¿Resentido con Dios?



Cierta señora esperó casi una hora que la atendieran en un banco. Pero explotó de cólera contra la empleada cuando esta señaló hacia el frente y le dijo: “Lo lamento tanto, señora, pero su banco queda cruzando la calle”. La mujer había esperado una hora en el banco equivocado. ¿Dirías que la empleada mereció el fastidio de aquella amargada señora? No, ¿verdad?

Algo similar puede decirse del conocimiento acerca de la vida, de Dios, quién es Él y cómo responde las oraciones. Muchos religiosos han difundido información torcida diciendo que Dios siempre contesta las oraciones de quienes dicen tener fe. Y las películas han convertido la vida en una telenovela, presentando a Dios como si fuera Superman o las Hadas de la Cenicienta, que pueden satisfacer todos nuestros deseos sin importar cuándo y cómo pidamos. Todo eso ha generado mucha confusión. El resultado ha sido un gran resentimiento hacia Dios, como si Él fuese responsable de todas nuestras desilusiones. Pero ¿es así? ¿No nos estará sucediendo algo parecido a lo que le ocurrió a aquella mujer en el banco? ¿Es cierto que Dios contesta las oraciones de todos los que dicen tener fe? ¿Es cierto que podemos pedirle todo lo que queremos?

Dediquemos tiempo a leer la Biblia con profundidad

Es imposible entender a Dios si no dedicamos tiempo a leer Su palabra para familiarizarnos con sus caminos. Por ejemplo, muchos se sorprenden cuando se enteran de que en ningún lugar de la Biblia dice que Dios sea una especie de magnate que satisface todas las peticiones que se le hacen; tampoco dice que escuche todas las oraciones ni que necesariamente las responda como uno quisiera.

Cualquier malentendido al respecto no debería achacársele a Él, sino a los que no se dieron el tiempo para familiarizarse con su palabra. (Juan 14:6) Eso significa que Dios escucha las oraciones que se hacen por intermedio de Jesús, no de otras personas, mucho menos por intermedio de objetos inanimados de devoción, como hacen los que no entienden que Dios debe ser alabado en espíritu. (Éxodo 20:1-6)

No es que Dios sea parcial. Él comprende que muchos no lo conocen, o tienen un conocimiento muy ridimentario de Él. Por eso, en la antigüedad, todo sumo sacerdote era escogido de entre los hombres para representar al pueblo ante Dios y ofrecer sacrificio por los pecados, y podía tratar con paciencia a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo estaba sujeto a las debilidades humanas. (Hebreos 5:1-3) ¡Con mayor razón Jesucristo, que es la imagen del Dios vivo!

Sin embargo, una cosa es que Dios oiga las oraciones y bendiga los esfuerzos de las personas por hacer Su voluntad, y otra que satisfaga cualquier petición que se le haga. Si uno le pide cosas que Él no puede hacer, de seguro nos llevaremos una gran desilusión.

¿No puede?

En realidad, tal como nosotros podemos hacer excepciones y adaptarnos a las circunstancias cambiantes, también reconocemos que hay otras cosas que no podemos cambiar. Igualmente, hay algunas cosas que Dios no puede hacer, o no puede hacerlas antes del tiempo señalado para ellas. (Daniel 8:19)

Y así como hay oraciones que Dios escucha, también hay oraciones que Dios no escucha. Por ejemplo, si un esposo se molesta con su espoa y rehusa enternecerse y perdonarla, Dios no oye sus oraciones. (1 Pedro 3:7) Dios tampoco escucha las oraciones que se hacen con una mala actitud de corazón. (Proverbios 21:27) Como si fuera, Dios podría tapar sus oídos debido a la conducta incorrecta. (Lamentaciones 3:44)

Por eso, aunque es verdad que Dios oye las oraciones, los apóstoles de Jesucristo explicaron claramente que Él solo oye las oraciones que armonizan con su voluntad. (1 Juan 5:14) No podemos pedirle cualquier cosa que se nos ocurra, por muy buena o noble que parezca ser nuestra intención. Por eso es tan vital escuchar la palabra de Dios con atención y procurar aprender todo lo que podamos acerca de su manera de tratar a la humanidad. No olvidemos que Dios es Dios y merece nuestro amor y respeto. Él no tiene la culpa de que líderes codiciosos, incompetentes e irresponsables, que Él no ha enviado, lo pinten en falsos colores. (Jeremías 14:14-16)

Es cierto que Dios es Todopoderoso, pero dentro de su propósito. Él puede hacer lo que nosotros no podemos hacer. Sin embargo, eso no significa que puede hacerlo todo. ¿Qué significa eso? Significa que no puede ir contra sí mismo, no puede ir contra su voluntad, no puede ir contra su propósito, no puede mentir, no puede faltar a su palabra, no puede contradecirse a sí mismo, no puede violar las leyes que él mismo ha establecido en el universo, y no puede evitar las consecuencias del pecado que hemos heredado de Adán y Eva.

Para borrar los efectos del pecado ha dispuesto que su Hijo Jesucristo intervenga con su reino y elimine a Satanás, el causante de todas las desgracias. Primero tiene que venir su reino, después serán eliminados los efectos del pecado. Por eso Jesús no solo enseñó a sus apóstoles a pedir en el Padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino”, sino a predicarlo por todas partes. Solo entonces se hará la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. (Hebreos 2:14-15; Lucas 11:2)

En tanto no llegue el juicio final y el Reino de Cristo quite de en medio al que causa la muerte, es decir, al Diablo, es imposible que esperemos que Dios impida que el ser humano coseche las consecuencias de sus propios errores. Pero no estamos sin ayuda. Dios nos anima, consuela y ayuda con información confiable que sirve para tomar la mejor decisión de todas: ponernos de parte de Su Reino y esparcir la buena nueva. Entonces, cuando se cumplan los tiempos señalados, desaparecerán los sufrimientos, las enfermedades, el envejecimiento y la muerte. Reconzcamos que el que promueve la maldad y sufrimiento.

¿Cuándo será el tiempo señalado para el fin del sufrimiento?

En la antigüedad, el profeta Isaías le hizo una pregunta similar al Señor, y este le contestó lo que quedó registrado en su profecía, en el capítulo 6, versículos 11 y 12. Eso se cumplió al tiempo señalado. Igualmente sucederá en nuestros tiempos. Ya muchos científicos, historiadores y personas de buen corazón están intuyendo que la humanidad está a punto de encararse a acontecimientos pasmosos. Aunque no pueden profetizar como Isaías cómo sucederá ni exactamente cuándo, los cristianos sabemos que ocurrirá sin falta y que estaremos protegidos bajo la poderosa mano de Dios. Porque Dios nunca falla. (Hechos 2:18; Santiago 5:1-3; 2 Timoteo 3:1-7, 13; Proverbios 1:20-33)

Mientras tanto, ¿de qué manera nos ayuda Dios hoy? ¿Qué debemos pedirle?
Dios nos ayuda fortaleciéndonos con información que aclara nuestro entendimiento respecto a todos los asuntos acerca de la vida, de modo que podamos hacer frente a los problemas con la esperanza puesta en el Reino de Cristo. Mientras tanto, debemos hacer lo mismo que hizo Jesús poco antes de morir, que puso su confianza en que Dios lo resucitaría, no en que Dios le quitaría los clavos milagrosamente y lo sanaría. Él sabía que un día sería asesinado por pecadores que se burlarían de él y cerrarían la puerta de su corazón a la verdad. (Lucas 22:41-43; span style="color:blue">Marcos 15:31-32) Pero también entendía que su muerte sentaría las bases para la salvación.

¿No dijo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". (Mateo 27:45-46) Esas no fueron palabras dichas al azar, sino para que se cumplieran las Escrituras, que habían profetizado los sufrimientos del Mesías. (Salmos 22:1) Jesús no esperaba que Dios le hiciera el milagro de bajarlo, sino más bien, que lo resucitara al tercer día, lo cual sucedió. (Mateo 16:21-23)

De manera que en vez de resentirnos con Dios por no hacer todo lo que le pidamos, ¿no deberíamos ser honrados y reconocer que no hemos dedicado suficiente tiempo a familiarizarnos con Su voluntad, a fin de aprender lo que podemos pedir y cómo hacerlo, además de saber qué y cómo esperar que Él responda a nuestras oraciones?

La Biblia dice que Dios es amor. A Él le duele más que a nosotros cuando sufrimos. Pero Él no viola sus normas. No puede intervenir antes del tiempo que está señalado en las Santas Escrituras. No puede impedir que nos sobrevengan todas las consecuencias de la pésima decisión que tomaron Adán y Eva. Nos guste o no reconocerlo, hemos heredado su pecado, y no podremos recuperarnos hasta que venga el Reino. Por eso, debemos recibir con respeto a todo aquel que desee compartir con nosotros la Palabra de Dios. Porque Jesús dijo: “Les advierto que no volverán a verme hasta que digan: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!". (Mateo 23:39; Salmos 118:26)

Por lo tanto, si anhelamos en el corazón el deseo de que Dios termine por fin con todas las desgracias y sufrimientos que el Diablo ha causado a la humanidad, y devuelva a la vida a los que murieron debido a su maldad, no debemos rechazar las buenas nuevas del reino de Dios. Por el contrario, debemos compartirla con toda persona posible. Porque la persona que lo haga, no se resentirá con Dios, porque nunca será defraudada por Él. (Romanos 10:11)

¿Te mordió profundamente alguna injusticia?

El resentimiento es un veneno que podríamos ilustrarlo con el veneno que inocula una serpiente. En cierto programa de televisión se mostró cómo el olfato de una serpiente detecta a un roedor en medio de un espeso bosque. Ella no estaba apurada en correr tras él porque, a medida que él avanzaba, dejaba su olor como un rastro que ella podía seguir aunque se desplazara lentamente. Tarde o temprano ella daría con él. Solo era cuestión de tiempo y paciencia. De repente, cuando el roedor menos lo esperaba, ella se abalanzó sobre él y lo mordió eficazmente. Él salió disparado huyendo de su atacante, y ella se quedó tranquila en el sitio, luego comenzó a deslizarse con lentitud hacia su presa. Porque ella podía rastrear la huella olfativa de su víctima. Hasta que lo encontró. En todo momento, el veneno había estado disolviendo poco a poco a su víctima, de modo que, cuando la halla, está inmóvil y lista para ser comida, empezando por la cabeza.

El Diablo puede mover los asuntos de modo que uno sea mordido por lo que pareció ser una injusticia, o por la traición de un amigo, o por algo que no salió como esperaba, y el veneno del resentimiento comienza a disolver su espiritualidad poco a poco. Al principio pocos lo no notan, y uno mismo casi no se percata de ello, pero comienza a orar con menos frecuencia, a leer la Biblia con menos frecuencia, a asistir a las reuniones cristiana con menos frecuencia, a hablar menos de Dios con otras personas, ya no defiende su fe como antes, comienza a ver más defectos en los hermanos y a encontrar excusas para orar menos, para leer menos la Biblia, para dejar de asistir a más reuniones, para juntarse más a menudo con personas que lo alejan de su rutina cristiana. Empieza a dudar de si lo que aprendió verdaderamente tenía base, si la Biblia realmente es un libro inspirado por Dios, si realmente tiene fe.

Es cuando los sentimientos de frustración y decepción oxidan su armadura cristiana y lo dejan desnudo, alistándolo para ser engullido por la serpiente, que le ha seguido el paso desde que lo mordió. (Apocalipsis 3:17-18) Sin darse cuenta, ahora el resentimiento ha dado sus frutos y está adormecido, como anestesiado, quizás por un recién adoptado punto de vista materialista, o por alguna fantasía absurda, o porque se le subieron los humos, y ya no reacciona como antes, para darse cuenta de las cosas malas y defenderse como cuando era feliz y su fe era fervorosa. Porque ahora lo malo le  parece no tan malo, y lo bueno, no tan bueno. Está más confundido que nunca y su mareo espiritual hace que le desagrade hasta la más leve insinuación para que regrese al lugar de seguridad. Le disgusta mucho que siquiera le toquen el tema. (Proverbios 18:1)
¿Y quién acaba de presentarse delante de él, despacio, amablemente, hipnóticamente, mirándolo fijamente a los ojos? Está tan mareado que no se ha dado cuenta de que estuvieron siguiéndolo de cerca subrepticiamente todo el camino, mientras el resentimiento hacía efecto en la etapa final del envenenamiento.  ¡No distingue de quién son los ojos que lo miran tan fijamente!

Y cuando la serpiente se acerca hasta casi hacer contacto, abriendo  ampliamente sus flexibles mandíbulas, ¡ocurre un milagro! Él recuerda su primer amor y  reconoce los horribles ojos de su atacante. Toma conciencia de su pobre situación y clama por ayuda a su Padre que está en los cielos, como cuando Jonás clamó en su angustia desde el interior de un anorme pez. (Jonás 2:1) Dios le hace recordar dónde se comenzó el problema: Se había resentido con sus hermanos. Entonces los perdona en su corazón, reconociendo su parte de la culpa, y se apresura a ir a la reunión, a retomar su vida y rutina cristiana. ¿Y la serpiente? No está. Ha huido. Algo mucho más poderoso que ella la ha obligado a retirarse. (Santiago 4:7; Mateo 6:14-15)

Nunca lo olvides: El resentimiento es un veneno mortal. Tiene el poder de afectarte tanto que nunca vuelvas a tomar conciencia de tu necesidad de regresar y andar en el camino correcto. Esperemos que ese no sea tu caso. De hecho, haber leído esto es una prueba evidente de que no ha sido tu caso. Por eso es muy importante que regularmente hagas un autoexamen y te preguntes sinceramente: "¿Abrigo algún resentimiento contra alguien, al punto que está disolviendo mi vida por dentro?". Si así fuera, el antídoto es el perdón y arrepentimiento sinceros, dones que solo Dios puede concederte si se los pides. (Job 42:10)  Nuestro deseo es que no te demores. Marca una distancia con el mundo cuanto antes y acércate a tu Padre para ayuda al tiempo oportuno. Existe una salida basada en el amor, no en el odio. 

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