¿Cuánto es 6÷3?

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Es fácil para muchos responder la pregunta: "¿Cuánto es 6÷3?". No necesitan una calculadora ni tampoco pensarlo mucho. La respuesta surge casi automáticamente: "¡2!". 

Pero ¿cómo reaccionarían si se les pidera que, sin usar una calculadora ni echarle pluma, dijeran cuánto es 3÷6 o 5÷3? Aunque se trate de números naturales y sobre una base decimal, probablemente la respuesta no les vendría a la mente tan rápido. Tendrían que pensar como matemáticos experimentados para poder dar una respuesta rápida y precisa.

Lo  normal sería que que miraran al infinito, meditaran con interés y empezaran a hacer cálculos mentales, pero al no dar con la respuesta, especularían y se aproximarían al resultado, y aún así, seguramente terminarían admitiendo que no están seguros. 

¿Su último recurso? ¡Fácil! Rendirse, echar mano a una calculadora y obtener la cifra exacta, que, en realidad tampoco les parecería tan exacta debido a la cantidad de decimales. Pero les bastaría, por ser su mejor aproximación.

En sentido figurado, podríamos decir que algo parecido ocurre cuando uno lee la Biblia. Superficialmente, parece fácil entenderla. Ofrece respuestas. Pero ¿realmente se entiende tan fácilmente? Dependería de que uno dedicara algún tiempo a meditar para procurar descifrarla. Aun así, ¿realmente la entendería? ¡Son más de 30.000 versículos! 

El profeta Daniel concluyó su mensaje aclarando que 'ningún malvado entendería'. (Daniel 12:10) Se refería a que, para entender, se debe prestar atención, poner a un lado cualquier tendencia a la maldad y pedir ayuda a Dios en oración. No bastaría con la sinceridad. (Proverbios 2:6; Lucas 11:13) 

Bueno, hemos visto que ciertas cosas pueden deducirse tan fácilmente como si fuera dividir 6÷3, pero que otras pueden parecer extrañas, contradictorias, profundas, absurdas o hasta imposibles de decodificar sin ayuda. Es cuando los más interesados buscan a alguien que les dé una mano con la investigación. Aún así, ¿cómo saber si esa persona está en lo correcto?

Aquí es donde una calculadora figurativa entra en el cuadro y nos muestra el resultado que arroja el algoritmo de Dios, por decirlo simbólicamente. La Biblia misma nos invita a entenderla. Si nunca lo hicimos, ¿podríamos  intentarlo siquiera? Y si lo hemos hecho siempre, ¿no nos beneficiaría continuar en esa rutina de estudio sin dejarnos desalentar por las cosas que todavía no entendemos, o por las circunstancias adversas?

José, uno de los nietos del patriarca Abrahán, reconocía que 'Dios era el que le daría las interpretaciones correctas' (Gén 40:8). Y el apóstol Pedro afirmó que la Biblia no debía interpretarse de manera sesgada, casual ni apresurada, sino con la ayuda del espíritu santo. (2 Pedro 1:20-21) Jesús mismo indicó que así sería. (Juan 14:26)

En otras palabras: La propia Palabra de Dios da a entender que ésta se interpreta a sí misma. Lo que a nosotros nos toca es estudiarla y captar su explicacion. Ella ya contiene las interpretaciones. Por decirlo así, nos la pone en bandeja. Claro, en ocasiones, para obtener el cuadro completo, hay que esperar que una profecía se cumpla.

Algo que se ilustra en un lugar de la Biblia, se explica en otro. ¿Por qué? Su autor fue Dios, no el hombre. Lo que nos corresponde es orar, pensar, meditar, ubicarnos correctamente en el contexto, investigar y discernir lo que significa. Todo ha sido escrito de manera que la leamos y estudiemos para obtener las respuestas. Pero debemos hacerlo como Dios pide: con hambre espiritual, honradez y humildad. (Mateo 5:3)

Incluso en el caso de una calculadora literal, volviendo al ejemplo anterior, sabemos que no bastaría con tenerla. Tendríamos que presionar los botones correctos. Por ejemplo, 6÷3 no daría el mismo resultado que 6×3, 6+3 o 6. Por la misma razón, la sincronización de cualesquier versículos debe hacerse según el contexto, no como a nosotros nos parece más conveniente. No es cuestión de establecer un punto de vista personal. Eso desviaría a uno del objetivo de entenderla.

Por ejemplo, aunque es verdad que en diferentes ocasiones la Biblia profetizó que el templo de Jerusalén sería destruido por los enemigos de Israel, ¿cuántas veces sería destruido? ¿Una? ¿Dos? ¿Tres? Si leemos con cuidado, notaremos que la respuesta es dos. No se requiere un cálculo. ¿Por qué?

La Biblia indica que la primera destrucción del templo (la cual  posteriormente pudo ser documentada históricamente) fue llevada a cabo varios siglos antes de Cristo, por los babilonios (Daniel 9:25), y la  segunda (que también está históricamente documentada), más de 30 años después, por los romanos (Daniel 9:26).

¿Por qué es esto tan importante?

Esto es importante porque las dos ocasiones en que el templo de Jerusalén fue destruido ya tuvieron lugar. Los registros históricos de ambos acontecimientos han sido custodiados por Dios y por la Historia Universal.

Ahora, nota esto: El profeta Daniel dejó claro que después de que sacrificaran al Mesías, cierto líder destruiría el templo (refiriéndose a la segunda destrucción). Ese caudillo resultó ser el general Tito, y tuvo lugar en el año 70.

Este es el punto: Según la Biblia, Daniel profetizó que el Mesías haría su aparición antes de la segunda destrucción del templo, no después, y ocurrió exactamente así. No tiene base bíblica esperar que el Mesías se presente después de la segunda destrucción del templo. La siguiente manifestación del Cristo, es decir, después de la destrucción del templo, ya no sería para predicar el reino de Dios, tal como lo indicó Isaías (61:1), sino en los últimos días, para encerrar a Satanás.

Si oramos, pensamos, investigamos, solicitamos ayuda para entender, meditamos y nos ubicamos en el contexto usando bien la computadora, es decir, la Palabra de Dios, resolveremos todos los secretos, enigmas, acertijos, curiosidades y dudas que nos asalten.

El amor y el perdón 

Por ejemplo, para muchos, uno de los asuntos más difíciles de comprender ha sido la conexión entre el amor y el perdón de Dios. Hay quienes también se han preguntado cómo es posible que alguien ame a sus enemigos, o como se puede entender la contradicción de la frase 'dichosos los que lloran'. (Mateo 5:4)

Nuevamente, así como es fácil responder cuánto es 6÷3, y no cuánto es 5÷3, 3÷6 o 6, también es fácil decir "yo amo a Dios", y no tan fácil entender ciertas conexiones y sincronías entre dos o más asuntos, como el perdón, nuestra salvación y, sobretodo, la santificación del nombre del Padre. Jesús mismo conectó esas tres variables cuando enseñó a sus apóstoles a orar, y les dijo cuáles serían los resultados o efectos. (Mateo 6:9-14)

Dejó claro que nuestro bienestar y salvación no solo dependería de decir "tengo fe", sino de perdonar a los que nos ofendieran, y de que siempre nos esforzáramos por hacer lo que es correcto. Jesús explicó que nuestra salvación quedó en gran parte condicionada al perdón que extendiéramos a los demás. El rencor no era el camino.

Tanto Jesús como su Padre pueden ver el corazón, pero también esperan que tomemos la iniciativa y perdonemos misericordiosamente a los arrepentidos. Existe una verdadera conexión entre nuestra iniciativa para perdonar y el perdón de Dios. Él puede leer nuestro corazón y sabe si estamos guardando rencor. 

Jesús incluso perdonó a quienes lo estaban clavando y mofándose de él, cuando dijo: "Padre, perdónalos porque no se dan cuenta de lo que hacen". (Lucas 23:34) ¿No se daban cuenta de lo que hacían? ¡En cierto sentido sí! Pero no desde el punto de vista de Jesús y de su Padre. Porque Satanás los había engañado, cegado y envalentonado. Eso era lo que ellos no sabían. Sin embargo, aparentemente no habría perdón para Judas Iscariote, porque sí estuvo plenamente consciente de que estaba pecando. (Mateo 26:24; 27:4) 

Un perdón que nunca estuvo disponible

Por tanto, hay un perdón que nunca estuvo, no está ni estará disponible: el perdón para quienes pecan contra el espíritu santo. (Mateo 12:32; 19:9) Pero en todos los casos, Dios es el juez, no nosotros. Él es paciente y espera que comprendamos, no solo la necesidad de pedir perdón, sino de esforzarnos por ser humildes, arrepentirnos y perdonar a nuestros ofensores exactamente como desearíamos que Dios nos perdone. (Job 42:7-17)

En todo tiempo, el amor al prójimo ha sido, es y será una característica de alguien que realmente ama a Dios y a su hijo Jesucristo, lo cual debe traducirse en perdón. Y a pesar de que nosotros no tenemos la facultad de examinar los sentimientos de otra persona, ni tampoco podemos conocer el futuro ni los detalles de todo asunto, el Padre nos motiva e invita a calcular el resultado de cada situación y a obrar en consecuencia.

Es cierto que muchas personas son capaces de calcular rápidamente cuánto es 6÷3, pero Dios nos puede capacitar con base en el amor para que nos resulte cada vez más fácil calcular asuntos más trascendentales, como las consecuencias que le pueden sobrevenir a uno que guarda rencor, y para entender que la salvación está disponible para todos los que están dispuestos a responder humildemente a su llamado de actuar con misericordia.

No es tan simple como decir "tengo mi confianza puesta en Dios", "¡Aplaca tu ira, Señor!", "¡Adonai ayúdanos!" o "Jesucristo es mi salvador". (Mateo 7:21-23) No olvidemos que la salvación ha estado siempre conectada al perdón. Nunca debemos dar por sentada nuestra salvación ni el perdón de nuestros pecados, como si los mereciéramos, porque no es así. ¿Cómo lo sabemos?

Adán y Eva murieron, Caín murió, Judas Iscariote murió, y todos los enemigos acérrimos que tuvo Jesús murieron. Pero quizas nos hayamos preguntado: "¿Resucitarán y obtendrán acceso al reino de Dios?". Sabemos que en su caso sería poco probable. (Mateo 7:21-23; 25:46)

Por eso Jesús nos enseñó a orar:  "Perdona nuestras deudas como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.  Y no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno", y explicó: "Porque, si ustedes perdonan a otros sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes. Pero, si no perdonan sus ofensas a los demás, su Padre tampoco perdonará las ofensas de ustedes". (Mateo 6:12-15) Esa es una garantía para las personas que perdonan de corazón.

Solemos oír en las novelas y películas que el amor es incondicional. Pero ¿realmente lo es? Lo que dice la Biblia es que, 'si no perdonamos sus ofensas a los demás, nuestro Padre tampoco perdonará nuestras ofensas'. (Mateo 6:12-15) La salvación pende de dos hilos: por un lado, del arrepentimiento genuino, y por otro, del perdón sincero.

Por lo tanto, Jesús dejó en claro que Dios no perdona en todos los casos, sino solo cuando el perdón es posible. Por ejemplo, hay casos en los que el divorcio es permisible, y otros en los que el perdón lo puede evitar. También hay casos en los que la separación es permisible, y otros en los que se da término a la separación mediante una reconciliación misericordiosa, la cual Dios bendice a manos llenas. (Mateo 19:9; 1 Cor 7:10-11)

De modo que, hacemos bien cuando indagamos y meditamos a fin de entender mejor la conexión que existe entre el perdón de Dios, la santificación de Su nombre y el perdón que extendemos a los demás; y entre el arrepentimiento sincero, los frutos de dicho arrepentimiento y el acceso al reino de Dios. (Mateo 3:7-8)

A veces, la Biblia puede parecer fácil de entender, y a veces difícil, pero con interés sincero y paciencia se pueden descubrir principios y referencias que ayudan a responder muchas de nuestras preguntas más inquietantes. 

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