Dicen que "todo depende del punto de vista del que se mire". Y es muy cierto. Todo depende de la perspectiva y de cómo uno percibe las cosas. Pero ¿qué es la perspectiva y qué es la percepción?
La perspectiva se ha definido como el enfoque, apariencia, punto de vista, profundidad o manera de ver una imagen o de entender un asunto, y la percepción, como lo que sentimos al ver, oír, tocar o captar cualquier cosa con nuestros sentidos.
La perspectiva de alguien que está aquí es muy distinta a la de alguien que está allá, así como la de uno que está arriba y otro que está abajo. No debemos esperar que un niño tenga la misma perspectiva de un adulto, ni viceversa. Y su aplicación abarca cualquier enfoque. La lista es infinita.
La perspectiva de un extranjero y la de un nativo. La de un experto y un novato. La de un maestro y la de su estudiante. La de un vendedor y la de su cliente. La de un invidente y la de un vidente. La de un esposo y la de una esposa. La de un niño y la de sus padres. La de un médico y la de su paciente. La de alguien que va y la de alguien que viene. La de alguien que mira hacia arriba y la de alguien que mira hacia abajo. La de un director de orquesta y la de uno de sus músicos. La de Dios y la del hombre. (Isaías 55:8-9; 1 Cor 13:11)
Jesús dijo una vez: "El que viene de arriba está por encima de todos. El que es de la tierra es terrenal y habla de cosas terrenales. El que viene del cielo está por encima de todos". (Juan 3:12, 31) "Ustedes son de aquí abajo, yo vengo de arriba. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo." (Juan 8:23).
¿Podríamos afirmar que la perspectiva de Jesús era diferente de la de sus discípulos porque afirmaba que venía del cielo, y que por tanto era superior en conocimiento, sabiduría, fortaleza e integridad física? Si lo pensamos mejor, no solo diríamos que su perspectiva era diferente o superior, sino multidimensional, o sea, que era capaz de ejercer una empatía perfecta con sus discipulos. Su visión abarcaba todos los ángulos de cualquier asunto, ya fuera en sentido físico, emocional, espiritual o de otra índole.
Desde una perspectiva se podía decir que Jesús era diferente o superior, y desde otra, que era igual o inferior. Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo que en cierto sentido Jesús fue hecho inferior a los ángeles, pero que después de su resurrección llegó a ser superior. (Hebreos 2:7-9) Desde otro punto de vista dijo que llegó a ser igual, parecido o semejante a nosotros, pero por humillarse llegó a ser muy superior. (Filipenses 2:5-11) Incluso dijo que llegó a ser probado igual que nosotros. (Hebreos 4:15)
Cualquiera diría que sus pruebas no fueron iguales porque él nunca cometió pecado. Pero esa sería una opinión basada en una perspectiva personal. Aunque es cierto que ciertos pasajes de la Biblia dicen que Jesús tenía un lugar más elevado que los ángeles antes de nacer en la tierra como hombre, cuando vino a la tierra su situación llegó a ser como la de un hijo de la humanidad.
Nosotros no tenemos el poder de Jesucristo para resucitar a muertos, curar a ciegos de nacimiento, caminar sobre el agua o calmar una tempestad. Tampoco podemos tener una perspectiva multidimensional como la de Jesús, de modo que conozcamos todos los detalles de la vida de una persona o de un pueblo. Nuestra empatía es muy limitada en comparación.
Siendo así, ¿cómo es posible que dos personas logren entenderse, es decir, que logren comunicarse y lograr que una entienda lo que piensa y dice la otra? Si un alemán habla con un japonés, ¿cómo pueden entenderse, y lo que es más importante: como podrían ponerse de acuerdo?
Si dos personas hablan idiomas diferentes, solo podrían entenderse si conversan en un idioma que sea inteligible para ambas. En los tiempos de Jesús, ese idioma era el griego koiné. Hoy es el inglés, francés o español, por citar los más internacionales. Además, como vimos, entender lo que uno y otro dice es solo una parte de la ecuación. La otra, muy diferente, consiste en ponerse de acuerdo.
Unos días después de que Jesucristo resucitó y regresó al cielo, su Padre derramó su espíritu desde el cielo sobre los discípulos durante la fiesta del Pentecostés, lo que resultó en la fundación de la primera congregación cristiana y en facultar milagrosamente a los discípulos para comunicarse con todos los que habían inmigrado a Jerusalén. (Hechos de Apostoles 2:1-4)
Aquello resultó en una expansión casi instantánea de la iglesia y de la fe en Cristo. En muy poco tiempo, muchos que antes no habían ejercido fe en Jesús recibieron la gracia de poder transformar sus vidas y adoptar una nueva y mejor perspectiva de los asuntos.
Muchos que fueron ladrones dejaron de robar, estafadores dejaron de estafar, mentirosos dejaron de mentir, borrachoscdejaron de emborracharse, glotones dejaron de comer en exceso, pervertidos dejaron de pervertir, abusadores dejaron de abusar, murmuradores dejaron de murmurar, criticones dejaron de criticar, injustos dejaron de cometer injusticias, etc.
El amor a Dios y al prójimo no solo se convirtió en la fuerza dominante de sus vidas, sino en un poder que los ayudaría a soportar los crímenes que después los malvados cometerían contra ellos cuando se desatara la persecución.
Su nueva perspectiva les permitió ampliar su panorama, les ayudó a ver los asuntos desde un punto de vista más elevado, más abarcador, más amplio, más acorde con el Padre. Jesús logró aquello que por sí mismos sus seguidores nunca hubieran podido lograr por sí mismos: expandir el mensaje del Reino hasta los rincones más alejados.
Ahora toda la Tierra recibiría el testimonio y la buena noticia de que el reino de Satanás había sido derrotado. (Lucas 10:18) Solo era cuestión de tiempo, un tiempo que Dios usaría para cumplir su antigua promesa de restaurar el paraíso. (Genesis 3:15; Hechos de Apostoles 3:21; Lucas 19:10; 23:43; Apocalipsis 2:7)
Cuando llegara el tiempo señalado en las Escrituras todo sería puesto poco a poco en su debida perspectiva. La percepción de los discípulos se unificaría con la del Padre y del Hijo mediante el espíritu santo. (Isaías 45:21; Efesios 4:3, 13)
No significaría que todos se convertirían en robots que pensaran e hicieran lo mismo sin razonar, sino en personas de inclinación espiritual que trabajarían unidas teniendo un mismo propósito. (Juan 17:11-23; Romanos 12:1-2; 1 Corintios 1:10)
Desde el principio, Jesús tuvo como objetivo unificar al rebaño, una unidad que solo se lograría analizando las Escrituras y obteniendo el punto de vista de Dios, su perspectiva, enfoque y manera de entender los asuntos. (Isaías 55:8-13; Proverbios 3:5)
En otras palabras, aunque no desarrollamos automática ni naturalmente una perspectiva o percepción multidimensional, sino una que tiende al egoísmo, la parcialidad, la intolerancia y la beligerancia, el estudio acucioso de la Biblia nos permite mejorar y ampliar nuestra perspectiva y percepción de todas las cosas. Podemos esforzarnos por comprender "la anchura, largo, alto y profundidad del amor de Cristo, que sobrepuja el conocimiento. Entender la plenitud de Dios". (Efesios 3:18-19)
Suena presuntuoso afirmar que los lectores y estudiantes de la Biblia podrían ampliar su perspectiva y percepción de manera que podrían pensar y sentir como Dios, pero eso es precisamente lo que busca el Padre. Él sabe que nunca lograremos ser igual que Él, ni siquiera Jesús creyó ser igual que su Padre. Pero quiere que hagamos el esfuerzo de reflejar su imagen, tal como se esforzó Jesús.
Aunque las Escrituras no establecen metas caprichosas para cada uno, nos ponen una meta que todos sí podemos alcanzar: esforzarnos.
Esforzarnos y perseverar es una meta que todo cristiano tiene ante sí, y debe alcanzarla cada día. Si no hay esfuerzo, no hay interés, y si no hay interés, ¿de qué manera estaríamos cumpliendo?
Y algo que requiere mucho estudio y esfuerzo es el asunto de la percepción y la perspectiva que tenemos acerca de las cosas. ¿Nos hemos acostumbrado a verlo todo desde nuestro propio punto de vista solamente? ¿Solo creemos en lo que nosotros percibimos como realidad? ¿No solemos concederle a otra persona el beneficio de la duda? ¿Nos atrincheramos en un solo razonamiento y nos cuesta admitir que a veces podría haber más de una perspectiva, enfoque, apariencia, punto de vista, profundidad o manera de entender los asuntos?
Y más importante aún: ¿Nos atrincheramos en nuestra propia voluntad, o la de nuestro grupo, equipo, pueblo, club o nación, menospreciando o hasta despreciando la perspectiva, enfoque, punto de vista, profundidad y manera de entender las cosas del Creador del universo, el poseedor de la mente más extraordinaria que existe? Nosotros no sabemos más que Él, ¿verdad?
El apóstol Pablo preguntó una vez: "¿Ahora me consideran su enemigo porque les dije la verdad?". (Gálatas 4:16) Los cristianos gálatas habían perdido la perspectiva, habían modificado su percepción. Ya no les estaba gustando escuchar a Pablo. Antes hubieran dado la vida por él, pero ahora lo miraban sobre el hombro, lo veían con otros ojos. ¡Habían cambiado completamente!
¿Cuál es la lección? La lección es que uno puede cambiar completamente dependiendo de la perspectiva y la percepción. ¡Sí! Se puede modificar una postura, una costumbre, un hábito, una moda, un capricho, una meta, una decisión, un deseo, un objetivo, un propósito, un empeño, un punto de vista, un enfoque y cualquier cosa que uno se proponga. Y así como se puede cambiar para mal, se puede cambiar para bien.
Jesucristo nos puso la meta de esforzarnos, no de pasarla bien y divertirnos solamente. Podemos divertirnos y pasarla bien. De hecho, eso fue lo que Dios le propuso a Adán desde el principio. Pero no debemos perder la perspectiva: Dios es Dios, y es nuestro Padre, nuestro consejero más idóneo. Su palabra merece todo nuestro respeto, igual que mereció el respeto de Jesús.
Jesús es el reflejo de su Padre. Tiene la mejor perspectiva y una percepción que no falla. Podemos discrepar con él y hasta darnos el gusto de plantarle cara o hasta llegar al colmo de burlarnos de sus ideas o de las de sus apóstoles, que por espíritu santo escribieron cartas estimulantes, amorosas, amonestadoras e iluminadoras en cuanto al futuro. Pero saldremos perdiendo, a la corta y a la larga, si persistimos en el error.
¿Por qué? Porque la perspectiva y la percepción fueron cualidades creadas por él. Algo similar sucede con un producto de la mejor calidad: Nadie sino el fabricante sabe lo que más le conviene al usuario.
Dios creó a nuestros primeros padres y desde el principio les dio la mejor perspectiva, con una percepción inmejorable. Pero cuando perdieron la perspectiva y comenzaron a percibir que podían salirse con la suya apartándose de su Padre, corrompieron su conciencia, dañaron su ADN y comenzaron a envejecer, entonces murieron y desaparecieron.
Por lo tanto, debido a que hemos nacido pecadores, descendientes de Adán, estamos llamados a recuperar la debida perspectiva, la del Padre, y a esforzarnos por percibir cuál es su voluntad, ya que si vemos las cosas desde cualquier otra perspectiva, nunca alcanzaremos la vida eterna ni la paz con Dios. (Efesios 5:17).