¿Esforzarme para creer?

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El increíble monumento megalítico de Stonehenge es tan solo una de las incontables maravillas del mundo que dejan pequeña la imaginación más creativa. Cada piedra puede pesar unas 4 toneladas (4000 kilos)

Según se dice, su construcción se puede rastrear mediante pruebas de radiocarbono hasta hace unos cincomil años. Pero ¿por qué fue interrumpida y abandonada unos mil quinientos años después? Nadie sabe. Nadie sabe quiénes ni para qué se hizo ni por qué abandonaron el proyecto. 

Sin embargo, se yergue como un testimonio irrefutable de que tuvo que ser construido con un propósito. También se puede deducir que quienes lo hicieron gozaban de una inteligencia nada despreciable. 

Decimos esto porque su diseño guarda la proporción cientifica  áurea y su edificación debió requerir enormes cantidades de energía, fuerza y destreza, además de conocimientos muy avanzados de ingeniería.

Pensar que todos esos piedrones cayeron al azar y quedaron en esa posición, y que además carecían de utilidad, sería ridículo e insensato. ¡A todas luces fue una edificación hecha por constructores muy fuertes e inteligentes que tenían una intención!

¿Cómo reaccionaría el profeta Moisés si volviera a la vida y le diéramos un teléfono celular y le dijéramos que puede conversar por video conferencia con alguien que tiene otro teléfono al otro lado del mundo?

Sin importar cuál de los dos enfoques [del presente hacia el pasado, o del pasado hacia el futuro], parecería absurdo que alguien tenga que esforzarse para creer en cualquier cosa extraordinaria. Pero es cierto, la reacción siempre es la misma: un asombro absoluto. 

Claro, a nosotros nos resulta fácil creer en la existencia de un teléfono celular porque hemos vivido en un mundo rodeado de tecnología avanzada. Pero desde nuestro punto de vista, nos cuesta creer que personas del pasado hayan podido construir Stonehenge, Machu Picchu, las Pirámides de Egipto, etc. ¿Por qué? Porque nos han vendido la idea de que descendemos del mono y que en el pasado la humanidad no era muy inteligente.

El dicho que reza: "Todo entra por los ojos" ha sido y siempre será popular. Para creer que algo existe, tendemos a esperar a verlo con nuestros propios ojos. Se cree que más del 80% de lo que aprendemos entra por los ojos. Entonces ¿qué aprendemos al ver Stonehenge?

¿Nos han convencido tan profundamente de que provenimos del mono que no nos queda más que suponer que las cosas extraordinarias las hicieron seres de otro planeta? ¿Qué esperaríamos que piense Moisés de un teléfono celular? ¿Que lo hizo alguien de otra galaxia?

No obstante, si se cree que más del 80% de lo que aprendemos entra por los ojos, no pensemos que el otro 20% no influye poderosamente. En las películas de última generación se da igual -o más- importancia al sonido (puedes investigarlo en Internet).

¿Significa entonces que los ciegos están en desventaja? Cuando Jesús estuvo en la tierra, dos ciegos le suplicaron su ayuda. Jesús les preguntó: "¿Qué quieren que haga por ustedes?", ellos le suplicaron: "¡Queremos recuperar la vista!". (Mateo 20:29-34) Jesús no tardó en responder con misericordia.

No exigió de ellos más requisito que ser humildes. No les pidió un diezmo, una ofrenda, una larga peregrinación al templo ni que le rindieran alabanza delante de todos. No hubo un ritual ni un despliegue espectacular. Simplemente les tocó los ojos y recuperaron la vista.

En otra ocasión, dos de sus discípulos le pidieron algo diferente. Le solicitaron sentarse a su lado en su reino, uno a su derecha, otro a su izquierda. Pero en ese caso, Jesús no reaccionó igual. Su franca respuesta fue: "Ustedes no saben lo que piden". Explicó que había conocimientos y decisiones que el Padre reservaba para sí, y siempre dejó en claro que su autoridad era inferior. (Marcos 10:35-40)

Algo parecido ocurrió cuando, en otra ocasión, sus discípulos quisieron que fuera más específico al decirles cuándo establecería su reino en la tierra. No les dio la respuesta. Solo les dijo que perseveraran en la obra que les había encomendado. (Hechos de Apóstoles 1:6-7) 

También leemos de cuando se vio obligado a destacar la ignorancia de sus opositores cuando le hicieron preguntas capciosas, respondiéndoles: "Ustedes están equivocados porque no conocen ni las Escrituras ni el poder de Dios". (Mateo 22:29)

De manera que no todo lo que le pedían o preguntaban recibía una respuesta. Curó a los ciegos porque hacerlo le fue concedido por su Padre. Era parte de su misión en la tierra. (Lucas 4:18) Pero había cosas que no le era permitido decir ni hacer. Él jamás se arrogó ningún privilegio. (Mateo 24:36; Juan 12:49)

En otras ocasiones guardó silencio y no dijo absolutamente nada. Sencillamente mantuvo sus labios cerrados; y en otras, pausó para dar énfasis a lo que diría inmediatamente después. (Lucas 23:8-9; Juan 19:8-9)

Siempre fue pragmático. Es decir, recalcaba la importancia de los efectos y resultados y los usaba como evidencia para apoyar sus afirmaciones. En una de sus parábolas dijo: "Con tus propias palabras te juzgo" y en otra, "por sus frutos los reconocerán". (Lucas 6:44; 19:22; Mateo 7:16, 20) 

Cuando lo acusaron de blasfemia, se apoyó en el Salmo 82:6 y dijo: "¿Por qué me acusan de blasfemar [...] solo porque dije que soy Hijo de Dios?". ¿Y cuál era el contexto del Salmo 82? Allí Dios se dirige a los jueces y líderes del pueblo, increpándolos por sus injusticias. Sin embargo, los llama 'dioses'. Por eso Jesús les dijo: "Si yo no hiciera las obras de mi Padre, harían  bien. Pero, si las hago, no me crean a mí, crean en las obras". No pudo ser más pragmático. 

En otras palabras, si su Padre llamó dioses a los líderes del pueblo que no hicieron su voluntad, ¿por qué lo criticaban solo por decir que era Hijo de Dios, si era evidente que él sí estaba haciendo la voluntad del Padre? No estaban siendo coherentes. (Isaías 61:1-2) Un argumento perfecto desde un punto de vista pragmático. Pero ¿cómo reaccionaron? Quisieron apedrearlo allí mismo. (Juan 10:30-39)

Digámoslo así: Si uno merece disciplina por portarse mal, ¿por qué disciplinarlo si se está portando bien? Si es un mal ciudadano, merecería un llamado de atención; pero si es un ciudadano ejemplar, ¿por qué llamarle la atención? Si está causando daño, hay que reprimirlo, pero si está causando un bien, ¿para qué reprimirlo? ¡Estaban demostrando una grave inconsistencia! No eran coherentes.

Las profecías indicaban que una de las características del Mesías  sería convencer a todos de su error. Lógicamente, se basaría en las consecuencias ("Ver para creer"). Tenía que abrirles los ojos del entendimiento

Lo tildaron de extremista, rebelde y blasfemo, ¡hasta quisieron apedrearlo allí mismo, sin un juicio justo!, a pesar de que ellos demostraban con sus acciones que ellos eran los extremistas, rebeldes y blasfemos, no Jesús.

Por ejemplo, aunque muchos sacerdotes judíos habían sido sus enemigos, terminaron creyendo en él y haciéndose sus discípulos. ¡Se hicieron cristianos porque reconocieron que habían obrado contra los principios de su propia ley! Se arrepintieron sinceramente y comenzaron a predicar. (Hechos de los Apóstoles 6:7)

Muchos de los dichos, argumentos y parábolas de Jesús procedían de las Escrituras. Se aseguró de que todos lo entendieran así. (Juan 7:16-18) Las multitudes quedaban admiradas por su forma de exponer sus argumentos. Podían constatar su coherencia. (Mateo 7:28-29) Tenía que ser así porque sabía que a muchos les costaba creer. Siempre señalaba a la evidencia y a las consecuencias.

A la gente humilde le resultaba fácil creer en su palabra, pero no a los orgullosos y contenciosos, que solo buscaban bendiciones sin hacer la voluntad de su Padre. (Lucas 8:10) Las reacciones del pueblo ante sus milagros demostraban que era un hombre bueno, no un mal ciudadano. (Juan 6:26)

De hecho, sus explicaciones eran tan especiales que muchos nunca llegaron a entender ni a creer en sus enseñanzas, otros le guardaron un resentimiento de muerte. Aún otros ni siquiera creyeron en él después de resucitar, y hasta el día de hoy se sigue abriendo la brecha entre los bandos opuestos de la verdad y la mentira. (Lucas 16:26:31) De hecho, ante Dios, la verdad y la mentira son y serán irreconciliables para siempre.

Así como uno tiene que estudiar, investigar y prestar mucha atención para creer que el universo no es ilimitado, o para  entender cómo es posible que el agua del subsuelo llegue hasta la hoja más alta de un árbol, a pesar de subir contra la ley de la gravedad, a veces también tenemos de que esforzarnos para creer en algunas verdades.

Por ejemplo, ¿cómo es posible que cosas tan dispares como la forma del caparazón de un caracol, de un molusco, de los pétalos de las flores, de las ramas de los árboles, de la espiral que forman los huracanes y galaxias tengan todos en común una misma secuencia matemática, (descubierta en el siglo XIII por Leonardo De Pisa, alias Fibonacci)? 

Dicha fórmula matemática está presente en casi todo el planeta y por todo el universo observable. De hecho, la coincidencia es tan impresionante que también se la ha llamado el "código secreto de la naturaleza y la secuencia divina". Si uno no lo analiza ni investiga, no lo creería. Es un caso de investigar para creer. No toda creencia se da espontáneamente, tampoco la fe. (Romanos 12:1; 2 Pedro 3:2)

Por ejemplo, seguramente te parecería obvio responder que 2+2 es 4. Pero un matemático respondería: "Depende", y entonces te daría una cátedra para demostrarte que no siempre es 4. Suena extraño. Pero no porque suene extraño cerrarías los oídos a la explicación, ¿verdad? Seguramente fruncirías el ceño con un gesto de duda y ptestarías atención.

Los ciegos pueden leer con los dedos. Los sordos pueden oír con los ojos. Los mudos pueden hablar con los gestos. Podemos congelar el pasado en una fotografía o revivirlo con un vídeo. Podemos conversar en tiempo real con alguien que está al otro lado del mundo. Podemos hacer edificios de más de 30 pisos. Podemos clonar animales. Podemos entrenar a una ballena para que haga piruetas. Podemos viajar por el aire entre continentes. Podemos lanzarnos desde un acantilado y aterrizar cómodamente usando un parapente.

Un contemporáneo de Moisés no lo hubiera creído, así como a nosotros todavía nos cuesta creer y entender cómo fue posible que hombres del pasado construyeran Stonehenge, las pirámides Egipto o las estatuas de la Isla de Pascua. No podemos negar su existencia. Iríamos en contra el pragmatismo.

Si Jesús dijo e hizo cosas que muchos no entendían, y quisieron borrar su recuerdo, ¿por qué no destruyen también las evidencias dejadas por antiguas civilizaciones? La razón es: No se pueden negar las obras. No se puede negar la verdad. 

No se puede negar que, aunque la humanidad en general ha realizado obras increíbles, también ha fracasado administrando los recursos naturales del planeta. Se ha llevado a sí misma al borde del colapso. Jesús fue pragmático: "Todo reino dividido contra sí mismo quedará en ruinas, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no quedará en pie.  (Mateo 12:25-28) Se está cumpliendo.

Podemos ver con los ojos y oídos del entendimiento, adquirir discernimiento y perspicacia y llegar a creer en lo que antes parecía increíble. En otras palabras, podemos entender gracias a la inteligencia. A este mundo le esperan momentos muy difíciles, acordes con su divisionismo y terquedad.

¿Cuánta evidencia necesita uno para dar su brazo a torcer y reconocer lo obvio, lo que uno está viendo con los ojos de su entendimiento? ¿Realmente es tan difícil creer?

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