¿"Este es el camino"?

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¿Quién quiere navegar en un barco sabiendo que naufragará? Nadie. Pero ¿quién creería que una nave construida con todos los adelantos científicos podría naufragar? Pues, ocurre. Los accidentes en grandes embarcaciones, incluso las más modernas, pueden suceder.

En su libro de profecías, Isaías escribió por espíritu santo: "Este es el camino. Anda en él", y cuando Jesucristo predicó las buenas nuevas, aclaró: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Pero hoy, con tantos que dicen: "Este es el camino", y sin embargo enseñan doctrinas diferentes, ya no es tan fácil detectar quien dice la verdad. Se exige un análisis mucho más cuidadoso (Isaías 30:21; Juan 14:6; Mateo 24:4). 

En filosofía se enseña el Principio de No Contradicción, que sirve para dejar en claro que ningún argumento, teoría, doctrina ni declaración puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa, ni señalar en dos sentidos opuestos o diferentes. 

Por esa razón, ¿quién aceptaría una mentira como respuesta si estuviera consciente de que le están mintiendo? Nadie. Sabemos que si un barco naufraga, la causa más probable fue que ocurrió algo inesperado; y si alguien acepta una falsedad, se debe a que... Mejor examinemos el asunto desde la base.

Cuando Tomás le preguntó a Jesús: "¿Cuál es el camino?", Jesús acababa de decirles: "Ustedes conocen el camino". Hablaba de su partida. Pero debido a que Tomás parecía seguir sin captar el punto, le respondió: "Yo soy el camino". (Juan 14:1-7) Otras veces Jesús se refirió a sí mismo como "la puerta", "la luz", "la vid", "el pan vivo", "Hijo", "Amo", "Señor", "Rey", etc.

¿Por qué no entendía Tomás? Porque Jesús estaba hablando de manera figurada acerca de su ejemplo de amor, fe y esperanza, además del papel que vino a cumplir. (Lucas 4:17-21) Sería indispensable que lo imitaran, que siguieran en sus pasos, a fin de no perder de vista la perspectiva ni la meta de la vida eterna.

Hoy muchos siguen preguntándose en qué sentido era Jesús un camino porque quisieran ir por ese camino, pero no están muy seguros de estar andando en él. ¿A qué se deben sus dudas? ¿A falta de fe? No. A falta de algo que se necesita antes de adquirir fe: Más información. Jesús informaba, entonces esperaba una reacción, una respuesta, una confirmación, una replica o una contradicción, a fin de ayudarles a entender su enseñanza o pasar a otro asunto.

El apóstol Pablo lo explicó así: "¿Cómo pondrán fe si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no se les predica?". De modo que para tener fe, primero hay que prestar atención. ¿Prestar atención a qué? Él se refirió a la predicación de las buenas nuevas. (Romanos 10:11-15)

¿Desorientado?

Cuando uno atraviesa un valle y tiene claro adónde va, puede proseguir con la confianza de que está orientado hacia su destino. Pero cuando uno no tiene idea de adónde va, tarde o temprano terminan invadiéndole sentimientos de inseguridad, quizás hasta de impotencia y desaliento, sobre todo si comienza a bajar la temperatura y a oscurecer. 

Tal vez se tope con espinos o con unos mosquitos, con un bosque, un precipicio o una montaña. Probablemente oiga a lo lejos el aullido de lobos, el siseo de serpientes o el rumor de un río caudaloso. Hay muchos motivos para desfallecer. La falta de un refugio, agua y alimento adecuado agravaría la situación. 

Pero si uno está 100% seguro de que es la ruta correcta y conoce sus puntos de referencia, ya no le preocupa tanto porque está seguro de que solo es cuestión de tiempo y de seguir adelante. En caso de andar por el camino de la verdad, la ayuda y las fuerzas provienen de lo alto, es decir, del Padre.

Por ejemplo, si uno se embarca en un viaje por aire, tierra o mar, no lo haría si desconfía del piloto o conductor, o si pensara que se desviará de su destino. Lo haría porque confía en él y en su experiencia. Pero ¿qué hará si le llega información que le hace dudar? ¿Cerrará sus ojos y oídos? Eso hicieron en sentido espiritual muchos líderes religiosos del tiempo de Jesús. 

Si uno tiene dudas o un deseo sincero de andar en el camino trazado por Jesús ¿invertiría un poco de tiempo y esfuerzo para analizar mejor sus decisiones, por lo menos para asegurarse y aclarar sus dudas? ¡Por supuesto!

La seguridad es lo más importante

Como en todas las cosas, la seguridad es lo más importante. Los accidentes retrasan las actividades, los objetivos y los resultados. Además, en ocasiones causan pérdidas millonarias. Y no solo se trata de seguridad contra accidentes, sino seguridad empresarial y social. Solo hay que buscar en Internet "Ciudades vacías (o abandonadas)" para observar esa clase de fracaso.

Sin embargo, la seguridad no surge de la nada. Depende de la información. Todo ingeniero lo sabe por estudio y experiencia. Hay que dar a conocer los detalles relacionados con las medidas de seguridad. Por ejemplo, si un obrero deja caer un perno desde el piso 20 de un edificio en construcción, podría herir mortalmente a un transeúnte. ¡Cuánto más si alguien apunta al cielo y dispara decenas de balas con una metralleta! ¡Esas balas van a regresar y caer desde una altura mayor que un edificio de 20 pisos!

En sentido espiritual ocurre algo similar. Conocer nuestro destino y el camino a seguir nos da esperanza, nos motiva a continuar, nos da fuerzas para aguantar, despierta nuestra inteligencia, activa nuestro instinto y aguza nuestra percepción de los asuntos. Comenzamos a ver soluciones donde surgen problemas, y alternativas cuando nos encontramos aparentemente sin salida. 

Lamentablemente, al igual que en los tiempos de Jesús, hoy muchos se asemejan a personas que no saben si están dirigiéndose al Este, al Oeste, al Norte o al Sur. Porque tampoco tienen claro cuál es su destino. Sobre todo si al andar se han topado con letreros confusos que les han hecho suponer que les irá bien.

El problema es que hoy, de un momento a otro, la noche le ha caído encima por sorpresa a este mundo. Es evidente que la mayoría anda más preocupada que nunca respecto a su futuro. Si les preguntáramos cómo ven las cosas, cada vez más personas coincidirían en su respuesta: No tienen idea de cómo terminará la situación.

¿Mejorará todo algún día?

Tenemos que ser positivos, no alarmistas. Hay que ser proactivos y reinventarnos. No hay mal que por bien no venga. Muchas veces la solución se esconde en el problema. ¿Has oído esas expresiones? Tienen mucho poder y encierran una gran verdad. Pero la pregunta es: ¿De qué sirven los pensamientos positivos si insistimos en ir en una dirección equivocada? Tarde o temprano acabaremos desilusionados, ¿verdad?

De hecho, Jesús dijo a sus fieles que los estaba enviando como corderitos a territorios de lobos y serpientes. Y no los engañó. Les dijo la verdad: sería un camino complicado y con dificultades, tanto que lo asemejó a una puerta muy angosta. No obstante, también añadió que no tuvieran dudas de que irían el camino correcto si obedecían su voz. (Juan 3:36) ¿Quiso decir que cualquiera que les hablara de él estaría enviándolos en la dirección correcta? 

Dijo: "Presten mucha atención a lo que oyen". (Marcos 4:24). Sabía que Satanás, como agnotólogo experto, se valdría de desinformación intencional y de una ignorancia inducida con el fin de oscurecer la verdad y desviarlos del camino. Estuvo haciéndolo desde el principio (Génesis, cap.3).

De modo que "prestar atención" implicaría la responsabilidad de estudiar, investigar y meditar bajo oración. No consistiría en decir: "Tengo fe" y aceptar cualquier enseñanza simplemente porque concuerda con lo que creemos, porque nos gusta, porque nos sentimos cómodos o porque nos la explicó alguien que gozaba de buena reputación.

Por ejemplo, ¿por qué decidiría uno vacunarse? ¿Sería porque todos se vacunan? ¿O más bien porque ha indagado y entiende claramente lo que el producto contiene y el riesgo que conlleva? Sabemos que uno se compromete personalmente a asumir los riesgos bajo su propia responsabilidad. La decisión debe basarse en hechos y verdades, no en mitos, leyendas ni tradiciones. No es porque "me lo dijo mi abuelita", sino por haberlo corroborado personalmente.

Pensemos: Si yo soy quien asume la responsabilidad de las consecuencias de una decisión, ¿tiene alguien el derecho a coaccionarme a tomarla, ya sea mediante seducción, estrategia, soborno o amenazas? O es verdad que depende de mi decisión, o es verdad que no depende de mi decisión. Según el Principio de No Contradicción, no puede ser ambas cosas.

Aquí es donde la agnotología entra en el cuadro. Esta no tiene como fin contradecirnos, sino usar los conocimientos demostrados, hasta científicos, para implantar dudas u oscurecer la verdad, aquello que no conviene a cierto grupo de poder. Una vez implanta la duda mediante información verdadera o probablemente verdadera, la confianza queda socavada y el engaño se fortalece y populariza, retroalimentándose a sí mismo, como si fuera un virus.

No es un secreto que, para potenciar sus ventas, hace muchos años las tabacaleras recurrieron a la agnotología. No negaron el daño, pero investigaron qué otras causas podían enfermar a la gente. Los consumidores lo asimilaron, se sintieron justificados y siguieron fumando, aun más que antes.

La estrategia agnotológica funcionó a la perfección. Hoy los paquetes de cigarrillos anuncian abiertamente en su portada con letras mayúsculas y una fotografía horrible: "Fumar causa cáncer". Ya no dice 'podría causar cancer', sino "causa cáncer", y aun así, cada día se fuman más de cinco mil millones de cigarrillos. Basta un simple cálculo para tener una idea de cuánto dinero hay envuelto como ganancia, tanto para los que contribuyen el daño como para los que pretenden curarlo. 

¿No dijo Jesús, dirigiéndose a los líderes falsos de su tiempo: "¡Qué hábiles son ustedes para hacer a un lado los mandamientos de Dios a fin de mantener sus tradiciones!"? (Marcos 7:9) Hábiles para continuar animando a las personas a seguir un camino equivocado, basado en subterfugios más que en datos correctos. Así fue en su tiempo, así fue a través de los tiempos y así ha resultado ser hoy. La gente prefiere seguir con una tradición, una costumbre, una cultura, pero no se sienta a investigar, meditar y obtener la luz de lo que realmente lleva por El Camino.

Una Era de Desinformación 

A pesar de la avalancha de información correcta que circula por Internet y de todo el adelanto científico que las universidades promueven por todo el mundo, parece mentira que mucha gente prefiera creer en una diversidad tan grande de conocimiento torcido, contradictorio y popular.

¡Ponen fe hasta en el más breve mensaje electrónico, aunque no sepan quién lo originó, y lo retransmiten a todos sus contactos antes de siquiera terminar de leerlo, contribuyendo al caos!

Hay quienes dicen que vivimos en la era del conocimiento, mientras que otros, que hemos entrado a una era de ignorancia y desinformación, como si fuera algo nuevo. 

Por todas partes surgen nuevas teorías, descubrimientos, inventos y procedimientos que bifurcan aún más las rutas de información ya existentes. Ofrecen tantos puntos de vista que ya no sirven para orientarnos, sino para desorientarnos. Casi no se distingue hacia donde apunta la aguja de la brújula. ¡Hay tantas brújulas desmagnetizadas por el atractivo imán de la propaganda!

En muchos casos no se trata de simple desinformación o ignorancia, justificadas por falta de investigación, sino de desinformación e ignorancia inducidas intencional y estratégicamente por grupos de poder cuyo propósito específico es desviar la atención de los verdaderos referentes que llevan por el camino correcto. ¡Increíble pero cierto! Se trata de una desorientación intencional. Ocurrió en los tiempos del apóstol Pablo, ocurrió a través de los siglos del oscurantismo y ocurre en nuestros tiempos. (1 Timoteo 6:20-21)

La agnotología no solo ha sido aplicada en el campo político y comercial, sino en casi todos los estamentos del poder, incluido el religioso, social, educativo y, sobre todo, el militar. Pero no es novedad. Es algo que se puede rastrear históricamente hasta los tiempos de Adán y Eva. El capítulo 3 de Génesis contiene la más temprana evidencia del uso de la desinformación y la ignorancia por inducción del Diablo.

Aclaremos. No es que el Diablo se aprovechó de la ignorancia de Eva. La Biblia no dice que ella ignoraba lo que era bueno y malo. Ella misma dio evidencia y testimonio de que sabía perfectamente que desobedecer sería un proceder malo. No estaba desinformada. 

La agnotología consiste, precisamente, en usar información cierta o aparentemente válida para provocar y causar desinformación e ignorancia respecto a la verdad. Una sola pregunta bien planeada puede sembrar dudas e inducir una decisión imprudente. 

Por ejemplo, cuando se comprobó científicamente que "fumar causaba cáncer" la industria reaccionó invirtiendo ingentes recursos para la investigación científica, supuestamente en defensa del consumidor. Posteriormente, informó que no solo el cáncer podía ser una consecuencia de fumar, sino que se descubrieron muchas y variadas causas, todas asociadas a la propia actividad humana, lo cual fue cierto.

La idea de que la gente se estaba muriendo por fumar se convirtió en: "¡Ah! No todos mueren por fumar", luego en: "De algo hay que morir", y en: "¿Quién ha dicho que fumar mata?", después en: "¿Quién te engañó?" y finalmente en: "Zona para fumadores y zona para no fumadores". Poco a poco, la desinformación pasó la factura, la idea se retroalimentó y cada quien añadió más verdades. Los que antes reconocían la verdad, ahora dudaban, y le restaron importancia. El error quedó enquistado, irreconocible y totalmente maquillado por respeto a los derechos humanos de los fumadores y de los no fumadores

¿Y Mario Dolci? Durante muchos años, Mario fue un eficiente y esforzado empleado de oficina, esposo y padre de familia ejemplar que falleció tras una larga batalla contra el cáncer de pulmón. ¡Jamás había fumado un solo cigarrillo! Pero casi todos sus compañeros de trabajo fumaban. Nadie pudo culpar al cigarrillo porque la industria tabacalera había documentado el descubrimiento de  muchas otras causas del cáncer de pulmón.

A eso se debe que solo los que se mantienen alerta, como afirmó Jesús, siguen reconociendo y proclamando que "medias verdades no son verdades". No se puede decir que algo es verdad, aunque lo sea, si es que no se reflexiona e indaga un poco para asegurarse. 

Por ejemplo, es cierto que, si la carga viral o la dosis de cierto veneno es insignificante, no hará mucho daño. También es cierto que una vacuna ayuda a prevenir los ataques de un virus, o en cualquier caso, a mitigar sus consecuencias. Pero no significa que, en efecto, no podría causar ningún daño, o que la prevención esté garantizada. 

De esa manera, el problema se convierte en un asunto estrictamente personal, de conciencia, y de una decisión informada. Pero, ¿qué hay si la persona no tiene una buena conciencia, es decir, una conciencia entrenada en principios basados en un código moral justo y recto? Además, ¿qué clase de decisiones tenderá a tomar si no respeta más código moral que su propia, caprichosa y sesgada manera de ver el mundo?

Un ladrón quizás sepa que robar está mal. Probablemente algún día se arrepienta de su proceder, enmiende su camino y se convierta en una persona que respeta la propiedad ajena. Pero ¿qué sucederá con el ladrón que ha llegado al punto de ignorar o pasar por alto la información ética que se opone a esa creencia, y está firmemente convencido de que "las cosas les pertenecen al que las necesita"? Seguramente se justificará, decidirá creer en esa desinformación y jamás aceptará estar equivocado.

Otro ejemplo: a la mayoría se nos ha enseñado que, con números naturales y sobre una base decimal, 2+2 es igual a 4. Nadie discutiría eso. Pero pocos saben que un matemático respondería: "Depende", porque posee información verdadera que la mayoría no conoce. Si investigas un poco, averiguarás que hay otras maneras de calcular 2+2 y llegar a resultados diferentes. 

La duda funciona de manera parecida. Una vez que admitimos cierta información que no hemos comprobado, es decir, información que otros dan por sentada, podríamos comenzar a dudar de la información verdadera. También sucede con la desinformación inducida. Se trata de información verdadera usada premeditadamente para hacer tambalear la información correcta.

Otro ejemplo: el sonido de cierto piano o guitarra podría sonarle bien a muchos, sin embargo, podría estar un poco desafinado según la observación de alguien que tiene un oído entrenado. ¿Y qué pasaría si usamos dos frecuencias diferentes para afinar diferentes instrumentos de una misma orquesta? Obtendríamos sonidos perfectamente afinados, pero cada uno en una frecuencia diferente. Eso causaría una desincronización entre los instrumentos y ya no armonizarían entre sí. ¡Eso llevaría a un caos total!

Algo parecido se puede decir respecto a las enseñanzas de la Biblia. Por eso Jesús dijo: "Presten mucha atención". Preguntémonos: "¿Cómo está el mundo?". Y preguntémonos: "¿A quien le interesa que todo se convierta en un caos?". Finalmente preguntémonos: "¿Le agradaría a un director de orquesta que sus músicos afinaran sus instrumentos con frecuencias diferentes, o a un matemático, que sus alumnos sumaran 2+2 con criterios diferentes? ¿Le agradaría a Jesús que sus seguidores antepusieran una tradición al conocimiento de su Padre? 

Patricia cambió de religion. Ahora dice que está feliz. Pero ¿acaso lo que la hace feliz es el factor clave para confirmar que está del lado de la verdad y del camino a la vida? ¡Hay fumadores a quienes siempre se les ve felices! ¡Asintomáticos con virus que se pasean felices por las calles! ¡Y desafinados que cantan desastrozamente felices!

Sin embargo, alguien podría objetar: "La Biblia no solo defiende las tradiciones, sino recomienda que uno se aparte de los que no siguen las tradiciones", y tienen razón, es verdad. (2 Tesalonicenses 3:6) Entonces, ¿por qué Jesús dijo, dirigiéndose a los líderes falsos de su tiempo: "¡Qué hábiles son ustedes para hacer a un lado los mandamientos de Dios a fin de mantener sus tradiciones!"? (Marcos 7:9) 

Pues eso es lo que está pasando en el mundo. Jesús lo ilustró magistralmente con la parábola del trigo y la mala hierba, una ilustración que pinta de cuerpo entero a lo que conduce la agnotología. Estamos viviendo al borde de la última etapa del cumplimiento de esa parábola. Un poco de investigación resolvería la ecuación correctamente. La verdad es prístina, fácilmente reconocible. 

Por eso, es responsabilidad de cada uno afinar su oído espiritual mediante la investigación. Si cierra su mente y corazón a las verdades del reino de Dios y antepone sus creencias personales o sentimientos, ¿estaría obrando rectamente y con cuidado?

El Camino es seguro

Jesús nos dejó un ejemplo perfecto de carácter y personalidad. Su fe le permitió resucitar muertos. Su amor se extendió hasta a sus enemigos. Y su esperanza contagió a millones en todas partes a través de los tiempos.

No exageró cuando reiteró que pusiéramos mucha atención y no nos dejáramos convencer sin hacer el esfuerzo de analizar y examinar por nosotros mismos todas las cosas. En consonancia, estudiamos y analizamos la verdad. No nos distraemos con una fantasía, tradición o enseñanza de hombres, por muy lógica que parezca. Si descubrimos que realmente estábamos equivocados, que nuestra brújula realmente estaba desmagnetizada, no mantenemos el rumbo. ¡Lo corregimos inmediatamente sin temor al qué dirán!

En ese sentido, el camino se percibe seguro y satisfactorio. Jamás olvidemos que Jesús advirtió que surgirían tropiezos, burla y lamento debido a la influencia de los enemigos de la verdad, en otras palabras, en los expertos en agnotología. Jesús no nos engañó diciendo que siguiéramos tras los que nos hiciera felices. Dijo que siguiéramos sus pasos. El camino no estaría exento de sufrimiento. Pero nos consoló diciéndonos que su palabra nos sostendría y nos ayudaría a vencer las artimañas de su enemigo.

El camino es el correcto mientras sigamos asegurándonos de que estamos yendo en la dirección correcta. Siendo así, llegaremos bien a nuestro destino. Habrá tropiezos y grandes dificultades. Pero si seguimos en la dirección correcta, podremos estar seguros de que, a largo plazo, nos irá bien. Recibiremos la aprobación del Padre, santificaremos su nombre y nunca perderemos la felicidad de saber que hicimos lo que verdaderamente era correcto. (Juan 10:1-21)