¿Es tan grave mentir?
Suplantar la identidad de otro se considera un crimen que puede llevar a la cárcel por varios años. Pero ¿dónde y cuándo empieza a gestarse el crimen? Generalmente, temprano e la vida. El niño no recibe la disciplina adecuada, o las malas compañías desvirtúan la disciplina que se le impartió,, y el resultado es un permanente desvío del camino. Casi todas las desgracias promovidas por uno mismo tuvieron sus inicios temprano en la vida, cuando la personalidad y el carácter comenzaron a moldearse. Fue como virar un poco el timón de un barco. Después de varios kilómetros está en un curso completamente diferente al trazado al partir.
Unos dicen: "Es una mentira pequeña", y otros, "es solo una mentira piadosa", minimizando la importancia de no decir la verdad. Pero uno de los Diez Mandamientos que Moisés entregó al pueblo de Israel fue claro y directo: "No mentirás". Por eso surge la pregunta: "¿Es tan grave mentir?".
Algunos de los muchos sinónimos para la mentira son: engaño, falsificación, fingimiento, torcimiento, calumnia, embuste, falacia, farsa, fraude, phishing, estafa, infundio, irrealidad, novela, patraña... Cada uno con sus propios aspectos de falsedad. Y aunque es cierto que la novela deforma la realidad con la finalidad de agradar al espectador, no necesariamente se la considera una mentira. Lo malo estriba en que se la utilice deliberadamente para engañar y sacar un provecho egoísta. El cuento, la fantasía y toda clase de imaginación no necesariamente tiene que catalogarse de mentira. Sin embargo, el propósito con el que se diseña tiene mucho que ver con el daño y las consecuencias que puede traer.
Si un niño miente y roba, seguirá haciéndolo mientras no le ocurra nada que lo perjudique directamente. Pero dejará de hacerlo si entiende que podría perjudicar a otros y acarrearse perjuicio personalmente en algún momento. "Para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado". ¿Por qué? Porque la mentira puede poner a uno en ventaja por un tiempo, pero también hacerle perder en un instante todo lo que ganó con tanto esfuerzo.
Por ejemplo, uno puede encender su cocina con una chispa y preparar sus alimentos. No no tiene nada de malo. ¡Al contrario! Pero la misma chispa podría provocar un pavoroso incendio en presencia de una gran concentración de gas en el ambiente. Puede ser inofensiva o perjudicial dependiendo de la cantidad de combustible presente. Lamentablemente, muchos no razonan que si una chispa es pequeña, es igualmente peligrosa. El peligro no se mide por el tamaño de la chispa, sino por las consecuencias.
Una mentira es como una chispa. Si las consecuencias son leves, solemos restarle importancia, pero si son graves, la condenamos tajantemente. Por ejemplo, encendemos una fogata para divertirnos, pero si se sale de control y resulta en un incendio forestal, somos perseguidos y se nos procesa penalmente por hacerlo. De modo que no son las consecuencias lo que debería determinar nuestro respeto hacia las chispas, sino el sentido común. No respetamos una chispa por las consecuencias, sino por ser chispa.
Si Dios dice que mentir está mal, debemos hacer nuestra la norma de no mentir. No esperaremos a que nos sobrevengan consecuencias desastrosas para comenzar a entender la importancia de respetar el mandato. Dios es capaz de medir las consecuencias a largo plazo con más destreza que nosotros. Sabe que una mentira nunca es pequeña, porque podría llevar a un completo desastre. Nosotros, con nuestro limitado conocimiento, podríamos darnos licencia y mentir, pensando que no haremos daño a nadie. Pero ¿tenemos en cuenta que el daño podría resultar más grande de lo calculado?
Por ejemplo, después de ser creado, el hombre recibió varias instrucciones que le permitirían disfrutar de su vida en el paraíso terrenal. Uno de ellos fue: "Puedes comer fruto de todos los árboles del jardín, pero no del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si comes de él, morirás." Y él pasó la advertencia a su esposa, que pudo corroborar más tarde: "Podemos comer del fruto de todos los árboles que querremos. Pero, no el fruto del árbol que está en medio del jardín. Porque Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni siquiera lo toquen, o morirán.” (Génesis 2:16-17; 3:2-3)
Y se encendió la chispa cuando ella oyó la pregunta inquietante: "¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?", y despertó su pensamiento hipotético deductivo para que llegara a una conclusión diferente. No le dijo que comiera del fruto, sino le hizo una pregunta que despertó otra opción en su mente: Podía llegar a ser como Dios. Pero ella todavía mantiene su integridad repitiendo el mandato de Dios. Sin embargo, percibe, equivocadamente, que Dios les ha mentido. Si comía del fruto prohibido, no moriría, sino que llegaría a ser como Dios.
Ella piensa en la nueva hipótesis y, en vez de consultar con su esposo, pronto llega unilateralmente a la equivocada deducción de que puede conseguir una libertad sin límites. Entonces, procede, come e induce a su esposo a unirse a ella. Pero ¿cuáles fueron las consecuencias? Por favor, enciende las noticias en la televisión esta noche -y todas las noches- y observa las consecuencias. Todo lo que vemos en la sociedad humana es una prueba viva de lo que causó aquella pequeña mentira.
Por eso Jesús dijo a los que se creían justos y, sin embargo, no lo eran: Ustedes descienden de su padre el Diablo, y quieren hace sus deseos. Él ha sido un asesino desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque en él no hay verdad. Cada vez que miente, está manifestando su naturaleza, porque es un mentiroso y el padre de la mentira. Sin embargo, a mí, que les hablo la verdad, no me creen. ¿Alguno de ustedes puede probar que soy culpable de pecado? Si les estoy diciendo la verdad, ¿por qué no me creen? El que viene de Dios escucha lo que dice Dios. Ustedes no me prestan atención, porque no vienen de Dios". (Juan 8:44-47)
"Les estoy diciendo la verdad, [pero] no me creen", dijo Jesús. Estaban cegados. Creían que veían la luz, pero no veían nada. Porque estaban cegados, de la misma manera como estaban cegados Adán y Eva. Por eso, el apóstol Pablo advirtió a los primeros cristianos: "Temo que, así como la serpiente engañó a Eva con astucia, el modo de pensar de ustedes sea desviados del compromiso puro y sincero que le deben al Cristo". (2 Corintios 4:4; )
¿Como es posible que alguien oiga o lea la verdad, y no obstante, no la reconozca, sino que la condene como falsedad? Eso solo puede ocurrir cuando uno afirma tener a Dios en su corazón, pero, en realidad, tiene al Diablo. Suena horrible, pero es la verdad. Eso sucedió en tiempos de Jesús y los apóstoles, y sucede en nuestro tiempo. Poro a poco, pequeñas mentiras se fueron enredándose con otras hasta que formaron un conjunto de mentiras grandes y poderosas que nadie discute por temor al qué dirán, como un manto negro sobre el cielo, impidiendo que pase la luz de la verdad.
Cuantas más personas apoyan una mentira, más verdadera parece. Llega un punto en que nadie la discute, nadie la pone en tela de juicio, nadie la examina a fondo, nadie la cuestiona, nadie se atreve a ponerla en su lugar, nadie quiere involucrarse en la tarea de desenmascararla, nadie tiene suficiente interés como para prescindir de ella. Todos concuerdan en que es verdad, cuando no es verdad. Solo para evitarse problemas.
Pero ocultar la verdad o mantenerla escondida no tendrá éxito. Jesús dijo: "No tengan miedo. Porque no hay nada solapado que no llegue a destaparse, ni nada oculto que no llegue a saberse. Lo que les estoy diciendo en la oscuridad, proclámenlo a plena luz del día, y lo que se les estoy susurrando al oído, anúncienlo desde las azoteas". (Mateo 10:26-27)
La verdad se abriría paso como un rompehielos en medio del ártico, imparable, tenaz, vigorosa y formidable. Nadie podrá mantenerla oculta por más tiempo. El Señor ha contado sus días. Muy pronto, los ángeles que han sido preparados precisamente para la hora, el día, el mes y el año señalados en las profecías de la Biblia, será soltados para poner fin a las mentiras que Satanás usó para torturar a la humanidad, y su cantidad se contará en millones. (Apocalipsis 9:15)
¿Qué sentido tiene seguir oponiéndose uno a la verdad, o maquillándola con una parafernalia que solo disimula su fracaso moral? ¿No sería mejor reconocer su imparable influencia en los de corazón valiente, y unirse con resolución a quienes en realidad están sirviendo a un Dios de amor? ¿Cómo reconocerlos? ¡Fácil! Jesús dijo: 1) "Si se mantienen fieles a mi enseñanza, demostrarán que realmente son mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad los libertará" (Juan 8:31-32), y (2) "por este detalle todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: Si se aman los unos a los otros". (Juan 13:35)
De modo que, si Jesús dijo que sería fácil reconocerlos por esos dos aspectos fundamentales (conocimiento exacto y amor genuino), deberías ponerte a reflexionar con profundidad si no logras reconocerlos. Porque eso significaría que estás en la zona de peligro, en la zona de los que no logran reconocer la verdad a pesar de tenerla enfrente. Sin embargo, recordemos una vez más las palabras de Jesús, mencionadas antes: "Conocerán la verdad y la verdad los libertará".
Si verdaderamente tenemos el deseo de conocer la verdad, urgaremos en ella hasta dar en el clavo y librarnos de todas las mentiras que Satanás logró impregnar en el mundo. Mentiras que han resultado ser como chispas que han encendido un enorme desastre mundial. ¿No hemos visto las consecuencias en las noticias?