¿Hasta qué grado esforzarme?


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Algunos pastores usan el sentimiento de culpa y el cargo de conciencia, vociferan o hacen otras cosas impactantes como un método para azotar al rebaño para que dé más de lo que da. Pero esto tarde o temprano resulta en resentimiento y dolor y en la ira de Dios. (Ezequiel cap.34)

Jesús no hizo eso.(Isaías cap.53) Él no fustigó a sus discípulos por no dar más de lo que podían dar, o por dar menos de lo que su corazón les impulsaba. (Mateo 9:29; Gálatas 6:18) Tampoco los comparaba entre sí con los que daban más ni les mostraba testimonios de enfermos que daban más que los sanos. Por el contrario, les dijo: "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana." (Mateo 11:28-30)

No se refería al cansancio físico, sino al espiritual. La gente estaba cansada de las opresivas reglas y tradiciones que sus líderes religiosos les habían impuesto más allá de lo que ordenaba la ley de Moisés, reglas incontables que sofocaban hasta el último rincón de sus actos. Hubiera sido contradictorio que Jesús les añadiera cargas de ese tipo por medio de sacarles en cara su bajo rendimiento. Eso hubiese sido manipularlos emocionalmente para que, por decirlo así, se pongan las pilas. Pero no hubiera sido amoroso.

A juzgar por las características que el apóstol Pablo señala por inspiración divina en su epístol a los Gálatas, aparentemente Jesúscristo usaba un tono de conversación al predicar, no uno semoneador ni condenatorio. Es fácil que un lector poco informado interprete las palabras de los evangelios con un tono de voz duro, por estar acostumbrado a escuchar esa clase de peroratas de parte de los clérigos de las religiones; pero no armonizaría con lo que la Biblia menciona acerca del espíritu santo.

El espíritu santo es amable, tranquilo, tierno, controlado, apacible y bondadoso, no duro, sarcástico ni insensible. Y si bien es cierto que en contadas ocasiones impulsó a ciertos profetas, y hasta a Jesucristo mismo, a responder con sarcasmo, esa no fue la tónica que Jesús usaría siempre. ¿Cómo lo sabemos? La mayéutica nos ayuda a responder esa pregunta: Los niños nunca se le hubieran acercado para que los bendijera. ¡Hubieran huido de él!

Haz esta prueba. Lleva a un niño a la prédica impulsiva y agresiva de un clérigo que desborda de condenas y, cuando termine, dile que se acerque a él y lo salude. ¿Crees que querrá acercarse voluntariamente? ¡Difícilmente! Jesús no era así. Las Escrituras dicen que los niños no tenían ningún temor de acercarse a él, y él los tocaba, los cargaba y los bendecía. Eso significaría que también dedicaría algún tiempo a jugar y reírse con ellos.

Jesús expresó aprecio por lo poco que algunos podían darle a Dios y los animaba a continuar fortaleciéndose con el conocimiento; y a los que daban mucho, los animaba a hacerlo plenamente. Jamás menospreció a los que daban poco ni los hizo sentirse inferiores. Esa llegó a ser después una de las instrucciones apostólicas. (Marcos 12:41-44; 1 Tesalonicenses 4:1-2) Jesús no usó técnicas de manipulación ni psicología de masas para forzar las conversiones. Simplemente presentó las buenas nuevas de manera digna y atrayente, respondiendo con base en las Escrituras a todas las preguntas de sus oyentes.

Pero los líderes religiosos sí manipulaban la mente de sus feligreses y los mantenían intencionalmente en ignorancia respecto de los asuntos más importantes, porque esa era la única manera como podían someterlos a su voluntad. De hecho, fue con manipulaciones que soliviantaron a las muchedumbres para que exigieran la muerte de Jesucristo, un hombre que solo les había hecho el bien durante varios años de ministerio, y pidieran que liberaran en cambio a un criminal de la peor calaña. (Lucas 23:21)

Jesús siempre habló confortadoramente a las muchedumbres sin hacer comparaciones odiosas ni hacerles sentirse culpables de su pobreza de espíritu. Por eso sus verdaderos apóstoles y discípulos aumentaban en número. (Juan 7:46)

Las comparaciones desagradables, ya sean directas o indirectas, son mensajes que despiertan cargo de conciencia hiriendo el amor propio con el propósito de mantener en cautiverio a la persona. En la superficie parecieran ser herramientas eficaces que invitan a la reflexión e impulsan a la gente a actuar, pero en el fondo solo desaniman y resultan más o menos devastadoras dependiendo del grado depresivo en que alguien se encuentra.

Hay pastores que se suben a una nube o pedestal desde el cual ven a los demás como inferiores y les lanzan sermones punzantes para hacerles sentirse como si no se esforzaran tanto como ellos. Pero los cristianos no son seguidores de hombres, sino de Cristo, y Cristo nunca maltrató emocionalmente a las personas.

¿En qué casos está justificado tratar a alguien con dureza y crueldad? La respuesta es: En ninguno. El espíritu santo no es duro ni cruel. Cualquier endurecimiento de las circunstancias se debe a la reacción orgullosa del oyente, no a que el espíritu santo sea duro.

Dios se complace en lo poco o mucho que alguien haga por Él y lo agradece y bendice, siempre que lo haga de corazón. Jesús indicó que no hay razón para compararnos unos con otros, ni mucho menos menospreciar a quienes suelen dar poco o mucho, puesto que todos difieren en fe. (Mateo 13:8; Gálatas 6:4) El que pueda dar más, que dé más; pero el que pueda dar poco, que dé poco. Nadie debería sentirse presionado, humillado o culpable de no poder dar más de lo que su corazón le dicta. Pablo dijo: “Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes que nadie se forme un concepto de sí mismo más elevado que el que debe tener, sino más bien que piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya concedido.” (Romanos 12:3)

Por lo tanto, esfuérzate. Porque todo esfuerzo te beneficia personalmente. Pero no tienes por qué compararte con nadie, ni mucho menos aceptar que te hagan sentir inferior a otros que pueden dar más. (Romanos 15:1-4) Dios oye tu corazón y sabe por lo que estás pasando. Él sabe cuánto puedes y quieres dar, no los puedes engañar, y Él está dispuesto a recibir lo que puedas darles. No te lo echará en cara nunca.

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