Ley de Derechos de Autor

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La esencia de la Ley de Derechos de Autor se basa en el respeto y reconocimiento de la propiedad intelectual. La mayoría de artistas y creadores se alegran de que exista una norma así, y cada quien tiene sus propios motivos y razones.

Unos realizan sus obras por dinero, otros por obtener reconocimiento, otros por placer o pasatiempo, otros por amor, otros por compartir, otros por encargo, otros por experimentar, otros por sentirse bien, y otros ni siquiera necesitaron pensar por qué. La lista sigue y es enorme.

Por ejemplo, los que lo hacen por dinero quizá lo hagan por necesidad o porque es su profesión, su trabajo de tiempo completo, o porque quieren enriquecerse y alcanzar la fama, o porque quieren concursar por algún jugoso premio, etc.

Nadie debería criticar ni juzgar las razones o motivos que tiene un artista. A veces no tiene ninguna intención artística y sin embargo realiza obras increíbles. 

Hasta un animalito podría lanzar colores y pinceladas, dejar huellas increíbles por donde pasara,  o decorar una roca. Pero ¿sería eso arte?

El arte es arte. Su definición y significado varía de persona a persona. Los diccionarios y enciclopedias lo definen desde un punto de vista lingüístico, pero siendo un lenguaje principalmente emocional y espiritual, raya en el campo metafísico.

Es interesante que si alguien toca magistralmente una pieza de piano de Rajmáninov procurando la máxima similitud con la partitura, es decir, siguiendo sus huellas al pie de la letra, asombrará al mundo y lo aplaudirán a rabiar. Nadie lo consideraría un plagio.

Por otro lado, si alguien pinta una réplica perfecta de La Gioconda, lo felicitarán por su destreza. Pero lo tildarían de estafador sí pretendiera venderlo diciendo que es el original de Da Vinci.

Ambos son artistas de un nivel extraordinario, pero uno da vida a una partitura de Rajmáninov, el otro, un gran falsificador que miente con un propósito egoísta.

Los pianistas que tocan magistralmente las piezas de piano de Rajmáninov no dicen que son los compositores. De hecho, están orgullosos de sentir como si sus manos fueran las de Rajmáninov, y sus oyentes lo entienden así. Pero nadie lo tilda de imitador, mucho menos de estafador.

Por otro lado, si el pintor ofrece una copia de La Gioconda afirmando que no es el original, sino que él mismo lo pintó, no estaría estafando a nadie. Le darían el crédito que se merece por hacer una réplica tan exacta, al igual que aplaudirían al pianista. 

Ahora, echemos un vistazo a la foto de arriba. Si en el mundo real te dieran a escoger entre el tenedor de la derecha o el de la izquierda, ¿cual preferirías? ¿Distinguirías la diferencias? 

¡Claro! Uno es más grande y tiene cuatro puntas, el otro es pequeño y tiene solo tres, y uno brilla más que el otro. Pero hay una diferencia más importante. Las apariencias engañan. Aunque los dos son tenedores, uno es de metal, el otro de plástico. ¿Lo notaste? 

Los dos cumplirían su propósito. Se podrían usar, lavar y volver a usar muchas veces. Pero el de metal resultará más durable, soportará más presión, pinchará cosas más duras y hasta se podría usar como una herramienta, o darle otros usos. No será lo mismo comer con uno que con otro. Uno es de plástico, el otro de metal.

¿Te parecería correcto que te ofrecieran los dos al mismo precio o que te digan que da igual, que nadie notará la diferencia? No. Tú sabes que no es lo mismo. Y aunque pensaras: "No veo la diferencia", la verías cuando el de plástico se rompiera, se doblara o no te durara mucho tiempo. 

Ahora bien, con respecto a la Biblia y el nombre de Dios (y esto es más importante que un tenedor), desde hace unos años, entrados en la era digital, se ha estado retirando u omitiendo dicho nombre de algunas versiones de la Biblia, quitándolo de los cerca de 7000 mil lugares que le corresponde, segun los documentos más antiguos, reemplazándolo por palabras como Señor, DiosAdonai o El Eterno.

Con ese precedente, si desearas conseguir un ejemplar de la Biblia, ya sea en físico o digital, ¿podrías confiar en que no se han cambiado, omitido o modificado también otras palabras en tal o cual versión, adecuándola a una doctrina que no armoniza con el contexto o con la intención del Autor?

De modo que la conservación y presencia del nombre de Dios en una versión o traducción de la Biblia sería en sí misma una evidencia de que hubo un esfuerzo por transcribir y traducir el texto lo mejor posible.

Como vimos antes, una obra original nunca será igual ni inferior a una copia, ni mucho menos a un burdo intento de mejorarla o hacerla pasar por original. 

De hecho, hasta comienzos del siglo XXI no se han descubierto originales de la Biblia completa, pero sí copias de fragmentos en los idiomas originales, que sirven para constatar la legitimidad de las versiones actuales. ¡Felizmente, porque ha sido un libro proscrito muchas veces a lo largo de la historia!

De todos modos es un milagro que haya sobrevivido hasta el siglo XXI. Hay muchas versiones, pero con muy pocos errores (sin contar el masivo intento, a partir de fines del siglo veinte, de borrar el nombre de Dios de algunas traducciones). 

"¡Una hermosa puesta de sol!"

Ahora bien, con respecto a la Ley de Derechos de Autor, cuántas veces hemos dicho: "¡Qué hermosa puesta de sol!", cuando hemos alzado los ojos al horizonte y contemplado los últimos rayos de luz en el cielo, o cuando la vimos en una fotografía, una pintura o una pelicula.

Cada puesta de sol es diferente. Nunca veremos dos iguales. Tampoco la verán igual dos personas que estuvieran en diferentes lugares del planeta. Cada ocaso es único. Es un original. Pero ¿a quién atribuiremos los Derechos de Autor? ¿O simplemente exclamaremos: "¡A la madre naturaleza!", como si no se nos ocurriera referirnos al Padre y darle gracias en nombre de Jesucristo? (Efesios 5:20)

Si un artista pinta una puesta de sol, o si un fotógrafo toma una imagen de la misma, y después la vende por unas monedas, ¿a quién corresponderían los Derechos de Autor? ¿Quién es el verdadero Autor de un paisaje hermoso? Parece una pregunta tonta, pero ¿qué opinaría el Autor

Dios no necesita sentarse todas las tardes a crear una puesta de sol diferente. Esa sería una idea absurda. Pero ha diseñado leyes naturales para que controlen el clima, la temperatura y otras variables, que a su vez se combinan y producen espectáculos maravillosos en el cielo, ¡todos los días del año, milenio tras milenio!

La alineación de los planetas, el clima, la humedad, las cuatro estaciones, el entorno, la hora del día, la perspectiva del observador, ¡intervienen muchos factores! Dios no pinta con pinceles, sino con leyes matemáticas, físicas, químicas y biológicas que no se contradicen nunca. Siempre sincronizan.


Mucha gente da por sentado demasiadas cosas por las que nunca dan gracias, mucho menos las pedimos por favor. Ahora bien, si un ser humano exige respeto y reconocimiento por sus obras, ¿merecería menos respeto y reconocimiento el Autor de la gran obra llamada Universo

Por donde miremos, cada rincón, cada detalle, cada partícula, cada gota, cada montaña, cada ley matemática, física, química y biológica... todo refleja perfección, belleza y equilibrio. 

La infinita variedad de seres vivos, plantas, frutas, vegetales, animales, insectos, flores, semillas. La increíble variedad de lluvias, nubes, ríos, arroyos, cascadas, cataratas, tornados, etc.

¿No deberíamos darle crédito por eso? ¿Respetamos y reconocemos los Derechos de Autor que le corresponden a un pintor, a un compositor o a un desarrollador web, pero no al Creador del cerebro, y hasta intentamos borrar su nombre de la innegable patente que le corresponde?

"No necesito crédito por mis dibujos"

El autor de estos delfines dijo: "No necesito crédito por mis dibujos, porque si Dios no ha escrito su nombre en sus obras, ¿por qué yo debería poner mi nombre en mis 'dibujos'? Dios nunca firma sus obras".


¿Pero es realmente el caso que Dios no ha firmado ni patentado su creación? ¿No será que sí lo ha hecho pero no lo hemos notado?

Es verdad que firmar o no sus obras es un derecho del artista, y también una manifestación de su particular excentricidad. Pero la Biblia no dice que el Creador no haya puesto en sus obras ninguna característica, sello, marca, firma o rasgo que lo identifique.

Por ejemplo, gracias a los muchos rasgos caracteristicos de un artista, los peritos tasadores de pinturas antiguas pueden reconocer la legitimidad de una obra de arte, incluso si no disponen de una caligrafía (una firma).

Igualmente, la creación manifiesta rasgos de diseño tan particularmente sofisticados, además de una impresionante sincronía con el ecosistema y con el resto del universo observable, que se puede concluir que llevan la firma de un mismo Autor. (Romanos 1:19-20)

No es necesario ser un tasador profesional para que cualquiera que razone sin prejuicios reconozca e identifique los rasgos del artista que diseñó el universo.

Dios no solo nos creó con la necesidad de respirar, beber, comer, etc. También nos creo con la necesidad de comunicarnos y relacionarnos con Él. Jesucristo lo mencionó en el Sermón del Monte. (Mateo 5:3) Pero ¿cuán animados estaríamos de tener una relación estrecha o íntima con alguien cuyo nombre no sabemos, o con una persona que esconde su nombre tras un título como Señor?

Desde niños nos han enseñado que no hablemos (o nos comuniquemos) con desconocidos, con gente cuyo nombre ni siquiera sabemos. Por eso también es muy importante saber el nombre de Dios. Para comunicarnos y relacionarnos más estrechamente con él. Toda relación comienza preguntando y conociendo el nombre de la persona, y nos familiarizamos con los rasgos del carácter y la personalidad.

En este caso diríamos que muchas hierbas, plantas y árboles tienen raíces que se asemejan. Nos maravillamos al ver la forma de un huracán, un remolino y la concha de un caracol. ¡Son semejantes! La subdivisión de las ramas y hojas, y la de los copos de la nieve, son similares. ¡Sin duda parecen obra de la misma persona.

Todo en la naturaleza corresponde a tablas y secuencias que la humanidad ha estado descubriendo a lo largo de los siglos, a medida que profundizaba en su investigación. El hombre no las inventó. Solo las descubrió.

Por ejemplo, la Tabla de Meneleiev, la Sucesión de Fibonacci, la Teoría de los Números, la estructura de los átomos, la nanotecnología, etc. Todo contiene estructuras que reflejan orden lógico, el producto de una sabiduría superior e inconmensurable.

De hecho, refiriéndose a eso y especialmente a las cualidades que reflejan sus obras (sabiduría, poder, justicia y amor), la Biblia contiene alabanzas muy interesantes en Salmos 50:10-11; Job 12:7-9; 38:1-42, y Deuteronomio 32:6-7.

El apóstol Pablo aclaró ese asunto al hablarle a una muchedumbre en la ciudad de Listra. Les dijo: "Dios "no deja de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien. Les da lluvias desde el cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría en sus corazones".  (Hechos de Apóstoles 14:16-17)

Si Dios da testimonio de sí mismo, lo hace por una buena razón. Hoy vemos prueba de ello: muchos se burlan de la idea de su existencia, otros rechazan su legítimo derecho a un reconocimiento, y aún otros dicen que Dios no es una persona, sino solo una energía que no piensa.

Por eso Pablo no aceptó que le atribuyeran el crédito por cierta curación que efectuó en Listra por el poder de Dios. Eso condujo a la explicación antes mencionada. ¿Pero en qué término el asunto? ¿Recibieron acogida sus palabras? ¡¡Lo apedrearon hasta casi matarlo y lo arrojaron a las afueras de la ciudad!!

¿Hubiera preferido esa gente que Pablo aceptara las alabanzas y se quedara callado? Primero lo aclamaron como a un dios. Pero como Pablo rehusó el crédito que solo le correspondía al Padre, lo apedrearon. La gente, como masa, no suele razonar sin prejuicio.

De modo que a cada quien le corresponde la prerrogativa de que se reconozca o no su obra. Pero está claro que,  a nivel humano, tiene sentido práctico firmar un trabajo, proyecto, pintura o invento. Lo entendemos porque Dios mismo reconoció el trabajo de los que plasmaron por inspiración las ideas de Él en la Biblia. Honró a muchos escritores en la medida justa, incluso con nombre propio.

¿No advirtió Jesús: "Cuídense de los falsos profetas que vienen a ustedes disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos feroces"? Suprimir  cambiar o suplantar el nombre de Dios no es algo que el Cristo hubiera hecho. (Mateo 7:15-16; Juan 17:26)

Autores obvios y no tan obvios

No es necesario saber quién es el autor de cada pieza de literatura, pintura o composición musical. Pero los inventores hacen bien en patentar sus inventos; los arquitectos hacen bien en patentar sus diseños y los creadores de marca hacen bien en cuidarse del robo industrial.

No vivimos en un paraíso en el que reina la paz y el amor de Dios. La honradez  el respeto y la generosidad están tenidos a menos. A veces descubrimos con estupor que nos cambiaron gato por liebre, como los tenedores de la foto. No nos percatamos de ciertas diferencias, confundimos el valor de algunas cosas, y el campo de la religión no es la excepción.

Pasemos a otro detalle: Solemos dar por sentado que una obra de seguro ha de tener una patente y, sin embargo, no sabemos quién o quiénes la hicieron. Por ejemplo, ¿te suenan familiares los nombres de Andy Rubin, Rich Miner, Chris White o Nick Sears?

Una pista: Nadie tendría en sus manos un dispositivo Android si no fuera por ellos. Fueron los fundadores de Android Inc. en 2003 (ahora propiedad de Google). ¿Te parecería justo que alguien quisiera borrar de la historia sus nombres?

No es para nada injusto que hoy Google se considere dueño de la patente y de la marca, ¡porque lo es! ¡La compró legalmente en 2005 por $50 millones! Pero hubiera sido injusto que pretendiera borrar de Internet los nombres de sus creadores y no concederles el crédito que se merecían. 

Sus nombres ya figuraban en los registros públicos. Nadie hubiera podido borrar sus nombres de allí. ¡Cuánto más difícil -o mejor dicho, imposible- será borrar el nombre del Creador del universo!

Por ejemplo, la Biblia dice que Jesucristo compró a la humanidad obediente con su sangre. Pero, ¿justificaría eso que se borrara de los registros públicos el nombre de Aquel a quien le pagó? Jesús nos compró, pero el nombre del que nos creó no merece ser puesto en el olvido.

Piensa en esto: Si el Padre hubiera querido que olvidáramos su nombre, ¿por qué inspiró a los profetas para que lo registraran miles de veces en la Biblia? 

Si Jesús hubiera pensado que después de su muerte su Padre dejaría que su propio nombre quedara obsoleto, ¿por qué pidió a sus apóstoles que santificaran el nombre de su Padre (Mateo 7:9-10)? 

¿Por qué poco antes de su agonía dijo, con referencia a dicho nombre: "Lo daré a conocer", hablando del futuro? Esa sí hubiese sido una seria contradicción. Jesus dominaba las Escrituras. Cuando dijo esas palabras, seguramente tuvo claro lo que Moisés registró en el libro de Deuteronomio (8:11-14).

¿Recibió algún profeta o escriba inspirado la orden de escribir algo así como: "Mi nombre será borrado y reemplazado". No. Tampoco leemos acerca de ninguna autorización divina para modificar, cambiar ni suplantar el Tetragrámaton YHWH*?

Después de inspirar que se escribiera miles de veces, ¿cambió de parecer y quiso que lo borren? Eso no hubiera concordado con su personalidad. (Malaquias 3:6)

Felizmente, no es posible borrar de la Biblia el nombre de Dios YHWH. Consta en los libros más antiguos, por ejemplo, en los famosos rollos del Mar Muerto. Además, aunque pudieron borrarlo u omitirlo en versiones relativamente modernas, ya no pueden retirarlo de las más antiguas que han sobrevivido como testimonio y que están esparcidas en todo el mundo. 

Tampoco sería posible borrarlo sin que hubiera una firme intención de hacerlo. No hay lugar a ningún subterfugio. ¿Cómo lo sabemos? Porque la mayor evidencia es que tendrían que borrarlo, uno por uno, miles de veces.

Imaginemos esto: los padres de un joven permiten que un psicólogo vea los diez álbumes de fotos de la familia. Al pasar hoja tras hoja ve que el joven no solo ha borrado el rostro de su padre en todas las fotos, sino que ha tachado su nombre en cada lugar donde estaba escrito. 

¿Qué opinaría? ¿Que tiene una buena relación con su padre, que lo ama con toda su mente, alma, corazón y fuerzas? ¿Y si acto seguido le traen varios cajones con unas 6000 fotografías más, y ve que en cada una el joven ha hecho exactamente lo mismo? ¿Qué podría pensar? 

¿Acaso no pensaría mal del padre? No solo pensaría que el joven tiene algo contra su padre, sino que el padre ha sido extremadamente cruel. ¿Qué tan cruel podría parecer su padre, como para que su hijo quisiera borrar su nombre? Todos los dedos apuntarían al padre, sindicándolo como un malvado.

Bueno, esa es solo una metáfora para discernir lo que implica quitar, reemplazar o sustituir el nombre de Dios en la Biblia. Porque eso es lo que algunos han hecho con el nombre de Dios. Lo han removido de varias versiones de la Biblia cuyas versiones anteriores sí lo mostraban.

¿Da igual? ¿A nadie le importa la diferencia? No. Tú sabes que no da lo mismo. Porque si la ley de Dios dada a Moisés decía: "No tomaré por inocente a quien se atreva a usar mi nombre en falso", ¿qué diría de alguien que se atreviera a borrarlo, quitarlo o reemplazarlo? ¿Diría que le da lo mismo y que a nadie le importa? 

¿No se debería tratar el nombre de Dios con más reconocimiento que una patente, o que el nombre de un desarrollador web o que un simple tenedor? ¡Es el Creador del universo, aquel a quien Jesús se refirió como "mi Padre". 

Si la esencia de la Ley de Derechos de Autor se basa en el respeto y reconocimiento de la propiedad intelectual, y la Biblia afirma ser Palabra de Dios, ¿qué pensará Dios de que alguien se tome la libertad y la paciencia de borrar su nombre de todos los lugares donde Él mismo inspiró que apareciera en la Biblia, que es  precisamente su Palabra, su obra, su carta.

¿Podríamos imaginar a alguien tomándose la paciencia de tachar el nombre de Dios en cada una de las miles de veces que aparece en la Biblia? Esperemos a ver cómo la Biblia sobrevivirá al Armagedón. Porque de sobrevivir, sobrevivirá con amplio margen. 

En el cielo, donde reside el Padre, hay, por decirlo así, una Ley de Derechos de Autor que nadie puede violar impunemente.
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*Algunas de las advertencias registradas en la Biblia respecto al nombre de Dios [YHWH] pueden leerse en Éxodo 20:7; Deuteronomio 8:11-14; Salmos 44:20-21; Jeremías 23:26-27; Ezequiel 23:35 y Apocalipsis 22:18-19.

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