Traducir la Biblia conlleva una gran responsabilidad ante, Dios, su autor. (Juan 17:17; 2 Timoteo 3:16-17) Por eso, reconociendo que con el tiempo los materiales se deteriorarían, Dios mismo supervisó mediante su espíritu santo no solo su escritura, sino su preservación, ya que Él se comprometió con el hecho de que sus dichos permanecerían para siempre como evidencia. (Salmos 12:6-7; Isaías 30:8)
Esa es la razón por la que los escritores inspirados del pasado dejaron severas advertencias en sus páginas a todo aquel que quisiera modificar el mensaje de Dios, anularlo o añadirle ideas humanas. (Apocalipsis 22:18-19; 2 Juan 9; Gálatas 1:8-9)
Jesucristo dijo que “la Palabra de Dios” era “la verdad”. (Juan 17:17); y el apóstol Pablo se refirió a los conceptos estructurales de dicho mensaje como “la forma [o patrón] de sanas palabras” relacionadas con la fe y el amor que hubo en Cristo Jesús. (2 Timoteo 1:13) Los cristianos no deberían apartarse del mensaje que habían recibido. Debían pasarlo a otros tan fielmente como fuese posible.
Desviar el entendimiento del mensaje mediante añadiduras que generaran contradicciones, suprimiendo pasajes esclarecedores o maquillando frases para disimular o debilitar su impacto, produciría resultados desastrosos. La meta de Cristo era santificar el nombre de su Padre y dejar preparado un pueblo limpio que hiciera lo mismo. Eso siempre estuvo en primer lugar en su mente y corazón (Mateo 6:9). Modificar el mensaje resultaría en producir discípulos débiles que no soportarían las presiones del mundo. Eso debía evitarse. (1 Pedro 2:9; Tito 2:13-14) Por eso pudo decir sin miedo a equivocarse: “Por sus frutos los reconoceréis”. (Mateo 7:16-20)
Un pueblo amoroso y fuerte en sentido espiritual produciría un pueblo espiritualmente fuerte, no propenso a la maldad. Por eso el mensaje debía transmitirse sin modificaciones estructurales. Los pasos y métodos de Cristo debían seguirse cuidadosamente (1 Timoteo 4:6)
¿Cómo saber cuando una traducción es apropiada?
Sustancialmente, todas las traducciones de la Biblia contienen el mensaje de Dios, pero ciertos transcriptores se toman libertades para insertar, quitar o modificar el texto y adaptarlo a sus doctrinas partidarias, muchas de las cuales están contaminadas con ideas del paganismo. Por eso, previendo tal proceder, el apóstol Pablo explicó por qué Dios permitiría tal comportamiento, diciendo: “Dios permite que ejerzan un poder engañoso y promuevan mentiras, a fin de que sean condenados por no haber querido promover la verdad, sino haberse complacido en la injusticia”, y conecta este hecho con las actividades del anticristo. (2 Tesalonicenses 2:11-12)
Cualquier persona que haya estado familiarizada con el paganismo puede notar los elementos paganos que con el tiempo fueron insertados ilegalmente en la Biblia, tanto en el antiguo como en el nuevo testamento; y no solo en la Biblia, sino en la conducta de quienes osaron llamarse cristianos sin serlo. Pero alguien que nunca conoció el paganismo tiene más dificultades para darse cuenta, y es presa fácil de los depredadores satánicos. Porque basta con leer el capítulo 18 de Levítico para ver por qué Moisés fue tan celoso al servir al Dios verdadero. Allí se muestra todo lo que hacían los pueblos de los alrededores, cosas que Israel no debía aprender ni hacer.
Felizmente, la Biblia siempre sobrevivió. Intentaron destruirla, desacreditarla o torcerla, pero eso solo añadió evidencia de que no solo procedía de Dios, sino que Dios estaba supervisando su preservación a través de los tiempos. (Isaías 55:11) No existe manera de evitar que las buenas nuevas del reino lleguen a todas las naciones de la tierra. Si alguien tuerce las Escrituras, a lo mucho promoverá la formación de un pueblo híbrido, incapaz de producir fruto excelente. Jesús advirtió que solo árboles excelentes pueden producir fruto excelente. (Mateo 7:15-20)
Jesús quiere resultados, no quiere palabrería. Él dijo: “En esto todos reconocerán que ustedes verdaderamente son mis discípulos, si se tienen amor entre sí mismos” (Juan 13:34:35) De modo que el fruto que debía dar el árbol era el amor profundo que sus discípulos tendrían entre sí, y al observarlo, los demás podrían reconocer el árbol. Una enseñanza basada en falsedades no podría producir fruto del reino, sino solo fruto malo. Esa es la principal manera de reconocer su una doctrina es correcta, por la manera como proceden en general los miembros de una religión y la fidelidad con la que llevan a cabo su comisión de producir los frutos deseados del reino de Cristo. Por tanto, Jesús indicó que el amor, no el tamaño, sería la clave para identificar a su pueblo. La traducción de la Biblia que usaran para producir dicho fruto de amor inquebrantable, uno que ni siquiera se desvanecería ante las pruebas, sería la que tendría la aprobación de su Padre.
Otra manera de averiguar si una traducción de la Biblia tiene la aprobación de Dios es investigando a fondo no solo su contenido, para ver si nadie le ha introducido modificaciones que contradigan el contexto, es decir, la orientación del espíritu santo. (Juan 14:15-17)
Por ejemplo, a continuación te presentamos varias traducciones diferentes de 1 Juan 5:5-12. Saca tus propias conclusiones. Hemos resaltado en negrita algunas palabras para que te sea fácil identificarlas. Si encuentras similitudes, añadiduras o contradicciones en la traducción de la Biblia que utilizas, te animamos a escribir a los editores de la misma solicitándoles una explicación. ¿Por qué le han hecho cambios? ¿Cuál es el fundamento para hacerlo?
¿Por qué citamos 1 Juan 5:5-7? Porque es un caso típico de libertades que ciertos editores se han tomado al traducir la Biblia. La mayoría de traductores experimentados concuerdan en que la frase el Padre, el Verbo y el espíritu santo”, que aparece en algunas traducciones, no está en los registros más antiguos de la Biblia. Fue añadida varios siglos después de terminada su escritura. Por lo tanto, los que lo hicieron, se excedieron y fueron embestidos por las advertencias apostólicas antes mencionadas. El texto en cuestión dice:
- Ejemplo 1
- 5 Pues, ¿quien es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 Este es el que vino por el agua y por la sangre: Jesucristo; no solamente en el agua, sino en el agua y en la sangre. Y el espíritu es el que da testimonio, porque el espíritu es la verdad. Pues tres son los que dan testimonio: 8 el espíritu, el agua y la sangre, y los tres convienen en lo mismo. 9 Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, pues este es el testimonio de Dios, que ha testimoniado acerca de su Hijo. 10 Quien cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. Quien no cree a Dios le hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. 12 Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida. (1 Juan 5:5-12)
Fuente: http://es.catholic.net/biblioteca/libro.phtml?consecutivo=335&capitulo=4384
- Ejemplo 2
- 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 La venida de Jesucristo quedó señalada con agua y sangre;d no solo con agua, sino con agua y sangre. El espíritu mismo es testigo de esto, y el espíritu es la verdad. 7 Tres son los testigos: 8 el espíritu, el agua y la sangre; y los tres concuerdan. 9 Aceptamos el testimonio de los hombres, pero el testimonio de Dios es de mucho más valor, porque consiste en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 10 El que cree en el Hijo de Dios lleva este testimonio en su propio corazón; el que no cree en Dios le deja por mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Este testimonio es que Dios nos ha dado vida eterna y que esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo de Dios tiene también la vida, pero el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:5-12)
Fuente: www.biblija.net
- Ejemplo 3
- 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el espíritu es el que da testimonio, porque el espíritu es la verdad. 7 Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el espíritu santo; y estos tres son uno. 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. 9 Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. 10 El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:5-12)
Fuente: www.biblegateway.com
Otro caso interesante es el de Deuteronomio 6:6, donde leemos: “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón”. (Deut 6:6). En los registros más antiguos no existen dos puntos ortográficos, como en español, que permiten entender cuál fue el sentido de la frase. Porque la frase corrida, sin interrupciones, comunica un significado diferente si se incluyera una coma o dos puntos. Veámoslo más gráficamente:
- Caso 1: Frase sin puntuación
- “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón”
Esta frase aparece sin signos de puntuación.
- Caso 2: Frase con puntuación después de “hoy”
- “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón”.
En esta frase se recalca el momento en que el hablante dice la frase (estoy diciéndotelo hoy día).
- Caso 3: Frase con puntuación antes de “hoy”
- “Y estas palabras que yo te mando, hoy estarán sobre tu corazón”.
Esta frase recalca el momento en que el oyente introduce las palabras en su corazón.
Ahora bien, cualquiera diría que en el caso de Deuteronomio 6:6 sería irrelevante y que no vale la pena levantar tanto polvo por una frase que al observador casual le tiene sin cuidado. Pero cuando se aplica la misma regla al texto de Lucas 23:43, que en los manuscritos más antiguos no tiene signos de puntuación, como en español, el asunto se complica, ya que el contexto y la estructura del mensaje solo tolera una manera de entenderlo.
Veamos diez razones que armonizan con el contexto y la estructura de las buenas buenas, para ver cómo deberíamos leer la frase de Jesús registrada en Lucas 23:43:
- 1. Jesús resucitaría al tercer día
- Tiempo antes Jesús había dado a entender que no iría al cielo el mismo día en que muriera. “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.” Por lo tanto, no iba a ir al cielo el día de su muerte. (Mateo 16:21)
- 2. Tenía que cumplirse "la señal de Jonás"
- Jesús mencionó la señal de Jonás cuando argumentó con sus opositores, cuando hipócritamente le pidieron un milagro que probara que él era el Cristo. Les dijo que sería enterrado y permanecería bajo tierra por partes de tres días. “Porque tal como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” (Mateo 12:40) De modo que durante esos tres días, no iría al cielo ni al paraíso ni a ninguna parte. Estaría en el corazón de la tierra, es decir, en una tumba, muerto.
- 3. Permaneció 40 días entre sus discípulos, enseñándoles
- En Hechos de Apóstoles 1: 3 y 9 se lee claramente: “Después de su pasión y muerte, [Jesús] se presentó vivo [es decir, resucitado] dándoles muchas pruebas indudables, y se les apareció durante cuarenta días, explicándoles cosas acerca del reino de Dios. [...] Y habiendo dicho estas cosas, fue alzado ante los ojos de ellos, y una nube le recibió en el cielo y lo ocultó de sus ojos. (Hechos 1:3, 9) Eso muestra que Jesús permaneció en la tierra durante unos 40 días antes de subir al cielo.
- 4. Al tercer día de resucitar aún no había ascendido al Padre
- “Jesús le dijo [a María Magdalena]: No me toques, porque todavía no he subido a mi Padre; pero anda a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes.” (Juan 20:17) Esto muestra claramente que, al tercer día después de haber sido ejecutado, Jesús todavía no había ido ni al paraíso ni al cielo.
- 5. La resurrección de los muertos sería todavía un acontecimiento futuro
- “No os maravilléis de esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, pero los que hicieron lo malo, a una resurrección de condena. (Juan 5 28-29) Con estas palabras, Jesús indica claramente que la resurrección de los muertos sería en un tiempo futuro. ¿Cuán futuro? La sexta razón lo indica.
- 6. La resurrección sería en el último día, es decir, cuando viniera el Reino y se hiciera la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo (Mateo 6:9-10)
- “Marta le contestó: 'Yo sé que resucitará en la resurrección, en el último día”. (Juan 11:24) Aquí Marta, una amiga muy allegada a Jesús, que siempre estuvo presente en sus sermones más importantes, da a entender que ningún humano muerto resucitaría en el mismo día en que Jesús muriera. (Juan 11:5)
- 7. Jesús tendría el privilegio de ser el primero en resucitar y ascender a los cielos
- “[Jesús] es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia, y él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia”. (Colosenses 1:18) Este pasaje nos aclara que Jesús sería el primer resucitado que subiría a los cielos. Nadie podía resucitar para ir al cielo antes de Jesús. “Pero ¿acaso él mismo no había resucitado a otros? Si ellos resucitaron antes que Jesús, ¿cómo podemos pensar que él es el primogénito de los muertos?”, tal vez diga alguien. Recordemos que Jesús había aclarado ese punto, al decir: “Nadie ha subido al cielo, sino aquel que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. (Juan 3:13)
Ni siquiera el rey David, a quien Dios amó, había subido al cielo. (Hechos de Apóstoles 2:34-35) En otras palabras, Jesús sería el primero en resucitar para ir al cielo. Todos los demás humanos, con excepción de los santos, tendrían que esperar hasta el día de la resurrección, mencionado en el párrafo anterior.
- 8. Los apóstoles condenaron fuertemente la falsa doctrina de que la resurrección ya había empezado en su tiempo
- “Evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos. (2 Timoteo 2:16-18) Aquí el apóstol Pablo condena a ciertos discípulos que se desviaron del cristianismo verdadero por medio de enseñar que la resurrección ya había comenzado, lo cual era totalmente falso, por las razones antes expuestas. Aunque los apóstoles efectuaron algunas resurrecciones, estas fueron temporales, solo para manifestar la gloria de Dios, pero la resurrección del último día, mencionada por Marta, todavía tendría lugar en un tiempo futuro. Lejos de edificar, estaban derribando la fe.
- 9. Los santos serían los primeros en resucitar
- “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apocalipsis 20:6) El apóstol Juan indicó que los santos, es decir, los que serían “sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él” resucitarían antes que todos los demás. Ningún humano que no fuera santo resucitaría primero. Cuando Juan escribió el Apocalipsis, se refirió a la resurrección como un acontecimiento futuro, no pasado ni en curso.
- 10. Jesús indicó que solo al Padre le competía determinar el destino de cada quien, por más intensamente que uno lo deseara
- “[Jesús] les dijo: 'En verdad, de mi vaso beberéis y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados; pero eso de sentaros a mi derecha o a mi izquierda, no es mío darlo, sino que corresponde a aquellos para quienes está preparado por mi Padre'.” (Mateo 20:23) Con estas palabras, Jesús enfatiza que él no determinaría quiénes recibirían privilegios especiales en el reino futuro. Sería más que absurdo creer que el Padre resucitaría a aquel delincuente antes que al que sería el medio por el que todos iban a resucitar, es decir, a Jesús. (Juan 5 28-29)
Ahora entendemos que Jesús no fue al cielo el mismo día en que murió, sino que permanecería en la Tierra, en su sepultura por tres días, tiempo durante el cual no iría al cielo ni al paraíso ni a ninguna parte. Ahora tenemos en cuenta que después de resucitar de entre los muertos no ascendió al cielo inmediatamente, sino que permaneció entre sus discípulos nada menos que durante unos 40 días, es decir, hasta poco antes de la fiesta del Pentecostés.
Ahora vemos que cuando María Magdalena vino a Jesús resucitado, él dijo que todavía no había ascendido a su Padre, demostrando que aún no había ido al cielo ni al paraíso ni a ninguna otra parte. Había permanecido entre los humanos, es decir, en el planeta Tierra. Respecto a los demás de los muertos, sus discípulos fieles entendían que su resurrección sería en un tiempo futuro.
Sobre todo, aceptamos la voluntad de Dios, en el sentido de que Jesús sería el primer resucitado que iría a los cielos. Nadie podría resucitar para ir al cielo antes que Jesús. Ahora comprendemos que todos los demás humanos que merecieran una resurrección, incluido el delincuente arrepentido que colgaba a su lado, tendrían que esperar hasta el último día.
Enseñar o dar a entender que aquel delincuente resucitó y se fue al paraíso el mismo día que Jesús fue ejecutado, y que fue transferido al paraíso ese día, trastorna la fe y es merecedor de la condena apostólica mencionada en 2 Timoteo 2:16-18, porque la resurrección de los muertos ocurriría en el último día.
Los primeros que resucitarían serían los santos, es decir, los que serían “sacerdotes de Dios y de Cristo”, para reinar con él en el cielo. Es absurdo siquiera pensar que, por muy arrepentido que hubiera estado aquel delincuente, mereciera el título de santo y sacerdote, y que recibiera el privilegio de resucitar antes que Jesucristo, es decir, el mismo día de su muerte. Además, hemos visto que Jesús reconoció abiertamente que él no determinaba quiénes recibirían privilegios especiales en el reino.
Por lo expuesto, ¿cómo debería leerse y entenderse el pasaje de Lucas 23:43, que dice: “Así a ti yo te digo hoy conmigo tu estarás en el paraíso”?
En vez de pensar si cierta traducción es buena o mala, correcta o incorrecta, ¿no sería más prudente pensar en función del contexto y la estructura de las buenas nuevas? Porque a medida que uno profundiza su análisis, con el tiempo se percata de que la gran mayoría de versiones contienen básicamente un solo mensaje: Jesús es el Hijo de Dios para la gloria de Dios el Padre.
Ten presente esto: Dios nunca se contradice a sí mismo, y tampoco lo hace mediante su Palabra. Lo que ocurre es que algunos hombres, en su afán por atraer adeptos y acumular riqueza material mediante la imposición de diezmos y ofrendas en dinero, han acomodado ciertas versiones de la Biblia para que respalden sus intereses egoístas. Pero si te fijas bien y estudias cuidadosamente, con el paso del tiempo descubrirás que, a pesar de hallar algunos pasajes contradictorios, sustancialmente contiene el mismo prístino mensaje. La mejor prueba de ello es que ha sobrevivido hasta nuestros tiempos con el mismo llamado a la reflexión de siempre. (Apocalipsis 3:19-20)
Por lo tanto, casi toda traducción de la Biblia es apropiada para investigar y hacer comparaciones, a pesar de que, como hemos notado, algunos editores son más escrupulosos que otros. (Romanos 10:1-3) Es un hecho demostrado que a lo largo de los siglos ha habido quienes han modificado taimadamente algunos versículos de la Biblia a fin de reforzar tradiciones y falsedades con las que mantenían sometidas a las masas. Incluso hay quienes han añadido capítulos enteros y hasta libros completos como si pertenecieran al Canon que había sido plenamente establecido desde los tiempos de Juan, el apóstol que más tiempo vivió entre la humanidad.
Por eso, compete al lector acucioso decidir en qué traducción depositará su confianza para edificar su fe en Jesucristo. Si alguna porción de cierta traducción no corresponde con la estructura general, simplemente, si es humilde para anteponer los pensamientos de Dios a los suyos, Él le ayudará a reconocer la verdad, comparar dicha versión con otras disponibles y finalmente adherirse al entendimiento que armonice con toda la estructura de las buenas nuevas.
Se esperaría que la mejor traducción, la mejor interpretación y el mejor entendimiento de la Palabra de Dios produjera los frutos que el Señor esperaba. Si produjera fruto podrido (en la forma de gente corrupta, violenta, deshonesta y rebelde, es decir, contrario al espíritu santo), ¿podríamos decir que su fe se basó en una buena traducción, en una buena interpretación o en un entendimiento correcto de su mensaje? No juzgaremos una traducción por el comportamiento de alguien, pero ciertamente es un indicio que no se puede despedir de la mente con ligereza.
Sabiendo que surgirían dudas en la mente de muchos respecto a este delicado asunto, Jesús dijo: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, reconocerá si la doctrina es de Dios, o si he hablado por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay injusticia en él. (Juan 7:17-18; 1 Tesalonicenses 5:21-22)
Por lo tanto, no es cuestión de andar pidiendo recomendaciones respecto a una u otra traducción de la Biblia. ¡Cuálquier traducción de la Biblia puede ser útil para aprender la voluntad de Dios! Pero la historia ha demostrado indudablemente que, mientras unos traductores han respetado el contenido, otros le han faltado en respeto. Le toca al estudiante acucioso examinar con cuidado el contenido, y los efectos que ha producido en el rebaño en general. Jesús siempre hizo hincapié en el fruto, es decir, el hecho, la obra, el resultado y el efecto.
Si consideraste que tu traducción de la Biblia es muy buena pero encuentras una traducción que te ayuda a entenderla más plenamente, es decir, que te ayuda más fácilmente a llegar a la interpretación correcta, debes cambiar lo bueno por lo mejor. (Hechos de los Apóstoles 18:24-28) El espíritu santo nunca te reconvendrá por ello. ¡Al contrario! (Proverbios 2:1-5; Mateo 24:15)