¿Y el libre albedrío?




Aunque no conozcamos la Biblia, nuestra conciencia nos acusa o excusa. (Romanos 2:12-16)

Una debilidad humana muy común y que nos cierra el paso al desarrollo personal es BUSCAR EXCUSAS.Nos mete en mil problemas, algunos de los cuales son muy difíciles de resolver,  Pero ¿por qué buscamos excusas? Buscar excusas es una evidencia contundente de que tenemos una conciencia que nos guía.  La búsqueda de excusas se activa cuando la conciencia nos dice que algo anda mal pero no queremos reconocerlo. Las excusas actúan como vendas sobre los ojos, de modo que nos engañamos suponiendo que podemos continuar haciendo lo que sabemos que está mal sin sufrir consecuencias, y cuando las consecuencias nos caen encima de sorpresa, indicándonos que lo que hicimos realmente estuvo mal, buscamos más y más excusas.

Buscar excusas, sufrir las consecuencias y buscar más excusas se convierte así en un ciclo vicioso decadente que solo termina con una experiencia lo suficientemente horrible como para detenernos a reflexionar en la urgente necesidad de dejar de buscar excusas.
Podemos engañar a otros, pero en el fondo de nuestra conciencia hay una ley natural que nos dice si estamos obrando bien o mal. Por ejemplo, ¿por qué el ladrón disimula sus actitudes y acciones antes de robar? Porque sabe que está obrando mal. Por eso corre a esconderse o finge como un artista. Pero ¿puede esconderse de sí mismo? No. Porque desde el momento de planear el robo -o el método que seguirá para perpetrarlo-, procede con astucia porque sabe que está oponiéndose a los dictados de su propia conciencia. Sus mismísimas acciones lo delatan como si se mirara en un  espejo. Su conciencia le dice: "Nadie me ha visto", "nadie puede acusarme", "nadie podrá atraparme". Pero cuantas más excusas busque para justificarse, más reconoce que estaba obrando mal.

No es que excusarse esté mal. De hecho, pedir perdón y excusarse está bien cuando uno se arrepiente sinceramente de lo que hizo. Pero no sirve de nada si se trata de pisotear la propia conciencia o la de otros. Dios respeta el libre albedrío, porque "ama la justicia y el derecho". (Salmos 33:5) Pero no respeta al que es mentiroso y torcido en su conciencia. La mencionada declaración del libro de los Salmos sería una mentira si Él verdaderamente no respetara el libre albedrío, y no solo el de los hombres, sino el de los ángeles. (Apocalipsis 22:11)

Si alguien quiso ser justo, pudo ser justo; y si alguien quiso ser injusto, pudo ser injusto. Él dio oportunidad a todos de utilizar con toda libertad su libre albredrío. Pero también hizo arreglos para que la difusión de las buenas nuevas implicara que todos en todas partes supieran que habría consecuencias, ya fuera que hicieran justicia o injusticia. (Apocalipsis 22:11; Gálatas 6:7; Ezequiel 18:21-26)

En el lamentable suceso entre Caín y Abel, Jehová comunicó un detalle que se repetiría vez tras vez como parte de las buenas nuevas: Si alguien hace lo que es correcto, todos hablarán bien de él y su vida será bendecida en todo sentido; pero si hace lo incorrecto, todos terminarán hablando mal y acabará mal. (Génesis 4:6-7)

Pero tal vez alguien diga: "¿Y la Santa Inquisición? Los católicos siempre dijeron respetar todas las religiones, pero nada fue más falso. Persiguieron atrozmente a quienes usaron su libre albedrío, es decir, obedecieron a su propia conciencia. Eso no es 'amar la justicia y el derecho'. Dios se contradice".

Al respecto, una salvedad: Tengamos en cuenta, ante todo, que nunca deben usarse indistintamente los términos siervo de Dios o cristiano como sinónimos de católico o evangelista ni viceversa, porque son cosas muy diferentes, como veremos. Los siervos de Dios respetan el libre albedrío, porque son siervos de Dios; pero los que no son siervos de Dios, pisotean su nombre y manchan su reputación, lo cual marca una gran diferencia. (Romanos 10:1-3; 1 Juan 3:10-12)

No fue un secreto, porque Jesús advirtió que entre sus seguidores y sus enemigos se abriría una enorme brecha. En una parábola los contrastó como trigo y hierba mala (Mateo 13:37-38;), y en otra como si estuvieran situados a ambos extremos de un abismo. (Lucas 16:26). Jesús no estaba inventando nada. (Juan 7:16-18) Eso indicó cientos de años antes la profecía de Malaquías 3:18: "Y serán para mí, dice Yahveh, en el día que yo me aliste una propiedad personal, y seré indulgente con ellos tal como un padre es indulgente con el hijo que le sirve. Y en aquel tiempo vosotros distinguiréis claramente entre un justo y un impío, entre quien ha servido a Dios y quien no le ha servido".

Por la misma razón, tengamos en cuenta que antes de rebelarse contra Dios, Satanás era un ángel como todos los demás ángeles. Dios respetaba su libre albedrío. Pero cuando dio cabida en su corazón al deseo inapropiado de ser adorado por nuestros padres, y nuestros primeros padres Adán y Eva decidieron seguirlo a él, Dios respetó su libre albedrío. No impuso su autoridad como pisoteándolos con una bota. Permitió que las consecuencias siguieran su curso. Pero con la profecía de la simiente (Génesis 3:15) y la posterior advertencia a Cain (Génesis 4:6-7), les indicó muy claramente que las consecuencias los alcanzarían al final de los tiempos señalados. Dios es Dios. ¿Quién puede superar sus consejos? (Proverbios 21:30)

En el paraíso, Dios les aclaró que la consecuencia por desobedecer sería, en el caso de la humanidad, la muerte -y por ende el previo deterioro del cuerpo humano-, y en el caso de Satanás y sus secuaces, destrucción eterna. Porque la vida eterna sería un don que solo podrían tener en estado de obediencia, no de desobediencia. Ninguno que desobedeciera las normas del Creador podría gozar de existencia para siempre, ¡en ningún lugar del universo! Por eso, cuando pecaron, fue como si se hubieran quedado ciegos ante el resplandor de la verdad. ¿Alguna vez has visto a un ciego montando bicicleta? Las probabilidades de que sufra un accidente son bastante elevadas, ¿verdad?

En ningún momento Dios extendió caprichosamente, como si fuera, una varita mágica, tocándolos y matándolos, tal como lo difaman en las películas. Es mentira que Dios actúe así. Lo que sucedió fue que los resultados de tal decisión seguirían su curso hasta las últimas consecuencias, y Dios respetó su libre albedrío. Esas consecuencias son hoy materia de las noticias en todo el mundo: Todos se quejan de la pésima administración mundial, con toda su secuela de injusticias, delincuencia y hambre. El hombre no tomó una buena decisión en aquel tiempo al dar a entender: "¡No necesitamos a Dios, podemos ser como él!". No pudieron estar más equivocados.

En otras palabras, significó que, al violar la norma divina de no tocar el árbol que estaba en medio del jardín, su conciencia se dañó tal como se dañaría la de cualquier persona que robara por primera vez. Y ¿cuál es la reacción normal de alguien que roba por primera vez? Tal vez se esconda, disimule y mantenga un perfil bajo. Quizás engañe a todos, pero en su propia mente tiene grabada la noción de haber tomado algo que no le pertenecía, sobre todo si no tenía ninguna intención de devolverlo (lo mismo que sucede con una estafa, un asesinato, un genocidio u otra maldad).

El daño que Adán y Eva le ocasionaron a su conciencia fue como si hubieran provocado un corto circuito en su potencial de vida. Desde ese momento, la ley de Dios se cumplió. En adelante, su capacidad de vivir empezó a desvanecerse poco a poco como si fuera agua que goteara por una grieta. En pocas palabras, perdieron su potencial de vivir para siempre. Con el paso del tiempo se haría más y más clara la evidente diferencia entre un verdadero siervo de Dios y un hijo del Diablo. (Génesis 3:15)

La desobediencia de Adán implicó tácitamente un reclamo total de libre autonomía en nombre de sí mismo y de todos sus hijos, es decir, de toda la humanidad, lo que quería decir que no necesitarían a Dios, que Él no debería intervenir más en sus asuntos. Por tanto, Dios ya no los ayudaría en ningún sentido.

Fue así como se alejaron de Dios y quedaron completamente bajo el auspicio -por así decirlo- de su nuevo padre y líder, el Diablo. (Juan 8:44) Tendrían a su disposición toda la tierra, es decir, toda la materia prima que necesitaran para alimentarse, abrigarse y disfrutar de la vida. Pero Dios ya no intervendría para ayudarlos en ningún sentido hasta que se cumliera el tiempo fijado por él, y que su simiente o descendencia restaurara, mediante su reino, todas las cosas. (Lucas 19:10)

Al perder su potencial de vida, es decir, la salud perfecta, se enfrentarían a un mar de desafíos que no hubieran tenido. Por ejemplo, les costaría un mayor esfuerzo descubrir sus herramientas, transformarlas y usarlas para su beneficio. Todo quedó a su disposición, pero sin la intervención directa de Dios. Él ya no les daría más instrucciones. Ellos mismos tendrían que ver cómo se las arreglaban para administrarlo todo. (Gén 3:19; Eclesiastés 3:20)

Por supuesto, eso no significó que Dios renunciaría a su soberanía, porque también había prometido que una simiente suya aplastaría la rebelión al final de los tiempos. Mientras tanto, Él se reservaba el derecho de bendecir a quienes se refugiaran bajo sus alas negándose a seguir las enseñanzas del Diablo, y protegería cuidadosamente una línea de descendencia que llevara hasta el Cristo, el que restauraría todas las cosas y desharía el daño causado por el Maligno. (1 Juan 3:8)

En adelante, tendrían que esforzarse mucho para hacer lo que en estado de perfección no les hubiera costado tanto. Por eso, con el transcurso de los años, nuestro sistema inmunológico colapsa, ya no puede vencer contra la decadencia y, finalmente, morimos. Todos ascendemos por la cuesta del desarrollo y descendemos por la pendiente de la decadencia, envejecemos y morimos.

A nadie le gusta la muerte, pero lamentablemente somos el resultado de la codicia de Adán y Eva. Y solo existe una manera de devolver todo a su estado natural y volver a tener vida eterna: La intervención del Reino de Jesucristo, el cual entraría en funciones al tiempo indicado por Dios. (Lucas 21:24; Hechos de Apóstoles 17:26, 31; Gálatas 4:4)

Por principio, Dios respeta el libre albedrío. No somos robotes que hacemos lo que estamos preprogramados para hacer, como ocurre con el resto de los animales, limitados por el instinto. Tenemos libre albedrío, el mismo libre albedrío que se les concedió a Adán y Eva.

Si usamos nuestro libre albedrío para hacer la voluntad de Dios, ejerciendo fe en el sacrificio de Jesucristo, tendremos esperanza de que se nos tomará en cuenta cuando Dios restaure todas las cosas. Pero si lo usamos egoístamente para nuestro propio beneficio, como hicieron Adán y Eva, el resultado será el mismo que para ellos: Muerte.

Jesús advirtio claramente que si no nos arrepentimos de nuestros errores y pedimos a Dios perdón sinceramente, lo que significa que, en adelante, nos esforzamos genuinamente por hacer Su voluntad, seremos destruidos. (Lucas 13:3-5)

Por eso Dios tiene que renovarlo todo, pero al tiempo señalado en la Biblia, es decir, después de que Jesucristo haya intervenido con su reino y quitado de en medio a todo aquel que obstinadamente esté decidido a plantarse contra Dios y pasar por alto caprichosamente sus principios, tal como hicieron Adán y Eva.

En el Reino de Dios no hay lugar -ni nunca lo habrá- para nadie que se oponga a la voluntad de Dios. No lo salvará ni el mejor argumento en pro de las libertades civiles. Por eso, es el deber de cada uno esforzarse por aprender cuál es la voluntad de Dios y ponerla en práctica. Para que cuando llegue el Armagedón, Dios lo cuente entre quienes desean usar correctamente su libre albedrío.

Puedes hacer todo lo quieras, porque ese es un derecho que nuestros primeros padres reclamaron para sí y para sus descendientes. Ellos exigieron usar su libre albedrío en toda su amplitud, aun reconociendo que les sobrevendría la triste consecuencia de la muerte. Pero depende de ti, individualmente, examinar el fondo de tu corazón y ver si lo que estás haciendo con tu vida es realmente la voluntad de Dios para ti. Porque a fin de cuentas, Él es el único que puede juzgar entre lo bueno y lo malo y deshacer el daño que el Diablo le ha causado a tu vida con su mala influencia. Él es el único que puede darte una oportunidad de rehacer tu vida y sobrevivir al Armagedón. En realidad, como dijo Jesús, el Reino de Dios es la única alternativa para todos. No existe otra.

¿Quién puede darte una esperanza tan hermosa y tan sólida para el futuro? ¿Los Mayas? ¿Nostradamus? ¿Leonardo Da Vinci? ¿El Señor de los Anillos? ¿Chapulín Colorado? ¿Superman? ¿Discovery Channel? ¡Por favor! Todas las evidencias nos muestran que estamos a las puertas de un nuevo mundo basado en la palabra de Dios, con un rey que ha demostrado su capacidad desde el principio, Jesucristo, ¿y en quién vas a depositar tu confianza ahora? ¿Seguirás reclamando tu libre albedrío para usarlo contra la Palabra de Dios, como hicieron Adán y Eva? ¿Seguirás cegándote al hecho de que el Diablo siempre ha manipulado a los que se han puesto en contra de Dios? (Apocalipsis 16:13-14)

Por eso, tal como las profecías se cumplieron respecto a la antigua Babilonia, que actualmente es un montón de escombros y nunca más volvió [ni volverá] a reconstruirse, cuando llegue el último día, cualquier cosa que esté fuera de la jurisdicción del Reino de Cristo volverá al polvo y nunca más volverá a levantarse insolentemente contra Dios, imputándole malos motivos. (Apocalipsis 18:21)

¿Ha sido Dios injusto en todo esto? No. Porque la humanidad en todas partes ha usado su libre albedrío ampliamente y sin restricciones por parte de Dios. Con ello el hombre ha demostrado que su idea de sacar adelante un mundo sin Dios no funciona. Con ello ha marcado un importante precedente legal e indiscutible y ha allanado la jurisprudencia universal para que Reino de Cristo tome posesión de lo que por derecho siempre le perteneció a Dios.

Las malas acciones del hombre le han dado la razón a Dios, y Su juicio ha terminado. (Mateo 28:18; Lucas 10:18; Juan 12:31; Juan 14:30) Dios es amador de la justicia y el derecho, y por tanto, respetuoso del libre albedrío. No hubiera sido justo quitar de en medio a los rebeldes sin dejar en claro ante los ángeles y ante Dios que existía una base legal para proceder. Dios tenía que permitir que el tiempo le diera la razón. De lo contrario, todos se hubieran quedado con la duda que el Diablo sembró en el paraíso. (Génesis 3:1-5) Felizmente, el juicio ha terminado, la sentencia se ha dado y los días del Diablo y sus secuaces están contados. Ahora el Armagedón se acerca para dirimir la cuestión, pero lamentablemente no todos se decidirán por la salvación. De hecho, Jesucristo explicó que la mayoría oiría con fastidio las buenas nuevas, costándole su supervivencia. (Lucas 13:23-27 )

¿Brusco? A Jesús se le ha conocido como un modelo de cariño. Pero cuando llegue el Armagedón, será consecuente con su mensaje. No va a temblarle la mano. Él ha dado tiempo más que suficiente para que todos en todas partes oigan su advertencia: "¡Les digo que todos perecerán, a menos que se arrepientan. ¿O piensan que aquellos dieciocho que fueron aplastados por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan". (Lucas 13:1-5)

Por eso, no pienses que Dios ha sido injusto. Al contrario, el tiempo se ha terminado para los rebeldes y ha quedado demostrado ante los ángeles y los hombres que Dios está plenamente justificado a ejecutar su sentencia original. (Romanos 6:23; Habacuc 2:19-20) Todo el que quiera escapar del juicio de Dios, reconozca que solo hay un camino y que este está claramente señalado en las Santas Escrituras, la Biblia. No pierdas ni un minuto. Pon tus asuntos en orden con Dios mediante pedirle en oración que te conceda averiguar, lo antes posible, cuál es en verdad Su voluntad, y usa tu libre albedrío de la manera correcta. (1 Juan 2:17)