¿Por qué no reconocen a Jesús como el Mesías?




Cuando Jesús instó a sus discípulos a la unidad, también les dio las herramientas para que la lograran. Una de ellas era cambiar su perspectiva, es decir, modificar el enfoque de los asuntos y orientarse por puntos de referencia diferentes.

Si un pescador se acercaba a la costa en bote durante el día, podía observar los rasgos del paisaje y dirigirse hacia el lugar deseado, y si se acercaba de noche, buscaría ciertas luces que le indicaran cuán cerca estaba. Pero en día nublado las cosas podían complicarse.

Hoy tenemos conocimientos acerca de diferentes sistemas de navegación que no solo aportan mayor seguridad al alejarse uno de la costa, sino el disfrute de una travesía muy agradable. Ni siquiera la más espesa neblina es un problema para los gigantescos barcos transatlánticos. Pero ¿qué hay de las tormentas que pueden levantar olas inmensas y encrespadas? Aún así, los arquitectos e ingenieros han desarrollado estructuras capaces de soportar grandes embates de la naturaleza. Con pericia e instrumentos confiables un capitán experimentado puede llevar su nave a buen puerto sin mayores percances.

En todo esto, la perspectiva, el enfoque, la orientación y la experiencia se convierten en cualidades inestimables que pueden salvarnos la vida. Lamentablemente, mantener un enfoque o perspectiva equivocado, es como cuando un marinero cree tener un faro a la vista, pero después de desviarse y encallar o naufragar se entera de que no era el faro que imaginaba. Algo similar ocurría en la mente y corazón de muchos en los tiempos de Jesús.

Cuando dijo: "Amen a sus enemigos"  o les pidió que se esforzaran por recorrer una milla extra, los sacó de cuadro. Les costaba entender. Era como si hablara un idioma ininteligible. Porque él les estaba pidiendo que modificaran sus puntos de orientación, sus tradiciones y costumbres. No todas, solo las que obstaculizaban su desarrollo espiritual. Nadie puede amar a sus enemigos en el sentido en que Jesús indicó, si no modifica su enfoque y perspectiva. De hecho, para sentir que Dios perdona a uno, uno tiene que modificar su enfoque y comprender los alcances de la misericordia de Dios. Si uno es estricto consigo mismo hasta el punto de no perdonarse a sí mismo sus propios errores, ¿cómo entenderá la misericordia de Dios? No puede. Primero tiene que conocer a Dios, entonces modifica su enfoque y logra perdonarse a sí mismo y también a los que lo han ofendido. Sin embargo, Jesús también dijo:

"No serían culpables de pecado si fueran ciegos, pero por decir 'vemos', su pecado permanece 

Un refrán antiguo dice que "no hay peor ciego que el que no quiere ver",  y es cierto. Uno puede estar viendo la verdad frente a sus ojos, pero negarla porque no le prestó suficiente atención. Cuando Jesucristo se dirigía a sus discípulos, les decía cosas que modificaban su perspectiva. Cuando les pedía algún cambio, no solo se refería a cierta actitud, sino a su patrón de actitudes. Ellos debían cambiar su patrón de actitudes mediante modificar su enfoque y perspectiva. Ya no debían temer a la muerte porque la barrera del tiempo sería derribada gracias a su muerte y resurrección. La muerte ya no tendría el mismo efecto sobre ellos. Su perspectiva ahora era vivir eternamente, no morir eternamente.

Mientras los judío esperaban un Mesías que los librara de la esclavitud a Roma, Jesús les estaba diciendo que el Mesías los libraría del pecado y la muerte. Los judíos tenían un enfoque y perspectiva empañado en gran medida por sus tradiciones, además del torcimiento de ciertos pasajes de la Sagrada Escritura. Por eso Jesús les dijo: "Ustedes están equivocados porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios". (Mateo 22:29 Sus detractores no podían reconocerlo como el Mesías mientras conservaran una perspectiva equivocada, un enfoque tradicional y un proceder egoísta.

En la carta del apóstol Pablo A Los Romanos, capítulo 10, versículos 1 al 3, puedes leer la razón para la respuesta a la pregunta de por qué no reconocen a Jesús como el Mesías. Allí dice: "Hermanos, el deseo de mi corazón, y mi oración a Dios por los israelitas, es que lleguen a ser salvos. Puedo declarar en favor de ellos que muestran celo por Dios, pero su celo no se basa en el conocimiento exacto [epignosin]. Porque al no conocer la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se someten a la justicia de Dios." Y en las palabras de Jesús en Mateo 13:10 al 17, que explicaremos más adelante.

Es interesante que en Romanos 11:33 y 15:14 Pablo usara simplemente la palabra "conocimiento", del griego "gnosin", en su forma "gnóseos", pero que en el texto de Romanos 10:1-3, que citamos en el párrafo anterior, no usara "gnosin" ni "gnóseos", sino "epignosin". ¿Por qué? Tal vez porque "gnosin" y "gnóseos", significan simplemente "conocimiento". En cambio, "epignosin" se refiere a un "conocimiento exacto (preciso, fiel, correcto, certero)". Pablo se refería, no a un conocimiento superficial sobre la Palabra de Dios, sino a uno más profundo y específico basado en la fe en Cristo.

Sin embargo, hay que recordar que cuando los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Por qué le hablas a la gente usando parábolas?”, él les contestó: “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. Porque al que tiene [es decir, al que tiene conocimiento, o "gnosis"], se le dará más [un conocimiento más profundo o preciso, epignosis]. (Mateo 11:27)

El conocimiento exacto o "epignosis" se relaciona con la abundancia, pero no en cuanto a cantidad de información, sino de capacidad para entender. Por eso, después Jesús añadió: "Mas al que no tiene (es decir, al que cree que tiene conocimiento pero no lo entiende realmente), hasta lo poco que tiene (es decir, lo poco que sabe) se le quitará", es decir, no le servirá para entender ninguna parábola ni simbolismo de cosa alguna relacionada con las Santas Escrituras. Dicho conocimiento general le resultará estéril, no lo impulsará a involucrarse más plenamente ni a hacer sacrificios por causa del Reino.

Jesús no estaba pidiendo cooperación, sino compromiso, que se asociaran con él en su obra, que se involucraran personalmente y se sintieran responsables de su labor. La gran mayoría eran oidores pasivos, pero algunos realmente se comprometían a seguir en sus pisadas. No era cuestión de simplemente ser bautizados y ser seguidores de líderes humanos. El conocimiento que Jesús les estaba ofreciendo era más exacto y preciso y tenía la finalidad de que les sirviera para realizar cambios profundos en su vida y para proclamar con precisión y eficacia las buenas nuevas del reino de Dios.

Hace algún tiempo, cierta persona no pudo ser bautizada en cierta iglesia cristiana porque no supo dar fe de que verdaderamente era una discípula de Cristo. Resentida, se fue a otra religión y pidió ser bautizada. Los pastores de esa otra religión, a quienes solo les interesaba que los fieles trajeran sus diezmos, no les importó si ella era realmente cristiana. La bautizaron de inmediato, y ahora ella, satisfecha, regresó a la iglesia donde no habían querido bautizarla y continuó asistiendo regularmente, diciendo que ya se había bautizado. Pregunta: ¿Es eso ser cristiano? ¿Es esa la manera como deben bautizarse los discípulos? ¿Demuestra tal comportamiento que se tiene un verdadero conocimiento de lo que implica seguir a Cristo? ¿Realmente importa cómo uno se bautice y dónde, cuándo y quién lo realice?

J.H. Thayer, experto en griego, afirma que la epignosis se refiere a un “conocimiento preciso y correcto", a estar completamente familiarizado con algo, entender algo a fondo, conociéndolo exactamente, es decir, muy bien”. Y el experto W. E. Vine indica que la epignosis es un conocimiento total acerca de un asunto, un discernimiento amplio y específico que llega al punto de influir poderosamente en uno, al punto de impulsarla a involucrarse, comprometerse y asumir su responsabilidad.

Si el dueño de casa no nos deja entrar por la puerta, ¿le gustaría que nos metiéramos por la ventana? Si Jesús estableció el bautismo como la manera de hacernos discípulos, ¿significa que podemos bautizarnos cuando, como y donde nos dé la gana? De ninguna manera. A eso se refirió Pablo cuando dijo: "Cristo no me envió a ir bautizando, sino a predicar las buenas nuevas". (1 Corintios 1:17) El bautismo era un asunto serio, no algo que se tomara a la ligera, como hizo aquella persona.

En el primer siglo, hubo un tal Simón que observó que los apóstoles impartían espíritu santo mediante la imposición de sus manos. Entonces, les ofreció dinero, pidiéndoles: "¡Denme también ese poder, para que todos a quienes yo les imponga las manos también reciban el espíritu santo!". Probablemente creyendo que los apóstoles practicaban la mejor clase de magia. Pero Pedro respondió: ¡Muérete con tu plata por intentar comprar el don de Dios! No tienes parte en este asunto porque no eres íntegro ante de Dios. Más bien, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Quizás te perdone tu mala intención. Por que me doy cuenta de que eres un camino amargo, esclavizado al pecado". A lo que el hombre contestó: "¡Rueguen por mí al Señor, para que no me sobrevenga nada de lo que has dicho!". (Hechos de los Apóstoles 8:18-24)

Nota que para ser aceptado por los apóstoles, el hombre tenía que demostrar integridad, arrepentirse de la maldad -es decir, de su pasado-, y rogar a Dios que perdonara sus malas intenciones. Tenía que cambiar de camino y de punto de vista respecto al pecado. No era simplemente una cuestión de exclamar: "Jesucristo es mi salvador" o algo por el estilo. Implicaba una conversión profunda, basada en una epignosis del propósito de Dios, la cual solo podía obtener mediante la Palabra de Dios, explicada por los apóstoles, mensajeros de la nueva congregación cristiana.

Jesús aclaró que uno no puede ingresar por cualquier lugar, como colándose por las ventanas: "Creánme, yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y bandidos. Pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta. El que entra por la puerta, será salvo. Se moverá con libertad, y hallará pasto. El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Porque yo soy el buen pastor. El buen pastor entrega su vida por las ovejas. El asalariado no es un pastor. No le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye; y el lobo ataca al rebaño y lo dispersa. El tal hombre huye porque es un asalariado y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor. Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él. Yo doy mi vida por las ovejas". (Juan 10:7-15)

¿Qué quiso decir Jesús al decir "Yo soy la puerta"? ¿Cómo podemos entrar por esa puerta? Se refería al modelo de su vida y obra. Uno entraría por la puerta en el sentido de ejercer fe en él y en las promesas de su Padre, las profecías de la Biblia. Esforzándose por imitar la personalidad de Cristo uno se conformaría a la voluntad del Padre, y de esa manera sería como si atravesara por una puerta. En otras palabras, entrar o colarse por las ventanas equivaldría a hacer las cosas a nuestra manera, no a la manera de Dios. Por ejemplo, si la Biblia dice que algo es pecado, tal vez digamos: "Eso no es pecado. La Biblia está anticuada. Ha sido modificada muchas veces. Tenemos que ser de mente amplia y aceptar que Dios nos acepta a todos, seamos ladrones, estafadores o lo que sea. Lo importante es hacer el bien [desde nuestro punto de vista], como Robin Hood". Pero esa no es la manera como se sigue en los pasos de Cristo.

Si uno cree que porque lee la Biblia y alguien lo sumergió en agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ya está bautizado y ha adquirido la verdadera fe, podría estar en un grave error si no se asegura (con epignosis) de que realmente hizo la voluntad de Dios. Por eso Pablo advirtió: "Sométanlo todo a prueba. Aférrense a lo bueno. Eviten toda clase de mal". (1 Tesalonicenses 5:21-22) Un caso patético fue el de Ananías y Safira, que, aunque eran discípulos bautizados que declaraban su fe en Cristo, su diezmo no solo fue rechazado por los apóstoles, sino que el espíritu santo desaprobó rotundamente sus acciones. (Hechos de los Apóstoles 5:1-11)

Por eso Jesús les explicó, respondiendo su pregunta: "Por eso les hablo a ellos en parábolas. Porque aunque ven, no miran; aunque oyen, no escuchan ni entienden. Porque en ellos se cumple la profecía de Isaías, que dice: 'Por mucho que oigan, no entenderán, ni por mucho que vean, no percibirán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible. Se les han embotado los oídos y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían, y yo los sanaría.' Pero dichosos los ojos de ustedes, porque ven, y sus oídos, porque oyen. Porque les aseguro que muchos profetas y justos de la antigüedad anhelaron ver lo que ustedes ven hoy, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron. (Mateo 13:10-17)

Eso nos muestra que cualquiera puede adquirir un conocimiento general o amplio ("gnosis"), un vistazo acerca de cualquier asunto. Pero solo quienes realmente se esfuerzan son los que profundizan y llegan al fondo del asunto y adquieren un "conocimiento exacto" o "epignosis". Eso requiere dedicar suficiente tiempo y esfuerzo. No se adquiere a la volada ni evadiendo la responsabilidad de involucrarse.

Aumentar uno sus conocimientos con la finalidad de entender mejor un asunto o algo que le interesa o preocupa, sus ideas se aclaran y lo invade una gran satisfacción interior. Pero no necesariamente obtiene sabiduría, es decir, no significa que utilice bien dicha información. De ahí el dicho: "Sabio para lo malo". Tal vez logre la gnosis. Pero debido a que el conocimiento puede ser aún más detallado, si continúa atando cabos y discerniendo mejor los asuntos, puede alcanzar la epignosis o conocimiento exacto y realmente hacerse sabio. Por ejemplo, después de que alguien comienza a purgar una justa sentencia de 20 años de prisión, tal vez comience a revisar toda su vida y ate cabos que no había tomado en cuenta, y percatarse de que su gnosis no lo había llevado adonde realmente quería ir. Le faltó epignosis.

Por ejemplo, tal vez oigamos que es importante para nuestra salud incluir una buena cantidad de vegetales verdes en la dieta diaria, o que debemos consumir más verduras para conseguir los nutrientes necesarios, o que no conviene hervir los vegetales porque pierden sus propiedades, etc. Y quizás hagamos caso y razonemos que "si todo el mundo lo dice, entonces ha de ser cierto". Pero si oímos que lo dice un médico, lo damos por sentado y sentimos que hemos adquirido la gnosis. Pero ¿nos hemos tomado la molestia de averiguar por qué, profundizando con epignosis? ¡Es cuando la clorofila entra en el cuadro, atamos cabos y realmente entendemos por qué debemos comer más alimento verde!

Eso fue lo que les faltó a quienes no reconocieron a Jesús como Mesías. Porque la "epignosis" solo se adquiere cuando uno cierra su corazón a las elaboradas mentiras de Satanás, que han perdurado por siglos bajo el manto protector de líderes religiosos, y lo abre para la verdad, lo cual no depende de que uno sea un estudioso, sino de que sea humilde y honrado para aceptar la verdad y reconocer que está ante la Palabra de Dios, no ante palabra de hombres.

Un ejemplo típico de esto es el episodio de la vida de Aquila y Priska, cuando se encontraron con Apolos. Este tenía un vasto conocimiento de las Santas Escrituras. Pero cuando Aquila y Priska lo oyeron predicar, lo llamaron a un lado y le expusieron con más exactitud el conocimiento del Cristo. ¿Cómo reacccionó Apolos? ¿Acaso les dijo: "Ustedes no tienen nada que enseñarme a mí, el gran Apolos"?. No. No se cerró dogmáticamente, sino abrió su mente con hambre de epignosis, y con honradez y humildad para que las explicaciones de Aquila y Priska llegaran hasta su corazón, lo cual resultó en que se hiciera discípulo, y su predicación, impulsada por el espíritu santo junto con la bendición de Dios, dio mucho más fruto. (Hechos de Apostoles 18:24-28)

Está claro que Jesús mismo explicó que, a fin de recibir verdadera curación, las verdades de las Santas Escrituras no debían captarse solo con la mente, sino con el corazón. (Mateo 13:15) Los que cerraron sus oídos y su corazón, no lograron adquirir el "exacto conocimiento" (epignosis) que les permitiría reconocer al Mesías.

Pero tal actitud no es antigua. Actualmente también hay miles de millones de personas que hacen exactamente lo mismo. Cuando alguien pretende hablarles del Camino de Cristo, evaden, se excusan, ponen peros y reparos, se ríen o ridiculizan a quienes tratan de hacerles entrar en razón. ¡Tienen cerrado el corazón! La verdad les duele muy profundamente, como ocurrió con los fariseos, que se dejaron llevar por el prejuicio, las tradiciones y las enseñanzas de los hombres, y terminaron matando al Cristo.

De todo esto se desprende que para reconocer al Mesías o Cristo, así como para entender las Escrituras en toda su extensión, no basta con tener "gnosis" ("conocimiento"), sino "epignosis" ("exacto conocimiento").

Por ejemplo, unos dicen que el Apocalipsis está por empezar, otros dicen que está por terminar; unos dicen que la Tierra será destruida, otros dicen que la Tierra nunca será destruida; unos dicen que entre los 12 y los 30 años de edad Jesucristo viajó a la India y a Egipto para completar su capacitación espiritual, otros dicen que se mantuvo dentro de los límites de Israel; unos dicen que María Magdalena fue una mujer adúltera hermosa, pero arrepentida, que andaba en amores con Jesús, otros dicen que solo fue una endemoniada convertida al cristianismo; unos dicen que solo hay una religión aceptable, otros dicen que todas las religiones son aceptables; unos dicen que Dios no escucha todas las oraciones, otros dien que Dios escucha todas las oraciones; unos dicen que el espíritu santo se manifiesta con gritos y aspavientos, otros dicen que se manifiesta con dones de lenguas; unos dicen que hay que pagar diezmos, otros dicen que los servicios eclesiásticos deberían ser gratis; unos dicen que está mal pelear o ir a la guerra, otros dicen que está bien. ¿A quién vas a creerle? ¡Averiguarlo es de importancia vital! Porque marca la diferencia entre hallar el Camino a la vida y permanecer perdido en el espacio.

Por eso, una cosa es segura: A menos que abras tu mente y corazón como hicieron Pablo, Pedro, Aquila, Priska y Apolos, no sabrás determinarlo. Si te cierras, como hicieron los líderes religiosos del tiempo de Jesús, perderás la maravillosa oportunidad de llegar a discernir todo lo que está implicado.

A Jesús no lo reconocieron porque carecieron de epignosis o exacto conocimiento. Y carecieron de epignosis porque cerraron su corazón y no se dejaron enseñar por quienes pudieron haberles dado la instrucción que necesitaban.

Esto es lo que la Biblia dice de esa clase de persona: "Y él me respondió: 'Ve, Daniel, que estas cosas se mantendrán selladas y secretas hasta que llegue la hora final. Entonces muchos serán purificados y perfeccionados y quedarán limpios, pero los malvados continuarán en sus maldades. Y ninguno de ellos entenderá nada. Solo los sabios lo entenderán todo.'" (Daniel 12:9-10) ¿Y de dónde vendría tal sabiduría? Del Padre. Jesús dijo: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo". (Mateo 11:27)

Eso significa que no solo sería imposible el reconocimiento y la aceptación del rol que Jesús desempeñaría como Mesías, sino que cualquier clase de conocimiento relacionado con la Biblia sería inaccecible sin una actitud de humildad sincera.

Por eso, cuando Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?", le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas." Y él insistió: "Pero ustedes, ¿quién creen que soy?". Simón Pedro le dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". A lo que Jesús respondió: "Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo". (Mateo 16:13-17) Pedro había sido humilde para reconocer el cumplimiento de las profecías en aquel que tenía enfrente.

Igualmente, Caín rehusó reconocer la manifestación del espíritu santo en su hermano Abel. Tal manifestación indicaba claramente que Dios estaba bendiciendo su labor. En otras palabras, Los hechos de Abel hablaban por sí mismos: La aprobación de Dios estaba sobre él. Pero Caín no quiso reconocerlo, cerró su corazón, le abrigó odio y terminó matándolo.

Igualmente, Israel antiguo rehusó reconocer la manifestación del espíritu santo en su hermano Moisés. Tal manifestación indicaba claramente que Dios estaba bendiciendo su labor. En otras palabras, Los hechos de Moisés hablaban por sí mismos: La aprobación de Dios estaba sobre él. Pero Isarel no quiso reconocerlo, cerró su corazón, le abrigó odio y terminó amargándole el alma hasta el punto de hacerlo tropezar, lo cual le impidió entrar a la tierra prometida.

Igualmente, Ismael, el hijo de Agar, rehusó reconocer la manifestación del espíritu santo en su hermano Isaac, hijo de Sara. Tal manifestación indicaba claramente que Dios estaba bendiciendo su labor. En otras palabras, Los hechos de Isaac hablaban por sí mismos: La aprobación de Dios estaba sobre él. Pero Ismael y sus descendientes no quisieron reconocerlo, cerraron su corazón, le abrigaron odio y terminaron persiguiéndolo como a un criminal.

Igualmente, el rey Saúl rehusó reconocer la manifestación del espíritu santo en el muchacho David. Tal manifestación indicaba claramente que Dios estaba bendiciendo su labor. En otras palabras, Los hechos de David hablaban por sí mismos: La aprobación de Dios estaba sobre él. Pero Saúl no quiso reconocerlo, cerró su corazón, le abrigó odio y varias veces procuró matarlo.

Igualmente, Caifás rehusó reconocer la manifestación del espíritu santo en Jesús. Tal manifestación indicaba claramente que Dios estaba bendiciendo su labor. En otras palabras, Los hechos de Jesús hablaban por sí mismos: La aprobación de Dios estaba sobre él. Pero Caifás no quiso reconocerlo, cerró su corazón, le abrigó odio y terminó pidiendo su ejecución.

Igualmente, Saulo de Tarso rehusó reconocer la manifestación del espíritu santo en los primeros cristianos. Tal manifestación indicaba claramente que Dios estaba bendiciendo la labor de ellos. En otras palabras, Los hechos de los apostoles y otros discípulos hablaban por sí mismos: La aprobación de Dios estaba sobre la recién nacida congregación cristiana. Pero Saulo no quiso reconocerlo, cerró su corazón, les abrigó un odio criminal y terminó persiguiéndolos.

Hoy sucede lo mismo. La mayoría no reconoce la manifestación del espíritu santo en los cristianos que verdaderamente se esfuerzan por hablar de las nuevas del Reino de Dios en todo lugar y cumplir con las instrucciones del espíritu santo. Tal obra indica claramente que Dios está bendiciendo su labor. En otras palabras, Son HECHOS que hablan por sí mismos y que indican claramente que la bendición de Dios está sobre ellos. Pero el mundo no quiere reconocerlo, les cierra su corazón, les abriga odio y termina rechazándolos.

Solo por ilustrarlo podríamos citar el caso del Dr. Burzynski y su teoría de los Antineoplastones. Fue llevado a juicio reiteradamente por agencias del gobierno de los Estados Unidos por brindar atención terapéutica eficaz a pacientes de diversos tipos de cáncer, desahuciados por médicos y hospitales especializados. Con cautela, primero se asesoró con abogados que investigaran si lo que pensaba hacer era legal, y luego de ver que todo estaba en regla, procedió a tratarlos con Antineoplastones. Aunque en cada juicio los jueces determinaban que sus acusadores no tenían una causa contra él, estos lo acosaron desde 1977 hasta bien entrado el siglo 21. Hubo incluso evidencia incuestionable de que intentaron robarle sus patentes.

Los pacientes que fueron curados (que, dicho sea de paso, no causaba daño, como ocurre con el procedimiento de radiación y quimioterapia) dieron testimonio ante los jueces. Presentaron los registros de la clínica, además de toda la relación de los excelentes resultados de pruebas de laboratorio realizados por otras clínicas y laboratorios. Además, reconocidos expertos declararon en favor de Burzynski. Con todo, sus detractores siguieron oponiéndose. ¿No se supone que debieron más bien felicitarlo y ayudarlo a desarrollar su tratamiento? ¿Si encontró algo interesante contra el cáncer, ¿no deberían incentivar sus investigaciones para ver si también descubre algo contra la diabetes o el alzheimer?

Nos recuerda que algo similar ocurrió con Jesús y sus detractores cuando Jesús curaba a los enfermos y resucitaba a los muertos. En vez de felicitarlo, dar gloria a Dios y llevarle más gente enferma, se burlaron y lo persiguieron, atribuyendo sus curaciones al poder de Satanás.

¿No fue el Señor quien dijo: "Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me envió"? (Mateo 10:40) Jesús mismo enfatizó varias veces que las obras serían el factor clave para reconocer en los últimos días si la bendición del Padre estaba o no sobre alguien, diciendo: "Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean en mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre". Lamentablemente, en vez de abrir su corazón y reflexionar en la potente luz que despedían sus hechos, intentaron arrestarlo. (Juan 10:37-38)

Por eso, al momento de reconocer a un cristiano como tal, lo que contará para el Señor cuando venga en su Reino para juzgar al mundo no será su simple afirmación de ser cristiano, sino en lo que ha resultado su vida y obra. Es fácil decir: "Yo soy cristiano". Cualquiera con boca puede decirlo. Pero ¿verdaderamente lo es? ¿Tiene obras de fe que lo demuestren? ¿Vive de acuerdo con los preceptos cristianos basados en el amor de Cristo? (Mateo 7:15-23)

Reconocer a Jesús como Mesías envuelve mucho más que una aceptación de sus credenciales como tal, las cuales se hallan en la Santa Biblia, o de una simple declaración verbal. ¡Implica esforzarse lo más posible por obedecer sus instrucciones y vivir de acuerdo con ellas! (Mateo 7:24-27) ¡Por eso no lo reconocieron en el pasado, no lo reconocen en el presente ni reconocen a sus discípulos! Porque es un asunto de reconocer la obra del espíritu santo en acción.

Las obras que haría el Mesías, que serían semejantes a las que obraron los profetas antes que él, serían las que lo identificarían como tal, no su imagen como individuo. Isaías de hecho profetizó (en al capítulo 53 de su libro) que menospreciarían al Mesías cuando apareciera en la tierra, ¡hasta el grado de darle muerte! Y eso fue precisamente lo que ocurrió. ¿Por qué no lo reconocieron? Porque Jesús no se conformó al ideal que ellos esperaban, y porque no hizo lo que ellos querían que hiciera: librarlos políticamente de los romanos. No escudriñaron las profecías. Se desilusionaron de que no se conformara a las ambiciones mundanas de sus líderes religiosos. (Juan 11:48-50)

Al no acceder a sus demandas -como hoy suelen hacer los políticos del mundo para complacer a las masas-, lo vieron como una persona despreciable, que no merecía ningún voto de aprobación, un charlatán que hablaba bonito y nada más. Pasaron por alto la obra que hizo, que, según las profecías, debía conformarse al modelo que dejaron los profetas que le antecedieron. (Deuteronomio 18:14-19; Hechos de los Apóstoles 3:22-24)  Jesús hizo exactamente todo lo que el Mesías tuvo que hacer conforme a las Escrituras. El problema estaba en ellos, en su punto de vista, en su miopía espiritual.

En los días previos al fin del dominio satánico, los cristianos verdaderos tampoco serían reconocidos por la mayoría como cristianos. Sin embargo, sus obras serían lo que daría testimonio de la bendición de Dios sobre ellos, algo que solo un miope espiritual ppasaría por alto. Por eso Dios dejaría que los incrédulos creyeran en mentiras y hasta difamaran su labor, a fin de tener una base legal para el juicio final. Ha ocurrido tal como profetizó el apóstol Pablo: "Dios ha permitido que crean en mentiras (todo lo opuesto a la epignosis) por el poder del engaño, para que sean condenados por no haber querido creer en la verdad sino haberse deleitado en lo que es malo". (2 Tesalonicenses 3:11-12) Las mentiras a que Pablo hizo referencia eran mentiras doctrinales, no basadas en la Biblia, que con el tiempo producirían una abundancia de fruto podrido, es decir, cristianos que no respaldarían sus enseñanzas con un verdadero fruto del reino, cristianos que no se caracterizarían por el amor ni por predicar las buenas noticias del Reino de Dios. (2 Corintios 10:5-6)


"Si no hiciera la obra de mi Padre, no me crean. Pero si la hago, aunque no me crean a mí, crean en la obra, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y yo en el Padre." -Juan 10:37-38 

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