Ver una figura abstracta siempre nos da qué pensar. Nos sentimos atraídos y no podemos dejar de mirarla. Nos preguntamos cuál es el enigma, o qué podría significar, o en qué estaba pensando su autor, o si fue un diseño casual que nunca tuvo realmente un significado.
Sea como fuere, si seguimos mirando debido a la curiosidad, de todos modos sentimos la necesidad de darle una interpretación para nosotros mismos. Y es interesante que, en tal caso, después resulte difícil verla de otro modo.
Quizás el autor le dé un título o nombre que nos ayude a verla como se supone. O tal vez quiera hacernos meditar y le ponga un título o nombre que solo sirva de pista y no nos lleve con facilidad a la explicación.
En el caso de un diseño artístico, no pasa de ser una curiosidad. Pero en tiempos de guerra, pudiera entrañar un secreto militar o estrategia, a fin de despistar o desorientar al enemigo, o para que solo accedan personas autorizadas que han recibido entrenamiento para su interpretación.
El escritor y estratega militar chino Sun Tsu resumía todo el arte de la guerra en "engañar al enemigo". Dicho de otro modo, si no existía el factor sorpresa, tampoco se podía esperar éxito. Y era lógico. ¿Cómo ganar si el enemigo intuía nuestro próximo paso?
La Biblia, ¿es abstracta? ¿O es estratégica?
La Biblia es un libro interesantísimo por muchas razones. Una de estas se relaciona con las interpretaciones, las parábolas, los enigmas y los relatos difíciles de entender. Y lo más interesante es que ella misma provee la explicación para cada situación, circunstancia o enigma. No nos deja sin pistas. Hay más que suficientes.
Uno de los pasajes más enigmáticos que consumió muchos recursos de la humanidad a través de los milenios para dar con una explicación que arrojara luz sobre su significado pleno fue la profecía de Génesis 3:15. Otros se leían en las profecías de Daniel y otros profetas de la antigüedad. (Daniel 12:4, 9-10)
En algunos casos se trataba de secretos, adivinanzas, explicaciones, interpretaciones, estrategias y profecías que se desvelarían minutos, horas, días, meses, años, siglos o hasta milenios después. (Isaías 30:8)
Después de la décima plaga, el Faraón de Egipto y su ejército salieron en persecución de Moisés y su pueblo, pero nadie imaginó, ni siquiera remotamente, la estrategia que los llevaría directo al fracaso. Hubo un giro de timón tan brusco en el cambio de planes de última hora que probablemente hasta Moisés quedó sorprendido cuando recibió la orden: "¡Levanta tu vara, extiende el brazo sobre el mar y divide sus aguas!". Y el mar se abrió.
Y vez tras vez leemos en la Biblia acerca de giros bruscos de timón que resultaron en la derrota de los que odiaban a Dios y a su pueblo. Si todo el arte de la guerra se resumía a "engañar al enemigo", cada una de esas derrotas quedarían registradas como recordatorio del absurdo propósito del enemigo de pretender engañar a Dios.
El último libro de la Biblia habla de la guerra de Armagedón como el final de un conflicto no provocado por Dios. Todo empezó en los tiempos en que se dio la mencionada profecía de Génesis 3:15 y que concluiría con el cumplimiento de dicha predicción.
Al igual que en los tiempos de Faraón, y siendo que el Armagedón será una guerra, no deberíamos esperar, igualmente, nada menos que sorpresas y secretos revelados a última hora, giros bruscos de timón que desarmarán a todo el que se quiera burlar del Dios de la Biblia.
De modo que, así como uno mira una obra abstracta, quizás uno lea la Biblia sin poder comprender muchas cosas. Pero ¿hemos pensado en el Armagedón y en que todo el arte de la guerra se resume a "engañar al enemigo"?
No significa que la Biblia no se pueda entender. Claro que se puede. Pero uno tiene que dedicarle tiempo y empeño. Ese empeño le da a Dios un motivo para darle acceso al entendimiento. Eso implica alejar de nuestra mente cualquier interpretación sesgada y seguir puliendo la manera como encaramos el futuro.
Si estamos equivocados y nos mantenemos en el error, seremos derrotados, tal como ocurrió en los tiempos del Faraón. Pero si estamos en lo correcto, evadiremos la aniquilación y seremos sobrevivientes. A dicha salvación se refirió Jesucristo cuando llamó a todos al arrepentimiento. (Lucas 13:5)
De modo que no es cuestión de simplemente leer la Palabra de Dios y permanecer perplejos como quien mira una obra abstracta, sino de preguntarnos sinceramente a nosotros mismos si será correcta nuestra manera de leerla. Porque lo que está en juego es algo mucho más valioso que nuestra vida. ¿Alguna vez te preguntaste qué podría ser mejor que la vida? (Salmos 63:3)
Ver una figura abstracta siempre nos dará en qué pensar. Nos preguntaremos cuál es el enigma, o qué podría significar, o en qué estaba pensando su autor, o si fue un diseño casual que nunca tuvo realmente un significado.
Sea como fuere, si seguimos leyendo la Biblia simplemente por curiosidad, dándole cualquier interpretación caprichosa, quizá después sea difícil descubrir la interpretación correcta.
Su autor, Dios, se ha dado un nombre a sí mismo y nos ayuda a ver su Palabra como él quiere que la veamos. Quiere que meditemos y nos pongamos en vías de recibir su bendición. No se trata de un libro abstracto ni mucho menos de un dios abstracto.
En el caso de un diseño artístico, no pasa de ser una curiosidad. Pero vivimos en tiempos próximos a la guerra de Armagedón. No nos debería extrañar que Él tenga un secreto y una estrategia a fin de despistar a su enemigo, el Diablo.
Jesucristo desea que todos accedan a un entendimiento correcto de su Palabra, que conozcan a su Padre y reciban entrenamiento espiritual para escapar de la destrucción. (Juan 17)
Por lo tanto, recuerda que no basta con mirar la Biblia como si fuera una obra abstracta. ¡Hay que estudiarla y procurar entenderla, esforzándonos por ponerla en práctica!
Porque si logramos captar sus significados, descollaremos de entusiasmo, habremos hallado la interpretación correcta y seremos felices compartiéndola con quienes lo deseen.