El beneficio de estar juntos

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Jesucristo no solo eligió a sus apóstoles para que continuaran expandiendo su obra, haciendo discípulos hasta la zona más lejana de la tierra, sino que los organizó, les explicó cómo llevarla cabo ordenadamente y los animó a que disfrutaran de mantenerse unidos, coordinando acciones, pasando buenos ratos, intercambiando cartas, ideas, anécdotas, experiencias, vivencias y divirtiéndose, haciendo todas las cosas para la gloria del Padre. (Filipenses 2:1-4; Apocalipsis 1:6)

Es así como la unidad, el roce y la camaradería transformaría la teoría en práctica. Aunque era cierto que el amor los haría fuertes, todo quedaría en teoría a menos que lo llevaran a la práctica entre ellos mismos, y luego, con los demás. 

El que se juntaran y asociaran para compartir sus pensamientos y sentimientos sería la prueba máxima de que verdaderamente eran sus discípulos. Tal unidad llegó a ser la característica básica de los primeros cristianos, y debería continuar siéndolo hasta el fin de los tiempos. (Juan 13:35; 15:5-8; 1 Pedro 3:8) 

Lamentablemente, poco después de la muerte del último apóstol (Juan), muchos apostataron, poco a poco fueron dividiéndose en sectas, facciones y diferentes denominaciones, lo cual los llevaría con el tiempo a la ruina. ¿Fracasaría la obra de Cristo? No. Entraría a otra fase. Es todo. 

Jesús siempre fue proactivo y estuvo preparado porque sabía que eso sucedería. (Zacarías 13:7; Mateo 13:36-43; 14:27) Sus apóstoles también lo sabían, y prepararon a los hermanos para la etapa oscura que se avecinaría sobre el mundo. (Hechos de Apóstoles 20:29-30; 2 Juan 7)

Ser cristiano no sería cuestión de decir "yo adoro a Dios a mi manera" y entonces mantenerse al margen del grupo. Todos debían involucrarse activamente en el trabajo de equipo, no para bailar, cantar y comer juntos, sino principalmente para expandir las buenas nuevas. (Romanos 12:5; 1 Corintios 12:12)

En ningún momento Jesús dijo que unos cristianos predicarían y bautizarían, y otros no. Desde el grande hasta el chico, todos debían llegar a ser maestros eficientes de las Santas Escrituras y ayudar a llegar al bautismo a nuevos discípulos. No habría exceptuados del servicio. (Hechos de Apóstoles 1:8-9)

Si Jesús preguntara: "¿A cuántas personas bautizaste?", ¿qué podría responderle uno? ¿"A nadie"? O si preguntara: "¿A cuántos educaste en los caminos de mi Padre hasta que fueron bautizados?", ¿qué le diría? ¿"No sé"?  ¿O si preguntara: "¿A cuántos hermanos conoces bien?", ¿que pensaría si uno contestara: "A unos pocos"?

La hermandad debía estar fuerte y muy bien preparada para cuando el Señor regresara a juzgar entre ovejas y cabras, puesto que advirtió claramente que antes del Armagedón se desataría una gran persecución. (Mateo 24:9, 21; 1 Corintios 4:2; Apocalipsis 14:8-13) Todos debían estar sólidos en la fe y a buen recaudo cuando llegara el fin, y esa era una responsabilidad que debía llevársela cabo con diligencia. (1 Corintios 4:2)

¿De qué  manera el ajo puede servirnos para entender la unidad?

¿Por qué hablar del ajo? Porque sirve para explicar y entender de qué manera la unidad sería un factor clave para dar testimonio de la verdad y de las promesas de Dios.

Pero no nos referiremos a la unidad semejante a racimo que se observa al mirar una cabeza de ajo, llena de bulbos. No. Nos referimos a una impresionante fusión de sus componentes cuando un diente o bulbo es triturado. Veamos.

Se suele decir que el ajo es una planta que proporciona enormes beneficios, debido a que contiene alicina, un componente activo. Pero esa es una verdad a medias porque la alicina no es  en realidad un componente inherentemente activo. Es verdad que se obtiene del ajo, pero no está activo.

El beneficio de la alicina solo se obtiene si se activa. Si hueles una cabeza de ajo, como la que se muestra en la fotografía, no sentirías su característico olor a ajo porque la alicina no está activada. Una cabeza de ajo no huele a ajo. Por lo tanto, aunque la alicina tiene el poder de proporcionarnos los mayores beneficios, eso solo ocurrirá 1°) si se activa y 2°) si la comemos de manera apropiada.

Este artículo no trata sobre nutrición ni sobre todos los beneficios que aporta el ajo. Si quieres ahondar en sus valores nutricionales, puedes investigarlo en Internet. Aquí solo destacaremos un aspecto que muchos desconocen sobre esta interesante planta.

1°) Un bulbo, gajo o diente de ajo contiene dos componentes principales: aliina y alinasa. La alicina prácticamente todavía no funciona como tal. PERO si trituras, cortas o aplastas un diente de ajo, y esperas de 3 a 10 minutos, causarás que la aliina y la alinasa entren en contacto y se fusionen, mezclándose, lo cual produce su inconfundible olor a ajo. Dicho olor indica que estos dos componentes han activado la alicina. Solo así puede uno beneficiarse del ajo. Pero eso solo es la mitad del proceso. 

2°) La alicina no te beneficiará si la comes de manera inapropiada. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, el calor y el fuego la desactivan y destruyen. Si la cocinas, solo permanecerá su rico aroma y sabor, pero se habrán perdido sus muchos beneficios para la salud.

Resumiendo: Para obtener los beneficios de la alicina del ajo 1°) tienes que mezclar la aliina con la alinasa , y 2°) comerlo crudo en ayunas [en ensaladas o combinado con aceitunas u otro alimento, o añadiéndolo picado o molido a la comida cuando esta ya no está muy caliente]. 

¿Qué tiene que ver esto con lo que estábamos diciendo anteriormente? Bueno, ha sido una manera de ilustrar lo que ocurre cuando se combinan una serie de factores. Se producen efectos increíbles.

Cuando los malvados perseguidores de Jesús lo acosaron, flagelaron y asesinaron cruelmente, pensando que estaban triunfando, fue como si hubieran triturado dientes de ajo. ¡Activaron la obra más extraordinaria de la historia! 

El amor no debe quedar en teoría

Hablar del amor es tan fácil como hablar de los beneficios del ajo. Pero, como hemos visto, la verdad es un poco diferente. Así como la aliina y la alinasa deben mezclarse a fin de activar la alicina, la teoría del amor tiene que mezclarse con la práctica del amor mediante la asociación con los hermanos. Eso es lo que Jesús quiso decir. (Juan 13:35; 15:5-8; 1 Pedro 3:8)

El apóstol Juan explicó que uno estaría mintiendo si dijera que ama a Dios pero al mismo tiempo siente desprecio, rencor u odio en su corazón hacia un hermano. Porque ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto, si no es capaz de amar a su hermano, a quien ha visto? Y nos recuerda el mandamiento del Señor, quien dijo que el que realmente ama a Dios, es el que también ama a sus hermanos. (1 Juan 4:20)

¿Podría uno decir que ama a Dios y desea estar en su presencia, conversar con Él y compartir sus sentimientos y pensamientos, y, al mismo tiempo, no expresar su amor a los hermanos? Sí, puede decirlo, pero ¿será cierto?

"Es que me han ofendido muy profundamente", puede que diga alguien. Es muy comprensible. Dios siente empatía por los que sufren una traición, una calumnia, un abuso y tantas injusticias horribles promovidos por este mundo (los medios de comunicación transmiten y hasta magnifican morbosamente muchas de esas tendencias). No obstante, su comprensión se hace extensiva en su perdón y consuelo.

Él ha prometido que cuando venga su reino todas las cosas malas serán borradas y eliminadas, lo que significa que las olvidaremos. Pero ¿mientras tanto qué? Mientras tanto nos invita a paliar el dolor por medio de esforzarnos por recuperar el amor que hubiésemos perdido. El comprende que no será fácil. El perdón es un proceso de curación que puede tomar algún tiempo. Pero nos promete que estará allí para levantarnos. (Isaías 41:13-14; 2 Corintios 1:3-7)

Si aprendemos a soportarnos y perdonarnos, estaremos mezclando dos componentes importantes que activarán el amor verdadero. Recordemos que no es posible amar a Dios, a quien no hemos visto, si no somos capaces de amar a nuestros hermanos, a quienes sí podemos ver. Amar a Dios y odiar a un hermano sería un amor inactivo que no beneficiaría a nadie. 

Desde el punto de vista de Dios, nuestro amor está inactivo si no se procura un perdón sincero.  (Mateo 6:14-15) Por lo tanto, hay excepciones que Dios ha dispuesto claramente.

Para que el amor se active tenemos que juntarnos unos con otros, asociarnos, dar de lo que tenemos, expresarnos abiertamente, compartir sentimientos y pensamientos como hermanos. Si no nos manifestamos, no nos comunicamos, no nos hablamos, no nos mezclamos, no intercambiamos, ¿cómo activaremos el amor que llevamos dentro? Todo quedaría en palabras, no en hechos.

"Pero es que no me nace. No lo siento. No me motiva", dirán algunos. Por ejemplo, hay ciertos pecados tan profundos e injustos que Dios no exige perdonar. 

De hecho, la biblia menciona ofensas que Él no pasa por alto. Una es el adulterio, y otra, el pecado contra el espíritu santo, por ejemplo, la apostasía. (Mateo 19:9; Marcos 3:29; Hebreos 6:4-6) 

Solo un arrepentimiento sincero puede revertir la condena de Dios y de la iglesia. Por eso, el Diablo, sus demonios y todos sus apoyadores impenitentes nunca recibirán el perdón de Dios. (2 Pedro 2:10-20; Judas 10-16; Apocalipsis 20:15; 21:8, 27)

El apóstol Pablo fue claro al exhortar a los hermanos a tomar la acción drástica de retirar de la iglesia a los hermanos que se volvieran impenitentes. Mezclarse con ellos resultaría en perjuicio para la salud espiritual de la hermandad. (1 Corintios 5:1-5)

Pero recordemos el ajo. El beneficio de la alicina solo se obtiene asociando la aliina y la alinasa, lo cual produce olor a ajo.  ¡y a quién le gustaría oler a ajo? Sin embargo, seamos sinceros, ¿acaso no llevan ajo las comidas más deliciosas? Todo depende del punto de vista.

Es cierto que a nadie le gusta oler a ajo, pero a todos les gusta comer alimento delicioso. Y es cierto que no es lo mismo comer un diente crudo de ajo, que mezclado como un condimento en el aderezo de las comidas. Pero al añadirle aceitunas u otros alimentos, podemos tolerarlo y extraerle sus verdaderos beneficios.

Recuerda: el verdadero potencial del ajo no se obtiene quemándolo, calentándolo ni dejándolo como bulbo. El beneficio se obtiene asociando, juntando, amalgamando, emulsionando o fusionando sus otros componentes: La aliina y la alinasa 

Estas activan la alicina solo si se juntan, intercambiando sus propiedades. Igualmente, el amor de Dios solo se manifiesta en los hermanos si se juntan e intercambian sentimientos y pensamientos, tal como Jesús mandó. 

En el primer siglo, el apóstol Pablo enfatizó este punto poco antes de que el ejército invasor de Roma arrasara con Jerusalén y su templo. Era más urgente que nunca que los hermanos comprendieran la trascendencia de mantener la unidad y fortalecer su asociación. No era tiempo para aislarse, disimular, fingir amor, guardar rencor, justificarse ni permitir que cristianos impenitentes continuaran influyendo en los hermanos. ¡Era tiempo para santificar el nombre de Dios! (Hebreos 10:24-25)

Ahora bien, alguien podría preguntar: "Está bien. Tenemos que juntarnos, asociarnos y ayudarnos. Pero ¿con quiénes? ¿dónde están los hermanos? ¿Cómo reconocerlos? ¿El mundo es muy confuso? ¡Hay mucha hipocresía! Nadie es quien dice ser". 

La respuesta que dio Jesús al terminar su última cena pascual, es decir, al celebrar el Nuevo Pacto, fue clara y contundente: "En esto reconocerán a mis discípulos: se aman unos a otros". (Juan 13:4-5, 35) El amor sería la clave.

Por eso te será fácil identificarlos. Porque si se aman entre sí en todo el mundo, significa que no promueven el odio, las peleas, las discusiones, la codicia, la ambición, el abuso ni la injusticia. Promueven el cariño fraternal, el respeto, la paciencia, la comprensión, el amor sincero. (Mateo 5:14-16; 12:48-50)

Pero, ¿si no logras distinguir? Puedes pedir a Dios en oración en el nombre de Jesucristo que te dirija a los hermanos, o bien que los hermanos se dirijan a ti, y podrás reconocerlos siguiendo las instrucciones registradas en Mateo 7:21-27. Él te ayudará. Él te juntará. Él te activará aunque tenga que devolverte la vida, porque así lo ha prometido. (Ezequiel 34:11-15; Hechos de Apóstoles 9:10-12; Apocalipsis 2:10-11)

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