Una demolición forzosa

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En algunos lugares las autoridades deciden demoler una o más casas. A veces ofrecen una compensación, otras, una reubicación, y aún otras, no ofrecen nada. 

En algunos casos, el propietario inicia un proceso judicial gracias al cual logra que las autoridades desistan. O puede que sea el propietario quien pierda y tenga que abandonar la casa, en cuyo caso, quizás le den un plazo, o el plazo sea tan breve que no baste.

¿Por qué demolerla? 

Quizá fue construida sin autorización del ayuntamiento. Tal vez fue construida sobre el terreno de otra persona. Probablemente fue construida sobre una zona común y el ayuntamiento esté reclamando el terreno para hacer una ampliación en bien de la comunidad. O puede ser que se haya convertido en un peligro para los vecinos, pero el propietario rehúsa cooperar.

¿Pero por qué demolería uno su propia casa?

¿Por qué demolería uno su propia casa? Tendría que tener una muy buena razón. Por ejemplo, quiere hacer una remodelación completa; quiere deshacerse de algún peligro potencial que acaba de descubrir en la estructura; o quiere vender el terreno a fin de usar el dinero para comprar una casa en otro lugar; o le trae malos recuerdos y desea construir una totalmente diferente.

También pudo darse el caso de que su inquilino no le dio un trato adecuado y dejó que se deteriore más allá de lo recuperable. O pudo haberla convertido en poco menos que un basurero. También pudo ocurrir que la subarrendó sin autorización y los subarrendatarios casi la destruyeron. 

Quizás el propietario está próximo a morir y quiere repartir equitativamente el dinero entre sus hijos para que no surjan discusiones. O no tiene herederos y quiere venderla en vida para dar el dinero como donación a una asociación benéfica.

Sin importar la razón, es su casa y puede hacer con ella lo que a su juicio sea lo mejor de acuerdo a las circunstancias y a lo que la ley le permita.

Es cierto que puede dar pena, pero también es verdad que, dependiendo de los motivos, puede que no. Sobre todo si el dueño le dio constantes advertencias al inquilino, tanto que se vio forzado a entablarle un juicio de desalojo. Desde entonces, estuvo esperando muchos años que se la devolviera, tiempo durante el cual diseñó nuevos planos, un hermoso proyecto para el futuro de su familia.

Sea como fuere, a nadie le agrada que demuelan injustamente la casa en la que vivió toda su vida, donde acumuló hermosos recuerdos. Probablemente allí crecieron sus amados hijos y nietos. Además, es una justa herencia que uno quisiera dejarles.

Por otro lado, quizás más bien le agrade hacer una demolición. Ha calculado la inversión y los enormes beneficios que resultarán para su familia. Los planos son maravillosos y la propiedad se valorizará. Todos sus hijos estuvieron de acuerdo con el cambio. No hubo discusión alguna: Era mejor una demolición.

Sucedió algo semejante

Algunos que ignoran ciertos detalles acerca de la historia del pueblo de Dios se preguntan muchas cosas. ¿Por qué guerrearon contra otros pueblos? ¿Por qué tomaron posesión de ciertas ciudades? ¿Por qué Dios los abandonó a su suerte? ¿Por qué Dios les mando construir un hermoso templo, pero después no impidió que lo demolieran sus enemigos, incluso en más de una ocasión! ¿Habría una reconstrucción? 

Sin duda son preguntas razonables desde el punto de vista de alguien que no tiene un cuadro más amplio debido a que nunca estudio la Biblia. Pero al igual que el ejemplo al inicio de este artículo, las Escrituras muestran que hubo razones de peso que el lector no debería pasar por alto.

Un vistazo a la historia bíblica

No nos explayaremos ahora en toda la historia bíblica, pero sí en ciertas razones y motivos que nos ayudarán a ver por qué es importante este asunto. 

¿Por qué guerrearon contra otros pueblos? 

Fue al revés. En la mayoría de los casos, fueron los otros pueblos los que guerrearon contra ellos, y Dios les dio autoridad para defenderse. Si no, habría resultado en un genocidio y en la interrupción de la línea de descendencia que llevaba al Cristo.

Algunas veces hubo excesos. El pueblo Guerrero por motivos no autorizados por Dios, y se metieron en muchos problemas. Siempre ha habido excesos en todos los conflictos armados entre las naciones del mundo a lo largo y ancho de la historia. Pero en el caso de Israel, la mayoría de las veces fue para impedir un genocidio.

No es un secreto que en el pasado hubo naciones que intentaron por todos los medios borrar del mapa a Israel. Se han hecho películas sobre el tema. Y no es un secreto que la misma intención sigue vigente hasta el tiempo presente, pues en los últimos años hasta se ha oído en las noticias.

Pero no hablaremos del presente, pues esa es otra historia, sino del pasado. ¿Por qué? Porque muchos se han referido a las guerras en las que estuvo implicado el nombre y la reputación de Dios, según quedo registrado en el Antiguo Testamento. Veamos parte del contexto.

Desde que Adán y Eva pecaron, Dios dejó que la humanidad fuera por su camino e hiciera como quisieron. Los primeros humanos que razonaron tenían libre albedrío, y Dios respetó su decisión de independizarse de Él para hacer lo que quisieran.

Pero este es el punto: Dios se reservó su legítimo derecho a conservar y proteger una línea de descendencia, un pueblo que custodiara dicha genealogía hasta que llegara el Mesías, que resultó ser Jesucristo. 

Cada vez que dicha genealogía era puesta en peligro por la hostilidad de alguien, o de otros pueblos, Dios ejercia su derecho a intervenir para protegerla de un genocidio, lo cual hubiera resultado en una ruptura de la línea de descendencia. A veces eso significó que el pueblo se viera obligado a defenderse.

Por ejemplo, puedes encontrar un caso específico, apasionante y emblemático leyendo el libro de "Ester", de solo 8 capítulos. También en el libro de los "Jueces", un poco más extenso: 21 capítulos.

¿Por qué tomaron posesión de ciertas ciudades? 

En aquellos tiempos era costumbre, tradición y un paradigma que el pueblo vencedor tomara posesion de los pueblos conquistados. Los pueblos que rodeaban a Israel se regían por ese concepto.

Cuando hablaban de arrasar con Israel, no se referían solamente a su intención de borrarlos de mapa, sino a apoderarse de todo lo que les pertenecía, incluido el hecho de tener relaciones. 

Eso hubiera significado que la línea genealógica se habría mezclado y perdido para siempre. No se hubiera cumplido la profecía de Genesis 3:15 respecto a la descendencia prometida por Dios, la cual salvaría a la humanidad de una autodestrucción. 

Tampoco se hubiera santificado el nombre de Dios, en el sentido de dejar demostrado que Satanás mintió a Eva en el paraíso, cuando afirmó que Dios no estaba siendo del todo sincero con ella.

Mucho menos se hubiera podido demostrar que era posible que los seres humanos fueran fieles a Dios. El Cristo sería la mejor evidencia de ello: (1) Santificó el nombre de su Padre y (2) demostró que es posible ser fiel hasta la muerte.

De modo que la salvación de toda la humanidad dependía de que la línea de descendencia fuese protegida hasta el tiempo en que se manifestara el Cristo, ¡sobre todo, si se trataba de intentos de genocidio por parte de los que apoyaban esa intención.

¿Por qué Dios los abandonó a las consecuencias? 

A veces Dios los abandonó a las consecuencias por la misma razón por la que abandonó a su suerte a Adán y Eva: Por desobedecer con descaro a Dios.

Mucha gente tiene la interpretación equivocada de que la paciencia de Dios nunca se termina. Pero esa no es una enseñanza de la Biblia. La paciencia de Dios es grande, pero también depende de condiciones que él ha trazado. 

Cuando se dejaban influir por alguna cultura depravada e idolátrica de alguno de los pueblos de los alrededores y se desviaban a un proceder corrupto, les enviaba vez tras vez a sus profetas. Siempre procuraba hacerlos entrar en razón y recapacitar. Pero también les daba un plazo. 

Dios es paciente, es cierto, pero no tonto. Su paciencia nunca soslayó la justicia. En el caso de los pecadores, su paciencia nunca fue ilimitada. Si después de mostrarse comprensivo por el tiempo que consideraba más que suficiente, si no modificaban su tendencia, ponía fin a su paciencia. ¿De qué manera?

En la mayoría de los casos Dios permitía que les sobrevinieran las consecuencias, lo cual podía manifestarse de muchas maneras. Pero, lamentablemente, en ocasiones, llegaban más allá de lo que su paciencia podía tolerar. No sé quedaba esperando de brazos cruzados. Como se dijo, les enviaba profetas que los hiciera recapacitar. Veamos una ilustración.

Supongamos que uno bebé alcohol en exceso y ha recibido advertencias al respecto, pero continúa bebiendo. Una consecuencia podría ser cirrosis del hígado, una enfermedad incurable. Pero en algunos casos se puede detener y controlar si uno escucha las indicaciones del médico. 

No es que Dios sea como una malvada bruja que ataca su hígado y le envía la cirrosis como si fuera magia. La cirrosis es solo un cumplimiento de ciertas leyes químicas y biológicas que controlan el organismo humano. 

Si uno usa su laboratori principal, el estómago, para hacer combinaciones inapropiadas, sin duda causará reacciones que pudieran ser mortales. ¡Cuanto más si las introduce directamente por las venas!

Lo mismo ocurre en el campo moral. Si una persona contamina su mente con un prejuicio, todas sus decisiones y acciones salen torcidas. Por ejemplo, si cree que todos los caballos son peligrosos, pasará por alto el hecho de que, en realidad, no lo son. Depende de cómo uno se relacione con los caballos. Y lo mismo podemos decir de un perro, de una ballena asesina, de un rosal o un puente colgante.

Los líderes judíos del primer siglo prejuzgaron a Jesús. Lo llevaron a juicio por muchas cosas que después se cumplieron exactamente como él había profetizado. Aún hoy se siguen cumpliendo muchas otras cosas que no se cumplieron en aquel tiempo.

Jesus dijo a sus discípulos que el templo de Jerusalén sería destruido. Nadie creía que Dios permitiría algo semejante. Finalmente ocurrió. En el año 70. El Muro de las Lamentaciones es lo único que quedó como prueba histórica irrefutable. Los judíos se congregan, se acercan, lo tocan y se lamentan. Aún así todavía no creen que Jesús fue el Mesías prometido. 

Dios no es caprichoso. Diseñó e instauró leyes universales para el perfecto equilibrio del universo y de todo lo que contiene. Si alguien pretende saber más que Dios y hace las cosas de otra manera; o si ignora completamente que Dios existe y que ha regulado esas leyes desde hace millones de años para que todo marche como un reloj, fácilmente podría comenzar a excederse y exponerse a consecuencias graves e inexplicables desde una óptica meramente humana.

De ahí la gran importancia de anunciar las buenas nuevas, las cuales tienen el propósito de dar a conocer quién es Dios realmente e inspirar respeto por su voluntad. Esa fue la misión principal de Jesús, y la cumplió al pie de la letra.

¿Por qué construyeron y destruyeron el templo?

Después de establecerse en la tierra prometida, el rey Salomón mandó construir un templo hermoso. Pero sus enemigos, los babilonios, los conquistaron, destruyeron el templo y se llevaron al exilio a los cautivos.

Posteriormente, los que volvieron del exilio reconstruyeron el templo. Pero después sus enemigos, los romanos, los conquistaron e, igualmente, destruyeron el templo y se llevaron al exilio a los cautivos.

En ambos casos, la razón por la que no recibieron la protección de Dios fue la misma: Su desobediencia. La condición para estar en buenas relaciones con Dios siempre ha sido la misma desde los tiempos de Adán y Eva: Obedecer las instrucciones divinas.

Aunque por un tiempo obedecían, después desobedecían y menospreciaban a los profetas que les llevaban el mensaje de parte de Dios. Cuando la situación se ponía grave, les sobrevenían consecuencias que después lamentaban.

Colmaron su paciencia, y Dios ejerció su autoridad para permitir que sus enemigos demolieran su lugar de culto, junto con todas sus idolatrías y cosas detestables.

El libro "Lamentaciones", del profeta Jeremías, específica dichas consecuencias

¿Habría una tercera reconstrucción? 

Sí, pero espiritual. Ya no sería un templo material, físico. Y el tiempo para comenzar a dicha reconstrucción coincidiría con la venida del Cristo. 

Ya no se adoraría a Dios en un templo hecho por manos humanas. El apóstol Pablo versó sobre ese asunto en su carta "A los Hebreos". Por tanto, sería un templo que jamás sería demolido.

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