La esperanza, una fuerza poderosa


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Todos nacemos con la necesidad básica de ser amados, y nuestra identidad como seres vivientes se basa principalmente en la suma de los atributos que nuestros padres o tutores nos asignan. Por lo común creemos que somos todo lo que ellos nos dicen que somos. Porque suponemos que ellos saben más acerca de nosotros que nosotros mismos.

Si dichos atributos son positivos, contribuyen mucho al desarrollo de nuestra identidad y autoestima; pero cuando son negativos, y peor aún, denigrantes, resulta en todo lo contrario. Una solución consiste en no hacer caso, hacer oídos sordos, pasar la página y seguir adelante, racionalizando los asuntos en su debida perspectiva y no desde el punto de vista del ofensor. Lamentablemente, llegar a ese punto no es fácil, porque la tendencia general no es a pasar por alto esas cosas, sino a creer en ellas y darles importancia, lo cual afecta el desempeño y el desarrollo.

Imaginemos una niña a la que su madre ha golpeado hasta la saciedad y finalmente ha metido sus manos en una olla con agua hirviendo. La niña es llevada al hospital, pero no pueden salvarle las manos. ¿Qué pudiera pensar esa niña al salir de la anestesia y enterarse de que perdió sus manos porque su madre se las quemó de esa manera?

Ella tiene varias opciones. Por ejemplo, asumir la falsa culpa impuesta por la madre y sentirse mal por el resto de su vida por haber sido una niña mala; perdonarla desde el fondo del corazón porque ama entrañablemente a su progenitora; racionalizar que su madre está desquiciada y necesita tratamiento psiquiátrico urgente; vivir el resto de su vida esperando el mejor momento para desquitarse, tanto de su madre como de la sociedad que la rodea; automutilarse o quitarse la vida para castigar a su madre por su desgracia y hacer que la culpa la atormente hasta el día que se muera.

Desgraciadamente, esas y otras semejantes pueden ser consecuencias de actos crueles en los que está implicada la identidad.

¿Creer o no creer?

Por lo tanto, lo que uno cree está en la base de la solución, porque está envuelta la conciencia. Si cree todo lo que sus padres le dicen, entonces, esa será la base para sus creencias; pero si no, se apoyará en otras creencias.

Si sus padres u otras personas le han explicado que ellos mismos o sus tutores también pueden equivocarse de vez en cuando, le costará menos esfuerzo entender la situación. Pero si le han hecho creer que son como Dios, que nunca se equivocan, y que su palabra es la última palabra, entonces aceptará una falsa identidad, vivirá de acuerdo con ella y será muy difícil de convencerla de lo contrario.

Una creencia básica de la Biblia es la que Jesús enfatizó respecto a la relación que tenemos con nuestros padres humanos: 'A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino un solo padre, su Padre celestial'. (Mateo 23:9). Si uno tiene presente que Jehová es su padre, no colocará a sus padres humanos por encima de la autoridad de Dios, y comprenderá mejor por qué sus padres son tan imperfectos como cualquier ser humano. Esto no quiere decir que no podamos llamar "Papá" o "padre" a nuestro progenitor. Se refiere al hecho de atribuirle un poder salvador o sanador. Ningún ser humano puede rescatar del pecado y la muerte a nadie. (Salmo 49:7) El único que pagó ese precio fue Jesucristo, quien por hacerlo se convirtió en padre de la humanidad que rescató. (Isaías 9:6)

Cuando las creencias son sólidas, demuestran ser un fundamento seguro para tomar decisiones y puede ayudar a uno a prever el daño. Uno no acepta todo lo que dicen sus padres o tutores sin pasarlo por el tamiz de dicha creencia.

Por ejemplo, Jesús dijo una vez en el sermón de la montaña: “Todo el que oye estos dichos míos y los hace se le asemejará a un varón discreto, que edificó su casa sobre la masa rocosa. Descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa, pero no se hundió, porque había sido fundada sobre la masa rocosa”. (Mateo 7:24-25) Eso significa contar con la tranquilidad que ofrece un acertado conjunto de creencias.

Pero ¿qué ocurre si uno no tenía creencias apropiadas y vinieron las desgracias como consecuencia de nuestras decisiones incorrectas, o de las decisiones incorrectas de otras personas? ¿Son útiles las enseñanzas de Jesús?

Sí porque sus enseñanzas no solo implican consejo para la vida de ahora, sino una esperanza para el futuro. Todos los especialistas concuerdan en que la esperanza es una de las fuerzas más poderosas para superar las adversidades. Cuando dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” no estaba diciendo sandeces. (Juan 10:10) Estaba diciendo que sin importar cuál fuera el daño que recibiéramos de parte de este mundo, él tenía la capacidad de compensarlo con creces cuando entrara en su Reino.

Un hombre que aparentemente ya no tenía ninguna esperanza, porque colgaba a su lado poco antes de morir, expresó esa convicción al decir: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino” (Lucas 23:22-43). Y Jesús le prometió que estaría con él en el paraíso. Eso no solo permitió a aquel hombre tener una muerte menos dolorosa, sino tener la esperanza de que aunque muriera, Jesús lo levantaría para disfrutar de la vida en el paraíso.

No te maravilles de eso, porque llegará el momento en que Jesús comenzará a llamar por su nombre a cada uno de todos los que fallecieron y les devolverá la vida, no para vivir en este mundo después de ponerle un poco de maquillaje, sino en uno completamente nuevo. (Mateo 19:29-29; Juan 5:28-29)

Jesús y sus apóstoles se refirieron muchas veces a dicho reino. (Mateo 3:2; 4:17, 23; 5:3, 10, 20; 6:10; 7:21; 10:7; 25:34; 26:29; 12:32; Marcos 10:15, 30; Lucas 1:33; 14:15; 18:30; 20:34; 21.31; 22.29; Juan 18;36; Hechos 1:6; 1 Corintios 6:9-11; Efesios 1:21; 5:5; Santiago 2:5; 2 Hebreos 6:5; Pedro 1.11; Apocalipsis 5:10)
El conjunto de creencias que promueve la Biblia es tan sólido como una roca a la cual uno puede aferrarse con confianza, sabiendo que no solo soportará el vendaval, sino que le permitirá la entrada en el reino, donde los cojos recuperarán su movilidad, los mancos recuperarán sus manos, los ciegos recuperarán la vista, los sordos recuperarán la audición, los mudos podrán hablar, gritar y cantar otra vez, los que han fallecido volverán a la vida, los enfermos sanarán, y el dinero no volverá a ser nunca más un tropiezo para nadie. Porque en el reino de Dios, el amor, no el dinero, será la fuerza que moverá a todos a servirse unos a otros como verdaderos hermanos.

Por eso, al margen de cuándo comenzaron tus problemas, al margen de cuáles sean dichos problemas, al margen del tiempo que perdiste, al margen de las creencias equivocadas que te hayan mantenido en esclavitud al mundo del Diablo, al margen del tiempo de que dispongas para leer la Biblia, al margen del lugar donde vivas, al margen de lo mal que te sientas por el peso de tu pasado, Jesús quiere que oigas su palabra y comiences de nuevo, pero esta vez sobre la masa de roca de la verdad relacionada con su reino.

¿No habrá más gente mala?

No. Nunca más. El reino de Dios no puede contener a gente mala. De hecho, Jesús advirtió que no hay esperanza de vida para quienes no se arrepienten. (Lucas 13:3) De modo que, a más tardar, todos los malos serán retirados de la escena de este mundo tan pronto como llegue el Armagedón. No hay sitio para ellos en el escondite de Dios para la salvación. (Isaías 26:20; Mateo 24:39) Dios realmente se habrá cansado de haberles ofrecido la oportunidad de poner fe en Él. (Proverbios 1:22; Mateo 17.17; Apocalipsis 6:10)

Pero el punto no es por qué hay tanta gente mala, ni cuándo Dios intervendrá los asuntos para poner las cosas en su sitio, sino qué es lo que estás haciendo TÚ personalmente para escapar de todas esas cosas destinadas a ocurrir y beneficiarte del cumplimiento de las promesas de Dios registradas en la Biblia. (Marcos 13:4; Lucas 21:36)

Porque el que los malos hayan tenido su día, es un hecho; pero ¿lograrás escapar de ese juicio y tener la esperanza de entrar en el reino venidero? Sin pies, sin manos, sin voz, sin oído, sin movilidad, sin dinero, todo puede soportarse. Pero estar sin esperanza es lo peor. Pudiera impulsar a uno a seguir tomando decisiones que terminan en más y más desgracias. Porque dicen que en la desesperación se acepta todo, es decir, hasta las cosas malas.

¡Aprovecha ahora la oportunidad de entender!

Cualquiera que lea la vida y obra de Jesucristo se dará cuenta de que su principal esfuerzo no estuvo en dar de comer a las personas ni en curarlas de sus enfermedades, sino en explicarles de toda manera posible cómo entrar al reino futuro. ¿Aprovecharás tu oportunidad? ¿Cómo hacerlo?

El primer paso es pedírselo intensamente a Jehová el Padre en el nombre de Jesús. (Juan 14:13) Porque no somos nosotros los que tendemos la cuerda de salvación, sino Él. (Juan 6:44) El resto lo hace Él.

Dios tiene sus propios medios para ponerse en contacto con toda persona que le ora con fe y está dispuesta a ser humilde y reconocer la verdad cuando la vea y oiga. (Mateo 13:39; 24:31; 1 Juan 4:6) No te preocupes de ir hacia Él. Él vendrá a ti cuando menos lo esperes. Tú solo tienes que prestar atención cuando se ponga en contacto contigo. (Apocalipsis 3:8)

Lógicamente, no me refiero a que lo verás con los ojos de carne que hay en tu cabeza, porque la Biblia dice que Dios es invisible (Juan 1:18; 4:23-26) Tampoco significa que tienes que dar dinero. ¡Ni hablar! Tu dinero es lo que menos le interesa a Él. Si alguien te exige dinero a cambio de las bendiciones de Dios, esa voz no procede de Dios. (Ageo 2:8; Mateo 10:8) Cuando el profeta Malaquías dijo que Dios nos pide las décimas partes, se refería a que debíamos entregarnos sin reservas a hacer la voluntad de Dios, no a entregarle todo nuestro dinero. (Malaquías 3:8-10) Si ese hubiera sido el caso, Jesucristo hubiera hablado de dinero todo el tiempo. Sin embargo, hizo todo lo contrario. (Mateo 6:19-21) Para recibir las bendiciones de Dios, dinero es lo que menos necesitas.

Pero debes prestar atención a Su palabra y verificar que todo lo que se te enseñe realmente está escrito en ella. (1 Corintios 4:6; Hecho 17:10-11) Cuando ese momento llegue, te darás cuenta y te regocijarás de haber encontrado aquello que tanto estabas necesitando. Gracias por visitar nuestro blog.

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