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Al observar la gran cantidad de crímenes e injusticias que ocurren en el mundo, no pocas personas se preguntan por qué Dios parece ajeno a todo. Y cuando ven a líderes religiosos que salen en televisión diciendo que "no pueden entenderlo", "es la voluntad de Dios" o "es una prueba del Señor para saber qué hay en nuestro corazón", como si Dios no supiera lo que somos por dentro, les parece una respuesta tan absurda que pierden la fe, se desorientan y dejan de buscar las respuestas, se vuelven escépticos, agnósticos o ateos. Por lo tanto, se pierden y quedan expuestas a toda clase de vandalismo espiritual. (Ezequiel 34:10)
Pero cuando reciben una explicación directamente de la Biblia pueden atar cabos y llegar a un entendimiento que disipa todas sus dudas. Y cuando eso sucede, se sienten aliviadas y, lo que es más importante, llenas de esperanza. Se sienten como el que finalmente logra colocar las piezas más importantes de un rompecabezas, dándose cuenta de que la imagen se ve más clara. ¡De hecho, solo existe una manera de armar un rompecabezas: Colocando las piezas donde verdaderamente corresponden!
No somos ajenos a lo que sucede en el mundo cuando vemos en las noticias que en diferentes partes del mundo la gente se desgarra con la guerra, la delincuencia, las epidemias y otros males. Pero no podemos hacer nada al respecto. ¿Acaso Dios no ve también lo que está sucediendo? ¿Y acaso no tendrá una buena razón para no intervenir?
La respuesta se facilita o complica dependiendo que quién hace la pregunta. A los ateos, agnósticos y escépticos se les hace más difícil, porque se han vuelto predispuestos a no escuchar más explicaciones. Pero hay ejemplos en los que podemos pensar desded un punto de vista neutral, seamos creyentes o no, para entender lo que sucede. Lógicamente, como las respuestas las sacaremos de la Biblia, también tenemos que buscar en ella las explicaciones.
Dios no es Dios de todos
Comencemos aclarando que, contrario a la idea común, el Dios de la Biblia no es el Dios de todos, como muchos piensan. Los muchos documentales de Discovery Channel y National Geographic han mostrado hasta la saciedad cómo personas de diferentes culturas y latitudes adoran de diferentes maneras a dioses de todas clases, abiertamente confesando que no tienen nada que ver con el Dios de la Biblia.
Por otro lado, aunque la Biblia afirma que Jehová es el Dios del universo, es decir, un Dios para todos, también reconoce honradamente que no toda la humanidad lo reconoce como tal. Por ejemplo, tal vez no se de cuenta de que se contradicen cuando afirman: "Yo no soy de su religión" y después: "Pero Dios es uno y todos adoramos al mismo Dios". Primero dan a entender que no consideran que la religión sea la misma para todos, y después dicen que Dios es Dios de todos. ¡La Biblia compara esa actitud a la de un borracho que no sabe lo que dice!
De hecho, la Biblia destaca las buenas nuevas desde el primero hasta el último capítulo. En el primero describe una pugna entre dos descendencias, un enfrentamiento a muerte que comenzaría y persistiría a través de los tiempos hasta su culminación. La una infligiría un daño terrible a la otra, pero ésta finalmente le daría muerte. Y en el último se muestra el resultado, aclarando que dicha pugna había sido realmente entre el Diablo y el arcángel Miguel. La historia de la humanidad se desenvuelve durante miles de años entre estos dos grandes acontecimientos.
Después de su bautismo, Jesús se internó en el desierto para meditar. Pero al cabo de cuarenta día y cuarenta noches sintió hambre. El Diablo le propuso resolver todos sus problemas a cambio de un solo acto de adoración, dándole a entender que todo lo que había en el mundo le pertenecía por derecho legal. Pero Jesús se mantuvo firme, reiterando lealtad a su Padre, Jehová (o Yavé), el Dios de la Biblia, y el Diablo se retiró.
¿Derecho legal? Efectivamente. Cuando nuestros primeros padres Adán y Eva cedieron ante la propuesta del Diablo en el paraíso original, en realidad estaban ejerciendo su libre albedrío. Al oponerse a Dios estaban tomando una decisión legal. Abiertamente escogieron hacer las cosas a la manera del Diablo. Y aunque Dios les había dado oportunas advertencias de las consecuencias, permitió que ejercieran su derecho legal. Desde ese momento en adelante, Dios no sería responsable de las consecuencias, tampoco estaría en la obligación de forzar al hombre a obedecerle, y mucho menos intervenir en sus asuntos (vale decir, su política, religión e intercambio de bienes). En otras palabras, Dios respetaría el derecho legal del hombre a utilizar su libre albedrío de una manera distinta a lo que Dios aconsejó. Por eso los abrigó y los escoltó hasta las afueras de la entrada del paraíso, clausurando el acceso. (Génesis, capítulos 2 y 3)
Una vez fuera del paraíso, el hombre siguió adelante con el curso de independencia que se había trazado. Estableció sus propias reglas de juego, su propia forma de religión y su propio modo de sastisfacer sus necesidades básicas, todo sin la ayuda de Dios, siguiendo la influencia de Satanás. Poco a poco, sus descendientes hicieron lo mismo, y las ramificaciones de su modo desordenado de administrar la tierra llegó a extenderse por todo el mundo. En vez de orden, planificación y limpieza, resultó en un gran desorden, improvisación y contaminación, que es lo que vemos hoy.
Estamos viviendo las consecuencias de aquel errado proceder. La humanidad está experimentando los resultados finales de aquella política original, un enredo de leyes que difieren de país en país, naciones que a través de los siglos trazaron fronteras de toda clase para reafirmar sus propias soberanías internas, y como si fuera poco, dentro de cada país trazaron subfronteras municipales, regionales o estatales
Sistemas religiosos con los más variados rituales reemplazaron el sistema de adoración sencillo que Dios tenía pensado para la humanidad. Astutos seres humanos de entre ellos se erigieron a sí mismos en videntes, sacerdotes y sacerdotisas que llegaron al punto de ordenar que sacrificaran víctimas humanas para 'apaciguar a los dioses'. ¡Y comenzaron a exigir que quemaran en el fuego, arrojaran a un abismo o les sacaran el corazón a una incontable cantidad de niños, mujeres y jóvenes inocentes para calmar al dios! ¿Por qué no se sacrificaron ellos mismos, en vez de sacrificar a inocentes? ¿Qué clase de dios necesita calmarse de esa manera? Sin duda se convirtieron en víctimas de un engaño.
Hoy no se arroja a los jóvenes al fuego, pero se los envía a morir en la guerra. Hoy no se arroja a mujeres a un abismo, pero se las discrimina, agrede y desmoraliza considerándola como ser humano de categoría inferior. Hoy no les sacan el corazón a las personas con un cuchillo sobre un altar, pero se lo amargan y enferman mediante influencias que provocan infartos y otras clases de males mortales que lo paralizan.
Y por último, la humanidad llevó el simple intercambio de productos de primera necesidad hasta el grado de sistematizar una comercialización despiadada. Produjo una infinita variedad de productos y servicios que, en muchos casos, no necesitaba y que solo le complicó la vida. Un secreto a todas voces es que tanto la política como la religión y el comercio tienen un solo fin: Dinero.
Definitivamente, el hombre ha demostrado más allá de toda duda que no ha sido capaz de administrar los recuersos de la tierra y de la humanidad eficientemente. Ha evidenciado egoísmo al promover una cultura de consumismo que ha llegado al punto de dividir a ricos y pobres de manera tal que se fomentan guerras internas, regionales y mundiales, promoviendo toda clase de revoluciones, protestas y descontento. Y sobre todo, ha manifestado una absoluta falta de respeto hacia la vida y la salud por medio de establecer creencias religiosas egoístas que han desnaturalizado el concepto de convivencia.
Al cabo de toda una vida dedicada a reflexionar en estos asuntos, ¿vemos que tuvo algún sentido positivo darle la espalda a Dios? ¿Fue sensato perder tiempo tratando de armar el rompecabezas de otra manera? Los escépticos se justifican diciendo que sí, porque sin maldad no hubiéramos descubierto el bien, y los más absurdos dicen que sin maldad el mundo sería aburrido. Pero ¿acaso uno forzosamente necesita quedarse sin el brazo derecho para reconocer cuán valioso es el izquierdo? ¡Absurdo! Ni un burro diría que sí.
Ahora que podemos mirar hacia atrás como si fuera por un espejo retrovizor y analizar la espiral decadente de los resultados, algunos han logrado identificar que la independencia absoluta y el descontrol indiscriminado, que han servido para experimentar con toda clase de gobierno, toda clase de religión y toda clase de transacción comercial, han sido piezas clave de un verdadero rompecabezas que la humanidad ha creado y no ha sabido armar. Un reflejo de sus acciones se puede notar en algunos sistemas de publicidad y propaganda, que impregnan la mente y corazón, especialmente de los niños, con de ideas, conceptos, tradiciones y toda clase de condicionamientos sociales, muchos de los cuales son ficticios y carentes de altruismo. En las más altas esferas empresariales, la "humildad" ha llegado a ser sinónimo de "estupidez", considerándose al humilde y honrado como un idiota que debería dedicarse a cualquier cosa, menos a los negocios. Y esa filosofía ha sido la gangrena de todo el sistema.
Es como los padres que dejan a su hijo a rienda suelta, sin ninguna clase de restricción, y cuando se hace a adulto y se mete en un cuello de botella, repleto de problemas graves y dificultades, se lamentan, preguntándose: "¿Qué hicimos mal?". No se percatan de que estuvieron cultivando hábitos, costumbres y tradiciones que no tenían ninguna probabilidad de éxito. Dejar a un niño a rienda suelta es condenarlo a continuar a rienda suelta por el resto de su vida. Sin duda acumulará problemas que, tarde o temprano, no sabrá cómo resolver. Eso le ha pasado a la humanidad en conjunto.
¿De quién es la responsabilidad?
Es arriesgado hablar de responsabilidades en un mundo en que el sentido de responsabilidad es tenido a menos . No es raro que todos señalen a otro con el dedo, y que los más escépticos digan: "¡Estás creyendo en Adán y Eva!". Pero hay algo que nadie podrá negar: Los resultados. Todas las noches se nos inunda con información proveniente de todo el globo, que impacta profundamente nuestro sentido de justicia. ¡Es el accionar del hombre, no el de Dios! Dios ha cumplido con Adán y Eva y con Satanás manteniéndose al margen de todo lo que se encuentre fuera de su pueblo.
En el pasado, Dios intervino en defensa de su pueblo, es decir, para proteger la línea de descendencia, cada vez que estuvo bajo amenaza de genocidio. Pero posteriormente, en vista de que ejecutaron cruelmente a su Hijo Jesucristo, solo se mantuvo cerca de quienes le pidieran ayuda en el nombre de su Hijo, restringiendo sus acciones a su propia jurisdicción. Porque aunque es cierto que permitió que Satanás y todos sus apoyadores continuaran obrando independientemente, siempre se reservó el derecho de ayudar a quienes santificaran su nombre y honraran a su Hijo.
Por lo tanto, Aunque Dios se ha mantenido en cierto modo al margen de las acciones del hombre respetando el libre albedrío de la humanidad, no se ha mantenido ajeno. Se reservó el derecho proteger la línea de descendencia que llevaría al Cristo y de hacer que las buenas nuevas de su Reino llegaran a todos los rincones de la tierra, noticias que significarían el momento inminente para que Satanás recibiera en sí mismo las consecuencias fatales de sus acciones. Dios no le añadiría ni más ni menos de lo que mereciera por todo el daño que causara.
Responsabilidad es la deuda, cargo u obligación moral de tener que asumir las consecuencias de un error, delito, culpa o causa legal. Y Dios no ha sido responsable de que la humanidad haya optado voluntariamente por desobedecer flagrantemente la ley divina más básica: Dios es el Dueño de la vida, y tenemos que vivirla en armonía con sus instrucciones. Él la diseñó y creó para nuestro beneficio.
Fueron nuestros primeros padres quienes exigieron libertad absoluta, y Dios respetó su decisión, pero reservándose el derecho legítimo de proteger la herencia que legítimamente le pertenecería al Cristo.
¿Es Dios ajeno?
De ninguna manera. Cuando Jesús estuvo en la tierra dijo: "Mi Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo". (Juan 5:17) De modo que Dios no se ha mantenido de brazos cruzados. Las buenas nuevas han continuado causando el efecto calculado de añadir al rebaño de Cristo a quienes estaban dispuestos a ser rescatados. (Hechos de los Apóstoles 13:48) Dios ha respondido las oraciones de todos aquellos que le pidieron ayuda en el nombre de Jesucristo, haciéndoles llegar su Palabra oportundamente, conforme a la promesa de su Hijo. (Mateo 28:20)
Sin embargo, aunque Él toma en cuenta a los humildes, al orgulloso lo mantiene a distancia. (Salmos 138:6) Dios no impone ni exige la salvación a nadie. Ofrece las buenas nuevas y con ellas motiva a los que escuchan, pero cada quien tiene que ejercer fe y hacer su parte. (Hebreos 10:38; Filipenses 2:12) Como si fueran semillas que se esparcen por todo el terreno, las buenas nuevas se proclaman a todos sin parcialidad, pero cada quien decide si escucha o no, si se esfuerza o no, si se salva o no. En los tiempos de Noé, nadie fue empujado a subir al arca. (Mateo 24:39; Hebreos 2:3)
Por lo tanto, desde un principio, Dios respetó el libre albedrío del hombre, y con ello, las consecuencias de sus acciones. No intervino en su política, religión ni comercio. Pero se reservó el derecho de conservar la línea de descendencia que llevaría al Cristo y de proteger a todo aquel que ejerciera fe en él. (Juan 3:16; 17:20-22; 18:8-9)
Es cierto que ocurren desgracias de toda clase, y que las gente por lo general supone que Dios debería intervenir para impedirlo. Al ver que las desgracias continúan, suponen que Dios no existe o no le interesa. Pero no es así. Les falta una pieza en el rompecabezas: Dios respeta el libre albedrío del hombre, pero con ello hay consecuencias. No obstante, en su Palabra nos da advertencias oportunas en la forma de principios que nos iluminan a fin de proceder con cautela. (Proverbios 6:27-28; Eclesiastés 9:11; Gálatas 6:7) Mientras tanto, el Diablo ha continuado influyendo para agrandar el caos, los malentendidos y toda clase de fuerzas espirituales malvadas a fin de retardar su abismamiento final y posterior ejecución.
Lo que nos corresponde, en vez de prejuzgar a Dios, es profundizar la investigación de su Palabra y conseguir el entendimiento correcto de todo lo que ella enseña. Sin duda que una interpretación incorrecta terminará por desesperarnos más, robándonos la tranquilidad y la esperanza. Por eso, contrarrestemos cualquier mala influencia y aprovechemos la oportunidad de ver una puerta abierta para la salvación. (1 Corintios 16:8-9)