¿Tengo que pagar un diezmo?


ÍNDICE



Sí y no. Depende de quién te lo pide y de qué manera te lo pide. ¿Estás dándoselo voluntariamente o te lo ha exigido? ¿Te coacciona o te hace sentir culpable si no se lo das? Si decides dárselo, ¿cuándo vas a dárselo, a cuánto asciende realmente la suma, cómo vas a dárselo, por qué o para qué vas a dárselo? ¿Notas que se resiente, o que de alguna manera parece tomar represalias contra ti si das poco? ¿Te da a entender que estás robándole a Dios? ¿Mete las narices en tu negocio?

Por otro lado, pregúntate: ¿Rinde cuentas esa persona por los ingresos y egresos relacionados con los diezmos? ¿Realmente sabes cómo y en qué los está usando? Y lo más importante, al margen de las creencias que tengas al respecto, ¿has investigado para saber si la Biblia realmente apoya esa manera de pedir bienes materiales? ¿Has investigado el tema a fondo? ¿O solo estás siguiendo la corriente, es decir, porque se espera que todos lo hagan? Esto último sería proceder por presión social, no por fe, lo cual pudiera rayar en mera manipulación astuta.

Además, si bien es innegable que los judíos debían pagar un diezmo, ¿realmente tienen que pagar un diezmo los cristianos, siendo que se rigen por la Ley de Cristo, no por la Ley de Mandamientos? Y en caso de ser cierto que Dios exige un diezmo, ¿qué clase de diezmo es? ¿Se trata de un diezmo literal o simbólico, material o espiritual? ¿Dieron órdenes explícitas Jesucristo o sus apóstoles respecto a dicha disposición judaica en cuanto a si aplicaba a los cristianos, quienes serían escogidos principalmente para ser una raza de sacerdotes que servirían en un templo espiritual, no material? (1 Pedro 2:9)

Para empezar, ¿sabías que, de acuerdo con la Ley de Dios, los únicos que estaban autorizados para solicitar el diezmo eran los sacerdotes levitas, y que en ningún lugar de la ley se estipulaba específicamente un castigo a quienes por alguna razón no podían dar el diezmo, ya fuera porque se demoraran en darlo o no lo tuvieran listo en el momento? Recuerda: Nadie sino los levitas tenían derecho a cobrar el diezmo. Además, ¿sabías que ellos mismos, los levitas, no estaban eximidos del pago del diezmo, sino que ellos también debían soltar el diez por ciento del diezmo que recaudaban?

Leemos: 'Considerad, pues, cuán grande era [Melquisedec], a quien hasta Abraham el patriarca le entregó diezmos del botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la Ley, es decir, de sus hermanos, aunque estos también sean descendientes de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas. Y, sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, Leví, que recibe los diezmos, también pagó el diezmo por medio de Abraham, porque de hecho estaba en las entrañas de su antepasado cuando Melquisedec le salió al encuentro'. (Hebreos 7:4-10)

¿Notaste? El apóstol Pablo constantemente destaca en ese pasaje a los levitas en conexión con la cobranza del diezmo. Porque ninguna otra tribu ni persona individual estaba autorizada por Dios para cobrarlo. El que un no levita cobrara el diezmo violaría crasamente la Ley.

Además, en la Ley siempre se recalcaba que el diezmo servía para la manutención de los sacerdotes levitas y para el sostenimiento del Tabernáculo. No podía usarse con ningún otro propósito. Cualquiera que cobrara el diezmo sin autorización de la Ley, o usara el diezmo para un propósito ajeno al mencionado en la Biblia, pecaría contra el espíritu santo. Recuerda: No podía cobrar el diezmo ninguno que no fuera sacerdote levita ni utilizarlo para nada que no fuera la manutención del sacerdocio y del templo. Este punto es crucial para comprender el asunto del diezmo.

La pregunta es: ¿Hay sacerdotes levitas en la actualidad que estén autorizados a cobrar el diezmo? La Biblia responde, en Hebreos 7:23-25: "Los sacerdotes tenían que ser muchos debido a que por la muerte no podían continuar como tales; pero [Jesús], por cuanto continúa vivo para siempre, tiene un sacerdocio inmutable. Por eso puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios. Porque está vivo para siempre, para interceder por ellos".

En otras palabras, en los tiempos del Israel se usaba el templo para adorar a Dios, y los sacerdotes levitas recababan el diezmo para mantenerse a sí mismos. Pero según los evangelios y epístolas apostólicas, Jesucristo y los santos están vivos y residen en el cielo. No necesitan que los seres humanos los mantengan, ni tampoco que mantengan un templo material en la tierra, porque según el sistema cristiano, no existiría un templo material en la tierra en el que Jesús estuviera oficiando. ¡El templo actual es espiritual, invisible! (Filipenses 3:20)

Por eso, antes de entregar un diezmo a nadie, pregúntale a la persona que lo solicita: "¿Es usted un sacerdote levita?". Porque si se lo das a alguien que no sea un sacerdote levita, no estarías dándoselo a aquel a quien Dios ha autorizado a recabarlo. Además, pregúntate: "¿Soy de la religión judía?". Porque los únicos que estaban obligados a pagar el diezmo eran los judíos y los convertidos al judaísmo, ¡Nadie más! Los cristianos no están bajo la obligación de dar ni recabar un diezmo, sino bajo obligación de darlo todo y de gracia, es decir, gratis. (Mateo 10:8) A fin de evitar discusiones al respecto, algunos ya no solicitan diezmos, sino ofrendas voluntarias, a las que dan el mismo trato que el diezmo. En pocas palabras, solo le han cambiado el nombre, pero con la misma exigencia y coacción sujeta a maldición.

Otra pregunta que puedes hacerle es: "El templo donde adoran los cristianos en la actualidad, ¿es un templo físico o espiritual?". Si te dice "físico", está mintiendo. Porque Jesucristo fundó el nuevo templo espiritual, cuya piedra angular de fundamento es él mismo, y cuyas piedras adicionales son los apóstoles. (Hebreos 8:1-6) Y si dice: "Espiritual", está diciendo la verdad, porque en la actualidad el templo es espiritual, y no hay que mantener ningún templo físico ni a ningún sacerdote levíta que trabaje en él. (1 Pedro 2:4-6) Por último, si te responde: "¿Por qué lo preguntas?", muy probablemente se deba a que quiere evadir la pregunta. Seguramente saldrá con un subterfugio para confundirte y distraerte.

Es cierto que, en un principio, los cristianos continuaron yendo al templo para difundir las buenas nuevas, pero una vez que los romanos destruyeron el templo, nadie más pudo referirse al templo de Jerusalén como un lugar de adoración. Sencillamente, el templo dejó de existir. No podían efectuar allí sacrificio alguno, tampoco podían los sacerdotes levitas oficiar en él.

¡Qué evidencia más clara puede haber de la desaprobación de Dios que permitir que destruyeran su templo, para que nadie volviera a usarlo como punto central de su adoración, y como prueba de que en adelante su aprobación estaría sobre los santos seguidores del Cristo!

Con la destrucción del templo, el sistema de adoración judío fue interrumpido abruptamente, y con este, fueron quemados todos los registros genealógicos que servían de base para establecer la legalidad de la línea sacerdotal levítica. Nadie podía ofrecer sacrificios animales sobre el altar. Nadie podía decir que la bendición de Dios estaba sobre ellos. Nadie de las doce tribus, incluida la de los levitas, podía sustentar, con documentos, su derecho legal al Reino, lo cual sería fundamental para continuar observando la línea de descendencia que llevaría al Cristo, el único que tendría dicho derecho. (Ezequiel 21:27)

A partir de entonces, es decir, a partir del Cristo, el templo sería espiritual, no físico, y en el futuro ningún levita podría demostrar fehacientemente su linaje levita. De hecho, las profecías indicaban claramente que con el Cristo acabaría el sistema de ofrecer sacrificios sobre un altar en un templo material. (Daniel 9:26-27) El sacrificio de Cristo sería el último que el Padre aceptaría para redimir a la humanidad.

Por eso, es bajo tu responsabilidad si pasas por alto los requisitos de la Biblia y le entregas tus bienes a cualquier otra persona, por muy impresionante que sea su personalidad. (Judas 16) Porque en el antiguo pueblo de Israel, tan grave como no dar el diezmo hubiera sido dárselo a quien no tenía derecho a recabarlo. Para Dios, hubiera sido como no haber dado nada en absoluto, como haber tirado el diezmo al agua. De hecho, el apóstol Pablo advirtió contra algunos que manipularían las emociones solo para llenarse de dinero. (Romanos 16:17-18)

Usa una lógica simple: Si tuvieras una deuda con la compañía de teléfonos, ¿se esperaría que te la cobrara el zapatero? No. Solo la compañía de teléfonos estaría autorizada para cobrarte. Sucede algo parecido con el diezmo. Solo Dios puede determinar quién puede cobrarlo, y en la Biblia el espíritu santo inspiró a Moisés para que diera la ley respecto al diezmo, así como las instrucciones respecto a quién podía cobrarlo: los sacerdotes descendientes de Leví. Nadie más.

Ahora bien, si alguien te pidiera dinero como un favor personal, como, por ejemplo, por haber caído en desgracia, o como una donación voluntaria para cierta obra de bien, y se trata de algo que saldrá de tu propia voluntad, de tu propio corazón, es otra cosa. La Biblia dice que hay que ayudar a los pobres. Eso no es tan complicado. Pero en todo caso, no estaría bien que te lo exigiera, ni mucho menos que usara taimadamente el concepto del diezmo para persuadirte, como si Dios lo exigiera. Porque ni siquiera los apóstoles impusieron una obligación de esa naturaleza a las congregaciones, como se deduce de la lectura de 2 Corintios 9:7 y 12:15-16.

Ahora bien, no negamos que es cierto que Jesús ilustró la importancia de apoyar la obra de los santos (Mateo 25:34-46), pero jamás autorizó a sus apóstoles y otros discípulos para forzar dicha cooperación. Esta debía brotar tan espontáneamente del corazón que los discípulos ni siquiera se darían cuenta de que estarían ayudando a los hermanos de Cristo. El pasaje dice que 'los justos le contestaron: "Pero, Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? Y ¿cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? O ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?" Y el rey responderá: "Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, hasta por el más pequeño, me lo hicieron a mí.'

A partir del derrame del espíritu santo sobre los primeros cristianos durante la fiesta del Pentecostés, necesitarían apoyarse mutuamente a fin de mantener algún sistema de reuniones, y eso costaría dinero. Pero en todo caso, sería sostenido por donaciones que brotaran del corazón, no de un requisito legal que obligara a los hermanos a desprenderse de sus bienes. El que podía y quería dar para el sostenimiento de la obra, podía hacerlo, cada uno según sus posibilidades.

Algunos muestran el caso de Ananías y Zafira para forzar donaciones, aduciendo que fueron condenados por no darlo todo. Pero ese no fue el caso. No fue que no dieron todo, sino que aparentaron dar todos sus bienes cuando en realidad estaban entregando solo una parte. Su pecado no fue dar poco, sino tratar de engañar al espíritu santo figurando como desprendidos. Pero eran unos hipócritas. (Hechos 5:1-11).

¿Qué es el diezmo?

El diccionario define el “diezmo” como el derecho del rey o sacerdote de exigir el pago del diez por ciento sobre el valor de la mercadería que se traficaba y llegaba a los puertos, o que entraba, pasaba o salía de un reino a otro.

Cientos de años antes de que Moisés registrara la ley del diezmo para el pueblo del Israel antiguo, hubo dos menciones en la Biblia respecto a este asunto. El primero con relación a un pago que Abraham hizo a Melquisedec, sacerdote de Salem, y el segundo, muchos años después, cuando su nieto Jacob oró a Dios de propia iniciativa y le dijo que ‘de cuanto todo lo que Dios le concediera como una bendición, le daría la décima parte’.(Génesis 28:22)

Cuando se estableció formalmente en la Ley el pago del diezmo, también se explicó por qué dicha ley era necesaria, se establecieron decretos detallados que explicaban cómo, quiénes, cuándo, cómo y a quiénes lo pagarían. Todo está en la Biblia.

El propósito era sostener amorosamente el arreglo del templo, porque los sacerdotes y levitas se dedicaban a tiempo completo a sus labores del ministerio y no realizaban trabajos que le permitían conseguir las cosas necesarias para la vida, tanto para sí mismos como para sus familias. Era para sostener el templo y los gastos en que se incurría. aun así, los sacerdotes mismos estaban obligados bajo ley a pagar el diezmo de todo lo que percibían; no estaban liberados del mencionado tributo. Debían rendir cuentas por cumplir o no cumplir con dicho mandato, lo mismo que cualquier israelita.

Por eso, cuando el pueblo se volvía negligente respecto a este asunto, el servicio que daban los sacerdotes mermaba, porque entonces los levitas tendrían que salir a trabajar como los demás hombres, descuidando su trabajo de sacerdotes, lo cual socavaba el sistema de adoración de Israel. (Nehemías 13:10) Era muy importante que todos comprendieran perfectamente por qué y para qué pagaban el diezmo y que no descuidaran el pago. Pero los sacerdotes no tenían derecho a tratar mal al pueblo respecto a si daban mucho o poco, o en cuanto a si daban hoy o mañana, ni a parecer codiciosos o ávidos de dinero al solicitarlo. (1 Samuel 2:12-17)

Sin embargo, es interesante que, aunque en la Ley de mandamientos había advertencias claras de que no pagar el diezmo resultaría en que Jehová no los bendeciría, ya sea como individuos o como nación, no contenía ningún castigo específico por no pagarlo. Solo lo recalcaba como un deber de conciencia, un deber moral para con el Dios que les proveía todo lo necesario para la vida.

¿Estamos los cristianos obligados al diezmo?

Ahora bien, este artículo no pretende explicarte la Ley de Mandamientos. Eso puedes averiguarlo buscando enciclopedias y tratados sobre el particular, que, dicho sea de paso, hay de todo tamaño. La investigación te corresponde a ti. Pero sí podemos aclararte que la muerte y resurrección del Hijo de Dios, Jesucristo, cambió las cosas en muchos sentidos.

En primer lugar, los apóstoles explicaron claramente que la muerte y resurrección de Jesucristo fue un cumplimiento de la Ley y los profetas, y que aquello modificaba las condiciones del trato que anteriormente los judíos habían dado a los no judíos. Es más, a los ojos de Dios ahora tanto los judíos convertidos al cristianismo, como los no judíos que también se habían hecho cristianos, serían un solo pueblo en Cristo, a fin de que no hubiera divisiones entre judíos y no judíos. Ahora, en Cristo, todos serían un solo pueblo y debían terminar de una vez por todas con las diferencias. Esto sacó de cuadro a los judíos que nunca creyeron que Jesús era el Cristo, porque, para ellos, estaban torciendo la ley. Pero no fue así. La ley y los profetas ya lo habían previsto. (Jeremías 31:31-33; Colosenses 2:13-14)

Eso no fue un torcimiento de la Ley, sino, por el contrario, un cumplimiento. De hecho, Jesucristo mismo explicó que vino al mundo para cumplir dicha Ley, y como judío que era, la cumplió hasta lo último. (Mateo 5:17-18) El que sus opositores dijeran que era un blasfemo y había venido a romper la Ley fue un malentendido muy grave, originado por la ignorancia o falta de conocimiento profundo de las Escrituras. Esto lo corroboraron posteriormente muchos sacerdotes que antes pensaban así. La Biblia indica que, después de la resurrección de Jesús, ‘creció la palabra del Señor y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; y también muchos de los sacerdotes [que se hicieron cristianos] llegaron a ser obedientes a la fe. (Hechos 6:7)

El apóstol Pablo explicó que aunque antes unos estaban alejados [los no judíos], ahora habían sido acercados mediante la sangre de Jesucristo. Él había logrado la paz entre ambos pueblos [judíos y no judíos], y entre todos los pueblos de la tierra, convirtiéndolos en el solo pueblo cristiano, derribando con su sacrificio la pared intermedia que los separaba. Esa pared simbólica era la Ley de Mandamientos, expresada en ordenanzas.

En otras palabras, mediante su muerte y resurrección, Jesús había hecho la paz, es decir, había logrado que tanto judíos como no judíos llegaran a ser un solo pueblo por su fe en Cristo, es decir, un solo hombre nuevo. Y mediante su muerte en el [staurou] reconcilió con Dios a ambos grupos en un solo cuerpo, matando, por decirlo así, la enemistad que había entre ellos. (Hechos de Apóstoles 5:30; Deuteronomio 21:22-23)‘Y vino y les anunció a ustedes, los que estaban alejados, y a los que estaban cerca, las buenas nuevas de la paz. Porque por medio de él ahora tenemos acceso al Padre por un mismo espíritu’. (Efesios 2:13-18; Daniel 9:24-27; Gálatas 3:10-14; Colosenses 2:13-15)

De manera que aunque había llegado el tiempo para el cumplimiento de una antigua profecía de Moisés respecto al Mesías (Deuteronomio 18:15), los judíos no lo reconocieron, lo cual, a su vez, llevó al cumplimiento, al pie de la letra, de la profecía de Isaías 53:3-9 respecto a la manera como lo tratarían en la tierra.

El que el derramamiento de la sangre de Jesucristo llevara a un cambio de condiciones ya había sido previsto en la profecía de Jeremías 31:31-34, que decía: ‘He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto [Éxodo 19:5-6]; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque yo fui [como] un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré Dios para ellos, y ellos serán mi pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos llegarán a conocerme, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado’.

De hecho, la sangre del nuevo pacto, es decir, la de Cristo, es lo que estableció, conforme al debido proceso, la base legal para que fuera posible que Jehová perdonara los pecados de todos los pueblos que ejercieran fe en Cristo, no solo de los judíos.

Eso cumplió también la antigua profecía que se hizo a Abraham: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz". (Génesis 22.18) La muerte y resurrección de Jesucristo dio por concluido el pacto antiguo, mencionado en Éxodo 19:5, porque su pueblo no santificó su nombre, sino que rechazó al Mesías, lo cual a su vez sirvió para establecer un pacto nuevo que se escribiría en los corazones que todos los que ejercieran fe en Cristo.

Ahora el templo no es material, sino espiritual

Eso significa que el arreglo sacerdotal que se efectuaba en el templo físico quedaría cancelado y en adelante el templo sería espiritual, edificado sobre un mejor fundamento. Por eso también las condiciones serían muy diferentes, comenzando por derribar el muro que separaba a los demás pueblos del sistema de adoración judío. Ahora, por su fe en Cristo, todos serían un solo pueblo alrededor del mundo.

El diezmo servía para sostener el arreglo del templo judío. Pero con la muerte de Cristo se abolió la Ley que ordenaba el pago de un diezmo. En adelante, la obra se sostendría por donaciones que brotaran del corazón, no como un tributo impuesto por la ley de mandamientos. Y no sería para sostener ningún templo espiritual, sino para sostener la obra de predicación.

Sin embargo, el apóstol Pablo nunca gravó a las congregaciones con una cuota o impuesto de ley, sino que trabajó con sus propias manos para conseguir el sustento que necesitaba. Nunca se aprovechó de los hermanos para que mantuvieran sus gastos. Por un lado, era cierto que tenía derecho de recibir alguna clase de compensación material para sus gastos mientras recorría las diferentes ciudades (1 Corintios 9:11-14), el mundo se mueve con dinero, pero no para comprarse una enorme casa con servidumbre, ropa costosa, suntuosas comidas, etc. A nombre de las congregaciones, con el pretexto de que ‘es para el Señor’.

La mismísima frase ‘la gracia del Señor’ se refiere a algo recibido de gracia, es decir, gratis. Los apóstoles no exigían un diezmo ni se aprovechaban de los hermanos -que en su mayoría eran pobres- para sostenerse a sí mismos (1 Corintios 4:11-12; Efesios 4:28; 1 Tesalonicenses 4:10-12; 2 Tesalonicenses 3:10.12). Ellos sabían que la ley, junto con sus decretos, había sido clavada en el stauro de Cristo. (Colosenses 2:13-1)

Ahora bien, algunos afirman que la ley se divide en dos: en una ceremonial y una moral. Pero esa afirmación no aparece ni se indica tácitamente en la Biblia. Es una interpretación humana. Otros afirman que debe guardarse el sábado, y otros dicen que el domingo, pero la Biblia tampoco da pie para discutir sobre eso.

Por lo tanto, la ley de mandamientos fue dada a los judíos con una condición que quedó sentada en Éxodo 19:5. Pero los judíos, aparte de todo el mal comportamiento que desplegaron vez tras vez durante milenios, con algunos breves períodos de obediencia, adoraron imágenes de toda clase e hicieron muchas otras cosas que la Ley prohibía. (Ezequiel 8:7-18) No solo no reconocieron al Cristo, sino que lo despreciaron y le dieron una muerte cruel (Isaías.53:3-9), violando así la principal condición de la Ley. Eso resultó en la caducidad del pacto y condujo al cumplimiento de la profecía de Jeremías 31:31-33. (Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:23-26)

Si actualmente alguien pide, exige o solicita un diezmo, francamente no sabemos en qué se basa. Si alguien quiere dárselo de su propia voluntad y libre albedrío, es su derecho constitucional. La Biblia no prohíbe el que alguien ofrezca donaciones que brotan de su corazón. Pero si se lo exigen a manera de diezmo o tributo, dejaría de ser una donación.

Por tanto, ¿qué piensas de que alguien vaya más allá de las cosas que están escritas y use la Biblia, hasta señalando a la Ley de Mandamientos transmitida por Moisés, para establecer una especie de norma o condición de pago a fin de solicitar las bendiciones de Dios, o para afirmar que de ello pende la salvación, so pretexto de que es para el mantenimiento de un templo, o para sostener a supuestos sucesores de Cristo? (Hebreos 7:23-25)

Cualquiera que afirme ser sucesor de Jesucristo estaría dando a entender que él ha muerto y necesita un sucesor, contraviniendo la Palabra de Dios, ¡que dice claramente que Jesucristo está vivo! Él no necesita ningún sucesor ni líder que lo reemplace nunca. (Mateo 23:8-12) Jesús vive, y él mismo dirige su iglesia mediante el espíritu santo y bajo la guía de su Padre. (Efesios 1:22-23)

¿Entonces, hay que pagar un diezmo?

Sí, pero no en dinero ni bienes materiales, sino en devoción y piedad, y Dios espera que uno lo dé voluntariamente y por amor, nunca como obligado. (2 Corintios 9:7) Por lo tanto, Dios no coacciona ni amenaza a nadie con maldiciones porque alguien le dé poco o mucho. Él es más grande que nuestro corazón y comprende nuestras limitaciones.

Es cierto que en el arreglo de cosas cristiano todos pagan un diezmo, pero no se refiere al diez por ciento del patrimonio económico ni a ninguna cantidad de dinero en particular, sino al máximo esfuerzo que uno puede dar en el culto a Dios en todo sentido. Si uno está esforzándose al máximo como cristiano, está cumpliendo con el diezmo que Dios sí exige.

Bajo el nuevo pacto, Dios no exige a los cristianos un diezmo literal. Esa fue una ley para el Israel antiguo, que, como ocurre con cualquier pacto, fue anulado por incumplimiento de una de las partes (los israelistas), con todas las consecuencias y obligaciones legales concomitantes. Lo que ahora Dios espera bajo el nuevo pacto son donaciones humildes que brotan del corazón, para sufragar los gastos de atender la obra y hacerlo de un modo digno. (2 Corintios 9:7; 12:15-16)

En cierta ocasión, los líderes de cierta iglesia visitaron en casa a uno de los feligreses de la iglesia que se había demorado en extender el cheque mensual del diezmo. Pero ¿por qué se había demorado? Porque unos días antes, alguien le había explicado que el nombre de Dios debía ser santificado, y él les había preguntado a los guías religiosos de su iglesia por qué nunca decían el nombre de Dios, Jehová, o Yahveh, en los servicios religiosos. Y ellos le respondieron que el nombre no era importante, que lo importante era cumplir fielmente con dar el diezmo, y que Dios lo bendeciría.

Por lo tanto, esperó hasta que estos vinieran a recabar el diezmo. Sabía que lo reprenderían por haberse demorado y le pedirían que no volviera a olvidarse, que Dios podría maldecirlo por no cumplir puntualmene con tan sagrada obligación. Por eso, cuando llegaron, les pidió disculpas e inmediatamente sacó su chequera, llenó un cheque con la cantidad acostumbrada y se los entregó, pero no puso la firma.

Entonces, le dijeron: "Disculpe, ha olvidado poner su firma", a lo que él les contestó: "No se preocupen. Llévenlo así nomás. El nombre no es importante". Y les pidió que no regresaran nunca más a pedirle dinero, y que si lo hacían, vinieran acompañados de un sacerdote levita.

El diezmo que Dios pide hoy

La clase de diezmo espiritual que Dios exige hoy no es difícil de conseguir si se ama a Cristo de verdad y se proclama su resurrección. Esa clase de diezmo no solo se da una vez al mes, sino en todo tiempo. Porque bajo el nuevo pacto no es una cuestión de dinero ni bienes materiales, sino de amor y sacrificio. (Oseas 6:6)

Si alguien puede dar, bien está; pero si no puede, Dios no se resentirá. A partir del sacrificio de Cristo el diezmo no asciende a un monto económico, sino espiritual. Uno lo ofrece directamente a Dios al darle tu corazón con sinceridad. Uno sabe que no está dando en vano. Él sentiría que le estás robando si desvíaras hacia hombres, o a ídolos, o a una pelota de futbol, o al trabajo o a la diversión la devoción que prometiste darle a Él. Dios no necesita la plata de nadie. (Job 41:11) Lo que quiere es que lo alabemos con siceridad. (Oseas 14:2; Hebreos 13.15-16)

Ahora bien, alguien podría decir: "¿Por qué dicen que no debe pagarse el diezmo? Eso no tiene base bíblica. ¡¡Blasfemia!!". Pero ¿no hemos visto que Jehová mismo se expresó contra del diezmo cuando vio que este se solicitaba al pueblo a cambio de enseñanzas que Él no había indicado? Jehová consideraba las enseñanzas torcidas como si fuera agua empozada. ¿Por qué decir que es incorrecto poner en duda algo que Dios mismo puso en duda?

Es comprensible que alguien salte hasta las nubes si algo amenaza su fuente de ingresos, pero ¿acaso es su necesidad económica suficiente justificación como para solicitar en nombre de Dios un diezmo que Dios no ha autorizado explícitamente por inspiración en las epístolas apostólicas dirigidas a los cristianos?

En la antigüedad, Dios nunca justificó que los que decían ser sus respresentantes pidieran bienes materiales en su nombre a cambio de enseñanzas que no habían sido inspiradas por el espíritu santo. ¿Es una exageración? ¿Acaso cobró Jesús a las multitudes a las que enseñaba la Palabra de Dios? No existe ningún pasaje en la Biblia en el que él hiciera hincapié en algún pago a cambio de las bendiciones de su Padre. Por lo contrario, Jehová mismo ya había dicho que el dinero no sería un problema para acercarse a él y recibir sus bendiciones, sino la mala condición de corazón de quienes se habían vuelto seguidores de hombres semejantes a lobos voraces. (Jeremías 2:13; Isaías 55:1-3)

Si todavía tienes dudas, te sugerimos comparar varias traducciones de la Biblia y repasar todo el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalípsis. 1) Cuenta cuántas veces se menciona la palabra "diezmo" y 2) anota los pasajes donde se exige el pago del diezmo a los cristianos. El único lugar que hallarás es Hebreos 7:4-10, pero allí el apostol Pablo no exige pago alguno. Lo que hace es explicar, precisamente, que los sacerdotes levitas eran los únicos autorizados por Dios para recabarlo del antiguo pueblo judío. (Levítico 7:34; Números 18:21, 26; Neh 12:44) Los apóstoles nunca hicieron arreglos para recabar un diezmo entre los conversos al cristianismo. La manera como los hermanos sostenían las congregaciones era mediante contribuciones voluntarias.

Nada justifica que uno se pase toda su vida entregando diezmos a quien no tiene ningún derecho de pedirlo, mucho menos si usa actitudes y frases engañosas, coaccionando y afirmando que lo hace en el nombre de Dios, es decir, para Su obra. Usar el nombre de Dios indignamente como si fuera un amuleto de buena suerte es sin duda un pecado contra el espíritu santo. (Éxodo 20:7) Los beneficios que Dios promete, los que uno debe buscar intensamente, tienen que ver con la salud y edificación espiritual, no con la prosperidad material. Todo el espíritu de la Biblia indica que la prosperidad sería espiritual, y en el Reino, la satisfacción de todas las cosas, aun las materiales. (Juan 6:63)

"¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed [espiritual]! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche [espirituales] sin pago alguno. ¿Por qué entregan su dinero a cambio de lo que no es pan [espiritual], y su salario en lo que no satisface [espiritualmente]? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno [en sentido espiritual], y se deleitarán con manjares [espirituales] deliciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán." (Isaías 55:1-3; Lucas 12:15-21)
"Han salido por el mundo muchos engañadores"
(2 Juan 7)
Algunos pastores, reconociendo que cada vez más gente está percatándose de que no existe una base bíblica para cobrar diezmos o limosnas, están tomando sus precauciones a fin de no sufrir un descalabro económico que les impida continuar beneficiándose del dinero de las personas, y están formalizando empresas, compañías y organizaciones "sin fines de lucro" que sirven a la gente de muchas maneras interesantes.

Es cierto que muchas de estas organizaciones son sin fines de lucro, pero sus líderes continúan comiendo,bebiendo y disfrutando de la vida a costa de las donaciones voluntarias que la gente les da. No nos referimos a organizaciones dedicadas a esparcir la palabra de Dios, sino a organizaciones que, con el pretexto de beneficiar a las personas con comida, vivienda y otros servicios, recaudan grandes sumas de dinero, lo cual les permite seguir viviendo a costa de los demás. En otras palabras, ya no piden abiertamente un diezmo. Ahora se han convertido en organizaciones de bien social, es decir, no se presentan como organizaciones religiosas, pero continúan beneficiando económicamente al pastor.

Por eso, es muy importante que los que se afilian a una organización de bien social, o están dispuestos a contribuir en obras de bien social, pregunten si los que la dirigen son religiosos. Así por lo menos sabrán que su dinero está siendo administrado por religiosos.

Reiteramos que no nos oponemos a que las personas usen su dinero como prefieran. Pero es importante que sepan a quién se lo están dando y por qué concepto, a fin de que no se las engañe con el viejo sistema de convertirlos en víctimas incautas.

Entonces, ¿no tengo que pagar nada?

Algunos se han sentido heridos y confundidos respecto al asunto del diezmo porque, a pesar de entender que los cristianos no están obligados a pagar el diezmo, por las explicaciones anteriores, todavía tienen presentes la Palabra de Dios, que dice:

"De ti será mi alabanza en la gran congregación; mis votos pagaré delante de los que te temen." (Salmo 22:25) "Entraré en tu Casa con holocaustos; te pagaré mis votos." (Salmo 66:13) "¿Qué pagaré a Jehová por todas sus bondades para conmigo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre de Jehová. Pagaré mis votos a Jehová delante de todo su pueblo." (Salmo 116:12-14)

Es cierto que la Biblia insta al cristiano a responder con generosidad ante Dios por Su gracia y bondad, pero de la misma manera como lo hizo Jesús: Predicando el reino de Dios por todas partes. Porque estaba consciente de que el sistema judío pronto quedaría destruido y sería reemplazado por el sistema cristiano, un sistema que no requeriría el diezmo, sino algo más sublime: Predicar el reino por todas partes.

De hecho, vimos que Jesús condenó el pago del diezmo cuando este de daba o recibía con un corazón hipócrita: ”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Era necesario hacer eso, pero sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!".(Mateo 23:23-24)

De hecho, su ilustración del hipócrita y el recaudador de impuestos es clara: Dios no aprueba a los hipócritas por la cantidad de dinero que ofrecen, sino por el amor que deben sentir por la voluntad de Dios.

"A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los demás, dijo también esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar: Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy el diezmo de todo lo que gano". Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios, sé propicio a mí, pecador". Os digo que este descendió a su casa justificado[m] antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». (Lucas 18:9-14) Está claro que hacer la voluntad de Dios, y no el dar un diezmo, es lo que Dios pide a los cristianos en este tiempo.

Es cierto que el profeta Malaquías reconvino al pueblo de Israel, explicando que Dios no bendeciría a quienes no cumplieran con darle la décima parte o diezmo, diciendo: "Traed todos los diezmos al almacén y haya alimento en mi casa. Probadme ahora en este asunto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. (Malaquías 3:10) Pero eso tuvo aplicación en el sistema judío, y tendría vigencia, como vimos anteriormente, solo hasta el tiempo señalado por las Escrituras para el cambio al sistema cristiano. Por lo tanto, en el sistema cristiano las palabras de Malaquías se referirían a algo superior, a algo espiritual, a algo mucho más profundo que un diezmo material (dinero o posesiones). ¿Pero a qué se referiría?

El apóstol Pablo lo aclaró muy bien, al decir: "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre". (Hebreos 13:15) Lo que Dios espera del cristiano es que predique las buenas nuevas. De esa manera paga su diezmo simbólico a Dios.

Los judíos debían un diezmo, según la ley, pero en el sistema cristiano Dios no exigió un diezmo en dinero o posesiones materiales, sino en espíritu. El apóstol explicó que se daba mediante predicar las buenas nuevas del reino de Dios. Ese era el diezmo que los cristianos pagaríamos a Dios en adelante: Predicar las buenas nuevas. (Juan 15:16) Si un cristiano no usa su vida para predicar y hacer discípulos, no está haciendo la voluntad de Dios.

¿Cuánto dinero pidió Jesús? ¿Acaso dijo: "Por tanto, id y pagad el diezmo a Dios entregándoselo a los pastores"? No. ¡De ninguna manera! Lo que dijo fue: "Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles que pongan por obra todas las cosas que os he mandado. Y estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". (Mateo 28:19-20)

Está claro que exigir dinero u ofrendas materiales no estuvo en la agenda de Jesús ni de sus apóstoles. En la antigüedad el diezmo sirvió para sostener el templo y el arreglo del sacerdocio levítico. Pero cuando el templo fue destruido y los registros públicos se perdieron, nadie pudo constatar quién era descendiente de Aarón. ¿Quién podría exigir el diezmo según la ley de Moisés, si la ley exigía que el diezmo se entregara exclusivamente a los sacerdotes levíticos para el sostenimiento del templo y del sacerdocio?

No hemos encontrado en el Nuevo Testamento ningún pasaje en el que Jesús exige dinero a cambio de las bendiciones de su Padre, ni mucho menos que amenazara con represalias o maldiciones a los discípulos que no lo dieran puntualmente.

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