Si experimentamos con agua y aceite, llegaremos a la conclusión de que lo que se disuelve en agua no se disuelve en aceite, y lo que se disuelve en aceite no se disuelve en agua. De hecho, el agua no se mezcla con el aceite porque el agua tiene polaridad (un polo positivo y uno negativo), mientras que el aceite es un compuesto neutro, carece de polaridad. Intentar mezclar agua y aceite sería como intentar atraer un trozo de madera con un imán. No funciona.
Por otro lado, el ser humano tiene un solo estómago, pero la vaca, cuatro. Con poco alimento, un ser humano podría desnutrirse. En cambio, una vaca procesa el alimento en sus cuatro estómagos, extrayendo el máximo de nutrientes. Con un poco de alimento se pone robusta y produce una gran cantidad de leche. Es rumiante, tiene la capacidad de regresar el alimento del estómago a la boca para masticarlo por segunda vez.
¿Qué tiene que ver todo esto con el perdón y el resentimiento?
Bueno, el resentimiento es un sentimiento de molestia, pena, dolor o enojo por algo que se nos hizo o dejó de hacer. Es una queja interna para la cual parece no haber consuelo. Pero a diferencia de la vaca, que se nutre con una pequeña cantidad de comida, la persona resentida rumia su enojo o pena recordando una y otra vez lo que le hicieron o dejaron de hacer, debilitándose en sentido espiritual hasta el punto de morir por dentro.
"No me saludaron", "no me llamaron", "no preguntaron por mí", "no me visitaron en el hospital", "no me ayudaron económicamente", "no hablaron bien de mí", son algunas de las quejas más comunes. Pero hay otras más serias, que no carecen de justificación. El dolor se apodera de uno hasta el punto de que se rompen amistades largo tiempo ganadas, se enfría el cariño hasta el punto de la congelación. La Biblia dice que los sentimientos de desaliento pueden secar los huesos. (Proverbios 17:22)
Sin embargo, una persona que se resiente tan profundamente que deja de amar a sus hermanos, olvida que Dios está leyendo su corazón, en cuanto a si es perdonadora o resentida. ¿Por qué?
Porque el perdón es la base de la salvación. Si Dios no hubiera hecho arreglos para perdonar al ser humano, la salvación nunca hubiera sido posible. El sacrificio de Cristo al límite de los tiempos señalados llegó a ser el fundamento para el perdón de los pecados. Dios el Padre envió a su amado hijo para que con su sacrificio desbaratara los obras del Diablo y restaurara todas las cosas. (Lucas 15:24, 32; 19:10; 1 Juan 3:8)
Es cierto que Dios se resintió con el hombre por haberle dado la espalda. Pero gracias a la fidelidad que su hijo Jesucristo mostró durante su vida en la tierra, puso a un lado el pasado y dio inicio al reino de Dios, la única opción que podía devolver lo que se había perdido. (Salmos 103:9; Mateo 25:34)
Dios dejó un modelo perfecto para que nos percatáramos de que el resentimiento y el perdón no eran compatibles. Es decir que tal como ocurre con el agua y el aceite, no podían estar mezclados. Nada sería menos nutritivo que abrigar rencor en el corazón. Por eso Jesucristo puso el énfasis en ese aspecto del amor cuando concluyó la oración del Padrenuestro. (Mateo 6:14-15)
Desde el punto de vista de Dios, es imposible que alguien diga: "Yo amo a Dios" y, al mismo tiempo, permanezca resentido con un hermano. Eso sería como decir que podría mezclar agua y aceite, o atraer un trozo de madera con un imán. ¡Imposible!
Las oraciones de una persona resentida no pueden ser oídas por el Padre en los cielos. Jesús lo dejó más claro que el agua: "Si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas." (Mateo 6:14-15)
La Biblia es el libro que por excelencia nos enseña todo lo que necesitamos saber sobre la personalidad del Padre. Y ella nos dice que Dios es amor, no odio ni resentimiento. La persona que permanece resentida permanece en muerte, porque el sacrificio de Jesús no cubre sus pecados, ya que para el perdón de los pecados es esencial el arrepentimiento de obras muertas. En pocas palabras, tenemos que reconocer que el resentimiento es un pecado y que la única manera de que desaparezca de nuestra vida es con el perdón. El perdón es el fundamento de la salvación.
Ahora bien, ¿significa eso que debemos perdonar absolutamente todos los pecados? No. Porque Jesucristo aclaró que había dos circunstancias en las que Dios podría retener su perdón: 1) La blasfemia contra el espíritu santo (Mateo 12:31-32), y 2) cuando el adulterio llevara a un divorcio legal desde el punto de vista de Dios, poniendo fin al vínculo matrimonial. En tales casos, podría retenerse el perdón sin poner en peligro la salvación. (Mateo 5:31-32)
Por eso, el perdón y el resentimiento siempre serán enemigos irreconciliables entre sí. Solo el perdón puede lograr el milagro de la salvación, y solo el perdón puede desplazar el odio del corazón, devolviendo a la persona una salud espiritual que le permite cultivar una buena relación con el Padre. (Lamentaciones 3:44)
Lo peor del resentimiento es que se trata de un veneno que uno se inyecta a sí mismo.