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En algunas traducciones de la Biblia, Mateo 23:15 dice: '¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas! Recorren tierra y mar para conseguir un solo adepto, y cuando lo han logrado lo convierten en dos veces más merecedor del infierno que ustedes'.
En realidad, todo el capítulo 23 del evangelio de Mateo está dirigido a los discípulos de Jesús y a la gente que le escuchaba, y el tema es una llamada de alerta debido a un grave problema que Jesús había detectado. Puso en el tapete a los que decían ser maestros de la ley, escribas y fariseos, los cuales tenían la seria responsabilidad de explicar al pueblo las enseñanzas de Moisés. Lamentablemente, estos no practicaban lo que predicaban, sino que ataban cargas morales pesadas y las ponían sobre la espalda de la gente, pero ellos mismos no movían ni un dedo para ayudarles a entenderlas y sobrellevarlas. Cuando parecían cumplir con su trabajo, solo lo hacían para que la gente los viera.
Usaban una vestimenta que impactaba y atraía mucho la atención de los demás, y se morían por ocupar los puestos de honor en los banquetes, y los primeros asientos en las sinagogas. Les encantaba que la gente los saludara en las plazas, llamándolos "Rabí", "Maestro" o "Padre mío".
Por eso les dio este discurso a sus discípulos, para alertarlos para que no permitieran que la gente los llamara por ningún nombre altisonante, porque uno solo era su Maestro, el Cristo. Todos ellos debían considerar con humildad que todos eran hermanos a los ojos de Dios, y que cualquiera que premitiera que lo llamaran "Padre" no estaría dando gloria a Dios.
Cuando les dijo que no permitieran que se los llamara por el título de "Maestro", lo hizo porque aquello equivaldría a desconocer a su único Maestro, el Cristo. Por eso, el que pensara que era alguien importante, debía convertirse en sirviente de todos y no en alguien sobresaliente. Y les advirtió que si alguno de ellos osaba ensalzarse o enaltecerse sobre los demás de cualquiera de las maneras antes descritas, las consecuencias terminarían humillándolos, pero que los que se humillaran serían por lo contrario enaltecidos.
Luego se dirigió francamente a los maestros de la ley y a los fariseos que estaban entre la multitud y dejó ver su hipocresía, no estaban impartiendo el conocimiento de Dios de manera correcta, lo cual era como si cerraran al pueblo la maravillosa oportunidad de acceder al reino de los cielos. En otras palabras, ni entraban ni dejaban entrar a los que intentan entrar mediante escuchar a Jesús. El famoso dicho del Perro del Hortelano tiene su origen en este episodio, porque ni comían, ni dejaban comer. Es decir, ni escuchaban la verdad ni dejaban que la gente la escuchara. Se limitaban a entorpecer la obra de Dios.
Y les lanzó varios ayes. El primero fue: ‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Porque van por tierra y mar para convertir a la gente, y cuando lo logran, lo convierten en merecedor del infierno hacen dos veces más que ustedes’.
Con eso quiso decir que, al no transmitir la verdad a la gente, y al mismo tiempo hacer que la gente los considerara guardianes de la verdad, las personas cerraban sus oídos al verdadero mensaje del reino, dejándolas expuestas al ataque del enemigo de Dios. Y no era algo nuevo en el tiempo de Jesús. Ya desde la antigüedad muchos líderes religiosos acostumbraron a la gente a considerar como falsos profetas a los profetas verdaderos, y de esa manera causaron su fracaso y posterior destrucción a manos de sus opresores.
Por eso Jesús, dijo más tarde ese mismo día: ‘¡Jerusalén, Jerusalén, que siempre matas a los profetas y apedreas a los maestros que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos tal como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas! Pero no quisieron! Por lo tanto, su casa será abandonada. Porque les advierto que no volverán a verme nunca más, a menos que digan: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’. ¿De qué ‘Señor’ estaba hablando? Jesús no estaba refiriéndose a sí mismo. Estaba citando las Santas Escrituras y se refería al Padre, al Creador de los cielos y la tierra, al Dios de los judíos, Jehová (Salmo 118:26)
Aunque los escribas y fariseos se consideraban a sí mismos peritos en asuntos de la religión, y consideraban a los demás del pueblo como una tira de ignorantes (Juan 7:47-49), Jesús los desenmascaró delante de todos, diciendo: ’¡Ay de ustedes, guías ciegos!, que dicen: "Si alguien jura por el templo, no significa nada; pero si jura por el oro del templo, queda obligado por su juramento." ¡Ciegos insensatos! ¿Qué es más importante? ¿El oro? ¿O el templo que hace sagrado al oro que se pone en él? También dicen ustedes: "Si alguien jura por el altar, no significa nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre el altar, queda obligado por su juramento." ¡Ciegos! ¿Qué es más importante? ¿La ofrenda? ¿O el altar que hace sagrada la ofrenda? El que jura por el altar, también está jurando por todo lo que está sobre él. Y el que jura por el templo, está jurando por el templo y también por [Dios] quien es honrado en el templo. Cualquiera que jura por el cielo, está jurando por el trono de Dios y por Aquel que lo ocupa.
En cuanto al destino de los falsos maestros que convierten a la gente en merecedora del infierno dos veces más que ellos, Jesús no está refiriéndose a un supuesto castigo después de la muerte, sino a la muerte misma. (Romanos 6:23) La palabra que se usa en este pasaje es gehena, del griego. Se refiere al Valle de Hinom, un lugar que en aquel tiempo era el vertedero o muladar del pueblo, adonde todos arrojaban la basura. Jesús estaba enfatizando la gravedad del asunto, no estaba refiriéndose a ningún tormento eterno.
El pasaje continúa: ‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Porque cumplen con el diezmo, menta, anís y comino, pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Era correcto hacer estas cosas [dar el diezmo], pero debían haberlo hecho sin descuidar lo otro. ¡Guías ciegos que cuelan el mosquito pero se tragan un camello. ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Porque limpian la parte exterior de la copa y del platillo, pero por su corazón está lleno de robo y desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato, y entonces quedarán limpios por fuera.
‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Sepulturas pintadas de blanco, que por fuera se ven hermosas pero en cuyo interior solo hay huesos y todo huele a podrido. Por fuera dan la impresión de ser justos pero en realidad son unos hipócritas y malos.
‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los justos, y exclaman: "¡Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos, derramando la sangre de los profetas." Pero al decir eso quedan implicados, porque declaran que son, precisamente, descendientes de los que asesinaron a dichos profetas. Bueno, ¡completen de una vez por todas las que hicieron sus antepasados!
’¡Serpientes! ¡Cría de víboras! ¿Cómo suponen que escaparán de la condenación de Dios? Por eso, les enviaré profetas, sabios y maestros [es decir, predicadores del Reino]. Sabiendo que a algunos de ellos los matarán y crucificarán; a otros los azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de pueblo en pueblo. Para que de una vez recaiga sobre ustedes la culpa por toda la sangre justa que ha sido derramada sobre la tierra’.
En Lucas capítulo 11 hay un discurso parecido, pero allí se muestra que uno de los peritos en religión le responde: ‘¡Maestro! Al hablar así nos insultas también a nosotros. A lo que Jesús responde: ‘¡Ay de ustedes también, expertos en la ley! Porque abruman a los demás con cargas que ni ustedes mismos pueden alzar con un dedo para ayudar a nadie.
Aquí es donde Jesús aclara que los mal llamados maestros de religión se habían adueñado, por decirlo así, de la llave del conocimiento, de modo que ni ellos mismos entraban al Reino, y a los que querían entrar, les cerraban el paso diciéndoles que no escuchen a Jesús [y por extensión a cualquiera que predicara en su nombre].
Por eso los maestros de la ley y los fariseos solían mostrarse tan resentidos, acosándolo con preguntas y argumentos difíciles, tendiéndole trampas verbales para ver de qué acusarlo ante las autoridades. Porque Jesús los desenmascaraba. Y hoy es igual. No han cambiado. Siguen siendo los mismos descendientes espirituales de la misma serpiente, cerrando el paso a quienes quieren entrar en el Reino y buscando subterfugios para desacreditar a los que se esfuerzan por seguir lo mejor posible los pasos de Cristo.
Mateo 23:15 trata de la llave del conocimiento de Dios y de la suerte que correrán los que obedezcan a los escribas, maestros de la ley y fariseos modernos, de cerrar sus oídos a la verdad y escuchar falsedades. (2 Timoteo 4:1-5)
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