¿Sientes que tu carga es más pesada de lo que puedes cargar? ¿A veces crees que Dios no está ayudándote, o peor, que Él es quien está poniéndote las pruebas, y que, por tanto, es quien está causando tu frialdad? (Santiago 1:13)
Lamentablemente, el abuso del poder religioso había saturado al pueblo de Jesús, y una de las características más sobresalientes de los líderes religiosos de su tiempo fue su sutileza para hacer sentir mal al pueblo por medio de poner sobre este cargas que las Escrituras no imponían a nadie y que ni siquiera ellos mismos estaban dispuestos a mover ni con la punta de un dedo. (Mateo 23:4) Aquello mereció una contundente desaprobación del Hijo de Dios.
No es raro que hoy día muchos líderes religiosos equivocados hagan exactamente lo mismo. Algunos hasta estudian técnicas de manipulación de masas y hablan con gran autoridad desde el púlpito, algunos hasta vociferando, dando a entender que Dios es igual de exigente, es decir, que impone sus ideas de la misma manera.
Por ejemplo, ciertos grupos eclesiásticos tal vez afirmen que la fe en Cristo se expresa principalmente pagando puntualmente un diezmo; o que si uno sufre alguna enfermedad incurable es porque no tiene suficiente fe para ser curado cuando el líder religioso exhorta a todos a poner fe en el poder de Dios; o que si profundizan sus conocimientos de la Santa Biblia están retando a Dios, o dejándose llevar por el Diablo, porque al cuestionar al pastor, demuestran que no confían en todo lo que él les está enseñando.
Otros supuestos guías religiosos hacen pisar el balancín para que sus oyentes caigan hacia el otro extremo, diciéndoles que Dios es tan extremadamente flexible y bueno que permite a todos hacer lo que les agrade a pesar de que su conducta no cuadre con el perfil que la Biblia indica para quien profesa reverenciar a Dios (siempre y cuando, por supuesto, no se olviden de llevar al templo la contribución esperada).
De esa y otras variadas maneras, los fieles llegan a sentirse tan agotados espiritualmente que toman decisiones drásticas que acaban atentando contra su propia espiritualidad, y en vez de hacer la voluntad de Dios, es decir, lo que la Biblia indica, terminan haciendo sutilmente la voluntad del enemigo de Dios (2 Corintios 2:11; Efesios 6:11), descuidando por completo las advertencias de Jesús. (Mateo 10:16)
Otro resultado puede ser que tal vez terminen poniendo en duda lo que la Biblia verdaderamente dice y antepongan ardorosamente lo que sus líderes religiosos les han dicho desde el púlpito, aunque no hayan aportado suficientes pruebas. Millones han presenciado por la televisión muchas noticias y documentales que muestran cómo líderes carismáticos han arrastrado a sus seguidores hacia la perdición mediante ganarse astutamente su corazón. Nos llama cada vez menos la atención cuando oímos de sexo desenfrenado, adulterio, drogadicción, abuso infantil y enriquecimiento ilícito, no solo entre los seguidores de ciertos cultos, sino entre los propios líderes religiosos de religiones plenamente reconocidas.
Dios es el juez, y juzgará a cada uno según sus obras, no conforme a la justicia del hombre, sino a la de Él, quien es muy misericordioso. (Éxodo 34:6-7) Pero nunca deberíamos pensar que es un Dios cruel y exigente, o débil y permisivo.
¿El resultado de seguir una guía religiosa equivocada? La relación con Dios se enfría, la persona se da por vencida y paga el diezmo sin chistar, se convence de que es tan pecadora que Dios nunca la sanará de su enfermedad, o deja de retar a Dios por medio de nunca volver a cuestionar al pastor.
Sin duda que Jesús estaba indignado por aquellas cosas, y por eso dijo las palabras antes parafraseadas.
¿Cuál crees que es la ‘talla’ que deberías tener realmente? ¿Qué es lo que Jesús verdaderamente pidió a sus discípulos? ¿Es Dios realmente tan exigente que no podamos dar con la talla o perfil que Él pide? Más que eso, ¿verdaderamente hemos analizado las Santas Escrituras para asegurarnos de que Dios nos pone tal o cual requisito? Por otro lado, ¿es Él tan permisivo que pase por alto la desobediencia a Su Palabra, de modo que pasemos por alto Su voluntad, y aún así, no recibir ninguna reprensión?
Jesús, quien era apacible y humilde de corazón, prometió que todo el que se sintiera cansado y agobiado espiritualmente hallaría descanso poniendo su fe en él, y que si además cargaba su yugo y aprendía sus enseñanzas, hallaría descanso para su alma. Porque su yugo era suave y su carga liviana. (Mateo 11:28-30)
¡Sería una contradicción que alguien pusiera fe en Jesús, aprendiera sus enseñanzas y su carga aumentara hasta el punto de que su alma se sintiera cansada, su yugo se volviera más pesado y su carga fuese insoportable! Por el contrario, los que hacían pesada la carga eran los líderes religiosos que ni siquiera movían un dedo para ayudar a llevarlas.
De modo que ‘la talla’ que uno necesita para recibir las bendiciones de Dios es la de la fe en Cristo. Si alguien tiene fe en Jesús, entonces, tiene ‘la talla’ necesaria a los ojos de Dios. Lógicamente, no se trata de simplemente decir, de la boca para afuera: ‘¡Tengo fe en Jesús!’, sino de aprender sus enseñanzas y esforzarse por llevarlas a la práctica.
¿A dónde iría uno a parar si dejara al Padre? El apóstol Pedro expresó esa inquietud el día que Jesús le ofreció la opción de renunciar y dejar de ser su discípulo. ¿Por qué? Porque Jesús acababa de enseñarles algo que muchos discípulos hallaron difícil de entender y aceptar. Jesús les dijo que ‘el espíritu era lo que daba vida, y que carne no servía para nada, y que las palabras que él les había hablado eran espíritu y eran vida. Pero algunos no creían. De hecho, Judas ya estaba a punto de traicionarlo.
Entonces, muchos discípulos le volvieron la espalda ese día y dejaron de andar con él. Por eso, Jesús les preguntó a los doce si no querían irse ellos también. Pero Simón Pedro le contestó: ‘¿Adónde iremos?’ [o ‘¿A quién seguiremos?’] Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos en ti y hemos reconocido que tú eres el Santo de Dios.
Es aquí cuando él les dice: '¿No seleccioné yo a los doce de ustedes? Sin embargo, uno de ustedes es un Diablo'. Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, que estaba para traicionarlo. (Juan 6:60-71)
Igualmente sucede hoy. Muchos que han reconocido por los Santos Escritos que Jesús es el Hijo de Dios y han dado su vida por él, reconocen que no ha habido un mejor líder, un mejor pastor ni un mejor guía espiritual en toda la historia de la humanidad. De modo que sencillamente no pueden darle la espalda y comenzar a andar tras enseñanzas torcidas que no están en la Palabra de Dios, y tras tradiciones religiosas opresivas que el espíritu santo no ha indicado. (Lucas 11:45; Juan 8:44)
Sin duda que seguir enseñanzas que no cuadran con el contexto de la Biblia y tradiciones humanas que no son de ningún provecho, terminan agobiando a las personas, haciéndolas sentirse mal, hasta el punto de querer tirar la toalla y renunciar. Pero hay algo más.
¿Por qué a veces sientes que no puedes dejar de intentar agradar a Dios? ¿Por qué perseverar a pesar de todo? ¿Por qué sigues aferrándote a Jesús, a pesar de sentir que no puedes cumplir?
La respuesta es simple, y aparece en Isaías 41:13: ‘Porque yo soy Jehová tu Dios, que sostiene tu mano derecha. Yo soy quien te dice: "No temas, yo te ayudaré"’. Tal vez es Dios mismo el que está tomando tu mano y no tú la de él. ¿Cómo puede ser eso? Bueno, Jesús dijo: ‘Nadie puede venir a mí si no lo atrae mi Padre’ (Juan 6:44) Dios sabe quién tiene un buen corazón, a pesar de que exteriormente las acciones de la persona no concuerden del todo con lo que deberían ser.
Sin embargo, uno tiene que hacer su parte y continuar esforzándose por: 1) Estudiar el modelo de Jesús, y 2) hacer la voluntad de Dios aunque al principio le parezca difícil. Eso incluye asumir la seria responsabilidad de dejar de seguir enseñanzas de hombres y tradiciones que no tienen base en las Santas Escrituras. Esto es muy importante, a juzgar por las palabras del apóstol Pablo en (Romanos 10:1-4)
Por lo tanto, no es de extrañar que algunas personas que piensan que su conducta deja mucho que desear, sigan esforzándose por agradar a Dios mediante poner fe en Jesucristo y tratar de seguir sus pisadas. (Mateo 19:21) Pero mientras no estudien profundamente la Biblia, no tendrán manera de averiguar si lo que suponen que Dios les pide es lo que realmente Dios les pide, y mientras sigan en oscuridad, seguirán sufriendo los efectos del error.
La Biblia advierte que si uno va más allá de las Escrituras y aprende o enseña algo que no tiene el respaldo del espíritu santo, recibirá las plagas escritas en los rollos. ¿A qué plagas se refería? A los efectos desagradables que les sobrevendrían por no hacer la voluntad de Dios. Por tal razón Jesús fue tan drástico al condenar a los líderes religiosos de su época, diciéndoles lo que quedó registrado en Lucas 11:42-54.
Por lo tanto, no es malo que alguien sienta el impulso de seguir a Jesús a pesar de que su conducta aún no esté a la altura de lo que su conciencia le diga que sería correcto. Pero eso queda resuelto averiguando qué es lo que Dios pide. Lo malo sería sentir el impulso de hacer la voluntad de Dios y darle la espalda en dirección opuesta, que es lo que algunos discípulos de Jesús hicieron cuando no entendieron bien cierta enseñanza de Jesús. (Isaías 50:4-5)
Digamos lo mismo que dijo el apóstol Pedro, y respondamos: ‘Señor, ¿a quién seguiremos? Tú tienes palabras de vida eterna’. (Juan 6:68) Sus once apóstoles fieles tuvieron fe para seguir a Jesús, Judas no. Su falta de fe resultó siendo una carga demasiado pesada sobre sus hombros. La Biblia habla figuradamente de la falta de fe como si de algo muy pesado se tratara, tan pesado que no nos dejara movernos y, mucho menos, correr. Para salir del atolladero es esencial pedirle a Dios la fe que necesitamos para creer en sus promesas y en su cumplimiento.
"Por tanto, ya que nos rodea tan grande multitud de testigos, deshagámonos de todo lo que nos estorba, [es decir,] del pecado que nos persigue, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fijando la mirada en el perfeccionador de nuestra fe, Jesús." (Hebreos 12.1-2)