¿Por qué hay tanta maldad en el mundo?


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A comienzos de 2016 apareció una noticia increíble: Dejaron a una niña de corta edad a cargo de su nana, pero esta la degolló y deambuló por las calles gritando consignas y exhibiendo la cabeza como un trofeo. Cuando los reporteros la enfocaron en la dependencia policial, saludó a sus amigos con una gran sonrisa.

En otra ocasión, un hombre fue capturado luego de haber matado a mansalva a varias personas que pasaban por el lugar. Cuando lo interrogaron, pidió disculpas y dijo estar arrepentido, no por lo que hizo, sino por no haber podido matar a más personas.

Por eso, mucha gente de buen corazón se pregunta por qué hay tanta maldad en el mundo, sobre todo por el grado al que ha llegado la crueldad con que se manifiestan algunos grupos humanos que, por un lado, predican a Dios, y por otro, dan la impresión de no tener corazón ni juicio sano, sentido de tolerancia ni humildad. 

Parecen no tener en cuenta nada que se oponga a sus objetivos comerciales, intereses políticos o creencias religiosas. Y tal como una foca que no entiende a su cazador (fig.), los mansos tampoco logran comprender la mentalidad de sus opresores ni cuán extenso es el alcance de sus dominios.

Pero el dolor del alma del observador promedio se agrava más cuando le traslada la pregunta a sus guías religiosos: "¿Por qué existe tanta maldad en el mundo?", y reciben respuestas parecidas a estas: "El mundo está en manos de Dios, Él puede hacer lo que quiera", "Es la voluntad de Dios", "Es una prueba que manda Dios", "Todos somos hijos, no jueces, de Dios" o "Tenemos que aceptar las cosas como son y seguir rezando", como si rezando se fuese a reparar la enfermedad del mundo: el pecado.

¿Y qué responden acerca de los victimarios? Quizás digan: "No te preocupes, es el destino de esas personas", "Se irán al infierno" o "Tú irás al cielo". Pero ¿es así como Dios juzga a las personas? ¿Indiscriminadamente y sin saber quién le quita la vida a quién? La Biblia responde: "¡Es inconcebible que Dios haga lo malo, que el Todopoderoso cometa injusticias!" (Job 34:10)

Por lo tanto, es falso que la maldad proceda del Creador. Una fuente de agua dulce no puede comenzar a producir agua salada así porque sí. Por ejemplo, cuando Jesucristo explicó la parábola de la mala hierba, surgió una pregunta: ¿Por qué creció mala hierba si el sembrador sembró trigo? Su respuesta fue clara: Un enemigo sobresembró mala hierba entre el trigo y se escondió, lo cual significa que el sembrador no fue el causante del daño en el terreno. Ni Jesús ni su Padre sembraron mala hierba.

Y eso explica por qué se extiende más y más la cadena de esclavitud a la que Jesucristo se refirió cuando dijo: "Todo el que practica el pecado es esclavo del pecado" Luego se refirió a una contradicción increíble entre los que le escuchaban: "Ustedes descienden de Abraham y, sin embargo, procuran matarme". 

Se suponía que lo amarían al ver sus obras, que se lo agradecerían, que lo encomiarían y darían gloria a Dios, su Padre. Pero no hicieron eso. Por tanto, les dio una explicación clara a tan grande disparate: "Mis palabras no les entran", y señalando a la solución: "Si el Hijo los libera, serán realmente libres". (Juan 8:34-37)

Hace algún tiempo, luego de que un tifón arrasó con cierta ciudad, el clérigo contestó a sus angustiados feligreses: "Parece que Dios ha estado ocupado con otros asuntos", dando a entender que mostraba poco o ningún interés en lo que les sucedía. 

¿Qué reacciones pueden causar respuestas de esa clase? ¿Consuelo? ¿Entender mejor lo que significa el amor de Dios? ¡Difícilmente! Eso solo añade confusión, fomenta desorden civil y arranca del corazón cualquier vestigio de amor.

Y cuando la maldad se extiende hasta el punto de urgar en la llaga, es decir, herir directamente a nuestra propia familia, y uno les pregunta: "¿Por qué me ha sucedido esto, si toda mi vida he rezado y me he portado bien, toda mi vida he dado limosnas [el diezmo u otras ofrendas materiales], y me he esforzado por cumplir con las leyes de mi iglesia?", les contestan algo así: "¡Es la voluntad de Dios! Seguramente Él tiene algo diferente preparado para ti. Él está poniendo a prueba tu fe". ¡Como si Dios  o Jesús no tuvieran otra cosa que hacer que andar poniendo trampas por ahí para hacer caer ' sus hijos. ¿Les pondrías trampas a tus niños?

Otros aprovechan la coyuntura para responderles: "¿Pero pagaste puntualmente tus diezmos?", como si no darle dinero a Dios atrajera una desgracia. Pero ¿enseña eso la Biblia? ¡En absoluto! Por todos los indicios, observando la figura de la introducción, ¿no sería más lógico abrir nuestra mente y percatarnos de que es el Diablo quien realmente tiene esas inclinaciones y hace esas cosas?

Desde los tiempos de Caín y Abel, la Biblia siempre fue clara y consecuente al declarar vez tras vez que el orgullo, la ambición, la cólera y el terror fueron siempre las herramientas más usadas por el Diablo para infligir daño a la creación de Dios, especialmente al ser humano. 

Posteriormente, Jesucristo lo identificó como asesino y padre de la mentira. Y posteriormente, el apóstol Juan dijo de él: "Desde el principio [es decir, desde el libro de Génesis], éste ha sido el mensaje que recibieron [por mano de Moisés]: 'Que nos amemos unos a otros y no seamos como Caín que, por malvado, degolló a su hermano. ¿Y por qué lo degolló? Porque sus propias obras eran malvadas, mientras que las de su hermano, justas". (Génesis cap.4; 1 Juan 3:11.12) 

¡Está clarísimo! "Por sus frutos los reconocerán", dijo Jesús. (Mateo 7:16-20) Todos sabemos que existe una diferencia abismal entre una obra malvada y una obra bondadosa. No percibir el contraste rayaría en ceguera espiritual, lo cual contribuiría a la esclavitud mencionada.

Por otro lado, la Biblia fue igualmente clara y consecuente al declarar vez tras vez que "Dios es amor". Ningún padre amoroso manifestaría la contradictoria voluntad de poner a prueba a sus hijos empujándolos por un abismo o arrojándolos al fuego, es decir, exponiéndolos a cosas malas, y al mismo tiempo afirmar que es un padre amoroso, ¿verdad? (Juan 4:8; Job 34:10-12) La muerte de Jesús no fue intención de Dios, sino una consecuencia de que Jesús hablara la verdad y predicara la futura destrucción del Diablo.

Cuando le Biblia dice que Dios lo envió a la tierra a morir, no se refiere a que eso fue lo que Dios quería desde un principio, sino que no había otra forma de salvar a la humanidad que enviando un salvador, lo cual de seguro le acarrearía la muerte a manos de los hijos del Diablo. 

Al ser un destino inevitable, Dios profetizó desde el inicio que su sangre sería derramada, pero que Él le devolvería la vida y, además, lo convertiría en rey del Reino de Dios. Al permitir que su Hijo pasara por ese dolor fue como si Él lo hubiera aplastado. Pero al saber que lo recuperaría y salvaría a la humanidad que pusiera fe en él, fue como si se deleitara en que eso sucediera. No es que Dios quería que sufriera. Se trataba de una consecuencia inevitable de su misión de rescate. (Isaías 53:10)

¿Qué hubiera contestado Jesucristo?

¿Qué hubiera contestado Jesucristo si tú le hubieses preguntado: "¿Por qué hay tanta maldad en el mundo?". ¿Acaso hubiera dicho: "A mi Padre le satisface ver todo como está", o "Mi Padre así lo quiso"? No. Según su costumbre, se hubiese referido a algún pasaje de las Escrituras y te hubiera ayudado a razonar sobre el particular. Eso es lo que él hubiese hecho para explicártelo. Por eso, todo cristiano concienzudo debe seguir el mismo ejemplo al responder preguntas de los que quieren saber lo que Dios piensa respecto a todo asunto.

Por ejemplo, podrías leer la Biblia, en Lucas 10:18; Juan 12:31; 16:11 y Apocalipsis 12:9, 12, y decirle: "Cuando Jesús predicó, dejó en claro que había llegado el tiempo para juzgar a este mundo y que su gobernante [refiriéndose al Diablo] sería expulsado. De hecho, proféticamente lo vio caer del cielo, lo cual se cumplió cuando fue arrojado a la tierra junto con sus ángeles. Lamentablemente, engañó al mundo entero y la tierra se sumió en un caos. Todo lo que está sucediendo en el mundo se debe a eso".

Es fácil para cualquier pastor dar una respuesta basada en la tradición, en un dogma o en su experiencia personal o en su propio criterio. Y es fácil para el que pide consejo recibir una respuesta simple y no tener que esforzarse por buscar los pasajes de la Biblia que lo ayuden a encontrar una respuesta. Pero ¿qué consecuencias tendría un método que no imita el ejemplo docente de Jesús? Un ejemplo nos ayudará a razonar en lo que podría suceder.

Al poco tiempo de casarse, la esposa de cierto hombre cometió adulterio. Ambos eran de una religión cuyos líderes religiosos decían que un divorciado ya no podía volver a casarse. De modo que un tiempo después del divorcio, el hombre le preguntó al sacerdote si podía volver a casarse. La respuesta fue un rotundo "¡No!", con aspavientos, ademanes, gestos de desaprobación y palabras desalentadoras. Por eso el hombre nunca volvió a casarse, envejeció y vivió solo por el resto de su vida, triste y deprimido, resentido con Dios por ser tan inflexible.

Un día, alguien le pidió que leyera Mateo 5:31-32, y el hombre exclamó que eso mismo le había dicho el cura. Sin embargo, la persona le pidió que leyera más adelante, en Mateo 19:3-9, ¡y se le abrieron los ojos. Se dio cuenta de que el requisito no era tan estricto como le habían dicho, sino que, bajo ciertas circunstancias, no hubiera pecado si se casaba nuevamente. (1 Corintios 7:39) Lamentó no haber investigado el asunto mas a fondo cuando todavía era joven. Fue fatal haber seguido el consejo de alguien que no supo usar correctamente la Biblia. Se dio cuenta de la importancia de investigar antes de dar por sentado todo lo que los guías religiosos enseñan como verdad o doctrina. Pasó toda una vida en soledad habiendo podido casarse nuevamente, porque basó su "fe" en lo que un día le dijo un cura mal informado. 

Por eso, en este asunto de por qué permite Dios el sufrimiento tenemos que hacer lo mismo, y no dar por sentadas las explicaciones absurdas que dan quienes contestan sin tener un conocimiento verdadero de la Biblia. ¡Qué consolador es escuchar la explicación correcta después de tanta confusión y ansiedad! ¡Qué maravilla es encontrar la verdad, como si fuera, detrás de un arbusto en el desierto!

Por ejemplo, en su angustia, el profeta Habacuc preguntó una vez a Dios: "¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que me escuches? ¿Hasta cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos salves? ¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar el sufrimiento? Veo ante mis ojos destrucción y violencia; surgen riñas y abundan las contiendas. Por lo tanto, se entorpece la ley y no se da curso a la justicia." Y Dios le contestó: "Porque los malos rodean a los justos. Por eso las sentencias que se dictan son injustas". (Habacuc 1:1-4)

Así es. Desde el punto de vista de Dios es innegable que los malos son mayoría. Y podemos comprobarlo todos los días viendo las noticias. Por eso hay tanta maldad y por eso Jesús dijo que el juicio de Dios se expresaría de manera drástica contra la mayoría. El apóstol Pablo explicó esta espiral de decadencia moral, diciendo: "Los hombres malos y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados". (2 Timoteo 3:13) 

No estaba diciendo nada nuevo. El profeta Isaías ya lo había escrito: "Los malvados son como un mar en tempestad, que no puede estarse quieto y sus aguas arrojan alga marina y fango. '¡No hay paz para los impíos!, ha dicho mi Dios'", y sería una tendencia en los últimos días, ante la proximidad del Reino de Dios (Isaías 57:20-21; Lucas 11:2; 21:25)

Se suponía que la religión encausara la moralidad de los pueblos. Pero los resultados que se ven alrededor del mundo, en todas partes, en casi todas las religiones, cristianas y no cristianas, es una prueba evidente de su fracaso como promotoras de paz y amor, lo cual a su vez prueba que Dios no está con ellas y de que Jesús va a pedirles cuenta, una por una, hasta poner al descubierto la verdad. ¿Cuál podrá mantenerse en pie ante el Cordero? ¿Cuál podrá decirle: "Hice tal como me indicaste"? ¡Al contrario! Hasta cantidades de líderes religiosos a veces se ven envueltos en crímenes contra la humanidad. ¿Y Jesucristo no les pedirá cuentas? ¡Definitivamente!

Jesús advirtió a sus discípulos: "Entrad por la entrada estrecha. Porque la entrada que lleva a la aniquilación es ancha y espaciosa y muchos entran por ella. Pero la entrada y el camino que lleva a la vida es estrecho y angosto y pocos son los que lo encuentran. (Mateo 7:13-14) Eso significa que ser cristiano no sería fácil, ni que sus discípulos podrían acomodar los principios bíblicos a su antojo para seguir pecando y, al mismo tiempo, recibir el favor de Dios.

La Biblia siempre fue constante al remarcar que lo malo era malo y siempre sería malo; y que lo bueno era bueno y siempre sería bueno. Pero la mayoría nunca se puso en vías de alcanzar la salvación. No porque Dios no hiciera nada, sino porque la gente rara vez desea de corazón hacer lo que es recto desde el punto de vista de Dios. La mayoría cierra los ojos y los oídos. (Mateo 13:15) Siempre está acomodando la Palabra de Dios a sus caprichos, a fin de que lo malo no parezca tan censurable, y lo bueno que Dios manda parezca solo una exageración de su parte, algo que debería adaptarse al cambio, a la moda y a las costumbres locales.

Isaías 5:20-25 dijo esto a los de la antigüedad: "¡Ay de los que dicen a lo malo bueno y a lo bueno malo, que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen dulce por amargo y amargo por dulce! ¡Ay de los que son prudentes y sabios a sus propios ojos! ¡Ay de los que se creen valientes por beber mucho vino y hombres fuertes que mezclan bebidas, que por un soborno declaran justo al culpable, y le quitan sus derechos al justo! Por tanto, tal como la lengua del fuego consume el rastrojo y la llama devora la paja, así será su raíz, como podredumbre, y su flor se desvanecerá como el polvo. Porque despreciaron la ley de Jehová de los ejércitos y repudiaron la palabra del Santo de Israel. Esa fue la causa por la que se encendió el furor de Jehová contra su pueblo, y extendió contra él su mano hiriéndolo; y se estremecieron los montes y sus cadáveres fueron arrojados en medio de las calles. Y con todo, no ha cesado su furor. Su mano todavía está extendida."

La Biblia es clara: "No admitas un simple chisme, y no te pongas de acuerdo con los malos como testigo falso. No vayas tras la mayoría para hacer cosas malas, ni respondas en un litigio inclinándote por la mayoría para agraviar a otros, ni siquiera te parcialices con el pobre en su causa simplemente porque sea pobre. (Éxo 23:1-3)

¿Por qué la mayoría parece ser siempre tan mala?

Porque el mundo es de ellos. Así de simple. Jesucristo mismo lo reconoció cuando dijo: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera". (Juan 12:31) ¿A quién se refería? Al enemigo de Dios, al Diablo, hecho que corroboró el apóstol Juan: "El mundo entero está en el poder del malvado", es decir, del príncipe de este mundo. (1 Juan 5:19) Por eso tentó a Jesús en el desierto ofreciéndole poder sobre los reinos del mundo. (Lucas 4:5-8)

Esa es la razón por la que Jesús dijo "El mundo os odia. Mas si os odia, sabed que a mí me odió antes que a vosotros. Si fuerais con el mundo, el mundo os amaría. Porque el mundo ama lo suyo. Pero porque vosotros no sois parte del mundo, sino que yo os saqué del mundo, es por eso que el mundo os odia". (Juan 15:17-19)

La mayoría no acepta que se le hable de las buenas nuevas del reino. Su reacción y respuesta suele ser de desagrado y disgusto, aun con hostilidad, amenaza y violencia, demostrando con ello que está a favor del Diablo, de la injusticia y la maldad. Esa fue la actitud dominante de los amigos de Satanás cuando se enfrentaron a Jesucristo, y seguirá siendo la actitud dominante hasta que venga el Reino de Dios. (Mateo 24:39; 27:39-44)

Por lo tanto, que no te extrañe que exista tanta maldad e injusticia en el mundo. En tiempos de paz, es común ver a la mayoría alabando a Dios con un lado de la boca. Otros cantan canciones de alabanza, haciendo ofrendas de toda clase, se golpean el pecho, suplican favor y hasta hacen chorrear su sangre como sacrificio. Pero cuando las cosas se ponen críticas y las cosas no salen como lo planearon, conforme a su capricho, no según la voluntad de Dios, inmediatamente se olvidan de Él y le dan la espalda haciendo precisamente las cosas malas de las que se quejaban, añadiendo injusticia a su maldad. Para muestra, un botón: El 25 de diciembre la mayoría se ve piadosa, pero seis días después, el 1 de enero, se quitan (o ponen) la máscara y dan rienda suelta a la diversión y la pasión, a veces con consecuencias desastrosas para el resto de su vida. No hablamos de la minoría.

Por eso los que quieren obedecer a Dios deben seguir pidiendo: "¡Venga a nosostros tu reino! ¡Hágase tu voluntad en la tierra!" (Mat 6:9-10) Porque cuando venga su Reino realmentese hará Su voluntad en la tierra.

La pregunta clave es: ¿Qué harás al respecto? ¿Te pondrás del lado de la mayoría que rechaza a Dios? ¿O quieres que venga su reino y acabe con toda la maldad e injusticia? Bueno, debes saber que lo que cuenta para Dios no es lo que digas, sino lo que hagas al respecto. (Mat 23:39)

"Pero ¿cómo me beneficiará ser una buena persona en un mundo donde la mayoría es mala?", tal vez digas. Pero mira cómo responde la Biblia: "Aunque el pecador haga cien veces lo malo, y sus días se prolonguen, con todo seguramente les irá bien a los que temen a Dios y lo respetan. No te imagines que le irá bien al malvado, ni pienses que prolongará por mucho tiempo sus días. Porque su tiempo vendrá a ser como una simple sombra, por no haber temido a Dios". (Eclesiastés 8:12-13; Romanos 13:3-4)

De modo que Dios no causa cosas malas, pero sí deja que nos sobrevengan las consecuencias por nuestros propios pecados y nos insta vigorosamente a que dejemos de pecar y que hagamos Su voluntad. Si así lo hacemos, nos evitaremos muchos dolores y sufrimientos. Porque Dios nos da su palabra de que, si le obedecemos, nos irá bien pero si no, nos irá mal. (Santiago 1:13)

La ley de las consecuencias

Una consecuencia es un resultado, el efecto de una o más acciones. Pero cuando se considera el asunto de la maldad que existe en el mundo, alguien podría pensar: "Pero ¿por qué me sobrevienen consecuencias desagradables si siempre llevé una vida sana y tranquila?"

El problema de las consecuencias es que no solo podrían sobrevenirnos individualmente, sino como colectividad, y hasta como humanidad, por los errores cometidos por nuestros antepasados. 

Por ejemplo, sabemos que en los últimos años ciertos barcos petroleros derramaron grandes cantidades de crudo en los océanos. Con el tiempo, personas inocentes de los pueblos afectados que nada tenían que ver con la compañía naviera, con la compañía petrolera ni con las personas que fueron responsables del daño, cosechan indirectamente los perjuicios del mismo. No fue la voluntad de Dios que eso les ocurriera. Pero sí fue la ley de las consecuencias, que no discrimina a nadie. Si se derrama petróleo en el mar, muchas criaturas vivas sufrirán por ello, desde animalitos y plantitas que viven en el fondo del mar hasta los que viven en las cumbres de las montañas que pudieron comprar alimentos marinos envasados.

Si causamos daño a otros, sufriremos las consecuencias. Por ejemplo, si un delincuente roba sus pertenencias a alguien, tal vez le resulte emocionante y divertido por algún tiempo. Pero las consecuencias lo alcanzarán, y antes de que lo imagine, acabará pagándolo muy, ya sea muriendo horriblemente, pudriéndose en una prisión o contrayendo una penosa enfermedad. Es el precio por juntarse con gente de mal vivir. Toda su vida estuvo orientada al fracaso. Le sucede tanto al ladronzuelo de una calle transitada como al más encumbrado cabecilla de una organización terrorista o narcotraficante. No existe forma de librarse de las consecuencias.

Y no es que Dios use una carta mágica para golpearlo. Son leyes inmutables de la naturaleza y la moralidad que Él  impuso para nuestro bien. Lamentablemente todos recibimos los malos efectos de pasarlas por alto.

Por ejemplo, un conductor se detiene frente a una luz roja. Respeta escrupulosamente el límite designado para el tránsito peatonal. A los pocos segundos, algo golpea su automóvil por detrás, y antes de reaccionar y voltear para ver lo que pudo ocurrir, ve que un cuerpo pasa volando y cae aparatosamente ante de sus ojos. Viene la policía, viene una ambulancia, se llevan al herido y se llevan preso a aquel pacífico conductor. Revisan las cámaras de seguridad y las torres de telefonía celular y comprueban de quién fue la culpa. ¿Acaso dicen: "Dios tuvo responsabilidad en esto. Él  tuvo la culpa?". No. Fue imprudencia del motorizado volador.

Pero si fue culpa del imprudente motorizado, ¿es justo que el conductor del automóvil -un ciudadano que respetó la ley-, sea culpado, pierda su tiempo en la dependencia policial, luego comparezca ante un juez y pague los daños y perjuicios? Las consecuencias que le sobrevienen a un ofensor usualmente afectan a personas inocentes. Dios no tuvo absolutamente nada que ver con eso.

Sucede que muchas personas suponen equivocadamente que Dios es un policía que está pendiente de todo. Eso es lo que enseñan muchos religiosos: "¡Dios está en todas partes!". Y cuando ocurre una desgracia, dicen: "Tal vez tuvo algo que hacer en otra parte" o "se quedó  dormido". ¡Que falta de respeto! 

Dios no solo es inocente del mencionado accidente de tránsito, sino de todas las acciones del ser humano. Dios cumple con darnos sus normas en la Biblia, pero no es responsable de que la menospreciemos. No es un secreto que muchos respondan: "¡No, gracias!" cuando se les ofrece hablar de la Biblia.

Pero ¿y si no hemos causado mal a nadie nunca? ¿Por qué nos sobrevienen cosas penosas? Se debe a que las consecuencias no solo les sobrevienen a los malos, sino a los buenos que viven en la comunidad de los malos, como ocurre, por ejemplo, con un barco petrolero que derrama crudo en el mar.

Si alguien vive sudamérica, tal vez le parezca que lo que sucede en Oriente Medio no le afecta. Pero no es así. Somos parte de la humanidad. Lo que sucede allá nos afecta a todos en todas partes. Vemos por televisión un brote de violencia porque cierto grupo se resintió al enterarse de un fallo judicial aparentemente injusto. Hubo muertos y heridos, gran daño a la propiedad y al medio ambiente. Al poco tiempo ocurren brotes de violencia en otros países por otros motivos. Los que vieron por televisión aquellos brotes de violencia también se sintieron envalentonados a llevar a cabo acciones parecidas en sus países, suponiendo que era la manera de resolver el problema.

Lo que vemos y oímos en la televisión nos afecta a todos de una u otra manera. La clase de música, la clase de películas, la clase de amigos que hacemos, la clase de fiestas que llevamos a cabo, todo nos afecta. ¡Reaccionamos ante los estímulos! Los seres humanos somos causadores y reaccionadores. Aunque no hagamos daño a otros, nos duele lo que ocurre a nuestro alrededor, y nos afecta. 

Si una mayoría o una minoría hace cosas malas, tarde o temprano rebotará en todos, no solo en esa mayoría o esa minoría. Podemos protegernos lo mejor posible y esforzarnos al máximo por ser buenas personas, pero es imposible evitar que las consecuencias salpiquen por todas partes. No es culpa de Dios, sino de la humanidad misma, sea culpable o inocente. Se conoce como responsabilidad de comunidad. Cuando llueve, todos nos mojamos, a no ser que nos pongamos a buen recaudo y con anticipación.

¿A buen recaudo? ¿Cómo se hace eso? La Biblia lo explica. Es la Palabra de Dios. Si no hacemos el esfuerzo por leerla, nunca lo sabremos. ¿No hacemos un esfuerzo por el pan de cada día? ¿O nos cae del cielo? ¡Hacemos el esfuerzo! ¿No deberíamos hacer un esfuerzo con mayor razón para averiguar cómo ponernos a buen recaudo antes de que nos sobrevengan los problemas y accidentes? Y ¿acaso no nos ayudará personalmente a vivir de un mejor modo en caso de sufrir un suceso imprebisto, ya se trate de un accidente automovilístico o un derrame de petróleo?

Cuando nuestros primeros padres, Adán y Eva, le dieron la espalda a Dios, desataron consecuencias terribles a corto, mediano y largo plazo que terminaron afectando a todos sus descendientes a través de la historia. Por eso muchos se preguntan por qué Dios no interviene para impedirlo, y olvidan que Jesucristo explicó que al tiempo señalado lo haría mediante su Reino. Por eso nos enseñó a pedir: "Venga a nosotros tu reino". Eso significa que todos los que realmente quieran ver el fin de la maldad, tienen que poner fe en que Dios tiene un tiempo señalado para intervenir.

Los insensatos no saben y los necios no entienden que, a pesar de que los malvados florezcan, se multipliquen y extiendan como la hierba, es solo para que sean destruidos para siempre. - Salmo 92:7

¿Por qué tiene que ser así de drástico? Porque en su justicia perfecta y equilibrada, Dios no puede destruir a alguien que no lo merezca. Tiene que haber una base para su juicio. De modo que los hechos malvados realizados con plena conciencia de la maldad sientan las bases para que Dios retenga de ellos su misericordia. Jesús destacó claramente dicho principio, al decir: "No habrá compasión para el que actúe sin compasión". (Santiago 2:13) Y el apóstol Pedro explicó que Dios 'reserva a los malvados hasta el día del juicio, especialmente a quienes van tras los deseos corrompidos de la naturaleza humana y desprecian la autoridad de Dios'. (2 Pedro 2:9-10)

La Biblia enseña claramente que la misericordia de Dios no alcanza al malvado si se vuelve terco ante sus llamados a través de su Palabra. Su misericordia es solo para los que se arrepienten de corazón. Pero tampoco basta con arrepentirse de corazón. Hay algo más que Dios espera de alguien que se arrepiente.

La persona debe tener presente que tomaría algún tiempo, según lo explicó el profeta Ezequiel: "Si un malvado se arrepiente de todos sus pecados, obedece todos mis decretos y practica el derecho y la justicia, no morirá. Vivirá por haber practicado justicia. Dios olvidará todos sus pecados. ¿O acaso creen que me complace la muerte de un malvado? ¿No es más bien que quiero que abandone su mala conducta y siga viviendo?"  (Ezequiel 18:21-22)

Por lo tanto, el malvado no solo tendría que reconocer al Señor y arrepentirse de todos sus pecados, sino que tendría que tomar el tiempo suficiente para demostrar que obedece todos sus decretos y que practica derecho y la justicia de Dios, no la suya propia. Eso toma tiempo. 

Nadie puede practicar todos los decretos de Dios si no sabe cuáles son, y tampoco puede practicar la justicia de Dios si no sabe qué es justo e injusto desde el punto de vista de Él. Quizás alguien crea que su gato resucitará. Pero ¿enseña la Biblia que Jesús entregó su vida por los gatos y darles vida eterna? La Biblia no habla de eso en ningún lugar. Por la misma razón, alguien podría pensar que es justo inmolarse y volar en pedazos con una bomba atada al cuerpo, destruyendo a muchos en una escuela de niños o en medio de un cine. Pero ¿es esa realmente una expresión de la misericordia de Dios?

Por lo tanto, la maldad puede florecer y extenderse todo lo que quiera. Pero Dios finalmente tomará acción en el momento menos esperado para ellos y hará justicia para los mansos (Mateo 5:5). Porque en eso consisten las promesas de Cristo. "¿Acaso les dio vergüenza lo que hicieron? ¡No les dio vergüenza! ¡Ni siquiera saben lo que significa la vergüenza! Por eso, caerán con los que caigan, y los derribaré cuando les llegue el momento, ha dicho Yavé". (Jeremías 8:12)

Entonces, ¿vale la pena esforzarse yendo a contracorriente? ¿Vale la pena defender lo que la Biblia dice que es justo? ¿Vale la pena ser bueno en medio de una maldad que florece como mala hierba? ¿Vale la pena seguir confiando en que Dios ejecutará su juicio contra los malvados. ¡Definitivamente! Apocalipsis dice:

"Deja que el malo siga haciendo el mal y que el injusto siga cometiendo injusticias, pero también, que el justo siga practicando justicia y el santo siga santificándose." (Apocalipsis 22:11)



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