Refugiados ¿dónde?

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"Padre nuestro que estás en los cielos
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino."

-Mateo 6:9-13

La frase de ninguna profecía se ha repetido tantas veces en la historia de la humanidad: "Venga a nosotros tu reino". Un clamor casi universal que se transformó en un rezo muy conocido, uno que ruega, entre otras cosas, la intervención del Creador en los asuntos del hombre.

No es para menos. Es indiscutible que el ser humano, como grupo, ha demostrado más allá de toda duda una absoluta ineptitud para liderar su destino. Si antes todavía nos quedaban dudas, los acontecimientos mundiales acabarán quitándonos el velo del escepticismo.

Por ejemplo, cuando alguien huye de un lugar buscando refugio en otro, simplemente está reaccionando a la acumulación de estímulos desagradables que probablemente pusieron en un verdadero riesgo su vida. Entonces, pone todas sus pertenencias en una balanza, por decirlo así, y se percata de que lo más sensato es salvar la vida, no las posesiones. 

Pero cuando mucha gente hace lo mismo y al mismo tiempo, es porque algo o alguien mucho más grande la ha ahuyentado. Es cuando la gente en general reacciona a la forma como fue tratada por quien(es) la ahuyenta(n). 

En realidad, toda diáspora es una respuesta contundente a quienes causan la diáspora. Se podría pensar que si una o varias persona huyen a otra parte, podría tratarse de unos rebeldes. Pero si miles o cientos de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos huyen al mismo tiempo, ¿en qué pensaríamos?

Ilustrémoslo así: Si un niño es tan egoísta que les pega a los otros niños para que no le quiten su pelota, ahuyentándolos, ¿con quién jugará cuando se quede solo? Igualmente, si todos sus ciudadanos huyen de un país o región, ¿quién se quedará para pagar los impuestos que se necesitan para cubrir los gastos que indefectiblemente se tienen que cubrir? ¿Y cómo aumentará y se fortalecerá el pueblo sin madres que den a luz hijos, si todas mujeres han huido despavoridas? 

Al igual que el niño del ejemplo, que se quedará aislado con su pelota y, finalmente, reconociendo que fue un error ahuyentar a sus amiguitos, ahuyentar a todos es la manera más eficaz de debilitar cualquier intento de construir una sociedad fuerte y sostenible. Si es verdad el dicho "la unión hace la fuerza", dividir y ahuyentar a todos es lo peor que se puede hacer.

Jesús mismo lo dijo: "Un reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no puede mantenerse en pie." (Mateo 12:25)  Si toda la gente huye de un pueblo, ¿cómo se le puede seguir llamando pueblo?

El factor que siempre se nos escapa

Un factor que siempre se nos escapa es que la Biblia siempre fue clara y específica al indicar cuándo sería el tiempo para el cumplimiento de cada una de sus profecías. El algunos casos, mencionando el año, el mes, el día y la hora, y en otros, uno o más acontecimientos o tendencias características que coincidirían en el tiempo y dejarían patente su inminencia.

Aún en otros casos, traza una línea cronológica que se traslapa eficazmente con otras líneas cronológicas para no dejar dudas de su exactitud. Pero solo quienes tuvieran perspicacia suficiente lo entenderían, tomarían sus precauciones y actuarían a tiempo -haciendo su mejor esfuerzo- en armonía con lo que supieran.

El ángel Gabriel impartió entendimiento al profeta Daniel diciéndole: “He venido en este momento para que entiendas todo con claridad.” (Daniel 9:21, 22) Al decirle: "En este momento" se refería a que ningún otro momento hubiera sido apropiado. 

Así como Daniel tuvo que esperar el momento de Dios para entender cada profecía, los ángeles esperan los tiempos de Dios para llevar a cabo el cumplimiento de sus profecías. (Apocalipsis 7:1-3) 

Por eso Daniel escribió: "Muchos serán purificados y perfeccionados, y quedarán limpios, pero los malvados persistirán en su maldad, y ninguno de ellos entenderá nada. Solo los sabios lo entenderán". (Daniel 12:10)

Por ejemplo, Apocalipsis 9:13-15 indicó que cierto ángel tocaría una trompeta y una voz saldría de un altar de oro que estaba delante de Dios, dándole la orden de soltar a cuatro ángeles que estaban a orillas de un enorme río, los cuales habían sido entrenados para cumplir cierta profecía en cierto año, mes, día y hora.

¿Qué significaban la trompeta, el altar de oro, el río, etc.? No es materia de este artículo. Solo dejamos en claro que los ángeles y profetas estuvieron muy atentos por medio de escudriñar las Santas Escrituras. (1 Pedro 1:10-12)

Otro ejemplo es el momento en que el reino de Dios haría impacto con el mundo malvado de Satanás. Jesús no dijo el día ni la hora (Mateo 24:26), pero sí mencionó diferentes acontecimientos que coincidirían entre sí, como un reloj suizo.

Sería responsabilidad de sus discípulos prestar atención y alistarse para dicha intervención cuando llegara el tiempo señalado. Vez tras vez repitió la advertencia: "Estén alerta", "manténganse vigilantes", "presten atención" (Mateo 24:7).

Y otro ejemplo tiene que ver con diferentes líneas cronológicas que oportunamente se traslaparían entre sí, como las tejas de un tejado, de modo que no quedaran vacíos ni se diera lugar a interpretaciones caprichosas. Si dos o más cronologías relacionadas no coincidían entre sí, debían descartarse. Solo deberían aceptarse y reconocerse aquellas que coincidieran entre sí. 

Moisés inició la cronología general, que posteriormente empalmaría en perfecto paralelo con cronologías escritas por otros profetas. Se puede notar que Jesucristo fue un estudiante acucioso de dicha trayectoria por la manera como aportaba datos sobresalientes relacionados con la cronología. Por ejemplo, uno de esos datos es el que se encuentra en Lucas 21:24: "Los gentiles pisotearán a Jerusalén hasta que se cumplan los tiempos señalados para ellos". Estuvo atento a los tiempos señalados en las Escrituras.

Lucas fue tan específico al registrar en su evangelio ciertos datos históricos que no dejó espacio para ninguna duda ni mala interpretación relacionada con el cumplimiento de ciertas profecías. Por ejemplo, dijo cosas como estas: "Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano (este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria). Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo". (Lucas 2:1-3) 

También escribió que "en el año quince del reinado de Tiberio César, Poncio Pilato gobernaba la provincia de Judea, Herodes era tetrarca en Galilea, su hermano Felipe en Iturea y Traconite, y Lisanias en Abilene; el sumo sacerdocio lo ejercían Anás y Caifás. En aquel entonces, la palabra de Dios llegó a Juan hijo de Zacarías, en el desierto". (Lucas 3:1-3)

¿Por qué Dios quería que se registraran datos tan específicos? Porque en la Biblia se menciona más de 50 veces la expresión "plazo", "tiempo legal" o "tiempo señalado". Muchas de estas frases se refieren al cumplimiento de alguna profecía en particular. 

Por ejemplo, el apóstol Pablo fue un estudioso de las cronologías de la Biblia, como se nota por sus palabras en Gálatas 4:4: "Cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley". Aunque antes no creía en Jesucristo, su estudio de las Escrituras lo llevó a confirmar que Jesús fue el Mesías.

Hay profecías de corto alcance (“Yavé fijó un plazo diciendo: 'Mañana yo, Yavé, haré esto en el país' ". (Éxodo 9:5) También de mediano alcance: "Su desastre se apresura, y el día del juicio se avecina. A su debido tiempo, su pie resbalará.” (Deuteronomio 32:35) Y de largo alcance: "Este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin." (Mateo 24:14)

Sin embargo, como las cronologías no serían tan patentes a todos, sino solo a los  más estudiosos, estas no tendrían que ser el único ni el principal elemento de juicio al determinar los tiempos señalados para el cumplimiento de las profecías. 

Pablo advirtió: "Al partir para Macedonia, te encargué que permanecieras en Éfeso y les ordenaras a algunos supuestos maestros que dejen de enseñar doctrinas falsas y de prestar atención a leyendas y genealogías interminables, cosas que provocan controversia, en vez de llevar adelante la obra de Dios." (1 Timoteo 1:3-4; Tito 3:9)

Por eso, para determinar cuándo llegaría el tiempo del fin del mundo de Satanás, Jesucristo no la puso difícil haciendo hincapié en el estudio de la cronología ni en que esperáramos exactamente un día, hora o año, sino en las características de los tiempos y en la manera de ser de la gente en general, gente que viviera cerca del tiempo del fin. 

De esa manera, lo que determinaría el año, el día y la hora, o cuán cerca estuviéramos de la intervención del reino sería el desarrollo de la historia de la humanidad. De modo que cuando las características mencionadas en las Escrituras coincidieran con lo que viéramos que ocurre en el mundo, sabríamos, sin lugar a dudas, que el tiempo señalado habría llegado, incluso verificarlo con las cronologías traslapadas por los profetas, comenzando por Moisés.

Por ejemplo, Jesús les dijo a los discípulos de su tiempo: "Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su desolación se ha acercado. Entonces los que estén en Judea huyan a las montañas, los que estén en la ciudad salgan de ella, y los que estén en el campo no entren en la ciudad. Porque será el tiempo del juicio, cuando se cumplirá todo lo que está escrito". (Lucas 21:20-22) 

Aunque era evidente que tenía un gran conocimiento de la cronología, claramente se refirió a las características de los tiempos, no a la cronología.

Alguien podría sentirse justificado a decir: "¡Tengo dislexia! ¡Me marea tener que estudiar tanto para saber cuándo vendría el fin!". Pero Jesucristo pidió algo sencillo: Prestar atención a cosas evidentes, palpables, fáciles de entender, patentes, manifiestas, reconocibles, detectables, incuestionables y contundentes. Dijo:  "Así como el relámpago que sale del oriente se ve hasta en el occidente, así será la venida del Hijo del hombre." (Mateo 24:27) 

¡Eso significa que solo un ciego pasaría por alto algo tan evidente como un relámpago! Aunque uno se encontrara en una habitación recóndita de su casa, notaría el resplandor de un relámpago. La evidencia sería tan grande que nadie podría decir: "No me di cuenta", "no lo supe", "nadie me dijo nada", "¿Buenas nuevas? ¿Qué es eso?", "¿Guerras Mundiales? ¿Hambres? ¿De qué me hablas?".

De hecho, la Biblia dice que la sabiduría de Dios clamaría en las calles, en los lugares públicos, en las esquinas de calles transitadas y a la entrada de la ciudad. O sea, sería evidente en todas partes. (Proverbios 1:20-21) 

El apóstol Pablo preguntó: "¿Acaso no oyeron? ¡Claro que sí! 'Por toda la tierra se difundió su voz, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!'". (Romanos 10:18) Y si Jesucristo dijo que las buenas nuevas se predicarían en toda la tierra, estaba dando por sentado que se predicarían "en todos los idiomas". (Hechos de los Apóstoles 2:7-13) 

¡Estaba señalando sin duda a una labor colosal de traducción, de modo que nadie tuviera base para decir: "No me enteré", "no lo vi pasar", "ni me lo imaginé"!

Hoy alguien hace algo ridículo, lo pone en Internet y recibe diez millones de visitas el primer día que fue publicado. La televisión muestra en los noticieros los comentarios enviados por muchos a través de las redes sociales. Cualquier noticia se convierte rápidamente en tema de conversación o de una canción. ¿Hay alguien que podría decir: "No lo vi"? ¿O no es más bien como dijo Jesús: "El corazón de este pueblo se ha vuelto insensible. Se les han embotado los oídos y se les han cerrado los ojos. De otra manera, verían con los ojos,   oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían y yo sanaría su dolor". (Mateo 13:15)

El fenómeno de los refugiados es tan solo una de las terribles consecuencias del cumplimiento de las profecías de largo alcance mencionadas desde lo antiguo en los evangelios de Mateo, capítulo 24, Lucas, capítulo 21, Marcos, capítulo 13, 1 Timoteo, capítulo 3, Apocalipsis, capítulo 6, y en gran parte de los paralelos proféticos registrados por los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Sofonías y otros. Al observar los efectos y compararlos con lo que leemos en la Biblia, vemos la señal que Jesucristo indicó a sus discípulos.

El tema de los refugiados es tan solo uno de los muchos que hacen que el asunto del Reino cobre importancia para quienes hace poco tuvieron duro el corazón y no quisieron prestar atención al mensaje de la Biblia. 

Por ejemplo, muchos se preguntan por qué cuando todos quieren hacer bien las cosas, es decir, cuando se alcanza el punto de conciliación, unos pocos terminan peleando entre sí, agrandando el abismo de la frustración. ¿Por qué cuando todos piensan que por fin están aprendiendo a vivir en paz, la solución termina siendo un caos? 

Gente acomodada termina refugiándose con sus vecinos pobres y necesitados, huyendo de las consecuencias y de las calamidades que se avizoran en el futuro cercano. Quieren lo mejor para sus familias y para sí mismos, pero nunca lo consiguen realmente. Y el comentario se susurra en todas partes: "Algo raro está pasando en el mundo".

¿Algo raro? ¡¡Están cumpliéndose las profecías sobre el fin anunciado por Jesús, la frase "Venga a nosotros tu reino"!! ¿Qué más necesita el mundo para abrir los ojos y darse cuenta de que ya no queda tiempo?

Por ejemplo, en la mayoría de los países se elige a los líderes por mayoría, pensando que este sistema resolverá los problemas (¡un cristo salvador!), pero todo suele salir al revés, condenan el desorden, quieren derrocarlo, ruegan a Dios que resuelva el problema, nada funciona, y terminan echándole la culpa a Dios, incluso diciendo que no existe.

Cuando Nimrod organizó a sus seguidores para que formaran ciudades que impidieran su dispersión por el mundo, mantuvo a todos unidos, pero no por el bienestar de la gente, sino porque sabía que si mantenía junta a la mayor cantidad de personas, podría controlarlas con más facilidad. Si se diseminaban, su liderazgo egolátrico se dificultaría. Eran los albores de la humanidad y comenzaban a edificar las primeras grandes ciudades.

¿Tiene algo de malo formar pueblos unidos? No. Pero cuando averiguamos que el propósito de Dios era que la humanidad se dispersara por la tierra y la convirtiera en un paraíso, aprendemos que no era su propósito que el hombre se concentrara en un solo lugar, y mucho menos que alguien del grupo se erigiera a sí mismo como dios de los demás, que es lo que Nimrod tenía en mente. Jesucristo dejó muy en claro ese punto. (Génesis 1:26-28; Lucas 22:25-27)

Nimrod comenzó a construir en los terrenos de lo que con el tiempo se convertiría en Babilonia. Y fundó Erec y después Akkad y Calné, en la zona de Sinar. De allí se dirigió a Asiria y edificó la famosa Nínive, y más tarde Rehobot-Ir, Cálah y Resen, entre Nínive y Cálah, la gran ciudad. 

De hecho, fue en Babel [Babilonia] donde construyó una enorme mansión semejante a torre, la cúspide de la cual debía llegar, según él, hasta el cielo. Aunque muchos la consideran hoy como elemento literario de una leyenda, sus restos arqueológicos no lo son.

Hoy sabemos que con el paso de los siglos y milenios las ciudades se llenaron de polución física y moral. La gente terminó asfixiándose con aire contaminado y los procesos industriales resultaron en la destrucción de muchas fuentes de agua, y químicos potentes debieron inventarse y verterse en ríos y mares para contrarrestar su envenenamiento. 

¿No ofrece la publicidad viajes de vacaciones a lugares paradisíacos, y la gente desea huir a ellos? ¿Y por qué todos desean ir a esos lugares? Porque casi no soportan vivir hacinados en ciudades llenas de edificios, ruido y congestión.

Familias enteras emigran a lugares más tranquilos de sus países, a fin de proteger a sus hijos de la corrupción, abuso e injusticia. Y otros huyen despavoridos de sus naciones al ver que políticos y terroristas destruyen todo a su paso, como si fueran máquinas depredadoras gigantes. 

Lo que antes parecía un bello lugar para vivir termina convirtiéndose en un montón de ruinas que no dan gloria a nadie, salvo a aquellos que sin la menor misericordia ahuyentan a sus congéneres, que se convierten en refugiados en países vecinos. Estos  aumentan en número en nación tras nación alrededor del mundo.

Según la Convención de Ginebra, un refugiado es alguien que no tiene nacionalidad o se encuentra fuera de su país debido a una persecución racial, religiosa, nacionalista o política, y no quiere -o no puede- regresar a su país ni acogerse a la protección que este le ofrece. Y el fenómeno de refugiarse de esa manera llegó a ser un factor tan característico de estos tiempos críticos que se lo le  consideró como un hito en la historia de la humanidad.

El Creador tenía razón: Formar grandes ciudades con edificios enormes y un sistema político que no puede resolver los problemas no sería una buena idea después de todo. Hubiera sido mejor obedecer a Dios y esparcirse por toda la tierra convirtiéndola en un paraíso bajo su dirección. (Proverbios caps. 1 y 2)

Con base en el Derecho, Dios permitió que los hombres usaran su libre albedrío como prefirieran. Pero sufrieron por culpa de unos pocos que ambicionaron el poder, que fue lo que en un principio pretendió Nimrod. No es una exageración cuando algunas personas a veces se refieren a otros como "ratas". El egoísmo, la rebeldía y la egolatría del hombre tendría que llegar al tope.

Un refugio verdadero

Un refugiado agradece que su país vecino u otro país generoso, lo acoja hospitalariamente y le permita establecerse, por lo menos, hasta que en su país se calme el clima político y se restablezca el orden. Pero muchos terminan deslumbrados por el aire de libertad que se respira en ellos, su diversidad de colores y sonidos, música alegre y paisajes llenos de aves y animales que deleitan la vista. Ya no quieren volver atrás. Descubren la verdadera libertad y desean permanecer en ella. Pero ¿qué es realmente la libertad?¿Es verdadera esa libertad?

Hay algo que impide que cualquier persona realmente sea libre: Los sentimientos de fracaso. ¿En qué sentido? Como se lee en los primeros capítulos de Génesis, el Creador quiere que la tierra se convierta en un paraíso. No quería que los hombres formaran ciudades que reventaran de gente descontenta. Quería que todos respiraran el aire puro de la verdadera libertad. Pero no hicieron caso. "Dios hizo al hombre perfecto, pero éste se complicó la vida a sí mismo''. (Eclesiastés 7:29)

Por eso, cuando los opositores de Jesús le dijeron que no necesitaban que nadie los liberara, porque se sentían libres, “Jesús les contestó: “Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.” (Juan 8:34-36) 

El pecado, es decir, el que fracasa en cuanto a hacer la voluntad de Dios, impide que sea verdaderamente libre. ¿Puede alguien sentirse bien si siente que vive fracasando día tras día?

La base etimológica de "pecado" apunta al fracaso. Pero no a cualquier clase de fracaso. Se trata del fracaso respecto a hacer la voluntad del Creador. Y ese tipo de fracaso se entiende mejor cuando uno visualiza un tablero con dardos. Cada jugador se esfuerza por dar en el centro, pero vez tras vez el dardo se clava en otro lugar, muy pocas veces da en el blanco. El significado de la palabra pecado consiste en eso: no dar en el blanco de lo que Dios espera de uno.

Por ejemplo, si Dios dice "no mentirás", para dar en el blanco uno tendría que ser veraz. Si mintiera, no estaría dando en el blanco. Eso es lo que en esencia significa "pecado": no dar en el blanco. Por eso, aunque quizás nos sintamos bien respirando aire puro en medio de un ambiente paradisíaco, o bebiendo agua pura de un riachuelo en las montañas, o disfrutando de buena música al lado de nuestros seres queridos, o de cualquier modo viviendo una vida satisfaciente, no estaríamos dando en el blanco de la voluntad de Dios si practicáramos cosas que, según Él, nos perjudican. Por ejemplo, fumando, arrojando desperdicios al río o cantando canciones que rebajan nuestra moralidad.

Alguien podría ser una persona maravillosa. Pero si se emborracha constantemente, ¿adónde la llevaría su vicio? ¿Cuál sería el final de la trayectoria de su vida? Desde el momento en que atenta contra su salud y vida, y contra la salud y vida de los demás, porque los elevados niveles de toxicidad causan mucho daño, en realidad no sería la persona maravillosa que podría ser a los ojos de Dios. Estaría viviendo en pecado. Desde el punto de vista de Dios, estaría fracasando día tras día. 

Algo similar se puede decir de toda clase de daño, no solo en sentido material y físico, sino emocional, moral, espiritual y social. Por eso los que aman la vida libertina se esfuerzan por borrar del mapa el concepto de "pecado". Pero ¿cómo terminan?

Lógicamente, vivimos en ciudades y entornos que nos impiden dar en el blanco de la voluntad de Dios en la medida perfecta. Por ejemplo, respiramos toda clase de gases tóxicos, bebemos agua tratada con químicos poderosos que a la larga pueden producir cáncer, y comemos alimentos procesados a los cuales se añadieron desinfectantes, preservantes, hormonas, colorantes y toda clase de artificios. Pero también vemos y oímos propaganda, publicidad, películas y programas cargados de filosofías perjudiciales para la salud mental. ¡Y ni qué decir de la contaminación religiosa mediante la diseminación de medias verdades, recolección injusta de dinero y violación de los derechos humanos!

Es innegable que la corrupción moral ha llegado a límites antes insospechados. Muchos representantes de las autoridades, abogados y jueces -en casi todos los niveles de la sociedad- se dejan sobornar por unas monedas y tuercen las normas para favorecer al mejor postor. 

Familias destruidas, niños corrompidos, maestros y médicos que arremeten contra las autoridades, banqueros y comerciantes que reciben largas condenas en prisión por defraudar a quienes confiaron en ellos, no hay parte sana de la que se pueda decir: "¡Esta se salvó!". Por eso dijo Jesús: "Si el Hijo los libera, serán realmente libres.” (Juan 8:36) Solo había una manera de sacudirse del fracaso y liberarse completamente: Procurando el perdón de Dios.

¿No hay escapatoria?

Debido a que vivimos en entornos cargados de contaminación, no somos inmunes a los efectos. Al igual que todos, recibimos el impacto permanente de los mensajes negativos propalados por los medios. Al igual que todos, recibimos un pago pequeño en comparación con el esfuerzo que ponemos en nuestros empleos. Y al igual que todos, queremos vivir en paz, pero nos hallamos cada día con situaciones que nos sacan de nuestras casillas. 

En pocas palabras, por más que nos esforzamos por ser felices, recibimos en nuestro cuerpo los azotes de un sistema de vida caracterizado por la voluntad del hombre, no la de Dios.

Desde que Nimrod fundó la primera ciudad, en Babel, todo ha ido de mal en peor hasta alcanzar grandes proporciones. (2 Timoteo 3:13) Hoy en día son pocos los lugares en los que realmente uno podría hallar refugio para sí mismo y su familia, y uno solo donde podría encontrar refugio espiritual y liberarse completamente de la esclavitud al presente modo de vida mundano: El reino de Dios. ¿Qué es eso?

Mucha gente oye la expresión "reino de Dios" y se imagina una vida en el cielo, en vez de imaginar lo que verdaderamente es un reino: Un territorio en el que tiene jurisdicción una autoridad. Cuando Jesús hablaba del reino de Dios, sus oyentes entendían que serían gobernados por Dios. 

Con el tiempo, religiosos astutos hicieron creer a las personas que para ser realmente felices tenían que morir y trasladarse de manera invisible hacia las nubes y vivir para siempre con Dios, arrancando del corazón de la gente el concepto de autoridad que Jesús estaba explicando. Un reino es un territorio sobre el que ejerce autoridad un rey, y ese rey sería Jesús. (Daniel 7:13-14; Juan 18:37-38)

El tema de la predicación de Jesús fue el reino de Dios, es decir, el territorio especial en el que él tendría jurisdicción como autoridad. Cuando dijo: "Mi reino no es de este mundo", estaba diciendo, en otras palabras: 'No tengo jurisdicción en este territorio'. ¿Por qué? Porque primero “el príncipe de este mundo" tendría que ser juzgado y quitado de en medio. (Juan 12:31; 14:30; 18:36)

Durante toda su campaña de divulgación, se concentró en explicar qué era el reino y dónde, por qué, cuándo y de qué maneras específicas tomaría control de los asuntos. Al curar enfermos indicó que haría eso a gran escala. Al resucitar a los muertos indicó que haría eso a gran escala. Al alimentar a multitudes indicó que haría eso a gran escala. Al controlar las fuerzas de la naturaleza indicó que haría eso a gran escala. Al enseñar a sus discípulos maneras de enfrentar el día a día indicó que haría eso a gran escala. Al abrirles el entendimiento acerca de la personalidad de su Padre indicó que haría eso a gran escala. De hecho, no solo lo haría él, sino que facultaría a sus seguidores para que hicieran obras mayores. (Juan 14:12)

“El padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. ” (Juan 5:20) Dios tiene pensado una gran obra con relación a su voluntad para la humanidad. Cuando los ángeles anunciaron: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”, no estaban exagerando ni profetizando algo que nunca se cumpliría. ¡Dios realmente instauraría la paz mediante su reino! (Lucas 2:13, 14) Sobre la tierra llegará a haber paz gracias al reino de Dios. Por eso la predicación de Jesús hizo tanto hincapié en las buenas nuevas del Reino.

Nadie está sin escapatoria, mientras haya tiempo de escapar de la manera como Dios ha establecido. Todos los que se refugian en el reino de Dios, es decir, dentro de la jurisdicción o territorio que Dios ha establecido bajo su autoridad real, recibe el consuelo de su Palabra, sintonizan con la esperanza del Reino y apuntan todos sus dardos espirituales hacia el centro del tablero: La voluntad de Dios. Entonces hacen cuanto pueden por aprender a hacer Su voluntad y mejorar su habilidad para dar en el blanco de lo que Dios espera de ellos. Aunque desde el punto de vista de Dios somos débiles y enfermizos, su perdón nos alivia y ayuda a perseverar con un respeto profundo por su sabiduría infinita.

¡Dios es Dios! No tiene por qué explicarnos todos los detalles. Sería presuntuoso de nuestra parte esperar que nos explicara cada detalle. Pero entendemos claramente que nuestra misión es hacer lo que es correcto desde Su punto de vista, y comprobar por nosotros mismos el buen efecto que tiene en nuestra vida poner fe en sus promesas. (Romanos 12:1-3) ¿Por qué discutiríamos con alguien que nunca ha fallado, con alguien que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene?

Nimrod le dio la espalda y procuró alabanza para sí mismo erigiéndose en dios del mundo antediluviano. Construyó muchas ciudades y manipuló a todos para que lo adoraran como su rey, salvador y deidad. Pero hoy vemos los resultados de tal accionar. 

Ciudades contaminadas, comercio despiadado, familias rotas, enfermedades incontrolables, injusticia y desorden de toda clase. La vida se ha devaluado hasta el punto de que unos a otros se matan por toda suerte de motivos.

Jesús advirtió claramente que poco tiempo antes del fin de este mundo veríamos grandes guerras entre los pueblos de la tierra, hambres, terremotos, caos. La pregunta es: ¿Qué más necesita la gente para darse cuenta de la señal que Jesús dejó, de que el fin está cerca, y aceptar que Dios es el único que puede sacarnos de la esclavitud al pecado y la muerte? ¿Qué más necesita la gente para abrir los ojos y darse cuenta de la verdad? (Mateo cap.24 al cap.25; 2 Timoteo 3:1-13)

Si tenemos dudas, apliquemos nuestra mente y corazón al estudio de la Biblia y hagamos todo lo posible por encontrar el verdadero refugio, el verdadero lugar espiritual al cual huir, el verdadero camino hacia reino de Dios. 

Pidámosle en oración, en nombre de Jesucristo: "¡Ayúdame a entrar en tu Reino porque no conozco el camino y necesito que tú me ayudes!". Él te responderá y te dirá: "¡Ven, por aquí es!".

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