ÍNDICE
Este comentario no se refiere a la entidad conocida como el Opus Dei, sino a lo que la Biblia dice acerca de la opus Dei.
"Opus Dei" es una expresión del latín que en español se traduce "obra de Dios". Y para entender lo que significa la obra de Dios tenemos que remitirnos necesariamente a pasajes de las Santas Escrituras, que es donde se expone, tanto en esencia como detalladamente, la obra de Dios. La información que te proveeremos a continuación es pertinente para realizar tu propia investigación.
¡Qué tienen que ver las hormigas?
Aunque la Biblia nos insta a ver a las hormigas como ejemplos de laboriosidad, también nos enseñan otras cosas, como, por ejemplo, a perseverar tras nuestros objetivos, a organizarnos unidamente, esforzándonos tenazmente hasta terminar lo que hacemos y no permitir que nada ni nadie nos desvíe de nuestro derrotero. (Proverbios 6:6-8) Jesucristo no pudo menos que manifestar esas cualidades, entre otras, no solo en su modelo de vida, sino al organizar a sus discípulos para que finalmente alcanzaran el objetivo de llevar a feliz término la obra de Dios. (Lucas 18:8; Hechos de Apóstoles 1:8; Colosenses 1:23)
Un maestro de obras bien seleccionado por Dios
La Biblia afirma que el Señor Jesucristo vino del cielo para exponer la verdad acerca de cosas relacionadas con Dios que la humanidad había tergiversado por milenios, y de esa manera, santificar Su Nombre o reputación. Además, dicha labor incluiría abrir un camino a la reconciliación de la humanidad con Dios, es decir, a una restauración de su relación con Dios, la cual nuestros primeros padres habían dado por terminada al darle la espalda en el Paraíso original, cuando decidieron, por voluntad propia, independizarse de su Padre y seguir en los pasos de desobediencia de su nuevo dios, Satanás, el Diablo. (2 Cor 4:4; Juan 14:9-11)
Lógicamente, muchas de las cosas que Jesús dijo les sonaron mal a los líderes religiosos de la época, ya que ellos estaban acostumbrados a enseñar al pueblo hechos tergiversados y no contaban con que alguien osara contradecirlos. Algún tiempo después sus discípulos también causarían la misma reacción cuando llevaran las buenas nuevas por la tierra. (span style="color:blue">Hechos de Apóstoles 7:51-54)
Por eso, al oponerse al sistema, un modo de vivir implantado no con base en la justicia de Dios, sino en tradiciones satánicas a las que el pueblo terminó dando culto, Jesucristo se enfrentó al mundo, recibiendo en cambio un trato mucho menos que honroso. (Juan 8:42, 47)
En varios lugares y momentos mencionó que su vida terrestre era una continuación de la vida que había tenido en el cielo, y explicó que tendría que regresar allá para continuar con la obra de Dios y seguir ayudando a la humanidad para que su relación con Dios terminara de restablecerse por completo.
En todo caso, dijo que no solo había sido enviado en calidad de Verbo o portavoz de su Padre que estaba en el cielo, sino como un obrero cuyas actividades no habían empezado cuando vino al mundo, sino incontables milenios antes de ser transferido a la tierra y nacer como hombre, mucho antes de la formación del universo físico.
Dios no tiene ningún plan
Otro punto que es importante entender es que Dios nunca tuvo un plan, como suelen decir algunos. Porque en su perfecta e infinita sabiduría Dios no requiere un plan. Cuando se traza un propósito, lo lleva a su término exitosamente sin darse a sí mismo ningún margen de error, como ocurre en el ámbito humano. Por ejemplo, los ingenieros tienen un plan de contingencia bajo la manga, por si acaso falla el plan original, lo cual generalmente sucede. Tienen en cuenta ciertos márgenes de seguridad y reconocen que no son infalibles, que pueden estar equivocados.
A veces, hasta la computadora más avanzada que existe, una de las creaciones más extraordinarias hechas por el hombre, el trasbordador espacial, ha sufrido desperfectos y ha debido ser reparada. En ocasiones, han tenido que volver a fabricarla, luego de que un desperfecto causara su destrucción, cobrándose la vida de sus tripulantes. Eso no sucede con el Creador, quien jamás se equivoca.
Por eso, Dios tiene un propósito, no un plan. Él se traza un objetivo y lo cumple, sale perfecto. De hecho, el universo, con todas sus millones de galaxias, es un reflejo del dominio absoluto que Él tiene sobre las leyes físicas, matemáticas y biológicas. No se le escapa ningún detalle. Es tan intrincado que los científicos (diminutos mentalmente en comparación), tienen que revisar y reescribir constantemente sus libros de ciencia para ponerse al día con nuevos descubrimientos.
La primera creación de Dios
El Nuevo Testamento (es decir, los evangelios y las cartas apostólicas) no es otra cosa que una extensión de las explicaciones que Jesús dio cuando estuvo en la tierra. De hecho, sus escritores recalcan la importancia de que el lector se mantenga dentro de los límites del conocimiento impartido por ellos. Cualquier comentario, escritura o proyecto debía armonizar con los principios claramente delineados en las Santas Escrituras, de lo contrario, Dios no lo bendeciría.
Antes de regresar al cielo, Jesús mencionó que el espíritu santo asistiría a sus discípulos para que continuaran con la obra de Dios siguiendo el mismo estilo de dirección y administración, sin desviarse a la derecha ni a la izquierda.
Cuando Jesús decía: "Está escrito…" se refería al Antiguo Testamento. Así reconocía que lo que él enseñaba no era una novedad, sino algo que ya figuraba en los Santos Escritos, inspirados y conservados por el espíritu santo. Su enseñanza tenía base en lo que había sido profetizado en la Biblia. Por eso, los evangelios y las cartas apostólicas debían ser una extensión de aquello, no un torcimiento.
Por ejemplo, cuando en el Apocalipsis, o en un evangelio o carta apostólica el escritor usa terminología figurada, pueden rastrearse sus equivalencias en el Antiguo Testamento. Así, cuando leemos acerca de los jinetes del Apocalipsis, entendemos que se trata de una guerra, porque la Biblia dice: "Se prepara al caballo para el día de la batalla, pero la victoria es de Yahveh. (Prov 21:31); Isaías 43:16-17); y sabemos que se trata de una guerra espiritual justa porque la Biblia siempre relaciona la blancura con la limpieza, la pureza y la santidad (Salmo 51:7; Juan 20:12; Apocalipsis 19:14)
Jesucristo es el primogénito de la creación, es decir, el primer ser inteligente creado por Dios, y por tanto, es quien conoce mejor a Dios, y está en la mejor posición para explicarnos cómo es Él. Y toda mención que hace con relación a sus labores, denota que nadie pudo cumplir mejor con la tarea de maestro de obras.
¿Desbaratar las obras del Diablo?
Por otro lado, hay que tener en cuenta que cuando nuestros primeros padres le dieron la espalda a Dios, estaban poniéndose a disposición de Satanás y sus demonios, lo cual significaría la formación de un sistema de vida diferente, opuesto a Dios.
Al comienzo, tal vez muchos discreparon y pensaron que no había que exagerar, pensando que el sistema promovido por Satanás podría funcionar, pero después de milenios de comprobar que todo ha ido de mal en peor, no podemos menos que concordar con lo que dice la Biblia al respecto.
La perfección del propósito de Dios no admite falla, de modo que finalmente resultaría tal como Dios lo había calculado. Por eso Jesús pudo estar tan seguro y prometerle al ladrón que colgaba a su lado: “Estarás conmigo en el paraíso”. Se refería al paraíso de Dios, el paraíso que Él se había propuesto desde el comienzo.
Sin embargo, eso no impidió que Satanás intentara salirse con la cuya y demostrar lo indemostrable: Que la humanidad puede salir adelante bajo la soberanía del Diablo.
De hecho, en el careo de Jesús con Satanás en el desierto, el punto quedó claro: Satanás estaba usufructuando el mundo. ¿Y quién le dio ese poder y autoridad? Lo hicieron nuestros primeros padres, Adán y Eva, al darle la espalda a Dios. Fue como si le hubieran dicho: El hombre tiene todo el derecho de trazarse su propio camino, confiar en sí mismo y vivir su vida como mejor prefiera. En otras palabras, exigió su derecho que no le correspondía: Dirigir su vida con normas distintas a las de Dios.
¿Proclamar la obra de Dios?
Por lo tanto, la obra de Dios implicaba la realización de Su propósito de establecer y mantener el Paraíso, un hábitat diseñado para personas como Abel y Noé, que resultaron obedientes, no como Caín y Judas, que le dieron la espalda como Adán y Eva.
Jesucristo dijo que había venido con el propósito de hacer añicos la obra de Satanás y restaurar todas las cosas a la condición que debieron tener desde un principio. Dios no había fallado, no hubo ningún margen de error en su propósito. Simplemente la humanidad se rebeló creyendo que podría salir adelante sin Dios, lo cual ha quedado demostrado más allá de toda duda que no puede ser cierto.
Ves tras vez vemos pruebas evidentes de que la humanidad está en aprietos porque la mayoría de países no parecen acercarse, sino alejarse, del objetivo de sus políticas: Procurar el bienestar de sus ciudadanos, lo cual significa brindarles las facilidades para que consigan un hogar con todas sus comodidades, alimento sano y en cantidad adecuada, salud y atención médica de calidad, educación y formación profesional competente, y un trabajo digno, remunerador que permita sostener a la familia.
Nadie con dos dedos de frente podría decir que la humanidad ha demostrado capacidad para evolucionar en ese sentido. Los mismos viejos deseos siguen provocando peleas, guerras, conflictos, rebeliones, revoluciones, descontento generalizado y temor al futuro. Y lo que es peor, ni siquiera los científicos, economistas y gobernantes mejor seleccionados tienen una solución práctica y de corto alcance para la crisis, palabra que cada vez está impactando menos debido a su uso constante.
Cuando hablamos de la obra de Dios no la confundamos con la obra del hombre, porque a todas luces no se parecen en nada. Basta con analizar cómo interactúan a la perfección los diferentes sistemas naturales (los ciclos del nitrógeno, carbono, oxígeno, hidrológico; las fuerzas nucleares; la termodinámica, la fuerza de gravedad, la inercia, la fotosíntesis, la hidrólisis, etc.) y compararlos con el desastre y caos que la humanidad ha dejado como herencia a las generaciones del futuro.
El hombre habla de ‘la madre naturaleza’ porque le da cosa decir ‘Dios, nuestro Creador’. Acepta que existe un complicadísimo diseño en todas las cosas, pero se resiste a aceptar la única verdad tras el diseño: Que no puede existir un diseño sin la intervención de una inteligencia que le haya dado un propósito. De ese propósito trata este artículo. De la obra de Dios, o la verdadera opus dei.
Pero el hombre se rebeló y le dio la espalda a Dios posponiendo para el futuro la restauración de todas las cosas, o la verdadera opus dei de los últimos tiempos. De hecho, la Biblia indica que cuando llegó el límite cabal del tiempo, María concibió por espíritu santo y dio a luz al Hijo de Dios, el cual se ocuparía de concluir la opus dei (Gálatas 4:4; Juan 6:28-29; Lucas 19:10)
Jesús vino para terminar la obra de Dios relacionada con Su propósito eterno.
Dios no estuvo dormido desde que Adán hasta nuestros tiempos, sino verificando que la línea de descendencia terminara en aquel a quien Él había designado como el que terminaría la opus dei. (Génesis 3:15; Lucas 1:32-33 Jesús sería un líder superior a Moisés en todo sentido. Sería un mejor administrador, maestro y guía.
Moisés administró los intereses del antiguo Israel; fue su maestro, porque les explicó cómo cumplir con la ley de Dios; y los guió sabiamente a través de un desierto grande y pavoroso hasta la tierra prometida. Por su parte Jesucristo fue reconocido vez tras vez como Maestro y guía espiritual, ya no del pueblo de Israel solamente, sino de una humanidad arrepentida. Tan así fue que el cristianismo llegó a ser conocido como El Camino. (Deuteronomio 1:19; 18:14-19; Marcos 12:14; Hech 9:2)
Obreros colaboradores
Para terminar la opus dei, Dios había profetizado mediante el profeta Daniel que Jesús no lo haría solo, sino que seleccionaría a humanos que lo ayudarían en calidad de santos. (Dan 7:18, 21-22, 27) ¿Quién los seleccionaría? Jesús dijo una vez: ‘Esto de sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es cosa mía darlo, sino que pertenece a aquellos para quienes ha sido preparado por mi Padre’. Es decir, su padre se encargaría de hacer la delicada selección. (Mateo 20:23)
Estos colaboradores que ejercieran fe inquebrantable en Jesucristo serían debidamente seleccionados y capacitados por el espíritu santo y pasarían a formar parte del reino antes mencionado. (Dan 7:18; Apocalipsis 13:10
¿Y después qué?
La verdadera opus dei u obra de Dios implicaba deshacer o desbaratar la obra de Satanás, que había introducido la muerte en el mundo, y con ella la enfermedad, la codicia y todos los demás males que han plagado la tierra desde tiempos inmemoriales, y presentársela al Padre al final de los tiempos. (Romanos 5:12; 1 Juan 3:8; Hebreos 2:14; 1 Corintios 15:24) Entonces esta etapa del maravilloso propósito de Dios quedaría terminada, y la humanidad habría sido restaurada al estado de santidad y perfección en que siempre debió estar.
Satanás no volvería a intervenir, y si en el futuro algún hombre volviera a pecar contra Dios de la manera como lo hicieron Adán y Eva, o de la manera como lo hicieron los demonios, su vida sencillamente no podría prolongarse. (Romanos 6:23; Isaías 65:20; Salmo 15:1-2)
¿Qué podemos hacer por ahora?
Lo que nos corresponde hacer por ahora es reflexionar en la manera como estamos entendiendo el propósito de Dios, estudiar a fondo Su Palabra, la Biblia, discernir el mensaje que Él tiene para nosotros, procurar entender sus dichos como realmente Él quiso que los entendiéramos, ponernos a derecho con Él mediante arrepentirnos de nuestro comportamiento equivocado, resolvernos a no volver atrás, y bautizarnos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como demostración de nuestro cambio. Entonces debemos resolvernos a compartir nuestra esperanza con los demás.
No es cuestión de simplemente exclamar emocionalmente: "¡Jesús es mi Señor!", porque Jesús advirtió seriamente que eso no salvaría a nadie (Mateo 7:21-23; Lucas 6:46) Por lo contrario, la Biblia es clara al mostrar que Dios no acepta nada menos que compromiso, porque es la única manera como podemos ponernos del lado de Dios y en contra de Satanás. (Juan 15:19; 1 Juan 5:19)
Jesús fue claro al santificar el nombre de su Padre, y ese es el requisito crucial para merecer su atención y cuidado. Si uno no santifica el nombre del Padre, no puede recibir la aprobación de su Hijo Jesucristo. (Mateo 11:27)
Por lo tanto, opus dei significa obra de Dios, la cual consiste en derrotar la obra de Satanás, no mediante perseguir implacablemente a otras religiones, sino mediante la divulgación de las buenas nuevas del reino de Dios, mostrando a las personas de buena voluntad en qué consiste verdaderamente la obra de Dios, a fin de que ejerzan fe en el sacrificio de Jesús y adquieran vida eterna en el Paraíso.
'Preguntaron a Jesús: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras que Dios quiere que hagamos?". Jesús respondió: "Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien Él ha enviado". Le preguntaron entonces: "¿Qué señal puedes darnos para que te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Porque nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, tal como dice la Escritura: 'Les dio pan del cielo'". Jesús contestó: "¿Acaso fue Moisés quien les dio el pan del cielo? Mi Padre es quien les proveyó el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es el que baja del cielo y da vida al mundo". Entonces ellos le dijeron: "Señor, danos siempre ese pan". (Juan 6:28-34)
'Esta es la obra de Dios:
que crean en aquel a quien Él ha enviado'.
(Juan 6:29)
que crean en aquel a quien Él ha enviado'.
(Juan 6:29)
Por lo tanto, la obra de Dios (opus Dei) consiste en llevar las buenas nuevas del reino de Dios hasta la parte más lejana de la tierra a fin de que la gente ejerza fe en Jesucristo y en su Padre. (Juan 17:3; Mateo 10:7)