¿Es solo una pandemia?

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Las noticias nos ponen al día, pero también ponen a prueba nuestra tolerancia, percepción y discernimiento. Nos preguntamos qué hay detrás de cierta noticia de último minuto, qué es lo que no se está diciendo o cómo procesan la información en otras partes del mundo.

En la última etapa de su obra, Jesucristo advirtió a sus discípulos que se prepararan y que advirtieran a todos que llegaría un tiempo en que sobrevendría una adversidad tan grande como la cual no habría ocurrido una desde el principio del mundo hasta aquel tiempo, y que jamás ocurriría otra igual. (Mateo 10:27)

Es interesante que en otro discurso diera detalles impresionantemente parecidos a los que han ocurrido desde la primera vez que ocurrió el mayor enfrentamiento bélico de toda la historia: La primera guerra mundial. Pero pocos relacionaron sus profecías con lo que sucedió. (Lucas 21:10-11)

También es interesante que, a pesar de lo específico que fue en su discurso, y de lo escrupulosos que fueron sus discípulos al llevar a cabo su misión de poner a todos sobre aviso de lo que se avecinaba, pocos ataron cabos, razonaron, meditaron y entendieron su mensaje.

Seguramente Jesús se refirió proféticamente a dicha actitud cuando repitió secciones de la profecía de Isaías, al decir que muchos tendrían tapados los ojos y oídos, y en especial, el corazón. Algo que también está ocurriendo hoy.

Quien no valore el mensaje de Jesucristo, no tendrá acceso al entendimiento que se requiere para entender todo lo demás, tal como al que no le agrada la química no estará dispuesto a asistir a una conferencia sobre aminoácidos y proteínas.

Pero el tiempo y las consecuencias no se detienen. Llegará el momento en que toda rodilla y espalda se doblará ante el peso de la indiferencia, la apatía, la incredulidad, la ignorancia y la terquedad. La evidencia grita a voz en cuello. 

Antes de la destrucción del templo de Salomón, antes de la destrucción de Jerusalén, antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra y antes del Diluvio la advertencia fue clara. De manera parecida sucedería antes del fin del mundo, y con mayor razón a mayor escala, y tomaría más tiempo.

¿Más tiempo? Desde el primer aviso, hubo más tiempo que el suficiente, y lo mismo sucedió antes del Diluvio, en Sodoma y en Jerusalen. Pero la gente no quiso darse por enterada. Las consecuencias les cobraron un precio muy elevado: su vida.

Tal como muchas personas creen que no les pasará nada a pesar de que anden por ahí sin protección del contagio de un virus potencialmente letal, los que desatienden los llamados de Dios sentirán el peso de Su juicio sobre sus cabezas. Porque llegará el momento más difícil sobrellevar y entonces lo tomarán en serio. Quizás griten pidiendo piedad y misericordia cuando ya no exista ninguna oportunidad de salvación. Será realmente demasiado tarde. (Proverbios 1:28)

Pero, ¿por qué aplicar las profecías de Jesucristo a nuestros tiempos si ya se cumplieron en el pueblo judío de hace casi 2000 años? La razón es simple: el Apocalipsis.

¿Apocalipsis? Sí. El libro de Apocalipsis fue escrito por el apóstol Juan, el último apóstol sobreviviente de aquellos terribles acontecimientos, casi cien años después de todo lo que le ocurrió a Jerusalén en el año 70. Y es Juan mismo quien transmite las últimas profecías de Jesucristo concernientes, no a lo que había sucedido treinta años antes, si a lo que comenzaría a suceder unos 1800 años en el futuro.

Hoy nos hemos adentrado más de veinte años en el siglo 21, y han transcurrido más de 100 años desde que empezaron a cumplirse las profecías relacionadas con aquellas advertencias de Jesucristo. Acabamos de ver que lo que profetizó Juan sobre el fin del mundo indica que lo que Jesús dijo acerca de Jerusalén tendría efectos de más largo alcance, no solo fueron profecías para el primer siglo.

Además, las evidencias están azotando en nuestros tiempos las espaldas de los que demostraron ser más escépticos. Muchos están comenzando a percibir que 'algo realmente malo se está manifestando en el mundo: En el campo físico, material, intelectual, emocional y social.

Los físicos están descubriendo cosas que los están asustando. El materialismo está engullendo al mundo. No solo por la codicia ni por una economía tambaleante, sino por una filosofía que ha descartado el amor como factor motivador. Intelectualmente los sabios están viendo cómo se sacuden los cimientos de su sabiduría. No tienen soluciones, solo paliativos que pronto quedan obsoletos.

En sentido emocional, nadie puede negar que se viene una crisis de paz, seguridad y motivación sin precedentes. Los psicólogos y psiquiatras ven colapsados sus recursos para proveer respuestas y medicamentos eficaces. Solo pueden intentar descifrar lo que le está sobreviniendo a la humanidad. 

Socialmente todo se sale de control cada vez más a menudo. La palabra 'colapso' se ha vuelto cada vez más común en muchos campos y niveles. Los gobernantes mismos están siendo sometidos a un escrutinio jamás visto. Parecen tener una venda en los ojos. Los religiosos están quedando al descubierto, y los comerciantes están echando mano a sus arcas como nunca se vio.

"¿Crisis? ¿Cuál crisis?", dirán algunos, "¡Todo es marketing!". Sin embargo, el barco de la humanidad ya se inclinó para dirigirse al fondo. Para muchos que han abierto sus ojos, la pregunta ya no es "¿Cuando será el fin?", sino "¿Cuánto durará?",

Bueno, Jesús dijo claramente: "A menos que se acorten aquellos días, nadie se salvará. Será por los escogidos que aquellos días serán acortados". 

Sus palabras indican 1) la gravedad de la situación, 2) la brevedad de su extensión 3) y que solo una intervención divina salvará a los escogidos de Dios. De modo que es muy apropiado que nos preguntemos: "¿Es esto solo una pandemia? ¿O más bien se trata de una pieza importante de un rompecabezas más grande?".

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