"Creo en el NT pero no en el AT"


"Si hay un edificio, también hay un cimiento."
- Lógica simple

Hay quienes dicen: "Yo creo en el Nuevo Testamento, pero no en el Antiguo Testamento". ¿Te ha sucedido que alguien respondió así cuando intentaste hablarle de la Biblia? Hay un detalle que se les escapa. Piensa en lo siguiente la próxima vez que alguien te responda así. 

Cuando miramos un árbol, solo vemos la parte de arriba. No solemos pensar en sus raíces. Pero ahí están, enclavadas en la tierra, nutriéndolo y sosteniéndolo, extendiéndose y profundizando por sí mismas. Algo similar sucede con los edificios que vemos a nuestro alrededor. Los admiramos desde el primer piso hacia arriba y no pensamos en los intrincados, fuertes y profundos cimientos que los sostienen, capaces de soportar un terremoto.

Y tal como no puede existir un enorme árbol ni un majestuoso edificio sin una base que lo sostenga, Jesús se valió de la lógica simple y de dicho principio de construcción para aplicarlo al conocimiento de las Santas Escrituras.

Al terminar su Sermón del Monte, dijo: ''El que escucha mis palabras y las pone en práctica es uno sabio y prudente. Porque construyó su casa sobre roca. Llegó la lluvia, desbordaron los ríos, soplaron los vientos y golpearon aquella casa, pero no se derrumbó, porque tenía sus cimientos enclavados en la roca. Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica es como un tonto que construyó su casa sobre arena. Llegó la lluvia, desbordaron los ríos, soplaron los vientos y golpearon la casa y se derrumbó, y fue un gran desastre.'' Cuando Jesús terminó su discurso, la gente quedó admirada de cómo enseñaba, porque lo hacía con autoridad y no como los maestros de la Ley. (Mat 7:24-29) Era una lógica simple.

¿Quién podría creer que alguien llegó a ser un gran ingeniero sin haber aprendido a sumar, restar, multiplicar y dividir? ¡Imposible! Primero es lo primero. No se puede correr sin haber aprendido a caminar. ¡Imposible! Todo en la vida tiene un cimiento. ¡Hasta la maldad tiene cimientos! El apóstol Pablo mostró la congruencia de tal verdad, diciendo: "No se engañen. 'Las malas compañías corrompen las buenas costumbres'" (1 Corintios 15:33)  Y el libro de Proverbios dice: "El que con sabios anda, sabio se vuelve; pero el que con necios se junta, saldrá mal parado". (Proverbios 13:20) Es lógica simple.

Primero es la siembra, luego la cosecha. Uno no puede cosechar sin haber sembrado. Y no puede cosechar papas si siembra tomates. Es lógica simple. El apóstol igualmente aplicó esa lógica simple al escribir "No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, cosechará destrucción, pero el que siembra para el espíritu, cosechará del espíritu vida eterna. (Gálatas 6:7-8)

Hay quienes dicen: "Yo creo en el Nuevo Testamento, pero no en el Antiguo Testamento. Pero no se dan cuenta de que al decir tal cosa es lo mismo que decir: "Yo creo que puedo construir un edificio sin cimientos". Porque las Escrituras que Jesús tuvo a su disposición para aprender la voluntad de su Padre era lo que, precisamente, nosotros consideramos el Antiguo Testamento.

El Nuevo Testamento comenzó a redactarse después de la muerte y resurrección de Jesucristo. De modo que cuando él citaba las Escrituras, no estaba refiriéndose al Nuevo Testamento, sino al Antiguo Testamento, la literatura que le sirvió para aprender acerca de su Padre y de las profecías que tenían que cumplirse en él. Por eso dijo: "Todo el que ha oído de parte del Padre, y ha aprendido, viene a mí." (Juan 6:45) ¿Todo el que ha oído? ¿Oído dónde? ¡En el Antiguo Testamento! También dijo: "Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado." (Juan 7:16)

De modo que Jesús no solo creía en todo lo que estaba escrito en el Antiguo Testamento, sino que sus enseñanzas se basaban firmemente en este. De hecho, las buenas nuevas procedían de la misma fuente. Comparemos, por ejemplo, Lucas 4:16-21 con Isaías 61:1-2.

En el Nuevo Testamento, en el evangelio de Lucas, se lee: "Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde estaba escrito: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor.' Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente, y él comenzó a decir: 'Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes." (Lucas 4:16-21)

Y en el Antiguo Testamento, en Isaías, se lee: "El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo". (Isaías 61:1-2)

Jesús nunca pudo haber afirmado esas palabras si no las hubiera citado del Antiguo Testamento. Él consideraba aquel libro como sagrado y digno de confianza. De hecho, condenó a los líderes religiosos de su tiempo por anteponer sus tradiciones a lo que estaba escrito en el Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento fue el cimiento de la obra de Jesucristo y la base de su fe en Dios. ¿Nos imaginamos a Jesús diciendo: "Yo creo en lo que estoy haciendo, pero no creo en el Antiguo Testamento"? Imposible. él dijo: "Ustedes estudian con diligencia las Escrituras (el AT) porque piensan que en ellas hallarán la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!" (Juan 5:39) En otras palabras: "Ustedes estudian con diligencia el Antiguo Testamento porque piensan que en él hallarán la vida eterna. ¡Y es él el que da testimonio en mi favor!" (Juan 5:39) ¡Jesús tenía una fe inquebrantable en el Antiguo Testamento!

Decir: "Yo creo en el Nuevo Testamento, pero no en el Antiguo Testamento" es solo una magnífica manera de demostrar la crasa ignorancia y el escaso conocimiento que uno tiene acerca de la vida y obra de Jesucristo, alguien de quien, precisamente, habla el Nuevo Testamento. Y si no tiene conocimiento del Nuevo Testamento, un libro en el que dice que cree, ¡cuánto menos conoce el Antiguo Testamento!

Por eso en apóstol Pablo dijo: "Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor que me fortalece, pues me consideró digno de confianza al ponerme a su servicio aunque antes era un blasfemo, perseguidor e insolente. Pero Dios tuvo misericordia de mí porque yo era incrédulo e ignorante." (1 Timoteo 1:12-13) ¿Ignorante? Pablo no era ningún ignorante. Había sido educado en los mejores centros de enseñanza de su época. ¿Cómo pudo decir que era ignorante? Se refería a que ignoraba todo lo que debió saber respecto al Cristo, pero que sus líderes religiosos no le habían enseñado.

Cuando abrió lo ojos y se dio cuenta del grave error que había cometido al tildar de ignorantes a los cristianos, se estrelló contra la realidad y fue humilde para reconocer su pequeñez y falta de perspicacia. A partir de lo cual profundizó sus conocimientos en el Antiguo Testamento para darles aplicación práctica y promover las buenas nuevas, lo que contribuyó mucho a la extensión del Nuevo Testamento. De hecho, escribió 14 apistolas apostólicas.

Por lo tanto, no es muy inteligente decir: "Yo creo en el Nuevo Testamento, pero no en el Antiguo Testamento". Porque eso solo indica un nivel muy bajo de conocimientos de ingeniería: No se puede construir un edificio sin cimientos. El Nuevo Testamento nunca se hubiera producido sin los cimientos del Antiguo Testamento.

Si alguien desea entender el Nuevo Testamento, necesita entender también el Antiguo, porque el Nuevo es un cumplimiento de todo lo que está escrito en el Antiguo. Es una cuestión de lógica simple. Ambas obras de literatura están entrelazadas para lograr un efecto unificado, una sinergia capaz de producir un pueblo numeroso que va a heredar las promesas del Salvador.


El Nuevo Testamento dice, en Lucas 24:44-48: "'Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos"' [se refería a las raíces]. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras [es decir, al Antiguo Testamento]. "Está escrito que el Cristo padecería y resucitaría al tercer día, y en su nombre se predicaría el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas".

En conclusión, tal como no puede construirse un edificio sin cimientos ni sembrarse un árbol que no desarrolle raíces, la obra de Jesucristo no se hizo sin el cimiento de lo que estaba escrito en el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento es el cimiento del Nuevo Testamento.

Entender tal verdad es la base para una investigación seria de la Biblia. Si alguien acostumbra decir: "Yo creo en el Nuevo Testamento, pero no en el Antiguo", en realidad no sabe de qué está hablando. Le sugerimos con la mejor intención que deje de defender una postura tan absolutamente incongruente. ¡Es un principio básico de ingeniería!

Ahora bien, no hemos explicado esto para ganar discusiones ni hacer quedar mal a nadie, sino para que asegures en tu propio corazón el hecho de que la Biblia no está dividida en dos -Antiguo y Nuevo Testamento-. ¡Es un solo libro! De hecho, en la Biblia no solo hay dos testamentos, sino muchos. Testamento significa "pacto", y la Biblia contiene una gran cantidad de pactos diferentes. No es necesario referirse a ella como algo Antiguo o Nuevo. Toda es Palabra de Dios, y Jesús dio su vida por defenderla.

Cuando el Nuevo Testamento no existía, Jesús solía responder:
"Está escrito...". ¿A qué escrito se refería? ¡Al llamado 'Antiguo Testamento'!

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