¿Qué será más fácil, notar un grano de arroz bueno entre granos malos, o un grano malo entre granos buenos? Sea como fuere, lo que siempre se selecciona son los buenos, y siempre lo hacemos por descarte.
Jesucristo no fue diferente en ese sentido. Esparció la semilla de la verdad a todos sin excepción, pero seleccionaba entre los que la apreciaban, los que la apreciaban poco y los que la despreciaban.
En realidad, no era él quien seleccionaba. Él solamente esparcía la semilla y esperaba una reacción. De esa manera, sin presionar a nadie, la propia persona hacía la selección. Si quería saber más, lo tenía que demostrar por medio de intervenir, preguntar, quedarse más tiempo con Jesús o frecuentar al grupo. (Mateo 13:10-15)
Seguramente no faltaban lo que se conoce como convidados de piedra, personas que, estando presentes, permanecen quietas, tiesas, imperturbables, simplemente observando, como estatuas que no manifiestan absolutamente ninguna opinión, emoción ni gesto. Están allí, pero parece que no están. Dejan que otros participen; ellos solo están mirando.
Jesús sintonizaba con personas hambrientas de explicaciones que las ayudaran a entender y mejorar su relación con Dios, que fueran honradas y humildes de corazón. No disfrutaba de la compañía de gente orgullosa ni arrogante. Siempre mantuvo su ministerio respetando la jurisdicción que le asignó su Padre. Nunca menospreció a los humildes de corazón, aunque fueran extranjeros. (Mateo 15:21-28)
Por ejemplo, cuando Adán y Eva desobedecieron a su creador, en realidad estaban oponiéndose a Dios. Cuando Judas traicionó a Jesús, en realidad estaba oponiéndose a Jesús y a su mensaje. Cada uno por sí mismo seleccionó su lugar respecto a la voluntad de Dios. (Juan 12:47; Apocalipsis 22:11)
Igualmente, hoy se nos permite ser interactivos con la Palabra de Dios y participar en la toma de decisiones relacionadas con nuestra salvación. Si la Biblia dice que "Dios es amor" y el contexto dice que debemos "imitar a Dios", ¿qué debemos hacer? La respuesta fácil sería: "Ser amorosos". Pero ¿cómo vamos a cumplir si no hemos aprendido lo que el amor de Dios significa ?
Es fácil contestar preguntas. La cuestión es entenderlas bien y ponerlas en práctica. Hoy muchos proclaman que aman a Jesús, pero enseñan doctrinas que contradicen lo que Jesús enseñó. Él enseñó a dar gloria al Padre. (Juan 11:40-42)
De modo que cuando leemos o estudiamos la Biblia, debemos interactuar con su autor por medio de poner en práctica los principios que esta enseña. Por ejemplo, cuando Jesús dijo que era preferible cortarse un brazo que permitir que nos cause tropiezo, no estaba hablando de una amputación real, sino de que tomemos en serio la gravedad de permitir que algo nos impida mejorar como personas. La lección era: no dejen que ningún tropiezo eche a perder su buena relación con Dios.
Decisiones interactivas
Significa que recibimos información e interactuamos en tiempo real con la fuente tomando decisiones a medida que avanzamos. En cualquier momento podemos decidir si continuamos, ahondanos, preguntamos, nos esforzamos o nos retiramos.
Dios no nos obligará cuando se trata de tomar una decisión de conciencia. Pero pone ante nosotros todas las opciones disponibles y luego deja que escojamos. Y no es muy difícil, porque el profeta Moisés explicó claramente que las opciones eran dos: una que terminaba en muerte, y otra, en vida. (Deuteronomio 30:15-20)
Pero ¿no reprendió al Faraón cuando lo obligó a retractarse? Sí, pero ese no fue un caso de alguien que quería aprender de Dios, sino un genocidio en potencia. No confundamos las cosas. Moisés le había dado 10 oportunidades para retractarse, advirtiéndole las consecuencias si insistía en su malvado proceder.
¿Es eso injusto? No. Por ejemplo, tomamos una decisión cada vez que instalamos y usamos una computadora, equipo móvil, programa o aplicativo, y no nos quejamos. Para avanzar en la interacción y tener acceso a todo lo que buscamos, tenemos que hacer clic en "Aceptar", "Ok" o "Continuar", aunque solo sea para averiguar si es lo que buscamos. No nos quejamos. Seguimos las instrucciones para conseguir lo que necesitamos. ¡Así es como funcionan esas cosas!
Nadie puede navegar por Internet sin tomar una decisión entre "Acepto" y "No acepto". Si hacemos clic en "No acepto", no tendremos acceso. Puede parecernos injusto, pero no existe otra forma. Así funciona el sistema en Internet. No vamos contra el sistema. ¡Al contrario! Entendemos que son protocolos y acuerdos necesarios a los que debemos adecuarnos. Solo así fluyen la interacción.
A veces el procedimiento se complica un poco cuando nos piden una contraseña (en algunos casos la exigen con ciertos parámetros, como: "Tiene que usar por lo menos una mayúscula, un número, etc."). Incluso los hackers tienen que seguir, imitar o evadir estrictos protocolos de autorización para acceder y espiar, y tambien siguen protocolos para que no los descubran. ¡Todo tiene un protocolo!
Si queremos realizar una transacción bancaria por Internet, el protocolo se pondrá aún más estricto. Pero ni modo, no tendremos éxito si no seguimos las instrucciones al pie de la letra. Aun si faltara un punto (.) o tecleáramos / en vez de |, el sistema nos rechazará. Y no sacaríamos nada pateando o pisoteando el equipo. Algunas personas creen que los problemas se resuelven a golpes, pero así solo agravan su propia situación.
Ahora bien, Dios no es una computadora, pero tampoco acepta una oración, un procedimiento, una decisión, un juicio, un diezmo, una obra o una religión que no sigue los protocolos de Él. Podemos quejarnos, opinar y sugerir cambios en el sistema, pero aunque le demos mil veces a la tecla "Enter", por decirlo así, arrojará: "¡Error!". (Mateo 7:21-23)
Los enemigos de Jesús llegaron al colmo de matarlo porque afirmaban que servía a Satanás. (Mateo 12:22-24) Pero ¿vio Dios con aprobación lo que hicieron? No se requería mucho discernimiento para que un experto en la ley se diera cuenta de que estaban cometiendo un gravísimo error.
Porque, aunque Jesús hubiese violado la ley, desde el principio violaron los protocolos que establecía la ley para juzgar a una persona, lo cual era un prevaricato. (Juan 7:46-52; 11:49-50) Dos ejemplos bastan para darnos cuenta de su error:
1) No estaban conscientes de que las Escrituras decían que en Galilea se manifestaría una luz en medio de la oscuridad. Mas bien, debieron estar a la expectativa de que en Galilea se manifestara una iluminación procedente de Dios.
Y 2) las profecías de Daniel indicaban que el Mesías sería eliminado después de la primera destrucción del templo de Jerusalén, y antes de una segunda destrucción. Jesús estaba profetizando en armonía con lo que escribió Daniel. (Daniel 9:25-26; Mateo 24:1-2) Ellos debieron tenerlo en cuenta. Sin embargo, lo consideraron un enviado de Satanás. Unos años después, se cumplió lo que Jesús había predicho.
Lo que queremos destacar es esta frase: "No existe otra forma". Para acceder a cualquier sistema informático con, o sin, autorización, se exige un protocolo. Sin protocolo no hay acceso. Cada vez que uno hace clic o le da a la tecla "Enter", está siguiendo un protocolo. Es así de cierto, y nadie lo discute. Todos lo entienden. Todos lo reconocen. Todos concuerdan que es por una sola razon: Seguridad.
Entonces, ¿fue Dios injusto por exigir un protocolo de seguridad, por decirlo simbólicamente, para acceder a su presencia o dar vida eterna al ser humano o a los ángeles? Evidentemente, no. Nunca ha hubo otra forma ni tampoco la habrá en el futuro. Dios ha tenido leyes y protocolos desde antes de que el ser humano y los ángeles llegaran a existir. ¿Quiénes somos para decirle como debería dirigir el universo? En vez de resentirnos, deberíamos cooperar.
¿Es malo ser diferentes?
No. Unas personas se sienten bien por ser diferentes, otras se sienten bien por ser muy parecidas. Sin embargo, no porque se sientan bien ni porque se parezcan diríamos que "son todos iguales" o que "es normal" o que "todo anda bien".
Por ejemplo, Dios no nos fuerza a tomar una decisión, tampoco nos fuerza para que tomemos la decisión de hacer cosas buenas. Pero nos advierte que, si no cooperamos, habrá consecuencias que, en última instancia, acabarán en muerte, no en vida eterna. No es que desee que muramos, sino que "no existe otra forma". No es que Dios sea cruel, sino que "no existe otra forma". No fuimos creados para tener vida eterna al margen de las instrucciones de Dios.
Por la misma razón, nadie nos obliga a adquirir una computadora. Pero si la adquirimos, tanto el contrato de garantía como los términos y condiciones del producto nos advertirán que, si no seguimos las instrucciones, no obtendremos los beneficios ni podremos reclamar nada. No es que deseen perjudicarnos ni embaucarnos, sino que "no existe otra forma". No fue inventada ni fabricada para funcionar al margen de las instrucciones.
Literalmente, existen cientos de miles de millones de opciones entre las que se nos permite escoger para ser diferentes, originales, creativos e indefinidamente expansivos. Pero solo hay una opción que no existe: Desobeceder las leyes universales, el único protocolo para acceder a la vida eterna.
Si desobedecemos a sabiendas y con espíritu de rebeldía, viviremos por un tiempo, pero acabaremos muriendo bajo el peso de las consecuencias, por decirlo así. El propietario del universo se reserva el derecho de admisión, aunque, en realidad, sería por el peso de las consecuencias, porque sencillamente "no existe otra forma".
Cuando veas un programa de televisión o de Internet en que se dice que "se rompieron leyes físicas" y se lograron o vieron acontecimientos extraordinarios, no te dejes engañar. No se rompió ninguna ley. Simplemente fue un efecto o sinergia de las leyes existentes. La ruptura de una ley trae consecuencias o efectos. Es todo.
Por ejemplo, un ladrón sabe que es diferente a los demás, y un grupo de ladrones quizás se sienta bien estando juntos, ya sea que se parezcan unos a otros o sean miembros de una pandilla. También hay ciudades donde la mayoría hace la vista gorda a la corrupción, con tal de que las autoridades "hagan obras por la comunidad".
Por eso, ser diferentes no es malo, pero ese no es el punto. Lo importante es que las diferencias se mantengan dentro de los márgenes que concede el respeto y la convivencia.
Lo mismo aplica a nuestra relación con el creador del universo, el autor de la Biblia. Por ejemplo, las Escrituras dicen que Él acepta a gente de todas las razas, pero no acepta a ningún ladrón, sea de la raza que sea. (Éxodo 20:15; Hechos de Apóstoles 10:34-35)
Igualmente, aunque hay una infinita variedad de especies entre los animales, la mayoría respeta instintivamente una jerarquía entre unos y otros dentro de la misma especie. Si algún miembro rompe el protocolo de su especie, o un animal de otra especie invade su territorio, habrá consecuencias, a veces, mortales.
Y a pesar de que entre los seres humanos siempre hubo una variedad infinita de personalidades, desde tiempos muy antiguos los diferentes pueblos dictaron sus propias reglas y protocolos de convivencia, unos justos, otros injustos, dependiendo del rey o jefe de turno. Pero Dios no intervino en sus decisiones, fueran justas o injustas. ¿Por qué?
YHWH escogió a Abrahán por su lealtad, obediencia y fe, y le prometió que su descendencia heredaría dicha promesa. Y los liberó de la esclavitud mediante un impresionante despliegue de sabiduría y poder a causa de dicha promesa.
Pero posteriormente, en Sinaí, le dio a Moisés las bases para cualquier protocolo futuro que dichos descendientes establecieran. Ellos aceptaron y se convirtieron en su pueblo escogido. (Salmo 147:20; Hechos de Apóstoles 17:30)
¿Y en nuestros tiempos?
En nuestros tiempos se ha observado que mucha gente suele sentirse mal por ser diferente. El temor al qué dirán, al ridículo, a lo desconocido, al fracaso, etc. los impulsa a imitar a sus referentes, sus ídolos del espectáculo, sus compañeros, amigos y conocidos, y a veces hacen cosas muy malas a fin de ser aceptados.
Cierto joven que no consumía drogas, pero quería ser como sus amigos, se juntaba con jóvenes que sí consumían. Un día, sin que él lo supiera, ellos decidieron bautizarlo, es decir, colocarle droga mientras cenaban en un restaurante. Lamentablemente, le dieron una sobredosis.
Después de 40 años desde aquel episodio, aquel joven todavía balbuceaba. No hablaremos de todo su sufrimiento, pero solo diremos que le dieron muchos baños de electroshock en el hospital psiquiátrico donde tuvo que ser confinado por mucho tiempo. Sus amigos rompieron la ley del amor y causaron un enorme daño a su amigo. ¿Eso es un amigo?
Otros se sienten bien siendo diferentes y no andan preocupados por igualarse a los demás. Marcan diferencias usando indumentaria, actitudes, tatuajes, peinados, modales, etc. que no dejan lugar a dudas. ¡Son diferentes! Aun así, entre ellos, se parecen a los que usan indumentaria, actitudes, tatuajes y peinados parecidos.
Por eso, el que uno se sienta a gusto siendo diferente o parecido no es el punto. Lo importante para ellos es que se respeten unos a otros para poder convivir. Dos personas quizás usen tatuajes o sean concertistas de piano, futbolistas o abogados, pero podrían terminar envidiándose y peleando. Dentro de las cárceles, hay internos que fungen de jueces y hasta llevan a juicio, y ejecutan penas y castigos a quienes faltan el respeto a otros internos.
La variedad de personalidades es infinita, pero por más que nos parezcamos o diferenciemos, hay algo que vale más para Dios que todas las cosas: Que nos esforcemos por parecernos a Él, porque el objetivo de la vida es la felicidad. ¡Él es feliz y creativo, y quiere que nosotros también seamos felices. (Deuteronomio 17:9; Salmo 97:10; Efesios 5:1-2)
Lamentablemente, las diferencias en cuanto a pensamiento, creencias, percepción y procedimientos pueden generar igualmente una infinita gama de dudas, opciones, criterios y teorías inconclusas que terminan dividiéndonos hasta el punto de enemistarnos. Pero no tiene por qué ser así.
La diversidad no tiene por qué llevarnos a un callejón sin salida. No tiene por qué dejarnos con más preguntas que respuestas. No somos autómatas ni robots, ni como bacterias o virus que se replican sin pensar. Tenemos la capacidad de razonar, juzgar, trazarnos objetivos, inventar cosas, diseñar sistemas, tomar decisiones, resolver problemas, solucionar dificultades y cambiar de parecer.
Pero según lo que vemos en el mundo, la diversidad que debiera hacernos felices tambien encierra el potencial de causar el efecto contrario y sumirnos en un caos total si no logramos ponernos de acuerdo, trabajando en unidad, armonía y sincronía. (Lucas 11:17)
Pero Dios comprende nuestra humanidad y se muestra tolerante y condescendiente hasta cierto punto. Por eso la Biblia viene al rescate con una sabiduría que asombra. Contiene los fundamentos de una mentalidad muy superior. Fue inspirada por el creador del universo y pone ante nosotros las respuestas y soluciones a las dicotomías más básicas: la diferencia entre lo bueno y lo malo, la ventaja de una decisión sobre otra, el éxito y el fracaso, etc.
Poco a poco los grandes pensadores se han dado cuenta de que para resolver problemas, desafíos y enigmas, la cooperación es mejor que la competencia. Trabajar juntos en paz y armonía en pos de un mismo objetivo siempre ha sido la clave. El orgullo, la vanidad, la codicia y, en resumen, el odio, nos han hecho perder miles de años de desarrollo. Nos sigue tomando mucho tiempo abrir los ojos y llegar a esa simple conclusión: cooperar y unir esfuerzos siempre fue mejor que competir.
No obstante, no todos han alcanzado ese punto. El conflicto, el espíritu de dominación y la guerra siguen siendo la prueba más irrefutable del fracaso de la humanidad. El resentimiento y la xenofobia siguen motivando a muchos, y hay quienes nunca aceptarán ninguna corrección, a menos que una fuerza superior los detenga. (Salmo 2:10; 46:8-10)
Por "fuerza superior" no estamos refiriéndonos al concepto de fuerza bruta, sino a la fuerza del razonamiento, la evidencia y las lecciones del pasado, de los logros que llevan hacia la paz y a la única manera de evitar un mundo que siempre se encamine a la autodestrucción. Sin embargo, Dios puede hacer que la fuerza bruta de los tercos termine volviendo sobre sí mismos, como ocurrió con el Faraón, y llevarlos a su final.
Desgraciadamente, la paciencia, tolerancia y condescendencia del Creador tiene límites. Ya lo ha demostrado en el pasado, y lo hará en el futuro. Las estadísticas indican que el mundo, con algunas excepciones, va encaminado a su autodestrucción, y no hay visos de que recapacite. (Lucas 13:3, 5, 23-24)
Se fabrican bombas nucleares como si fueran juguetes para niños, y no se avizora ningún cambio de rumbo en esa mentalidad. El desarme nuclear no solo ha sido un objetivo incumplido de la ONU desde 1946, sino un absoluto fracaso.
Y ¿qué relación tiene esto con la figura de arriba? Mucho porque hay una distinción entre quienes entienden todas estas cosas y tienen la mejor disposicion a dejarse instruir por el creador del universo, y quienes entienden todas estas cosas, pero no tienen ninguna intención de ceder. (Lucas 12:47)
"Ceder" es una palabra de pocas letras, pero encierra la solución a todos nuestros problemas, diferencias y conflictos. No se necesita estudiar filosofía ni sociología ni tener grados académicos para distinguir entre el éxito y el fracaso de un proyecto, porque los resultados siempre son más elocuentes que las teorías. Pero ¿qué se considera éxito o fracaso?
Desde el comienzo de la humanidad hemos tenido frente a nuestras narices la solución, pero muchos siguen sin verla. Dios le dio al hombre la opción de obedecer o desobedecer. Si somos pragmáticos, la historia nos ha mostrado los resultados de haber optado por desobedecer.
Como humanidad, hemos violado todos los protocolos, hemos visto aparecer vez tras vez el mensaje de "¡Error!", pero seguimos inventando dioses extraños, haciendo a un lado al Dios Desconocido que podía instruirnos, ayudarnos y salvarnos. (Hechos de Apóstoles 17:22-31)
Hoy enfrentamos el mismo dilema con la diferencia de que hemos aprendido a confeccionar curvas estadísticas de los desastres más importantes (económicos, medioambientales, biológicos, sociales, geológicos, demográficos, etc.), que van en constante ascenso. Pero no avizoramos una disminución.
Nos consolamos engañosamente llamándolos "desastres naturales" cuando, en realidad, la causa no tiene nada que ver con la naturaleza, sino con una serie de acciones imprudentes de la humanidad. Si dejáramos en paz a la naturaleza, ella misma se regeneraría y se convertiría en un Paraíso.
Ilustrémoslo así: Un conductor va muy apurado. Presiona al máximo el viejo automóvil de su jefe subiendo una larga cuesta, a pesar de no haberle dado el debido mantenimiento. Después de unos minutos comienza a salir humo. Se siente que el motor sufre. Pero sigue pisando a fondo el acelerador. Cada minuto que pasa sale más humo. La evidencia le indica claramente que debe detenerse, pero no se detiene. Porque no quiere llegar tarde.
Saca tus propias conclusiones: A) Si sigue acelerando, ¿llegará a su destino sin problemas? B) Si comienza a rezar, pidiendo que Jesucristo sea su copiloto, ¿dejará de salir humo y todo estará bien? C) Si se detiene un rato y deja enfriar un poco el motor, ¿podrá continuar subiendo? D) Si llama a su mecánico, ¿le dirá que no se preocupe, que siga acelerando, que así son todos los automóviles? Sabemos que la respuesta a todas esas preguntas es "No". Entonces, ¿por qué no se detiene? También sabemos la respuesta: "¡Porque no quiere llegar tarde!".
Su razonamiento tiene sentido: Quiere cumplir con su responsabilidad. Ha subido esa cuesta muchas veces. Sabe conducir el automóvil. Nunca le había sucedido eso. Su jefe enfurecerá si llega tarde. Si lo pensamos, todas esas razones son ciertas, válidas y encomiables.
Pero se le escapó un pequeño detalle: Descuidó las instrucciones del fabricante, quien le entregó un manual para darle un debido mantenimiento. Sobre esa base le había garantizado un funcionamiento óptimo. Lamentablemente, ahora no solo va a llegar muy tarde. Echó a perder el motor, que podría requerir una reparación tan costosa que probablemente sería mejor comprar uno nuevo.
No razonó que el humo le indicaba una emergencia. Siguió acelerando y llevó el motor al punto del colapso. ¿Crees que se rendirá ante la verdad cuando el mecánico se la diga? No. Solo se rendirá cuando lo despidan del trabajo. Entonces recapacitará, se lamentará y aceptará la verdad.
A eso se refería Jesucristo cuando señalaba a las consecuencias de entrar "por la puerta ancha". (Mateo 7:13-14) Mucha gente quiere todo fácil. No quiere estudiar la Biblia. Es un proyecto muy aburrido. ¡Y hay quienes llegan al colmo de quemarla en grandes hogueras, haciendo mucho humo! No ven que ese "humo" es como el humo de aquel automóvil.
Este mundo está sufriendo debido a la falta de discernimiento de muchos. La pregunta es: ¿de qué lado nos pondremos cuando leamos en la Biblia las respuestas, o cuando veamos que algunos llegan al colmo de quemarla? Ese será el más grande dilema de nuestros tiempos, al que nos enfrentaremos como individuos. ¿Lamentaremos no haber respetado los protocolos de Dios? ¿O habremos tomado las precauciones del caso? (Daniel 5:23-31).
La Biblia indica que el Creador intervendría para impedir que la tierra sea destruida. Desgraciadamente la humanidad se ha colocado a sí misma en esa posición. En general, sigue acelerando sin hacer caso a las advertencias de Dios, ¡ni siquiera a las evidencias!
Por eso tiene que haber una selección, tal como cuando se separan los granos de arroz. No es una deducción reciente. Jesús dijo que el reino se preparó cuando se fundó el mundo, es decir, cuando Adán y Eva desafiaron la única ley que existía, cuando su Creador era el único Dios que existía. (Mateo 25:34)
A raíz de aquella rebelión, Dios decidió preparar un reino subsidiario que, sin que se violaran sus leyes, llevara a cabo una obra de restauración, rescatando a quienes estuvieran dispuestos a ser obedientes para siempre. Dicho reino estaría a cargo de su Hijo Jesucristo, la descendencia prometida. (Génesis 3:15; Lucas 1:30-33; 19:9-10; Gálatas 3:16; Efesios 1:8-10; Apocalipsis 11:17-18)
Pensemos en esto: ¿Acaso Dios va a desacelerar el universo para que la humanidad desobediente se salga con la suya y termine autodestruyéndolo todo? Más bien, lo que hará será desacelerar a la humanidad y poner las cosas en su lugar por medio de apartar al Diablo, que ha sido juzgado y hallado culpable del delito de conspiración, asesinato y calumnia. (Job, cap.1; Juan 8:43-45; 16:7-11; Ezequiel 38:17-23; Apocalipsis 20:1-3)
Por esa razón tiene que haber una selección. Felizmente, no todos serán hallados culpables ante Dios en el juicio. Al igual que muchos en la antigüedad (que no eran parte del pueblo de Dios pero demostraron obras de fe), claramente se pondrán de parte de Dios. (Éxodo 12:37:38; Hechos de Apóstoles 34:35) Pero deben hacerlo antes del fin y una buena intención de corazón. (Sofonías 3:8-9; Mateo 3:8)
¿Cómo será la selección?
La Biblia ha mostrado una y otra vez que Dios siempre tomó sus decisiones con base en el amor y la obediencia de las personas. Solo cuando no hubo absolutamente ninguna muestra de arrepentimiento ante su llamado a la reconciliación, sumado a una actitud terca, arrogante y falta de misericordia [como ocurrió en el caso del Faraón de Egipto], se vio obligado a tomar una decisión drástica.
Como suele hacer un cirujano: tuvo que "cortar por lo sano". Si repasamos el libro de Éxodo con cuidado, veremos el desarrollo del propósito de Dios, de cómo estuvo llamando vez tras vez a la reflexión y al arrepentimiento, pero no hicieron caso.
El Faraón fue obstinado, terco e irreverente. En el último momento se internó en el lecho del mar a la luz de la Luna, confiando en sus caballos y carruajes. Pero se les salían las ruedas o se atascaban en el lodo cuando las aguas represadas comenzaban a volver a su lugar, y se ahogó con todo su ejército. (Éxodo 14:13-14)
La esclavitud en Egipto había llegado al colmo, y con ello, colmó la paciencia de YHWH. El Faraón procedió sin ninguna misericordia a pesar de que Dios le había dado varias oportunidades de abrir los ojos y arrepentirse. (Éxodo 3:15-21) Moisés le había dejado claro que YHWH, el Dios de los hebreos, lo estaba enviando, respaldando a aquellos esclavos. Pero el Faraón desafió a ese Dios y lo despreció, negándose a reconocerlo. (Éxodo, cap.5)
Esa fue la razón por la que vio apropiado mostrarle nueve impresionantes evidencias de su poder. Cada una expuso la inutilidad de uno de los dioses de Egipto. Aún así, respondió con arrogancia y terquedad. Por eso, le dio una última advertencia, la cual también desafió.
Nunca dio su brazo a torcer. Por eso, las demostraciones número once y doce no fueron plagas. Ocurrieron cuando el Faraón se atrevió a desafiar la columna de humo y fuego que se interpuso en su camino, y después, cuando se adentró temerariamente con todo su ejército en medio del mar, persiguiendo al pueblo.
Aquellos ex esclavos eran hombres, mujeres, niños y ancianos de pueblo. No eran soldados. Eran agricultores y ganaderos indefensos. No eran guerreros entrenados ni portaban armas de guerra. Sin embargo, YHWH, su salvador, los puso a salvo al otro lado del mar y luego disipó la columna de humo y fuego, para que el Faraón viera con sus propios ojos que el pueblo estaba al otro lado, ¡a salvo! Fue su última oportunidad de salvar su vida, de abrir los ojos, retractarse, guardar distancias, retroceder y reconocer que sus dioses no valían nada frente al poder superior del Dios verdadero.
Esa fue la máxima prueba. Suficiente para convencer a cualquiera. Fue algo que no tenía que suceder. Durante mucho tiempo Dios había procurado por todos los medios evitar una confrontación. Pero Faraón honró la norma de "¿Retroceder? ¡Nunca! ¿Rendirse? ¡Jamás!". Y le salió caro.
Llevó a cabo su empecinado propósito: Destruir a inocentes. Fue testigo del poder de Dios, pero no dio su brazo a torcer, y YHWH simplemente devolvió las aguas a su lugar. Se podria decir que el Faraón tuvo la salvacion en sus manos, pero escogió ejecutarse a sí mismo por orgulloso, terco y arrogante. Fue juzgado por no arrepentirse, desafiar a Dios e intentar un genocidio.
Desde un principio, Moisés había apelado a su comprensión y discernimiento. No usó ningún arma. Pero una y otra vez el Faraón se mostró terco, a pesar de la contundencia de los hechos. Tuvo tiempo, además de doce oportunidades, de arrepentirse.
Mucha gente suele decir: "Necesito ver para creer". Sin embargo, ese no es un argumento válido desde el punto de vista de Dios. ¿Acaso han visto el Covid? No. Solo han escuchado y visto noticias de muertes por todas partes. Han visto animaciones en 3D por televisión e Internet, y han escuchado hablar a los científicos. Pero jamás vieron al Covid. Creyeron en su existencia porque fueron testigos de sus efectos y sus manifestaciones.
El Faraón "no quiso creer en todo lo que vio" durante aquellas 12 impactantes ocasiones: Las 10 plagas, luego la nube en llamas, la división del mar y la salvación del pueblo de Moisés.
De modo que para el Creador de los cielos y la tierra no es difícil notar y separar los granos buenos de los malos. Simplemente les muestra a todos muchas oportunidades de aprender sobre su reino y de hacer el bien y de que analicen los resultados, de arrepentirse y cambiar, pero siempre dejando que cada quien tome una decisión.
Jesús no será diferente. Si una persona escoge bien, Dios podría perdonarla por amor al sacrificio de su Hijo y olvidar sus pecados. Pero si escoge mal, dejará que crea que se saldrá con la suya, a fin de que vea el resultado. De esa manera tendrá una base sólida para juzgar y dictar sentencia. (Mateo 25:34; Juan 16:8)