¿Sincronizando con Dios?

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En el programa El Secreto de la Sincronización, del canal "Veritasium", se expresó la maravilla de la sincronización que se advierte en el universo entre dos o más planetas, lunas, asteroides, cometas y satélites. Y se dieron ejemplos de sincronización en otras manifestaciones de la naturaleza aquí mismo en la tierra

Es un hecho que existe sincronía entre los animales, las bacterias, las plantas, las raíces de los árboles y muchos otros sistemas que Dios puso en marcha al crear el universo. Los ciclos de los vientos circulares, las lluvias y cosechas; las mareas, el kril, el plancton, los peces...

Por ejemplo, aunque son de diferentes géneros y especies, las hormigas, estorninos y delfines sincronizan instintivamente sus movimientos, cada uno en su grupo, hasta lograr una eficiencia envidiable. Y algo parecido decimos de los dedos de las manos cuando escribimos un mensaje o aprendemos a tocar un instrumento musical.

Por supuesto, si quisiéramos formar parte de una banda u orquesta, no bastaría con sincronizar nuestro cerebro con nuestros dedos. Tendríamos que aprender un método específico que nos permitiera sincronizar inteligentemente nuestros movimientos con los de los demás músicos, en cuanto a las frecuencias musicales y el ritmo. Además, un director tendría que sincronizar muchos otros detalles (seleccionar a cada uno de los músicos, escoger las partituras, verificar la afinación de los instrumentos y coordinar detalles de iluminación, acústica, agenda para los ensayos, etc.

Por tanto, si bien es cierto que la sincronía es por definición una coincidencia que ocurre con objetos y animales, también podría aplicarse a la actividad humana, a los equipos de trabajo y a las organizaciones. Sin embargo, sincronizar seres humanos con libre albedrío implica un esfuerzo e inteligencia superior.

Cuando se trata de personas, no es solo cuestión de coincidir en el tiempo, como entrar o salir a una misma hora, saltar juntos desde un trampolín o cantar en el coro de la iglesia. Implica diseñar y aplicar métodos, procesos, principios, cualidades y habilidades muy variadas, además de lidiar con el hecho de que no somos perfectos. Ponernos de acuerdo como humanidad ha sido siempre una meta elusiva.

¡Qué hermoso es contemplar el espectáculo nocturno de unas inquietas luciérnagas, o de la Aurora Boreal! Todo se ve tan perfecto. ¡Y qué placer genera ir a un concierto y escuchar todo lo que logran los músicos humanos! Pero a diferencia de las luciérnagas y de la Aurora Boreal, hemos sido diseñados para recibir instrucciones del Creador, de modo que las entendamos, procesemos y apliquemos trabajando en equipo con un sin fin de propósitos. 

A juzgar por el fracaso constante de las masas de la humanidad por ponerse de acuerdo, pragmáticamente se advierte que no estamos diseñados para sincronizarnos a nosotros mismos por instinto. Necesitamos que nuestro Creador nos sincronice mediante su Palabra, la Biblia (1 Corintios 1:10).

Los animales están limitados por su naturaleza. Nosotros tenemos más libertad de acción. Hemos encendido fuego, hemos preparado comidas deliciosas, hemos construido imponentes obras de arquitectura, hemos explorado el fondo marino, y hasta hemos caminado sobre la Luna y posado aparatos en Marte.

Con todo, no hemos aprendido a sincronizar en lo más elemental: nuestra relación con el Creador. Seguimos buscando la verdad como si no existiera, o como si fuese difícil de hallar. Seguimos ignorando al Creador, y peor, creyendo que es Él quien nos ignora a nosotros. Y si no sincronizamos en lo más elemental, ¿cómo pretendemos trascender nuestra propia humanidad?

Si hemos sido diseñados para recibir instrucciones del Creador, de modo que las entendamos, procesemos y apliquemos con un sin fin de propósitos, ¿acaso nos beneficia ponerlo a un lado o siquiera pretender que no existe? Y si no fuimos diseñados por un Creador, ¿cómo explicamos la sincronía perfecta que existe en el resto del universo? Alguien tuvo que sincronizarlo todo magníficamente. Ni siquiera los relojes se sincronizan a sí mismos.

Las orcas conforman una estructura social compleja. Se sincronizan de una forma increíble para la cacería valiéndose de un sofisticado medio de comunicación. Son las depredadoras A1 de los mares. Ni siquiera el temible tiburón blanco es un rival para ellas. Se lo comen como si fuera un pollo. Y lo hacen por instinto. ¿Acaso se diseñaron a sí mismas?

Procesamos algo cuando lo transformamos. En otras palabras, Dios nos enseña principios en su Palabra, la Biblia, y nos pone ejemplos en la naturaleza, pero somos nosotros los que les damos aplicación práctica basándonos en nuestra conciencia. Así él puede transformar un corazón semejante a roca en un manantial que desborda de agua. (Salmo 114:8; Juan 4:14)

Estudiamos a las orcas, y aprendemos cuán importante es la sincronía. Pero ¿acaso Dios nos está enseñando a depredar a otros? ¿No será más bien que nos está dando a entender que esa no es manera de tratarnos entre nosotros los humanos? A juzgar por el estado del mundo, al cabo de miles de años de opresión y de haber puesto al entero planeta al borde de la extinción, es evidente que lo segundo es la verdad. Jesús no nos enseñó a devorarnos entre nosotros, sino a amarnos unos a otros.

Los científicos aún no entienden cómo ni para qué tenemos conciencia, y ni siquiera saben cómo exactamente funciona nuestro sistema inmune o a qué velocidad se desplazan las galaxias en el universo. Y hay personas que todavía ni siquiera entienden cuán importante es lavarse las manos después de llevar a cabo ciertas tareas. Incluso sabemos de gobernantes que no lograron controlar a sus súbditos. 

Lograr una sincronía entre nosotros siempre ha parecido una utopía. Todo el tiempo estamos compitiendo, guerreando por abarcar más territorio, pensando en acumular riqueza y dominarlo todo. 

Sin embargo, el gigantesco sistema solar y las increíblemente extensas y distantes galaxias se desplazan en perfecta sincronía. ¡Hasta las colisiones, impactos, asteroides, cometas, supernovas y agujeros negros parecen ser parte de un ballet cósmico perfectamente sincronizado, aunque no son seres inteligentes!

Sin embargo, hay muchos lugares en la Biblia que indican la necesidad de sincronizarnos, no solo entre nosotros mismos, sino con Dios. Por ejemplo, Adán y Eva desobedecieron sus instrucciones en el Paraíso. Voluntariamente rehusaron sincronizar con su Padre, y el resultado fue un desastre total.

Por ejemplo, Moisés pudo sobrellevar el peso de su responsabilidad en el desierto gracias a que nombró hombres fieles, capaces y honrados para que sirvieran de jueces. (Éxodo 18:20-23). Por los resultados le quedó claro que fue la dirección de Dios. Todo sincronizó muy bien... mientras el pueblo fue obediente. Veamos cómo la sincronía también se puede aplicar a quienes se esfuerzan por seguir en los pasos de Jesucristo.

En aquellos tiempos, Jesús pidió a su Padre que sus discípulos llegaran a ser "uno", en el sentido de buscar y mantener la armonía entre sí, la cual les permitiría tener éxito en la obra. (Juan 17:21-22) Y el apóstol Pablo recalcó de diferentes maneras la necesidad de procurar dicha sincronía. 

Por un lado, les suplicó que se esforzaran por ponerse de acuerdo y mantenerse unidos en una misma forma de pensar y con un mismo propósito. También les rogó que se casaran en Cristo, no con los incrédulos, y que apartaran de la congregación a las personas malas, las que no querían andar según Cristo. (1 Corintios 5:13) Todas esas instrucciones tenían como finalidad alcanzar una sincronía.

La profecía de Ezequiel ofrece imagenes de un carro celestial y destaca la sincronía perfecta de sus componentes. Y las profecías del Apocalipsis abundan en detalles que reflejan una sofisticada organizacion, perfección y sincronía.

Como lo atestiguan los clavadistas olímpicos, no es fácil sincronizar a dos personas, mucho menos a toda una organización. Requeriría un esfuerzo voluntario combinado y prolongado, algo que tomaría muchísimos años. También se tendría que quitar del camino a los que oprimen a los discípulos, es decir, a Satanás y a todos sus apoyadores. (Mateo 12:25)

Felizmente para los discípulos, la estrategia y las tácticas del Diablo siempre han sido las mismas, dependiendo del escenario. Las usó en el Paraiso y sigue usándolas hoy día. Lo que nos corresponde es meditar seriamente en el asunto y extraer lecciones prácticas que nos ayuden a hacer frente a sus ataques con la sabiduría que procede del autor de la Biblia.

Satanás detesta que los cristianos alcancen la meta de la sincronía unos con otros, y se vale de toda clase de artilugios y subterfugios para engañar la mente y corazón de las personas (2 Corintios 11:3). Uno de esos engaños es que la sincronía resulta de la casualidad, no de leyes diseñadas para sincronizar el ecosistema universal. Hay gente que cree que es perfectamente posible lograr un mundo pacífico fomentando el caos, el libertinaje y la polarización. ¿Sincronizar algo mediante el caos, el desorden y la polarización? ¿Alguna vez ha sido eso posible?

A diferencia de la sincronía que se observa en la naturaleza, tanto a nivel subatómico como cósmico, ya sea en un sistema mecánico, eléctrico, químico o gravitacional, en el caso de dos personas, y específicamente en la relación de pareja, la sincronía depende del grado, nivel o intensidad del amor que cultivan entre sí. Pero ¿cuán difícil sería?

Una clave para entender este asunto no es solo que el apóstol Pablo advirtiera que experimentarían dificultades (1 Corintios 7:28), sino que Juan aclaró que tomaría mil años, entonces la muerte sería eliminada, es decir, solo entonces sería posible la vida eterna. Esos mil años comenzarían con el Armagedón, acerca del cual escribió Juan. Mientras tanto Dios estaría entrenándonos en una sincronía basada en el amor.

Lamentablemente, hay muchas variables. Unas veces logramos sincronizarnos, y nos alegramos por ello, pero otras, fracasamos. Imaginemos una pista atlética. Dos amigos corren juntos, pero después de un rato uno se cansa y pierde el paso, mientras el otro avanza más rápido. ¿Como podrían sincronizar? Solo hay una solución: el primero se da cuenta, aprecia a su amigo y decide desacelerar; o el segundo, que también aprecia a su amigo, se recupera y decide hacer un esfuerzo para acelerar y alcanzarlo.

Lógicamente, no habrá éxito si el que está cansado se esfuerza. Terminará tropezando y cayendo a plomo. Lo más recomendable sería que el que va adelante desacelere y vaya al paso de su amigo. Claro, si no hay aprecio, el más fuerte seguirá a su paso y dejará atrás al otro. Así vemos que amor suple la necesidad para que se dé una sincronía.

El espíritu de competencia, la falta de cariño y de respeto, el egoísmo, la envidia, el rencor, la venganza y toda clase de rivalidad, así como la ignorancia respecto a la voluntad de Dios, atentan contra la sincronía, lo cual significa esforzarse, no por ganar, sino por llevar el mismo paso y llegar juntos a la meta.

En muchas ocasiones la Biblia habla de esa clase de sincronía amorosa.

La Biblia habla de esa clase de sincronía amorosa en muchas ocasiones. Por citar solo algunas: Gén 33:14; Rut 1:17; Luc 15:20. Jehová no solo tiene en cuenta la sincronía en las distancias y el tiempo, sino en las circunstancias, los sentimientos, la cantidad de sus siervos, etc. 
Aunque solo Él conoce el día y la hora para el fin, ha logrado sincronizar a sus siervos de modo que estén listos y firmes para el "día, hora, mes y año" (Apo 9:15). ¿Cómo lo consigue? Mediante su espíritu de amor y el espíritu de amor de sus siervos.
En Mateo 16:19 y 18:18-20 se muestra el sistema de sincronización que debían alcanzar la organización celestial y la organización terrestre. Jehová sabía que, en comparación con Él y sus ángeles, resultaríamos lentos y tropezaríamos muchas veces. Por eso estuvo yendo amorosamente a nuestro paso todos estos años, no al suyo, a fin de lograr la sincronía perfecta.
Jehová puede incluso sincronizar sus pensamientos con los de los malvados a fin de lograr un objetivo en común. ¿Pueden los malvados llegar a pensar como Jehová? Sí, sí Él lo permite (1 Re 22:19-23; Apo 17:17). Jehová también tiene el poder y la sabiduría para sincronizar sus profecías para que no nos queden dudas de que el año 607 AEC fue para nosotros una fecha eje.

Planetas, galaxias, átomos, sentimientos, gobiernos, ángeles, luciérnagas, tortugas, delfines, moléculas... Jehová puede sincronizar todo con amor para que cumpla su propósito al tiempo debido (Rom 8:28). Hasta puede sincronizar los espíritus para ungir a los santos que conformarán la novia de su amado hijo, el Cordero de Dios (Rom 8:16)

Por tanto, nosotros, los que estamos casados, debemos esforzarnos constantemente por sincronizarnos con Jehová y entre nosotros, porque a veces correremos más lento o más rápido, y es necesario que avancemos juntos, en unidad.

Pero ¿cómo disminuimos al paso para ir al de nuestro cónyuge, seamos el esposo o la esposa, o al de nuestros hijos; y cómo ayudamos al que tropieza y cae durante la carrera? La clave de la sincronía consiste en pasar por alto la ofensa y procurar olvidar, reconociendo humildemente que todos a veces discernimos muy rápido, y a veces, muy lento. 

A eso se refiere Pablo cuando dice: "perdónense con generosidad, así como Dios los perdonó generosamente a ustedes mediante Cristo" y 'sean bondadosos unos con otros, tratándose con ternura y compasión'. Ese es el sistema que Jehová ha provisto para que nadie vaya más rápido ni más lento en su organización, sino que juntos vayamos aumentando la velocidad hasta lograr el paso necesario.

Jehová es el Creador de la sincronía presente, tanto a nivel subatómico como cósmico, ya se trate de sistemas mecánicos, eléctricos, químicos, gravitacionales, terrenales o espirituales. Y en el caso de los cónyuges específicamente, la sincronia depende del grado o nivel de amor que cultiven el uno por el otro. ¿Sería fácil? Jehová lo dejó muy claro al tomarse tanto tiempo para seleccionar al resto ungido.

Dentro de poco, Jehová nombrará o confirmará al último de los 144,000, porque esa sería la única pieza que faltaría poner en su lugar. Entonces dirá que suficiente y todo habría quedado sincronizado como un reloj suizo. Se regocijará en sus santos y en todo su aprisco (1 Cor 4:2).

Es a nosotros a quienes corresponde alcanzar la sincronía, la mayor cantidad de veces posible, ajustando nuestro paso al de los niños, y perdonando cuando haya que pasar la página y volver a empezar. Así cada día seguira siendo un nuevo comienzo, una nueva etapa, una nueva lección (Lam 3:22-24).