¿Para qué leer la Biblia?

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Hay incontables libros de filosofía y espiritualidad. Muchos contienen ideas muy interesantes acerca de la vida y las acciones de la humanidad, y podemos reflexionar en sus historias, anécdotas, moralejas y consejos. Pero ninguno provee una esperanza sólida para el futuro.

Son solo opiniones, teorías, hipótesis, leyendas, mitos o colecciones de pensamientos filosoficos, historias o refranes. En contraste, la Biblia contiene profecías y predicciones que se cumplieron -y siguen cumpliéndose al pie de la letra como respaldo para su confiabilidad y veracidad.

No hay otro libro que contenga cientos de profecías escritas hace miles de años que se estén cumpliendo hoy. Ningún escritor ni libro aparte de la Biblia posee semejantes credenciales.

Por ejemplo, hay personas que ensalzan a Nostradamus por sus adivinaciones, pero ignoran que gran cantidad de estas nunca se cumplieron. Muchos de sus lectores afirman que les impacta la manera como describe algunas de las situaciones más trágicas por las que atraviesa el mundo actual. Pero la Biblia lo dijo mucho tiempo antes, ¿no debería impactarles más eso? Además, ¿qué esperanza ofrece Nostradamus? ¿Dice lo que podríamos hacer a nivel personal y global para beneficiarnos, o para creer que hay buenas razones para desear seguir viviendo?

La Biblia, en cambio, desde el comienzo hasta el fin, abunda en la esperanza y señala hacia el futuro no como un tiempo de tenebrosidad, sino de alivio de todos los males: el reino de Dios. Es verdad que en algunas ocasiones la Biblia menciona las consecuencias horribles que pasaría la humanidad debido a sus caprichos, pero ¿qué dice que vendría después? ¡Siempre señala al futuro con confianza! ¡Siempre muestra una esperanza! Y lo que es más importante, y en esto se diferencia de todos los demás escritos, explica con lujo de detalles lo que uno debe hacer para salir bien parado cuando se desplome el presente tipo de vida. Lo siguiente te sonará un poco fuerte, pero a veces así es la Biblia.

Proverbios, capítulo 1, versículos del 20 al 33, dice sin rodeos que la situación nunca es desesperanzada para los que abren su corazón a Jehová y se esmeran por entender lo que ocurre a su alrededor a la luz de sus profecías. Por un lado, menciona los efectos que sobrevendrían por causa del proceder insensato de muchos, por haber puesto a un lado el consejo de Dios, y por otro, habla del manto de seguridad espiritual que recubrirá a todos aquellos que se dieron tiempo para prestar atención a los mensajes de su Creador.

En ese capítulo, y en muchos lugares del libro de Proverbios, el lenguaje no solo es muy directo, sino amoroso. Comienza muchas veces sus dichos proverbiales con frases como: ‘Hijo mío, escucha, por favor…’. Es decir, apela a lo más profundo de nuestro corazón como un padre que realmente siente un enorme cariño por sus hijos, y luego pasa a darnos advertencias concretas para evitarnos problemas innecesarios, y también dice cómo nos beneficiaremos si hacemos caso y ponemos en práctica sus consejos.

Haz esta prueba: Ve y abre una Biblia en el libro de Proverbios, capítulo 1. Señala el título "Proverbios" y pregúntale: "¿Sabes para quién fue escrito específicamente este libro de la Biblia? ¿A quiénes fue dirigido especialmente? ¿Lo sabes?", y te aseguramos que en la mayoría de los casos, la respuesta será: "No sé". Entonces, señala los versos del 1 al 4, léelos cariñosamente:

"Los Proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel: Para adquirir sabiduría y disciplina, para discernir las palabras inteligentes, para recibir la corrección necesaria que da prudencia, rectitud, justicia y equidad; para infundir sagacidad en los inexpertos, conocimiento y discreción en los jóvenes."

Cuando termines, dile: "¡Para los jóvenes! Por eso el tono que usa a lo largo de todo el libro es el que usaría un padre amoroso con su hijo". La persona se sentirá feliz de haber encontrado una joya.

Lo que más necesitan los jóvenes es estabilizarse. La adolescencia es una etapa muy difícil y complicada. Solo Dios sabe lo que pasa por el corazón de los jóvenes que se ven envueltos en la vorágine de sus nuevos deseos, muchos de los cuales son exacerbados por ciertas hormonas que antes no le afectaban, y otros, por sus compañeros de juego y los medios de comunicación. Realmente es una etapa difícil de cruzar exitosamente. ¡Qué agradable saber que allí está, precisamente, todo el consejo y apoyo que necesitaban para estabilizarse y saber cómo proceder en las diferentes situaciones de la vida!

Sí, Proverbios fue escrito para los jóvenes, y contiene todos los consejos de sabiduría que pueden ayudar a los jóvenes a enfrentar sus ansiedades y problemas. Lamentablemente, la mayoría de ellos no lo sabe. No sabe que tiene a la mano el mejor manual para la vida. ¡Jesucristo mismo creció siguiendo las instrucciones impartidas en Proverbios! Porque él leyó las Santas Escrituras desde niño, lo que incluía dicho libro. Por eso fue tan inteligente que se sentaba con los guías religiosos de su época para hacerles preguntas y discernir los dichos de entendimiento.

Sus padres iban todos los años a Jerusalén con toda la familia a celebrar la pascua. Pero cuando Jesús cumplió doce años, y fueron allá según su costumbre, terminada la fiesta, todos regresaron a su casa. Pero hubo un problema. Jesús se había quedado atrás, en Jerusalén, y sus padres no se habían percatado. Como era tan obediente, supusieron que estaba entre el grupo de viajeros. Habían caminado un día de camino, y habían estado buscándolo entre sus parientes y conocidos. Y no lo encontraron.

Entonces, se preocuparon muchísimo. Tuvieron que dejar al grupo y emprender el viaje de regreso, lo cual seguramente implicó muchas dificultades. Llegaron a Jerusalén y lo buscaron por todas partes. Lo hallaron nada menos que después de tres desesperantes días.

Ya eran cuatro días. ¡Imagínate no encontrar a tu hijo por cuatro días en una gran ciudad! Debieron de estar muy angustiados.

Finalmente, lo encontraron sentado en el templo, entre los maestros, tranquilo, escuchando lo que hablaban, haciéndoles preguntas. Y se asombraron de que todos estaban oyendo sus interesantes preguntas y razonamientos, pasmados de su inteligencia. ¿De dónde crees que sacó tanta inteligencia? ¡Proverbios, pues! Aparte del resto de las Escrituras, por su puesto.

Bueno, cuando lo vieron sus padres, quedaron muy admirados al ver esa escena. ¡Imagínate! Creían que estaba perdido, desesperado y angustiado, pero no. Estaba, feliz, en pleno control de su situación. ¿Qué te parece? ¡Un joven de solo doce años en pleno control de su situación durante cuatro largos días!

"¡¡Jesús!!", tal vez le diría María. "¿Por qué nos has hecho esto? ¡Tu padre y yo hemos estado buscándote por todas partes, angustiados… son cuatro días, hijito! Pensábamos que estabas con el grupo, pero por la noche te buscamos por todas partes, muy preocupados, y no te encontramos entre los parientes y amigos. Entonces pensamos que te habías quedado atrás. Nos dio muchísimo miedo de solo pensar en todo lo que pudo ocurrirte. Vinimos lo antes posible. ¿Estás bien, hijito? ¿Dónde has dormido todos estos días, mi amor? ¿Has comido? ¿No tienes frío? Ven acá, déjame verte, mi amor. No sabes cuánto gusto me da saber que estás bien. ¡Gracias, Jehová!".

"Pero, ¿por qué me buscaron por todas partes? ¿No pensaron que estaría en la casa de mi Padre?". ¡Claro, cómo no! Debieron darse cuenta de que no se le hubiera ocurrido un mejor lugar donde estar. Él suponía que sería el primer lugar donde sus padres lo buscarían. Sabía que si se iba por todas partes buscándolos a ellos, se cruzarían y no se encontrarían. Era mejor permanecer en un lugar que fuera muy familiar, uno en el que Jesús siempre le gustaba estar. Lamentablemente, ellos no la captaron. En fin, ya estaban juntos. Ahora, a recuperar la distancia y volver a casa.

No pensemos en ello como si se tratara de una bonita novela. ¡No, señor! Fue un episodio muy angustioso para sus padres. Sin embargo, la inteligencia del muchacho marcó la diferencia entre empeorar las cosas y resolver el problema.

Aunque hubiera estado en otra ciudad, Jesús sabía con quiénes no debía estar. Porque Proverbios le advirtió respecto a las malas compañías y sus mañas para atraer a los jóvenes hacia un mal proceder.

Su Padre, Jehová, le había dicho: 'Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos. Ellos tal vez te digan: "¡Ven con nosotros! Busquemos a un inocente y démonos el gusto de matar a algún incauto. Traguemos a alguien vivo, como el sepulcro se traga a la gente. Devorémoslo entero, como devora la fosa a los muertos. Obtengamos sus riquezas, y con el botín llenemos nuestras casas. ¡Ven! Únete a nosotros y compartiremos contigo lo que obtengamos". ¡No les hagas caso, hijo mío! ¡Apártate de ellos! Porque ellos corren a hacer cosas malas. ¡Tienen prisa por derramar sangre! De nada sirve tender la red a la vista de los pájaros, pero ellos están colocándose una red para sí mismos, y caerán en ella y de seguro acabarán destruyéndose a sí mismos. Así acaban los que van tras ganancias mal habidas. Por ellas perderán la vida.'

¿Notaste el cariño con que Proverbios se dirige al lector? Prácticamente, le suplica al joven que evite las malas compañías. Expone claramente cuál y cómo será el final de ir con ellos, cómo terminarán sus vidas… ¡destruidas! Y eso que solo hemos considerado unos cuantos versos de los cientos que contiene.

Pero yo ya no soy joven

¡No importa! Los buenos consejos nunca envejecen, y tampoco lo hace la mentalidad de aquellos a quienes aconseja. Es cierto que Proverbios muestra una amplia gama de situaciones, diciendo qué hacer y cómo prevenirlas, pero también nos consuela con instrucciones en cuanto a qué hacer si ya parece ser demasiado tarde.

Por ejemplo, cierto joven cayó en la trampa de sus labios al comprometerse y garantizar a alguien que después le trajo muchos problemas. Estaba desesperado. No sabía cómo resolver la situación. Y esto fue lo que Dios le aconsejó en ese caso en particular: "Hijo mío, si has salido fiador de tu vecino, hiciste tratos para responder por otro; si de palabra te comprometiste, enredándote con tus propias palabras, debes reconocer honradamente que caíste en sus manos, caíste en la trampa de tu boca, por hablar de más".

Prácticamente, lo confrontó con la realidad y lo animó a reconocerla y hacerle frente. No le resolvió el problema, tampoco lo llevó de la mano, sino le dio consejo: “Si quieres librarte, hijo mío, ésta es la forma: Anda corriendo y humíllate ante él, procura deshacer el compromiso. No te duermas, no dejes que tus párpados se cierren hasta terminar con esto. Líbrate, como se libra la gacela de las manos de un cazador, igual como se libra un ave de una trampa.

¿Notaste cuán simple era la solución? ¡Humillarse! Una traducción más exacta dice: "¡Ve y humíllate, e inunda con importunaciones a tu semejante!". En otras palabras, anda, humíllate y ruégale hasta que ceda. Y pone como ejemplo a las aves que se libran de una trampa. ¿Cómo lo hacen? ¿Sin ganas? ¡No! Ellas por naturaleza se esfuerzan al máximo, usando todas sus fuerzas, toda su potencia, toda su velocidad, toda su habilidad, ¡como de vida o muerte! Y en la mayoría de los casos, lo logran.

”¡Pero mi problema es peor!”

Bueno, la Biblia cubre todos los frentes. Proverbios cubre unos, Eclesiastés cubre otros, y todos sus otros libros están repletos de consejo y estímulo para triunfar en la vida. Solo es cuestión de abrirla y comenzar a extraer la savia de su sabiduría.

Por ejemplo, hubo un joven a quien le gustó mucho cierta mujer, y ella, que por no tener conocimiento de la Biblia, se había metido en muchos problemas, viviendo en medio de una serie de dificultades tremendas, le salió al paso. Vemos lo que dice Proverbios.

"Hijo mío, pon en práctica lo que te digo y guarda mis mandamientos como un tesoro. Cumple mis mandatos, y vivirás feliz. Cuida mis enseñanzas como si fuera la niña de tus ojos. Llévalas contigo, enróllalas en tus dedos, anótalas en tu corazón. Di a la sabiduría: 'Tú eres mi hermana', y a la inteligencia, 'Eres sangre de mi sangre'.
Ellas [la sabiduría y la inteligencia] te librarán de la mujer ajena, de la adúltera y de sus palabras seductoras. Porque desde la ventana de mi casa miré a ciertos jóvenes inexpertos, entre ellos, uno que me llamó la atención de manera particular. Era un joven falto de cerebro. Cruzó la calle, llegó a la esquina y se dirigió hacia la casa de la mujer. Caía la tarde, y el día llegaba a su fin, nacían las sombras de la noche.

"De repente, la mujer salió a su encuentro solapadamente con toda la apariencia de una prostituta. Era escandalosa y descarada, nunca estaba en casa. Unas veces andaba por las calles, y otras, por las plazas. Siempre acechando en alguna esquina. Entonces, se prendió de su cuello, lo besó, y descaradamente le dijo: 'Tengo en mi casa [carne deliciosa para comer, que sobró de los sacrificios que llevé al altar], porque hoy he cumplido mis votos con Dios. Por eso vine a tu encuentro. Estaba buscándote, y ¡mira! ¡Te encontré!'. Sobre mi cama he tendido colchas multicolores de lino egipcio. ¡Te encantarán! He arreglado mi casa y la he perfumado con mirra, áloe y canela. Mmm, ¡Ven! ¡Bebamos hasta el fondo de la copa del amor y disfrutemos hasta el amanecer! No te preocupes. Mi esposo no está. Se ha ido de viaje, muy lejos, y se ha llevado una bolsa de dinero. No regresará hasta fin de mes.'

"Con palabras persuasivas lo convenció, y con lisonja de sus labios lo sedujo. Y él no se demoró ni un instante, y fue tras ella como toro al matadero, como un ciervo que cayó en la trampa. No se dio cuenta que una flecha le abriría muy pronto las entrañas. Se metió en su casa como un ave desprevenida que se lanza contra una red, sin saber que en ello se le iba la vida.

"Así que, hijo mío, escúchame y presta mucha atención a mis palabras: No desvíes tu corazón hacia sus sendas ni te extravíes por sus caminos, porque ya son muchos lo que han muerto por ella. Sus víctimas han sido incontables. Su casa lleva derecho a la tumba, ¡al reino de los muertos!".

¿Otra novela? ¡Oh, no! No es una novela. Una novela se define como una deformación de la realidad con la finalidad de agradar al lector o espectador. Pero la Biblia no deforma la realidad. Todo lo contrario. La expone con tanta escrupulosidad que realmente resulta beneficioso seguir sus consejos. Dice las cosas de manera franca y abierta, a veces un poco chocante, pero nos advierte de las consecuencias y nos dice qué hacer y cómo proceder en caso de haber incurrido en falta.

De modo que ¿para qué leer la Biblia? Pues, si aún no te has dado cuenta, lo harás después. No te preocupes. Tarde o temprano, todos terminan leyendo la Biblia. Porque se dan cuenta que allí estaba todo lo que necesitaban saber para vivir la vida de la mejor manera. Uno se dan cuenta rápido y obedecen, otros se meten en la mar de dificultades antes de bajar la cabeza y reconocerlo: Dios es Dios, y sabe más que nosotros, pues.

Por eso, no importa si eres joven o viejo, hombre o mujer, sano o enfermo, comprensivo o desalmado, consciente o despreocupado, sinvergüenza o responsable; o si estás en problemas o llevas una vida sin preocupaciones, si te fue bien en la vida hasta ahora, o si sufriste durante años sin recibir ninguna clase de apoyo espiritual, tarde o temprano abrirás el libro y querrás que Dios te diga las cosas cómo son.

"¡Cuántos problemas me hubiera ahorrado si hubiera sabido todo esto cuando era joven!". Eso es lo que suelen exclamar las personas que comienzan a incluir la Biblia en su vida. Pero no solo eso. ¡Cuántos problemas se ahorrarían los viejos si supieran todo lo que dice la Biblia! Sobre todo, en una etapa tan avanzada de la vida.

Porque llega el tiempo en que uno siente que la vida le pesa, que no tiene ningún gusto, que pasa volando y no deja ningún rastro que valga la pena seguir. ¿Qué dice la Biblia al respecto?

Bueno, básicamente advierte a los jóvenes que tomen sus precauciones y no jueguen con Dios, porque 'de Dios nadie puede burlarse impunemente. Porque cada uno cosecha lo que siembra'. (Gálatas 6:7)

¿Y a los que no son jóvenes? Les recuerda que deben reflexionar en el pasado y entender su situación actual, para enfrentarla de la mejor manera y dejar de seguir cometiendo los mismos tontos errores de siempre, que los llevaron a esa situación. Porque si siguen cometiéndolos, no se imaginen que los problemas dejarán de venir solo por que ya son ancianos.

El agua es agua, y mientras haya grietas en una cañería, escapará por donde pueda. Los problemas no se detienen con la edad, pero uno puede aprender a hacerles frente de maneras más provechosas. Hay algo en que la edad avanzada y la juventud se parecen mucho, y es que, tanto en la edad avanzada como en la juventud, los problemas se multiplican cuando uno pasa por alto al Creador. Lo mejor es bajar la cabeza y aceptar que Dios es superior a uno en sabiduría e inteligencia, y reconocer que el deber de uno es obedecerle. Entonces su situación comienza a mejorar, poco a poco, hasta que aprende a ser verdaderamente feliz. No importa la edad. Pero si seguimos tercos, pretendiendo que lo sabemos todo, y que los demás no tienen nada que aportar… el dolor aumentará hasta hacerse insoportable. Es mejor humillarnos.

Cierta mujer se pasó toda la vida odiando a su hermana por una pequeñez ocurrida en su niñez y nunca la perdonó. Vivieron juntas toda la vida, pero ella le expresaba un odio asesino. Vivía deseando que su hermana muriera y poder heredar la casa y, por fin, 'vivir tranquila'. Pero ya tenía unos 70 años de edad y ninguna de las dos moría. Su hermana siempre tenía las ventanas de su habitación abiertas, y por las noches, la luz encendida, para leer la Biblia en voz alta. Pero ella siempre tenía las ventanas cerradas, y por las noches, no encendía las luces. Cerraba su puerta para no escuchar la lectura de su hermana.

¿Te parece una manera interesante, productiva e inteligente de vivir la vida? ¿Verdad que no? El odio no conduce a nada sino a más odio; pero el amor no conduce a nada sino a más amor. Ella optó por odiarla a muerte y gastar su vida en la oscuridad de sus rencores. Más simple le hubiera resultado perdonar y pasar la página.

Hay un arrogante que dice: "No necesito nada de ustedes. Todos ustedes están equivocados". Pero sigue dando vueltas y vueltas a lo mismo sin poder salir del laberinto en que se ha metido por orgulloso. Regresa a su sillón, se pone la mano en la quijada y mira por la ventana cómo otros sí son felices, pero no da su brazo a torcer. Tiene el cuello como una roca sólida, la mirada en las nubes, el pecho inflado. Pero un día se le quebrará el cuello, las nubes le traerán rayos y truenos y el pecho se le detendrá para no volver a latir. ¿Era eso vida?

Por eso, es mejor comenzar a leer la Biblia cuanto antes y extraer su sabiduría e inteligencia, como hizo Jesús desde niño, para sacarle provecho y disfrutar más de la vida ahora, y abrigar la esperanza de la resurrección. Dios le dará un nuevo corazón, un nuevo cuello y una mejor perspectiva de los asuntos.

No es bueno pensar que otros no pueden aportar consejo práctico para la vida. No es bueno creer que uno ya lo sabe todo. No es bueno tirarle la puerta a la esperanza. (Eclesiastés 4:13) Es mejor abrir el libro y dejar que nos diga dónde debimos poner los pies, en vez de estar diciéndole irrespetuosamente a Dios cómo debería hacer Su obra. (Isaías 48:16-18)

De modo que "¿Por qué leer la Biblia?". Porque es la acción más inteligente que una persona puede hacer, sobre todo cuando ha llegado hasta el callejón sin salida de la falta de esperanza. La Biblia es por excelencia el único libro de la esperanza verdadera. Es el único que versa tan maravillosamente sobre el amor. Es el único que nos explica lo que verdaderamente significa la fe.


¿Por qué pensar que uno no merece ser amado? ¿Por qué pensar que todos pueden ser felices menos uno? ¿Por qué pagar dinero por lo que no es pan de verdad? ¿Por qué seguir abriendo infructuosamente el grifo de una cisterna rota? (Jeremías 2:13; Isaías 55:1-3)



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