El tiempo del fin

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Si uno viaja hacia el este, oeste, norte o sur, tarde o temprano llegará a un lugar. En realidad, la tierra es redonda y no hay manera de llegar literalmente a un final. Siempre habrá un lugar al cual llegar, un nuevo destino que fijar.

Pudiéramos deambular sin destino y llegar, por decirlo así, a ninguna parte. O pudiéramos trazarnos un destino, confundirnos y llegar adonde no queríamos. A veces, un pequeño error podría causar un accidente y costarnos la vida, y otras, una pequeña idea podría ser la solución y salvarnos de morir. 

Un miembro de los equipos de rescate que intervino en las Torres de World Trade Center recibió la orden de ir hacia la derecha, pero se equivocó y fue hacia la izquierda. Su error le salvó la vida y pudo vivir para contarlo. Eso fue una casualidad, pero también un pequeño error. No significa que siempre nos resultarán bien las cosas, o que Dios nos ayudará, si somos desobedientes o distraídos.

Un puente es un claro indicativo de que terminó el camino, y sin embargo continúa al otro lado. El puente en sí mismo indica que llegó el final del camino, pero también es el comienzo de una conexión hacia otra zona. No significa que realmente sea el final de la travesía. Si no hay un puente, es el final de ese camino.

A lo mucho, cuando nos parece haber llegado 'al fin' del horizonte, lo hacemos en el sentido de haber terminado tan lejos que, desde nuestro punto de vista, nos ha parecido llegar al fin. 

El sentido de arraigo o residencia de algunos se conmueve hasta el grado de que la enorme distancia pudiera hacerles sentir un fuerte deseo de volver, o la emoción de establecer una nueva residencia en un nuevo lugar, o quizás de vivir la aventura de seguir adelante indefinidamente, enfrentando lo que depare el futuro.

De todos modos, sin importar que tendamos a ser nidófilos o nidífugas, cada vez que recorremos cierta distancia, solemos decir que 'hemos llegado al final' del trecho, o 'al final de la meta' que nos habíamos trazado. Pero el horizonte siempre nos abrirá las puertas del pensamiento para creer en un 'más allá'. No en el sentido de morir, sino de que siempre habrá algo que descubrir, algo que nos está esperando más allá, en el horizonte.

A veces, habrá circunstancias que no presentarán la opción segura de elegir un paso a desnivel, sino que serán como vías férreas que están al mismo nivel. Alguien o algo tiene que moverlas con una palanca para seleccionar la dirección correcta. 

Y otras veces, no nos dan otra opción. Tenemos que disminuir la velocidad y reconocer que no hay manera de continuar. Nos veremos forzados a dar media vuelta y regresar sobre nuestros pasos. Si no bajáramos la velocidad ni viéramos que es el fin del camino, las consecuencias podrían ser fatales.

Y en la mayoría de situaciones en la vida, siempre llegará un fin a todo asunto bajo los cielos. El fin de un viaje, el fin de cierto plazo, el fin de una distancia, el fin de una carrera, el fin de un plan, el fin de un embarazo, el fin de un gobierno, el fin de un sistema, el fin de una guerra, el fin de una civilización, el fin de la opresión, el fin del abuso, el fin de una injusticia, el fin de una pandemia... 

Hay aves migratorias capaces de aletear incansablemente desde un extremo a otro de la Tierra, pero siempre llegan al final de su recorrido. Hay astronautas que sienten la gran emoción de haber llegado al fin de su misión, y quieren volver al espacio. Y hay sondas espaciales que son lanzadas para buscar probables civilizaciones y, de ser posible, alcanzar los bordes del universo. 

¿Y qué hay del fin del conocimiento y la sabiduría? ¿También tienen límites? ¿Y qué hay del fin de la maldad? ¿Puede alguien causar daño impunemente, es decir, sin que algo o alguien le ponga freno? ¿Tienen límites los números, las matemáticas, la exploración científica, los objetivos que nos trazamos cada día?

El concepto de 'fin' o 'final' puede sonar relativo y subjetivo, pero es real. Todo tiene un fin cuando cumple su propósito. Y cuando ese tiempo llega, seguramente se nos ocurre algo nuevo, nos planteamos otro propósito, otros desafíos, otras metas y planes.

Las extensas y complicadas partituras de los grandes compositores musicales del pasado parecen documentos de nunca acabar. Pero todos tienen una conclusión. Y seguramente muchos extraordinarios pintores y escultores fallecieron sin haber exhibido la totalidad de sus obras.

En la Biblia, el libro que por excelencia nos habla sin tapujos acerca del pasado, presente y futuro de la humanidad, suele referirse a este tema de formas muy interesantes. Veamos unos ejemplos.

"Siempre hay un momento oportuno. Hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: Tiempo de nacer, tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de cosechar. Tiempo de matar y tiempo de sanar. Tiempo de destruir y tiempo de construir. Tempo de llorar y tiempo de reír. Tiempo de estar de luto y tiempo de saltar de alegria. Tiempo de esparcir piedras y tiempo de recoger piedras. Tiempo de abrazar y tiempo de despedirse. Tiempo de intentarlo y tiempo de dejar de insistir. Tiempo de guardar y tiempo de desechar. Tiempo de rasgar y tiempo de coser. Tiempo de callar y tiempo de hablar. Tiempo de amar y tiempo de odiar. Tiempo de guerra y tiempo de paz". (Eclesiastés 3:1-8)

"Esto ha dicho el Señor omnipotente: '¡Hay desgracias que continúan, una a otra! ¡Ya viene la hecatombe! ¡El fin es inminente! Ha llegado la hora, habitante de la tierra. Ya viene la hora, se acerca tu día. Ya no hay alegría en las montañas, solo pánico. Estoy a punto de descargar sobre ti mi furia, de desahogar mi enojo contra ti. Pero no seré injusto, sino te juzgaré según tu propia conducta. Te pediré cuentas por todas tus horribles acciones. Igual como tú hiciste a otros, no voy a tratarte con piedad ni a tenerte compasión, sino que te haré pagar cara tu conducta y tus prácticas repugnantes. 

'Solo así reconocerás que yo, el Señor, también puedo herir. "¡Te llegó el día! ¡Mira, ya está aquí! ¡Tu suerte está echada! Ha florecido tu injusticia, tu orgullo ha germinado, y tu violencia solo produce frutos de maldad. Entonces, conforme a tu propio proceder, no quedará ninguno de ustedes ni su muchedumbre ni nada de su riqueza ni de su opulencia. Te llegó la hora; este es el día del fin"'". (Ezequiel 7:5-12)

La Biblia es el libro que por excelencia nos habla del fin de este mundo. No en el sentido de que el planeta  toda la humanidad serían destruidos, sino de que el reino de Dios daría comienzo a una vida mejor. (Mateo 6:9-10)

El de este mundo marcará el inicio de un nuevo mundo, el mejor que jamás haya experimentado la humanidad.

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