¿Estaré equivocado?


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¿Puede confiarse en la sentencia de un juez que se deja arrastrar por la emoción inicua del prejuicio, uno que acepta información que apoya sus teorías pero descarta una avalancha de datos que la completarían o desmentirían?

En los tiempos de Jesús había esa clase de juez, tal como los hay en nuestros días, no solo en los juzgados, sino en el diario vivir. Personas que se retroalimentan una y otra vez de sus propias malas decisiones, hasta que un día las consecuencias se les juntan y la vida les pasa la factura. Solo entonces se detienen a reflexionar en lo que se les viene en el futuro como efecto acumulado y potenciado de todos sus errores de juicio.

Padres de familia, maestros, ingenieros, gobernantes, médicos, líderes religiosos y todo aquel que ejerce algún tipo de control sobre los demás está en peligro de perder el equilibrio y comenzar a ver los asuntos de manera equivocada, y lo que es peor, instar a otros a seguirlos a ciegas y sin cuestionamiento. "Si lo dice el pastor, tenemos que obedecer", dicen. Pero ¿están seguros de que lo que dice el pastor tiene el respaldo del espíritu santo, o habla de su propia conveniencia? La Biblia advierte a los pastores que no guíen el rebaño hacia donde les conviene. (Ezequiel cap. 34) Verificarlo es una responsabilidad que recae sobre los hombros de quienes obedecen. Porque Jesucristo advirtió: "Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo." (Mateo 15:14) No dijo esto por causa de los ciudadanos comunes del pueblo, por la pésima guía que muchos de sus líderes religiosos estaban dando al pueblo. En pocas palabras, el dicho: "Si lo dice el pastor, tenemos que obedecer" no es ni cierto ni correcto. (Hechos de los Apóstoles 4:19-20)

Un mal endémico

El los tiempos del faraón de Egipto, Moisés hizo algunos milagros que después los magos del rey procuraron imitar sin éxito. Por ejemplo, cuando Moisés hizo que su vara se convirtiera en serpiente, los magos hicieron un truco que convirtió sus varas en serpientes. Pero ni el faraón ni los magos tuvieron en cuenta el hecho notable de que la serpiente de Moisés se comió a las serpientes de los magos. No quisieron ver en ello ninguna prueba de la superioridad de Moisés.

Y cuando Moisés trajo una plaga de ranas, los magos hicieron un truco que resultó en que aparecieran más ranas, sacando de quicio al faraón, que no quería más ranas, sino que las desaparecieran. En eso el faraón tampoco quiso reconocer la inferioridad de sus magos. Estaba viendo evidencia clara de que Dios estaba con Moisés, pero no quiso reconocerlo. El orgullo lo cegó.

El peligro de ver, pero no ver

Ver una o más evidencias claras de que Dios está bendiciendo a sus siervos pero no reconocerlas ni darles crédito, es pecar contra el espíritu santo. Porque nadie puede hacer una obra maravillosa que esté en armonía con el propósito de Dios sin la intervención del espíritu santo. En la Biblia leemos: "Toda cosa buena y todo regalo perfecto procede de lo alto y proviene del Padre de las luces celestiales, uno que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras". (Santiago 1:17)

Caín pecó contra el espíritu santo porque aunque era testigo ocular de que Dios estaba bendiciendo las obras de su hermano Abel, no quiso reconocerlas. Por lo contrario, alzó la mano contra su hermano y le dio una muerte atroz. Acto seguido, descaradamente rehusó reconocer que Satanás estuvo detrás de su mala acción. (Gén 4:8-11)

Los enemigos de Jesús también pecaron contra el espíritu santo porque aunque fueron testigos oculares de que Dios estaba bendiciendo los milagros de Jesús, no quisieron reconocerlo. Por lo contrario, alzaron su mano contra él y le dieron una muerte atroz. Descarada y obstinadamente rehusaron reconocer su error. (Hechos de los Apóstoles 5:28)

De hecho, los enemigos de Dios siempre han tratado con odio asesino a los siervos de Dios. Por eso el discípulo Esteban les preguntó: "¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados?" (Hechos de Apóstoles 7:52) El odio asesino no es una característica de los siervos de Dios, sino del enemigo de Dios. "Así distinguimos a los hijos de Dios y a los hijos del Diablo: El que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano. Éste es el mensaje que han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros. No como Caín, que, por ser inicuo, asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo hizo? Porque sus propias obras eran malas, mientras que las de su hermano, justas." (1 Juan 3:10-12)

Es peligroso ver evidencias claras de que Dios está bendiciendo a sus siervos, y oponerse a ellos con odio y represión. Porque como en el caso de Caín y los enemigos de Moisés y de Jesús, Dios se los imputa como pecados contra el espíritu santo, del cual no hay recuperación. Jesús fue claro: "'Les aseguro que todos los pecados y maldiciones les serán perdonados a los hombres, pero no a quien maldiga al espíritu santo. Éste no tiene perdón jamás, porque es culpable de pecado eterno'. Lo dijo porque ellos habían dicho: 'Tiene un espíritu inicuo'". (Marcos 3:28-30) ¡Atribuyeron a Satanás las obras del Cristo, y se reafirmaron!

Burlarse, perseguir, torturar o matar a quienes son reconocidos por ser buenas personas es decir, están esforzándose por comportarse en armonía con los principios de la Biblia, es pecar contra el espíritu santo. Porque si no fuera por el espíritu santo, esas personas no podrían comportarse así. Hasta cierto punto se puede entender que la gente arrastre a los tribunales a quienes violan, matan, roban y estafan a sus semejantes. Pero ponerlas en prisión por ser pacíficos y hablar a otros acerca del reino de Dios, definitivamente es una obra de Satanás. Está claramente tipificado en la Biblia como un pecado contra el espíritu santo. Eso fue exactamente lo que hicieron a Jesús y casi a todos los profetas.

Obras imposibles de imitar

Poco después de que Jesús sanara a un endemoniado ciego y mudo delante de todo el pueblo, en vez de reconocer lo que hizo, sus detractores le pidieron: "A ver, haz un milagro". ¡Qué! ¿No se dieron por enterados? ¿Tan poca cosa les pareció? ¡Acababa de devolver la salud a un endemoniado ciego y mudo y le pedían que hiciera un milagro? (Mateo 12:22-38)

En otra ocasión, después de sanar a un enfermo de nacimiento, en vez de traerle más enfermos para que los sanara, le pidieron que por favor se retirara de la localidad. ¿Sanar a aquel hombre no le mereció ningún reconocimiento ni agradecimiento? (Marcos 5:1-17)

Y poco después de resucitar a Lázaro, en vez de aceptar que su poder tenía que provenir de Dios, lo insultaron diciéndole que lo hizo por obra del Diablo, como si alguna vez el Diablo hubiera resucitado a un muerto. A partir de entonces, no solo quisieron matar a Jesús, sino a Lázaro. ¡Acababa de resucitarlo y querían matarlo! ¿Tan ciegos eran? (Juan 12:9-11) ¡Todas las resurrecciones registradas en las Escrituras (es decir, antes de que Jesús siquiera hubiera nacido en Belén), fueron efectuadas por profetas de Dios, por Elías y Eliseo! El Diablo no tenía ningún poder para resucitar a nadie. (1 Reyes 17:21, 22; 2 Reyes 4:22-37; 13:20, 21) ¿Cómo se atrevieron a decir que lo hizo por obra del Diablo?

Tal como Moisés efectuó milagros inimitables, Jesús también haría milagros inimitables. Esa era la única manera de demostrar que realmente procedían de Dios. Y así lo hicieron. Pero sus detractores, cegados por el orgullo, la soberbia, los celos y la envidia, no quisieron reconocerlo. No quisieron investigar, no quisieron escuchar y no quisieron humillarse ante las evidencias. (Juan 5:36; 10:24-28, 36-38) Actuaron como jueces corruptos.

El mal del prejuicio

¿Qué causa que alguien vea, pero no vea, y oiga, pero no oiga? ¿Qué tan arraigada puede ser una idea que nadie se atreve a cuestionarla, analizarla ni mucho menos expulsarla de su mente? ¿Puede el prejuicio ser tan cáustico que desvíe y hasta desactive o anule el razonamiento reemplazándolo con arbitrariedad y terquedad, de modo que alguien desee asesinar a su semejante para salirse con la suya? Lamentablemente, la respuesta es sí.

Aunque se dice que el prejuicio o juicio anticipado es una distorsión de la manera como uno percibe la realidad, no podemos negar que muchas veces se basa en la realidad, solo que con menos elementos de juicio como para obtener un cuadro completo. Por ejemplo, cierto hombre lleva al cine en su automóvil a su hija junto con sus amigas adolescentes. Cuando las chicas se bajan y se alejan, él recuerda que olvidó darle el dinero para pagar los tickets. Entonces llama a su hija y ella regresa, se inclina sobre el automóvil y recibe el dinero justo en el momento en que llega la policía. ¿Cuál es la realidad para los policías?

Ellos no saben que ella es su hija, que está trayéndola al cine pero olvidó darle el dinero para los tickets. Solo creen en lo que han visto sus ojos, que una menor de edad está inclinada sobre el auto recibiendo dinero del hombre. ¡Y es la verdad! Ella está inclinada sobre el auto recibiendo dinero de un hombre. Nadie puede negar que eso es lo que estaba sucediendo. Pero para los policías es suficiente para concluir que se trata de una ramera ofreciendo sus servicios. ¡Nada más lejos de la realidad! Detienen tanto al hombre como a la chica y les hacen pasar un mal rato hasta que todo se aclara y les piden mil disculpas.

Cierto hombre sale a regar su jardín. De repente, ve una colilla de cigarrillo, se agacha, la agarra y camina unos pasos para arrojarla más allá. Pero justo pasan unos amigos en automóvil, y uno de ellos comenta en voz baja: "Mira, está fumando, y él decía que no fumaba. ¡Es un mentiroso!". La realidad es que vieron al hombre con la colilla en la mano. No era una distorsión de la realidad, sino la realidad misma. Es lo que vieron. Pero no está completa. ¡Ese es el problema con el prejuicio, llegar a una conclusión sin tener todo el cuadro!

Si a un rompecabezas le faltan piezas, no podemos decir que lo hemos armado ni que tenemos la figura completa. Lo mismo sucede con las personas. No basta con unos cuantos indicios para tener el cuadro completo. El prejuicio no es siempre el resultado de una distorsión de la realidad, pero puede surgir de la falta de información, o a partir de información sesgada.

Por ejemplo, si un científico fuerza las cosas para que los resultados de sus experimentos coincidan con lo que espera de ellos, está sesgando la información, haya sido o no el resultado de un error involuntario. Es lo mismo que meter a la fuerza una pieza de rompecabezas en un lugar que pareciera corresponder. El prejuicio resulta de información sesgada, incompleta o torcida. Y una persona contaminada con prejuicio hace todo lo posible por acopiar solamente los datos que apoyan su teoría descartando aquellos que la desmienten, denominado pseudoinvestigación. Un juez puede ser recusado por actuar así.

Sin duda que reunir información que apoye un concepto, en desmedro de lo que la descartaría, es la característica de un juez corrupto, de un árbitro vendido, de un crítico parcializado, de un estafador experimentado, de un religioso taimado, de un falso médico y de un falso profeta. (Apocalipsis 16:13-16)

Cuando Jesús hablaba, a veces no mostraba el cuadro completo a fin de poner a prueba la sinceridad de sus oyentes, para hacerlos pensar y que sacaran sus propias conclusiones a partir de lo que realmente decían las Escrituras. Pero después llegaban sus detractores y lo condenaban, siempre con un juicio anticipado. El juicio sumario e ilegal que le hicieron la noche que lo arrestaron fue un reflejo más de la actitud que siempre habían manifestado hacia él.

Por ejemplo, las Santas Escrituras indicaban los detalles que identificarían al Cristo, pero ellos no aceptaban que se estuvieran cumpliendo frente a sus ojos. Porque no tenían el cuadro completo, porque no estudiaban las Escrituras. Por ejemplo, en cierta ocasión, el profeta Isaías indicó que el pueblo andaría en oscuridad, pero una gran luz resplandecería en la oscuridad y brillaría sobre ellos en Galilea. Obviamente refiriéndose a la obra del Mesías. (Isa 9:1-2) Sin embargo, uno de los líderes religiosos más influyentes, le dijo descaradamente a otro:  "Investiga y sabrás que de Galilea no habría de salir ningún profeta". (Juan 7:52)

Estaba equivocado. Setecientos años atrás Isaías había profetizado que resplandecería y brillaría la luz en Galilea. ¿A qué luz se refería? ¡Al Cristo! (Mateo 4:12-17; Juan 1:9-10) "Investiga y sabrás", le dijo, cuando él mismo no había investigado. Sin duda que un prejuicio alimentado de esa manera solo podía dar como resultado una desgracia. (Mateo 15:14) De hecho, Isaías, Jeremías y Ezequiel habían profetizado que aquellos líderes religiosos resultarían tercos.

El papel del orgullo, la envidia y los celos

El 11 de setiembre de 2001, aunque las Torres Gemelas se desplomaron estrepitosamente, muchos lograron escapar con vida. Uno de ellos se destacó por descender desde el piso 70, escalón por escalón, y salir por la puerta principal poco antes del desastre final, ¡a pesar de que era ciego!

Sin embargo, aunque no eran ciegos, los enemigos de Jesús estaban cegados por los celos, la envidia y el orgullo. Tenían las Escrituras, pero no obedecían lo que estas decían. Porque no las estudiaban con responsabilidad. Por eso Jesús les dijo: "Ustedes están equivocados porque no conocen las Escrituras ni el poder de Dios". (Mateo 22:29) Y en el templo, exclamó: "¡Con que ustedes me conocen y saben de dónde vengo! Sepan que no he venido por mi propia cuenta, sino que me envió uno que es digno de confianza. Ustedes no lo conocen, pero yo sí lo conozco porque vengo de parte suya, y Él mismo me ha enviado". (Juan 7:28)

Por eso, pocas cosas son tan aparentemente imposibles como reconocer que uno ha estado equivocado por mucho tiempo. Duele pensar en todos los años invertidos, en todas las experiencias vividas y en tantas discusiones ganadas. Tanto duele que hay quienes prefieren seguir viviendo una mentira a pesar de estar conscientes de ello.

Los enemigos de Jesús prefirieron creer en una serie de medias verdades con tal de defender su punto de vista, en vez de detenerse un momento a pensar: "¿No estaremos equivocados? ¿No es sabio concederle el beneficio de la duda hasta que investiguemos más las cosas que dice y hace? ¿No nos estaremos precipitando? ¿Acaso alguna vez hemos visto milagros como estos? ¡Solo Moisés hizo cosas tan grandiosas! Además, Moisés advirtió que el Cristo haría cosas grandiosas. Mmmm, deberíamos investigar para estar seguros." (Deuteronomio 18:18-19)

Pero no obraron sabiamente. Se aferraron al prejuicio, a información sesgada, a las apariencias. (Proverbios 18:13) De hecho, no titubearon en ser francos al reconocer en estricto privado por qué estaban tan indignados y no querían saber nada de Jesús. (Juan 11:47-53)

Cuando preguntaron a cierto líder religioso por qué continuaba en su iglesia, a pesar de haber reconocido que sus doctrinas estaban equivocadas, confesó francamente que prefería seguir siendo líder de su iglesia y enseñar falsedades que quedar desamparado económicamente. No imaginaba su vida si renunciaba. La estructura de su manutención (los diezmos), se vendría abajo. ¿Qué sería de su automóvil? Sus amigos le darían la espalda tildándolo de apóstata. ¿Dónde viviría? ¿Cómo aseguraría su vejez? La sola idea de quedar en total desamparo lo mantenía encadenado al temor y a la injusticia. Pero ¿no sería eso ser hipócrita? Dudaba de que, conforme a la promesa de Jesús, Dios le proveería las cosas necesarias para la vida. No tenía fe en que lo protegería en su vejez. En pocas palabras, no confiaba en la Palabra de Dios, sino en el dinero.(Mateo 6:25-34)

En los tiempos de Jesús muchos se hallaron en esa situación. No eran casos aislados. A medida que multitudes iban poniendo fe en el Hijo de Dios, líderes religiosos que reconocían la voz del pastor debían enfrentar el hecho de que tendrían que pasar por la misma vergüenza que pasó Jesús. ¿Podrían hacer frente a los influyentes dirigentes de la época, que mantenían a todos bajo la bota de la ignorancia y el temor? (Juan 7:45-49) José de Arimatea y Nicodemo fueron dos de estos que querían investigar y desligarse de la falsedad, pero tenían miedo de los intimidantes líderes.

Desde que conocieron a Jesús y oyeron su mensaje, reconocieron la verdad. No tenían dudas de que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. En realidad eran sus seguidores. Pero no lo reconocían abiertamente. Seguían viviendo como líderes religiosos y congraciándose con los rabinos de la localidad, pero solo para no pasar vergüenza ni enfrentarse al odio de la muchedumbre. El resentimiento, la envidia y el rencor de aquellos religiosos eran tan fuertes que no titubeaban en pedir la muerte de quien osara contradecirlos.

Pero después de ver todo el suplicio por el que pasó su maestro, José de Arimatea y Nicodemo tomaron la firme decisión de declararse seguidores del carpintero. Se armaron de valor y salieron del secretismo en el que habían vivido por tanto tiempo.

"Era el día de preparación para la Pascua. Los judíos no permitían que los cuerpos de los ejecutados permanecieran colgados en día de sábado, por ser un día muy sagrado. Por lo que solicitaron a Pilato que ordenara que se les quebraran las piernas y bajaran los cuerpos. Entonces los soldados fueron y le quebraron las piernas al primero, luego al otro. Pero al llegar a Jesús vieron que había muerto y no se las quebraron. Pero uno de ellos le atravesó el costado con una lanza, y al instante brotó sangre y agua. El que vio esto dio testimonio de ello, y su testimonio es verdad. Él sabe que está diciendo la verdad, para que crean. Esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras, que decían: 'No le quebrarán ningún hueso', y, como dice en otro lugar: 'Mirarán al que traspasaron'.
"Poco después, José de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. Él era discípulo de Jesús, pero secretamente, por miedo a los judíos. Con autorización de Pilato, retiró el cuerpo. Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, también vino con unas cien libras de mirra y áloe. Ambos dispusieron del cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía, lo envolvieron con bandas de tela y con dichas especias aromáticas. Había un huerto cerca de donde dieron muerte a Jesús, con un sepulcro nuevo, en el que todavía no se había sepultado a nadie. Como era el día de Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús."  (Juan 19:31-42)
De hecho, los apóstoles dieron testimonio de que "la palabra de Dios fue difundiéndose mucho, y la cantidad de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. Incluso muchos de los sacerdotes reconocieron su error y llegaron a ejercer fe y se hicieron obedientes de corazón". (Hechos de los Apóstoles 6:7) Como vemos, otros líderes religiosos cobraron valor por el espíritu santo y se sintieron impulsados a imitar el coraje de Jesús, despreciando la vergüenza y confesando abiertamente su fe en Cristo. (Hebreos 12.2) El apóstol Pablo, que previamente había perseguido a los cristianos, llegó a ser el caso más notable. (1 Timoteo 1:16)

No es fácil modificar uno sus creencias

Es cierto que no es fácil reconocer uno su error y confesar abiertamente la fe verdadera. Pero es más difícil vivir con una conciencia atormentada debido a haber apagado la luz en su corazón solo para seguir viviendo una mentira, una vida doble, una vida falsa, una vida hipócrita. Santiago dice: "Quien así es, que no se imagine que recibirá cosa alguna del Señor. Es una persona indecisa e inconstante en todo lo que hace". (Santiago 1:7-8)

En cierta ocasión, una señora, desesperada porque necesitaba dinero para realizar unos pagos urgentes, esperó en fila un largo tiempo para ser atendida en el banco. Pero cuando le tocó el turno, la cajera le dijo: "Cuanto lo siento, señora, sus documentos son del banco que queda al otro lado de la calle". La señora se quedó inmóvil, mirando fijamente a la cajera. Demoró unos segundos para recuperarse de su sorpresa. Su vista le había jugado una mala pasada y sus pasos la habían dirigido a otro banco. Perdió una gran cantidad de tiempo y no pudo reclamar nada a nadie. Simplemente se había equivocado. ¿Hubiera tenido algún sentido discutir, vociferar, patalear y quejarse? No. Fue su responsabilidad, fue su error y fue su tiempo. De nada le sirvió esperar su turno. Sin embargo, fue tal su indignación que presentó una queja al banco por no poner un letrero más grande en la entrada. ¡De todos modos quería tener la razón y echarle la culpa a otro!

¿Qué hay de ti? ¿Seguirías en la fila del banco después de enterarte de que estás en el banco equivocado, solo por salvar las apariencias? ¿Qué apariencias? ¿A alguien le importan las apariencias en tales circunstancias? Al contrario, cuanto antes te retires y cuanta menos gente se dé cuenta, mejor. El tiempo vuela, y los bancos cierran sus puertas. No tiene absolutamente ningún sentido disimular y continuar esperando, quejarte y echarle la culpa a otros.

Igualmente, si llegas a un punto en que reconoces que estuviste mucho tiempo promoviendo un error religioso, ¿te dará Dios su bendición por tu perseverancia, por seguir en el error y por ocultar la verdad? No. Dios no siente ningún respeto por quienes se ocultan de la luz, sino todo lo contrario. "Los que practican cosas malas aborrecen la luz, y no se alegran por ella porque temen que sus obras sean descubiertas. Pero el que practica la verdad va hacia a la luz, para que todos vean sus obras de obediencia a Dios." (Juan 3:20-21)

Por lo tanto, dirígete hacia la luz, no hacia la oscuridad. Dirígete hacia la verdad, no hacia la falsedad. Descúbrete ante Cristo despreciando la vergüenza y declarando abiertamente que estabas en un error, como hicieron José de Arimatea, Nicodemo y muchos sacerdotes que se hicieron obedientes a la fe. No esperes en fila si estás consciente de haberte equivocado de lugar. Asegúrate de la verdad y no tengas temor de declararte a favor de la verdad... aunque te duela. ¿Por qué condenar a los justos porque son justos? No tiene sentido.

No hay esperanza para quienes viven una falsedad, aunque hayan invertido mucho tiempo y dinero en ello. No hay futuro para quienes permanecen en el lugar equivocado, aunque se hayan mantenido alerta muchas noches sin dormir. No habrá bendiciones para quienes defiendan lo indefendible, aunque hayan dado la vida. Ahora es tiempo de recapacitar, enmendar y comenzar a hacer lo que es correcto. Ahora es tiempo de deponer la envidia, el rencor y el odio. Ahora es tiempo de cruzar la calle y entrar al banco correcto. Porque Jesús dijo: "El que es honrado en lo poco, también lo es en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco, tampoco lo es en lo mucho. Por eso, si no son honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará la verdadera? Y si no han sido honrados con lo ajeno, ¿quién les dará lo que les pertenece?" (Lucas 16:10-12)

La única manera de librarnos del juicio adverso de Dios consiste en hacer su voluntad. Y es imposible hacer su voluntad permaneciendo en el lugar equivocado. El tiempo vuela, y la paciencia de Dios finalmente llegará a su fin, como ocurrió con Sodoma y Gomorra, en el Diluvio Universal y en el día que permitió que el templo de Jerusalén fuera destruido para siempre.

No nos engañemos. En los tiempos de Jesús los líderes religiosos se burlaron de él y lo enjuiciaron, entre otras cosas, porque dijo que el templo sería destruido. Pero ahora sabemos por la historia que el templo de hecho fue destruido. ¿Dónde quedan las burlas? Aquellos religiosos no creían que el templo sería destruido, y destruyeron a Jesús en cambio. ¡El templo sí fue destruido! Pero Dios resucitó a Jesús y lo coronó con gloria en los cielos, desde donde vendrá al tiempo señalado a juzgar a los vivos y a los muertos.

¿Dónde quieres estar cuando ese tiempo llegue? ¿Quieres creer que ese tiempo nunca llegará durante tu vida? ¿No sería mejor investigar lo que crees, lo más a fondo que puedas? No sacas nada diciendo: "Soy agnóstico", "ateo" o "no creo en la religión", solo para evadir el tema. Sería como estar en la fila de un banco equivocado. ¿Cuanto tiempo lo resistirás? Tarde o temprano será tu palabra contra la de Jesucristo. ¿Cuál crees que pesará más? ¿La tuya? Sinceramente, esperamos que lo pienses a fondo. El tiempo vuela. (Mateo 7:24-27)

Como dijimos en otro lugar, la verdad es como un corcho que alguien esconde bajo el agua para que nadie lo encuentre nunca. Pero un día sale a flote y queda abiertamente expuesto a la vista. Si lo que aquí te decimos es verdad, nadie podrá ocultarlo para siempre. Jesucristo no vino principalmente para salvarnos. Él dio su vida por la verdad y por limpiar el nombre de Dios de toda calumnia. Nuestra salvación depende de nosotros mismos, de la manera como respondamos a su mensaje de esperanza. (Lucas 13:5; Juan 18:37; Filipenses 2:12)

Si estás o no en un error, es mejor que investigues a fondo y no te escudes en una creencia o postura que no soportaría un análisis exhaustivo. Recuerda que la pseudoinvestigación no ayuda, sino todo lo contrario, y que el agnosticismo no es más que tu palabra contra la de Jesucristo.

Si estás dispuesto a investigar, no cierres la puerta de tu corazón. Ábrela y pon las cartas sobre la mesa, sin miedo, sin prejuicios ni preconceptos. Si tu creencia es como un corcho, resistirá el análisis. Si no, podrás hacer las modificaciones que correspondan y, a partir de entonces, proclamar la verdad en todas partes. No sigas esperando en fila cuando no existe opción.
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