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La Biblia se lee de principio a fin. Pero en el camino puede que encuentres datos que te parezcan algo extraños, contradictorios, inverosímiles, irrazonables, desagradables o hasta fantasiosos. ¿Cómo poder continuar con la lectura si no entiendes lo que lees? Leyéndola por temas.
En cierta ocasión, un funcionario gubernamental estaba leyendo las Escrituras en voz alta. Su lectura era fluida, pero ¿entendía lo que estaba leyendo? Otra persona lo oyó y le preguntó: "¿Entiende usted lo que está leyendo?". Le dijo que no. Entonces, le ofreció su ayuda, el hombre aceptó humildemente y logró entenderlo todo. Aceptar la ayuda fue lo apropiado.
En otra ocasión, cierto cristiano estaba predicando a Jesucristo con mucho entusiasmo y convicción, ya que conocía las Escrituras. Pero un cristiano que tenía más conocimiento le ofreció su ayuda a fin de profundizar aún más su entendimiento, y aceptó. El resultado fue que su predicación cobró aún más impulso.
Puedes leer completos estos relatos de la vida real en el libro de Hechos de los Apóstoles (Hechos 8:26-38 y 18:24-28). Tratan de los tiempos del cristianismo primitivo. Felizmente, hoy tenemos más recursos para familiarizarnos mejor y más rápidamente con el maravilloso contenido de las Santas Escrituras.
Una manera práctica de ahondar en su contenido es leyéndola por temas. Verás en poco tiempo la relación que existe entre dos o más secciones que de otro modo no hubieras entendido. Entonces, tu lectura, de principio a fin, no solo fluirá más cómodamente, sino que lograrás entender lo que realmente quiso transmitir su autor, Dios.
Su Autor
La repetición es una técnica de la memorización, pero en la Biblia es más que eso. Es un recordatorio esencial que suple la necesidad del ser humano de tener presente hechos que su frágil memoria suele olvidar, o que su traicionero corazón tiende a pasar por alto con consecuencias desastrosas.
Por tal motivo, una de las cosas que repite constantemente es que su autor es el Creador de los cielos y la tierra, y que su Palabra o Verbo, es quien tiene a su cargo, mediante el espíritu santo, la supervisión de su producción, difusión y protección.
Jesucristo, a quien el evangelio de Juan llama “el Verbo” o “la Palabra”, es quien la ha supervisado en tiempos pasados y seguirá haciéndolo en el futuro. Porque la palabra de Dios serviría de base para tomar decisiones de vida y muerte, es decir, tanto de vida eterna como de muerte eterna. Él fue muy específico al explicar que su mensaje no fue producto de su mente, sino de la de su Padre, que estaba en el cielo. (Mateo 7:21; Juan 1:14; 12:48-50)
Por lo tanto, no es necesario especular en cuanto a si la Biblia fue producida por seres humanos o extraterrestres. Ella misma es muy clara al afirmar y reiterar vez tras vez que su mensaje no fue producto de la mente humana, sino de Yahvéh, quien le dio los Diez Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí. Todos los profetas de la Biblia hacen hincapié en ello de diferentes maneras, sobresalientemente las de Isaías, Jeremías y Ezequiel. (Isaías 1:10; Isaías 28:14; Jeremías 2:31; 7:1; Ezequiel 1:1-3; 3:16)
Su tema
El tema de la Biblia es claro desde Génesis hasta Apocalipsis: El reino de Dios fue desafiado en la tierra y en el cielo, es decir, tanto por Satanás como por los hombres, y Dios se reserva el derecho de defender, especialmente mediante su Palabra, lo que es suyo. Y pondrá ante el banquillo a todo el que lo calumnió o injustamente se apoderó de lo que no le pertenecía. Todo esto será gracias a la obra de salvación del justo juez, Jesucristo. (Génesis 10:8-12; Mateo 3:1-2; 4:17; 6:10; 10:7; Juan 18:36; Apocalipsis 11:15; 12:10)
En el ínterin, el desafío sería constante, lo cual mantendría un estado de animadversión hasta que finalmente quedara demostrado el fracaso de la rebelión. (Génesis 3:15; Juan 14:30; Santiago 4:4) Antes de se cumpliera el plazo establecido, todos los que desearan un esperanza de salvación debían ponerse a buen recaudo mediante ejercer fe en el sacrificio de Jesucristo y hacer la voluntad de Dios, o sufrir las consecuencias de su oposición. (Lucas 19:27)
Si bien es cierto que la misericordia de Dios puede alcanzar a todos los hombres, de estos depende que, vencido el plazo, Dios los encuentre haciendo Su voluntad. Dios reitera en la Biblia el hecho de que pedirá cuentas, y Dios obligará a asumir su responsabilidad a cualquiera que tome a la ligera su advertencia desperdiciando el tiempo y menospreciando su mensaje de salvación. (Romanos 2:11)
El tema de la Biblia, por tanto, es el Reino de Dios y cómo este restaurará todas las cosas. (Lucar 19:10) No solo nos dice “qué va a suceder”, sino, sobre todo, “cómo Dios va a hacerlo posible” mediante Su Palabra.
Su objetivo
El objetivo de la Biblia también se reitera a lo largo de sus páginas.
Jesús dijo: “Vine a prender un fuego en la tierra, y ¿qué más hay que pueda desear si ya se ha encendido?”. (Lucas 12:49) ¿Qué quiso decir? Que la cuestión del Reino estaba candente y Satanás no podría hacer nada que tuviera éxito. “Contemplaba yo a Satanás ya caído como un relámpago del cielo.” (Lucas 10:18)
Por eso dijo: “No piensen que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada. Porque vine a causar división [mediante el mensaje del Reino de Dios], y estará el hombre contra su padre, y la hija contra su madre, y la esposa joven contra su suegra. Realmente, los enemigos del hombre serán personas de su propia casa. El que le tiene mayor cariño a padre o a madre que a mí no es digno de mí; y el que le tiene mayor cariño a hijo o a hija que a mí no es digno de mí. Y cualquiera que no acepta su madero de tormento y sigue en pos de mí no es digno de mí. El que halle su alma la perderá, y el que pierda su alma por causa de mí la hallará.” (Mateo 10:34-39)
El apóstol Pablo lo dijo así: “Lo que se busca de los mayordomos es que el hombre sea hallado fiel.” (1 Corintios 4:2) “El objetivo de este mandato es amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin hipocresía.” (1 Timoteo 1:5)
Por lo tanto, el Autor de la Biblia es Dios, y su objetivo mediante el Cristo es doble: Lograr que la humanidad reconozca su posición de supremacía y, cumplido el plazo, salvar a quienes se pongan de parte de Él, demostrándolo mediante obras de fe. (Mateo 7:21; Santiago 2:14-21)
Cómo leerla
La Biblia se lee por temas. Jesucristo estableció los dos temas principales: Conocer a Dios y a su Hijo Jesucristo. (Juan 17:3) Otros temas centrales son el Reino de Dios y la manera como resolverá el problema de la rebelión.
Jesús vino a explicarnos asuntos relacionados con el éxito y el fracaso, con la vida y la muerte, con el cielo y la tierra. Por lo tanto, estos también son temas esenciales. (Mateo 7:24-27; Lucas 13:3; Juan 8:23; 3:12)
También aclaró que nunca fue cierto que seres humanos hubieran subido al cielo, como se creía de Elías, David y otros (Mateo 11:11; Juan 3:13; Hechos de Apóstoles 2:35-35), sino que eso estaría reservado solamente a los que alcanzaran una santidad semejante a la de los apóstoles. (Lucas 22:28-30) Y aclaró que no dependía de él llevarlos allá, sino de su Padre. (Marcos 10:40)
Y sobre todo, desenmascaró al Diablo mediante poner al descubierto sus artimañas, es decir, sus mentiras respecto a Dios, su Cristo y su Reino.
Desde el principio, Satanás se ha esforzado por deformar el concepto que los seres humanos tienen de Dios; de entorpecer la obra de salvación, de llevar las buenas nuevas a todos los rincones de la tierra, y de hacer creer que el Reino será en el cielo, no en la tierra. (Génesis 3:1-5; Job 4:18-19; Mateo 6:9-10; Apocalipsis 5:10)
Satanás ha inspirado miedo y, mediante dicho temor, ha mantenido bajo su control a la mayoría de los seres humanos. El temor a morir se convirtió en una herramienta útil a su propósito. (Hebreos 2:14-15) Pero la resurrección de Jesucristo y la esperanza del Reino lo derrotaron, reemplazándolo por la esperanza del Reino.
Por lo tanto, aunque la Biblia puede leerse de principio a fin, como cualquier libro, será imposible entender su significado a menos que también se lea por temas, lo cual será imposible sin una lectura de principio a fin varias veces. Porque solo leyéndola varias veces de principio a fin se puede comenzar a identificar y seguir las pistas, para unir las piezas clave, poder atar cabos y llegar a un entendimiento.
¿Es tan difícil?
En realidad, no es difícil. Es semejante al mar. Algunas partes de la Biblia aparecen claramente en la superficie y llevan directamente al entendimiento. Como navegar sobre el agua. No se necesita mayor esfuerzo. Pero otras son como viajar en un submarino. Están en las profundidades y requieren un esfuerzo notable para llegar al fondo.
Sin embargo, una vez entendido un tema, se obtiene un parámetro que sirve para entender otros parámetros. Entendiendo muchos temas, se obtienen muchos parámetros que sirven para entenderlo todo.
¿Qué es un parámetro? Un parámetro es un dato sin el cual no puede analizarse otro. Por ejemplo, la pieza clave para entender toda la Biblia aparece en 1 Juan 4:8: “Dios es amor”. Si no tenemos en cuenta esa pieza durante la lectura, las interpretaciones pueden dispararse en todas direcciones sin apuntar a la verdad. No sería raro que uno cayera en contradicciones incomprensibles. Porque Dios no es odio, rencor ni maldad.
Cualquier referencia a la “ira de Dios” debe discernirse a la luz de dicha pieza clave. Porque si la tomamos aisladamente, por ejemplo, tomando como base la ira del hombre, nos perderemos. Porque la Biblia dice que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. (Santiago 1:20) De modo que no podemos tomar la ira del ser humano como equivalente de la ira de Dios, porque no tiene nada que ver la una con la otra.
Otro parámetro interesante se encuentra en las palabras de Jesús en Juan 10:36, donde leemos: “Dije: 'Soy Hijo de Dios'”. Allí Jesús habla claramente de sí mismo como una persona diferente de su Padre. Afirma que él es Hijo de Dios. Si rebasamos su declaración, sin tener en cuenta dicho factor, fácilmente podríamos malinterpretar su vida y obra.
Otro parámetro o factor clave es el que aparece en 1 Pedro 2:22: “Él no cometió pecado, ni en su boca se halló engaño”. Si no tenemos en cuenta ese punto, ¿cómo entenderíamos el relato de las tentaciones que Jesús experimentó en el desierto, poco después de su bautismo. Allí se muestra que Jesús dialogó con el Diablo y lo dejó mal parado. Si pasamos por alto ese hecho, podríamos suponer que la maldad es algo que habita en el interior de todos los seres humanos, incluyendo a Jesucristo, lo cual se contradiría con 1 Pedro 2:22 y muchos otros pasajes de la Escritura.
De modo que los parámetros son fundamentales para entender la Biblia y hallar la verdad. Si la verdad fuese fácil de captar, los fariseos no hubieran tenido dificultad para identificar al Cristo. La razón por la que no lo identificaron fue que no cumplieron con su deber de sujetarse a las Escrituras, leyéndola y estudiándola a fondo.
Los fariseos y sus seguidores seguían tradiciones y mandatos de hombres. Poco a poco fueron reemplazando los parámetros, hasta que sustituyeron casi por completo la Palabra de Dios. Sus interpretaciones se desviaron tanto que dejaron de entender las diferencias. (Mateo 6:22-23; 15:5-6; 22:29)
Por ejemplo, después de la ejecución de Juan, Jesús se fue a Galilea y fijó su residencia en Capernaum para que se cumpliera la profecía de Isaías, que indicaba que la luz relumbraría desde Galilea. (Mateo 4:14-17) Sin embargo, los principales, que no leían las Escrituras con entendimiento, negaron que de Galilea saldría algún profeta. (Juan 7:52) Sin parámetros apropiados torcieron las Escrituras, interpretándola deficientemente, llegando a conclusiones erróneas respecto a Jesús.
Otro parámetro interesante aparece en Marcos 12:28-30, donde Jesús confirma la doctrina de Deuteronomio 6:4. Si uno pasa por alto este dato, fácilmente podría dejarse llevar por doctrinas falsas que enseñan falsedades en torno a la verdadera identidad de Dios.
Y lo mismo puede aplicarse a los símbolos usados en diferentes lugares de la Biblia. Por ejemplo, para entender lo que significan los Jinetes del Apocalipsis, que montan caballos de diferentes colores, primero tenemos que ahondar y averiguar qué es lo que significa el simbolismo del caballo en la Biblia y lo que representa el color del caballo del que sale venciendo. Entonces entendemos que se refiere a una guerra justa y digna, y, por tanto, al justo juicio de Dios. (Proverbios 21:31; Apocalipsis 3:4-5)
En otros lugares, la Biblia no da muchas vueltas y ofrece la explicación de los simbolismos en el contexto inmediato. Un ejemplo de esto lo vemos en Mateo 13:18-23, en que los simbolismos se explican en los versículos 36 al 46. Otro caso similar es el capítulo 8 de Daniel. Los simbolismos que se muestran en los primeros versículos son explicados en los versículos 20 al 22. Estudiando un poco la Historia Universal, logramos no solo entender la exactitud de la profecía, sino seguir el hilo de la historia hasta nuestros tiempos.
A veces, personajes de la Biblia o hasta circunstancias de la vida real significaron cosas que no se hubieran entendido sin los parámetros adecuados. Un ejemplo es el de Gálatas 4:21-26, que habla de un paralelo muy interesante que existe entre el antiguo pueblo de Israel y el de los santos que llegaron a existir a partir de Cristo; paralelos históricos, como el de los tiempos de Noé y los últimos días, mencionado por Jesús (Mateo 24:37-42); y las referencias a Sodoma y Gomorra (2 Pedro 2:6).
Y disponemos de fechas eje o puntos cronológicos de anclaje. Por ejemplo, no todos los arqueólogos e historiadores concuerdan con el año en que fue destruida Jerusalén en los tiempos del profeta Ezequiel; pero sí concuerdan en el año en que Israel fue repatriado. ¿Cómo calcular las profecías de Daniel que señalan al tiempo de la llegada del Mesías? Usando la fecha eje o punto cronológico de anclaje. En vez de perdernos en interminables discusiones, tomamos la fecha eje y la confrontamos con el tiempo en que Jesús se presentó para el bautismo. Eso permite que las varias profecías de Daniel converjan correctamente y que sepamos cuál es realmente la interpretación correcta.
Si usamos otra fecha eje, ninguna de las profecías de Daniel encajaría en el cuadro, y tendríamos que llegar a la conclusión de que Dios se equivocó, lo cual es inadmisible. No vamos a darles la razón a los hombres, por muy sabios que sean, ¿verdad? (Job 9:2; 40:8; 1 Corintios 1:19-21)
¿Quiénes no entienden?
Tanto el proverbista como el profeta Isaías, Daniel, Jesucristo y el apóstol Pablo, por citar solo a unos cuantos, fueron muy claros al explicar que los únicos que no entenderían nada serían los malvados. (Proverbios 1:22-33; Isaías 6:9-10; Daniel 12:10; Mateo 11:25; 13:14-15)
La característica básica de los malos es su falta de humildad para recibir la Palabra de Dios con respeto. Es como si se los alumbrara con una luz potente en una noche oscura. Sencillamente, no quieren oír. “¡Oiga! ¡Vea! Queremos hablarle de la Biblia”. ¿Su reacción? Cualquier excusa es buena, como, por ejemplo: “Disculpen, ahora no puedo, tengo que ir a revisar un cargamento que compré”. Si ha comprado un cargamento, ¿cómo es que va a revisarlo? ¿No se supone que lo revisó antes de comprarlo? Su respuesta no solo pone en evidencia su falta de interés, sino de respeto. (Lucas 14:16-24) ¿Las consecuencias? Se pierden la maravillosa oportunidad de profundizar la Biblia y entenderla mejor.
Como vemos, leyendo la Biblia por temas permite que, a la larga, su lectura de principio a fin resulte más interesante y abarcadora. Pero leerla sin entender primero los temas, es sencillamente embarcarse en una tarea agotadora e imposible. (Hechos de Apóstoles 8:31)
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