¿Alguna vez trataste de hundir un corcho bajo el agua? ¿O alguna vez observaste cómo le arrojaban un flotador a alguien que por casualidad cayó al agua por la borda de un barco? ¿Qué es un flotador?
Si buscas en un diccionario, quizás diga que se trata de algo en el ambiente, de algo que influye en el ánimo. O que se trata de un objeto o utensilio que sirve para mantener a flote a una persona o cosa. Y en ambos casos, tanto en sentido figurado como literal, es cierto.
Pero en el caso especifico de la verdad o de un salvavidas, es algo más que eso. En general, no vemos que la verdad esté flotando en el mundo, influyendo en la mayoría de la gente. Por lo común, se oye hablar de corrupción, tiempos difíciles, crisis, incertidumbre, engaño, injusticia, codicia, hambre y guerra. Por eso Jesucristo dijo que no era parte del mundo.
Desde otro punto de vista, se considera que un flotador es un objeto insumergible, inhundible, algo capaz de ayudarnos a salvar la vida en caso de caer al agua.
Por ejemplo, aunque podríamos decir que un barco es un flotador (porque flota), o que un bote inflable sirve como flotador (porque flota), ¿acaso no hemos sabido de enormes barcos que se hundieron? ¿Y no es cierto que los botes de goma llevan adheridas etiquetas de advertencia que demuestran lo poco fiables que son?
En cambio, un verdadero flotador no se hundirá. Está fabricado con materiales que no se hunden. Es confiable en medio de una tormenta o cascada. Y en caso de que las olas lo hundan, nos sacará a flote inmediatamente si nos aferramos con fuerza.
La verdad es como ese flotador o salvavidas. No se hunde. Y si alguien pretende hundirla, tarde o temprano saldrá a flote por sí misma. Porque es inútil contenerla, restringirla o vencerla con mentiras, medias verdades, rumores, quejas, contradicciones, pruebas falsas, dogmas, presión social, arrogancia, prepotencia, violencia, abuso, persecución, proscripciones, teorías, decretos, desinformación, teorías conspirativas, armamento militar o hasta pruebas nucleares.
¿Qué tienen en común la verdad y la mentira? Que ambas afirman ser verdad. Que ambas se pueden demostrar pragmáticamente y, por tanto, sus efectos siempre arrojarán luz sobre el grado de su consistencia, coherencia y fortaleza. Y sobre todo, porque ambas salen a flote tarde o temprano.
Cuando los enemigos de Jesucristo trataron de callar a la gente que lo aclamaba como el profetizado descendiente del rey David, él les dijo: "Si está gente callara, gritarían las piedras". (Lucas 19:40) Se refería a que ante los ojos de todos se estaban cumpliendo las promesas de Dios registradas en las Escrituras, y nadie podía evitarlo, ni tampoco que se siguieran cumpliendo.
En otras palabras, el cumplimiento de las profecías estaba arrojando tanta luz que podía compararse a un potente reflector. Sólo un invidente sería capaz de negarlo. ¿Qué profeta jamás había curado a un ciego de nacimiento, a un cojo de nacimiento, calmado una tempestad o levantado a muertos con solo decirles: "Levántate"?
¿En verdad hubieran podido hablar las piedras? En cierto sentido, sí. Fuerte y claro. Las piedras solían usarse como monumentos y testimonios de hechos notables. Hoy las piedras de las pirámides de Egipto dan testimonio de la cultura que existió. Y los fósiles marinos descubiertos en la cima de ciertas montañas dan testimonio de que en la antigüedad hubo cataclismos relacionados.
Recordemos la ocasión en que poderosos y crueles enemigos de Jehová pretendieron cometer genocidio contra su pueblo. Cuando el miedo paralizó a todos al ver al monstruoso luchador Goliat, desafiándolos y gritando insultos contra Dios, un simple jovencito llamado David le plantó cara y le disparó una piedra con su honda. ¡Se la hundió en la frente! Cuando aquel fanfarrón cayó al piso, David le quitó su enorme espada y lo decapitó.
Acto seguido, los enemigos, aunque tenían un ejército temible y cuantioso, pusieron pies en polvorosa y huyeron despavoridos. Una pequeña piedra lisa de río bastó para zanjar la cuestión. ¡Nada más que una piedra! Fue un día memorable en el que, por decirlo así, las piedras gritaron fuerte y claro.
Jesús dio a entender que la verdad de las buenas nuevas del reino de Dios sería semejante a esa piedra, como una pedrada en la frente para los enemigos de Jehová, pero como agua refrescante y dulce para los que sufrieran y gimieran por los lamentables insultos y mentiras que se expresaran contra su nombre.
Jesús mismo se comparó con una piedra, y tal postura armonizaba con las profecías que lo señalaban como tal. Oponerse a él sería como estrellarse con una roca, y todo aquel contra quien el hablara, lo aplastaría. Porque él enseñaba con la verdad. (Mateo 21:44; Isaías 8:14; Lucas 20:17-18; 1 Pedro 2:7-8)
Por eso Jesús profetizó que el nombre [o reputación] de su Padre sería santificado cuando llegara el tiempo para establecer su reino, y entonces, en toda la tierra se haría su voluntad. La verdad del Reino fulminaría a los que se opusieran. (Mateo 6:9-14; Lucas 13:5; Apocalipsis 11:18)
En todo tiempos, los que desafiaron temerariamente la verdad con la mentira llevaron las de perder. No tuvieron ninguna opción de que durará su fantasía. Nunca tuvieron la verdad ni nunca la tendrán. Para nadie hay oportunidad de salir airoso. La verdad saldrá a flote. Porque sencillamente es insumergible.
La verdad no es relativa, como suelen afirmar algunos. Tarde o temprano, derriba la agnotología. Solo la verdad es un verdadero salvavidas. No es un flotador de goma que se podría pinchar y desinflar.
Por ejemplo, hay quienes dicen que la verdad es relativa y que todo es relativo, y citan a Albert Eistein y su Teoría de la Relatividad General y Especial. Pero Einstein no creía que todo era relativo. De hecho, afirmó que "en el vacío, la velocidad de la luz es absoluta", no relativa.
Jesucristo fue un paladín de la verdad. Siempre recalcó con toda claridad que lo que él enseñaba no provenía de sí mismo, sino de su Padre, y citaba de las Escrituras para apoyar sus comentarios. El creía firmemente en que la Biblia contenía la Palabra de su Padre. (Juan 5:19; 7:16; 8:40; 17:17)
Por tanto, combatir con la mentira es pelear contra Dios mismo. Eso se dirimirá finalmente cuando ocurra el Armagedón. Los que se opongan a la verdad sufrirán consecuencias irreversiblemente desagradables. No porque Dios lo desee, sino porque es imposible evadir, vadear o esquivar las consecuencias que resultan del engaño, el fraude y la estafa. Los mentirosos no tienen futuro. (Apocalipsis 21:8)
No es que Dios quiere causarles daño, sino que al oponerse a la verdad se causarán daño a sí mismos. No solo se estrellarán contra la enorme piedra de la verdad, sino que la piedra los aplastará. ¡Habrán cavado su propia tumba!
Al estudiar la vida y el ejemplo de Jesucristo y permanecer alerta a su invitación para cenar con él, damos un paso al costado como símbolo de renuncia al prestigio que nos ofrece este mundo y a la presión social que pretende derrotarnos. Nos rendimos ante la mano poderosa y protectora del Padre. (Apocalipsis 3:20-22)
¿Aceptaremos el verdadero salvavidas que se nos está lanzando mediante la Biblia en tiempos de crisis?