¡Santifiquen al Cristo!

ÍNDICE



Vez tras vez oímos comentarios parecidos a estos: "Mi pastor no deja que le haga preguntas", "Mi pastor me sale con evasivas cuando le hago preguntas", "Mi pastor nunca contesta mis preguntas", "Mi pastor dice que no tengo por qué estar haciendo cierta clase de preguntas", "Mi pastor se incomoda cuando le pido una base para las cosas que nos enseña", "Mi pastor me avergüenza delante de todos cuando le hago preguntas sobre lo que no entiendo, diciendo que si tuviera más fe no necesitaría estar haciendo tantas preguntas", "Mi pastor...", "Mi pastor...", "Mi pastor...".

¿Hasta cuándo las personas se apoyarán en el pastor y no en su propia investigación de los asuntos? Es cierto que el pastor enseña, pero les corresponde a sus ovejas realizar su propio esfuerzo por cultivar la fe y mantenerse fiel a Dios. ¿O el pastor las salvará cuando estén el peligro? (Juan 10:1-15)

Por otro lado, aunque es responsabilidad de las propias ovejas velar por su propia salvación, ¿qué pensó Dios de la manera como trataron los pastores de su pueblo a sus ovejas en la antigüedad? ¿Y qué pensará Jesucristo de los pastores que hoy manifiestan una actitud displicente o arrogante hacia sus ovejitas? (Gálatas 6:5; Ezequiel 34:1-22) ¿Qué actitud manifestó él mismo cuando tanto sus apoyadores como sus detractores venían con preguntas? Más adelante veremos algunos ejemplos para mostrar cómo manejaba Jesús las preguntas. Pero antes leamos lo que el apóstol Pedro, discípulo allegado de Jesús, escribió a los cristianos respecto al asunto de preguntar y responder.

‘Honren al Cristo en su corazón como Señor,
y manténganse preparados para responder
a todo el que les pida razón de su esperanza.’

(1 Pedro 3:15)
Otra versión dice: ‘Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia.’ (1 Pedro 3:15)

Otra versión dice: ‘Santifiquen al Cristo en sus corazones. Estén siempre listos para defenderse con calma y respeto ante cualquiera que les exija una razón para la esperanza que sienten. (1 Pedro 3:15)

Como vemos, la Biblia dice que el cristiano debe estar capacitado para responder preguntas. Evadir las preguntas sinceras no manifiesta un espíritu dispuesto a proclamar el Reino.

Jesús no solo hacía preguntas interesantes que invitaban a la reflexión, sino respondía las preguntas sinceras que le hacían sus discípulos y personas interesadas en su mensaje. Incluso, cuando le hacían preguntas capciosas para entramparlo, contestaba con autodominio e inteligencia. Veamos.

Jesús hizo preguntas a sus discípulos

Jesús sentía la enorme responsabilidad de saber que la fe de sus discípulos dependía en gran parte de las palabras que salieran de su boca. (Romanos 10:16-17; Isaías 53:1)

Un día preguntó a sus discípulos, para hacerlos pensar: ‘¿Qué les parece si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas? ¿No dejará las noventa y nueve y se irá por los montes hasta recuperarla?' (Mateo 18:12) La respuesta natural que él esperaba de parte de ellos seguramente era 'sí', porque ese era el sentir natural de su Padre, tal como leímos en Ezequiel. Jesús quería que sintonizaran con el sentir de su Padre. Y lo logró.

‘Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos respondieron: ‘Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros dice que eres Elías; y otros dicen que eres Jeremías o uno de los profetas. Entonces, él les preguntó: ‘Y ustedes, ¿quién piensan que soy yo?’. Respondiendo, Simón Pedro dijo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Vivo!’. (Mateo 16:13-16) Jesús les hacía preguntas para saber lo que pensaban. Usaba las preguntas para extraer los pensamientos de su corazón.

Jesús permitió que sus discípulos le hicieran preguntas

Jesús sabía que en la mente de sus oyentes había vacíos de información, como es natural en cualquier estudiante o alumno, por muy aplicado que sea, y que su deber como maestro era llenar dichos vacíos con el conocimiento que procedía de su Padre, es decir, de la Biblia, no el de las doctrinas de los fariseos. (Juan 17:17; Colosenses 2:1-3)

Por eso no incomodó a sus discípulos cuando le hicieron preguntas que brotaban de la necesidad espiritual que sentían de estrechar su relación con el Padre. ¡Todo lo contrario! Para eso había venido. (Juan 1:18) Él antendía todas sus preguntas y les respondía con amor, enriqueciendo su vida interior.

Además, como él era el modelo a seguir, respondía de esa manera para que vieran cómo debían tratar ellos mismos a las ovejas después de que él hubiera partido al cielo. (Juan 21:15-17) Debían responder a sus necesidades espirituales de la misma manera como lo hacía él.

Eso cumplía la profecía e Isaías, que decía del Cristo: ‘He aquí mi Siervo, a quien yo sostengo, mi escogido, en quien mi alma se complace. He puesto mi espíritu sobre él, y él traerá justicia a las naciones. No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle. Y no quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino; con fidelidad traerá la justicia. No se desanimará ni desfallecerá hasta que haya establecido la [verdadera] justicia en la tierra, y en su ley esperarán las islas del mar'. (Isaías 42:1-4)

Al decir ‘no clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle’, Isaías no quiso dar a entender que el Cristo no hablaría en público, sino que no vociferaría a voz en cuello, fanfarroneando ante los observadores. (Gálatas 5:22-23) Tampoco quiso decir que en ocasiones no argumentaría prudentemente, sino que, aunque lo sometieran a presión, no se dejaría arrastrar a una discusión acaloradas. Su forma de hablar resultaría atractiva e interesante a las personas humildes. (Marcos 2:17)

Y al decir ‘no quebrará una caña cascada, ni apagará un pabilo mortecino’ se refería a que su mensaje sería consolador para quienes por dentro se sintieran como cañas aplastadas o pisoteadas, y como mechas que estuvieran a punto de apagarse. Él no terminaría de aplastarlas, ni mucho menos apagaría el fuego tenue de su afligido corazón. Se compadecería de los desalentados y les enseñaría las buenas nuevas, curaría sus heridas y les mostraría la verdadera justicia procedente de su Padre. Les comunicaría una esperanza verdadera para el futuro, tal como dijo Isaías.

Por eso, cuando se acercaron sus discípulos y le preguntaron: ‘¿Por qué les hablas con parábolas?’ Él no los hizo sentirse estúpidos ni se retuvo de darles una explicación. Más bien, les contestó: ‘A vosotros os es dado a saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no, pues a cualquiera que tiene [entendimiento], se le dará más [entendimiento] y aumentará [en saber]; pero al que no tiene [entendimiento], aun lo que tiene [entendido] le será quitado.’ (Mateo 13:10-12; 2 Timoteo 3:16-17)

En otra ocasión, sus discípulos le hicieron esta pregunta: ‘¿Por qué dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?’. Y en respuesta dijo: ‘Elías, en realidad, viene, y restaurará todas las cosas. Sin embargo, les digo que Elías ya ha venido, y ellos no lo reconocieron, antes bien, lo trataron como quisieron. De esta manera también el Hijo del hombre está destinado a sufrir a manos de ellos’. Y percibieron que estaba hablándoles de Juan el Bautista. (Mateo 17:10-13)

Elías, un profeta de la antigüedad había hecho una exhaustiva labor de limpieza espiritual entre el pueblo, porque muchos habían traspasado la ley de Moisés, y ahora Juan el Bautista había bautizado en agua a los judíos que venían a él, arrepentidos de haber pecado, de modo que Elías fue un modelo para Juan. Jesús aclaró la profecía de Malaquías, en el sentido de que Juan solamente fue un precursor del Cristo, alguien que prepararía el camino al Mesías. Y al decir eso, también estaba dándoles a entender que el trabajo de Juan solo era una aplicación menor en comparación con la profecía completa de Malaquías. Por eso, al decir que Juan era el segundo Elías, en realidad estaba indicando que en el futuro se llevaría a cabo una limpieza espiritual aún mayor, ¡un trabajo como el de Elías (Mateo 17:11, 12; Malaquía 3:1-5).

Si Jesús no les hubiera respondido la pregunta, ¿cómo hubieran quedado? ¡En incertidumbre! Y la incertidumbre es un caldo de cultivo para los ataques de Satanás. Jesús no podía dejarlos expuestos. ¡Estaba obligado a dar una explicación! Muchos pastores acostumbran a no dar explicaciones de ninguna clase a sus ovejas, y después se quejan de que se van del redil por falta de fe. Jesús no dejó ese modelo.

Por supuesto, una de las preguntas más difíciles -y a veces más incómodas- de responder es "¿por qué?". Pero, desde niño, Jesús se había tomado el tiempo tanto para leer y estudiar las Santas Escrituras como para razonar con las personas profundamente, basándose estrictamente en la Palabra de Dios y aprendiendo a mostrar la base para sus respuestas.

Un día, se le acercó un hombre que se arrodilló ante él y dijo: ‘Señor, ten misericordia de mi hijo. Es epiléptico y está muy mal. A menudo cae en el fuego, y otras, en el agua. Lo traje a tus discípulos, pero ellos no pudieron curarlo’.

Conmovido por la necesidad del hombre, Jesús suspiró: Cuando llegaron a la multitud, se le acercó un hombre, que arrodillándose delante de él, dijo: 'Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico y sufre terriblemente. Muchas veces cae en el fuego, y otras, en el agua. Y lo traje a tus discípulos, pero no supieron curarlo. [...] Jesús reprendió al demonio, este salió de él y el muchacho quedó sano. Entonces los discípulos, en privado, le preguntaron: ¿Por qué no pudimos? Y él les explicó: 'Os faltó fe. Porque si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: "Pásate de aquí allá", y se pasará; y nada os será imposible. (Mateo 17:14-20)

No estamos diciendo que todos los casos de epilepsia se relacionen con el demonismo. ¡De ningún modo! Pero los demonios puede aprovecharse de las enfermedades para ocasionar tormento adicional. En el caso mencionado, se trataba de un caso de demonismo. Ten en cuenta que cuando Jesús curó a los leprosos o resucitó a los muertos, en ningún caso dijo que estaba expulsando demonios. La enfermedad y la muerte han sido habituales desde que Adán cayó en pecado. (Isaías 53:4)

En otra ocasión, se acercó Pedro y le preguntó: '¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano? ¿Siete veces?' Jesús respondió: 'No. Setenta y siete veces'. (Mateo 18:21-22) Fue una pregunta simple, para una respuesta simple. El la Biblia, el número siete representa el todo o lo completo. Por ejemplo, cuando en Apocalipsis se habla de los siete ojos del cordero no está diciendo que Jesús resucitado tenga siete ojos, sino a que puede verlo todo. Pedro debía perdonar siempre, es decir, siempre que su hermano se arrepintiera. (Lucas 17:3-4)

Jesús también usó preguntas retóricas

En cierta ocasión, hablando del juicio final, Jesús dijo que, al dictar sentencia, los justos le contestarían con estas palabras: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?'. Y respondiendo, el rey les dirá: 'En verdad os digo que en la medida en que lo hicisteis a uno de estos mis hermanos, aun al más pequeño, a mí me lo hicisteis'. (Mateo 25:37-40) Lo que le sirvió para explicar que en el día del juicio, nadie lo vería con ojos literales, porque la base para el juicio no serían simples actos de servir al ojo. Él llevaría a cabo el juicio espiritualmente y lo haría con sus ángeles. (Mateo 13:40-41; Juan 12:47-48)

De modo que Jesús no necesitaba que le hicieran preguntas. Él mismo también podía hacer preguntas interesantes que invitaran a la reflexión, preguntas que él mismo respondería inmediatamente, a fin de instruir eficazmente a sus discípulos. Por eso, al oír la ilustración, sus discípulos le respondieron admirados: 'Señor, ¿cuándo te vimos...?'. Él les explicó que, precisamente, no lo verían. El juicio se realizaría tomando en cuenta el comportamiento de cada persona a la luz de la verdad.

Con semejante explicación, tal vez ahora ellos entendían claramente por qué dijo que en el día del juicio vendría con las nubes. Porque todo lo que está sobre -en medio o entre- las nubes, ya sea un avión, una bandada de aves o hasta el astro rey (el Sol) no se puede ver. ¡No podían verlo con los ojos! ¡Qué felices debieron de sentirse de entender la profundidad de sus palabras! Los escribas, fariseos y saduceos no eran así. Ellos no daban explicaciones satisfactorias ni coherentes; los despachaban a la primera.

En otra ocasión, anocheciendo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Pasemos al otro lado’. Y despidiendo a la multitud, ellos lo llevaron en la barca, tal como estaba; y había otras barcas con él. Pero se levantó una tempestad violenta, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que comenzaba a anegarse. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Entonces lo despertaron y le preguntaron: ‘¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?’. Y levantándose, reprendió al viento y al mar, diciendo: ‘¡Calma! ¡Sosiégate!’ Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. Entonces les preguntó: ¿Por qué se amedrentan? ¿No tenéis fe? Y entonces se llenaron de gran temor, diciéndose unos a otros: ‘¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?’ (Marcos 4:35-41)

Jesús permitió que otros que no eran sus discípulos le hicieran preguntas

Pero Jesús no se limitó a responder las preguntas de sus discípulos. También respondió las preguntas sinceras de personas que no eran de su entorno íntimo.

Por ejemplo los discípulos de Juan vinieron una vez a él y le preguntaron: ‘¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, pero tus discípulos no?’ Y Jesús les contestó: ‘¿Acaso los acompañantes del novio se ponen de luto mientras el novio está con ellos? Pero de seguro ayunarán cuando el novio les sea quitado’. (Mateo 9:14-15) No los incomodó dándoles la espalda, simplemente respondió la pregunta. Pero ¿entenderían la respuesta? ¡Tendrían que ponerse a meditar! ¡Jesús obligaba a la gente a usar su mente y a hallar las respuestas con razonamiento lógico, basado en los Santos Escritos! Por eso siempre repetía: "Está escrito".

Jesús hizo preguntas a los fariseos

Jesús no solo respondía las preguntas de personas sinceras, ya fueran o no de su entorno íntimo, sino que él mismo hacía preguntas pertinentes a los líderes religiosos del pueblo.

Por ejemplo, subiendo Jesús en una barca, pasó al otro lado y llegó a su ciudad. Entonces, le trajeron un paralítico en una camilla. Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: ‘Hijo, tus pecados te son perdonados’. Pero algunos de los escribas dijeron para sí: ‘¡Qué blasfemia!’. Y Jesús, sabiendo lo que pensaban, les preguntó: ‘¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil? ¿Decir: “Tus pecados te son perdonados" o: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (entonces dijo al paralítico): “Levántate, toma tu camilla y ve a casa”.’ Y levantándose, el joven se fue a casa. Pero cuando lo vieron, las multitudes sintieron temor y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres. (Mateo 9:1-8)

En otra ocasión, mientras los fariseos estaban reunidos, Jesús les preguntó: '¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo? ¿De quién es hijo?'. Ellos contestaron: 'De David'. El les preguntó nuevamente: 'Entonces, ¿cómo es que David lo llama "Señor", diciendo: "El Señor dijo a mi Señor: 'Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies'"? Pues, si David lo llama "Señor", ¿cómo resulta que es su hijo?’. Y ninguno pudo contestarle ni una palabra, y desde ese día tampoco se atrevieron a hacerle más preguntas. (Mateo 22:41-46; Salmo 110:1) Seguramente hasta a ti se te hace difícil entenderlo. Pero es simple. Solo hay que pensarlo bien y atar algunos cabos, ¿verdad?

Eso nos muestra que Jesús nunca permitió que los líderes religiosos de su época se ensalzaran con el conocimiento. Más bien, les hizo preguntas interesantes que ellos no podían discernir por sí mismos, es decir, sin la ayuda de Jesús. De esta manera les dio un testimonio claro de que la fuente de sus conocimientos no eran las escuelas rabínicas, sino su Padre. (Juan 7:16)

Jesús no permitió que los fariseos lo entramparan con preguntas capciosas

A veces, los líderes religiosos lo menospreciaron, de modo que pretendieron entramparlo en su habla, es decir, confundirlo para se contradijera o equivocara y así demostrar su incompetencia como maestro. Pero Jesús calmadamente los puso en su lugar una y otra vez a vista del pueblo.

Por ejemplo, un día le dijeron con humildad ficticia: "Maestro, muéstranos alguna señal". Pero él les dijo: 'Una generación perversa y adúltera demanda señal. Pero no se le dará ninguna señal, sino solo la señal de Jonás el profeta. Porque tal como estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra. Los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, pero algo más grande que Jonás está aquí hoy. Y la Reina del Sur se levantará contra esta generación en el juicio y la condenará, porque ella viajó desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, pero algo más grande que Salomón está aquí hoy'. (Mateo 12:38-42)

Acababa de restablecer a un endemoniado que había estado ciego y mudo, lo había curado, de modo que hablaba y veía perfectamente. La gente había quedado extasiada, de modo que exclamaban: "¿Acaso no es este el Hijo de David?". Les parecía que habían hallado al Mesías. Sin embargo, en vez de dar gloria a Dios por lo que habían visto, los fariseos dijeron: "Este expulsa a los demonios por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios", atribuyendo el milagro a Satanás. Fue después de este milagro que le pidieron: "Maestro, muéstranos alguna señal". ¡Qué hipócritas!

En otra ocasión, se acercaron a Jesús algunos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: '¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos, y no se lavan las manos cuando comen?'. Y respondiendo les dijo: '¿También vosotros, por qué quebrantáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra tradición?’. (Mateo 15:1-3)

En otra ocasión, se acercaron algunos fariseos para ponerlo a prueba, diciendo: '¿Le es permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?'. Y respondiendo dijo: '¿No habéis leído [en los Santos Escritos] que el que los creó desde el principio los hizo varón y hembra', y añadió: "Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne"? Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe ningún hombre'. (Génesis 2:24)

Ellos respondieron: 'Entonces, ¿por qué mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?', y él les contestó: ‘Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres debido a la dureza de vuestro corazón, pero tal no ha sido el caso desde el comienzo. Yo os digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio. Los discípulos dijeron: Si así es la relación del hombre con la mujer, entonces no conviene casarse. Pero él dijo: 'No todos pueden aceptar este precepto, sino sólo aquellos a quienes les ha sido dado'. Porque hay eunucos que nacieron así desde el seno de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres; y también hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por el reino de los cielos. El que pueda, que lo haga. (Mateo 19:3-12)

Entonces los fariseos se fueron y deliberaron entre sí en cuanto a cómo atraparle, sorprendiéndole en alguna palabra. Entonces, le enviaron a su gente junto con algunos partidarios de Herodes, para que le dijeran: 'Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con verdad, y no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito pagar impuesto al César, o no?'. Pero Jesús, advirtiendo mala intención en sus palabras, dijo: '¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme la moneda que se usa para pagar ese impuesto'. Y le trajeron un denario. Y preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?. Ellos contestaron: 'Del César'. Entonces él dijo: 'Pues dad al César lo que es del César, pero a Dios lo que es de Dios'. Al oír esto, se maravillaron y se fueron y lo dejaron en paz. (Mateo 22:15-22)

En otra ocasión, se agruparon, y uno de ellos, intérprete de la ley, le preguntó, poniéndolo a prueba: 'Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?'. a lo que él contestó: 'Amarás a Jehová tu dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas'. (Mateo 22:34-40)

En fin, como vemos, Jesús no evadió las preguntas, sino les hizo frente con las Escrituras, citando de ellas y explicándolas con espíritu santo. También hizo preguntas interesantes, de las que hacen pensar en profundidad, y esperó respuestas, que, en muchos casos, nadie pudo dar. Entonces, si la situación lo ameritaba, las explicaba con las Escrituras.

Jesús enseñó a sus discípulos a pensar y responder preguntas difíciles

Sabiendo que con el tiempo él regresaría al cielo, capacitó a sus discípulos para que respondieran las preguntas de las personas interesadas en saber más acerca de Su Padre y su Reino, y les impartió espíritu santo, para que recordaran todo lo que él les había explicado.

Cuando llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto de dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: '¿No paga vuestro maestro las dos dracmas?'. Él tomó la palabra y dijo: 'Sí'. Pero cuando Pedro llegó a casa, Jesús lo abordó, diciendo: '¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes cobran tributos o impuestos los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?'. Pedro respondió: 'De los extraños'. entonces Jesús razonó con él sobre la respuesta que había dado a los que cobraban el impuesto: 'Entonces los hijos están exentos de pago. Sin embargo, para no causarles tropiezo, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga. Al abrirle la boca hallarás dentro una moneda de estáter. Tómala y dásela por ti y por mí'. (Mateo 17:24-27)

Santificamos a Cristo cuando damos buenas respuestas

Santificamos a Cristo cuando damos respuestas apropiadas a las preguntas que nos hacen. Evadir la pregunta o no responderla, en caso de que la persona esté espiritualmente débil, como una mecha que humea, a punto de apagarse, sería como soplar sobre ella. Eso no santificaría al Señor.

Por eso, el apóstol Pedro había dicho: ‘Santifiquen al Cristo como Señor en su corazón, siempre listos para presentar una defensa ante todo el que les exija razón de la esperanza que hay en ustedes’. (1 Pedro 3:15) Evadir preguntas sinceras no concuerda con el modelo que nos dejó Cristo, sino todo lo contrario.

Para responder, Jesucristo siempre se apoyaba en la verdad de la Palabra de Dios, iba al grano, esperaba el mejor momento y estimulaba la mente y el corazón del oyente.

Se apoyaba en la verdad de la Palabra de Dios porque vino al mundo para dar testimonio de la verdad. (Juan 18:37) Iba al grano porque su enseñanza era magistral y no necesitaba darle muchas vueltas a una explicación. Además no disponía de mucho tiempo. (Juan 9:4-5) Esperaba el mejor momento porque eso es lo que el espíritu santo le ordenó hacer. (Proverbios 25:11) Y estimulaba la mente y el corazón porque de eso dependía que captaran la idea. (Mateo 13:13-15)

Por ejemplo, una vez cierto individuo se le acercó y dijo: 'Maestro, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna?' Y él respondió: '¿Por qué me dices bueno? Sólo Uno es bueno, Dios. Si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos'. El hombre contestó: '¿Cuáles?' Y Jesús dijo: 'No asesines, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo'. El joven respondió: 'Pero todos esos los he guardado, ¿qué me falta?'. A lo que Jesús contestó: 'Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos, y ven, sígueme'.

Pero al oír el joven estas palabras, se fue, triste, porque era dueño de muchos bienes. Entonces Jesús se dirigió a sus discípulos: 'En verdad os digo: ¡cuán difícil es que un rico entre en el reino de los cielos!'. (Mateo 19:16-23) En vez de derribarlo con evasivas, le prestó atención, lo trató como a un niño espiritual y le respondió con amor y sabiduría. Aunque no soportó el peso de la verdad, Jesús le respondió con comprensión, respeto y cariño.

Por otro lado, cuando le hicieron preguntas malintencionadas, que solo tenían el propósito evidente de hacerlo tropezar, no las evadía, pero respondía con una sabiduría que nadie podía rebatir.

Por ejemplo, un día, mientras enseñaba en el templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo lo conminaron diciendo: '¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?'. Y respondiendo Jesús les dijo: 'Yo también os haré una pregunta. Si me la contestáis, yo os diré con qué autoridad hago estas cosas'. Se suponía que ellos, como líderes religiosos del pueblo, debían tener una respuesta.

Jesús les preguntó: '¿De dónde era el bautismo de Juan?, ¿del cielo o de los hombres?' Pero ellos se quedaron mudos, murmurando entre sí, diciendo: 'Si decimos: "Del cielo", nos dirá: "Entonces, ¿por qué no le creísteis?", y si decimos: "De los hombres", la multitud se enfadará, porque todos consideraban a Juan como un profeta'. Entonces, respondieron a Jesús: '¡No sabemos!'. A lo que Jesús dijo: 'Entonces, no os diré con qué autoridad hago estas cosas’. (Mateo 21:23-27)

No fue que no quiso responder, sino que los que preguntaban no lo hacían por saber la respuesta o salir de dudas, sino porque querían que se enredara en sus palabras, o, como dicen algunos, entramparlo en su habla.

Pero en ningún caso se justifica que un pastor evada las preguntas sinceras de sus ovejas, y mucho menos que las haga sentirse avergonzadas, estúpidas o carentes de fe por expresar lo que sienten en el corazón. ¡Ese era el condenable trato que, precisamente, daban los líderes religiosos hipócritas al pueblo! (Mateo 23:1-7)

Jesús dijo: 'Yo tengo para comer una comida que vosotros no conocéis'. Los discípulos entonces se decían entre sí: '¿Alguien le habrá traído de comer?'. Jesús les dijo: 'Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra'. (Juan 4:32-34) En otras palabras, al decir: ‘Yo tengo alimento’ no se refería a comida literal, sino a las enseñanzas relacionadas con el reino de los cielos, es decir, información que les serviría para estrechar su relación con el Padre y alcanzar la vida eterna. El alimento espiritual era información acerca del reino.

Dicha información había sido deformada egoístamente por los líderes religiosos para conformarlas según su conveniencia, pero Jesús estaba allí para explicarlo todo y allanar el camino para que los pobres de espíritu hallaran refrigerio para sus almas. (Mateo 11:28-30)

Cuán paradójico hubiera sido que Jesús no permitiera que las ovejitas le hicieran preguntas sinceras, sabiendo que su vida dependía de corregir en su mente y corazón los conceptos erróneos que los fariseos habían implantado en ellas.

Por eso, cuando hacemos una pregunta, hacemos bien en distinguir entre la persona sincera que no tiene la respuesta en ese momento, pero intentará conseguirla para después, y la que no tiene la respuesta ni tiene la menor intención de responderla.

Preguntar y responder fue parte del método de enseñanza de Jesús. No responder, o evadir la situación, no fue su estilo. Es cierto que en contadas ocasiones no respondió a cierta pregunta, pero el contexto nos ayuda a entender que no se trataba de preguntas que edificarían la fe, sino derribar a los oyentes. (2 Timoteo 2:14) Por otro lado, cuando evadió un encuentro, fue por sentido práctico. No era un hazmerreír.

¿Responder o no responder?

Entonces, ¿cuándo preguntar? ¿Cuándo responder? ¿Cuándo no responder?

¿Cuándo preguntar? Nunca te avergüences de preguntar y aprender. Si la respuesta verdaderamente es necesaria para edificar tu fe, no temas. Haz la pregunta. Pero la Biblia contiene dos advertencias relacionadas.

¿Cuándo responder? Uno debe responder a toda pregunta sincera que busca una respuesta sincera. Recuerda:
‘Honren al Cristo en su corazón como Señor,
y manténganse preparados para responder
a todo el que les pida razón de su esperanza.’
(1 Pedro 3:15)
Eso significa que el cristiano debe capacitarse permanentemente a fin de estar preparado para responder a todo el que exija una respuesta relacionada con su fe. Se deben responder todas las preguntas sinceras. Pero la Biblia también contiene dos advertencias:

"Responde a alguien estúpido conforme a su tontedad, para que a sus propios ojos no se haga alguien sabio." (Proverbios 26:5) Eso fue lo hizo Jesús cuando anteriormente consideramos Mateo 21:23-27. No permitió que lo incomodaran con preguntas capciosas. Por lo tanto, en este caso, no les dio una respuesta, los puso en su lugar con una pregunta difícil de responder.

"No respondas a nadie estúpido conforme a su tontedad, para que no llegues a ser tú mismo también igual a él". (Proverbios 26:4) Eso significa que no debemos pagar con la misma moneda, es decir, vengarnos. Por lo tanto, no perderíamos el tiempo respondiendo preguntas que no glorificarán a Dios.
Por lo tanto, la misión del cristiano es santificar al Cristo por medio de proclamar el reino de Dios. Eso implica responder las preguntas sinceras que se le hagan con respecto a su fe, y tiene que estar listo, perseverando en medio de un mundo que a veces le cierra las puertas del corazón. (Mateo 10:11-15) Reconoce que, al igual que Jesús, tiene que santificar el nombre del Padre. (Mateo 6:9-10)

Por eso, si tienes una pregunta, hazla. No temas. El espíritu de Jesucristo te guiará a una respuesta veraz, concreta, oportuna y estimulante. Si él lo ha prometido es porque puede cumplir.

Jesús dijo: "En aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: Si pedís algo al Padre, Él os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido nada en mi nombre;. Pedidle y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo". (Juan 16:23-24; 1 Juan 5:14)




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