Respuestas sobre la Biblia



¿Como recibir respuestas a preguntas sobre la Biblia?

Ya que la Biblia es Palabra de Dios, el único autorizado para responderte es Dios mismo, y Él responde mediante la Biblia. No que lo haga milagrosamente, sino por medio de que la leas* y disciernas.

Cuanto más la leas, más la discernirás, más cabos atarás y más respuestas encontrarás. Todo está allí. Cuanto menos lees, menos disciernes, menos cabos atas y menos respuestas encuentras (entendiéndose por "lectura" a la comprensión e interpretación de un texto, no solo mediante el sentido de la vista, sino del tacto, del oído o de cualquier medio disponible).

En este blog solo ofrecemos comentarios y artículos originales basados en la Biblia. Pero no son más que una guía a los textos de la Biblia que creemos que están relacionados con las preguntas e inquietudes más comunes.

Dicho de otro modo, no consideramos haber recibido ninguna inspiración divina mi ninguna ayuda especial del espíritu santo. La Biblia no necesita la ayuda de nadie, tampoco persona alguna puede impedir que se difunda y ponga por sí misma al descubierto los engaños del Diablo. 

Pero para recibir una respuesta, es natural que tengas en cada caso el contexto correcto. Nunca uno se aventura a llegar a su destino en una zona desconocida y extensa sin mirar un plano, pedir orientación o detenerse a evaluar si va bien, ¿correcto? Seguramente primero te comunicas con quien te está esperando y entonces emprendes la marcha.

Ocurre algo similar. Primero te comunicas en privado, en oración, directamente con Dios, el Creador del universo, en el nombre de Jesucristo. (Jn 14:13-14; 16:24) 

Muchos se han preguntado: "¿Para qué comunicarnos con el Padre 'en el nombre de Jesús' si Jesús es el Padre?". La razón es que él mismo dijo a sus discípulos que lo hicieran así, que oraran al Padre en su nombre. Ningún lector de la Biblia inventó esa disposición. (Hechos de Apóstoles 2:38; Filipenses 2:10-11; Colosenses 3:17)

Entonces, si la persona sigue las instrucciones de la Biblia, el espíritu o poder del Padre actuará guiándola, poco a poco, a los pasajes de las Escrituras que la ayudarán a encontrar las respuestas a sus preguntas. Es un asunto privado entre Él y sus lectores. (Génesis 40:8; Proverbios 1:1-2; Mateo 6:6-8; 2 Pedro 1:20-21; Romanos 8:26-27)

Sin embargo, una salvedad que te ahorrará muchos malentendidos es esta: Hay información reservada que solo podrás encontrar en la medida del interés sincero que le pongas, en la medida que Dios te permita saberlo y en la medida que preguntes con sinceridad, prudencia y respeto. 

Decimos esto porque en todas las cosas existen limitaciones que a veces nos dificultan la consecución del objetivo. Una de esas dificultades es nuestra incompetencia en comparación con Dios, y otra, la incompetencia de los otros. También existen limitaciones materiales, físicas y técnicas, que pudieran impedirnos el acceso a una Biblia, como pudiera ser el confinamiento, la persecución o cualquier forma de aislamiento.

No obstante, ninguna soledad ni obstáculo puede impedir el acceso espiritual a una comunicación con el Creador, porque Dios no está al servicio de nadie, y solo tienen acceso a su presencia quienes lo hacen respetuosamente. (Salmo 31:5; Isaías 26:9; Juan 4:24; 14:26)

Por supuesto, no sería prudente, respetuoso ni edificante preguntar cosas que denoten un interés egoísta o una simple curiosidad que no llevaría a una respuesta que serviera para edificarte en sentido espiritual, porque no encontrarás la respuesta, o la respuesta no te va a satisfacer. 

La Biblia muestra casos en los que ciertas personas no recibieron las respuestas que buscaban, ya sea porque no era el tiempo o porque no tenían derecho a saberlo, o porque no desarrollaron suficiente capacidad para entender. Por ejemplo, tal vez puedas saltarte los niveles en un centro educativo, pero ¿entenderías todo?

Las Escrituras ambién mencionan casos extremos de desobediencia. ¿Respondería Dios las oraciones de una persona desafiante? La mala actitud nunca ha favorecido la comunicación en ninguna parte. (Lucas 23:8-9; Marcos 10:21-22, 35-40; Hechos de Apóstoles 8:18-20; Proverbios 1:28)

Eso se puede comparar con un teléfono malogrado. No culpamos a la compañía de teléfonos, porque no es su culpa. El problema es el teléfono. O lo reparamos o conseguimos uno nuevo. Igualmente, o nos arrepentimos y arreglamos los asuntos con Dios, o la comunicación nunca se restablecerá. Él exige que hagamos nuestra parte. (Proverbios 1:33)

Claro, también reconoceremos que, aunque es cierto que podremos encontrar respuestas a asuntos difíciles, incluso profundos, la humildad nos mueve a aceptar que habrá asuntos que no se nos permitirá saber porque no son de nuestra incumbencia. (Génesis 40:8; Deuteronomio 29:29; Hechos de Apóstoles 1:6-7)

Tampoco se trata de abrir la Biblia y suponer que el primer texto que uno lea será la respuesta de Dios. Esa no es una manera respetuosa, sensata ni objetiva de hallar respuestas. Más bien, procuraremos averiguar, investigar y aprender de manera personal, consciente y libre de presiones. No se trata de adivinar, sino de buscar la guía correcta. (Colosenses 3:10)

Por supuesto, no significa que no necesitemos ayuda. Debemos tratar de comprender lo que Dios quiso decir en cada caso. Intentemos averiguar qué se proponía cuando inspiró al escritor. Así nos familiaricemos con su manera de proceder en general. 

El registro de Hechos de los Apóstoles (cap.15) indica que en el primer siglo los apóstoles tenían un centro de coordinación en Jerusalén. Los discípulos no andaban por ahí desparramados procediendo a su buen entender. 

A pesar de la persecución y las limitaciones tecnológicas, estaban muy sincronizados, como se puede comprobar en las epístolas apostólicas. Cuando preguntaron al apóstol Pablo acerca de una controversia, no se disparó por su cuenta haciendo interpretaciones caprichosas. (2 Pedro 1:20)

Presentó su inquietud a esos hermanos, y ellos se reunieron, analizaron el asunto bajo oración y llegaron a un discernimiento unánime, lo pusieron por escrito y entonces enviaron la respuesta a todas las iglesias. Fue una labor evidentemente coordinada por el espíritu de Dios. (Hechos de Apóstoles cap.15)

Eso significa, por decirlo figuradamente, que siempre procuraban una sincronía con el cielo, sintonizar la misma frecuencia de Dios mediante analizar las Santas Escrituras para obtener el enfoque correcto. Eso fue lo que Jesús dio a entender al apóstol Pedro y a todos los discípulos. No debían obrar caprichosamente. "Todo lo que ates en la tierra debe quedar atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra debe quedar desatado en el cielo". (Mateo 16:19) 

En otras palabras, Pedro, y por extensión todos los hermanos, debían tomar decisiones coordinadas, basándose en las Escrituras, es decir, armonizar con los principios divinos. Todo debía encajar o cuadrar lo mejor posible con dichos principios.

Jesús también dijo: "Si dos de ustedes en la tierra concuerdan sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre". (Mateo 18:19) Debían concordar en la solicitud. Los discípulos debían llegar a decisiones unánimes basadas en las Santas Escrituras. No significaba pedir cualquier cosa sin tener en cuenta la voluntad de Dios. Por eso era tan importante que leyeran y estudiaran la Biblia.

Entonces ¿por qué los judios estudiosos de las Escrituras no identificaron al Mesías? Porque dieron más importancia a la tradición, a la cultura, al estereotipo, al paradigma, a la superstición, al temor, a la ambición de poder, al qué  dirán, y no a los principios de las Escrituras. Su corazón se había vuelto insensible a la verdad, tal como había ya había ocurrido en el pasado. (Mateo 13:10-17; Marcos 7:5-8; Juan 11:48-53)

El apóstol Juan lo explicó así: "Tenemos confianza de acercarnos a Dios y que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye." (1 Juan 5:14) Es decir, los discípulos debían pedir solo cosas que estuvieran de acuerdo con la voluntad del Padre, de lo contrario, él no escucharía. Ese era un requisito fundamental.


Igualmente, tal como los dientes de las ruedas de un engranaje deben coincidir perfectamente para funcionar eficientemente, tu entendimiento de las Santas Escrituras debe ir ajustándose de modo que no exista contradicción, fricción, roce ni confusión con la voluntad de Dios, vale decir, con los principios bíblicos.

La coordinación fue una de las grandes lecciones que comunicó Ezequiel al hablar de su visión sobre el vehículo de Dios. Se trataba de un carro celestial que se movía a velocidades vertiginosas, haciendo movimientos exactos e impresionantes gracias a ruedas que estaban perfectamente coordinadas entre sí gracias al espíritu de Dios. (Ezequiel 1:16-21)

Si hubiera confusión o contradicción en tu entendimiento de algún pasaje o tema de la Biblia, tómalo como una indicación de falta de conocimiento o sincronía. Es todo. No te desalienta. Debes seguir atando cabos hasta dar con la respuesta correcta a fin de que tu entendimiento fluya mejor. (Mateo 13 :12) No descartes nada que pueda ayudarte a tener un conocimiento más exacto del propósito de Dios.

Eso es importante porque el entendimiento correcto siempre fluye y pasa al siguiente nivel de una manera agradable. Al no haber contradicción, uno se acerca más a Dios. Porque Él nunca se contradice ni tiene la intención de confundirte, sino todo lo contrario. (Proverbios 2:6-7; Santiago 1:17)

Si no te has familiarizado con el contexto y no sabes cómo hallar cierta información pertinente, no será un buen método creer que la suerte, la casualidad o la espontaneidad, además de una mal supuesta guía del espíritu santo, sea una ayuda confiable. Un amigo o consejero desinformado, mal informado, dogmático o celoso por las tradiciones no será un buen punto de apoyo. Podrías perderte en un laberinto de agnotología interminable.

Si no conoces bien a una persona, no puedes ponerte en su lugar ni pensar como ella. Es imposible. Porque no la conoces. Pero si  llegas a conocerla bien, entonces puedes entender cómo se siente, por qué hace lo que hace y por qué piensa como piensa. Lo mismo aplica al conocimiento de Dios.

Para entender a Dios y sentirlo como un Padre, uno tiene que empezar por leer su Palabra la Biblia, habituarse a pasar más tiempo con Él mediante la lectura de la Biblia. Moisés dijo en oración: "Si me ves con buenos ojos, dime qué quieres que haga. Así sabré que en verdad estoy contando con tu favor." (Éxodo 33:13) .

Jesús recalcó esa necesidad cuando dijo: "¿Conque ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad. Ustedes no lo conocen, pero yo lo conozco, porque vengo de él y es él quien me envió." (Juan 7:28-29) "Yo soy el Pastor excelente. Conozco bien a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí. Tal como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre, yo entrego mi vida por las ovejas." (Juan 10:14-15)

Por ejemplo, si te extraviaras en medio de la selva y se desatara una lluvia, ¿preferirías tomar decisiones confiando en la casualidad? ¿O en conocimientos bien fundamentados en técnicas de supervivencia? La respuesta sensata es obvia. Confiar en la suerte no sería la mejor decisión. Estarías en manos de la casualidad

En asuntos espirituales ocurre exactamente lo mismo, sobre todo en vista de las claras advertencias de Jesucristo en Mateo 24:4-5, que dice: “Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque vendrán muchos que, valiéndose de mi nombre, dirán: 'Yo soy el Cristo', y engañarán a muchos". Se refería a tener cuidado con la agnotología.

¿Engañarán a muchos? ¿A quiénes? Por ejemplo, a quienes piden dinero a cambio de ofrecer una supuesta ayuda de Dios. ¿Cómo reaccionarías si alguna vez hubieses leído y meditado en el pasaje de Apocalipsis 22:17, que dice: "El que quiera, tome gratis del agua de la vida"; o si hubieras leído las instrucciones de Jesús en Mateo 10:8, que dice: "Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratis"? ¿Acaso no te hubieras preguntado: '¿Cuánto cobró Jesús o cuánto cobraron sus apóstoles? Hubieras respondido: "¡Nada!".

Por otro lado, algunos dicen: "Yo simplemente abro la Biblia y, donde caigan mis ojos, eso es lo que Dios quiere decirme. Entonces reflexiono en cuanto a ello y siento una paz increíble". ¿Será esa una forma recomendable de leer la Biblia?

Eso se conoce como Bibliomancia. Pero ¿qué pasaría si el lector diera con un pasaje que estuviera fuera de contexto? Podría desorientarse mucho y formarse un concepto errado acerca de Dios y de la manera como Él se comunica con la humanidad.

Si uno estuviera triste, y casualmente abriera el pasaje donde dice: 'Eres un infeliz, miserable, pobre, ciego y desnudo', ¿cómo se sentiría? ¡Peor! (Apocalipsis 3:17) En tal caso uno necesitaría consuelo, no una dura reprensión. ¿No hubiera sido mejor que hallara el texto que dice: "el Padre te tiene cariño"? (Juan 16:27) La Biblia dice que Dios es amor, y un padre amoroso nunca aplastaría a alguien que ya estuviera sintiéndose aplastado.

Si analizas el primer texto (Apocalipsis 3:17), está dirigido a una persona orgullosa, que alza mucho la nariz y no quiere reconocer que debe modificar su punto de vista materialista. En cambio, el segundo texto (Juan 16:27) se dirige a alguien que está esforzándose por hacer la voluntad de Dios y necesita recordar que Dios le tiene mucho cariño.

Son dos contextos completamente opuestos, dirigidos a personas totalmente diferentes. La Bibliomancia, que se basa en la casualidad o suerte, no ayuda en ese sentido. ¡Podría extraviar al lector! Además, la Biblia advierte que Dios desaprueba la adivinación de esa clase. (Deuteronomio 18:9-13; Hechos de Apóstoles 16:16)

Un malentendido que suelen presentar los ateos es que 'el Dios del Antiguo Testamento se muestra a sí mismo como un Dios cruel y vengativo, pero en el Nuevo Testamento se muestra como uno cariñoso y abordable'. ¿Sabrías explicarle por qué Dios no cambia y que solo se trata de un malentendido? (Isaías 41:4)

¿Conoce esa persona los detalles relacionados con pasajes que supuestamente dan a entender que Dios es cruel o vengativo? ¿Los conoces tú? ¿Conoce esa persona la Biblia hasta el punto de poder decir a qué pasajes, específicamente, se refiere? ¿Los conoces tú? ¿Conoce cómo eran los enemigos de Israel? ¿Sabe cuán despiadados eran y cuán abusivos eran en comparación? ¿Lo sabías tú? 

Ellos tenían pueblos vecinos que degollaban sin compasión a cualquiera que se opusiera a sus costumbres, y hasta eran capaces de rajar el vientre de las mujeres embarazadas de sus enemgos, y sentíam placer de hacerlo en el nombre de su dios. Hasta quemaban a sus niños en el fuego como un ritual divino. ¿Acaso fue injusto permitirles que se defendieran? ¿Fue injusto que Dios los ayudara? (Jueces 4:3; 6:1-6)

Otro malentendido muy común, que desviaría al lector casual de una respuesta correcta, es el que resulta de sacar de contexto una cita de la Biblia. Por ejemplo, aunque la Biblia contiene principios que son valiosos en cualquier época, no por gusto es específica cuando dirige sus mensajes.

Si leemos que la carta de Pablo "A los Gálatas" comienza con estas palabras: "Pablo, apóstol, no por investidura ni mediación humanas, sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo levantó de entre los muertos; junto todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia", tenemos que entender que dicha epístola fue dirigida específicamente a los cristianos de Galacia, es decir, a la Galacia de aquel tiempo, no a nosotros que vivimos hoy. Es cierto que por extensión podríamos decir que sus principios nos aplican a nosotros, pero no nos aplica todo su contenido necesariamente. Depende de las variables implicadas. Por eso, para entender, hay que discernir el contexto implicado  cómo era la idiosincrasia de los Gálatas.

Y si nos remontáramos a los tiempos de Moisés, leeríamos Éxodo 19:5-6: "Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Comunícales todo esto a los israelitas.” 

Observa con cuidado a quiénes se dirigió Dios mediante Moisés. ¿Acaso fue a toda la humanidad? ¿O más bien a una nación en particular y en un tiempo en particular? Si prestas atención a lo que dice el texto: 'Comunica esto a los israelitas'. No está dirigiéndose a toda la humanidad

Otros pasajes nos ayudan a ver el contexto desde una perspectiva correcta, como, por ejemplo, Salmos 147: 19-20, que dice: "Él ha revelado su palabra a Jacob, y sus leyes y decretos a Israel. Esto no lo ha hecho con ninguna otra nación, una que no ha conocido sus decretos. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!". 

Está claro que la Ley de Moisés fue entregada a Israel. Porque dice bien claro: "A ninguna otra nación". Quien afirme que Moisés dio la Ley de Mandamientos a toda la humanidad, está saliéndose de contexto, está yendo más allá de lo que autorizan las Escrituras. (1 Corintios 4:6)

La expresión "si" se conoce en lingüística como "si" condicional, una "conjunción que denota suposición en virtud de la cual un concepto se condiciona a otro". Es decir, requiere que se verifique el cumplimiento del requisito. 

El pacto citado en el párrafo anterior se refería a un acuerdo que Dios basó en la condición de que los israelitas obedecieran su Ley de Mandamientos. No era un pacto incondicional. Las cláusulas "serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones" y "serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa" demuestran que aún no lo eran formalmente. 

La aprobación del Padre siempre dependió de "si ustedes son obedientes", sin importar el tipo de acuerdo, el tiempo o el lugar. Una cosa dependía de la otra. Su bendición dependía de la obediencia. Es exactamente la misma condición que les impuso a Adán y Eva. Dios siempre ha condicionado su aprobación a nuestra obediencia. (Mateo 12:31-32)

Jesús y sus apóstoles también usaron el "sí" condicional en diferentes ocasiones. (Mateo 6:14-15; Juan 13:35; 14:14; 15:14; 2 Tesalonicenses 3:14)

El profeta Jeremías explicó detalladamente que los israelitas no cumplieron su parte del pacto y por tanto lo dejaron sin efecto. Por eso profetizó: "Vienen días —afirma el Señor— en que celebraré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con la tribu de Judá. No será un pacto como el que hice con sus antepasados el día en que los tomé de la mano y los saqué de Egipto, ya que ellos lo quebrantaron a pesar de que yo era su esposo —afirma el Señor—. Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel —afirma el Señor—: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo". (Jeremías 31:31-33) 

Y el apóstol Pablo, citando textualmente a Jeremías, recalcó el punto recordando que Israel no cumplió con su parte del pacto: "Efectivamente, si ese primer pacto hubiera sido perfecto, no se habría hecho lugar para un segundo pacto. Pero Dios, reprochándoles sus defectos, dijo: 'Vienen días —dice el Señor—, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No será un pacto como el que hice con sus antepasados el día en que los tomé de la mano y los saqué de Egipto, ya que ellos no permanecieron fieles a mi pacto, y por eso los abandoné —dice el Señor—". (Hebreos 8:7-9) 

Está clarísimo que Pablo citó a Jeremías. No estaba interpretando nada caprichosamente. Según Jeremías, el pueblo de Israel no había cumplido con la parte del pacto que Dios había celebrado con ellos en el Monte Sinaí con la mediación de Moisés. 

Por lo tanto, Dios resolvió [o dio por terminado o concluido] el pacto con ellos, dejando sin efecto todas sus cláusulas. Cualquiera que diga que el pacto de la Ley sigue vigente, con su condición de pagar un diezmo, sacrificar animales, guardar un día de descanso o seguir cualquier otro ritual, está excediéndose. Con el asesinato de su Hijo, Dios mismo dio por terminado aquel pacto. (Daniel 9:26-27)

Sin embargo, el registro que dejaron los apóstoles y primeros cristianos, el cual se conservó en el Canon de las Escrituras, muestra que los principios de la Biblia seguirían vigentes, especialmente los que vienen desde los tiempos de Noé y antes, pero no las cláusulas legales en forma de mandato del primer pacto, la Ley de Moisés.

A partir del sacrificio de Jesús, los cristianos quedaron bajo la ley del Cristo y bajo un nuevo pacto, no bajo la ley entregada a Moisés, es decir, el pacto previo. Por eso Pablo dijo: "Aquellos de entre ustedes que traten de ser justificados por la ley [de Moisés], han roto con Cristo; han caído de su gracia". (Gálatas 5:4) El pacto anterior solo se mantuvo vigente mientras estuvo vivo el Mesías en la tierra. (Lucas 22:19-20) Pero, como lo aclara Daniel el profeta,  la muerte sacrificatoria del Mesías selló el nuevo pacto, anunciado siglos atrás por Jeremías. (Daniel 9:27)

Por ejemplo, la ley de mandamientos decía: "No robes", "no cometes adulterio", "no mates" y "no codicies", pero los cristianos no obedecemos esos principios porque estén escritos en la ley de mandamientos dados a Israel, sino porque el amor de Cristo nos impulsa desde el corazón a no hacer nada que perjudique a nuestro prójimo. 

Romanos 13:9-10 dice: "Porque el mandamiento que dice: 'No cometas adulterio', 'No mates', 'No robes', 'No codicies', y todos los demás mandamientos, se resumen en este precepto: 'Ama a tu prójimo como a ti mismo.' El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley".

Por lo tanto, una persona estudiosa no debe confundir los mandamientos que se dieron a Israel en el monte Sinaí, con los mandamientos dados por Jesucristo a los cristianos la noche de la última Pascua que celebró con sus apóstoles. "Les doy este nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. (Juan 13:34-35) 

Aunque los principios son exactamente los mismos, se dieron en contextos diferentes, con condiciones diferentes, con un mediador diferente y con una esperanza diferente.

¿Notaste cuál sería la clave para identificar a los cristianos de verdad? "Si se aman los unos a los otros". No sería su habilidad en oratoria, no sería su contribución a la comunidad mediante la creación de hospitales, asilos o restaurantes gratuitos, no sería por curar a los enfermos, no sería por darles un techo para vivir, no sería por el tamaño de su organización, no sería por alcanzar los primeros lugares en las encuestas ni porque tuvieran un programa en la televisión. 

¡Se les identificaría por mostrarse "amor entre sí"! Eso significaría que no habría ni un solo cristiano envuelto en la guerra, en peleas pandilleras, en levantamientos ni revueltas. Si buscas cristianos de verdad, no los encontrarás entre gente que pelea, odia o compite agresivamente contra su prójimo. 

Por tanto, aunque hay quienes dicen que el Dios del Antiguo Testamento es cruel, hemos visto que tal concepto no se ajusta a la verdad ni al contexto. Solo demuestra que uno no ha entendido lo que leyó. Dios no cambia. Es perfecto. Es el mismo hoy y siempre. (Malaquías 3:6)

Por ejemplo, si un niño de 5 años comienza a ser víctima de bullying en la escuela, ¿qué deberían hacer sus padres? ¿Quedarse a su lado durante las clases? ¿Contarle al maestro lo que esta sucediendo? ¿Hablar con los padres de los niños implicados? ¿Darle clases de kung fu? ¿Darle un cuchillo y enseñarle a usarlo? ¿Contratar un guardaespaldas que lo siga a todas partes? ¿Tomar la justicia en las propias manos y darle una paliza al abusón? ¿Denunciarlo a la policía? ¿Filmarlo y hablar con el noticiero de la noche? 

Son muchas las opciones que pueden venir a la mente. Pero hay algo innegable: De todas maneras hay que hacer algo al respecto, y tiene que ser efectivo a fin de que no vuelva a ocurrir, ¿verdad? Lógicamente, sea cual sea la decisión, habrá consecuencias desagradables.

Ahora bien, ¿de qué dependerá la decisión? Generalmente, dependerá del grado del abuso, la clase de persona que es el abusador y la condición y circunstancias de la víctima. Si la agresión es muy grande, tal vez sería apropiado denunciarlo a la policía. Pero si es demasiado grave, tal vez sus padres, indignados, pierdan el control, tomen al toro por las astas y le den una paliza al abusón, y de ser necesario, a sus padres. No decimos que eso sea correcto, sino que la indignación y la opresión pueden hacer pensar a los padres que están justificados a intervenir de cualquier forma con tal de frenar el abuso, por amor a sus hijos.

Algo parecido sucedió una vez, al cabo de cientos de años de cruel esclavitud, cuando Israel salió de Egipto. Eran hombres, ancianos, mujeres y niños de todas las edades, llevando sus ovejas y enseres. Debían atravesar un enorme desierto lleno de dificultades. No era un pueblo agresivo ni preparado para la guerra. ¡Habían sido esclavizados y maltratados!

De repente, creyendo que llegaban para saquearlo todo, guerreros formidables de los pueblos que estaban en su camino salieron a su encuentro con el fin de arrasar con ellos y no darles ninguna oportunidad de tomar agua de sus pozos ni alimento de sus campos. Entonces, indefensos, suplicaron que solo los dejaran pasar de largo, y que si alguien bebía agua de algún pozo o tomaba algún fruto del campo, estaban dispuestos a pagar por ello. Pero no quisieron. En cambio, los atacaron inmediatamente y sin piedad. ¿Te parece injusto que Dios les permitiera defenderse y vencerlos?

Muchos dirían que se trataba de un genocidio injustificado. Pero, pensándolo bien, ¿quién decide adónde y por dónde debe ir el pueblo de Dios? ¿Un grupo de hombres armados que no sienten compasión ni contemplación alguna, que viven, precisamente, en una porción de tierra donde Dios les ha concedido vivir?

¡Dios es Dios! ¡Es el Creador de los cielos y la tierra! Nosotros no podemos forzar su mano y decirle lo que debería hacer. Si él juzga por conveniente desalojar a alguien de su propiedad por haberse comportado de manera desagradecida, ¿quién puede cuestionar sus actos? (Job 9:12; (Daniel 4:35)

Por ejemplo, según las leyes humanas, cualquier financiera tiene derecho de embargar y desalojar a inquilinos que no están honrando su deuda. Cualquier propietario de una casa tiene el derecho de enjuiciar y desalojar a inquilinos que demostraron que la están echando a perder, o si se les ha vencido el contrato de alquiler y no quieren irse. 

Por la misma razón, en tiempos antiguos la tierra se había corrompido a grado extremo debido a costumbres satánicas que ofendían a Dios. Sodoma y Gomorra y las ciudades cercanas fueron solo un pequeño ejemplo de cómo eran algunas de aquellas naciones. Levítico, capítulo 18, contiene una muestra pequeña de todo lo que acostumbraban hacer aquellos pueblos, contrario a la voluntad del propietario de la tierra, es decir, el Creador.

Por eso, en su gran amor, y viendo que no había otra alternativa, Dios les permitió defenderse y ganar sus batallas. No fue un acto de crueldad, sino de proteger a hombres, ancianos, mujeres y niños indefensos que estaban a punto de ser exterminados en medio del desierto en un acto de abuso sin paralelo, ¡un verdadero genocidio de aproximadamente tres millones de personas! No eran decenas de miles ni cientos de miles. Los que salieron de Egipto fueron millones. Por eso, antes de apresurarnos a juzgar cualquier relato de la Biblia, es necesario leer el contexto para entender cabalmente las cuestiones implicadas.

Lógicamente, como la Biblia es franca, también registró los errores garrafales que su pueblo cometió a lo largo de los milenios. Sus escritores no se retrajeron de mostrar abiertamente todas las atrocidades que cometieron algunos de ellos debido al pecado y a la influencia satánica que, como en toda cultura, se infiltraba subrepticiamente. 

En ningún caso podemos culpar a Dios por los errores de su pueblo. Él cumplió dándoles instrucciones que los librarían del peligro, pero ellos mismos debieron obrar en armonía con estas. No se puede culpar al fabricante de un automóvil si su propietario le da un uso inapropiado, pasando por alto sus instrucciones. Si no le puso el combustible apropiado, o no verificó el cambio de aceite, o atravesó una avenida sin detenerse en la luz roja, ¿a quién debemos responsabilizar? ¿Al fabricante?

En los tiempos de Jesús muchos líderes religiosos llegaron al punto de difamar a Jesús esparciendo el rumor de que él no era nada más que un enviado de Satanás, y que por eso hacía milagros extraordinarios. Lo tildaron de borracho, glotón, blasfemo y amigo de pecadores, rameras y recaudadores de impuestos. ¿Estás de acuerdo en que Jesús cuadraba con el perfil de un borracho glotón o todo lo que decían ellos? Seguramente no, porque leíste los evangelios y conociste su vida y obra.

Juzgar negativamente al Dios de la Biblia, a su profeta principal Jesús de Nazareth, a Moisés o a cualquiera de los profetas sin haber analizado a fondo los asuntos, es precisamente la razón por la que Jesús dijo: "Padre justo, el mundo no te conoce" y "Ustedes andan equivocados porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios." (Juan 17:25; 22:29) ¿A quienes dirigió esas palabras? ¡A los saduceos! Un grupo de líderes religiosos que decían estar muy familiarizados con la Biblia. (Juan 7:28-29; Hechos de los Apóstoles 7:51-53)

Por la misma razón, si te familiarizas bien con toda la Biblia, llegarás a la misma conclusión respecto al Dios del Antiguo Testamento. Verás que no se trata de otro Dios, sino del mismo. (Malaquías 3:6), y que no existe tal cosa como "Antiguo" y "Nuevo" Testamento, sino que la Biblia es un solo libro, que contiene muchos pactos o testamentos. 

Te darás cuenta de que nunca fue un Dios cruel, sino que simplemente les advirtió lo bueno y lo malo, permitió que las cosas siguieran su curso y dejó que les sobrevinieran las consecuencias. (Proverbios 24:29) ¿No es bien conocido que a la mayoría de las personas les gusta hacer todo lo que les provoca sin que les sobrevengan malas consecuencias?

Por ilustrarlo, muchos toman un autobús temprano por la mañana y se encomiendan a Dios rogando que el conductor se apresure a fin de llegar puntualmente al trabajo. Entonces, si el conductor fuerza el motor como un loco, todos se mantienen callados, rezando para no llegar tarde al trabajo. Y si llegan a tiempo, se sienten contentos y agradecidos por haber llegado tan rápido. 

Pero si ocurre un accidente grave, seguramente gritarán: "¡¡El conductor estaba corriendo, haciendo carreras con otro ómnibus, no hizo caso de la luz roja en el cruce de varias avenidas!! ¡¡Corría como un loco!! ¡¡Todos estábamos con miedo de estrellarnos!!". Sí, claro, estaban temblando de miedo de estrellarse, pero se quedaron callados cuando rogaban que pudieran llegar a tiempo a la oficina como de costumbre. La gente cree lo que le conviene, y se arrima al árbol que mejor sombra le ofrezca.

Si ese es el punto de vista desde el cual alguien lee la Biblia, sin duda no entenderá nada. Se desorientará y perderá todo el beneficio que podría obtener con una lectura bien enfocada.

Leer por leer no beneficia a nadie

Por ejemplo, si leemos un libro de dietas, no nos servirá de nada, aunque lo leamos de tapa a tapa, a menos que pongamos en práctica lo que recomienda y sigamos todas las pautas y ejercicios para subir o bajar de peso, según sea el caso. Con respecto a la Biblia, no se trata de subir ni bajar de peso, sino de alcanzar objetivos mucho más importantes.

Jesús mencionó varios de estos objetivos en el Sermón del Monte resumiéndolos de modo que fueran fáciles de recordar y de pedirlos a Dios en oración. Dijo: "Ustedes deben orar así: 'Padre nuestro que estás en el cielo, 1) santificado sea tu nombre, 2) venga tu reino, 3) hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. 4) Danos hoy nuestro pan cotidiano. 5) Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno'.'' (Mateo 6:9-13)

Claramente dice que las oraciones deben dirigirse al Padre, y que lo primero que uno debe tener presente es la santificación del nombre de Dios. También uno debe pedir que se ponga fin a la maldad mediante la intervención del Reino. Después puede expresar lo que necesita para el día a día. Finalmente, debe manifestar un deseo sincero de desterrar del corazón cualquier rencor que haya abrigado, y seguir pidiendo fortaleza para enfrentar con éxito las pruebas y tentaciones. (Efesios 6:10-11)

Ahora bien, a pesar de que Jesús vino a mostrarnos el camino a la verdadera libertad, siempre fue cauto al compartir sus conocimientos con personas que manifestaban malas intenciones al preguntar. De hecho, en algunos casos ni siquiera les respondía. (Juan 8:32; Juan 14:6; Juan 10:10; Mateo 11:28-29; Mateo 27:12-14)

Jesús dedicó la mayor parte de su tiempo a instruir a las personas sinceras, aunque tuvieran serias dudas, porque reconocía que el Diablo cegaba a las personas con agnotología. (Efesios 4:4) Contestaba sus preguntas e inquietudes porque percibía que realmente querían saber más acerca de Dios y del Camino que él les proponía y que estaban esforzándose por estrechar su relación con su Padre. (Mateo 11:27; Juan 17)

Por eso, las preguntas y respuestas que hallarás en este blog se basan en cuatro aspectos importantes: Se apegan a lo que dice la Biblia y al razonamiento sano. Se explican ampliamente, aunque buscando concisión. Son oportunas y estimulan la espiritualidad, no la emotividad.

1. Apego a lo que dice la Biblia y a lo que dicta el razonamiento sano

Para los cristianos, la Biblia es la autoridad final, no el razonamiento humano. (1 Tesalonicenses 2:13) Sin embargo, aunque no cuestionan la inspiración divina que hay tras su escritura y conservación, no de manera dogmática, sino por haber corroborado todo hasta la saciedad, creen que Dios quiere que empleen el razonamiento, no las emociones, para entender su Palabra. (Salmos 12:6-7; Hechos de los Apóstoles 17:11) Por eso citan los pasajes pertinentes que respaldan lo que dicen. (1 Corintios 4:6) Y tal como hicieron Jesucristo, los apóstoles y todos los profetas, usan sus facultades de raciocinio para reflexionar, meditar, atar cabos y sacar conclusiones. (Daniel 9:2; Hechos de Apóstoles 17:11; Romanos 12:2)

2. Explicaciones amplias, pero buscando concisión

Los cristianos no sacrifican una explicación extensa solo por ser concisos, ni hacen una explicación extensa si pueden ser concisos. De hecho, aunque el apóstol Pablo sabía que era una gran responsabilidad seleccionar bien sus palabras al redactar sus cartas apostólicas, cierta vez creyó haber sido conciso, cuando en verdad había necesitado muchas palabras para explicar el punto. (Eclesiastés 12:10; Hebreos 13:22)

Por ejemplo, ante la pregunta: "¿Puede arrogarse un ser humano el derecho de hacer santo [o canonizar] a otro ser humano?", la respuesta es no. La Biblia dice claramente que ni siquiera Jesucristo puede arrogarse ese derecho. El único que puede nombrar santo a alguien es Dios. No se requiere más explicación. (Mateo 20:23; Romanos 8:33)

Ante la pregunta: "¿Son inmortales los ángeles?", la respuesta es no. La Biblia dice que la vida eterna es un don o regalo de Dios reservado solamente para quienes demuestran fe en Cristo. Los demonios son ángeles pecadores que no tienen fe en Cristo. De hecho, son enemigos de Cristo y la fuente del Anticristo. La Biblia dice claramente que el pago por el pecado es la muerte, no la vida. Precisamente, el propósito del Juicio Final es pagar al Diablo y a sus ángeles lo que les corresponde: Muerte. (Juan 12:31) Pero no podrían morir si fuesen inmortales. 

Además, segun la Biblia, el único inmortal que menciona al tiempo de la escritura de las cartas apostólicas fue Jesucristo resucitado, que por la gracia de Dios conferiría a los santos la misma condición de inmortales cuando resucitaran, en el día final. No creen necesario darle más vueltas a algo que está clarísimo. (Juan 6:39-40, 54; Juan 11:24; 1 Timoteo 6:15; Romanos 6:23; Apoc 12:7)

Ante la pregunta: "¿Habla la Biblia de una Diosa Madre?", la respuesta es simple: En ningún lugar de la Biblia se menciona a una Diosa Madre. Lo más parecido a esa expresión es "la diosa Astarté", en 1 Reyes 11:5, 33, "la reina de los cielos", en Jeremías 7:17-18, y "la gran diosa", en Hechos de los Apóstoles 19:27, 37. Pero en ningún caso se las menciona en conexión con la religión judía ni cristiana. De hecho, en una ocasión el apóstol Pablo predicó las buenas nuevas a ciertos adoradores de cierta diosa madre, pero ellos lo apedrearon salvajemente. (Hechos de los Apóstoles 14:15) 

Por otro lado, "la Jerusalén de arriba, nuestra madre", mencionada en Gálatas 4:21-31, no se refiere a ninguna diosa. El apóstol Pablo mismo especificó que su explicación en ese pasaje debía "interpretarse en sentido figurado", dejando muy en claro que estaba utilizando una parábola o ilustración. (Gálatas 4:26) Si el propio escritor dice que se trata de un lenguaje figurado, nadie debería ir más allá e interpretarlo de un modo literal. La Biblia es clara. (Isaías 44:6)

3. Oportunas

Cuando en este blog nos topamos con un tema de conversación interesante, armamos un artículo pertinente. No esperamos innecesariamente mucho tiempo para publicarlo. Pero tampoco nos apresuramos si no tenemos la respuesta. Nos tomamos todo el tiempo y el espacio necesario para completar la explicación. (Proverbios 15:28)  

4. Espiritualidad, no emotividad

Ninguna consideración de la Biblia cala muy profundo si uno no entiende la diferencia entre espiritualidad y emotividad. Algunas personas emotivas se dejan llevar por sermones impactantes, cargados de entusiasmo y discursos que desbordan de oratoria. Pero ¿llegan realmente a entender la Biblia en toda su amplitud? ¿O se han acostumbrado a apoyarse cómodamente -y a rajatabla- en lo que dice el pastor sin corroborar si lo que está diciendo concuerda con la Biblia? A la mayoría no les agrada hacer la tarea. Es más fácil y práctico dar por sentado que el pastor está diciendo la verdad. (2 Timoteo 3:7)

¿Qué entendemos por espiritualidad? Espiritualidad es la condición que resulta de conocer, entender y estrechar uno su relación con el Dios Todopoderoso, el Creador de los cielos y la tierra. Jesús vino al mundo para enseñarnos la verdadera espiritualidad, y sus apóstoles explicaron claramente cómo podíamos identificarla y cultivarla. (Gálatas 5:22-24; 2 Pedro 1:8) 

Si cierta información, doctrina, noción, costumbre, postura o tradición contradice la Biblia o de algún modo nos aleja del Dios verdadero y su Reino, no se trata de espiritualidad, por muy agradable o atractiva que parezca en sentido emocional. (1 Juan 4:1)
En el paraíso, Eva vio que el fruto del árbol era algo agradable para contemplar y muy deseable a la vista, pero terminó rompiendo relaciones con Dios. Perdió su espiritualidad, y con ello, todos los beneficios de seguir recibiendo la guía de Dios. Su mentalidad y comportamiento se corrompieron, aunque seguramente conservaron una apariencia atractiva. (2 Corintios 11:3) 

En el caso de Adán, tomó del fruto suponiendo que con ello se independizaría de su Creador, pero las consecuencias que estamos viendo en el mundo hoy constituyen la prueba más elocuente y pragmática de que la humanidad en conjunto se alejó de Dios y se rindió ante el pecado. (Romanos 7:14) Ni Adán ni Eva obraron rectamente. ¿Qué se podría esperar de la mayoría de sus descendientes?

Por lo tanto, aquí encontrarás respuestas interesantes basadas en las Santas Escrituras y en el razonamiento sano, oportuna y ampliamente explicadas, siempre procurando el desarrollo de tu relación con Dios. ¿Por qué no te das un tiempo para leer nuestros términos y condiciones antes de continuar examinando nuestros contenidos?
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*LECTURA. Comprensión e interpretación de un texto, que puede lograrse no solo con el sentido de la vista, sino del tacto, del oído o cualquier medio disponible.
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