¿Qué tienen de malo las fantasías?

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La fantasía es una facultad de la mente humana para crear imágenes de cosas pasadas o distantes, o de representar ideales en forma sensible, o de idealizar las reales. Aunque es un don propio de todos los seres humanos, son especialmente dotados los ingenieros, inventores, artistas, actores, escritores y toda persona que la cultiva.

Como todas las demás cualidades del ser humano, no tiene nada de malo siempre que uno la mantenga dentro de ciertos límites autoimpuestos. Si la deja desbocada, ocurriría lo mismo que cuando se deja desbocada cualquier otra facultad.

Por ejemplo, la facultad de desear es intrínseca de todos. No tiene nada de malo desear algo que nos beneficie. Pero si deseamos algo desmedidamente podría convertirse en un tropiezo llamado codicia, que es la fuente de toda clase de excesos, errores, fracasos y crímenes. Eso no nos beneficia para nada.

Igualmente, una fantasía podía ayudar a un compositor a producir una melodía o la letra de una canción; a un director de cine podría servirle para mejorar cierta escena de su película; a un ingeniero podría servirle para mejorar cierto proceso. Pero si se la deja desbocada, podría producir canciones o películas horribles que despierten deseos repulsivos y dañen la mente de los observadores.

De modo que la fantasía por sí misma es un don de Dios, pero como todo don, puede llevarnos a la quiebra espiritual si no le ponemos un límite.

Lamentablemente, la filosofía de hacer lo que a uno le da la gana, que el mundo promueve, tiene el poder de desbocar las facultades del ser humano hasta niveles insospechados, de los cuales posteriormente no puede deshacerse, es decir, cuando se percata de que le resultó en un grave perjuicio que se volvió irreversible. Es fácil decir: “Cuando sea mayor de edad podré hacer todo lo que quiera, y nadie tendrá derecho a decirme lo que debo o no debo hacer”. Pero esa es la señal más clara de que la persona no está lista para hacerse cargo de sí misma.

Uno llega a hacerse cargo de sí mismo cuando puede demostrar que ha alcanzado la madurez espiritual, emocional y física. A nadie se le ocurría darle a un niño un arma de fuego para que juegue con sus amiguitos. La libertad de expresión es más peligrosa que un arma de fuego si no se la usa con discreción. Los medios de comunicación que han hecho apología de la mencionada filosofía son en gran parte responsables de la debacle del sistema de cosas. Porque han empoderado a las personas, por decirlo así, para que usen su vida como les dé la gana sin medir las consecuencias.

“Fuma todo lo que quieras, acelera tu automóvil hasta el tope del velocímetro, salta desde lo más alto que puedas, sumérgete lo más profundo que te permitan los pulmones. Empuja tus límites, pruébate a ti mismo de que eres capaz de hacer todo lo que quieras, no te detengas, no hagas caso de los tontos que te dicen que estás excediéndote. El progreso no sería posible, y ni siquiera la evolución de las especies, si el ser humano no lleva su experimentación hasta el límite.” Esa es la filosofía que ha destruido el mundo, y sigue destruyendo vidas enteras.

Pero cuando el hombre llega a ese punto, se detiene a la vera de un camino y se dice a sí mismo: “¡Cómo pude ser tan estúpido!”, entonces hace lo que debió haber hecho desde el principio: Pensar en las consecuencias. Lamentablemente, suele hacerlo demasiado tarde.

Reconozcámoslo: Aparentemente, la insensatez no tiene límites. Pero cuando las papas queman, la gente se pone a pensar, y los límites que aparentemente no se veían, comienzan a visualizarse muy rápido, muy cerca, muy dolorosamente, muy claramente. Por ejemplo, el fumador es empedernido solo hasta que comienza a dolerle. Entonces sí cree que puede detenerse. Hasta ese momento decía: “No puedo dejar de fumar”. Pero es muy tarde. Ha legado al punto de no retorno.

No estamos hablando de resignación, como si solo se tratara de reconocer una verdad por la fuerza. Estamos hablando de mucho dolor y sufrimiento que pudo evitarse poniendo límites a los deseos, algo que los medios de comunicación no suelen recalcar.

Es cierto que se dice que beber en exceso puede resultar perjudicial a la salud. Pero quién no sabe que se dice solo para cumplir con un formalismo legal, y que en realidad, lo que todos quieren es romper sus récords.

De modo que fantasear no tiene nada de malo, siempre y cuando uno ponga límites a sus pensamientos y emociones. De lo contrario, como sucede con toda otra cualidad o facultad humana, se desbocará y no habrá quién nos detenga hasta que lleguemos a un punto muerto.

Hubo dos pilotos de aviones de prueba, en dos diferentes países y circunstancias, que tuvieron que eyectarse para no caer a tierra con su avión luego de que una falla mecánica diera cuenta de su máquina. Ambos volvieron a volar y, después de un tiempo, les ocurrió nuevamente lo mismo. Uno de ellos dijo: “No voy a retar al destino”, y cambió de trabajo; el otro siguió volando, pero se estrelló. Las preguntas son: “¿Quién se benefició? ¿No hubiera sido mejor hacer otra cosa?”.

“Si todos pensaran así, no habría aviones”, tal vez diga alguien. Pero no estamos hablando de aviones, sino de vidas humanas. ¿Qué vale más? ¿Una vida humana o un avión? Por eso decimos que ‘depende’. Hay quienes valoran más un avión que una vida humana. Respetamos su punto de vista, pero nosotros valoramos más la vida. Hay otras maneras de alcanzar la superación. Si alguien entendió que hemos querido decir que no se fabriquen aviones, no entendió el punto.

Estamos hablando del poder de las fantasías, especialmente las que suelen durar pocos segundos, el tiempo suficiente como para encender una chispa y convertir una fuente de combustible en una verdadera bomba. No es broma. Los mayores actos destructivos del hombre han sido el resultado de fantasías muy pequeñas, pero que se convirtieron en sueños elaborados que dieron a luz un desastre.

Repetimos. No estamos en contra de la imaginación. Solo estamos reflexionando acerca de lo que significan los límites, a fin de vivir vidas más productivas, largas y felices. Porque la verdadera felicidad no radica en dejar libre la imaginación y soñar con cualquier tontería hasta que finalmente se hace realidad, sino, precisamente, en todo lo contrario.

A nadie le gusta sufrir, es cierto. Y todos creemos que dando rienda suelta a la imaginación podemos producir para nosotros mismos un mundo mejor. Pero ¿es cierto que la gente cree que estamos viviendo en un mundo mejor gracias al adelanto científico y tecnológico?

El Titanic era un barco inhundible, pero se hundió al golpear un bloque de agua congelada; el World Trade Center era antisísmico, pero fue derribado por la imaginación de un solo hombre. No es que el Titanic fue mal hecho, ni que el World Trade Center no fuese sólido como una espada enclavada en concreto. Pero las circunstancias fueron inimaginables. En ambos casos, sus fabricantes tomaron todas las precauciones, pero sus fantasías no superaron la realidad.

Por eso, las fantasías no tienen en sí mismas nada de malo; pero sí lo que hagamos con ellas, si es que no les ponemos límites y las usamos con una humildad propia de quien ve las cosas con madurez y equilibrio. La filosofía de hacer lo que a uno le dé la gana no proviene de Dios, sino que una mentalidad satánica. (Mateo 4:5-7)

Jesús no creía que debía romper sus récords para demostrarle nada a nadie, mucho menos al Diablo, sino que su mente y corazón debían regirse por los principios expuestos en las Santas Escrituras, las cuales él entendía a la perfección. No como Satanás, que las torcía para su propio provecho.

Por lo tanto, no estamos contra la explotación inteligente de la imaginación y la fantasía, pero la Biblia nos muestra claramente que hemos sido creados para sujetarnos a principios que gobiernan la vida, tales como el amor y el autocontrol. (Gál 5:22-23)

Por eso, el apóstol Pedro escribió: ‘Deben esforzarse en añadir a su fe la buena conducta; a la buena conducta, entendimiento; al entendimiento, autodominio; al autodominio, paciencia; a la paciencia, devoción; a la devoción, cariño fraternal; y al cariño fraternal, amor. [Y] si alcanzan estas cosas y las desarrollan, ni su vida será inútil ni habrán conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no las cultiva será como un ciego o corto de vista, es decir, habrá olvidado que fue limpiado de sus pecados pasados. Por eso, hermanos, ya que Dios los ha llamado y escogido, procuren que estas cosas arraiguen en su corazón, pues haciéndolo así nunca fracasarán. Y de ese modo se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo’. (2 Pedro 1:5-11)

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