La divinidad de Jesucristo

 
"Yo lo he visto y por eso testifico que éste es el Hijo de Dios". (Juan 1:34)
De una lectura cuidadosa de la Biblia, comparando los textos bíblicos que se indican a continuación, se puede llegar a conclusiones sencillas, pero contundentes, respecto de los siguientes puntos:

La divinidad de Jesucristo es indiscutible

"En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios." (Juan 1:1) Es muy importante que quien investiga la Biblia esté enterado de que no todos los traductores están de acuerdo con que la frase debiera verterse como "el Verbo era Dios". La frase "era Dios" se presta fácilmente a malentendidos. Por eso prefieren verterla como "era divino", "era dios", "era de condición divina", lo cual armoniza mejor con el significado de la palabra, que hace referencia a una cualidad divina más bien que a una entidad, así como con todo el contexto de la Biblia, especialmente por lo que dice Filipenses 2:5-11, que dice, según cierta traducción:

"La actitud de ustedes debería ser la misma de Cristo Jesús, quien, siendo de naturaleza divina no se hizo a sí mismo igual a Dios como algo a lo cual aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando naturaleza de siervo haciéndose semejante a los humanos. Y al manifestarse con naturaleza humana, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doblara toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y que toda lengua confesara que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre." Por tanto, el apóstol Pablo, uno de los escritores inspirados por el espíritu santo, deja en claro que Jesús fue un ser creado por Dios y que, por tanto, de naturaleza divina, a diferencia de otras criaturas inferiores.

Era apropiado que Jesús se hiciera hombre porque no hubiera bastado con materializar un cuerpo, como hubiese podido hacerlo cualquier ángel. Tenía que venir a la tierra en un sentido pleno, como un hijo de hombre. Por eso Juan dice: "Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre." (Juan 3:13; Juan 6:51) Aquí Jesús deja en claro que nadie había subido al cielo antes de que él subiera (luego de su resurrección), y que él fue el único que hasta ese tiempo había descendido del cielo, mostrando asi que tuvo una condición divina previa. ¡Era divino o gozaba de una condición divina!

Si Jesús no se hubiera desprendido de su condición divina, no hubiera llegado a ser un sacrificio perfecto. Porque se requería una vida y un cuerpo semejante al de Adán a fin de entregarlo en sacrificio. Adán no era divino, era terrestre. (Juan 8:23) Por eso Jesús tenía que llegar a ser un hijo de hombre en todo sentido para poder entregar un sacrifico propiciatorio por los pecados de la humanidad. (Hebreos 2:17) La Biblia dice que "se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de un esclavo, llegando a ser semejante a los seres humanos." (Filipenses 2:7)

Entonces, ¿era Jesús Dios? Vale aclarar que cada vez que Jesús utilizaba la expresión "yo soy" en conexión con la palabra Dios, siempre lo hacía para decir que era Hijo de Dios, no para decir: "Yo soy Dios". Por eso, cuando preguntó a sus discípulos: "Ustedes, ¿quién dicen que soy?", confirmó que respondieron correctamente al decir que era Hijo de Dios. (Mateo Mateo 16:13-17) Hasta sus enemigos reconocieron francamente que los cargos en su contra, que llevaron a su sentencia de muerte, era haber afirmado: "Soy Hijo de Dios". "Se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos. 'Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora del estauro, y así creeremos en él. Él confía en Dios; pues que ahora lo libre Dios, si de veras lo ama. ¿Acaso no dijo: 'Yo soy el Hijo de Dios'? (Mat 27:41-43).

Tal como el dueño de una compañía puede nombrar a su hijo heredero como director gerente, de modo tome toda clase de decisiones en su nombre como si se tratara de él mismo, y de manera que cualquiera que hablara con él lo hiciera como si estuviera hablando con el propio dueño, el Padre Todopoderoso nombró a su Hijo sobre todas las cosas y le concedió reinar en Su nombre, de manera que los que trataran con él lo hicieran como si trataran con el mismísimo Padre. Porque el Padre lo nombró como único caudillo. (Mateo 28:18) De hecho, muchas de las parábolas de Jesús indican dicha relación entre el Padre y el Hijo. (Mateo 21:33-41)

"Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que Él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en los cielos, y llegó a ser superior a los ángeles en la misma medida en que el nombre que ha heredado supera en excelencia el de ellos." (Hebreos 1:1-4)

Uno puede pasarse horas urgando en los evangelios y no hallará ningún lugar donde Jesús dijera: "Yo soy Dios" o "yo soy el Padre". Siempre se refirió a sí mismo como un "enviado", "representante" o "mensajero", el "Hijo de Dios" o el "Hijo del hombre", es decir, como un subordinado y Caudillo sobre todos los demás. De hecho, Juan lo describe como "el unigénito Hijo". (Juan 1:18)

(Aquí una salvedad respecto a Juan 1:18. Allí no dice [en español] "el unigénito Hijo", como lo vierten ciertas traducciones, sino "el unigénito dios". Porque en griego dice "μονογενής θεός [unigénito dios]", no "μονογενής γιος [unigénito hijo]". Hay una diferencia abismal entre "θεός (dios)" y "γιος (hijo)". Además, en español, "unigénito" significa "único hijo", de manera que hubiera sido por demás un absurdo que Juan escribiera: "único hijo hijo" usando diferentes palabras para referirse al Hijo. En realidad, el texto dice ""μονογενής γιος [unigénito dios]", no "μονογενής θεός [unigénito hijo]". Este pasaje pone énfasis en la divinidad del Señor, no en su condición de Hijo. Es absurdo repetir "hijo hijo" cuando lo que se quiere destacar es su divinidad, no su humanidad.)

Dicho sea de paso, históricamente está plenamente establecido que la Biblia del Rey Jacobo fue producida de modo que se acomodara al gusto de las gentes, no que se ciñera al texto tal como fue transmitido. Hubo intereses políticos muy arraigados que movieron a los traductores a torcer algunos pasajes a fin de satisfacer a la mayoría. Lamentablemente, muchas traducciones que actualmente se usan provienen de la versión del Rey Jacobo. Probablemente esa es la base del error antes mencionado.

Siguiendo con el tema, el apóstol Pablo confirmó por espíritu santo dicha postura. (1 Corintios 11:3) Jesús era la viva imagen del Padre. Es decir, reflejaba las cualidades del Padre a un grado superlativo. El Cristo era imagen o reflejo de Dios, tal como afirmó el apóstol Pablo: "El dios de este mundo [Satanás] ha cegado la mente de los incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios". (2 Corintios 4:4)

Ver a Jesús era como ver al Padre en el sentido de que él y su Padre mantenían una armonía perfecta, armonía de la cual Jesús también quería que disfrutaran sus discípulos. (Juan 6:46; 10:30; 14:6-9) Es semejante a la intención de Pablo cuando pidió que todos los discípulos imitaran a los apóstoles, tal como ellos imitaban al Cristo. (1 Corintios 4:16; 11:1; Filipenses 3:17; 1 Tesalonicenses 1:6) En realidad, solo se refería a la armonía que debía de existir entre ellos, el Cristo y el Padre. (Juan 17:20-23)

Al evitar el uso de la expresión: "Soy Dios" Jesús estaba armonizando sus enseñanzas con el principio registrado más tarde por el apóstol Pablo en Filipenses 2:5-11. Por eso, cuando Jesús dijo: "El que me ha visto ha visto al Padre" (Juan 14:9). Se refería a que reflejaba perfectamente la imagen de Dios. Adán no hizo eso. Se puso de parte del Diablo a pesar de haber sido creado a la imagen de Dios. (Génesis 1:26-27)

Eso nos muestra que uno no refleja la imagen de Dios por el hecho de ser su creación. (Romanos 3:23) Tiene que ser aceptado por Dios como hijo. (Juan 1:12) Por eso el apóstol Pablo instó a los cristianos a que se esforzaran por cultivar el fruto del espíritu santo a fin de "ser renovados en su actitud mental, y ponerse el vestido de una nueva naturaleza, que fue creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad." (Efesios 4:23-24) Esa nueva naturaleza era nueva en el sentido de que no la tenían puesta por haberse alejado de Dios. (Efesios 2:1-3) Pero era la naturaleza que Adán debió cultivar, y que Cristo sí cultivó. (1 Corintios 15:45-49)

Jesús dijo de su Padre: "Yo te he glorificado en la tierra y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera. (Juan 17:4-5) De esa manera demostró que estaba consciente de su existencia divina, previa a su venida a la tierra.

En todos estos textos inspirados se menciona a Jesucristo en conexión con su divinidad tanto antes de ser enviado a la tierra por su Padre para nacer por la gracia del espíritu santo de la vírgen María (Juan 6:37-38), como después de regresar al cielo, al ocupar una posición más gloriosa a la diestra de su Padre. (Hechos 2:33-35; 5:31; 7:55-56; Romanos 8:34; Efesios 1:19-21; Hebreos 1:3-4; 8:1; 10:12-13)

El poder de Jesucristo es indiscutible

"Pertenece al Diablo el que hace del pecado una practica, porque el Diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del Diablo." (1 Juan 3:8) Con estas palabras, Jesús deja claro que su misión implicaba destruir las obras de Satanás.

Jesús también mostró que su poder era superior al que cualquier otro dios. "Ya no hablaré más con ustedes, porque viene el príncipe de este mundo, y él no tiene ningún dominio sobre mí." (Juan 14:30; 2 Corintios 4:4) De hecho, ejecutaría la sentencia contra él.

"Por tanto, ya que ellos [los discípulos] son de carne y hueso, él [Jesucristo] también compartió su naturaleza humana para anular, mediante su muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al Diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida." (Hebreos 2:14-15) Es claro que la muerte de Cristo librará a todos de la esclavitud al temor de morir.

"Vi además a un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Sujetó al dragón, a aquella serpiente antigua que es el Diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y tapó la salida para que no engañara más a las naciones, hasta que se cumplieran mil años. Después será soltado por un tiempo." (Apocalipsis 20:1-3) El contexto deja claro que este ángel es nada menos que el Hijo de Dios glorificado en los cielos como Rey de reyes y Señor de señores, que guerrea en nombre de su Padre.

La autoridad de Jesucristo es indiscutible

"Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: 'Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra.'" (Mateo 28:18) Al decir toda autoridad se está refiriendo a toda autoridad para juzgar y ejecutar sentencia contra sus enemigos. ¿Y dijo que él se abrogó el derecho de juzgar, o que él mismo se autorizó hacerlo? No. ¿Quién le había dado la autoridad? ¡El Padre, lógicamente!

"El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero." (1 Tesalonicenses 4:16)

"Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo, quien subió al cielo y tomó su lugar a la diestra de Dios, a quien están sometidos los ángeles, las autoridades y los poderes." (1 Pedro 3:22) Aquí la Biblia no solo confirma nuevamente la divinidad de Jesucristo, sino que la autoridad de Jesús está sobre los ángeles y sobre toda otra autoridad o poder.

"Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido al Hijo el tener vida en sí mismo, y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre." (Juan 5:26-27)

"Por eso me ama el Padre: porque entrego mi vida para volver a recibirla. Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo autoridad para entregarla, y tengo también autoridad para volver a recibirla. Éste es el mandamiento que recibí de mi Padre." (Juan 10:17-18)

"En él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud." (Colosenses 2:10) Al decir que es la cabeza de todo poder y autoridad indica que su poder y autoridad son superiores.

"Y oí en el cielo un gran clamor: 'Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios." (Apocalipsis 12:10) Aquí se muestra que Jesús ejercería su poder y autoridad mediante su Reino, y que su primera acción legal sería contra el Diablo, al desalojarlo del cielo.

Por tanto, la divinidad, autoridad y poder que el Padre dio a Jesucristo es indiscutible. Quien piense de otra manera, debería revisar con oración y meditación los textos arriba mencionados y asimilar la verdad.

Es cierto que hubo ciertas limitaciones a la autoridad y al poder que tuvo antes de resucitar. (Lucas 22:42; Mateo 20:23
; Mateo 24:36) Porque mientras estaba en condición de Hijo del Hombre no tenía autoridad para destruir al Diablo ni poder para acelerar el cumplimiento de ninguna profecía. No obstante, después de resucitar recibió todo poder y autoridad y espero hasta el tiempo señalado, el tiempo del fin. (Mateo 28:18; Filipenses 2:10)

¿Hasta cuándo tendría que esperar? Hasta que llegara el tiempo de sentarse en su trono en el cielo y dirigiera a sus ángeles en la recolección y separación de ovejas y cabritos. (Mateo 25:31; Hebreos 1:13)

Antes de venir a la tierra Jesús ocupaba su posición divina en los cielos, pero no era rey ni tenía el poder para destruir a sus enemigos. Pero después de resucitar recuperó dicha posición divina y su Padre lo revistió con mayor gloria. Con todo, mientras estuvo en la tierra, no estuvo exento de gloria. (Juan 1:14) Por eso, cuando Juan 1:1-2 se refiere a la divinidad del Verbo, en realidad está haciendo referencia a la divinidad que Jesús tenía antes en el cielo. En Juan 17:5 Jesús mismo hizo referencia a dicha condición y gloria. Y los apóstoles hicieron referencia a una gloria todavía superior que recibiría como recompensa por sacrificar su vida humana. (1 Timoteo 3:16)

¿Dios tuvo princpio?

¡De ninguna manera! Hay que tener en cuenta que como rey de la eternidad Dios Todopoderoso no tuvo principio. (Salmos 90:2, 4; Apocalipsis 10:6) Él es el Creador de todas las cosas, incluido su primer Hijo. (Apocalipsis 3:14) De hecho, al referirse a la divinidad de Cristo antes de venir a la tierra, Colosenses 1:15-20 aclara que Jesucristo es primogénito, es decir, primer Hijo.

Por lo tanto, cuando en Juan 1:1 se menciona la la indiscutible divinidad del Verbo, de quien se dice que estuvo en el principio con Dios, o frente a Dios, entendemos que Juan no está refiriéndose al principio de Dios, ni al principio de la creación del universo físico, sino al principio del Verbo, quien fue creado antes de todas las cosas. (Isaías 43:10; Colosenses 1:17) Porque todo el contexto de la Biblia señala al hecho de que Dios no tuvo principio. (1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 15:3)

Es cierto que Apocalipsis 21:6 dice: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin". Pero si usáramos ese pasaje para apoyar caprichosamente la idea de que Dios tuvo principio, también tendríamos que aceptar que Dios tendrá fin, contradiciendo la verdad. Por lo tanto, dicho pasaje no se refiere al principio de Dios, sino a su ilimitada capacidad creativa y superioridad respecto de toda su creación.

Algunas organizaciones religiosas dicen que nadie debería tratar de entender aquellas sutiles diferencias porque son "un misterio". Otras se van por el camino fácil de retirar el nombre de Dios de la Biblia, sustituyéndolo por "Señor" o "Adonai". De esa manera no se sienten responsables de tener que dar ninguna explicación sobre un tema tan enredado, dejando a los lectores en una confusión semejante a la que ocurrió en el caso de Demetrio y Artemis. (Hechos 19:32) Pero no es un tema enredado. Ellos lo enredan para su propia confusión. La verdad es simple y clara para los que son humildes como niños: Dios no tuvo principio.

La Biblia dice que los secretos y misterios se acabarían cuando las profecías llegaran finalmente a su cumplimpiento en los últimos tiempos [o 'en el día postrero']. (Daniel 12:9; Mateo 10:26; Apocalipsis 10:7) De hecho, el apóstol Pedro recalcó que nada quedaría encubierto, sino que hasta lo más escondido quedaría al descubierto [o 'revelado'] a más tardar en los últimos días. (2 Pedro 3:3, 10) De modo que no es cierto que habría secretos ni misterios doctrinales que durarían para siempre.

"Somos uno", ¿en qué sentido?

¿Qué hay de la expresión "el Padre y yo somos uno"? Efectivamente, Jesús dijo "el Padre y yo somos uno" (Juan 14:30), pero en el contexto Jesús explicó que tal perfección de unicidad solo significaba una armonía de pensamientos, sentimientos y propósitos basados en conocimiento de Dios.

"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo. Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y éstos reconocen que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos." (Juan 17:20-26)

¿Acaso Jesús quiso decir que sus apóstoles serían parte de Dios? ¡A quién podría ocurrírsele una idea tan absurda! Está claro que no quiso decir eso. Jesús estaba haciendo referencia a la armonía de pensamiento y de decisión que había entre él y su Padre, orando para que tal unicidad o perfección en la unidad también caracterizara a sus discípulos, quienes no debían obrar de maneras contradictorias. Eso es lo que el apóstol Pablo se esforzó por promover entre los cristianos primitivos:

"Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito." (1 Corintios 1:10)

En otras palabras, los discípulos debían procurar una unión con el Padre similar o igual a la que Jesús tenía con el Padre. No estaba invitándolos a ser parte de ninguna Trinidad. Y ese es el mismo espíritu de armonía que se difunde por todos los escritos de Moisés y los profetas, y los evangelios y cartas que mostraron la doctrina cristiana primitiva. (Mateo 16:19; 18:19-20; Filipenses 2:2-3; Sofonías 3:9) Nadie debía contradecir al espíritu santo ni ser como algunos rebeldes de tiempos pasados que interpretaron mal las Santas Escrituras y desviaron la doctrina hasta dar lugar al to. (Zacarías 7:11-12; 2 Tesalonicenses cap.2)

"Jesucristo es el Hijo de Dios"

El que hayan quedado demostrados la divinidad, el poder y la autoridad de Jesucristo deja sin efecto su título de "Hijo de Dios". Ocho veces se lo menciona como tal en el evangelio de San Mateo, dos en el de Marcos, nueve en el de Lucas,  diez en el de Juan, y muchas otras en las cartas apostólicas. Al mismo tiempo, la Biblia no es oscura al dejar en claro la relación que existe entre el Padre y el Hijo, sino que reitera una y otra vez que Jesucristo es el Hijo de Dios. (1 Corintios 1:9; 1 Juan 4:15-16; 2 Juan 3)

Es abrumadora la cantidad de pasajes que hablan claramente de la relación entre el Padre y el Hijo, mientras que solo son dos o tres los que más suelen citarse ambiguamente para forzar el acomodamiento a una doctrina diferente. Eso es en sí mismo evidencia contundente que respalda a quienes tienen fe en que Jesucristo es el Hijo de Dios. Por eso resulta por demás paradójico e irónico que se tilde de "no cristianos" a todos los que dicen tener fe en que Jesucristo es el Hijo de Dios.

Por ejemplo, es verdad que Isaías 9:6 dice que el Mesías sería un "Padre Eterno" y "Dios Fuerte". Pero esa no es una contradicción, sino un claro reconocimiento de su gloriosa divinidad en los cielos (lo cual ha quedado claro más arriba) y una referencia al hecho de que el Cristo finalmente recompraría a la humanidad mediante sacrificar su vida y derramar su sangre preciosa (lo cual es una doctrina indiscutible del cristianismo). En otras palabras, él llegaría a ser un Padre adoptivo para todos los que regresaran a la vida mediante la resurrección, porque él les daría vida nuevamente para la gloria de Dios el Padre. (Juan 5:28-29; 10:28; 1 Corintios 3:23; 6:19-20; 15:22; Hebreos 9:12)

Otra muestra del uso equivocado de las Escrituras por no tener en cuenta el contexto, la hallamos en el capítulo 8 de Juan. Jesús había dicho: "Os dije que moriréis en vuestros pecados si no creéis que yo soy ese. En vuestros pecados moriréis." ¿"Yo soy ese"? ¿A quién se refería? ¿Al Padre? No. A lo que había dicho en el versículo 16: "Mi juicio es conforme a la verdad, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió". Se refería al hecho de que él había sido enviado por el Padre. No se refería a que él era el Padre. (Juan 8:24, 16)

La salvación está íntimamente ligada, no al reconocimiento de que Jesucristo es el Padre, sino al reconocimiento de que Jesús es el Enviado, el Cristo, el Hijo de Dios. De hecho, cualquiera que enseñe una doctrina diferente está constituyéndose en anticristo, puesto que la característica principal que el apóstol Juan dijo que manifestaría el anticristo sería negar al Padre (Jehová) y al Hijo (Jesucristo). Confundir los términos cumple el propósito del Diablo, no el de Dios.

Un error parecido cometen los que afirman livianamente que el nombre de Dios no es importante y, contraviniendo las instrucciones apostólicas, de no quitar ni añadir nada, lo sustituyen por "Señor" o "Elohim", como si mencionar su Santo Nombre fuese una incorrección, como si no se hubieran dado por enterados de que el espíritu santo lo realza nada menos que miles de veces en las Santas Escrituras. Eso es menospreciar al Padre y, por tanto, al Hijo, puesto que Jesús dijo "que todos honren al Hijo como honran al Padre", y "el que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió." (Juan 5:23) En otras palabras, es inadmisible para Dios que se pretenda honrar al Hijo pero al mismo tiempo se deshonre al Padre por medio de retirar Su Nombre de la Biblia. Definitivamente, esa no es una influencia del espíritu santo.

El apostol Juan lo dijo claramente: "¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, pues niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre." (1 Juan 2:22-24) Una manera de negar que Jesús es el Cristo sería negar que es el Hijo. Otra manera de negar que Jesús es el Hijo sería afirmar que es el Padre.

"¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? [...] Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios." (1 Juan 5:5, 13)

Los siguientes son solo algunos de los muchos pasajes donde se afirma que Jesús es el Hijo de Dios: Mateo 3:17; 8:29; 11:27; 14:33; 16:16; 17:5; 26:63-64; 27:43, 54; Marcos 1:11; 3:11; 5:7; 9:7; 15:39; Lucas 1:32-33; 4:41; 22:70; Juan 1:34; 49; 3:16-18; 35-36; 5:19-24, 25-26; 10:36; 11:4, 27; 17:1; 19:7; 20:30-31.

Ni siquiera los enemigos de Jesús negaron que él se presentó a sí mismo como Hijo de Dios. Ir contra esta doctrina fundamental del cristianismo sería cometer un pecado contra el espíritu santo.

Algunos han afirmado que la condición de Hijo solo fue temporal, mientras Jesús estuvo en la tierra entre los hombres, es decir, como Hijo del hombre. Pero los apóstoles que escribieron las cartas apostólicas después de que Jesús resucitó y se sentó a la diestra del Padre en los cielos continuaron enfatizando que Jesús seguía siendo Hijo de Dios. (Hechos 9:19-20; Romanos 1:1-4; 8:3-4, 32; 2 Corintios 1:19; Gálatas 2:20; 4:4; Efesios 4:11-13; Hebreos 4:14; 6:6; 10:29; 1 Juan 1:3; 3:8, 23; 4:9-10, 14-15; 5:10-12, 20; 2 Juan 3, 9; Apocalipsis 2:18)

Por lo tanto, está clara y plenamente establecida la divinidad de Jesucristo en su posición celestial como Hijo de Dios, tanto antes como después de venir en carne a la tierra. Pero no sería correcto confundir su propia divinidad con la divinidad superior del Padre, lo cual equivaldría a negar que Jesús ES el Hijo de Dios. (Juan 5:36; 14:28) No es cosa liviana negar que Jesús ES el Cristo, el Hijo de Dios. De hecho, según advirtió claramente el apóstol Juan, negar que Jesús ES el Hijo de Dios es una característica inequívoca del anticristo (1 Juan 2:22-23). Por eso las ovejas del Señor confiesan abiertamente que Jesús es el Hijo de Dios, sentado a la diestra del Padre. ()

La Biblia presenta a Jesús resucitado revestido de autoridad, divinidad, gloria y poder en los cielos, sin embargo, a la diestra del Padre. (Salmos 110:1-2; Mateo 26:64; 28:18; Marcos 14:62; Lucas 20:42; Hechos 2:33; 7:55-56; 1 Corintios 15:27-28; Hebreos 1:13)
La Biblia no contiene todos los detalles respecto de todos los asuntos que se mencionan en ella. Pero sí contiene todos los detalles necesarios para que pongamos fe en el Hijo de Dios, el Cristo, el representante del Padre, que hoy está revestido de mayor gloria que la que tenía antes de venir a la Tierra. (Juan 20:30-31)

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