entonces, Pilato le dijo: "¿No oyes lo que están diciendo contra ti?'. Pero Jesús no le respondió ni una sola palabra. El gobernador quedó asombrado". También en Lucas 23:8-9: "Herodes se puso muy contento al ver a Jesús. Hacía tiempo que quería verlo, por lo que oía acerca de él, y esperaba presenciar algún milagro de parte de Jesús. Lo acosó con muchas preguntas, pero Jesús no le contestó nada".

Como vemos, tanto Jesús como su Padre siempre estuvieron dispuestos a responder las preguntas sinceras que les hicieran sus siervos, pero rehusaron responder a quienes rehusaban enmendar sus caminos. Por ejemplo, leemos, en Proverbios 1:28-30: "Entonces me llamarán, pero no les responderé. Me buscarán, pero no me encontrarán. Por cuanto aborrecieron mi conocimiento y no quisieron temer a Jehová. No siguieron mis consejos, sino que rechazaron mis reprensiones. De modo que cosecharán el fruto de su conducta." 

En otras palabras, Dios no les respondería. Dejaría que les sobrevinieran las consecuencias de su mal proceder. En otras palabras, 'las consecuencias' responderían por sí mismas cuando comenzaran a sufrir debido a su terquedad. Las ascendentes estadísticas mundiales acerca del deterioro social demuestran dichas consecuencias.

Jesús igualmente rechazó las preguntas sinceras de quienes, considerándolo su Señor, hicieron todo menos lo que él les había mandado. Leemos, en Mateo 7:21-23: "No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?' Pero entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, practicantes de maldad!'. No fue una respuesta positiva, ¿verdad? Realizar milagros y expulsar demonios, junto con un proceder desobediente, no sería una buena carta de presentación ante Dios.

La Biblia no es remilgada. Anima a todos a preguntar, sin importar cuán sencilla o complicada sea la pregunta. Pero es franca al responder cuando se trata de una pregunta que tal vez no nos agrade. Porque Proverbios 27:5-6 dice: "Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto. Más confiable es el amigo que hiere a uno por ser franco que el enemigo que da un beso hipócrita". La Biblia es franca y abierta, pero debemos reconocer nuestras limitaciones.

Hasta Jesús, desde muy pequeño disfrutaba buscando respuestas por medio de preguntas bien pensadas que él proponía a los maestros del pueblo cada vez que surgía la oportunidad. "Al cabo de tres días [sus padres] lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que oían sus respuestas se asombraban de su inteligencia. (Lucas 2:46-47)

¿A quién preguntar?

Es solo natural que un niño haga preguntas a sus padres, que un estudiante haga preguntas a sus maestros, y que una persona que se acerca a Dios haga preguntas a sus pastores o sacerdotes. Pero no pocas veces hemos recibido quejas, en el sentido de que muchos padres, maestros, pastores y sacerdotes han mostrado una crasa falta de respeto hacia los discípulos por medio de rechazar abiertamente sus preguntas, o anteponiendo excusas y subterfugios para desalentarlos de preguntar.

A juzgar por la actitud displicente que manifiestan cuando alguien los aborda para saber más, si bien son ciertas las palabras del profeta Ageo, de que 'cuando se trata de asuntos sagrados, el Todopoderoso dice que se debe consultar a los sacerdotes (se refería a los sacerdotes levíticos de Israel, no a los de otras religiones)', hay quienes se preguntan hasta qué grado está un sacerdote en posición de ofrecer respuestas que motiven, ayuden, levanten, consuelen y fortalezcan la esperanza. (Ageo 2:11)

Al cabo de cierto desastre natural, un poblador preguntó al sacerdote de la localidad delante del periodista que los entrevistaba: "¿Por qué, Padre, por qué?", a lo que el sacerdote, con evidente consternación le contestó: "No sé, hijo mío, francamente, no sé", y un pastor evangélico le contestaba después a otro: "Es la voluntad de Dios, que nos viene para probar nuestra fe". ¡Con razón mucha gente se aleja de las iglesias y los templos! No es necesario ser tontos para darnos cuenta de que, si Dios es amor, sería imposible que Él mandara algo tan malo como un desastre natural para probarnos. (1 Juan 4:8; Santiago 1:13)

La Biblia indica de manera clara que una de las características de los pastores falsos sería desatender al rebaño. En Ezequiel 34:18-22 leemos cómo se dirigió a los guías religiosos de su tiempo: "¿No les basta con comerse los mejores pastos, sino que también tienen que pisotear lo poco que queda? ¿No les basta con beber agua limpia, sino que tienen que ensuciar el resto con sus patas? Mis ovejas están comiendo el pasto que ustedes pisotean, y bebiendo el agua que ensucian. Por eso, esto dice Jehová [Yaweh] el Omnipotente: 'Yo mismo voy a juzgar entre las ovejas gordas y las flacas. Por cuanto ustedes las han empujado con el hombro y con la espalda, y han acorneado a las débiles hasta dispersarlas. Pero yo mismo voy a salvar a mis ovejas, y ya no les servirán de presa. Porque juzgaré entre oveja y oveja'".

El apóstol Pablo también recalcó una actitud semejante poco antes de su partida: "Sé que después de irme entrarán en medio de ustedes lobos feroces que procurarán acabar con el rebaño". (Hechos de Apóstoles 20:29) Lógicamente, se asombrarían y preguntarían: "Y ¿de dónde vendrán esos 'lobos'? ¿De algún país lejano, o de una religión extraña?" Pablo los saca de las dudas añadiendo: "De entre ustedes mismos se levantarán algunos que enseñarán falsedades para arrastrar a los discípulos que los sigan". (Hechos de Apóstoles 20:30) Por lo tanto, los lobos y falsos pastores surgirían dentro de la congregación misma, es decir, pastores que, siendo cristianos, se desviarían y enseñarían falsedades. 

Por eso, rechazar las preguntas sinceras y despedir con dudas a una oveja, o mandarla a volar con una respuesta incompleta, incorrecta o sacada de contexto, es lo mismo que mandarla al desvío, y con ello, a un despeñadero. ¡Es lo mismo que entregarla en bandeja a Satanás! Su vida eterna quizás penda de un hilo, es decir, de la respuesta del pastor, y no responderle, o responderle incorrectamente, podría desalentarla, empujarla al mundo y coadyuvar a que el poder del pecado la succione. Tal vez nunca se recuperaría. ¿Qué pensaría Jesucristo de tal proceder? (Mateo 18:6)

Pero ¿por qué a ciertos pastores no les agradan las preguntas que expresan duda interna o deseo de investigar más a fondo una doctrina? Una razón es que les agrada mucho que sus auditorios escuchen sumisamente todo lo que dicen, pero no que cuestionen sus argumentos. (Judas 22; ; 2 Timoteo 4:3-5)

Otra razón básica es que, como vimos antes, en realidad no tienen una respuesta coherente basada en lo que verdaderamente está en la Biblia, ni quieren reconocer sus limitaciones diciendo con franqueza: "No tengo la respuesta, pero investigaré y después hablaremos", y cumplir su promesa de volver a conversar. Otra razón puede ser que dan por sentado que cada individuo que ingresa al rebaño lo hace 'con fe', es decir, por dogma, sin cuestionar al pastor, devaluando la fe al nivel de la credulidad y enquistando el error en su corazón. Otra es que no están acostumbrados a permitir que se les cuestione. Se sienten muy incómodos cuando alguien a quien consideran inferior se atreva a abordarlos con una pregunta de fondo. Y otra razón es que si toleran que alguien pregunte, podría desatarse una reacción en cadena de preguntones y ponerlos en verdaderos aprietos.

Cierto pastor inició su prédica con estas sencillas palabras: "¡La Biblia dice que todos debemos pagar el diezmo!", y todos asintieron con la cabeza, exclamando: "¡Amén!". Pero ¿podría sustentar lo que dijo, si alguien lo abordara al final del sermón para preguntarle dónde dice eso en la Biblia? De hecho, como dicen los comerciales de detergentes: ¡No pasaría la prueba de la blancura! Un cristiano verdadero debe tener mucho cuidado al decir: "La Biblia dice...". Porque debería ser capaz de señalar el lugar exacto donde lo dice.

Lo que la Biblia sí dice es que los israelitas debían contribuir voluntariamente con un diezmo para el sostén del templo de Jerusalén y sus sacerdotes, y que solamente debía entregarse a los sacerdotes levíticos, no a cualquiera que dijera: "Yo soy el pastor, dámelo a mí".

Además, el único verdadero templo, así como los registros públicos de Israel, fueron destruidos en el siglo primero, y el templo nunca fue reconstruido, y no hay manera de saber quiénes son hoy los verdaderos descendientes de los sacerdotes levíticos, ¿en qué lugar de la Biblia dice: "Todos los cristianos deben pagar el diezmo"? Esta frase tampoco existe en ninguno de los libros de la Biblia. *

Se comprende que el riesgo de permitir las preguntas sería mucho mayor teniendo en cuenta que, al poner en peligro la credibilidad, tambalearía la confianza. Al tambalear la confianza podría decaer el espíritu de cooperación, y al decaer el espíritu de cooperación podría causar una seria disminución en las ofrendas de dinero (los diezmos). Y si los diezmos disminuyen, ¿quién sería el principal afectado? ¡El pastor! Los pastores suelen vivir de las ofrendas materiales. No tendría dinero suficiente para sostener los gastos de su templo, decaería su imagen y no podría continuar con su prédica. Es la razón ulterior. Por eso deben sofocar cualquier actitud que parezca un intento de cuestionar las enseñanzas que la mayoría acepta. Según muchos pastores, es mejor que una oveja se vaya a buscar sus respuestas al mundo, que perder a todo el rebaño, y con ello, sus ingresos.

Algo similar sucedió en el caso de Jesús poco antes de su martirio. En Juan 11:47-50 leemos lo que ocurrió inmediatamente después de que resucitó a Lázaro: "Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron a una reunión del Consejo. '¿Qué vamos a hacer?', dijeron. 'Este hombre está haciendo muchos milagros. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, y vendrán los romanos y nos quitarán nuestro lugar sagrado, e incluso nuestra nación'. Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, dijo: '¡Ustedes no saben nada en absoluto! No entienden que les conviene más que muera un solo hombre por el pueblo, y no que perezca toda la nación' ".

Notemos esa expresión: "les conviene". Según Caifás, debería importarles muy poco que muriera uno, con tal de preservar su poder político, y con ello, lógicamente, sus ingresos. Para nadie es un secreto que durante miles de años la política, la religión y el comercio han construido un poderoso contubernio de cuestionables intereses económicos.

Hablando figuradamente, cualquiera en su 'sano juicio' tendría motivos más que suficientes como para sacar la garra y ponerse furioso con alguien que socavara su puesto en la oficina. En algún momento podrían ascender a dicha persona y poner en peligro su posición en la compañía y, con ello, su fuente de ingresos. ¿Con qué pagará sus alimentos, su ropa, su casa, el club? ¡Su futuro está en juego! Es totalmente inadmisible tolerar que alguien comience a hacer preguntas. Se le debe tratar con dureza para que muestre más respeto y, sobre todo, más "fe".

Así es. Cuando alguien comienza a hacer preguntas, lo primero que suele ocurrir es un maltrato que va desde la manipulación verbal sutil hasta una expresión abierta de desaprobación delante de los demás (para escarmiento a todos). ¡Todos deben saber que nadie puede atreverse a cuestionar la enseñanza del pastor, sacerdote, rabino, chamán o monje sin obtener una reacción que va desde la absoluta indiferencia hasta el trato superficial, displicente, agresivo, hostil o hasta condenatorio, acarreándose todas las maldiciones posibles de Dios!

Por lo tanto, si alguien se atreve a hacer preguntas que cuestionen directa o indirectamente las enseñanzas del pastor, lo cual significaría arriesgar la estabilidad de la imagen de la iglesia y de sus representantes, recibirá un trato similar donde sea, cuando sea y con quien sea. La respuesta variará desde: "Eso no se pregunta. Ten fe nada más" hasta "¿Cómo te atreves a discutir con el Señor. ¡Arrepiéntete, haz penitencia y luego vuelve!". Y tal vez hasta se utilicen textos de la Biblia fuera de contexto a fin de amedrentar al sujeto con la Palabra de Dios, como si Dios autorizara usar la Biblia de esa manera. Y no faltará alguien que osadamente vaya más allá y diga desde el púlpito: "Anoche hablé con Dios, y Él me dijo que...". (Sin comentarios). 

Por ejemplo, cierta joven se acercó con Biblia en mano a su pastor al término del sermón y le preguntó en tono cariñoso: "Pastor, ¿puedo hacerle una pregunta?". El hombre no le respondió. Hizo una pausa larga mirándola fijamente a los ojos. Ella prosiguió sin amedrentarse, suponiendo que quiso decir: "¿Qué es lo que no entendiste?". Ella, señalando la Biblia, le dijo con franqueza: "No entiendo por qué Dios nos pone tantas reglas para entrar al cielo". Una pregunta razonable que reflejaba la inquietud de una joven interesada en saber más. Pero el pastor le quitó la Biblia y le dijo: "Preguntas porque no tienes fe. Tú no perteneces aquí. Por favor, no regreses a la próxima reunión".

En otra iglesia, un joven se arrodilló en el confesionario y le dijo al sacerdote: "Padre, estuve escuchando la prédica de un amigo cristiano de otra denominación, y me dijo que quería enseñarme la Biblia. Dudé y le dije que no. Pero después me pregunté '¿por qué no?'. Si él tiene disposición para enseñarme y yo quiero aprender... El Padre dijo: " Hiciste bien. Esa gente tiene demonios". Entonces, el joven le preguntó: "Usted, Padre, ¿podría enseñarme la Biblia?". Pero el cura respondió lacónicamente: "¡La Biblia no te va a dar de comer, hijo! Mejor estudia algo productivo. Y nunca vuelvas a hablar con esas personas, porque son llevadas por el demonio. Cuando el Diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con la cola. Reza tres Padrenuestros y tres Avemarías. Te perdono en el nombre del Padre y del Hijo y del espiritu santo. Vete en paz, hijo mío".

El joven, desconcertado por la sinrazón, se puso de pie y se retiró pensando: "¿Me llamó 'mosca'? ¿Y me mandó a volar? ¡Qué falta de respeto! No quiso enseñarme la Biblia, y dice que es representante de Dios. En cambio, mi amigo insiste en enseñarme la Biblia, ¿pero el cura dice que tiene demonios? Mmmmm... Algo no encaja".

En otra ocasión, la amiga de una señora de edad muy avanzada la invitó a su casa para leer juntas la Biblia. Pero esta le contestó: "No gracias. ¡La Biblia habla de cosas malas!". Cuando su amiga le manifestó su desconcierto, le preguntó con firmeza: "A ver, ¿Dios es "uno" o "tres personas en uno"? Su amiga dijo: "Tengo entendido que Dios es único, es decir, uno solo". La viejita añadió: "¿Por qué lo crees?". Su amiga respondió: "Creo haber leido eso en la Biblia". La viejita contestó: "¡Ya ves! ¡La Biblia habla de cosas malas!". Como era trinitaria, no aceptaba nada que la contradijera. Cualquier cosa diferente tendría que ser mala aunque lo leyera en la Palabra de Dios. (Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29; Romanos 3:29-31; Gálatas 3:20; )

Y hay muchos casos como esos, de personas que no toleran la mínima discusión sobre nada que se oponga a sus creencias, aunque estén equivocadas. Cierta persona que se creía el centro del universo, contestó aprisa y sarcásticamente: "Tengo mi religión y moriré en mi religión. Fue la religión de mis bisabuelos, de mis abuelos y de mis padres, y es la religión de mis hijos, de mis nietos y de mis bisnietos. Mi mamá fue monja, mi papá, cura. Y al que no le guste, ¡que se vaya al infierno!" Si alguien le preguntara algo sobre su religión, ¿crees que la compartiría? Es más probable que te dé un rotundo rechazo, sin importar lo que digas. (Juan 4:19-26)

¿Tanto poder tienen las preguntas? Efectivamente. Una simple pregunta puede desatar una conflagración verbal, por decir lo menos. Por ejemplo, todos los problemas de la humanidad comenzaron con una pregunta que hizo el Diablo: "¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?" (Génesis 3:1) Fue suficiente para seducir a Eva y ocasionarle un daño permanente en la conciencia tan pronto como ella dudó de su Creador. De hecho, desencadenó una rebelión universal de la cual la mayor parte de la humanidad nunca se recuperaría. (Eclesiastés 8:9; Mateo 24:12) Se necesitaría la intervención de Dios y del arcángel Miguel, para devolver las cosas a su lugar y rescatar al hombre del caos y su autodestrucción. (Apocalipsis 12:7-9)

¡Haz tu pregunta!

Por eso, si tienes una pregunta, no te retraigas. ¡Hazla! La respuesta está en la Biblia, y si no logras dar con ella, ten por seguro que, si ruegas a Dios intensamente desde el fondo de tu corazón en el nombre de Jesucristo, Él te guiará a alguien que sabrá indicarte precisamente en qué lugar de los Santos Escritos está la respuesta. (Salmos 12:7-9; 143:10)

Pero no digas: "¿Y cómo y a quién le envío mi pregunta?". No somos nosotros vamos a escuchar tu pregunta, sino Dios. Es Él quien lee tu corazón cuando le oras intensamente con sinceridad y humildad. (Proverbios 17:3) Dios no es un burócrata. Toda comunicación con el Creador de los cielos y la tierra se realiza mediante una oración en el nombre de Jesucristo. (Salmos 138:6) Después Él se asegura de que te llegue Su respuesta lo antes posible. Pero ¿cómo lo hace? Mediante el ángel de las buenas nuevas. "¿El ángel de las buenas nuevas?", dirás. Sí, el ángel de las buenas nuevas. Búscalo en Apocalipsis 14:6-7.

El ángel de las buenas nuevas es un mensajero enviado desde el cielo durante los últimos días, especialmente encargado de verificar que las buenas nuevas del Reino lleguen a la mayor cantidad posible de personas, en la mayor cantidad posible de idiomas y en el menor tiempo posible. Su misión es verificar que las buenas nuevas se extiendan plenamente mediante la Biblia, y está investido de todos los poderes necesarios para cumplir su cometido.

Sin embargo, como lo muestra la Biblia, los ángeles pueden enfrentar oposición de los demonios, como ocurrió en los tiempos del profeta Daniel. ''Nadie se quedó conmigo cuando tuve esta gran visión. Las fuerzas me abandonaron, mi rostro palideció y me sentí totalmente desvalido", dijo el profeta Daniel. "Fue cuando oí que alguien me habló, y mientras lo oía, caí de cara al suelo y me sumí en un sueño profundo. Entonces una mano me agarró y me alzó sobre manos y rodillas, y me dijo: 'Levántate, Daniel. He sido enviado a verte. Tú eres muy apreciado por Dios, así que presta mucha atención a lo que voy a decirte.' Y cuando me habló, me puse de pie temblando. Y me consoló: 'No tengas miedo, Daniel. Tu petición fue escuchada desde el primer día en que te propusiste entender y humillarte ante Dios. Y es en respuesta a ella que he venido. Pero durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso, así que acudió en mi ayuda Miguel, uno de los príncipes de primer rango. De hecho, los reyes de Persia fueron los que me demoraron. Pero aquí he llegado para explicarte lo que va a suceder con tu pueblo en el futuro, pues la visión tiene que ver todavía con el porvenir.' '' (Daniel 10:8-14)

Un simple rey humano no tiene ningún poder contra un ángel. Por eso entendemos que se trataba de demonios que estaban influyendo en los gobernantes mencionados, poniendo tropiezos. El arcángel Miguel ayudó a este ángel de modo que pudiera acercarse a Daniel y entregarle el mensaje.

Igualmente, el ángel de las buenas nuevas tiene la comisión de verificar que las buenas nuevas te lleguen a ti y a todas las personas. Pero tanto los demonios como las personas mismas ponen reparos, y no es posible llegar a todos. Anda, haz la prueba y dile a cualquiera: "¿Me permite hablarle de las buenas nuevas del Reino de Dios?", y tal vez 8 de 10 te dirán que no.

Por eso, debes prestar atención muy cuidadosa cuando alguien te hable de las buenas nuevas. Jesús advirtió que no debíamos prestar atención a cualquiera. Dijo: "Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque vendrán muchos que, en mi nombre, dirán: 'Yo soy el Cristo', y engañarán a muchos". (Mateo 24:4-5). ¿Y en qué consiste 'tener cuidado', y cómo puedes reconocer a alguien que viene trayéndote realmente las buenas nuevas?

La respuesta a esa pregunta está en la Biblia: "El día que yo actúe, llegarán a ser mi propiedad exclusiva, dice Yaweh el Omnipotente. Y tendré compasión de ellos tal como se compadece un hombre del hijo que le sirve, y ustedes distinguirán claramente entre los buenos y los malos, y entre los que han servido a Dios y los que no le sirvieron." (Malaquías 3:17-18) Al decir: "distinguirán claramente" está indicando que saltaría a la vista, que sería fácil distinguirlos, como si tuvieran una marca o cicatriz en la frente.

Piensa en esto: Si vieras a alguien con un tatuaje en la frente, ¿no te darías cuenta inmediatamente? Bueno, de la misma manera dice la Biblia que ocurriría con los mensajeros de Dios. Serían muy fáciles de reconocer entre buenos y malos. Es solo cuestión de prestar atención.

"¿Pero cómo podré darme cuenta?", dirás. La Biblia es clara. Jesús lo dijo con énfasis: "Por sus frutos los reconoceréis." Tienes que fijarte en sus frutos, es decir, en los resultados de su actividad. No en sus frutos físicos, materiales o intelectuales, sino en los espirituales. Además, la mejor prueba es la respuesta que recibas. Si no obtienes la respuesta correcta, o la respuesta parece incorrecta, sigue buscando.

En este blog no pretendemos ganar adeptos, formar grupos de oración, actividades al aire libre, cuadrillas de predicadores ni nada por el estilo. Solo te brindamos un estímulo y algunas respuestas, para que te acerques a tu objetivo de esforzarte por hacer la voluntad de Dios. Si proyectad tus antenas y pones mucha atención, el ángel de las buenas nuevas se cruzará en tu camino antes de lo que te imaginas. Solo presta atención. Recuerda que los ángeles nunca han sido ostentosos ni muy evidentes a propósito. La clave es ésta: 'Por sus frutos los reconocerás'. (Mateo 7:15-20)


"'Sobre las cosas sagradas, consulta a los sacerdotes.',
dice Jehová el Todopoderoso."

(Ageo 2:11)
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