Dios es luz

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Viajar en automóvil entre las montañas y a través de un hermoso valle; caminar y explorar un cañón geológico; navegar por un fiordo y contemplar la naturaleza; volar sobre las nubes y atravesar el mundo mirando lo pequeñas que se ven las cosas desde arriba...

Nuestra perspectiva, por amplia que sea, es corta, escasa, pequeña y muy limitada en comparación con la del Creador. Él puede ver todo en el universo. Sin embargo, con su palabra inspirada, la Biblia, puede ofrecernos su perspectiva.

Pero la perspectiva también puede aplicar en sentido figurado a la información, el conocimiento, el discernimiento y la perspicacia, cualidades que Él implantó en los seres humanos. Y también es aplicable a las metas, los propósitos, planes, inventos, proyectos, métodos para alcanzarlos y resultados que conseguimos.

La perspectiva del Creador y la nuestra difieren en muchos sentidos. Si nosotros podemos ver algo de norte a sur, Dios puede verlo de sur a norte, de este a oeste y en todas las direcciones y dimensiones, porque puede ver los asuntos y todas las cosas desde diferentes perspectivas. 

Por eso, aunque Él mismo declara que la humanidad fue creada a su imagen y semejanza, sería presuntuoso compararnos. Ser semejantes al Dios invisible no nos hace iguales. Además, las semejanzas no necesariamente tienen que ser en todo. Diferimos en muchos sentidos. (Números 23:19; Isaías 40:25; 55:8-9)

Su Hijo Jesucristo sí llegó a ser su imagen en un sentido muy especial y el primogénito de toda creación. Al grado que pudo decir: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre". (Juan 14:9; Colosenses 1:15) De nadie más se dijo eso en la Biblia. Su humildad fue tan sublime que, aunque en ocasiones permitió algún reconocimiento,  rehusó toda alabanza indebida. (Lucas 7:44-48; Juan 20:17)

En todo caso podemos esforzarnos por ser mejores, descubrir y crear cosas interesantes y disfrutar de ellas, procurar dar siempre el máximo y alcanzar metas. Él nos ha conferido esa y muchas más libertades. Es muy respetuoso del libre albedrío. Pero no para que perdamos de vista el enfoque por medio de desarrollar un punto de vista vanidoso de nosotros mismos, sino todo lo contrario. (Salmos 138:6)

Dios concede y respeta el libre albedrío de cada uno, pero advierte las consecuencias de pasar por alto las leyes naturales. Una cosa es que tengamos libertad, y otra que pretendamos burlarnos de las leyes que rigen el universo. Lo pagaríamos caro, no porque Dios nos castigaría, sino por las consecuencias y resultados que tendríamos que asumir, que serían como una reprimenda de la naturaleza contra nuestro exceso de confianza.

¿Quién nos creemos para decir que los agujeros negros no deberían tragarse a las estrellas, sugerir que el Sol rote un poco más despacio o dar a entender que la Vía Láctea está mal ubicada? 

La humanidad ha logrado cosas increíbles. Desde la edificación de los monumentos asombrosos de la antigüedad hasta diseñar, fabricar y lanzar equipos de rastreo que viajan por el espacio infinito, como la Sonda Voyager, que cumplió más de 40 años enviando información valiosa a la tierra, y sigue adelante en su desplazamiento por el indefinido cosmos.

A Dios debe de resultarle interesante ver que el ser humano ha creado tantas cosas interesantes. Pero nunca debemos olvidar que nada de eso hubiera sido posible sin su luz.

Dios es amor y luz

La Biblia dice que "Dios es amor". Es la fuente del amor. El amor nos motiva y es el sentimiento más hermoso que hay en el ser humano. Pero las Escrituras también dicen que "Dios es luz". (1 Juan 1:5) Él es la fuente de la luz y la fuente de la vida. 

Entre una infinidad de cosas, la luz hace posible la fotosíntesis, que es esencial para la producción de nuestros alimentos. La luz potencia nuestra salud en muchos sentidos. Al comer una lechuga estamos comiendo luz. 

Como Dios de amor, puede proyectar y hasta personificar su amor en sus criaturas. Por ejemplo, en sus ángeles, en los seres humanos y, en cierta medida, en otras criaturas.

Por ejemplo, aunque los animales no razonan lo que hacen, porque tienen preprogramado un instinto característico según cada género y especie, podemos ver reflejado en muchos de ellos el amor de Dios en el cariño con que ellos mismos tratan a su progenie.

Aunque una leona es feroz, capaz de enfrentar a un león agresivo, y tiene dientes grandes y puntiagudos y una mandíbula capaz de ejercer suficiente presión como para despedazar y devorar a un búfalo, también puede morder delicadamente a sus cachorros para transferirlos, uno a uno, de una madriguera a otra.

Casi todos los cachorros y polluelos nos transmiten ternura y nos hacen reír con sus primeros pasos, impulsándonos a cuidar de ellos con delicadeza y protegerlos del daño. Tanto es así que algunos científicos han observado y deducido que la naturaleza preserva de esa manera la especie y garantiza el maravilloso ciclo de reproducción se las especies, vital para el ecosistema.

Pero Dios no solo creó la luz que nos hace posible ver el mundo material y producir alimentos. También creó la oscuridad, otro factor esencial para la vida. Porque nos invita a descansar y dormir, aparte de muchos otros beneficios (Génesis 1:3; Isaías 45:7) Necesitamos la oscuridad. Es parte de nuestra vida. 

Sobre tan asombroso contraste de luz y oscuridad, Joana Pérez, psicóloga y escritora, dijo una vez: "El dolor nos permite apreciar mejor la alegría. El caos aumenta nuestro aprecio por la paz. El odio profundiza nuestra comprensión del amor. Y las dificultades de la vida son un medio especialmente poderoso para crear sentimientos vitales para el conocimiento de nosotros mismos".

Pero ni Jehová ni su Hijo Jesuscristo necesitan la oscuridad. De hecho, las Escrituras explican que moran en luz inaccesible y que con Dios no hay oscuridad. (1 Timoteo 6:16; 1 Juan 1:15) Por decirlo así, Dios se cubre o envuelve de luz. (Salmo 104:1-2)

De modo que, si Dios es luz y su Hijo Jesucristo es luz, sus discípulos se convierten en luz. Porque todo aquel que recibe y acoge la iluminación de las buenas nuevas de Dios está llamado a esparcirla y convertirse en una luz para el mundo. Jesucristo dijo eso de sus discípulos: "Ustedes son la luz del mundo [...] Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres". (Mateo 5:14-16)

¿Cómo resplandecería la luz de los discípulos? Se refería a compartir el fruto de la luz o los resultados excelentes que produce entender lo que significa la verdad de las buenas nuevas. Sus obras excelentes se basarían en toda clase de bondad, justicia y verdad. (Efesios 5:8-9) 

Por eso, los cristianos procuran envolverse de luz a fin de entender cada vez mejor todas las cosas y armonizar lo más posible con sus instrucciones. Y aunque no les guste la disciplina, les conviene dejarse guiar por la sabiduría expresada en la naturaleza y en la Biblia. Los cachorros de una leona se dejan morder el cuello delicadamente por su madre mientras los cambia de madriguera para protegerlos. (Hebreos 12:11)

De la luz espiritual se habla poco en el mundo, es decir, del entendimiento de todas las cosas de Dios, principalmente de todo lo que tiene que ver de la relación se uno con Dios. Un escritor inspirado exclamó: "Gracias a tu luz podemos ver luz". (Salmos 36:9)

Pretender aplastar, perseguir o proscribir la luz es prácticamente imposible. Porque tal cono la luz física se difunde por todas partes y nadie conoce el camino por donde se difunde, la luz espiritual se observa fácilmente. (Job 38:24) La única manera de no verla sería dentro de una cápsula hermética, sin ventanas, o sufriendo de una ceguera completa. Si cae un rayo cerca, ¿quién dirá: "Yo no vi, oí ni sentí nada"? (Mateo 24:27)

Eso significa que entendemos y aprendemos mejor todas las cosas a medida que nos dejamos enseñar por la Palabra de Dios. ¡Vemos más luz! (1 Corintios 2:14-15) El aprendizaje es un proceso paulatino que se da en cada una de  las criaturas inteligentes, y unos aprenden más rápido que otros. (Proverbios 4:18) Todos avanzamos poco a poco.

Si nos dejamos instruir por el Padre de Jesús, conseguiremos entender muchas cosas que antes no entendíamos. (Juan 10:18; 12:49) Ya no seguiremos andando a tropezones por el camino más largo del ensayo y error

Dios puede ahorrarnos mucha frustración y ayudarnos a alcanzar más rápido nuestras metas. Sufriremos menos y cosecharemos grandes satisfacciones espirituales, algo que el mundo no conoce ni entiende. (Proverbios 1:1-3; Santiago 1:22; 1 Pedro 2:2)

Si nos revelamos, el proceso de aprendizaje que debiera ser progresivo y satisfaciente, y tomarnos poco tiempo, podría convertirse en un camino escabroso y muy difícil de recorrer si nos resistimos. Su Palabra y sus recursos están allí, pero depende de nosotros prestar atención, y depende de nosotros si nos cae suave o duro. Cualquiera preferiría unas gotitas de rocío y lluvia, no una tormenta de nieve o de granizo, o un huracán?

De hecho, sin la luz espiritual que proviene de Dios la persona podría caer en el error de suponer que entiende todo perfectamente, cuando en realidad está rotundamente equivocada. (Mateo 6:23) Veamos una metáfora.

Una experiencia muy común 

Supongamos que vamos con nuestros hijitos pequeños a casa de unos amigos. Ellos nos enviaron un mapa con instrucciones y suponemos que entendimos la ruta correcta. Nuestro vehículo es excelente. Nunca nos dio problemas. Todo se ve muy bien. Salimos temprano y aceleramos con confianza. 

Después de mucho tiempo, de repente, comienza a caer la noche, encendemos los faros, pero también comienza a llover. Encendemos los limpiaparabrisas, pero empezamos a dar saltos. El terreno comienza a parecer muy accidentado. Ya hemos recorrido mucho más de la distancia calculada. No vemos automóviles de ida ni de vuelta. Tampoco se ven casas. ¿Dónde estamos?

Entonces nos asalta la duda: "¿Realmente hemos tomado la ruta correcta?". Nos detenemos, apagamos el motor, sacamos nuestro mapa, lo examinamos con más cuidado y notamos ciertas inconsistencias. Pensamos: "No deberíamos estar en un terreno accidentado. Mmm", y recordamos algunas decisiones que tomamos en el camino: "Probablemente, en algún momento debimos virar en un sentido, pero sin querer viramos en otro".

No tuvimos mala intención. Queríamos llegar bien a nuestro destino. Nos esforzamos desde temprano por hacer todo lo mejor posible. Pero la realidad es que nos hemos metido en un serio problema. No solo nos equivocamos, sino que el clima empeora y ya no queda mucho combustible.

Llamamos por teléfono a nuestros amigos para decirles que demoraremos más de lo previsto, pero la contestadora automática nos dice que estamos fuera de rango. ¿Fuera de rango? ¿Dónde estamos? Mirando el teléfono, la batería se está agotando. ¡Y nos acordamos que olvidamos el cargador en casa!

La ansiedad nos invade. Nuestro sentido de alerta y de supervivencia se activan. Miramos a nuestro alrededor a la oscuridad. Entonces, nuestros pequeños perciben nuestra inquietud. Comienzan a hacer muchas preguntas y a llorar. 

Entonces hacemos una oración en voz alta y rogamos: "Ilumíname, por favor, te ruego, Dios mío, ayúdame a tomar buenas decisiones para encontrar la ruta correcta y llegar con bien a casa de nuestros amigos".

No lo sabemos, pero nuestros amigos también están orando. Han intuido lo ocurrido. Nos llaman por teléfono, pero la contestadora les dice que la persona a la que llaman está fuera de rango. Por eso alertan a las autoridades y estas activan un operativo. 

Mientras tanto, encendemos el motor, viramos en sentido contrario y procuramos poner más atención. El camino se ve desolado y accidentado, la oscuridad nos envuelve, llueve a cántaros, no tenemos señal de teléfono, el nivel de combustible está bajando, los niños se han quedado dormidos. Nos hemos quedado solos con nuestra conciencia. ¡Todo salió mal! No fue lo que planeamos. Todo se siente tan tenebroso.

De repente, aparece un vehículo policial, nos detienen y nos dicen que fueron alertados por nuestros amigos, y nos escoltan amablemente hasta su casa. Al llegar nos esperan con unas mantas y comida caliente. 

Nos preguntamos: ¿Realmente fue ayuda de Dios? ¿Realmente hicimos contacto con Él? ¿De verdad nos dio la iluminación que le pedimos? ¿O fue mera coincidencia o casualidad?

Es triste que muchas personas se metan en problemas a pesar de hacer su mejor esfuerzo. Pero más triste es tener tan escaso conocimiento de Dios que nunca estamos seguros de si realmente podemos comunicarnos con Él. Solo lo suponemos. 

¿Cómo podríamos estar seguros? Y si realmente hacemos contacto, ¿será posible profundizar esa relación y llegar a ser amigos íntimos?

A la luz de lo que explica la Biblia, Dios comprende nuestra frustración y puede tendernos una mano iluminando nuestra conciencia para tomar buenas decisiones. Pero ¿cómo lo hace? ¿Acaso se hará cargo del volante como un copiloto invisible, como en las películas de Hollywood? No. Al pedirle ayuda, nos da luz mediante ayudarnos a recordar los consejos de su palabra, la Biblia. Pero ¿cómo recordaremos lo que no hemos leído ni estudiado?

Dios no toma el volante de nuestras acciones, tampoco es copiloto de nadie. Es el creador de los cielos y la tierra. No podemos relegarlo al papel secundario de un copiloto. Pero mediante la Biblia puede proveer iluminación a nuestra conciencia, añadir entendimiento a nuestras deducciones, ampliar el campo visual de nuestros razonamientos, mejorar nuestra perspectiva, recordarnos cosas que ayudan a discernir, nos infunde paciencia, tolerancia, calma, equilibrio y autodominio. Pero no toma decisiones por nosotros. Eso debemos hacerlo nosotros.

Dios es mayéutico en su método de enseñanza. Es proactivo en sus cálculos y es comprensivo, paciente y amoroso en sus tratos. Pero permite que nosotros saquemos nuestras propias conclusiones. Para hacerlo, se vale de nuestra conciencia.

Tal como una leona, puede defender a sus leales tomándolos del cuello para ponerlos a salvo... si ellos lo permiten. Es decir, si se dejan guiar por Él mediante su palabra la Biblia. Cuanto más leemos y analizamos la Biblia con una buena traducción, en particular una que contenga su nombre, Yavé o Jehová, más entenderemos su perspectiva y percibiremos su luz.

Pensemos en el relato del viaje. ¿Realmente hicieron su mejor esfuerzo? Olvidó el cargador del teléfono sabiendo que haría un largo recorrido a un lugar desconocido. Ese fue un gran descuido. ¿Tuvo la precaución de verificar el combustible o energía? ¿Revisó el aire de sus neumáticos? ¿Se acordó de Dios antes de partir?

Sea como sea, estemos donde estemos, sepámoslo o no, pensemos en lo que ocurrió. ¿Dónde empezó la solución al problema? La solución comenzó con: "Mmm".  Así es. "Mmm" significa que uno se ha detenido a reflexionar, a recapacitar, a meditar, a poner a un lado el orgullo, la terquedad y el sentido de autosuficiencia que a veces engaña a uno.

"Mmm", ese es un detalle que puede salvarnos la vida.  Aceptamos que no estamos tan seguros, y nos preguntamos: "¿Realmente estoy en lo correcto? ¿Entendí bien las instrucciones?". Entonces, nos detenemos, dejamos de hacer lo que estamos haciendo, sacamos nuestro mapa, lo examinamos con más cuidado y notamos las inconsistencias, luego actuamos.

Entonces, como si nos alumbraron con una luz resplandeciente, no como un fogonazo emotivo, sino como un razonamiento lógico profundo, encontramos una solución basada en la Biblia, no en nuestro propio entendimiento. Esa es la manera como el Creador se comunica con nuestra conciencia. Esa es la manera como nos ilumina. (Proverbios 3:1-8)

Es cuando nos percatamos de nuestros errores, nos humillamos bajo el peso de la evidencia y meditamos: todo estuvo saliendo mal por una decisión imprudente, luego otra y otra. Entonces viramos en sentido contrario, tomamos buenas decisiones y nos sacaron del problema o lo aliviaron. Así es como nos ayuda. Así es como nos da luz.

Cuanto más leemos y estudiamos la Biblia, más nos autoeducamos para llegar a sentirnos parte del rebaño de Cristo, una parte inteligente del universo. Cuanto menos la leemos, más tiempo perdemos y más problemas y dificultades tenemos que afrontar.

No obstante, ningún humano es perfecto. Todos descendemos de Adán y Eva y no logramos dar en el blanco de la perfección. Pero Dios se complace en nuestro esfuerzo, si es que somos sinceros y respaldamos nuestra fe en Cristo con obras.

Por otro lado, un enfoque materialista del mundo podría verse muy moderno y avanzado. Pero ¿dónde quedaría el cariño, la sensibilidad del corazón? Uno no solo come para nutrirse, sino para disfrutar de hacerlo, dando gracias al creador de la luz que hace posible la fotosíntesis. (Salmo 43:3)

¿Aceptamos la luz?

Pero el relato de las dificultades en el viaje fue solo una metáfora. En realidad estamos ilustrando el estado en que se encuentra el mundo actual y lo que ocurre con aquellos que se acuerdan de su Creador y le piden luz espiritual.

La diferencia con el mundo entero es que, como masa, nunca va a recapacitar como lo haría un individuo. Uno puede meditar, reflexionar y humillarse ante la extraordinaria sabiduría de Dios, pero el mundo, como un todo, no reacciona así. 

La gente tiende a ir adonde va la mayoría, a imitar a la mayoría, a seguir a la mayoría, a escuchar a la mayoría, a preferir a la mayoría, a cantar y bailar con la mayoría, y a extraviarse y estrellarse contra la realidad como la mayoría. ¿No dieron a entender eso Jesucristo y sus apóstoles? (Mateo 7:13; Marcos 10:23-25; 2 Pedro 3:3-4; 1 Juan 5:19)

Por eso Jesús no temió ni se avergonzó de ser diferente cuando dijo: "No soy parte del mundo", y refiriéndose a sus apóstoles: "Ellos no son parte del mundo". (Juan 17:14, 16) Jesús no tenía una perspectiva permisiva, sino respetuosa, basada en las Escrituras.

Jesús siempre guio a sus discípulos hacia el Reino de Dios. Eso era de lo que más hablaba, sobre todo después de resucitar. (Hechos de Apóstoles 1:3)

"Por tu luz podemos ver luz"

La luz de Dios nos permite ver la luz espiritual. Los que no ven la luz, la oscuridad los hace tropezar tarde o temprano. Toman decisiones imprudentes. Se percatan muy tarde de que no resultaría como lo planearon. Siempre dan marcha atrás y viran para ir en sentido contrario cuando ya no hay solución, como ocurrió con el Faraón. (Éxodo 25:14-28)

Existe lo que se conoce como punto de quiebre y punto de no retorno, que ocurre cuando ya no hay curación y se terminan las opciones, las oportunidades y las perspectivas. Solo queda cortar por lo sano para salvar lo que queda. 

Los médicos saben que si un miembro se gangrena, hay que cortar más arriba de la gangrena a fin de salvar el resto del cuerpo. El resto es todo lo que importa, es lo que se puede preservar. La gangrena solo puede desecharse.

Por la misma razón, habrá un resto que se salvará cuando la gangrena de la terquedad y la codicia hayan colmado la paciencia del Creador. Él no va a permitir que la gangrena gane la batalla. Para Dios no es ningún problema devolverles la salud a los enfermos. Ya ha demostrado que, gracias a su Hijo Jesucristo, incluso puede devolver la vida a los muertos. 

Dios creó la luz para que no tropezáramos. Es parte del proceso de la vida. ¿Pero diríamos que Dios creó la oscuridad para que tropezáramos? No. La oscuridad física también es vital para nuestra existencia humana. Pero la oscuridad espiritual solo nos lleva por un camino equivocado.

"Todos los caminos conducen a Roma" es un dicho verdadero que resultó de la extraordinaria interconexión de rutas que produjo la ingeniería romana de la antigüedad. Pero "Todos los caminos conducen a Dios" es un dicho falso, producto de una antigua agnotología, oscuridad espiritual que siempre alejó de Dios a la humanidad.

La Biblia habla del camino que conduce a la salvación, no de los caminos que conducen a la salvación. Jesucristo dijo: "El que me sigue no andará en la oscuridad, sino que recibirá la luz de la vida". (Juan 8:12) La luz de Dios nos provee entendimiento, la energía más importante. (Proverbios 2:6-9) 

No hay verdadera sabiduría en ninguna otra parte. El que hizo el sol la luna y las estrellas y puso en funcionamiento el universo es la única fuente de sabiduría que existe. Todo lo demás conduce a un fracaso inexorable e indefectible. 

¿Un mundo de luz o de oscuridad?

Eso nos lleva como conclusión a una sola pregunta: "¿Cómo vemos el mundo?". Por todas partes se ven movimientos de masas pidiendo, y hasta demandando, un cambio: "¡Queremos un nuevo mundo!", ¿pero a quién se lo piden? A los gobiernos, a la ONU y a las montañas empresariales de este mundo, no a Dios.

No es un clamor nuevo. Jesucristo ya enseñaba a orar: "Venga a nosotros tu reino". (Mateo 6:9-10) Él sabía que la sabiduría de Dios, o mejor dicho, la luz del Padre, indicaba que 'todo reino dividido contra sí mismo estaba destinado a quedar desolado, y que toda ciudad o familia dividida contra sí misma no podría mantenerse en pie'. (Mateo 12:25) 

Tal como padres chinos tienen hijos chinos, padres africanos tienen hijos africanos, y padres suizos tienen hijos suizos, el Padre de la luz solo tiene hijos de la luz. Jesucristo fue su primogénito, es decir, su primer hijo. (Santiago 1:17; Efesios 5:6-8) Tanto del Padre como del Hijo se puede decir que son luz e irradian o envían luz.

Cuando el ángel rebelde se manifestó por primera vez, cayó en tal estado de error que su entendimiento se nubló y se convirtió en una ceguera espiritual y oscuridad irreversible.  (Mateo 6:23) Solo puede disfrazarse de luz. Su "luz" no es real. (2 Corintios 11 :14)

Mediante los noticieros, hoy somos testigos de fraccionamientos, grietas y fracturas en las todas estructuras del mundo. ¿Es así como se salvará un resto? ¿Quedará en pie algún sobreviviente? ¿Serán sobrevivientes los hijos de la luz o los de la oscuridad? Felizmente, la salvación no provendrá del mundo ni de ninguna de sus organizaciones, sino del Dios de la luz y de su Hijo Jesucristo. (Apocalipsis 7:10)

Bueno, tal como un oftalmólogo está capacitado para diagnosticar un glaucoma, Dios diagnostica a quienes les falta entendimiento, autodominio, constancia, devoción a Dios, afecto fraternal y amor. Su palabra inspirada dice que el que no tiene esas cualidades es tan corto de vista que ya no puede ver nada.

Por lo contrario, los apóstoles Pablo y Pedro decían que los que cultivaban dichas cualidades no caerían jamás, serían hijos de la luz y se les abrirían de par en par las puertas del reino eterno del Señor y Salvador Jesucristo. (Efesios 5:8; 2 Pedro 1:5-11)

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