¿Cómo será la vida eterna?

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Cuando piensas en la vida eterna, ¿qué viene a tu mente? ¿Una hermosa puesta de sol? ¿Nubes blancas que contrastan con un cielo celeste y una larga escalera que llega hasta el infinito? ¿Tal vez un reloj de arena, crucifijos y Biblias, angelitos que revolotean sonriendo, o una antigua pintura de San Pedro con unas llaves en la mano? ¿O a Jesús, una virgen que reza o unos santos o algún ser amado? 

Pero ¿es eso lo que realmente significa según lo que se lee en la Biblia? ¿Hasta qué grado se nos dan detalles como para visualizar cómo será? ¿Lo que se dice al respecto basta para formarnos una idea? ¿Es lo mismo tener vida eterna que ser inmortal? ¿Debería preocuparnos no conocer todos los detalles?

Y cuando piensas en la muerte, ¿qué conceptos o ideas vienen a tu mente? ¿Piensas en algún tipo de castigo o penitencia por los pecados? ¿O sientes algún cargo de conciencia o el impulso de confesarle algo a tu líder religioso? ¿Te vienen ideas de tortura en un infierno de fuego intenso que nunca se acaba?

Algunos ven una luz brillante cuando piensan en el cielo, otros ven una pared oscura cuando piensan en la muerte. En fin, cada quien tiene sus propias vivencias e interpretaciones. Pero, nuevamente, ¿es eso lo que realmente significa? ¿Puede cada quien imaginar lo que quiera y considerarlo como verdad?

La Biblia, desde su primer libro, Génesis, hasta el último, Apocalipsis, habla de la vida como de una existencia que puede (1) prolongarse indefinidamente, (2)  perderse temporalmente (3) o perderse permanentemente. 

Dios les dijo claramente a Adán y Eva que la vida que habían recibido nunca terminaría si demostraban ser hijos obedientes. Les dijo lo que era bueno (obedecer) y lo que era malo (desobedecer). Era la única norma que existía.

Tengamos en cuenta que la Biblia dice que vivían ellos en un paraíso. En ningún momento Dios les prometió que su recompensa por ser hijos obedientes sería morir y ser transferidos a otro lugar (a otro paraíso, a otro planeta, a la Luna, a Marte o al cielo). Lo que les prometió fue que su vida se extendería indefinidamente, disfrutando de su hábitat: el vasto y hermoso planeta tierra.

No ignoraban lo que significaría morir, porque veían morir a los animales, y no ignoraban quién les había dado la vida, porque se comunicaban con Dios. Podríamos decir que sus genes tenían el copyright de su Padre. Eran sus hijos en una relación espiritual de amor profundo.

El concepto de la muerte no era algo extraño para ellos. No era algo misterioso. Durante mucho tiempo fueron testigos oculares del ciclo de la vida de los animales, que eran concebidos, nacían, desarrollaban, crecían, envejecían, enfermaban, dejaban de vivir y, con el tiempo, se deshacían, convirtiéndose en polvo.

Veían ese ciclo y podían comparar y darse cuenta que a ellos no les sucedía lo mismo. Seguramente sentían lo mismo que nosotros sentimos cuando vemos el cadaver de un animal al lado de un camino desértico. ¡Ya no tiene energía vital! Podríamos tener una mascota diferente a lo largo de nuestra vida y observar lo mismo.  ¡Esa era la realidad!

Pero para que en su caso se mantuviera la excepción y no les pasara lo mismo que a sus mascotas (nacer, crecer y morir): tenían que armonizar con las leyes universales de la naturaleza, incluido el respeto y aprecio por su Padre.

Ellos no tenían que morir como el resto de los animales. Si obedecían, su vida nunca terminaría. Solo debían abstenerse de tocar aquel árbol. Fue algo parecido a lo que sucederia hoy si nos dijeran: "Sigue las instrucciones para no echar a perder la máquina", o: "Sigue las instrucciones para no exponerte a recibir un choque eléctrico (o no contaminarte con radiactividad, Coronavirus o lo que fuere)". 

Por ejemplo, una central eléctrica beneficia a todo un pueblo. Si somos sus pobladores, todos necesitamos la central. Pero si alguien pasa por alto las advertencias y se acerca demasiado sin autorización, puede ser muy peligroso. Podría contraer cáncer, hipersensibilidad electromagnética o morir de un choque. La central es necesaria, y no es peligrosa si se obedecen las instrucciones. No fue instalada para matar a nadie.

Siguiendo el mismo razonamiento lógico, todo chef sabe que los cuchillos se fabrican con un propósito bueno, no para que la gente se corte los dedos ni para atacar al prójimo. Mientras se usen para lo que fueron diseñados y fabricados, todo irá de maravilla. Se prepararán deliciosas comidas. Pero si alguien se atreve a pasar por alto las advertencias, lanzándolos contra las personas, ¿deberíamos culpar al diseñador de los cuchillos o al fabricante o al chef? ¿Acaso demandaríamos al gobierno, o le pediríamos que cierren la fábrica?

Suena fuerte decirlo, pero no podemos torcer la realidad para conformarla a nuestra voluntad a fin de que no se cumplan las leyes universales de matemáticas, física, química y biología, incluso las normas morales que Dios estableció hace millones de años. Cuando Dios creó a la humanidad, esas leyes ya existían, y siempre se van a cumplir.

Por eso Dios considera a cada ser con libre albedrío responsable de sus propias acciones y de la manera como usa su vida. Si quiere, sigue las instrucciones de Dios, o si prefiere, la vive al margen. (Apocalipsis 22:11-15) De todas formas habrá un efecto, resultado, suerte o consecuencia. 

Si queremos un resultado óptimo, tenemos que procurar armonizar con el universo, o mejor dicho, con las normas establecidas hace millones de años por el Creador del universo. ¿Quiénes somos para creer que podemos torcerlas, pasarlas por alto o violarlas impunemente? No se puede. Eso sería solo una fantasía con un final muy desagradable.

Al igual que ocurrió con Adán, no es un concepto irrazonable que se exija obediencia. Para realizar la hazaña de poner a humanos en la Luna, en Marte o en cualquier otro lugar, los científicos diseñan y fabrican recursos que obedecen estrictamente leyes físicas inmutables. Saben que un pequeño error podría costar la vida de los astronautas y un enorme fracaso económico.

Por la misma razón, las consecuencias de seguir las instrucciones de Dios siempre resultará beneficioso, a pesar de que quizás nuestra manera de entenderlas nos atraiga pesar por un tiempo, o a nuestros seres queridos. Siempre es mejor seguir las instrucciones de Dios. Obedecerlas es la clave.

A veces, refiriéndose a la vida, la Biblia usa expresiones como "paraíso", "cielo", "no morirán", "vivir para siempre", "extender los días", "vida eterna", "libro de la vida", "árbol de la vida" o "árboles de la vida". Y al hablar de la muerte, solemos encontrar expresiones como "tumba", "morirán", "no extenderán sus días", "destrucción", "segunda muerte", "cortamiento eterno", "lago de fuego", "infierno" o "tormento eterno".

En casi toda literatura se puede encontrar una combinación de expresiones literales (reales) y simbólicas (ejemplos e ilustraciones). Además, no todas las personas disfrutan de la lectura. Y aún otras, aunque les gusta leer, no se dejan convencer fácilmente por explicaciones que oscurecen el entendimiento.

Por eso -y por otras razones- algunos no tienen una idea clara de lo que la Biblia dice sobre la vida eterna. No porque la Biblia no lo explique, sino porque (1) sus maestros de religión no fueron claros al explicarlo o (2) quizás contribuyeron al desconcierto y desaliento al no saber aclarar algunas aparentes contradicciones.

Por ejemplo, haz esta sencilla prueba para saber lo que muchos imaginan sobre la vida eterna: Ingresa a un buscador de Internet y escribe: "vida eterna" y toca el link "imágenes". Lo que aparece es lo que imaginan. Luego pregúntate lo que las imágenes parecen dar a entender, en cuanto a si te resulta claro, atractivo o motivador. Mira las imágenes y pregúntate: ¿Eso significa vida eterna? ¿Es entendible? ¿Eso es lo que quiero?

Sigue el mismo procedimiento, pero ahora escribe "paraíso", y mira las imágenes. ¿Qué verás? Una mayor cantidad de imágenes y que son más fáciles de entender y asimilar. Son un incentivo más atrayente para los seres humanos. Reflexiona: "¿Se aclaran mis conceptos? ¿Parece cobrar más sentido el término vida?". La palabra "paraíso" es muy objetiva y fácil de entender y visualizar. 

"Paraíso" fue la hermosa palabra que usó Jesús para consolar al arrepentido malhechor que colgaba a su lado. ¿Le hubiera entendido o lo hubiera consolado si le hubiera dicho: "Nos veremos en el más allá?". Eso no hubiera consolado a nadie. Habría imaginado imagenes de un infierno o de un castigo eterno por sus fechorías.

Piensa esto: Si tuvieras que escoger un lugar para irte un mes de vacaciones, ¿adónde preferirías ir? ¿A un desierto con temperaturas de más de 45 grados, donde ni siquiera puedas sentarte de lo caliente que está? ¿O preferirías pasarla suspendido en un globo a 20.000 pies de altura, donde solo hay 50% de oxígeno y densas nubes que no te dejan ver lo que hay abajo, arriba, adelante ni atrás? ¿O preferirías un hermoso y exhuberante valle de clima templado, habitado por personas honradas, amables y serviciales, con un agradable río que desemboca en el océano? La respuesta es obvia.

Ahora piensa en esto: ¿qué palabra usa el libro de Apocalipsis para referirse al premio de la vida eterna? Allí dice: "El que tiene oídos, escuche lo que dice el espíritu a las iglesias: 'El que resulte vencedor comerá del árbol de la vida que está en el paraíso'". (Apocalipsis 2:7)

Y ¿qué palabra usó Jesús mismo para darle esperanzas al malhechor que habían colgado a su lado? Según el evangelio de Lucas, cuando estuvo agonizando, le prometió: "Estarás conmigo en el paraíso". Lucas 23 :43)

Y ¿qué palabra usó el apóstol Pablo para explicar cierta visión extraordinaria que recibió milagrosamente? Dijo que había sido llevado al paraíso. Fue una visión tan hermosa que no tenía palabras para explicarla. (2 Corintios 12:1-4)

Uno se queda sin palabras cuando lo que ingresa por sus sentidos excede lo que pensó. Y él se refirió específicamente al paraíso. ¿Por qué usaría esa palabra si la imagen fue tan hermosa que se quedó boquiabierto? ¡Porque Dios quería comunicarle una idea que fuera capaz de entender! 

Hasta esos tiempos, la palabra "paraíso" no comunicaba otra idea que el lugar donde vivieron Adán y Eva. De hecho, también es lo que significa ahora. Eso no ha cambiado. Por eso la gente suele conectarse muy rápido con imágenes de un mundo hermoso, no con uno tenebroso.

Al buscar en Internet imágenes del "cielo" queda claro que mucha gente piensa en nubes y escaleras que llegan al infinito, luces y estrellas brillantes, angelitos y figuras humanas que no realizan ninguna actividad interesante. Rso demuestra que las personas no tienen una idea unificada de lo que imaginan. Cada uno imagina lo que se le ocurre.

¿Quién quisiera pasar unas vacaciones subiendo una escalera hasta el infinito, o mejor dicho, hasta lo inefable, algo que no se entiende ni se podría explicar? ¿Acaso somos santos, como el apóstol Pablo, para recibir una explicación milagrosa esta noche? 

Y ¿qué hay si en un buscador de internet uno escribiera "muerte"? Seguramente vería una abundancia de imágenes de terror. Muy pocas le producirían placer o motivarían. Se comprende por qué la gente suele asociar la muerte con esas imágenes.

Esas son las contradicciones y confusiones que ahuyentan a las personas y las desaniman de leer la Biblia. La imagen de un "paraíso" pierde relevancia y solo les queda pensar en luces y nubes blancas, o en imágenes de terror y sufrimiento. 

Leyendo los pasajes correctos

Cuando uno lee los pasajes correctos con la ayuda de alguien que sabe cómo buscar, el panorama se aclara, se adquiere perspectiva y por fin siente alivio espiritual, mental, emocional y hasta físico. Reorienta sus conceptos hacia las explicaciones correctas, y descarta de plano la confusión. De hecho, cualquier malentendido se esfuma.

Leer los pasajes correctos ahuyenta las dudas, no las aumenta. La duda fue el recurso que usó el enemigo de Dios en el paraíso original, y ha seguido alimentándola con más y más confusión hasta nuestros tiempos. Pero leyendo los pasaje correctos, los malentendidos se disipan. Solo permanece en pie la verdad. Por eso Jesús dijo: "La verdad los liberará". Leer los pasajes correctos tiene un efecto liberador.

La vida eterna será tal como el ser humano lo imaginaría: ¡Viviendo en un paraíso, felices para siempre en paz y seguridad. ¡Eso es lo que Dios quería para Adán, Eva y sus hijos, y no ha cambiado. Es lo que quiere que pensemos. ¡En un paraíso! Dios, sus profetas, Jesús y sus apóstoles, todos ellos usaron la palabra paraíso para referirse a la vida eterna. Nosotros también debemos tener eso en mente y usarla al pensar en el futuro de la humanidad.

El hilo conductor de toda la literatura bíblica desde Génesis hasta Apocalipsis es la instauración del paraíso mediante el reino de Dios. Jesús se refirió a ello cuando dijo que separaría a todos como el pastor separa a sus ovejas de las cabras. (Mateo 25:34)

Eso se contrapone con la idea del "descanso eterno", el "último adiós" y el castigo "por los siglos de los siglos". Dios quiere que tengamos vida, no muerte. La muerte entró en el mundo debido a la duda que interpuso el Diablo. Dios no les había dado motivos a Adan y Eva para dudar de Él: Si desobedecían, morirían. Y eso fue exactamente lo que finalmente ocurrió. Y tal como el concepto del paraíso nunca cambió, tampoco han cambiado las condiciones de Dios: Si obedecemos, nos dará la vida eterna en un paraíso, tal como prometió Jesús: "Estarás conmigo en el paraíso". ¿Crees que Jesús cumplirá su promesa?

No permitamos que una confusión o suposición, mucho menos un prejuicio o dogma, nos desaliente de seguir buscando las respuestas apropiadas. ¡Queremos la verdad!

La vida eterna será maravillosa porque será en el paraíso. Dios diseñó el paraíso para la humanidad, no para los ángeles. El paraíso fue y siempre será el verdadero hábitat para los humanos del futuro, y la personalidad de los futuros habitantes de la tierra será un reflejo perfecto del amor que Jesús mostró a sus discípulos.

"Esto ha dicho el Señor, creador de los cielos,
el que también hizo la tierra y la estableció:
'Yo no creé la tierra para dejarla vacía.
La formé para ser habitada'".
(Isaías 45:18)

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