Jesús enseñó a sus discípulos: ‘Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo […]”. (Mateo 6:9-10) ¿De qué reino estaba hablando? ¿Y por qué no dijo "llévanos a tu reino", sino "venga a nosotros tu reino"?
En cierta ocasión, Jesús había dicho francamente: “Mi enseñanza no es mía, sino de Aquel que me envió. Si alguien está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, podrá reconocer si mi enseñanza viene de Dios o si hablo por mi propia cuenta”. (Juan 7:16-17) Por eso constantemente decía: “Está escrito” y procedía a citar de las Santas Escrituras, para que sus oyentes reconocieran que todo lo que él decía tenía base en las Escrituras, no en sus propia opinión.
Por eso, si Jesús hablaba de un reino, no podía tratarse de una invención de su parte, sino de algo que ya estaba escrito en la Biblia. Y precisamente, Daniel el profeta escribió acerca de un reino futuro que desharía los gobiernos de este mundo. Daniel dijo: ‘Durante el gobierno de estos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido ni dominado por ninguna otra nación, sino que acabará por completo con todos los demás reinos, y durará para siempre’. (Daniel 2:44) Más tarde añadió: ‘El reino será entregado al pueblo del Dios altísimo, y será suyo por toda la eternidad’. (Daniel 7:18)
¿A qué pueblo y a qué reino se refería? Recordemos que uno de los delincuentes que colgaba arrepentido a su lado el día que Jesús fue sacrificado, le dijo: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino’. Y Jesús conectó la respuesta con la vida en el Paraíso. De modo que el reino y el Paraíso están íntimamente relacionados.
Cuando el ángel Gabriel llegó adonde María, le anunció: ‘Vas a quedar encinta, tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y lo llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey como a su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin. (Lucas 1:31-33)
Por eso, en armonía con la profecía de Daniel citada antes, María, la que llegaría a ser madre de Jesús, había oído que las Santas Escrituras decían que la salvación provendría del Dios Todopoderoso. Es decir, comprendía que en el futuro Dios desharía los planes de los gobernantes orgullosos, derribando sus tronos y poniendo sobre estos a personas humildes. Entendía que la Biblia hablaba de un reino. (Lucas 1:46-55)
También recordemos que cuando los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo había de llegar el reino de Dios, él les contestó: ‘La venida del reino de Dios no es algo que todo el mundo pueda ver, como para que alguien diga: "¡Aquí está!", o "¡Allí está!". No será así. Porque el reino de Dios ya está entre ustedes'. (Lucas 17:20-21)
De hecho, no se refería a que aquellos fariseos eran representantes del reino de Dios, porque era evidente que eran enemigos del Reino. ¡Querían matarlo! Jesús, que era el máximo representante de dicho reino, estaba entre ellos allí mismo, hablando con ellos. (Juan 16:27-28)
En otras palabras, los fariseos no percibían que tenían allí mismo, frente a ellos, al rey del reino de Dios. Por eso le preguntaban cómo se visualizaría o materializaría el Reino. Lo tenían frente a sus rostros, por decirlo así, pero no lo veían. No entendían nada. (Mateo 13:13-15)
Posteriormente, Jesús comisionó a sus discípulos, diciéndoles: “Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado”. (Mateo 10:7) Es decir, había llegado el límite de los tiempos señalados, para que Jesús comenzara su obra de deshacer la obra del Diablo. (1 Juan 3:8; Gálatas 4:4-5)
Pablo explicó que el designio de Dios era unir bajo el mando del Cristo todas las cosas del cielo y la tierra, y que lo lograría mediante su Reino. (Efesios 1:10) Más tarde, el apóstol Juan escribió: ‘Y cantan este canto nuevo: "Tú eres digno de tomar el rollo y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado y redimiste para Dios gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación por medio de derramar tu sangre. Y de ellos hiciste un reino de sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra."’ (Apocalipsis 5:9-10)
Al leer que 'reinarían sobre la tierra' podría resultarle confuso a muchos, especialmente si nunca han estudiado profundamente la Biblia, porque unos pensarían que el reino sería en el cielo, y otros, en la tierra. Pero no tiene por qué haber confusión. Las Escrituras dan pie para entender que la tierra finalmente sería sanada y limpiada mediante el Reino y el conocimiento de Dios. Daniel profetizó: ‘En todo mi monte santo no habrá quien haga ningún daño, porque así como el agua llena el mar, así el conocimiento del Señor llenará todo el país’. (Isaías 11.9)
Este ‘país’ mencionado no se refiere a un solo país. De otro modo, no hubiera tenido sentido que Jesús enviara a sus obreros a predicar la buena nueva en todo el mundo. ¡Se refería a toda la tierra! Significaba que el Reino de los Cielos libraría a la humanidad de las garras de Satanás, y el resultado sería que se haría la voluntad de Dios tanto en la tierra como en el cielo, tal como Jesús lo había profetizado en el Padrenuestro. (Mateo 6:9-10)
Está claro que el poder y la influencia del reino de Jesucristo abarcaría tanto los cielos como la tierra, y que cuando Jesús enseñó a sus discípulos: "Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino", estaba pensando en un reino celestial, espiritual, fuera de este mundo. (Juan 18:35-36) De hecho, la Biblia hace referencia vez tras vez al hecho de que el trono de Cristo, es decir, la sede central del reino, estaría en los cielos, no en la tierra.
Posteriormente, Jesús comisionó a sus discípulos, diciéndoles: “Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado”. (Mateo 10:7) Es decir, había llegado el límite de los tiempos señalados, para que Jesús comenzara su obra de deshacer la obra del Diablo. (1 Juan 3:8; Gálatas 4:4-5)
Pablo explicó que el designio de Dios era unir bajo el mando del Cristo todas las cosas del cielo y la tierra, y que lo lograría mediante su Reino. (Efesios 1:10) Más tarde, el apóstol Juan escribió: ‘Y cantan este canto nuevo: "Tú eres digno de tomar el rollo y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado y redimiste para Dios gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación por medio de derramar tu sangre. Y de ellos hiciste un reino de sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra."’ (Apocalipsis 5:9-10)
Al leer que 'reinarían sobre la tierra' podría resultarle confuso a muchos, especialmente si nunca han estudiado profundamente la Biblia, porque unos pensarían que el reino sería en el cielo, y otros, en la tierra. Pero no tiene por qué haber confusión. Las Escrituras dan pie para entender que la tierra finalmente sería sanada y limpiada mediante el Reino y el conocimiento de Dios. Daniel profetizó: ‘En todo mi monte santo no habrá quien haga ningún daño, porque así como el agua llena el mar, así el conocimiento del Señor llenará todo el país’. (Isaías 11.9)
Este ‘país’ mencionado no se refiere a un solo país. De otro modo, no hubiera tenido sentido que Jesús enviara a sus obreros a predicar la buena nueva en todo el mundo. ¡Se refería a toda la tierra! Significaba que el Reino de los Cielos libraría a la humanidad de las garras de Satanás, y el resultado sería que se haría la voluntad de Dios tanto en la tierra como en el cielo, tal como Jesús lo había profetizado en el Padrenuestro. (Mateo 6:9-10)
Está claro que el poder y la influencia del reino de Jesucristo abarcaría tanto los cielos como la tierra, y que cuando Jesús enseñó a sus discípulos: "Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino", estaba pensando en un reino celestial, espiritual, fuera de este mundo. (Juan 18:35-36) De hecho, la Biblia hace referencia vez tras vez al hecho de que el trono de Cristo, es decir, la sede central del reino, estaría en los cielos, no en la tierra.
Piénsalo bien: Jesús había profetizado: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo […]." (Mateo 6:9-10; Salmo 37:29; Mateo 5:5) Si la voluntad de Dios no se cumpliera en la tierra como en el cielo, Jesús hubiera sido un falso profeta. Pero todo se cumpliría al tiempo señalado. Y la Biblia decía de él: "El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido". (Lucas 19:10) ¿Qué se había perdido? ¡El Paraíso original y la vida eterna! Por eso pudo prometer a aquel delincuente arrepentido que estaría con él en el Paraíso, cuando viniera en su Reino. (Lucas 23:43)
Es cierto que su profecía todavía está por cumplirse en el futuro, cuando finalmente destruya todo dominio, autoridad y poder. (1 Corintios 15:24-25), pero mientras tanto, debe seguir predicándose el reino de los cielos en todas partes. (Mateo 11:12; Marcos 13:10)
"Por eso Dios le dio el más alto honor, y el más excelente de todos los nombres, para que, en su nombre, todos doblen las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios el Padre." (Filipenses 2:9-11)
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