Cómo se manifestaría el espíritu

ÍNDICE




Para entender bien cómo se manifiesta el espíritu es importante considerar algunas piezas del rompecabezas.

En primer lugar, en la Biblia no hay inidios de que Jesús o alguno de los apóstoles convulsionara o gritara a los discípulos cuando se efectuaba un milagro. (Marcos 9:14-29) El libro de Isaías dice que el Cristo no alzaría la voz ni vociferaría, sino que manifestaría un autocontrol ejemplar. (Isaías 42:1-4) Jesús y los apóstoles simplemente curaban a todos sin excepción sin hacer alharaca alguna. (Mateo 12:15) Solo decían: "¡Levántate y anda!", y no pedían ni un centavo a cambio. No había show. (Mateo 10:8)

En segundo lugar, respecto a hablar espontáneamente idiomas raros o extranjeros, el apóstol Pablo fue claro al explicar que no sería un don permanente. No lo pasarían a todas las generaciones futuras de cristianos, sino que se les daría como un recurso temporal, es decir, mientras la voluntad de Dios así lo requiriera. (1 Corintios 13:8) En algún tiempo futuro dichos dones especiales ya no serían concedidos milagrosamente para la expansión de las buenas nuevas. ¿Cuándo ocurriría eso? 

Bueno, si uno analiza detenidamente las Santas Escrituras, notará que los apóstoles eran los únicos que transmitían los dones milagrosos del espíritu. Cuando Juan escribió el Apocalipsis y sus últimas tres cartas dio a entender que los demás apóstoles ya habían fallecido. De hecho, Pablo mismo dio a entender que ese tiempo estaba cerca. (1 Juan 2:18; 2 Tesalonicenses 2:7-8) Una vez que las Escrituras quedaran completas, ya no sería necesario que se transmitiera milagrosamente ningún conocimiento de la voluntad de Dios. Por eso, el Apocalipsis termina con un tono de cierre hermético: hasta que llegara el fin del mundo de Satanás.

En tercer lugar, respecto a los grandes milagros de curaciones efectuados por los primeros cristianos, ocurren dos aparentes paradojas que muchos no suelen entender.

La primera es que, aunque en su tiempo Jesús y los apóstoles efectuaron curaciones impresionantes, aun resurrecciones que dejaron pasmados a sus observadores, especialmente a sus enemigos, Jesús mismo aclaró -y no dejó lugar a dudas- que no reconocería como cristianos a los que harían milagros en los tiempos postreros, sino todo lo contrario. (Mateo 7:22-23) Es clarísimo que las palabras de Jesús dejan entrever que la realización de milagros en los últimos días sería más bien un indicio para reconocer, precisamente, a quienes no recibirían la bendición de Cristo.

Y la segunda es que ni siquiera el apóstol Pablo ni su asistente Timoteo, cristianos sobresalientes del primer siglo, recibieron ellos mismos milagros curativos de parte de Dios relacionados con sus propios males. Y así quedó registrado en la Biblia. Lo que demuestra que los milagros no tenían como propósito ni el beneficio ni el lucimiento personal. (2 Corintios 12:7-10); 1 Timoteo 5:23)

Jesús dejó esto muy claro en el caso de Lázaro, porque cuando le comunicaron que Lázaro había enfermado de muerte, no se puso de pie inmediatamente para ir a quitarle la enfermedad, sino que esperó dos días para ponerse en camino, lo que resultó en que llegó al cuarto día después de que Lázaro había muerto. La Biblia dice que 'las hermanas de Lázaro mandaron a decir a Jesús: "Señor, mira, el que tú amas está enfermo", y cuando Jesús recibió el mensaje, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella'. Por eso, 'se quedó dos días más en el lugar donde estaba'. No se puso en camino inmediatamente. (Juan 11:1-14) De hecho, ella le dijo que si hubiera llegado a tiempo, Lázaro no hubiese muerto.

Una ocasión similar tuvo que ver con la multiplicación de los panes. Jesús no quiso que la gente supusiera que su misión principal en la tierra era darle de comer físicamente a los pobres. Él había venido principalmente a impartir alimento espiritual, no material, es decir, a explicar los misterios del reino de los cielos, que hasta ese tiempo estaban velados. Cuando la gente vino tras él después de qué él los alimentara milagrosamente en la montaña, él les advirtió: 'Trabajad, no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que no se acaba y que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os da. Porque sobre éste [alimento espiritual] es a quien el Padre, Dios, ha puesto su sello de aprobación'. (Juan 6:26-27)

Jesús quería que se diera énfasis al pan del cielo, no al terrenal, y que los milagros que realizaba se vieran como una muestra evidente del poder de Dios para que pusieran fe en él como el Mesías prometido. De hecho, condenó que se acumulara dinero en la tierra (Juan 10:38; Mateo 6:19-21) Cualquier dinero que se tuviera debía usarse estrictamente en la labor del reino, es decir, para adelantar los intereses del amo. Además, él sabía que por mucho que se diera de comer a la gente pobre o se las curara milagrosamente, siempre seguiría habiendo pobres y enfermos en la tierra hasta que llegara el tiempo para establecer su Reino (Juan 12:8; Marcos 13:4, 10)

La manifestación del espíritu santo

Jesús conectó la venida de su reino y la curación permanente de la humanidad enferma con el pan espiritual, es decir la manifestación del espíritu santo, no con el pan material ni mucho menos con solicitudes de dinero o bienes materiales. (Hechos 1:4-5; Hechos 2:1-4)

Si recibían un donativo, era porque al pueblo le nacía del corazón colaborar con la labor de evangelización, la cual lógicamente generaba gastos, pero no porque los apóstoles les pidieran dinero. Igualmente, los apóstoles no consideraron como su misión principal dar de comer al pueblo en desmedro de la evangelización, ni condicionando dicha ayuda, en caso de darse, a las bendiciones de Dios. De hecho, los apóstoles nunca consideraron como misión primordial dar de comer a las masas. Cada cristiano, comenzando por los ejemplares del rebaño, debía trabajar para mantenerse a sí mismo y a sus familias. (Hechos 6:2; 2 Tesalonicenses 3:10-12)

Por lo tanto, notamos que el espíritu santo dirigía los esfuerzos apostólicos de manera que se hiciera la voluntad de Dios, no la del hombre. Y el espíritu santo controlaba todo de manera que ninguno de los apóstoles se abrogara el derecho de cobrar o hacer colectas masivas de dinero, o curar a las gentes, so pretexto de que Dios los bendeciría a cambio. De hecho, muchos cristianos mal informados ni siquiera conocen el significado de la palabra "gracia". "Gracia" significa "gratis". "La gracia de Dios" significa "lo que Dios nos da gratis". Es todo lo contrario de diezmar o sentirse comprometido a hacer donaciones.

Por ejemplo, en todo el mundo son conocidas las teletones. El actor Jerry Lewis hizo muchas teletones que resultaron exitosas. Pero su noble propósito dejó siempre en claro por qué y para qué se hacían. Nunca dijo que el espíritu santo lo había enviado a pedir dinero a la gente.

Entonces, convulsionar, hablar idiomas raros y hacer milagros no son necesariamente obras malas, porque uno pudiera convulsionar al sufrir cierta enfermedad; o podría estudiar idiomas extranjeros que pocos conocen, y comenzar a decir cosas que otros no entienden; o hacer labores extraordinarias en beneficio de la gente necesitada. Pero no sería bíblico atribuirlo a una manifestación del espíritu santo, y mucho menos, aprovecharse de esas cosas para decir a los donantes que Dios los está dirigiendo. Eso, como ya hemos visto arriba, iría contra el espíritu santo.

De hecho, el apóstol Pablo hablaba varios idiomas, pero nunca los usaba en una iglesia donde no se le entendiera, o si no había un traductor. Porque de nada le hubiera servido. (1 Corintios 14:7-19)

En cierta iglesia donde los fieles solían creer que el espíritu santo se manifestaba milagrosamente, cierto pastor comenzó a dirigirse en idioma chino al auditorio, aunque él decía que nunca en su vida había aprendido chino. Entonces todos comenzaron a glorificar y a alabar a Dios porque el espíritu santo se había hecho operativo en él. Todos estaban pasmados. Incluso otros comenzaron también a hablar en otros idiomas desconocidos.

Pero un chino que incidentalmente había asistido a dicho servicio entendió todo lo que aquel hombre había dicho. Este oyente chino dijo que le pareció de muy mal gusto escuchar las palabrotas que dijo el hombre. ¡Sí, había dicho nada menos que palabrotas! Sin embargo, como nadie sabía chino, glorificaban a Dios por aquella manifestación milagrosa.

¿Qué advirtió Jesús contra usar de esa manera la Biblia? Dijo que esa no era la manera como se manifestaría el espíritu santo. De hecho, condenó drásticamente el uso inapropiado de las buenas nuevas para suplantar la verdad. (Mateo 12:31-32)

La Biblia deja muy claro que el espíritu santo no se manifiesta con expresiones interesadas ni de codicia o gritería, impaciencia, descontrol, brusquedad y duda. De hecho, el escándalo, los arrebatos de ira, las divisiones, sectas, sentimiento de envidia y el estrépito es contrario al espíritu santo. (Gálatas 5:22-23; Gálatas 5:19-21)

La manifestación más evidente

Por lo tanto, a la luz de la Palabra de Dios, la principal manifestación del espíritu santo no es la de hablar idiomas raros para impresionar a los oyentes, tampoco el dar de comer a las personas, realizar grandes colectas de dinero o realizar obras milagrosas, sino más bien el dar a conocer las buenas nuevas del reino de Dios, que fue la labor principal por la que Jesús vino al mundo, y por la que envió a sus apóstoles. Él dijo: "Yo he venido como luz para el mundo, para que todo el que cree en mí no siga en tinieblas." (Juan 12:46)

Su misión principal no fue hacer milagros, sino instruir. Por eso, no se le conoce como Médico, Filósofo, Guerrero, Chef ni Poeta, sino como "Maestro", que es uno de los títulos dignos que la Biblia le confiere. Él mismo reconoció que esa era una manera correcta de dirigirse a Él. (Juan 13:13) Además, su palabra y actitud motivaba poderosamente a las personas y las animaba a imitar su comportamiento perfecto.

Esto es lo que la Biblia dice sobre las instrucciones que Jesús dio a sus apóstoles cuando los comisionó antes de que lo traicionaran y arrestaran: "A estos doce envió Jesús después de instruirlos, diciendo: No vayan por el camino de los gentiles, y no entren en ciudades samaritanas. Vayan más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y cuando vayan, prediquen diciendo: "El reino de los cielos se ha acercado." Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. De gratis recibieron, dad gratis." (Mateo 10:5-10) Y estas son las nuevas instrucciones que les dio después de resucitar: "Recibirán poder cuando el espíritu santo venga sobre ustedes, y me serán testigos no solo en Jerusalén, sino en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra". (Hechos 1:8)

Primero les dijo que se concentraran solo en los judíos, pero después les dijo que predicaran hasta los confines de la tierra. Y aunque primero les había dicho. "No se aprovisionen de oro, plata o cobre en sus cintos, ni alforjas para el camino, ni dos túnicas, ni dos pares de sandalias, ni de bordón, porque el obrero es digno de su sostén", posteriormente les cambió las instrucciones. (Lucas 22:35-36)

Por eso el apóstol Pablo advirtió a los cristianos que los dones milagrosos de curación y de hablar idiomas extranjeros no constituirían credenciales para siempre, sino que terminarían a más tardar cuando el conocimiento de Dios (o el misterio de Dios) quedara completo. (1 Corintios 13:8-10; Apocalipsis 10:7) Se seguiría predicando, y en todos los idiomas posibles, pero recibir el don milagrosamente dejaría de ser una característica identificativa del cristianismo.

En conclusión, aunque en un principio el espíritu santo se manifestaría con dones milagrosos, a fin de que quedara evidente que Dios había rechazado al pueblo judío como su pueblo predilecto, y que su bendición ahora recaía sobre la nueva nación cristiana, establecida en el Pentecostés (Joel 2:28; Hechos 2:14-21), con el tiempo su manifestación se haría evidente de manera diferente, con cosas que permanecerían para siempre: El amor y la verdad de las buenas nuevas. Estas fueron las cosas que recibirían énfasis para siempre, no los dones milagrosos. (Juan 13:35)

Por lo tanto, teniendo en cuenta la advertencia de Mateo 7:21-23, Gálatas 5:22-23 y 1 Juan 4:1, las emociones provocadas por milagros que aparentemente proceden de Dios no deberían ser los factores que nos ayudaran a determinar que realmente se trata de una operación del espíritu.

Jesús dijo que en los tiempos postreros hasta los malvados podrían hacer milagros. El apóstol Pablo dijo que el espíritu santo se manifestaría principalmente por el despliegue del amor verdadero y la apacibilidad de genio, no por despliegues ostentosos cargados de gritería y convulsiones. Por último, Juan nos dice que es correcto someter a prueba las expresiones para ver si realmente proceden de Dios, o en otras palabras, para ver si no se contradicen con la palabra inspirada de Dios.

El Salmo 12:6 dice: 'Las palabras del Señor son puras, como la plata refinada siete veces, purificada en el crisol'. El espíritu santo hizo posible que recibiéramos la Biblia. Dios la ha protegido con su espíritu santo, y no permitirá que nada impida que la leamos. La Biblia es la manifestación más evidente del espíritu santo en nuestro tiempo. No necesitamos ningún milagro para creer en ella, tampoco necesitamos milagro alguno para poner fe en Jesucristo como el Mesías y Salvador prometido.

Cualquier palabra o explicación que contradijera las Santas Escrituras quedaría expuesta como engañosa. Porque la Palabra de Dios fue inspirada por espíritu santo y es capaz de sobrevivir a cualquier prueba a que la sometamos. Ella es la manifestación más evidente del espíritu santo.

Por lo tanto, si quieres ver manifestaciones del espíritu santo, no busques milagros ni obras milagrosas en ninguna parte, porque Jesús dijo que así no se manifestaría en los tiempos postreros. Sencillamente lee la Biblia, escudríñala a fondo con sinceridad y mente abierta, y ella misma te guiará a toda la verdad y te llevará de la mano hacia una relación estrecha con su Autor, Jehová [o Yavé], el Creador de los cielos y la tierra, mediante Jesucristo, el Señor de Señores y Rey de Reyes. (Juan 17:17; Romanos 15:4)

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