¿Y el rebaño del Señor?
ÍNDICE
Muchas personas dan a entender que son el rebaño del Señor, pero están separadas entre sí. Tienen diferentes creencias, rituales y tradiciones. No es raro que muchas se sientan confundidas.
En primer lugar, hay que tener en cuenta un principio bíblico mencionado por el profeta Malaquías, que dice: ‘Y serán para mí un tesoro especial en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová, y perdonaré su error como un hombre que perdona a su hijo que le ha servido. Y entonces discernirán la diferencia entre uno justo y uno malvado, entre uno que ha servido a Dios y uno que no le ha servido’. (Mal 3:17-18)
Al decir "discernirán la diferencia" se da a entender que no quedarían dudas. Uno confundiría un gris claro con un gris oscuro porque los muchos tonos de gris parecen infinitos. Pero uno no confundiría una oveja con una cabra, un gato con un perro, una jirafa con un elefante, un grano de trigo con un grano de arroz, una guitarra con un piano. A su debido tiempo, Dios permitiría que el Diablo llevara la maldad a un grado tan extremo que a nadie le quedaría la menor duda de quiénes son los justos y quiénes los malvados, quiénes sirven a Dios y quiénes no le sirven. No sería como discernir entre tonos de gris, sino como distinguir entre un árbol y un automóvil. (Mateo 13:24-30)
Por eso no sería incorrecto hablar de cristianos verdaderos y falsos. La Biblia no solo hablaba de adoradores falsos y verdaderos en el tiempo de Moisés y en el de otros profetas, sino en el tiempo de Jesús y de los apóstoles, y advertía que el rebaño del Señor debía estar alerta a esas personas, que por fuera no parecían peligrosas, pero por dentro eran como rocas escondidas bajo el agua. (Números 16:25-26; Juan 4:23-24; 1 Juan 2:19-21; Judas 12-13)
De modo que Dios dejó claro en la Biblia que llegaría el día en que las diferencias serían notables entre su rebaño y el que no lo fuera. Sería una cosa tan evidente que brillaría como el sol o las estrellas. (Daniel 12:3; Mateo 13:43) Si a pesar de la clara evidencia de las acciones de los malvados a alguien todavía le quedaran dudas, entonces estaría totalmente desaprobado por Dios. (Mateo 6:22-23)
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que Jesús es el buen pastor (o pastor excelente) que dio su vida por las ovejas. El no va a dejar que nadie las engañe ni extravíe. (Juan 10:11-15; Juan 10:27-29) Pero no es que las ovejas puedan andar descuidadamente y aún así beneficiarse de su cuidado. Porque también habló de las ovejas perdidas, es decir, dejó claro que podrían extraviarse.
Se refería al hecho de que él las tendría sujetas de la mano con firmeza siempre y cuando las ovejas escucharan su voz. Porque él dijo: ‘Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen’ (Juan 10:27) Es un requisito oír la voz del pastor, no en el sentido de usar pasivamente el sentido del oído, sino de obedecer sus instrucciones, seguir su guía. Y un principio que dio para distinguir a sus ovejas fue este: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les ordeno’ (Juan 15:14). No hay pierde. La clave está en la obediencia a su voz, es decir, a sus órdenes.
Pero Jesús también da otros indicios claros. Por ejemplo, dice: ‘El que no es pastor de verdad, es decir, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y abandona las ovejas y huye, y el lobo viene y arrebata las ovejas y las dispersa. Huye porque le pagan con dinero y las ovejas no le importan. Pero yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas’. (Juan 10:1-15)
Otro indicio claro es el principio de la santificación en la verdad: “No ruego que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Ellos no pertenecen al mundo, tal como yo tampoco soy del mundo. Santifícalos en tu verdad. Tu palabra es la verdad. Tal como tú me enviaste al mundo, así yo los envío al mundo. Y yo me santifico a mí mismo por ellos, para que ellos también sean santificados en la verdad". (Juan 17:15-19; Juan 8:32) Este extraordinario pastor y maestro no creía que la verdad fuera relativa. Por eso los cristianos tampoco creen que la verdad es relativa.
Otro indicio es el de los frutos o resultados, no solo a nivel personal, sino como rebaño. Jesús dijo a los líderes religiosos de su tiempo: ‘Les advierto que el reino de Dios les será quitado a ustedes y será entregado a un pueblo que produzca los frutos apropiados’. (Mateo 21:43) ¿De qué pueblo y de qué frutos estaba hablando?
‘Porque la gracia salvadora de Dios se ha manifestado a todos los hombres y nos enseña a renunciar a la maldad y a las pasiones bajas, y a vivir con equilibrio, justicia y devoción en este tiempo presente, esperando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo, el cual entregó su vida por nosotros para rescatarnos de la maldad y purificar para sí mismo un pueblo propio, fervoroso de obras buenas’. (Tito 2:11-14) El rebaño de Jesús sería ‘fervoroso de obras buenas’, no de obras malas ni cuestionables; tendrían que haber renunciado a la maldad, y vivir vidas equilibradas y devotas.
El Padrenuestro, una profecía contundente
Otro indicio sería el cumplimiento de la extraordinaria profecía del Padrenuestro. ¿Profecía? ¡Sí! Pocos saben que la oración del Padrenuestro es en sí misma una profecía de largo alcance que Jesús enseñó a sus discípulos hace unos dos mil años atrás, previendo nuestros tiempos.
En dicha oración Jesús pide que el nombre de su Padre fuese santificado. De modo que su rebaño tendría que estar cumpliendo con esa petición, ya que anteriormente vimos que Jesús dijo: ‘Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando’, y aquí él estaba dando una instrucción clara: “Santificar el nombre de su Padre.
¿Quién era su Padre? ¡El Dios de los judíos! Porque él había dicho a los judíos: ‘Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre quien me glorifica, el que ustedes dicen: "Él es nuestro Dios". Yavé o Jehová, que es el mismo Dios, era el nombre del Padre. Él mismo dijo una vez: ‘Ese es mi nombre’ (Isaías 42:8)
Otro indicio era la actividad misma del cristiano como vehículo de propagación de la verdad, una verdad que estaba ligada, entretejida y difundida en las buenas nuevas del reino de los cielos. ¿Qué buenas nuevas? Muchos dicen que llevan las buenas nuevas, pero sus mensajes son diferentes y contradictorios, no pocos se diferencian tanto en forma como en fondo. A esto, Pablo responde: ‘No es que haya otro evangelio, sino que hay algunos que los están perturbando y quieren deformar el evangelio de Cristo’. (Gálatas 1:7)
Cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar la ‘buena noticia del reino de Dios’ al mundo entero, no les dijo que lleven ‘una buena noticia’, como si se tratara de cualquier noticia, sino ’esta buena noticia del Reino’. Fue específico al decir: ‘Esta buena noticia’, no ’una’ noticia.
¿Cuál era la ‘buena noticia del Reino’?
Jesús lo dejó muy claro al iniciar su obra. La Biblia dice: ‘Vino a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, de acuerdo a su rutina, y se puso de pie para leer las Escrituras y le dieron escritos del profeta Isaías. Abrió el libro y halló el lugar donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Jehová está sobre mí, porque me ha ungido para transmitir las buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, y a predicar el año agradable de de Jehová. Enrolló el libro, lo dio al servidor de la sala y se sentó. Entonces los ojos de todos en la sinagoga quedaron fijos en él. Les dijo: ‘Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes’. (Lucas 4:16-21)
Algunos cuestionan que dijera ‘Jehová’ (o Yahveh) en vez de ‘Señor’, pero en ningún caso Jesús pudo haber dicho ‘Señor’. Primero porque estaba leyendo una profecías de Isaías, un lugar de la Escritura donde él sabía que decía ‘Jehová’, no ‘Señor’. (Isaías 61:1)
Y segundo, porque no tenía miedo de los escribas y fariseos hipócritas que habían dejado de pronunciar el nombre de Dios por superstición. Jesús no era ni miedoso ni supersticioso. Pronunció el nombre de Dios porque, como él dijo más tarde, en la última cena, en la oración que elevó a su Padre en aquella memorable noche: ‘Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos’. (Juan 17:26)
De manera que aquí Jesús es muy claro: Para que el amor del Padre recayera sobre sus discípulos ellos tenían que dar a conocer su nombre y santificarlo tal como él mismo hizo siempre, sobre todo, cuando leyó aquel rollo en la sinagoga. Por eso le clavaron los ojos. Se habían quedado de una pieza al oír cómo pronunció El Nombre. Para los judíos de aquella época, hacer eso era supersticioso, de mal agüero.
Por tanto, las buenas nuevas del Reino estaban ligadas a la santificación del nombre del Padre y los hechos que Jesucristo llevaría a cabo por los siguientes años: ‘Curar a los quebrantados de corazón, proclamar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y predicar el año agradable de Jehová’. (Lucas 4:18)
No se refería a que su obra consistiría en reemplazar a los médicos, sino a que había llegado el tiempo para que el conocimiento de Jehová se esparciera por toda la tierra hasta llenarla por completo. (Isaías 11:9) La verdad, el conocimiento de Jehová y las buenas nuevas del Reino eran la misma cosa.
Todo estaba entretejido. Era la buena noticia que Juan menciona en su Apocalipsis: ‘El misterio de Dios terminará, tal como él lo anunció a sus siervos los profetas’. ‘Y vi volando en medio del cielo a otro ángel, uno que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de toda la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo con una voz fuerte: “¡Respeten profundamente a Dios, y denle gloria! Porque ha llegado la hora del juicio. Adoren a Aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. (Apocalipsis 10:7; 14:6-7)
De modo que la manera de reconocer al rebaño del Señor debía ser evidente a los ojos de los que observaran bien las diferencias que están en la Biblia. Las Santas Escrituras no dejan lugar a error. Cualquier error se debe a la intromisión humana tratando de deformar el evangelio. (Gálatas 1:6-9)
Jesús dijo: ‘Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen’. No serían seguidoras de hombres, sino del Padre, Jehová, y de su Hijo Jesucristo. ( Juan 10:27-29) El Padre, el Hijo y sus discípulos están conectados por el espíritu santo en cuanto a propósito. No es posible separarlos. Todos trabajan como equipo, como un solo hombre. (Juan 17:11-26; Sofonías 3:8-9)
Por último, un indicio importante es que las buenas nuevas se impartirían gratis. ‘De gracia recibisteis, dad de gracia’. (Mateo 10:8)
Si quieres encontrar el rebaño del Señor, pídeselo intensamente en oración y ten cuidado, presta mucha atención a todos los principios que están implicados, ‘porque muchos engañadores han salido por el mundo’. (2 Juan 7) Si es cierto que quieres hallar el rebaño de Dios, Él se manifestará con la verdad ante tus propios ojos en el momento más apropiado.
Y no te preocupes. Si al principio no entiendes, o si tu pasado te resulta muy pesado de sobrellevar, Dios lo tiene previsto. Él sabe que todos los que quieren acercarse a Él tienen que ir purificándose y limpiándose poco a poco, a medida que van entendiendo lo que es bueno y lo que es malo. (Proverbios 4:18-19; Malaquías 3:2-3; Santiago 4:7-10)
Si tienes en cuenta estos principios, tu búsqueda del rebaño será exitosa. Porque Jehová y Jesús también estarán buscándote. Solo asegúrate de que lo que se te enseñe, tenga el respaldo de la Biblia y no por simples tradiciones hechas por el hombre.
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